(376) Amoris lætitia–4. ¿Atenuantes o eximentes?... El martirio

     Pantocrator - Estambul, Turquía

–¿No se le están dando al tema demasiadas vueltas?… Digo.

–La posibilidad de que la costumbre de las comuniones sacrílegas (objetivamente consideradas) se confirme allí donde ya se están dando, y que incluso se inicie donde no es todavía un uso «normalizado», es hoy una de los más graves problemas de la Iglesia. ¿Creemos de verdad que la presencia de Cristo en la Eucaristía es real, verdadera, substancial?

Nota previa. –En moral y en derecho se entiende por atenuantes aquellas situaciones objetivas o subjetivas que disminuyen la gravedad del pecado o del delito, y que aminoran consecuentemente la responsabilidad y la pena. Y eximentes aquellas otras que disminuyen esa gravedad de culpa y pena hasta eliminarlas. La Amoris lætitia, tratando de «las situaciones llamadas irregulares» en la parejas (296-300), considera seguidamente en un subtítulo (301-303) las atenuantes posibles que se deben considerar.

* * *

–«Circunstancias atenuantes en el discernimiento espiritual»

301. «La Iglesia –dice la AL– posee una sólida reflexión acerca de los condicionamientos y circunstancias atenuantes. Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual [*] desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener [*] una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» [Familiaris consortio 33] o puede [*] estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa […]

302. «Con respecto a estos condicionamientos, el Catecismo de la Iglesia Católica se expresa de una manera contundente: [*] La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales”» [n. 1735]… [De este punto trataré, Dios mediante, en el próximo artículo]…

«En el contexto de estas convicciones, considero muy adecuado lo que quisieron sostener muchos Padres sinodales: “En determinadas circunstancias, las personas encuentran [*] grandes dificultades para actuar en modo diverso […] El discernimiento pastoral, aun teniendo en cuenta la conciencia rectamente formada de las personas, debe hacerse cargo de estas situaciones. Tampoco las consecuencias de los actos realizados son necesariamente las mismas en todos los casos”» [Relación final del Sínodo 2015,85]».

Este texto de la Amoris lætitia, como cualquier otro documento del Magisterio de la Iglesia, ha de entenderse según una interpretación católica. Así quiere el papa Francisco que sea recibida toda su Exhortación, como lo dice en varios lugares de ella (79, 199, 308). Lo señalo porque ya se están difundiendo en la Iglesia interpretaciones falsas y directrices pastorales sacrílegas. Las consideraciones que siguen pretenden ser una ayuda para la lectura católica del texto. Iremos considerando uno a uno los diferentes «atenuantes» que he señalado con asterisco [*].

* * *

[*] El desconocimiento de la norma

Sin duda, la ignorancia invencible e inculpable, puede disminuir o excluir la culpa de quienes están en un modo de convivencia contrario a la ley de Dios y de la Iglesia. Y este supuesto hoy no es excepcional, sino que lamentablemente se da esa ignorancia con relativa frecuencia. Se da sobre todo, como es lógico, en aquellas Iglesias locales donde obispos, teólogos y párrocos eximen con facilidad de culpa a los adúlteros –aunque reconozcan que viven «en forma incompleta» el ideal del matrimonio–; y que ya hace tiempo que los admiten a la comunión eucarística, contra la doctrina y normas de la Iglesia.

Yo he conocido casos como el de un párroco que «aconsejaba el adulterio» a un feligrés: «El primer matrimonio se hizo un infierno y se rompió. Pero usted, además de tener derecho a procurar ser feliz, ha de pensar en sus hijos. Debe casarse de nuevo, para darles un padre/una madre: debe hacerlo en conciencia, por caridad»… Es previsible que en esa parroquia se «ignore la norma», porque se silencia o se niega o se impugna. Incluso algunos Obispos han afirmado lo mismo públicamente, como Mons. Agrelo, OFM, que llegó a considerar el adulterio como un «acercamiento personal a Dios», o el Obispo Vesco, OP, según el cual «el segundo matrimonio es tan indisoluble como el primero»… Estas defensas de una muy grave inmoralidad, so capa de piedad, son sin duda ejemplos de «la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, erigida en el lugar santo» (Mt 24,15; Dan 9,27).

 

[*] Estar en condiciones concretas que no permitan obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa.

Esta consideración puede valer como atenuante de culpa subjetiva en ciertos casos, por las mismas razones aducidas al punto anterior. Sin embargo, en el falso sentido de eximente hablaron en el Sínodo de 2015 algunos Padres, cuando pedían para el «segundo matrimonio» [sic] una «fidelidad» [sic] semejante a la que estuvieron obligados en el «primero» [sic]. No creo que sea posible conciliar esa eximente con la doctrina católica. La gracia siempre asiste al cristiano para que haga el bien sin hacer el mal. Nunca la libertad del hombre, asistida por la gracia sobre-humana de Dios, está cautiva de un mal. Y nunca se ve forzada a obrar un mal para librarse de un pecado.

Dice Juan Pablo II: «Suponer que existan situaciones en las que no sea de hecho posible a los esposos ser fieles a todas las exigencias de la verdad del amor conyugal, equivale a olvidar esta presencia de la gracia que caracteriza la Nueva Alianza: la gracia del Espíritu Santo hace posible lo que al hombre, dejado a sus solas fuerzas, no le es posible» (17-IX-1983).

Si aceptáramos el «atenuante» (eximente) aludido, aprobaríamos la realización de un pecado grave –continuar adulterando–, para lograr algunos bienes y evitar ciertos males. Es decir, estaríamos aceptando que «el fin justifica los medios», principio siempre rechazado por la recta razón y por la Iglesia en forma absoluta (Rm 3,8; 6,1-2).

 

[*] Una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma»

La AL emplea esta expresión tomándola de la encíclica Familiaris consortio (33), cuando Juan Pablo II, al prohibir la anticoncepción, trata de los cónyuges cristianos que se ven sin embargo incapaces de comprender «los valores inherentes a la norma». Es una dificultad análoga a la que hoy tienen muchos cristianos divorciados, que no entienden cómo la Iglesia –en realidad, Cristo– les prohíbe un nuevo «matrimonio».

Pues bien, la Iglesia en modo alguno considera que esa dificultad de comprensión pueda eximir de culpa a quienes violen normas morales dadas ciertamente en el AT o en el NT y enseñadas por la Iglesia: «no lo separe el hombre», «no cometerás adulterio». Si se acepta e incluso se promueve una interpretación laxa de esa dificultad de comprensión moral, se arruinaría no sólo la honestidad de los matrimonios, sino que se vendría abajo la objetividad de toda la moral católica. Podemos comprobarlo, por reducción al absurdo, con algunos ejemplos.

 Pueden sentir una gran dificultad para comprender la validez de la normauna joven pareja que, por lo que sea, quiere convivir sin casarse (fornicación, concubinato); –una casada que quiere abortar, porque si continúa su embarazo, perderá el empleo y el único sueldo que sostiene su familia; –un mafioso que quiere matar a un miembro de otro clan, que ha asesinado a uno de su clan: para él, la vendetta es una exigencia moral de justicia, que obliga en conciencia según la ley de la Cosa nostra; –en la Misión, un catecúmeno que no entiende por qué se le exige para recibir el bautismo dejar cuatro de sus cinco esposas; –unos adúlteros que, después de larga convivencia,  estiman que deben en conciencia mantener fidelidad al vínculo que los une, y que para no poner en peligro esa fidelidad, deben seguir ejercitando los actos sexuales propios de los cónyuges. Y más aún: creen que deben recibir la comunión eucarística, como ayuda de su segundo «matrimonio»… Et sic de cæteris. Ninguno de ellos comprende los «valores inherentes a ciertas normas».

Pero si alguno quiere ser cristiano y vivir cristianamente, más aún, si quiere tener acceso a la comunión eucarística, debe «creer que son verdad las cosas que enseñamos» (150; San Justino, II Apología 66). Creer en la Iglesia y en su doctrina forma parte del Credo; y profesarlo con fe es condición absoluta para recibir el bautismo y la Eucaristía.

