(420) Levantemos el corazón. –Lo tenemos levantado hacia el Señor
–Perdone, pero lo que dice al principio ya lo dijo en el comienzo del artículo anterior (419).
–Cierto. Pero piense que, aunque sea muy improbable, puede darse el caso de que alguien no lo leyó… o lo leyó sin enterarse bien de lo que dije.
–La Iglesia es una y única, aunque existe en tres estados diferentes: cielo, purgatorio y tierra. El concilio Vaticano II así lo enseña (LG 49).
Los cristianos imperfectos tendemos a pensar principalmente en la Iglesia de la tierra, que es la única visible para nosotros, y no la conocemos suficientemente en su relación con la Iglesia del cielo y la del purgatorio. Nos falta la visión espiritual de un San Pablo: «nosotros no ponemos los ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las visibles son temporales; las invisibles, eternas» (2Cor 4,18). Y esta miopía espiritual tiene no pocas consecuencias negativas. Señalo dos:
1ª) Las imperfecciones y pecados que se producen en esta Iglesia de la tierra nos oscurecen la grandeza y santidad de «la Iglesia de Cristo», llevándonos a veces al pesimismo y la desesperanza. […]
2ª) No conocemos bien la realidad de la Iglesia Peregrina si no la consideramos siempre unida a la del Cielo y la del Purgatorio. No acabamos de vivir, por ejemplo, que la liturgia presente es una participación, un eco, de la Liturgia celestial celebrada por el Cristo glorioso con sus ángeles y sus santos. Por precarios que a veces sean los modos en que la celebramos.
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San Gregorio de Nisa, obispo (335-394), hermano de San Basilio, y uno de los grandes Padres de la Iglesia, poco después de la libertad cívica constantiniana (313), vivió en un tiempo de la Iglesia católica de una formidable creatividad –en catequesis y liturgia, en teología y concilios, en el inicio de la vida monástica, en la expansión continua de la Iglesia–, pero fue también un tiempo internamente desgarrado por el arrianismo pujante, que siendo una enorme herejía, fue a la vez un cisma latente, real y muy prolongado entre el Episcopado católico.
Unos Obispos seguían la cristología católica proclamada en Nicea (325) y en Constantinopla (381); pero muchos otros Obispos resistían activa o pasivamente la confesión de la fe en la divinidad de Jesucristo, promoviendo o permitiendo el arrianismo. Así las cosas, alternándose Emperadores nicenos o arrianos, la suerte de los Obispos variaba una y otra vez entre la prosperidad y la adversidad. No faltaron, por supuesto, los Obispos que, orientándose siempre como veletas en la dirección del viento imperante, se mantuvieron siempre en pacífica prosperidad.
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Cuando San Atanasio (295-373) es elevado en el año 328 al episcopado, entiende bien que su misión primera ha de ser afirmar la fe católica en Cristo, reafirmar la fe de Nicea. Pero esta misión va a exigirle un verdadero y prolongado martirio, pues casi todos los obispos de la Iglesia oriental son entonces partidarios, más o menos moderados, del arrianismo; cómplices activos o pasivos de esa herejía. Son tiempos en que San Jerónimo exclama: ingemuit totus orbis et arianum se esse miratus est (gimió el orbe entero, asombrándose al comprobar que era arriano: Dial. adu. Lucif. 19).
Pues bien, si en esta situación del Oriente cristiano, Atanasio, en posesión tranquila de la sede de Alejandría, se hubiera limitado a profesar la verdad de Nicea, pero sin empeñarse en combatir los graves errores de la cristología arriana, no hubiera sufrido persecución alguna ni de sus hermanos en el episcopado, ni del Emperador, adicto a los arrianos. Para evitar exilios, difamaciones y persecuciones de todo tipo, hubiera sido suficiente que, aun predicando la fe católica de Nicea, guardara, sin embargo, un discreto silencio sobre los graves errores vigentes a su alrededor sobre el misterio de Cristo.
Por el contrario, Atanasio no se limita a predicar la verdad sobre Cristo, sino que, enfrentándose con la mayoría de sus hermanos Obispos, y empleando todos los medios a su alcance –cartas, visitas, concilios, disputas–, se entrega con todas sus fuerzas a combatir el arrianismo, que de haber prevalecido, hubiera acabado con la Iglesia Católica. Y como era de esperar, el testimonio martirial de Atanasio tuvo un precio altísimo. Obispo de Alejandría del 328 al 373, cinco veces se vio expulsado de su sede episcopal (335-337, 339-346, 356-362, 363, 365-366), y durante esos cinco destierros hubo de sufrir penalidades incontables: violencias, disputas, carencias de toda clase, calumnias, penurias, despojamientos, sufrimientos físicos y morales, marginación y desprestigio.
