(391) Mis viajes apostólicos –5. Compañía, soledad y siempre cambios
–Ya pensaba que se había olvidado usted de esta serie…
–No me extraña… La equivocación es en usted una arraigada costumbre.
Sigo y prosigo con Mis viajes apostólicos.
Noticias del mundo y de la Iglesia
En viajes de un mes o más, con bastante frecuencia, he permanecido desconectado del mundo, sin noticia alguna civil o eclesiástica, fuera de algún día por excepción –invitado, por ejemplo, por sacerdote o por familia amiga a pasar en su casa el fin de semana entre una y otra actividad mía–. Y explico el cómo y por qué.
En ocasiones estoy dando los ejercicios, cursillos breves o lo que sea, en una casa urbana, en la ciudad. Pero con más frecuencia me toca estar días o semanas en una casa de la periferia urbana o en el campo. En esta ubicación la conexión a internet, como ya vimos, suele ser harto problemática. Además, no suelo tener casi nunca acceso donde estoy a ningún periódico local o internacional. Tampoco veo TV, en parte por auto-norma habitual o simplemente porque no la hay accesible. Y la radio en estos países –al menos en mi limitada experiencia– da en sus programas un lugar mucho menor a la información que en España. Allí por las noches –la única hora en que podría oir la mini-radio que llevo conmigo– casi no se encuentra más que música. Y alguna vez que he buscado al mediodía, ocurre lo mismo. Seguro que habrá informativos a alguna hora, pero no sé ni dónde ni cuándo. Puede ser que la «culpa» esté sobre todo de mi parte, porque en modo alguno soy radiófilo. No la oigo casi nunca, ni conozco sus colocaciones en el dial. Me gusta más leer en los tiempos disponibles.
Insisto en el dato. Por lo poco que sé, tengo la impresión de que en España por la noche las radios, al menos las principales, dan mitad música, mitad informativos, tertulias, etc. Aquí en América me tinca –chilenismo– que hay un 90% de música por un 10% de información hablada.
Todo esto significa que en estas giras de predicación puedo pasar una o varias semanas sin información ninguna del mundo, ni por diario, ni por televisión, ni por radio. Como si estuviera en una nube o en una isla desierta. O como el Principito de Saint-Exupéry, en un asteroide. Es frecuente que durante prolongados encerramientos de ejercicios y cursillos esté haciendo un gran ayuno de noticias. Algo muy sano.
Donde es posible, pido –o encuentro en algún rincón– diarios atrasados o revistas locales. En algún rato libre me sirven de descanso; pero sobre todo la lectura de estos medios me ayuda mucho a conocer el ambiente mental y costumbrista que está más vigente en el lugar o el país donde me encuentro.
Compañía y soledad
Muy en síntesis puede decirse que en estas semanas casi seguidas de dar Ejercicios o cursillos la distribución del tiempo viene a ser:
–de 8 de la mañana a 9 de la noche, trece horas, menos la siesta –hora santa–, estoy en contacto casi continuo con personas: con los ejercitantes, por ejemplo, o con los alumnos, en la sala de conferencias, en el comedor, en actos de la capilla, recibiéndolos en el despacho, en el patio o jardín, etc. Esta inmersión casi continua en la gente, tantas horas cada día, es muy estimulante; pero para una persona como yo, predominantemente estudioso docente y escritor, se va haciendo abrumadora al paso de las semanas. Esto no sucede en algunos grupos; por ejemplo, en algunas comunidades de ciertas religiosas, que no tienen costumbre de hablar con el predicador de los ejercicios. Sólo alguna monjita, por excepción, pide que se le reciba.
–de 9 de la noche a 8 de la mañana, once horas, quedo solo en la habitación. Y como no duermo seguidas más de seis horas, quedan cinco de soledad incomunicada… Son muchas horas diarias en «una habitación de hotel», y empleo el término porque ya se sabe qué poco puede hacerse en una habitación de hotel, qué perdido e inútil se encuentra uno en ella. En la propia casa, las horas pasan casi sin notar con cien cosas, y siempre hay algo por hacer. A esas once horas, en números redondos, de 9 de la noche a 8 de la mañana, han de añadirse a veces las varias horas diurnas que quedan vacías entre acto y acto si estoy con un grupo que no acostumbra a hablar privadamente con el predicador. Pueden juntarse entonces, no raramente, unas catorce o quince horas diarias de encerramiento en una habitación extraña. ¿Qué se puede hacer en tanto tiempo?
