(414) El P. Arnaiz, S.J. y las Misioneras de las Doctrinas Rurales
–¿Algún santo?
–De momento, Venerable. Pero Dios quiera que pronto Beato y Santo.
Las Misioneras de las Doctrinas Rurales son conocidas mías muy apreciadas desde hace bastantes años. Con ocasión sobre todo de su relación con la Fundación GRATIS DATE (1988-) y la Fundación InfoCatólica (2009-) he tratado con ellas bastantes veces, alegrándome siempre su bondad, sencillez y espíritu apostólico. Una vez al año, por el tiempo de Navidad, nos envían a sus amigos y bienhechores «el periodiquito», un boletín de 8 páginas muy simpático, en el que nos comunican su vida y milagros. En el último que me llegó, hace unos días, nos comunicaban:
«Esta Navidad tenemos una hermosa noticia que compartir. El 10 de octubre el Santo Padre Francisco firmó el Decreto de Virtudes Heroicas del Rvdo. P. Tiburcio Arnaiz, S. J., fundador, junto con María Isabel González del Valle, de las Misioneras de las Doctrinas Rurales».
«Venerable» P. Arnaiz… Realmente es una muy hermosa noticia. Ese título es muy notable. Dado a un cristiano difunto por la Congregación de los Santos con aprobación del Papa, reconoce, después de un proceso diocesano primero y romano después, que a la Iglesia le consta que un fiel difunto «practicó las virtudes cristianas en grado heroico», es decir, de forma excepcional, y que el pueblo cristiano puede considerar y venerar como ejemplar. Con un milagro que fuera comprobado por la Congregación –y ya hay más de uno en la causa del P. Arnaiz– sería declarado «beato».
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El Venerable P. Tiburcio Arnaiz, S. J. (Valladolid 1865 - Málaga 1926) nace en una modesta familia de tejedores. A los cinco años queda huérfano de padre, con su madre y su hermanita Gregoria. Ingresa en el Seminario a los trece años. «Tenía talento» –dice un compañero suyo–, «pero no cogía un libro de texto en casa»; le bastaba con las clases y el atrio. Sirve también de sacristán a las Dominicas vallisoletanas, para ayudar la escasa economía familiar. En una ocasión confiesa a estas religiosas:
«Piensan en casa que no tengo vocación. Pero cuantos más Ejercicios hago, más temor tengo, porque veo más la dignidad sacerdotal y mi indignidad. Pero cada vez me siento con más vocación».
Ordenado sacerdote en 1890, es durante tres años párroco de Villanueva de Duero (Valladolid), y nueve después de Poyales (Ávila). En estos años obtiene la licenciatura y el doctorado de Teología en el estudio de Toledo, y vive apaciblemente, acompañado por su madre y hermana. Pero la muerte de su madre marca un hito importante en su vida:
«Fue tanto lo que sufrí, que me dije: “ya no se me vuelve a morir a mí nadie, porque voy a morir yo a todo lo que no sea Dios»… Una noche, después de leer el «Año Cristiano», comentó su hermana: «¡Cuántas cosas hicieron los santos por Dios y nosotros qué poco hacemos! ¿Vamos a pasarnos la vida sin hacer nada por Él?… Deberíamos irnos cada uno a un convento y allí servir a Dios con perfección lo que nos queda de vida». Al poco tiempo, ella ingresó en las Dominicas y él solicitó el ingreso en la Compañía de Jesús. En 1902, a sus 37 años, ingresó en el noviciado jesuita de Granada. Dos propósitos que hizo, para librarse de todo apego desordenado y servir al Señor con un corazón plenamente entregado, los guardó siempre con fidelidad en su vida religiosa: «No pedir nunca nada y contentarme con lo que me den», y «Nunca me negaré a ningún trabajo, bajo ningún pretexto».
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Actividades apostólicas
El trabajo misionero y pastoral del Venerable P. Arnaiz, por la fuerza de su amor a la gloria de Dios y a la salvación de los hombres, fue continuo, incansable, sorprendente en su calidad y cantidad. Como si dentro de él hubiera tres hombres, y no uno solo. De un sacerdote diocesano, también hecho Venerable por la Iglesia, escribía yo El Venerable Rivera no perdía un minuto (22-X-15).
Efectivamente, el celo apostólico es en los santos como un fuego incesante y devorador, como se veía en el P. Arnaiz. Sólo un ejemplo. Predicando una Misión popular en dos parroquias de Chiclana (Cádiz), dió a la vez ejercicios a unas religosas, visitó la cárcel y tuvo reuniones con diversas asociaciones cristianas para animarlas. Anécdotas como ésta son frecuentes también, por ejemplo, en la vida de San Luis María Grignion de Montfort, San Antonio María Claret, San Pablo de la Cruz, San Alfonso María de Ligorio, etc.