San Hilario (+367), el «Atanasio de Occidente», movilizó de modo semejante a los obispos de la Galia contra el arrianismo, combatiéndolo con todas sus fuerzas a través de escritos, sínodos, viajes y cartas, lo que también ocasionó que fuera exiliado por el Emperador de su sede de Poitiers al Asia Menor (356-359). Refiere su biógrafo Sulpicio Severo que era llamado por los arrianos «perturbador de la paz en Occidente» (2,45,4). La misma acusación que en el Oriente recibía San Atanasio.
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En esta situación de Iglesia, tan dura y difícil, escribe San Gregorio de Nisa un gran número de excelentes obras catequéticas y dogmáticas, ascéticas y misticas, litúrgicas y escriturísticas. Hoy, lunes de la VII semana del Tiempo ordinario, la Santa Madre Iglesia, en la Liturgia de las Horas, nos da como alimento espiritual el fragmento de una de sus Homilías sobre el libro del Eclesiastés (hom.5). Este santo Padre de la Iglesia nos exhorta hoy a que levantemos a Cristo nuestros corazones.
Si el alma eleva sus ojos a su cabeza, que es Cristo, según la interpretación de Pablo [Col 3,1-3], habrá que considerarla dichosa por la penetrante mirada de sus ojos, ya que los tiene puestos allí donde no existen las tinieblas del mal. El gran Pablo y todos los que tuvieron una grandeza semejante a la suya tenían los ojos fijos en su cabeza, así como todos los que viven, se mueven y existen en Cristo.
Pues, así como es imposible que el que está en la luz vea tinieblas, así también lo es que el que tiene los ojos puestos en Cristo los fije en cualquier cosa vana. Por tanto, el que tiene los ojos puestos en la cabeza, y por cabeza entendemos aquí al que es principio de todo, los tiene puestos en toda virtud (ya que Cristo es la virtud perfecta y totalmente absoluta), en la verdad, en la justicia, en la incorruptibilidad, en todo bien. Porque «el sabio tiene sus ojos puestos en la cabeza, mas el necio camina en tinieblas» [Ecles 2,14]. El que no pone su lámpara sobre el candelero, sino que la pone bajo el lecho, hace que la luz sea para él tinieblas.
Por el contrario, cuantos hay que viven entregados a la lucha por las cosas de arriba y a la contemplación de las cosas verdaderas, son tenidos por ciegos e inútiles, como es el caso de Pablo, que se gloriaba de ser necio por Cristo. Porque su prudencia y sabiduría no consistía en las cosas que retienen nuestra atención aquí abajo. Por esto dice: «Nosotros hemos venido a ser unos necios por Cristo» [1Cor 4,10], que es lo mismo que decir: «Nosotros somos ciegos con relación a la vida de este mundo, porque miramos hacia arriba y tenemos los ojos puestos en la cabeza». Por esto vivía privado de hogar y de mesa, pobre, errante, desnudo, padeciendo hambre y sed.
¿Quién no lo hubiera juzgado digno de lástima, viéndolo encarcelado, sufriendo la ignominia de los azotes, viéndolo entre las olas del mar al ser la nave desmantelada, viendo cómo era llevado de aquí para allá entre cadenas? Pero, aunque tal fue su vida entre los hombres, él nunca dejó de tener los ojos puestos en la cabeza, según aquellas palabras suyas: «¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo: ¿la aflicción, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?» [Rm 8,35]. Que es como si dijese: «¿Quién apartará mis ojos de la cabeza y hará que los ponga en las cosas que son despreciables?»
A nosotros nos manda hacer lo mismo, cuando nos exhorta a «aspirar a los bienes de arriba» [Col 3,1], lo que equivale a decir «tener los ojos puestos en la cabeza».
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«Cristo abriga y alimenta a la Iglesia porque somos miembros de su Cuerpo» (Ef 5,29-30), porque somos su Esposa amada.
–«El Señor es mi pastor… Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo» (22,1-4). –«Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo. Con Él se alegra nuestro corazón, en su santo Nombre confiamos» (32,20-21). –«Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas y mi carne descansa serena: porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha» (15,8-11).
«El Señor esté con vosotros. –Y con tu espíritu. –Levantemos el corazón. –Lo tenemos levantado hacia el Señor. –Demos gracias al Señor, nuestro Dios. –Es justo y necesario. –En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro», que vive y REINA por los siglos de los siglos. Amén.
Aquí no tose nadie sin que Cristo Rey lo quiera o lo permita. Le ha sido dado «todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18). Ojo.