Puede uno rezar. Donde quiera que haya una capilla con sagrario, allí estoy como en mi casa. Si tengo acceso fácil a la capilla, a cualquier hora, por temprana o tardía que sea, estoy salvado. No pocas veces en los viajes apostólicos he tenido bastante más tiempo para estar con el Señor en oración que entre los ajetreos de mi vida normal. Bendigamos al Señor, porque es eterna su misericordia.
Pero no pocas veces no puedo ir a la capilla, al menos a las horas que podría, muy pronto o muy tarde. Porque está cerrada o empleada en actos de la comunidad de la casa. O simplemente porque estoy cansado, y ya ha rezado unas dos horas, una al principio del día con alguna compañía, y otra con todos, antes de la cena ante el Santísimo expuesto. Eso sí, puede uno en la habitación o donde sea rezar otro rosario. Cuántas veces he rezado dos o cuatro –es un vicio mío, y no sólo en viajes–. Pero quizá sean con todo esto las 9’30 de la noche, y hasta las 7 o las 8 de la mañana faltan un montón de horas.
Puede uno leer. Pero tendrá que ser algo muy fácil, y durante no mucho tiempo, pues está uno ya bastante cansado del día. Pero bueno, con la lectura llegamos a las 10’30 o las 11. Pero hasta las 7 o las 8, más o menos, durmiendo solo seis horas, quedan bastantes horas…
Esas muchas horas diarias en soledad más o menos clausurada no se hacen mayor problema si solo es una semana, o dos… Pero cuando son varias las semanas que así se juntan, quizá durante mes y medio, se van haciendo cada vez más duras. Tranquilos: les indico dos soluciones muy eficaces para superar este agobiante problema. Dos.
Una. –Llevar para el viaje un trabajo portátil
Me explico. Como las mujeres se llevan a veces en un bolso un ovillo y unas agujas para entretenerse tejiendo mientras vigilan a un niño, acompañan unas horas a un familiar en el Hospital, esperan a alguien, etc., así suelo yo llevarme a América en estos viajes algún trabajo sencillo para ir haciéndolo en el ordenador portátil en ratos libres.
El libro de Charles Sylvain, Vie du R. P. Hermann [Cohen], en religion Augustin-Marie du Très-Saint-Sacrement (Oudin, Poitiers 1881, 354 pgs.), judío, pianista precoz excepcional, compañero de Listz, converso al catolicismo, fundador de la Adoración Nocturna, carmelita, predicador fascinante y fundador de Carmelos, es un libro muy muy valioso. Es la vida de un santo converso, una de esas obras excepcionales de la gracia de Dios. Pero para los lectores hispanos tiene dos defectos: que está en francés y que tiene muchas páginas para las que hoy se aguantan. Pues bien, en un viaje a Chile me lo traje, y en ratos y ratos libres lo fui traduciendo y podando, dejando siempre únicamente texto original, pero muy abreviado. Al poco tiempo de volver a España, lo maquetamos en 178 páginas –la mitad del original francés– y fue a la imprenta. Ha venido a ser una de las obras más valiosas de la Fundación GRATIS DATE. Lo mismo hice en otro viaje con Diez lecciones sobre el martirio, de Paul Allard. O con la preparación o revisión de alguna obra mía.
Pero no siempre es fácil hallar uno de estos trabajos portátiles, que sea entretenido, no demasiado laborioso y viable, porque no require tener a mano casi ninguna documentación. En algún viaje en que olvidé llevarme algún trabajo, siempre lo he echado en falta.
Otra. –Salir a andar
Una hora de andar rápidamente cada día es actividad muy buena en el plan de vida que he descrito. Lo hago siempre que puedo. Llevo para eso en mi equipaje un livianito equipo de zapatillas deportivas, pantalones y camiseta. Y gorra de visera, claro.
Son muchas las veces, sin embargo, que no puedo salir. O que no puedo salir tanto como quisiera. Unas, por las circunstancias de lugar, otras por los horarios de los ejercicios, las conversaciones y consultas entre las pláticas. Va todo muy seguido: no hay manera. Otras veces por el cansancio, el frío, etc.