En este sentido, la comunión eucarística debe ser negada a los divorciados re-casados que viven more uxorio, y no sólo porque quebrantan habitual y gravemente la virtud de la castidad y la indisolubilidad del único vínculo conyugal, sino porque no aceptan valores de la fe tan importantes como la indisolubilidad del matrimonio y la reprobación total del adulterio. En tales casos, la verdadera pastoral misericordiosa de la Iglesia con la pareja adúltera no consiste en aceptar como inevitable su grave pecado habitual, legitimando en cierto modo su incredulidad y dándole la comunión, sino en explicarles, para su conversión, que no pueden recibirla, y sobre todo en predicarles la verdad del Evangelio, la única que salva de las tinieblas y el pecado. De otro modo, nos quedaremos en que «la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas» (Jn 3,19).

 

[*] En determinadas circunstancias las personas encuentran grandes dificultades para actuar en modo diverso 

Tenían razón los padres sinodales que en la Relatio final (2015, 85), con gran realismo, hacían notar que «en determinadas circunstancias, las personas encuentran grandes dificultades para actuar en modo diverso [se entiende: ajustando sus vidas a las normas morales que infringen]. El discernimiento pastoral, aun teniendo en cuenta la conciencia rectamente formada de las personas, debe hacerse cargo de estas situaciones» (AL 302). ¿Debe hacerse cargo para ayudar al cristiano a la conversión, es decir, a obrar a que obedezca la norma moral objetiva de Cristo, que siempre su gracia hace posible cumplir, o para eximirle de obedecer a Dios providente?

Esas «grandes dificultades» son hoy indudables. Sobre todo en una sociedad descristianizada, más aún, anticristiana, dura, egoísta, con altos niveles de violencia económica, criminal, ideológica, es relativamente frecuente que la persona no pueda mantenerse fiel a la Ley de Dios y de la Iglesia sin vencer «grandes dificultades». Pero cuando la fidelidad a Cristo exige a un cristiano la cruz, no es misericordia eximirle de ella, sino ayudarle a llevarla: «El que quiera venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque quien quiere salvar su vida, la perderá y quien perdiere su vida por mi causa, la salvará» (Lc 9,23-24). Es evidente que AL (302) ha de entenderse al modo católico, no eximiendo de obedecer a Dios cuando ello exige superar «grandes dificultades».

De otro modo quedaría excluido de la vida cristiana el martirio, que, llegado el caso, es gravemente obligatorio para todo cristiano: el cristiano mártir, antes que separarse de Cristo por un pecado mortal, antes que renegar de él, prefiere sufrir  ser condenado a las minas, al las fieras del circo, a la marginación, el exilio, la pérdida de la cátedra, de la judicatura o de cualquiertrabajo, la penuria económica, el desprestigio, sin excluir la posibilidad de la cárcel o la muerte. Llegado un cristiano a desafíos semejantes, tiene grave obligación de ser mártir (= testigo), confesando su fe y su amor a Cristo: «a todo el que me confesare ante los hombres, yo también lo confesaré ante mi Padre que está en los cielos. Pero a quien me negare ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10,32).

Si las «grandes dificultades» eximieran de culpa y justificaran el pecado –y de nuevo acudo a la reducción al absurdo–,

un cristiano de los tres primeros siglos habría aceptado quemar unos granos de incienso ante la imagen del César o de una divinidad romana –o al menos simularlo (simulatores)–, para salvar su fortuna, su familia, su libertad, su vida; –un médico abortista podría seguir realizando abortos, porque quizá si no lo hiciera, perdería su trabajo, con graves perjuicios para su familia; –un cristiano que ha robado una gran fortuna no tendría que devolver lo robado a sus legítimos dueños, considerando que si lo hiciera privaría a su familia de grandes bienes. Ejemplos como éstos se dan a cientos.

Por el contrario, en todos estos casos y otros semejantes, una conciencia cristiana bien formada entiende inmediatamente que las «grandes dificultades» nunca pueden justificar y hacer lícitos los pecados graves. La propia palabra de Dios, no simplemente de la Iglesia, afirma claramente que «los adúlteros no heredarán el reino de los cielos» (1Cor 6,9-10). Mantener, pues, fidelidad al vínculo del matrimonio –aunque sea en ciertos graves casos en la separación–  es requisito puesto por la misericordia de Dios para el acceso a la salvación. La castidad conyugal, en estas cuestiones, es «la puerta estrecha» que guarda en la verdad, la paz y la caridad; en tanto que persistir en el concubinato o el adulterio es entrar por «la puerta ancha» que lleva a la mentira, la inquietud y el egoísmo.

«Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida!, y qué pocos dan con ellos» (Mt 7,13-14). «Quien quiere salvar su vida, la perderá, y quien perdiere su vida por mi causa, la salvará» (Lc 9,23-24).

La enseñanza de Juan Pablo II sobre el martirio en la Veritatis splendor (6-VIII-1993) debe ser recordada aquí, porque tiene una gran fuerza y claridad:

«La relación entre fe y moral resplandece con toda su intensidad en el respeto incondicionado que se debe a las exigencias ineludibles de la dignidad personal de cada hombre, exigencias tuteladas por las normas morales que prohíben sin excepción los actos intrínsecamente malos. La universalidad y la inmutabilidad de la norma moral manifiestan y, al mismo tiempo, se ponen al servicio de la absoluta dignidad personal, o sea, de la inviolabilidad del hombre, en cuyo rostro brilla el esplendor de Dios (cf. Gn 9, 5-6) (90)… El martirio demuestra como ilusorio y falso todo significado humano que se pretendiese atribuir, aunque fuera en condiciones excepcionales, a un acto en sí mismo moralmente malo» (90)… Al final del artículo, como un apéndice, doy el texto de la Veritatis splendor sobre el martirio más ampliamente, aunque también en fragmentos.

Por otra parte, en nuestro tiempo extremadamente erotizado viene a ser especialmente importante que la Iglesia desmienta y combata la convicción tan común de que vivir la castidad es prácticamente imposible. Esa afirmación es frecuentemente verdadera en los mundanos, pero de ningún modo lo es en los cristianos, se entiende, en los que viven la vida cristiana: fe, oración, amor verdadero a Dios y al prójimo, Misa dominical, confesión, comunión eucarística, pudor, alejamiento de las ocasiones próximas de pecado, etc. Y en todo caso, las dificultades que puedan ocasionar las tentaciones contrarias, siempre serán muchísimo menores que las presentadas por el martirio cruento, para el que Dios ciertamente asiste con su gracia.

«Dios es fiel, y él no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará posible [por su gracia sobre-humana] que encontréis el modo de poder soportarla» (1Cor 10,13).

* * *

Juan Pablo II en la Familiaris consortio (1981), en fiel coherencia a la Veritatis splendor (1993), después de considerar y evaluar las Circunstancias atenuantes en el discernimiento pastoral de las parejas «irregulares», ampliamente citado en la AL (77-85), llega a una clara conclusión, que esta vez la AL no reproduce:

«La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura, reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos mismos los que impiden que se les admita, ya que su estado y situación de vida [no alude al posible estado de gracia de sus conciencias: de internis neque Ecclesia iudicat] contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio» (80). En todo caso, «la Iglesia está firmemente convencida de que también quienes se han alejado del mandato del Señor y viven en tal situación, pueden obtener de Dios la gracia de la conversión y de la salvación, si perseveran en la oración, en la penitencia y en la caridad» (84). Benedicto XVI, en la exhortación apostólica Sacramentum caritatis (29), mantiene expresamente la misma doctrina (22-II-2007).

Ésta es, pues, sin duda la doctrina y disciplina pastoral y sacramental de la Iglesia católica-universal, que hoy todas las Iglesias locales deben enseñar y aplicar. Así lo declara el Presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para el matrimonio y la familia, Mons. Livio Melina:

«Hay que decir claramente que, también después de la Amoris lætitia, admitir a la comunión a los divorciados “vueltos a casar”, excepto en las situaciones previstas en la Familiaris consortio 84 y en la Sacramentum caritatis 29 [convivir como hermanos, cuando graves condiciones lo aconsejen], va contra la disciplina de la Iglesia. Y enseñarlo […] va contra el Magisterio de la Iglesia».