José María Iraburu, sacerdote
19 comentarios
Me parece que la respuesta suya se refiere más a si es necesario citar expresamente al difunto, pero -al menos a mi- no me queda claro lo que creo que le preguntaba Bertran, y que le repito, porque es una duda que yo también tengo.
¿Es necesario ir donde el cura y pedirle que ofrezca la Misa por un difunto, o podemos nosotros, los feligreses, ofrecer la Misa por el difunto sin necesidad de ir donde el cura? ¿Tiene los mismos efectos para el difunto?
Gracias, y perdone si mi duda se debe a las malas entendederas.
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JMI.-Una cosa es que Ud. ofrezca una Misa a la que asiste por un difunto, y otra cosa es que el sacerdote ministro ofrezca la Misa que celebra por un difunto, a quien normalmente menciona en el memento de difuntos. En principio tiene lo segundo una mayor eficacia suplicante. Aunque estas realidades no pueden ser medidas ni con un metro ni con una balanza.
sin duda alguna quien " aspira" a eso que Dios le deposito en su corazon (deseo de vivr en Cristo) no podra cayar ni mucho menos anesteciar su existencia. Su "Oracion" es tal que ni el tiempo ni la distancia, ni el maltrato ni persecucion podrian detenerle, sunoracion lo mantiene en pie y a quienes toca. Esta en pie (el fiel discioulo) porque "mira" a Jesus desde su corazon, su corazon que parece estallar de alegria, alegria que no puede retener..no puede sino compartirla , llebarla..a quien no la conoce, porque se la ocultan o la niegan.
El desierto lo siente fresco y humedo, las noches claras y lo arido refrescante...los Santos de entonces aun hoy nos ven..nos miran y nos acompañan..lo acompañan Padre.
Saludos
Agradezco su admirable reflexión sobre el calvario que San Atanasio y San Hilario debieron padecer en su tiempo cuando por culpa del arrianismo parecía que todo estaba perdido.
También le agradezco que a través de esa reflexión nos quiera fortalecer la esperanza de que, a pesar de que San Atanasio y San Hilario parecía que predicaban en el desierto, finalmente la gracia de Dios que estaba con ellos terminó imponiéndose sobre la herejía.
Finalmente, agradezco su esfuerzo por ligar aquella crisis arriana con la crisis que hoy vive la Iglesia a fin de que no caigamos en el pesimismo y la desesperación, porque así como Dios nos salvó antes del arrianismo ahora también nos salvará de este nuevo error.
No dudo que así será, porque Nuestro Señor ya nos prometió que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella, pero permítame decirle que ahora puede ser mucho peor que en el siglo IV.
Hace 30 años la Virgen le reveló al padre Gobbi que vendría el cisma más grande de todos los tiempos. Sospecho que en este 2017 no sólo se cumplirá esa profecía, sino otras más del Apocalipsis que cambiarán a la Iglesia y al mundo para siempre.
Esa tarea la veo a cargo de Francisco, Trump y Putin, y si bien cada uno de ellos tiene sus planes, no advierten que sólo serán instrumentos en las Manos de Dios para que se cumpla su maravilloso Plan pergeñado desde toda la eternidad.
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JMI.-No se fíe Ud. demasiado de lo que dice en sus dos últimos párrafos.
"El justo vive de la fe", y la fe nos viene de lo revelado y comunicado en Escritura, Tradición y Magisterio apostólico.
SJuan de la Cruz, p.ej., no quiere que ningún cristiano se apoye en "otras" luces y palabras. Se pueden "tener en cuenta", pero sin "apoyarse-fundamentarse" en ellas. No son ciertas.
Leyendo estos días me ha salido varias veces de cartas de San Pablo la sola justificación por la Fe y ahora que lo menciona en su última respuesta mi duda es que, no solo la salvación viene por ahí no?... supongo que el catolico tambien añade las obras no? Quiero decir, el justo recibe la gracia de Dios y con ella cumple los mandamientos,
No sé si me lío o no, tal vez tenga usted alguna entrada al respecto, pero lo de la justificación por la Fe me sonaba a Lutero. Si es tan amable...
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JMI.-San Pablo dice que "el justo vive de la fe" (Rm 1,17), en la que se fundamentan todas las virtudes. Pero la salvación es por "la fe operante por la caridad" (Gal 5,6). Sin la caridad, que de suyo es operante, nada nos salva (1Cor 13), por mucho que hagamos. La fe sin obras no salva (Stgo 2,14s). Aunque Lutero lo enseñe.
Así hay que vivir estos tiempos, mirando al cielo.
Gracias, Padre Iraburu.