Las casas, por otra parte, donde se da la reunión no dan a veces ninguna facilidad para salir y entrar. Sobre todo las que están en la periferia urbana o solas en el campo, porque suelen estar muy cerradas. Hay que llamar a la persona encargada de la puerta. Puede ser, quizá, una señora ya mayor, jubilada, que llega renqueante desde su casita al portón de salida de la finca –unos 500 metros a veces… o más–, y que a lo mejor nos pregunta si vamos a tardar mucho en volver, porque si no, se queda en la puerta y nos espera, y así no tiene que ir a su casa y volver a la puerta. En casos semejantes, es difícil intentarlo siquiera al día siguiente.
En cuanto a la hora también hay limitaciones. Si, aprovechando la buena noche, intento salir después de la cena una hora, creo un problema en portería de grado 5º en la escala de Richter. Pero si la locura que intento es andar muy a primera hora –no me cuesta madrugar–, antes de la primera reunión a las 8 en la capilla, por ejemplo, de 6,30 a 7,30 –con margen para ducharme incluso al volver–… eso puede desencadenar en portería y comunidad una crisis prácticamente incontrolable: de 6,9º Richter. Imposible. La cuestión es simple: después de la cena es muy tarde para salir, y antes de la reunión primera matutina es muy pronto. Dicho en otras palabras: que tengo que quedarme en la pieza. O dar vueltas por el parque de la casa, como un preso por el patio de la cárcel, mientras el personal me espía por las ventanas…
Pero cuando el Señor dispone que pueda salir a caminar he podido realizar a veces andaduras inolvidables. Con relativa frecuencia los lugares donde estoy –casas de ejercicios con su parque, seminarios en lugares aislados, monasterios, etc.– son especialmente hermosos. Procuro entonces caminar sobre todo al comienzo del día, antes de iniciar el horario del grupo; o cuando, habiéndose terminados los días de la reunión, me he quedado solo el fin de semana, antes de iniciar la actividad siguiente. Caminos preciosos por el campo, carreteras solitarias y arboladas, o por los bosques, o en ascensiones de lomas que quizá desde que llegué al lugar me estaban llamando… En la América hispana hay muy frecuentemente parajes bellísimos, de una grandeza sorprendente… En un convento, por ejemplo, donde estuve diez días había junto a mi ventana una buganvilla, cuajada de flores, bastante más grande que un autobús de los mayores. Qué maravilla la buganvilla… No se olvidan fácilmente estas visiones.
Y es que en América es todo más grande, los árboles, por ejemplo. Y es sobre todo mucho más solitario. En fin de semana, por ejemplo, estando sin gente, hice a veces andaduras preciosas de unas tres horas por caminos de campo sin ver un solo cristiano: nadie, ninguna persona humana. Sólo algún animal… No recuerdo si fue Salvador de Madariaga el que dijo que hay muchas revoluciones en América del sur porque está semivacía: se mueven mucho las cosas en una maleta si está llenada sólo en la mitad.
La densidad de población es mucho mayor en Europa que en América hispana. Es cierto que también en ésta hay ciudades enormes… Hasta el punto que en ciertos países la capital tiene tanta población como el resto de la nación. Pero lejos de las ciudades, los campos suelen ser extensiones muy grandes y bastante solitarias.
Frío y calor atmosféricos
Yo viajo a Sudamérica más o menos entre febrero y marzo. Son meses semejantees a septiembre y octubre en Europa: final de vacaciones y comienzo de curso. Es el tiempo que más les conviene a seminaristas, curas, religiosas, diáconos, laicos, sin duda alguna, para ejercicios o cursillos.
Pero en ese tiempo, en marzo concretamente, puede hacer ya por aquellas benditas tierras, sobre todo al sur, un frío bastante considerable. Por eso, como viajo en semanas sucesivas de un lugar a otro, es como si en España fuera dando una serie de ejercicios en una casa de espiritualidad del Pirineo navarro (25º), en unas clarisas de Soria (20º) en un Carmelo de la diócesis de Córdoba (40º), en una Casa de Ejercicios de Alicante (27º), para terminar en el Monasterio cisterciense navarro de la Oliva (20º en interiores). Viajes apostólicos he tenido en los que he cambiado de norte a sur –en avión– más de 1000 kilómetros, y he oscilado de la orilla del mar Atlántico o Pacífico a las faldas de los Andes. Y por supuesto, cambiando al mismo tiempo la condición de la casa donde me alojo. En fin, teniendo en una gira actividades en siete o más lugares diferentes, como varias veces me ha sucedido, se ve uno sujeto a cambios climáticos tan bruscos que hacen pensar en los beneficios estimulantes –es un decir– de una ducha escocesa.