* * *

¿Atenuantes o eximentes? Atenuantes eximentes… Las situaciones personales, señaladas en la AL (301-302), que hemos ido examinando una a una, aunque van precedidas del subtítulo: «Circunstancias atenuantes en el discernimiento pastoral», a veces vienen a ser entendidas en la práctica pastoral como eximentes:

«Existe el caso de una segunda unión consolidada en el tiempo, con nuevos hijos, con probada fidelidad, entrega generosa, compromiso cristiano, conocimiento de la irregularidad de su situación y gran dificultad para volver atrás sin sentir en conciencia que se cae en nuevas culpas» (298)… «A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado –que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno– se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la gracia» (AL 305). Y se añade en nota: «En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos. Por eso, “a los sacerdotes les recuerdo que el confesonario no debe ser una sala de torturas, sino el luegar de la misericordia del Señor” (Evangelii gaudium 44). Igualmente destaco que la Eucaristía “no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”» (ib. 47)» (nota 351).

No pocos Obispos y sacerdotes, bastantes teólogos y casi todos los periodistas han entendido con eso que ya la Iglesia puede admitir en la comunión eucarística a los divorciados vueltos a casar. Así lo han afirmado, por ejemplo, el cardenal Kasper, el Presidente del Episcopado filipino , y en el Instituto Superior de Ciencias Morales (Madrid)  también el moralista Marciano Vidal. Tres ejemplos bien significativos.

No es ésa, sin embargo, la interpretación católica de la Amoris lætitia, ni es eso lo que ha enseñado el papa Francisco, como ya muchos autores lo han advertido.

El cardenal Brandmüller, por ejemplo, alemán, decía recientemente en una entrevista: «…hay que preguntarse si una nota al pie de tres líneas [351] podría ser suficiente para revocar todas las enseñanzas de Papas y Concilios sobre este tema. ¡Ciertamente no! Más bien, esta nota al pie  debe interpretarse también según la doctrina constante de la Iglesia. La Iglesia no puede contradecirse a sí misma». Y algo semejante señala el cardenal Müller, también alemán, Prefecto de la Doctrina de la fe: «si Amoris Lætitia  hubiera querido cancelar una disciplina tan arraigada y de tanto peso, lo habría expresado con claridad, ofreciendo razones para ello. No hay, sin embargo, ninguna afirmación en este sentido en la exhortación apostólica post-sinodal, ni el Papa pone en duda en ningún momento los argumentos presentados por sus predecesores, que no se basan [para negar la comunión eucarística] en la culpabilidad subjetiva de estos hermanos nuestros, sino en su modo visible, objetivo de vida, contrario a las palabras de Cristo».

* * *

En conclusión. Una interpretación católica de lo enseñado por la Amoris lætitia en su capítulo 8º principalmente, exige –predicar la palabra de Cristo sobre la santidad del matrimonio indivisible, y sobre la intrínseca maldad del divorcio y del adulterio, de tal modo que nunca se dé en los fieles la ignorancia de la norma por el silencio o la negación de la ley natural y divina; –no interpretar, fuera de casos muy extremos, los atenuantes como eximentes; –reconocer que ciertos actos intrínsecamente malos nunca pueden hacerse lícitos por las situaciones e intenciones; –reafirmar la fuerza de la gracia para vencer las más grandes dificultades; –saber que «el justo vive de la fe», y que es imposible la vida cristiana, tanto en el matrimonio como en cualquier otra cuestión, para quien no cree en sus valores inherentes; –entender que aunque la castidad conyugal sea prácticamente imposible para los mundanos y los cristianos no-practicantes, es perfectamente posible para los cristianos que mantienen la vida cristiana.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

 

Post-post.– La encíclica Veritatis splendor (6-VIII-1993) todos la tenemos a mano, aunque sea en la web; pero las medicinas no curan si no se toman. Reproduzco, pues, aquí de su capítulo III, Para no desvirtuar la Cruz de Cristo (1Cor 1,17), aunque sea en forma fragmentario, el subcapítulo titulado:

«El martirio, exaltación de la santidad inviolable de la ley de Dios»

90. «La relación entre fe y moral resplandece con toda su intensidad en el respeto incondicionado que se debe a las exigencias ineludibles de la dignidad personal de cada hombre, exigencias tuteladas por las normas morales que prohíben sin excepción los actos intrínsecamente malos. La universalidad y la inmutabilidad de la norma moral manifiestan y, al mismo tiempo, se ponen al servicio de la absoluta dignidad personal, o sea, de la inviolabilidad del hombre, en cuyo rostro brilla el esplendor de Dios (cf. Gn 9, 5-6).

El no poder aceptar las teorías éticas “teleológicas”, “consecuencialistas” y “proporcionalistas” [modalidades de la moral de situación] que niegan la existencia de normas morales negativas relativas a comportamientos determinados y que son válidas sin excepción, halla una confirmación particularmente elocuente en el hecho del martirio cristiano, que siempre ha acompañado y acompaña la vida de la Iglesia.

91. Ya en la antigua alianza encontramos admirables testimonios de fidelidad a la ley santa de Dios llevada hasta la aceptación voluntaria de la muerte. Ejemplar es la historia de Susana […] (Dn 13,22-23). Susana elige para sí la mejor parte: un testimonio limpidísimo, sin ningún compromiso, de la verdad y del Dios de Israel, sobre el bien; de este modo, manifiesta en sus actos la santidad de Dios.

En los umbrales del Nuevo Testamento, Juan el Bautista, rehusando callar la ley del Señor y aliarse con el mal, murió mártir de la verdad y la justicia y así fue precursor del Mesías incluso en el martirio (cf. Mc 6,17-29) […].

En la nueva alianza se encuentran numerosos testimonios de seguidores de Cristo –comenzando por el diácono Esteban (Hch 6,8 -7,60) y el apóstol Santiago (Hch 12, 1-2)– que murieron mártires por confesar su fe y su amor al Maestro y por no renegar de él. En esto han seguido al Señor Jesús, que ante Caifás y Pilato, rindió tan solemne testimonio” (1Tm 6,13), confirmando la verdad de su mensaje con el don de la vida. Otros innumerables mártires aceptaron las persecuciones y la muerte antes que hacer el gesto idolátrico de quemar incienso ante la estatua del emperador (Ap 13,7-10). Incluso rechazaron el simular semejante culto, dando así ejemplo del rechazo también de un comportamiento concreto contrario al amor de Dios y al testimonio de la fe. Con la obediencia, ellos confían y
entregan, igual que Cristo, su vida al Padre, que podía liberarlos de la muerte (Hb 5,7).

La Iglesia propone el ejemplo de numerosos santos y santas, que han testimoniado y defendido la verdad moral hasta el martirio o han preferido la muerte antes que cometer un solo pecado mortal. Elevándolos al honor de los altares, la Iglesia ha canonizado su testimonio y ha declarado verdadero su juicio, según el cual el amor implica obligatoriamente el respeto de sus mandamientos, incluso en las circunstancias más graves, y el rechazo de traicionarlos, aunque fuera con la intención de salvar la propia vida.

92. En el martirio, como confirmación de la inviolabilidad del orden moral, resplandecen la santidad de la ley de Dios y a la vez la intangibilidad de la dignidad personal del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. Es una dignidad que nunca se puede envilecer o contrastar, aunque sea con buenas intenciones, cualesquiera que sean las dificultades. Jesús nos exhorta con la máxima severidad: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?” (Mc 8, 36).

El martirio demuestra como ilusorio y falso todo significado humano que se pretendiese atribuir, aunque fuera en condiciones excepcionales, a un acto en sí mismo moralmente malo; […] como atestigua San Ignacio de Antioquía dirigiéndose a los cristianos de Roma, lugar de su martirio: “Por favor, hermanos, no me privéis de esta vida, no queráis que muera… dejad que pueda contemplar la luz; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitid que imite la pasión de mi Dios” (Rom VI, 2-3).

93. Finalmente, el martirio es un signo preclaro de la santidad de la Iglesia: la fidelidad a la ley santa de Dios, atestiguada con la muerte es anuncio solemne y compromiso misionero “usque ad sanguinem” [Heb 12,4] para que el esplendor de la verdad moral no sea ofuscado en las costumbres y en la mentalidad de las personas y de la sociedad. Semejante testimonio tiene un valor extraordinario a fin de que no sólo en la sociedad civil sino incluso dentro de las mismas comunidades eclesiales no se caiga en la crisis más peligrosa que puede afectar al hombre: la confusión del bien y del mal, que hace imposible construir y conservar el orden moral de los individuos y de las comunidades. Los mártires, y de manera más amplia todos los santos en la Iglesia, con el ejemplo elocuente y fascinador de una vida transfigurada totalmente por el esplendor de la verdad moral, iluminan cada época de la historia despertando el sentido moral. Dando testimonio del bien, ellos representan un reproche viviente para cuantos transgreden la ley (Sb 2, 2) y hacen resonar con permanente actualidad las palabras del profeta: “¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo!” (Is 5, 20).