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JMI.-Bendición +
A la luz de lo que se suscita hoy siento que lo que Jesus propone es que la iglesia debe distinguir lo que es la revelacion sagrada y divina y fiarce de ella, comteplarla y hacerla activa sin relativisarla, pues de ese fiarce (a la ley natural y los mandamientos de amor) ese acogerla la dependera el "valor moral y etico de sus actos"(VS82). Esa dicha de "distinguir" hara la diferencia, entre los actos sucecivos por seguir un "charlatan" o alguien "no inspirado por aquello divino" que no solo desfigure la revelacion divina y sagrada sino que pretenta sustituirla degradarla, lo que es si y de plano un el pecado mas peligroso contra el "Espiritu Santo".
El catolico de hoy no esta desproteguido contando pues con la revelacion y suficiente magisterio y Tradicion, lo que lo tendra bien simentado a la Roca que Cristo a intituido sin separace jamas de la cabeza que es Cristo y la Virgen Maria que es quien la protege.
Saludos.
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JMI.-Porque lo enseña el Vaticano II:
"En la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos y donde Cristo está sentado a la derecha del Padre como ministro del Santuario y del Tabernáculo verdadero; cantamos al Señor el himno de gloria con todo el ejército celestial", etc. (Sacrosanctum Concilium 8).
Y ahora disimulando un poco ¿qué de importante es la limosna en la misa? esto último lo digo por disimular, lo importante es que no consigo comprender la palabra "purificar" gracias por todo.
Sé que en la misa (perdone que emplee esta palabra) todo tiene un valor infinito por Cristo, con él y en él.
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JMI.-La limosna, como la oración y otras obras buenas que hacemos con el auxilio de la gracia divina, ayudan a la "purificación" de nuestra mente y corazón, al perdón de nuestros pecados y al remedio de sus malas consecuencias.
Soy un pastor bautista de tendencia católica (no sé cómo se come eso pero sé que lo soy) y su artículo me ha sido de aliento y ánimo en la fe. No hay desperdicio en el mismo, muy útil y excelente. Mi gratitud por este artículo. Paz.
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JMI.-Muchas gracias.
Y que el Señor le conceda seguir esa tendencia hasta el final.
Pues creo que el día en que ya no te cuestiones algo tan básicamente mundano; habrás dado un paso más en tu purificación personal.
Al poner los ojos en la cabeza, y no en el dinero. :)
En realidad busco la cabeza, Cristo. En un cuento que leí "una sola cebolla basta para salvarse", creo recordar, hace años, el Ángel de la Guarda, buscó una sola acción buena de la persona que cuidaba y protegía, después de muerta, solo una, aunque fuera pequeña, para presentarla ante Cristo y que la salvara. En este caso fue una limosna, una cebolla.
Y siempre he tenido en mente la limosna que se da en la colecta en la Misa, personas que siempre buscan la felicidad de los demás, su familia, con sus tareas en casa o en el trabajo; con esa limosna, en la Liturgia, pueda ser tenida en cuenta por Cristo para su salvación. Por ello he preguntado el significado de "purificar" al Padre.
Me ha respondido que "el ayuno purifica el pecado" es como la oración (hablar con Dios y poner en práctica lo que hablas con él) perdona los pecados y refuerza, actúa, en la persona contra la tentación.
Así lo he entendido y por ello te doy las gracias Charo porque lo he explicado respondiéndote. No quería ser pesado con este tema y vuelvo a dar las gracias al Padre Iraburu por su respuesta.
Deseo que todo el mundo se salve, la limosna puede ser esa puerta con que Cristo pueda salvar a creyentes separados de la eucaristía, como no creyentes.
Lo siento por soñar.
Hace unos meses, al, pasar delante de su foto, le dije que le sería fiel hasta mi muerte. Desde que la conocí, no he conocido otra mujer (en sentido bíblico) nada más que ella. Aunque el matrimonio ya no existe por la muerte de ella, algo queda, y lo demuestra que yo ya no puedo ser soltero, Seré viudo siempre.
Además, pensando sobre la Virgen, estoy convencidísimo que Ella tiene un trato especialísimo con S. José, su esposo. Por lo tanto creo, y así lo ansío con todo mi corazón, que en el cielo mi esposa y yo estaremos toda una eternidad cogidos de la mano en presencia de Dios y de la Virgen, y nos miraremos a los ojos de tal forma que podremos ver nuestras almas hermosas, purificadas y llenas de amor y ternura.
Bueno, perdone que me haya puesto en plan de novela rosa, pero los hombres también tenemos nuestro corazoncito, a pesar de mis 73 años y 42 años de matrimonio.
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JMI.-Hermoso testimonio.
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