El contraste de las vidas de los santos de vida apostólica, como San Pablo –«me gastaré y desgastaré por vuestras almas hasta agotarme» (2Cor 12,15)–, con la apacible y moderada vida de tantos curas, que tomamos el ministerio con bastante calma, es muy grande. Tan grande que denuncia en nosotros el poco amor de Dios y un escaso celo por la salvación de los hombres. Es como si no nos fuera la vida en procurar la gloria de Dios –que lo conozcan y lo amen y obedezcan–, y la salvación de los hombres, ayudándoles con la gracia de Dios a librarse de una perdición temporal y eterna, entrando en una vida nueva y sobrenatural. El Autor de la salvación es el Señor, pero Él ha querido asociarnos a su obra en el ministerio apostólico.
Destinado en Murcia dos años, y cumplida después su primera probación en Loyola (1911), fue enviado a Málaga, donde hizo sus votos perpetuos (1912). Allí tuvo su residencia habitual hasta su muerte –menos el curso 1916-17, que estuvo en Cádiz–, y allí su celo apostólico se desarrolló ampliamente. Abrió una casa de acogida, con más de treinta viviendas unipersonales, para personas solas y de pocos recursos. En esta Casa de San Antonio y Santa Isabel había capilla, y sus colaboradoras animaban en ella con sus catequesis la religiosidad del barrio. Promovió la apertura de la Librería Católica, fue consiliario del Apostolado de la Oración.
Realmente se entregó a múltiples labores apostólicas: Misiones populares, predicación de Ejercicios Espirituales, confesonario, dirección espiritual, correspondencia epistolar, atención pastoral en barrios marginales, en la cárcel, etc. Su apostolado se desarrolló en Andalucía (Cádiz, Córdoba, Sevilla, Granada, etc.), pero sobre todo en la diócesis de Málaga, en perfecta sintonía con el Obispo, San Manuel González.
Profunda vida espiritual
A su hermana religiosa Gregoria le escribía en una ocasión:
«¡Qué vida más feliz es ésta cuando se vive en Jesús y para Jesús! No me cansaría de ponderar a las almas, máxime a las religiosas, de los bienes que pierden cuando piensan, quieren, recuerdan, hallan o buscan otra cosa que a Dios. Sé tú de éstas, hermana mía, que tienen su vivir en el cielo, en Jesús. Te olvidarás de ti»…
De tal modo estaba centrado en Dios el P. Arnaiz por el amor y por el servicio apostólico, que no prestaba mayor atención a la comida, al vestido, al frío o al calor, a la comodidad –dormía en el suelo en sus viajes con frecuencia–… Impasible, parecía no enterarse siquiera de estas cuestiones menores. Decía en ocasiones: «Yo no me entero». Un día María Isabel, su principal colaboradora, le dijo: «Pero Padre, puede uno callarse y no decir nunca si siente frío o calor, pero no notarlo, me parece imposible». Y él contestó:
«Claro que es posible, ¡y tan posible! Vaya usted a uno que se le está muriendo un ser querido, o que le viene la ruina o la deshonra, con que hace mucho frío o cosa así, y verá cómo la mira. Él no lo ha notado ni piensa en eso, está embargado por otra idea, y ésa le llena y le absorbe. Si se llenase usted de Dios y del deseo de que se salvasen las almas, y ésa fuese su preocupación y anhelo, no sentiría esas cosas ni pensaría en esas tonterías».
La devoción al Corazón de Jesús fue siempre el centro de su vida espiritual. Como director del Apostolado de la Oración, acrecentó con su ejemplo y sus predicaciones el número de socios de la Obra, entronizó su sagrada imagen en cientos de casas, y promovió en Málaga, en circunstancias a veces adversas, la procesión anual en honor del Sagrado Corazón, que continuó celebrándose hasta hoy.
Su muerte
A comienzos de julio de 1926, mientras el P. Arnaiz daba una Misión en Algodonales, contrajo una bronquitis y pleuresía. Llevado a Málaga con urgencia, después de recibir los sacramentos, murió el 18 de julio, acompañado por el afecto, la gratitud y las oración de muchos fieles. Se obtuvieron las licencias precisas para que fuese enterrado en la iglesia del Corazón de Jesús. Con la asistencia muy numerosa de fieles, se celebraron sus funerales –cerró el comercio–, presididos por el obispo de la Diócesis, San Manuel González, que en su predicación llamó al bendito difunto «enamorado y loco de Jesús».
