(356) San Eulogio, por predicar el Evangelio en Córdoba musulmana y mozárabe, muere mártir
–Ya se ve que es peligroso predicar el Evangelio en el mundo.
– «Si el mundo os odia, sabed que me odió a mí antes que a vosotros. Si fuéseis del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece» (Jn 15,18-19).
San Eulogio es en el siglo IX el más fuerte confesor de la fe en Córdoba y Andalucía. Su familia es profundamente cristiana en un medio absolutamente sometido al Islam. En medio de una apostasía bastante generalizada, Eulogio, como su familia, mantiene una fidelidad total a la Iglesia Católica, defendiendo su doctrina, su vida y su liturgia, y sosteniendo con riesgo de su vida la fidelidad de muchos cristianos. Por la gran inteligencia que mostraba en el estudio de las sagradas Escrituras y de los libros de los santos, fue incorporado como presbítero a la comunidad de sacerdotes de la iglesia de San Zoilo. Gran ayuda halló para su formación doctrinal en el sabio abad Esperaindeo, que presidía un monasterio próximo a Córdoba. Allí conoció a otro alumno, Álvaro, que fue hasta su muerte su más íntimo amigo, y después su biógrafo.
Hoy, en la memoria litúrgica de San Eulogio, la Liturgia de las Horas trae en el Oficio de lectura el texto que sigue:
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San Eulogio de Córdoba, presbítero y mártir
De los escritos de san Eulogio, presbítero
«El malestar en que vivía la Iglesia cordobesa por causa de su situación religiosa y social hizo crisis en el año 851. Aunque tolerada, se sentía amenazada de extinción, si no reaccionaba contra el ambiente musulmán que la envolvía. La represión fue violenta, y llevó a la jerarquía y a muchos cristianos a la cárcel y, a no pocos, al martirio.
«San Eulogio fue siempre alivio y estímulo, luz y esperanza para la comunidad cristiana. Como testimonio de su honda espiritualidad, he aquí la bellísima oración que él mismo compuso para las santas vírgenes Flora y María, de la que son estos párrafos:
«Señor, Dios omnipotente, verdadero consuelo de los que en ti esperan, remedio seguro de los que te temen y alegría perpetua de los que te aman: inflama, con el fuego de tu amor, nuestro corazón y, con la llama de tu caridad, abrasa hasta el fondo de nuestro pecho, para que podamos consumar el comenzado martirio; y así, vivo en nosotras el incendio de tu amor, desaparezca la atracción del pecado y se destruyan los falaces halagos de los vicios; para que, iluminadas por tu gracia, tengamos el valor de despreciar los deleites del mundo; y amarte, temerte, desearte y buscarte en todo momento, con pureza de intención y con deseo sincero.
«Danos, Señor, tu ayuda en la tribulación, porque el auxilio humano es ineficaz. Danos fortaleza para luchar en los combates, y míranos propicio desde Sión, de modo que, siguiendo las huellas de tu pasión, podamos beber alegres el cáliz del martirio. Porque tú, Señor, libraste con mano poderosa a tu pueblo, cuando gemía bajo el pesado yugo de Egipto, y deshiciste al Faraón y a su ejército en el mar Rojo, para gloria de tu nombre.
«Ayuda, pues, eficazmente a nuestra fragilidad en esta hora de la prueba. Sé nuestro auxilio poderoso contra las huestes del demonio y de nuestros enemigos. Para nuestra defensa, embraza el escudo de tu divinidad y manténnos en la resolución de seguir luchando valientemente por ti hasta la muerte.
«Así, con nuestra sangre, podremos pagarte la deuda que contrajimos con tu pasión, para que, como tú te dignaste morir por nosotras, también a nosotras nos hagas dignas del martirio. Y, a través de la espada terrena, consigamos evitar los tormentos eternos; y, aligeradas del fardo de la carne, merezcamos llegar felices hasta ti.
«No le falte tampoco, Señor, al pueblo católico, tu piadoso vigor en las dificultades. Defiende a tu Iglesia de la hostigación del perseguidor. Y haz que esa corona, tejida de santidad y castidad, que forman todos tus sacerdotes, tras haber ejercitado limpiamente su ministerio, llegue a la patria celestial. Y, entre ellos, te pedimos especialmente por tu siervo Eulogio, a quien, después de ti, debemos nuestra instrucción. Es nuestro maestro; nos conforta y nos anima.