Si el martirio [que implica muerte] es el testimonio culminante de la verdad moral, al que relativamente pocos son llamados, existe no obstante un testimonio de coherencia que todos los cristianos deben estar dispuestos a dar cada día, incluso a costa de sufrimientos y de grandes sacrificios. En efecto, ante las múltiples dificultades, que incluso en las circunstancias más ordinarias puede exigir la fidelidad al orden moral, el cristiano, implorando con su oración la gracia de Dios, está llamado a una entrega a veces heroica. Le sostiene la virtud de la fortaleza, que –como enseña san Gregorio Magno– le capacita a “amar las dificultades de este mundo a la vista del premio eterno” (Moralia VII, 21.24).

94. En el dar testimonio del bien moral absoluto los cristianos no están solos. Encuentran una confirmación en el sentido moral de los pueblos y en las grandes tradiciones religiosas y sapienciales del Occidente y del Oriente, que ponen de relieve la acción interior y misteriosa del Espíritu de Dios. Para todos vale la expresión del poeta latino Juvenal: “Considera el mayor crimen preferir la supervivencia al pudor y, por amor de la vida, perder el sentido del vivir» (Satiræ VIII, 83-84). La voz de la conciencia ha recordado siempre sin ambigüedad que hay verdades y valores morales por los cuales se debe estar dispuestos a dar incluso la vida. En la palabra y sobre todo en el sacrificio de la vida por el valor moral, la Iglesia da el mismo testimonio de aquella verdad que, presente ya en la creación, resplandece plenamente en el rostro de Cristo: “Sabemos –dice san Justino– que también han sido odiados y matados aquellos que han seguido las doctrinas de los estoicos, por el hecho de que han demostrado sabiduría al menos en la formulación de la doctrina moral, gracias a la semilla del Verbo que está en toda raza humana” (II Apología 8).

95. La doctrina de la Iglesia, y en particular su firmeza en defender la validez universal y permanente de los preceptos que prohíben los actos intrínsecamente malos, es juzgada no pocas veces como signo de una intransigencia intolerable, sobre todo en las situaciones enormemente complejas y conflictivas de la vida moral del hombre y de la sociedad actual. Dicha intransigencia estaría en contraste con la condición maternal de la Iglesia. Ésta, se dice, no muestra comprensión y compasión. Pero, en realidad, la maternidad de la Iglesia no puede separarse jamás de su misión docente, que ella debe realizar siempre como esposa fiel de Cristo, que es la verdad en persona: “Como Maestra, no se cansa de proclamar la norma moral… De tal norma la Iglesia no es ciertamente ni la autora ni el árbitro. En obediencia a la verdad que es Cristo, cuya imagen se refleja en la naturaleza y en la dignidad de la persona humana, la Iglesia interpreta la norma moral y la propone a todos los hombres de buena voluntad, sin esconder las exigencias de radicalidad y de perfección” (Familiaris consortio 33).

En realidad, la verdadera comprensión y la genuina compasión deben significar amor a la persona, a su verdadero bien, a su libertad auténtica. Y esto no se da, ciertamente, escondiendo o debilitando la verdad moral, sino proponiéndola con su profundo significado de irradiación de la sabiduría eterna de Dios, recibida por medio de Cristo, y de servicio al hombre, al crecimiento de su libertad y a la búsqueda de su felicidad (ib. 34).

Al mismo tiempo, la presentación límpida y vigorosa de la verdad moral no puede prescindir nunca de un respeto profundo y sincero –animado por el amor paciente y confiado–, del que el hombre necesita siempre en su camino moral, frecuentemente trabajoso debido a dificultades, debilidades y situaciones dolorosas. La Iglesia, que jamás podrá renunciar al “principio de la verdad y de la coherencia, según el cual no acepta llamar bien al mal y mal al bien» (exhort. Reconciliatio et poenitentia 34), ha de estar siempre atenta a no quebrar la caña cascada ni apagar el pabilo vacilante (Is 42,3).  […]

96.  […] Ante las normas morales que prohíben el mal intrínseco no hay privilegios ni excepciones para nadie. No hay ninguna diferencia entre ser el dueño del mundo o el último de los miserables de la tierra: ante las exigencias morales somos todos absolutamente iguales».

 

 

45 comentarios

  
Menka
Un sacerdote en la diócesis de Bruno Forte y similares que se niegue a dar la comunión a personas en estas situaciones se expone a ser proscrito.

Es lo que hay que hacer.
10/05/16 9:02 AM
  
javier
Muchas gracias Padre, el Espíritu Santo habla por medio de usted.
10/05/16 9:55 AM
  
Grego
Excelente padre. Sobre todo lo relativo al martirio.

De la nota 351 unida al punto 305 espero ansiosamente que alguien diga que quiere en concreto decir para interpretarla en fidelidad al Magisterio... es decir, qué ayuda de sacramentos puede darse en qué situaciones irregulares... porque la ayuda de la Confesión siempre está abierta. Mientras uno no puede entender lo que quiere decir en fidelidad al Magisterio.
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JMI.-La ayuda de la Confesión siempre está abierta, se entiende, si hay propósito de la enmienda. Una pareja adúltera que quiera seguir uniéndose como si fuera esposos no podría recibir la absolución.
10/05/16 11:31 AM
  
martina
'La gracia para vencer las más grandes dificultades' es una gran verdad!
Jesus, Via, Verdad y Vida, con su gracia divina nos dona la fuerza para ser santos y para llegar al Cielo.
Como ha dicho el Papa Pio XII:
"Il Divin Salvatore ha arrecato all’uomo ignaro e debole la sua verità e la sua grazia: la verità per indicargli la via che conduce alla sua meta; la grazia per conferirgli la forza di poterla raggiungere".

(RADIOMESSAGGIO DI SUA SANTITÀ PIO XII IN OCCASIONE DELLA «GIORNATA DELLA FAMIGLIA» Domenica, 23 marzo 1952)
10/05/16 12:18 PM
  
Alonso Gracián
Magistral post, Don José María, hacía mucha falta aclarar este tema concreto, que es de los más difíciles y problemáticos.
10/05/16 1:33 PM
  
Oscar
Si no es eso lo que ha enseñado el papa Francisco, por que no se ha apresurado a desautorizar a los obispos filipinos? Porque la cosa es gravísima, permitir públicamente el sacrilegio generalizado y mantenerse mudo? No se mantuvo mudo por teléfono con la adultera argentina en la cuestion de comulgar.
10/05/16 2:06 PM
  
Raúl de Argentina
Gracias Padre. Excelente como siempre. "y sobre la intrínseca maldad del divorcio y del divorcio" Le señalo un pequeño error en el texto. Supongo que uno de ellos es "el adulterio".
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JMI.-Gracias. Arreglado.
10/05/16 2:56 PM
  
Juan Andrés
Otro excelente artículo sobre el tema, claramente fundamentado, y se acumulan los del mismo tenor. Don José María, y otros autores, insisten en que se interpreta la exhortación en forma contraria a la voluntad del Papa ("Así quiere el papa Francisco que sea recibida toda su Exhortación") pero yo, aunque así lo pensé ab initio, no puedo sostener más esta afirmación por los silencios, las omisiones, el laisser faire, las constantes diatribas a nuevos "doctores de la ley", etc, etc. del mismo pontífice. Para mi ya no hay duda alguna, porque la balanza se ha inclinado totalmente para ese lado, que el rey está desnudo, nada puedo poner en el otro plato de esa balanza que provenga de la misma Roma, ni una mísera pesa de escasos gramos. Y vamos sacando pasaje a Suecia que se agotan.
10/05/16 3:11 PM
  
Ricardo de Argentina
Me ha parecido muy importante este artículo pues desmonta buena parte del tinglado de sofismas que se ha armado a la sombra de la Exhortación AL.