En una ocasión, estando muy al Sur –cerca ya de los pingüinos– me alojaron en una casita prefabricada de madera, que estaba próxima al monasterio donde tenía unos ejercicios de diez días. Me dijeron: «la casita es térmica; verá usted qué bien se encuentra: abrigadito»–. De hecho, estaba dentro de la casa a 24º por la tarde y a 12º a primera hora del día. Eso sí, tenía frente a mí, a pocos kilómetros, encuadrado en el gran ventanal de la habitación, un formidable volcán, elegante como el perfil del Fujiyama.
En la imposibilidad de cambiar mi termostato corporal, muy vulnerable al frío, expuse ante quien correspondía mi «estado de necesidad», y al punto me trajeron laboriosamente una gran estufa de gas, que al mismo tiempo que me libraba de una muerte por hipotermia, me amenazaba con una muerte por asfixia, pues la habitación era pequeña. Sacada la estufa grande –también laboriosamente: hubo que llamar a Marcelo, el cuidador–, la sustituyeron por una estufita eléctrica de dos barras, con lo cual se solucionó el problema del frío. Se solucionó en el dormitorio-despacho –que yo siempre procuro unir en habitación única–, se entiende; pero no en el resto de la casita y del conjunto de lugares en donde había de estar, incluida la iglesia y la sala de conferencias. Éste es otro factor que exige a veces el confinamiento en la habitación-despacho en cuanto es posible… «Solo Dios basta».
Cambios ambientales
A los cambios atmosféricos, a veces bruscos, y a los cambios de instalación de tantas habitaciones diversas, han de añadirse los cambios ambientales, a veces muy considerables, de los distintos grupos sucesivos. Hay grupos ya conocidos de otras veces, que por eso resultan fáciles y amigables, y otros completamente desconocidos, en los que sólo al final se logra –no siempre– una cierta empatía. Otros grupos hay mixtos, que emiten signos públicos o privados de aprobación, reprobación o reticencia. Casi nunca hallo grupos de mayoría hostil, porque donde los hay, lógicamente, no me llaman.
A veces los grupos más amigos pueden ser los más trabajosos, pues hay muchos asistentes que quieren hablar conmigo. En ocasiones no hace falta que se apunten en una hoja: basta con que me pasen la lista de los asistentes, porque todos quieren visitarme en mi despacho, y quizá más de una vez. Los encuentros, de un cuarto de hora, de una hora, hay de todo, son de calidades muy diversas. Y estos cambios de unos grupos a otros también le afectan a uno considerablemente, a veces más incluso que los cambios climáticos o habitacionales.
Entrevistas y consultas
Pero vayamos atendiendo a los que se han apuntado para hablar conmigo.
–Escrúpulos. La persona que sufre esta enfermedad psicológica o/y espiritual raramente prescinde de acudir a consultar su caso, que normalmente, como el Nudo gordiano, es imposible de soltar. La única solución es espantar los cuervos negros de pensamientos –y si no se van, al menos no hacerles caso–, sujetarse a obediencia estricta a un confesor prudente, y sobre todo pedir a Dios que rompa esas cadenas que le tienen cautivo.
–Confesión general. Para algunos asistentes puede ser una ocasión muy valiosa.
–Consulta doctrinal. Llega un desconcertado que quiere verificar algo que le han dicho de la doctrina católica y que le parece falso o dudoso.
–Consulta espiritual. Otro quiere consultar sobre todo acerca de su vida de oración, por ejemplo, de cuya realidad duda, porque en ella no tiene ni ideas, ni sentimientos, ni palabras. [Y hablando con el Creador del cielo y de la tierra ¿qué pretendía usted sentir, cosquillas?… «El justo vive de la fe», sobre todo en la oración.]
–Pura curiosidad. Otro viene sin mayor necesidad. «No sabe usted las ganas que tenía de que llegaran estos días para conocerle personalmente. Yo he leído de usted», etc. No siempre es evitable la prolongación excesiva de la visita. A veces se reduce a una fotografía, un saludo mutuo y cordial, y marchando.