«Concédele que, borrado todo pecado y limpio de toda iniquidad, llegue a ser tu siervo fiel, siempre a tu servicio; y que, mostrándose siempre en esta vida tu voluntario servidor, se haga merecedor de los premios de tu gracia en la otra, de modo que consiga un lugar de descanso, aunque sea el último, en la región de los vivos. Por Cristo Señor nuestro, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén».
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San Eulogio dedicó su ministerio a reanimar en la fe y en el amor de Cristo a la comunidad cristiana. Haciendo un paréntesis en sus labores pastorales, quiso peregrinar a Roma, pero no le fue posible por las condiciones políticas del tiempo. Pudo en cambio en el 845 alcanzar el norte de España en peregrinación, visitando Zaragoza, Pamplona y los monasterios próximos, como Leyre, Siresa, San Zacarías… Siendo Eulogio el maestro espiritual más importante entre los presbíteros de Córdoba, trajo de estos viajes importantes manuscritos para su escuela y biblioteca.
A fines del reinado del sultán Abd al-Rahman II, en el 851, se hizo extremadamente violenta la persecución de los cristianos, hasta entonces precariamente tolerados. Los cristianos más fuertes confesaban su fe en Cristo y la falsedad de Mahoma, y eran inmediatamente torturados y decapitados. Otros cristianos hasta entonces ocultos, más débiles, cuando le ley obligó a profesar el Islam, eran denunciados ante los tribunales por sus propios parientes, temerosos de su propia vida y fortuna. Pero fueron muchos los que confesaron su fe cristiana, pagando en la cárcel o en el martirio el precio que Jesucristo pagó con su sangre para salvarlos. San Eulogio hizo crónica de 48 mártires en su libro Memorial de los mártires, destinado a hacer historia de sus victoriosos combates, a confortar a confesores y mártires, y a elogiar la gloria suprema del martirio.
Sabiendo que dos jóvenes cristianas encarceladas, Flora y María, estaban en peligro de desfallecer, escribe también la obra Documento martirial para comunicarles la luz y la fuerza de Cristo crucificado, vencedor de la muerte por su resurrección. Después de un tiempo que él mismo pasa en la cárcel, anda huido por la ciudad o escondido en rincones de la sierra. En esos años escribe el Apologético, una defensa apasionada de la fe en Cristo y en la Iglesia. Las tres obras ya citadas, y algunas cartas, están recogidas en la Patrología latina de Migne (vol. CXV).
En el año 858, habiendo muerto el arzobispo de Toledo, el clero y los fieles de la sede hispana primada pidieron que fuera Eulogio quien le sucediera. Pero estaba de Dios que su vida se encaminara rápidamente hacia su propio martirio. La ocasión fue su empeño en catequizar a Lucrecia, una joven cristiana. Álvaro narra al detalle cómo es apresado y llevado al tribunal, donde trata de convertir a quienes le juzgan. Conscientes del inmenso prestigio que Eulogio tenía entre los cristianos, los magistrados le ruegan que deponga su actitud. Uno de ellos le exhorta: «Cede un solo momento a la necesidad irremediable, pronuncia una sola palabra de retractación, y después piensa lo que más te convenga: te prometemos no volver a molestarte». Él contesta:
«No puedo ni quiero hacer lo que me propones. ¡Si supieseis lo que nos espera a los adoradores de Cristo! No me hablarías entonces como me hablas y te apresurarías a dejar alegremente esos honores mundanos». Y dirigiéndose al tribunal: «Príncipes, despreciad los placeres de una vida impía, creed en Cristo, verdadero rey del cielo y de la tierra. Rechazad al profeta…»
Bastan estas palabras para condenarlo a muerte. Llevado al cadalso, se arrodilla, hace una breve oración, y después de signarse trazando la cruz sobre el pecho, ofrece su cabeza al verdugo. «Éste fue, escribe Álvaro, el combate hermosísimo del doctor Eulogio. Éste fué su glorioso fin, éste su tránsito admirable. Eran las tres de la tarde del 11 de marzo» de 859. El día 15 fue también decapitada Lucrecia.