También es importante lo que dice del martirio, que no es sólo perder la vida al dar testimonio de Cristo, sino toda renuncia voluntaria que ello acarree: desde perder la vida hasta el trabajo o el novio/novia/cónyuge, etc., etc.
Y si no he entendido mal, si Dios nos pone ante la opción, el martirio es una obligación moral: o damos testimonio o traicionamos a Cristo.
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JMI.-Sí, Ricardo. Obligación moral grave. Así lo entendieron muy pronto los cristianos primeros.
"Si alguno me niega ante los hombres...", "El que quiere guardar su vida, ..."
10/05/16 3:16 PM
  
Néstor
Muy buen artículo, P. Iraburu, muchas gracias.

Saludos cordiales.
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JMI.-Mucho he aprendido de tus arts. sobre el tema.
Bendición +
10/05/16 3:37 PM
  
antonio
Excelente Padre, aqui está la VERDAD, en la que me quiero morir.
Todo el artículo es de mucha solidez,los anteriores también.
Si se entendiera, el enorme SACRILEGIO, de comulgar, fuera de lo que establece la IGLESIA!!!!!
Y que está es una ignortancia, vencible, es,decir culpable, cuanta más sea la autoridad, el JUICIO será más implacable, se pierden almas.Vi una foto de un Sacerdote decapitado.Entre tantos Mártires

Que Dios lo bendiga y bendiga a la Iglesia.

Muchas Gracias.
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JMI.-Gracias por su gratitud.
Bendición +



..
10/05/16 3:41 PM
  
Emilio Amadeo
Leame, no me tenga miedo, senor. Renazca a la Misericordia divina. Abandone el rigor mortis. Dios le dara un corazon de carne, y le quitara ese corazon de piedra. Vivira relajado y feliz, sin ese rictus de perpetua ansiedad. Hasta sus enfermedades y dolores se veran aliviados, cuando se deje amar por Dios, y su Misericordia entre en la oscuridad en la que vive.

Oh pobre Iraburu. Cuanta compasion despuerta en mi. Pretende decirnos que es usted quien tiene la interpretacion correcta de la escritura, y que los demas, Francisco incluido, estan en un sacrilego error? Se da cuenta hasta donde llega so orgullo desmedido? Esta en manos del Demiurgo, senor mio. El le ha cegado. Se cree en posesion de la verdad, oh pobre hombre. Cuanta ofuscacion! Pero ya ve, cada vez son menos quienes entran a leer. Al final estara solo en su propio infierno.

Rezo por usted, pobre senor.
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..."cada vez son menos quienes entran a leer. Al final estara solo en su propio infierno".
......
JMI.-Su oración y su compasión (con-padecer) por mí, "pobre Iraburu", le honra. Se ve que es Ud. persona de buenos sentimientos. Pero no quiero que por estar equivocado sufra Ud. por mí. Consuélese: entran MUCHÍSIMOS lectores, varios miles en las 12 horas que lleva el artículo puesto. Entran muchísimos a este artículo y a los anteriores. No se preocupe, ni sufra por mí.
10/05/16 5:47 PM
  
Dahrendorf
En el fondo en todo este tema hay una profunda mentalidad divorcista que estima que después de un fracaso matrimonial es injusto y cruel no permitir una "segunda oportunidad". Como, conforme a nuestra mentalidad hedonista rechazamos la Cruz, por considerar que un Dios misericordioso no puede permitir, ni exigirnos, sufrimiento alguno, nos parece contrario a la Misericordia Divina no permitir un segundo enlace. El "cambio de paradigma" no es sino una manera de expresar el deseo de aceptar el divorcio en la Iglesia, pero no tanto por considerar el matrimonio cristiano difícil y casi imposible de vivir (hay otros aspectos en los que sí exigen vivir con rigidez ciertas normas), sino porque consideran injusto no aceptarlo. Y partiendo de ahí construyen todo un edificio argumental en el que importa poco si se ajusta a la verdad o no.
Echo de menos una exposición sistemática, y por separado de la crítica de AL, de cuestiones de moral cristiana fundamental: la objetividad del pecado, el papel de la conciencia, en qué consiste la moral de situación, etc. Hasta ahora usted ha tocado esos asuntos, pero de modo disperso. Lo digo porque leyendo Amoris Laetitia, un lector con formación débil y aún media, se puede hacer un lío en estas cuestiones.
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JMI.-"De modo disperso"... Hasta ahora no se ha inventado el modo de escribir al mismo tiempo sobre varios temas. Y por otra parte, si se hiciera, ahí sí que el lector se haría un lío de padre y muy señor mío. Es mejor tocar los temas "por separado", como voy haciendo. Y aquí le digo:

"Todo se andará". La frase procede de un cuento del escritor medieval Juan de Timoneda, en el que se narra la historia de un ladrón que sufría el castigo de su verdugo, quien concentraba todos los golpes en un mismo punto. La víctima suplicó a gritos que repartiera dichos golpes por otras partes del cuerpo, a lo que el verdugo, sosegado, respondió: “Todo se andará”. (Wikipedia)
10/05/16 5:58 PM
  
Luis López
Magnífico y sobre todo clarificador artículo.

Parafraseando a los padres de Calcedonia, habría que exclamar: ¡Esta es la fe de la Iglesia!
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JMI.-Amén.
10/05/16 7:36 PM
  
Luis Fernando
Estas defensas de una muy grave inmoralidad, so capa de piedad, son sin duda ejemplos de «la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, erigida en el lugar santo» (Mt 24,15; Dan 9,27).

Pues toca sacar las conclusiones pertinentes.
10/05/16 8:12 PM
  
Omar desde Argentina
Hola Padre Iraburo, vivo en el pueblo de Lima, Argentina. Soy catequista, están linchando mediaticamente a nuestro párroco por promover el pudor. Escribame y le contaré la verdad. Casi Nadie está defendiéndolo, ni autoridades eclesiales. Quiero que sepan la berdad en justicia.
Omar
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JMI.-Si entra Ud. en www.gratisdate.org verá el texto íntegro de dos obras mías:
Elogio del pudor.
Pudor y castidad.

Pueden ayudarle en su difícil y muy necesaria tarea.
10/05/16 8:34 PM
  
josep
en ocasiones hay que optar por el mal menor.............
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JMI.-Cuando se trata de una ley moral que prohibe algo grave e intrínsecamente malo (blasfemar, asesinar, practicar la anticoncepción, vivir en adulterio, etc.) no es posible aplicar el principio moral del "mal menor", porque se trata de acciones que por su objeto son siempre y en toda circunstancia pecados mortales.
Hay muchos documentos de la Iglesia que dan esa doctrina, concretamente la enc. Veritatis splendor en su cp. III.
10/05/16 8:36 PM
  
Luis Fernando
Básicamente todo lo que está en juego hoy en día es si creemos que Dios es "capaz" de hacer santos a aquellos a quienes ha llamado a la santidad.

Sí, he dicho Dios, porque es Él causa primera de la santidad de sus elegidos, mientras que estos -entre los que le rogamos encontrarnos- son causa segunda subordinada.

El 10 de mayo del 2015 escribí un post titulado "No creen en el poder de la gracia. Eso es todo". Perdonen la autocita, pero es que creo que todo se resume en esto:

Unos creemos en un Dios todopoderoso capaz de crear a Cristo en nosotros. Otros creen en un dios inválido, torpe, que no es capaz siquiera de que sus hijos dejen atrás todo lo que les aleja de Él. Unos sabemos que nuestros pecados -sí, he dicho NUESTROS- no tienen la última palabra. Que si clamamos a Dios, si dejamos que Cristo sea el Cirineo que nos ayuda a cargar nuestras cruces, iremos creciendo en santidad. Por gracia vivimos lo que dice la Escritura: “La senda de los justos es como la luz de la aurora, cuyo resplandor avanza hasta el pleno día” (Prov 4,18). No pretendemos brillar ya como el sol en su cénit. Pero no queremos vivir toda la vida en la noche oscura de luna nueva.
10/05/16 8:39 PM
  
Piedade
Catecismo de la Iglesia Católica

1860. La ignorancia involuntaria puede disminuir, y aún excusar, la imputabilidad de una falta grave, pero se supone que nadie ignora los principios de la ley moral que están inscritos en la conciencia de todo hombre...
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JMI.-Algo he dicho en el art. de la ignorancia involuntaria, si se ha fijado.
A veces se produce en alguien no por ausencia de conocimiento doctrinal,
sino por haber sido anti-evangelizado en una enseñanza contraria a la doctrina de la fe.
Se le ha enseñado que la anticoncepción, p.ej., o el adulterio, "en ciertas circunstancias", son situaciones lícitas, aunque no den el "ideal" completo del matrimonio.