–Logorrea compulsiva. «Comienzo por presentarme brevemente. Mi padre es de Logroño, y llegó aquí con 30 años. Allí tenía una ferretería heredada de su padre, que se le fue viniendo abajo. Su tío Alberto, por parte de madre, había emigrado ya aquí por los años… no recuerdo, pero mitad del siglo pasado. Tiene tres hijos, y uno de ellos se droga: un drama continuo: por favor, pida por él. [Yo: descuide]. Al principio mi madre», etc…. Tres cuartos de hora. 45 minutos de reloj. Le corto entonces amablemente, alegando que necesito unos minutos antes de dar la siguiente meditación. Apenas he podido decir yo en ese tiempo media docena de frases. Menos. Pero, cosa singular, en ocasiones la persona me dice que sale renovada: «Dios se lo pague. No sabe usted cuántas cosas me ha aclarado»… [N. del E. Quizá se explique ese fenómeno recordando el encuentro de Jesús con aquella enferma: «he sentido que una fuerza (sanadora) ha salido de mí»; Lc 8,46]. Al día siguiente la misma persona: -«Gracias por recibirme de nuevo. Cinco minutos. De lo que le dije del tío Alberto no quisiera que entendiera que»… Un complemento real de 23’, 42’’. Todo sea por Dios.
–Consultas personales vanas. -«Quisiera que me dijera cuánto tiempo debo yo dedicar cada día a la oración»… -«Llevamos de novios ya hace cinco años, pero yo no siento», etc. -«Mi director espiritual me ha dicho que le pregunte si debeo ingresar ya en el Seminario o si es mejor que espere unos años a estar más formado, y así» etc. Todavía se ríe el director aludido –amigo mío– y me recuerda «el sapientísimo consejo que el doctor Iraburu, licenciado en Salamanca y doctorado en Roma»– dió en tal ocasión histórica a su dirigido. Por lo visto le dije que «no precipitase su ingreso, pero que tampoco lo demorase en exceso». Algo así. (Jo, jo, jo… Esta risa es de mi amigo cura… Pérfido. ¿Y qué quería que le aconsejara?).
Las consultas vanas, y por tanto inútiles, parten casi todas del mismo error: creen los consultantes que tengo una bola de cristal donde, por especiales dones del Espíritu Santo –no por magia, por supuesto–, puedo leer la voluntad de Dios providente sobre ellos… Craso error. Hay santos carismáticos que con tres minutos de conocer a una persona tienen bastante para darles una decisiva luz concreta de Dios; y se la dan (Cura de Ars, Padre Pío). Pero el común de confesores, como el Abajofirmante, cometeríamos una grave imprudencia dando consejos muy concretos, sobre cuestiones a veces graves, a personas que desconocemos casi totalmente.
José María Iraburu, sacerdote
11 comentarios
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JMI.-Si llega el caso, tendremos que discutirlo, porque yo también soy dibujante.
En Chile, p.ej., en Talca, en una temporada de, digamos, "falta de liquidez", dibujé unas tarjetas de Navidad, me las imprimieron los Salesianos, las llevé a algunas librerías y papelerías, y me gané una platita.
Pero bueno, si llega el caso, llegaremos a un consenso.
Muchas gracias.
Nota.-Los dibujos a pluma de dichas tarjetas navideñas no representaban, por cierto, las bota de un huaso en el estribo de su caballo, tampoco un Papa Noel o una señorita vestida someramente de Papá Noel, ni un campesino tomándose el mate en su bombilla... No querrá creerme, pero ¡representaban al Niño Jesús, a la Virgen, a la Sagrada Familia!... Y quizá le cueste también creerlo, pero se vendieron muy bien.
Respecto los escrúpulos, me hacían la vida imposible, y la causa porque no estaba acostumbrado a la vida de oración, y tampoco solía leer la vida de los Santos. Pero la paciencia del Señor nuestro Dios, que iba poniendo remedio, y sigue remediando mis problemas. Pero los escrúpulos ya fueron superados, gracias a Dios, menuda angustia. San Alfonso María de Ligorio también me ayudo, y me hizo ver otras cosas para mi perfección.