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Muchos colaboradores y modos apostólicos sencillos y eficaces
Es normal que el santo de vida activa suscite otros colaboradores, que se encienden en la llama de su fuego apostólico. Esto es lo que en parte explica que los ministros apostólicos de Cristo, cuando son santos, reúnan con facilidad ayudas que extienden de un modo humanamente inexplicable el área de su acción espiritual.
El P. Arnaiz, por ejemplo, pudo así lograr la evangelización de los famosos corralones, casas de vecinos donde cada familia, en torno a un patio común, disponía solo de un par de habitaciones. El P. Arnaiz alquilaba o pedía en ellos una estancia, donde se instalaban algunas dirigidas suyas, que realizaban una excelente labor de catequesis, escuela elemental y asistencia social en variados campos. Al cabo de un mes o dos, el Padre daba allí una Misión, adecuada a las condiciones del lugar y de su gente. Llegó a trabajar así en unos veinte corralones, con grandes frutos de evangelización.
Estos tres rasgos caracterizan la obra apostólica del Venerable P. Arnáiz: 1.-Celo personal apostólico muy fuerte, hecho de caridad hacia Dios y de caridad hacia los hombres, que le mueve a una entrega total y eficacísima. 2.-Facilidad para hallar colaboradores que participan de su entusiasmo misionero y de sus trabajos. Y 3.-modos apostólicos sencillos, pobres, de sentido común, perfectamente adecuados a las posibilidades y necesidades de la gente, y por eso mismo, sumamente fecundos.
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Las Misioneras de las Doctrinas Rurales
En sus frecuentes misiones por Andalucía, pudo el P. Arnaiz conocer la situación de muchos lugares y cortijos donde vivían cientos de personas sin apenas atención pastoral. Dando un día la misión en Pizarra, subió al monte Gibralmora para bendecir el monumento al Sagrado Corazón. Desde allí se divisaba la Sierra de Gibralgalia, con un buen número de casitas, cortijos y lugarejos pequeños, sin iglesia, sin carretera, con sólo algunos caminos de caballería. Y como Cristo, «sintió compasión por ellos, porque eran como ovejas sin pastor» (Mc 6,34).
A su vuelta a Málaga, quiso Dios que se encontrara con María Isabel González del Valle, una asturiana de treinta años que, conmovida por Dios en unos ejercicios espirituales, estaba decidida a dejarlo todo y marcharse «por esos pueblos de Dios, con su casina [casita] a cuestas, dando a conocer a todos el Padre que tenemos». Cuando el P. Arnaiz le propuso que fuera a Gibralgalia, para hacer allí lo que sus colaboradoras hacían con tanto éxito en los corralones, ella lo aceptó al momento. Y así, en 1922, cerca de Pizarra, en una choza de la Sierra, inició María Isabel con dos compañeras lo que vendrían a ser las Misioneras de las Doctrinas Rurales, la Obra fundacional más importante y duradera del P. Arnaiz.
El santo Obispo don Manuel González apoyó desde el principio el proyecto, aparentemente atrevido y descabellado –un equipo de jóvenes viviendo solas en lugares muy apartados–, dándoles incluso licencia para tener con ellas el Sagrario eucarístico. Para el P. Arnaiz no fue ninguna sorpresa que el proyecto fuera adelante: «Cuando Dios quiere una cosa, todo se hace posible. Manda las personas y los medios».
En vida del fundador, se formaron treinta y cuatro Doctrinas, y hasta hoy continúan las Misioneras su labor, que a lo largo de ya casi un siglo las ha hecho presentes en más de doscientos lugares de España.
Bendigamos al Señor. Bendigamos al venerable P. Arnaiz, S.J. Y bendigamos a sus benditas Misioneras.
José María Iraburu, sacerdote
7 comentarios
¡Una gran alegría! Venerable P. Arnaiz ruega por nuestra Iglesia.
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JMI.- ¡Ruega por nosotros!
Dios le bendiga.
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JMI.-Bendigamos al Señor, que hizo al P. Arnaiz.
Bendición +
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JMI.-Lo corrijo de inmediato.
En esa fecha era yo muy niño, y no estaba para fundar GRATIS DATE ni nada.
Aunque nada tiene que ver con el contenido dela noticia de este blog, me gustaría su opinión al respecto. Gracias por todo lo que nos ayuda.
Que Dios le bendiga.
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JMI.- El card. Baldisieri dice lo que es normal que diga uno de los principales laborantes que hicieron posible, ateniéndose a las indicaciones del Papa, los Sínodos 2014-15 e, indirectamente, la Amoris laetitia.
Ninguna sorpresa.
La primera parte de su deseo está a punto de cumplirse. No ha de faltar mucho para que se le cumpla la segunda.
Yo por mi parte, en lo sucesivo, me encomendaré a él y al Venerable José Rivera.
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JMI.-Dios te lo pague, Beatriz.
Bendición +
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