Y eso ya es peor. Tiene mal remedio.
El único es que alguien le predique el evangelio de la verdad católica.
Y hoy escasean estos "mártires" = testigos de la verdad de Cristo.
10/05/16 8:48 PM
  
susi
Efectivamente, debemos estar dispuestos a morir por el Señor.Ël nos amó primero.
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JMI.-Tal cual.
La cosa no es tan complicada.
10/05/16 9:10 PM
  
Curro Estévez
Yo estoy convencido con lo que Vd. dice, y como yo muchos otros que leemos sus extraordinarios artículos; pero a los que hay que convencer son a los que han hecho la A,L. desde que se convocó el dichoso sínodo, ¿no le parece?
La pregunta es ¿alguien se cree que se convencerán?
10/05/16 9:30 PM
  
Manuel
Cuando se define un acto como intrinsecamente malo, significa que en todo caso y situación es malo? Lo digo por el tema de la famosa nota marginal de AL, pues comentando con sacerdote que exista relación adúltera es intrinsecamente malo, responde que como la relación sexual es licita en matrimonio no es acto i.m., y para serlo debe referirse a acto siempre ilícito en cualquier situación.
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JMI.-No entiendo.
10/05/16 11:06 PM
  
francisco dellacasa
Estimado Padre:

Cuando sacerdotes den la comunión a personas adúlteras (los malamente llamados vueltos a "casar") como entiendo muchos ya lo hacen, en qué documento cree que se van a apoyar para tranquilizar sus conciencias y la de quienes cometan sacrilegio. Justificar este documento es sólo contribuir a quienes engañan y van a seguir engañando fieles con una supuesta "misericordia" fuera del bien, la verdad y la justicia.
Por mucho que le pueda buscar una interpretación católica a los textos (usted cree que son ambiguos, yo que toman claramente partido por la moral de situación) no cree que de todos modos se justifica su rechazo en razón del mal uso que se va a dar de ellos, con el consiguiente daño a las almas.
Más aún, ya han varias semanas desde la publicación y pese al revuelo causado y las dudas producidas no veo a la Santa Sede tomando partido por una interpretación conforme a la tradición y descartando la moral de situación. Entonces, ¿como combatir al progresismo que se ampara en ello para justificar sus actos?
10/05/16 11:36 PM
  
Raúl de Argentina
Como dice el Padre Jorge, habida cuenta de que no se niega que el adulterio es "materia grave", cualquier atenuante o eximente debería afectar el 1) pleno conocimiento o el 2) deliberado consentimiento. En cuanto al pleno conocimiento, es evidente que lo tienen los separados en nueva unión dado que quien se casa promete EXPLÍCITAMENTE ser fiel en CUALQUIER CIRCUNSTANCIA. Con respecto al no comprender «los valores inherentes a la norma», el Padre Iraburu ha mostrado lo ABSURDO de asumir tal eximente. Se cae toda la moral. En cuanto al "deliberado consentimiento" ¿ Cómo se podría aducir no ser "libre" para las relaciones adúlteras ? ¿ Estamos hablando de violaciones acaso ? ¿ Son acaso extorsionados con el hambre de los hijos ? Aunque este fuera el caso (y no lo es ni en el 1% de los casos) lo que el Padre expone sobre la aceptación del martirio bastaría para responder aún a estos casos.
11/05/16 1:40 AM
  
María Estela
Padre, por sus datos personales me di cuenta de su edad, 81; le pido sea valiente y siga defendiendo la verdadera doctrina católica, se lo debe en primer lugar a NSJ, a la Santa Iglesia Católica que únicamente le pertenece a Jesucristo, a usted mismo por toda su vida consagrada y a nosotros que necesitamos de pastores que nos digan la verdad, ya que lo está en juego es la salvación del alma. Le digo esto porque en mi misma parroquia ya está en las homilías lo de acérquense a Dios, que Dios todo lo perdona, y para nada dicen que es necesario arrepentirse de los pecados, confesarlos y corregirse, además de que parece que no creen que NSJ está presente en la Sagrada Eucaristía, por las faltas de respeto que hacen. Ya hasta siento que soy más católica yo que algunos sacerdotes (perdone mi atrevimiento) No nos dejen solos a los que con sencillez creemos en Dios y en Sus Mandamientos. Que Dios lo bendiga y le conserve con salud muchos años más.
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JMI.-Si el Señor me ha dado, ya desde 1968 (Humanae vitae) combatir por la verdad católica, espero que me siga asistiendo con su gracia para cumplir ese buen ministerio mientras viva. Ruegue por mí. Bendición +
11/05/16 2:34 AM
  
Maria-Ar
Exelente artículo!
Gracias Padre!
Pero me temo que la "conveniente interpretación" de AL, confirma las acciones de muchos sacerdotes (obispos incluidos): se sigue dando la comunión a los adúlteros,por lo menos en mi provincia.
Muchos de ellos esperaron la exhortación (sacerdotes y "fieles"), hoy comulgan.
El martirio lo sufrimos nosotros, los que vivimos haciendo caso al decálogo, por amor a Cristo, pero reina la confusión y desconcierto, sin tener la posibilidad de que alguien aclare. +
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JMI.-Todo lo podemos en Aquel que nos conforta.
Bendición +
11/05/16 2:41 AM
  
Jesus Pereira
Manuel escribió:
..."sacerdote (...) responde que como la relación sexual es licita en matrimonio no es acto i.m. (= intrínsecamente malo), y para serlo debe referirse a acto siempre ilícito en cualquier situación.
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JMI.-No entiendo."

Sí, Padre. Es mismo incomprensible oír eso de un sacerdote. Quiere decir ese sacerdote - creo que es lo que intenta relatar Manuel - que si en el matrimonio la relación sexual entre esposos no es intrínsecamente mala, al contrario, debe ser normalmente buena, entonces fuera del matrimonio también es buena. O sea, para ese sacerdote, una relación sexual es siempre buena, porque a su juicio no puede ser buena dentro del matrimonio e intrínsecamente mala fuera. Pobres ovejas.
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JMI.-Las relaciones sexuales son grave e intrínsecamente malas realizadas fuera del matrimonio, que en el caso de los cristianos debe ser sacramental.
11/05/16 3:49 AM
  
carmelo
Padre Jose Iraburu, si es muy largo no lo publique. no se preocupe. puede comentarme si desea, le agradezco me lea. es todo.
305: ..A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia[351]. El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites. Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desalentamos caminos de santificación que dan gloria a Dios. Recordemos que «un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades»[352]. La pastoral concreta de los ministros y de las comunidades no puede dejar de incorporar esta realidad.
Propone que el razonamiento de los discernimientos descritos o atenuantes posibilite la opción de encontrar la “GRACIA”, diciendo ahora mediante la “ayuda de la Iglesia. Lo que es totalmente anticristiano pues ya no requiere la ayuda de siempre de Iglesia nos acompaña en el confesionario que pide un arrepentimiento, penitencia y propósito de enmienda, al menos dejar de hacer lo malo, como mínimo abstenerse en este caso específico.
EL texto no solo sugiere lo inédito en la Iglesia católica sino que capacita al discernimiento y lo dota de poder santificante. Cuando dice que estando “en medio de situación objetiva de pecado” se pueda vivir en GRACIA y no solo gozar del estado de gracia sino “CRECER”… lo que es tan difícil de entender, es que un documento de este porte tenga como principio una función pastoral, la deje a un lado y se lance a realizar lo que ningún concilio haría. Es casi hacerlo SANTO, cosa que la iglesia jamás ha hecho “hacer santos? Jamás la iglesia solo los proclama. La gracia (reducida al discernimiento) que sugiere el texto explícitamente es escandalosa a un nivel que yo como un simple laico sin ningún grado teológico percibí. No aparece por ningún lado un rasgo mínimo de un arrepentimiento, o penitencia propósito de enmienda que necesitamos todos los católicos comunes que queremos y amamos la Eucaristía como alimento para débiles aspirar tal gracia santificante, que nos lleve a un estado más allá.
El texto no supone alcanzarlo con entrega a Dios (la gracia del bautizo recobrada por la confesión) sino que lo habilita de modo casi instruida mediante un texto Papal entendible:”recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia[351] “casi en un sentido recrimínativo de modo tal que no admite ninguna contradicción ni el mínimo sentido común del confesor.
351 En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos…Por eso, «a los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor»
Mediante el texto se funda la idea de que por ayuda de “alguien de la Iglesia discerniendo mediante atenuantes” puede anular del pecado mortal y alcanzar la Gracia aun manteniéndose la condición adultera o de pecado mortal (o sea el adulterio), como alcanzar “el estado de gracia” sin cumplir el mandamiento de no cometerás adulterio? No ven el acto de la confesión como tal y el vínculo de amor al hombre ahí…
Algunos dirían que el texto aun reclama “ciertos casos”, pro es evidente que si el discernimiento es favorable, entonces nadie podría impedir la comulgar.
Concluyo:
El texto 305 (3349/350/351) es totalmente anti católico, atenta contra el fundamento de Eucaristía, y los misterios depositados en la iglesia en la Ultima Cena.
11/05/16 4:09 AM
  
David Quiroa
1) ¿Es obligatorio el martirio? Si lo es, casi todos estamos condenados.