La devoción a la Santísima Madre de Dios es uno de los remedios importantes, el sacramento de la confesión, confesar todos los pecados, lo que se dice todo, lo que en ese momento tenemos en la memoria. Si aparece luego de habernos retirados del confesionario, sea el siguiente para la semana que llega. Pues a todos nos conviene una vida intachable, pura, casta ante el Altísimo. Un eficiente Director Espiritual, que todo cristiano debemos tener, es importante. Suplicar insistentemente al Señor para que nos lo conceda, como otro Cristo sea nuestro guía espiritual.
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JMI.-Amén.
Por favor, no las llame vanas, inútiles, aunque lo sean para usted. Si acaso diga, como bien ha dicho, que no tiene el carisma de consejo espiritual espontáneo para desconocidos, como el cura de Ars o Padre Pío, o algunos carismáticos que conozco (que es casi instantáneo).
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JMI.-No, no podría.
Las normas de la Iglesia permiten a un Obispo conceder a un sacerdote, como un privilegio que no se da sino raramente, tener en su casa una capillita con el Santísimo. Pero no la hipótesis que ud. indica.
Si el día que se ordenó le llegan a decir todo esto que iba a hacer...
Es una gracia de Dios no saber nuestro futuro (creo que se dice en la maravillosa obra de María Valtorta, de la que usted es tan defensor y que a mí también me encanta)
Dios lo bendiga por esa gran labor que hace.Pido por usted.
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JMI.-Muchas gracias por sus oraciones.
Bendición +
Me ha hecho mucha gracia lo de la hora santa de la siesta, hay un dicho que dice: «Si te quieres quedar sin fraile, quítale la siesta y dale de comer tarde».
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JMI.-Yo lo conocía como "si quieres matar al fraile, quítale" etc.
Sí, es gran verdad.
Espero información y oferta de los libros reseñados en letra pequeña.
Abrazos y saludos de compromiso. . . .te castigaré. Jose Luis
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JMI.-José Luia, JLuis... tanto tiempo amigos
y ¿aún no sabes que en www.gratisdate.org está el Catálogo completo de la Fund. GD, y más aún, todos los textos íntegros en toda su íntegra integridad en epub, mobi, pdf, html, zip... a disposición gratis y gratuita para descargarlos o bajarlos en partes o en su total totalidad?
un hombre acarrea lentejas
y me siento a descansar
en el huerto de Fray Luis
el de León
ocupado en conversar
con San Francisco
el de Asís
sobre diversos animales
y fieras feroces
exhaustas de felicidad
ante la belleza de María
Vírgen
de Israel
El motivo de estas líneas es pedirle, por favor, lea la entrevista que le hace un jesuita de la Civita Católica al cardenal de Viena y sus comentarios al respecto sobe "Amoris Letitia". Por casualidad la h leído en RD. del día 22 de agosto de 2016. Gracias anticipadas por todo
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JMI.-Sí, ya la vi. ¿Qué van a decir Schönborn, Spadaro, Víctor Fdz. "Tucho"... si fueron ellos los que, bajo la alta dirección del Papa, hicieron la AL?... Repetir los argumentos con que la AL justifica sus enseñanzas.
La selección musical de sus programas es de altísimo nivel, una gozada.
Entre otros sacerdotes estupendos que a veces también escucho, a Vd. le considero mi profesor virtual de Teología. Hoy día, tener estas audioenseñanzas a un click, es un lujo impagable.
Pido por Vd. en mis oraciones.
Una consulta: ¿Cómo me puedo enterar con tiempo de retiros, ejercicios espirituales o conferencias que Vd. realice en España para laicos?
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JMI.-Yo creo que siendo tantos y tan valiosos los servicios que le presto tendría que ir pensando en ponerme un sueldo. Pero bueno...
Ya en serio: tengo más trabajo obligado del que puedo atender, y últimamente no doy retiros y ejercicios, como antes hacía con frecuencia.
El caso es que siempre he intuido que me faltaba algo. Ese algo era que me hablaran de Dios y volver a la Iglesia. Y de repente escuché de casualidad Radio Maria, y ya no he parado de beber. Estaba reseca.
He llegado tarde para escucharle en directo. Qué le vamos a hacer! Pero sigue ahí, gracias a Dios!
Tenga por seguro que el trabajo que ha realizado durante años y aún sigue haciendo no cae en saco roto y que es una valiosa ayuda para la evangelización de muchos.
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JMI.-Bendigamos al Señor, porque es eterna su misericordia.
Bendición +
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