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No hay modo de evangelizar sin refutar al mismo tiempo las religiones que predominan en donde se predica. Evangelizar es suscitar en los hombres la fe en Jesucristo como Dios y como Salvador único del mundo. Él es «la verdad», y siendo la verdad una y los errores innumerables, no es posible afirmar la verdad en forma inteligible y persuasiva sin refutar al menos los errores más vigentes en el medio circunstante. Ése fue el ejemplo dado por Cristo en su campaña evangelizadora, y que dio como norma: «Yo os he dado el ejemplo para vosotros hagáis también como yo he hecho» (Jn 13,15). Y así obraron Esteban y los Apóstoles.
No es posible evangelizar a los judíos sin afirmar que Jesús es el el Emmanuel, el Dios con nosotros, y sin reprocharles que al negarlo resisten las Escrituras sagradas, pues todas ellas están señalando a Cristo (Lc 24,27). No es posible predicar la verdad natural y cristiana del Dios único o del matrimonio monógamo sin reprobar el politeísmo y la poligamia allí donde están vigentes. Et sic de caeteris.
Por el contrario, silenciando el Evangelio, y sobre todo callando la falsedad de las otras religiones, cesa completamente el peligro del martirio. E incluso puede gozarse de la amistad, del favor y del respeto del mundo no cristiano, sea agnóstico o ateo, o sea seguidor de otras religiones…
Pero «¡ay de mí si no evangelizara!» (1Cor 9,16). «Adúlteros, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? (Sant 4,4).
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De la exhortación apostólica de Pablo VI Evangelii nuntiandi (8-XII-1975)
Algunos pastores estiman conveniente en tierras de misión no predicar con claridad y fuerza (parresia) el Evangelio para proteger a sus sacerdotes y laicos –y de paso su propia vida y prosperidad personal–, limitando cerradamente la presencia de la Iglesia en países no cristianos al testimonio de vida, a la acción de beneficencia material, y en algunos casos al diálogo interreligioso.
Pero eso, siendo muy bueno, no es bastante. La Iglesia recibe de Cristo desde hace veinte siglos un mismo mandato glorioso y martirial: «Id y hace discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,1920). Esta confesión de fe en Jesucristo es urgida gravemente por Pablo VI para que la evangelización sea real y avance entre los pueblos con la fuerza del Espíritu Santo.
«La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios» (22).
«La evangelización debe contener siempre –como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo– una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios (cf. Ef 2,8; Rm. 1,16)». (27)
«A lo largo de veinte siglos de historia, las generaciones cristianas han afrontado periódicamente diversos obstáculos a esta misión de universalidad. Por una parte, la tentación de los mismos evangelizadores de estrechar bajo distintos pretextos su campo de acción misionera. Por otra, las resistencias, muchas veces humanamente insuperables de aquellos a quienes el evangelizador se dirige. Además, debemos constatar con tristeza que la obra evangelizadora de la Iglesia es gravemente dificultada, si no impedida, por los poderes públicos. Sucede, incluso en nuestros días, que a los anunciadores de la palabra de Dios se les priva de sus derechos, son perseguidos, amenazados, eliminados sólo por el hecho de predicar a Jesucristo y su Evangelio. Pero abrigamos la confianza de que finalmente, a pesar de estas pruebas dolorosas, la obra de estos apóstoles no faltará en ninguna región del mundo. No obstante estas adversidades, la Iglesia reaviva siempre su inspiración más profunda, la que le viene directamente del Maestro: ¡A todo el mundo! ¡A toda criatura! ¡Hasta los confines de la tierra! (50).
José María Iraburu, sacerdote
19 comentarios
La situación de los mozárabes tenía cierto paralelismo con la que estamos viviendo donde la evangelización está amenazada. Mera supervivencia a cambio de tibieza y miedo.
¡Que San Eulogio nos ayude a los que vivimos como mozárabes hoy en día!
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JMI.-Ele...