2) Enfoquémonos en el caso que es IMPOSIBLE actuar de manera diversa. Las circunstancias son fáciles de imaginar, pero para no volver al tema del martirio, hagamos un paralelo con David robándose los panes del templo. Sin duda podría haberse dejado morir de hambre para no cometer el pecado objetivo. Posiblemente no habría muerto sino quizás solo habría perdido un par de libras de peso, como cualquier persona a dieta del siglo 21 puede constatar. Sin embargo el Señor justifica esa acción y no la llama pecado, porque para David era imposible (subjetivamente hablando) actuar de manera diversa.

Tenemos que reconocer entonces que sí existe al menos una circunstancia en que, aunque la acción objetiva sin ninguna duda es pecado, subjetivamente la responsabilidad moral está anulada y David puede comer el pan sin cometer pecado.

Es muy fácil para un espectador a 23 siglos de distancia decir "déjate morir de hambre, tú y ejército, Rey David"; como es fácil decir para quien no vive la situación subjetivamente imposible "púdrete en el infierno". Pero no es eso lo que Jesús enseña.
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JMI.-El ejemplo de David no tiene nada que ver con lo que estamos hablando. Todas las leyes positivas (ir a Misa los domingo, ayunar viernes de Cuaresma, etc.) pueden sin pecado alguno ser incumplidas cuando hay una grave circunstancia que lo justifique. No comer, sino sólo los sacerdotes, de los panes "presentados" como ofrenda en el Templo, era para los judíos una "ley positiva, eclesiástica". Y David hizo muy bien en quebrantarla en caso de grave necesidad.
No tiene nada que ver con lo que aquí tratamos. Tanto el divorcio (no lo separe el hombre) como el adulterio (no cometerás adulterio) son leyes divinas. Las proclama la Iglesia, pero no como leyes eclesiásticas meramente, sino divinas. En el AT hay leyes que, aunque sean dadas por Dios (peregrinar cada tanto tiempo al Templo, no comer de los panes presentados, etc.), es decir, aunque sean divinas por su origen, son meras leyes positivas, que el Señor da en su pedagogía para fomentar en su pueblo ciertas devociones y respetos a lo sagrado. Y hay leyes de tal modo insertas en la propia naturaleza humana por Él (no cometerás adulterio), que obligan siempre, cualquiera sea la circunstancia o intención de la persona.

11/05/16 4:46 AM
  
Luis Fernando
Quiroa, dura cosa es dar coces contra el aguijón. Y no haces otra cosa desde hace años en los comentarios en InfoCatólica.
11/05/16 9:01 AM
  
Roberto
Si todo esto es verdad, que el matrimonio es para siempre para un cristiano, que el divorcio no es la solución.....
Pero echo mucho en falta (y más de una vez lo he expresado) que hablemos con sinceridad si los que se casan por la Iglesia están preparados psicológicamente, espiritualmente, humanamente, etc para asumir de VERDAD lo que supone este sacramento y el paso que se da para seguir este difícil camino en la vida como es el matrimonio.

Es que si no empezamos por ahí no hacemos nada ¿repetir grandes verdades inasumibles para muchos? Pero si una gran mayoría de "matrimonios católicos" son únicamente por tradición social, costumbres, si algunos van al matrimonio casi sin tener fe (testimonio de monitores de cursillos prematrimoniales, no mío); es que ahí está la raíz del problema, luego no nos escandalicemos por los divorcios (que hay pocos para los que podía haber, ¿eh?, pero pocos).
¿Procesos mas largos de formación prematrimonial, como catecumenados o algo parecido? Pues está claro que sí, pero todo son poner "peros" , "que si tanto tiempo no aguantan", "que si el nivel de exigencia es demasiado", "hay que ir a lo esencial y punto", "no hay que marear tanto a la gente con tantas reuniones"................¿que queremos entonces? Si nuestra pastoral es la que hace "aguas" por todos sitios, si aveces no sabemos ni lo que queremos.

Por favor, vuestra opinión sobre todo esto, y la suya, P. Iraburu
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JMI.-El Papa Francisco insiste mucho en la Amoris laetitia sobre esta cuestión.
11/05/16 10:17 AM
  
Catholicus
Manuel,

Yo creo haber entendido a tu sacerdote. El error del mismo parte de confundir el "acto".

Acostarse con mujer ajena siempre es intrínsecamente malo. Ponlo junto y ya lo entenderá.

Viene el error de creer que por la "mecánica" de la unión hombre-mujer ser la misma, el "acto" es la parte física.

Pero son extremos opuestos de "actos". Unirte a tu esposa es cosa santa, y fuera de tu esposa es fornicación.

Eso no son "circunstancias". Circunstanciaa serían por ejemplo casarte con otra si han dado a tu esposo por desaparecido. O si te has quedado en una isla desierta. Etc. Ahí preguntar esas circunstanciaa tendría sentido.

Dile a tu párroco que pruebe con un libro de moral ortodoxo.
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JMI.-Abrirle a uno la tripa de una cuchillada es gran pecado. Operarle del estómago con el bisturí un médico a un paciente es un acto bueno y virtuoso.
¿El acto "físico" es el mismo, no?
Pues ya está: lo uno y lo otro viene a ser lo mismo.
11/05/16 10:20 AM
  
pablovelasco
Hay que ver los titánicos esfuerzos que hay que hacer para cuadrar esta encíclica con las anteriores.

"A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia"

del punto 305. Cómo lo encaja ud. dentro de la tradición católica, a mi me cuesta trabajo el relacionar vivir en gracia de Dios en medio de una situación objetiva de pecado... La gracia de Dios no tiene poder para dejar el pecado??? Entonces para qué estamos aquí, para qué evangelizamos si cualquier forma de vida posibilita estar en gracia de Dios aún cuando objetivamente se está pecando?? No sería mejor entonces dejar a los paganos en su ignorancia?? Dónde queda la necesidad de la conversión, la necesidad del arrepentimiento y dolor del pecado y todo lo que me han enseñado desde pequeño?
11/05/16 11:24 AM
  
javier
Respecto a lo que dice Roberto, sobre restringir el acceso al Matrimonio, discrepo profundamente. Lo mismo se podría decir del bautismo. Yo he nacido de unos padres que se casaron por la iglesia "por costumbre", que me bautizaron "por costumbre" y que me llevaron a catequesis para hacer la primera comunión "por costumbre". Si la iglesia se lo hubiera negado, yo sería un hijo ilegítimo no bautizado, con lo que me hubiera visto privado de la filiación divina y las innumerables gracias que yo recibí del bautismo mucho antes de saber ni siquiera lo que era. Lo mismo pasa con los esposos que se casan, es precisamente el sacramento el que los hace capaces de ese compromiso, y no su fortaleza psicológica previa.
No se necesita una carrera para saber que el matrimonio es para toda la vida. Eso lo sabe un niño que llora al ver a sus padres discutir. La fe de los sencillos no requiere raciocinios, es un don bendito de Dios.

11/05/16 12:38 PM
  
Omar desde Argentina
Hola Padre José María. Quiero que sepa que sus obras sobre el pudor nos alentaron hace más de un año a luchar por promover la pureza en la feligresía. Me gustaría contactarlo y contarle el caso que está ocurriendo en nuestro pueblo porque creo que Usted va a entendernos. Por favor escríbame a mi correo.