Creo muy oportuno recordar parte del texto que el Papa emérito BXVI entregó a la Pontificia Universidad Urbaniana el 21 de octubre de 2014, con ocasión de la inauguración del "Aula Benedicto XVI" en la misma, y que fue leído por boca de Mons. Georg Gänswein:
"¿Pero todavía sirve (la tarea misionera)? Se preguntan muchos hoy dentro y fuera de la Iglesia ¿de verdad la misión sigue siendo algo de actualidad? ¿No sería más apropiado encontrarse en el diálogo entre las religiones y servir junto las causa de la paz en el mundo? La contra-pregunta es: ¿El diálogo puede sustituir a la misión? Hoy muchos, en efecto, son de la idea de que las religiones deberían respetarse y, en el diálogo entre ellos, hacerse una fuerza común de paz. En este modo de pensar, la mayoría de las veces se presupone que las distintas religiones sean una variante de una única y misma realidad, que ‘religión’ sea un género común que asume formas diferentes según las diferentes culturas, pero que expresa una misma realidad .La cuestión de la verdad, que al comienzo movió a los cristianos más que a todos los demás, es aquí puesta entre paréntesis. Se presupone que la auténtica verdad sobre Dios, en último término, es inalcanzable y que, como mucho, lo que es inefable sólo puede hacerse presente con una variedad de símbolos. Esta renuncia a la verdad parece realista y útil para la paz entre las religiones del mundo. Y, sin embargo, es letal para la fe. En efecto, la fe pierde su carácter vinculante y su seriedad si todo se reduce a símbolos intercambiables en el fondo, capaces de remitirse sólo de lejos al inaccesible misterio de lo divino".
Dicho lo cual, denoto, padre Iraburu, una profunda contradicción entre la exhortación constante que se nos hace a evangelizar (véase Evangelii Gaudium) y a mantener a la Iglesia en un permanente estado de misión, y, al mismo tiempo, decir que musulmanes, hindúes, judíos y cristianos somos creyentes y adoramos al mismo Dios, y que no hay que hacer proselitismo (cuando, siendo nuestra religión la única auténtica, deberíamos tener un celo ardiente por ganar al mayor número de personas de otras religiones para la Iglesia católica, porque es ganarlos para Cristo). Dios le bendiga.
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JMI.-No está puramente imaginado lo que describe.
Es retrato del natural.
Pero Cristo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
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JMI.-Te lo pedimos, Padre, por nuestro Sr. Jesucristo,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
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JMI.-Habrá que adquirir libro tan interesante.
Gracias por informar.
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JMI.-¿Y quién se quedaba a cargo de InfoCatólica, eh?
Bendición +
Al recordar a los Mártires de Córdoba,como se conoce a un grupo de cristianos mozárabes,condenados a muerte por su fe bajo los reinados de Abderramán II y Mohamed I en el Emirato de Córdoba,de los cuales 35 eran clérigos de distinto tipo,sobre todo monjes,pero también diáconos y sacerdotes,y el resto,eran seglares,4 eran conversos,q provenían de familias completamente musulmanas,5 de matrimonios mixtos y 3, eran antiguos cristianos convertidos al islam q habían vuelto al seno de la Iglesia, quienes,desafiaron deliberadamente las leyes contra la blasfemia,la apostasía y el proselitismo cristiano,sabiendo,q les esperaba la muerte.
Estos martirios se conocen gracias a una única fuente,la hagiografía de Eulogio de Córdoba (q,fue el último en ser ejecutado)el cual registró la ejecución de 48cristianos,q,desafiaron la ley islámica. En su mayoría hicieron declaraciones públicas de rechazo del islam y proclamación de su cristianismo.