Bendiciones, Omar.
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JMI.-Cuéntenos aquí, sin alargarse mucho.
Demos gracias a Dios.
Bendición +
11/05/16 1:35 PM
  
Roberto
javier:

¿Realmente crees que el sacramento por "costumbre" hace a los esposos capaces de llevar adelante ese compromiso?
Pues ya ves la cantidad de gente separada, divorciada, sin contar los que siguen porque se plantan con cincuentaitantos, y ¿adonde van a ir ya?, aunque el matrimonio haya perdido todo lo que tiene que tener como tal. Y siguen por inercia pero con pocas ganas.

Yo no digo que haya que crear una superélite de gente preparadísima y perfecta, pero lo que tenemos actualmente tampoco funciona en muchos casos.
Si tenemos que seguir haciendo lo de siempre, luego no nos quejemos de lo que hay. No sé como lo verás, pero el matrimonio-sacramento tiene bastante "miga", no es algo tan sencillo y simple, hay que superar multitud de tentaciones y crisis, y no me quiero meter en cuestiones como el asumir los planteamientos de la "Humanae Vitae", que eso no se improvisa con cuatro charlas, sino a través de un proceso largo y a veces difícil.......o pasar totalmente del tema y hacer lo que queramos.
11/05/16 2:06 PM
  
Pepito
Creo que es de justicia dar las gracias una vez más al presbítero Iraburu, por abrir tan generosamente para nosotros su bien abastecida despensa de sana y substanciosa doctrina, con la que nos nutre a las hambrientas y escuálidas ovejas en estos tiempos recios de carestía y escasez de ortodoxia y ortopraxis pastoral.

Loado sea Dios que aún habemos en la Iglesia pastores que con firme y benéfico cayado nos conducen a los sabrosos y frescos pastos de la Verdad Eterna.
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JMI.-Amén.
11/05/16 2:08 PM
  
Martina
Quien escribe el cuarto comentario en este artículo con el nombre de martina es otra persona. ¿Cómo se resuelve el que dos escribamos con el mismo nombre?
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JMI.-No hay remedio.
Son distintas, ciertamente por las claves de la web se ve.
11/05/16 2:37 PM
  
javier
Hola Roberto, gracias por tu respuesta. El hecho de que esos matrimonios no funcionen, o se separen, en casi ningún caso se puede atribuir a que el sacramento no sea fuente de gracia para ellos (salvo en caso de nulidad) sino a que los esposos no quieren aprovechar esa gracia que Dios les da en el matrimonio. Por eso, no se puede hacer a la Iglesia corresponsable por ello. Respecto a los que aguantan por "donde van a ir ya": ese es un ejemplo para mi muy ilustrativo que a veces la gracia del sacramento por si sola, esta manteniendo a salvo el matrimonio. A pesar de tener el corazón endurecido, por simple "temor de Dios" mantienen su fidelidad a Dios y a su esposo. Nadie dice que el matrimonio tenga que ser un camino de rosas, lo fundamental es que es un camino de santidad (=martirio,calvario,cruz), y para eso Cristo lo instituyó. Dios no nos concede nada sin darnos la gracia para llevarlo a cabo. Después está nuestra libertad.
Un saludo
11/05/16 2:57 PM
  
Longinos
Querido P. José María: me parece que aquí trata la cuestión fundamental en la novedad de AL.

Creo que afirmar que un acto presenta atenuantes no implica en modo alguno aprobar su realización ni justificarlo. Al contrario, al decir que existen atenuantes se está dando por hecho que es un acto malo. Por tanto, no significa que el fin justifique los medios, ni se cae en el relativismo.

Por otra parte, si bien la gracia nos libera para no caer en el pecado, esa libertad, siendo suficiente para no caer, creo que no es siempre plena, puede estar debilitada por diversos problemas. Si fuera siempre plena, podría decirse que, en una persona en gracia, todo acto en materia grave, con conocimiento suficiente, sería pecado grave. Y esto iría contra lo que dice el Catecismo sobre la atenuación de la gravedad de los pecados, o bien diríamos que eso que se dice en el Catecismo es sólo para personas que no están en gracia, lo que no resulta aceptable.

Respetuosamente, en Cristo.
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JMI.-Los actos grave e intrínsecamente malos, al menos en cristianos que tienen conocimiento de la prohibición expresa de Dios (no lo separe el hombre: divorcio) (no cometerás adulterio) (no matarás), que están en su juicio y en su libertad, no pueden ser justificados por ninguna circunstancia o intención.

La AL está tratando de la atención pastoral a cristianos. Si no tienen fe en la palabra de Dios, ni la consideran obligatoria en conciencia, son cristianos-bautizados, pero homologables a los paganos. O por ser pecadores o por no ser-prácticamente cristianos, no se les puede dar la comunión.

¿Pueden salvarse los paganos?... Ya nos salimos del campo considerado en la Exhortación. Pero sí, está claro que sí, aunque sea por vías que desconocemos. Lo que sí sabemos es que la misericordia de Dios hace que todos los que se salvan se salvan por Cristo y la Iglesia, sea por contacto (dentro de la sociedad visible eclesial) sea a distancia (sea fuera de ella), como ya SPedro sabía: Hch 10,34-35. También Cristo obraba sus milagros de sanación por contacto o a distancia.
11/05/16 9:27 PM
  
Ma. Teresa Gallegos
Padre Iraburu, me parece muy claro su artículo y muy ilustrativo para poder informar a las personas que conozco y que no leen, pero yo me pregunto, porque el Papa no es más claro en sus mensajes, que necesitemos que nos los estén explicando cómo usted lo hace, para poderlos entender y vivirlos, pues yo he tenido la oportunidad de hablar sobre que los divorciados vueltos a casar no pueden comulgar, sino viven la castidad y me llaman que soy dura de corazón, y que no soy misericordiosa, con estas personas, yo les digo que la misericordia es decirles que hacen mal al comulgar porque ponen en peligro su salvación porque cometen un sacrilegio al comulgar en pecado, creo que la manera como se presentó esto para muchos no quedó claro, le agradezco de nuevo por ilustrarnos. Ma. Teresa. México.
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JMI.-Gracias.
Bendición +
13/05/16 9:31 AM
Un artículo iluminador, gracias padre por abordar el tema tan claramente.
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JMI.-Bendición pentecostal + José Miguel
15/05/16 8:52 PM
  
Pino Urru
Gracias, Padre. Una voz mas de clarificaciòn, de que todos los catolicos necesitan.
19/05/16 11:30 AM
  
Beatriz Mercedes Alonso (Córdoba - Argentina)
Excelente y muy clarificador post. Muchísimas gracias, Padre Iraburu.

Cuando yo era chica todo era mucho más sencillo. Nos sabíamos de pe a pa todo el catecismo Perseverancia. Sabíamos muy bien la diferencia entre pecado venial y mortal. Teníamos claro que no se podía comulgar si estábamos en pecado mortal. Repetíamos, sin equivocarnos, las condiciones para hacer una buena confesión, los preceptos de la Iglesia. Nos enseñaban muy bien qué era el cielo, el infierno y el purgatorio; que la gracia santificante nos disponía para la visión beatífica y que se perdía por el pecado mortal. Era la época en donde 2+2 siempre era igual a 4 y no había lugar para el "bueno, pero...". Todo era mucho más claro y más fácil. ¡Qué pena da ver que para otra generación de personas las cosas no son tan sencillas!

Que el Espíritu Santo lo siga iluminando.
19/05/16 10:47 PM
  
Emilio
Entiendo que ninguna de las expresiones recogidas en el catecismo pueden ser tomadas como eximentes, pero sí como atenuantes. Entonces, el atenuante podría ser tal que la "ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante." (AL 301) Creo que esta cuestión no queda resuelta en el artículo... Personalmente pienso que esta afirmación de AL es cierta, pero que nunca puede posibilitar el acceso a la Eucaristía como sugiere la nota 351. No podemos conocer con seguridad como juzga Dios esas circunstancias atenuantes por mucho discernimiento que haya. Por lo tanto, creo que nunca se debería permitir el acceso a la comunión existiendo una mínima duda de que pueda ser sacrílega. Saludos.
03/06/16 12:34 PM

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