A propósito,valdría la pena,q mas de un “interreligioso”(buenistas,contemporizadores y todo vale,de los que viven del “altar” y advierten santurrona,mojigata y beatíficamente “Cuidaos de la Islamofobia, porq,el Islam,no es el Estado Islámico “, concluyendo,q los libros,q leyeron estos ex alumnos de colegios de curas y de monjas y docentes de institutos,profesorados y universidades católicas,releyeran la historia,(en homenaje a los millones de mártires) porq, pareciera q los libros, q supuestamente hojearon,tenían:o las hojas pegadas,o se las saltearon o estaban arrancadas,para evitar seguir confundiendo a los auditorios donde enseñan,ignorando a ojos vistas,q Jesús dijo“Nadie,va al Padre,sino,a través mío”( y no pueden afirmar negando la verdad q “el Corán es lo mismo q la Biblia”o,q es”la profética religión de la paz”o “todos le rezamos al mismo Dios”porq,tales no creen en el misterio de la Santísima Trinidad,la esencia de la revelación de Jesús )
«Señor, Dios omnipotente, verdadero consuelo de los que en ti esperan, remedio seguro de los que te temen y alegría perpetua de los que te aman: inflama, con el fuego de tu amor, nuestro corazón y, con la llama de tu caridad, abrasa hasta el fondo de nuestro pecho, para que podamos consumar el comenzado martirio; y así, vivo en nosotras el incendio de tu amor, desaparezca la atracción del pecado y se destruyan los falaces halagos de los vicios; para que, iluminadas por tu gracia, tengamos el valor de despreciar los deleites del mundo; y amarte, temerte, desearte y buscarte en todo momento, con pureza de intención y con deseo sincero.
«...Sé nuestro auxilio poderoso contra las huestes del demonio y de nuestros enemigos. Para nuestra defensa, embraza el escudo de tu divinidad y manténnos en la resolución de seguir luchando valientemente por ti hasta la muerte". AMÉN.
Muchísimas gracias Padre Iraburu por este maravilloso post. Que el Espíritu Santo lo siga iluminando para que quienes lo leemos seamos iluminados a través suyo. ¡¡¡Cuánto bien nos hacen sus escritos!!!
SAN EULOGIO RUEGA POR NOSOTROS.
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JMI.-De parte de San Eulogio le doy su bendición +
Mis oraciones y pido a Dios y a la Virgen la fe y esperanza para afrontar los tiempos que nos tocan.
Todavía no lo somos (tiempo al tiempo) en el sentido literal de mozárabe:
-Cristianos viviendo en tierra cristiana invadida y dominada por musulmanes hasta su liberación.
Lo que ya si somos, por analogía, es "mozaliberales":
-Cristianos viviendo en tierra cristiana dominada por liberales
Los cristianos españoles fueron invadidos por los musulmanes tras la traición del Conde D. Julián y el Obispo D. Oppas, y por la incapacidad del Rey D. Rodrigo de defender el reino. Tras la invasión los hispanos fueron sometidos a un largo periodo de tiranía agarena que costó ocho siglos para la total liberación.
Mientras, aunque muchos se acomodaron a los dominadores, abandonando la fe y apostatando e islamizándose, muchos otros siguieron manteniendo le cristianismo, a pesar de las persecuciones que sufrieron. Estos mozárabes, aunque influenciados por el ambiente en que vivían, mantuvieron el espíritu libre.
Usando las idea expuesta por García Serrano, el bueno, en uno de sus ingeniosos artículos artículos, yo me permito, extrapolando, comparar situaciones buscando otros tipos representativos de una nueva invasión ajena al espíritu de España y al servicio de intereses extraños : la invasión liberal.
También aquí un obispo, el cardenal Tarancón, y un Duque, el de Suárez son elementos paradigmáticos del tipo de personajes que colaboraron con la invasión. Y conectan directamente con el obispo Oppas y el conde D. Julián
El tercer protagonista responsable de la invasión ismailita no es extrapolable porque D. Rodrígo, a pesar de su ineptitud no fue ni un traidor ni un colaboracionista. Bueno, quizá si hay otro paralelismo, además de la ineptitud: Sacrificar a España y los españoles a los intereses dinásticos familiares
Lamentablemente los mozaliberales somos mucho más colaboracionistas y menos valientes que los mozárabes, y a diferencia de éstos no somos capaces, de mantener una extensa cultura cristiana dentro del sistema liberal
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JMI.-En línea y media puede plantearse una cuestión que necesitaría varias páginas para tener una respuesta exacta y completa.
La participación plena de la naturaleza divina, del conocimiento de Dios, de la caridad de la Sma. Trinidad, de la filiación divina por la comunicación del Espíritu Santo, la tienen los cristianos, que han creído en Cristo Salvador y que han renacido como hijos de Dios por el agua y el Espíritu.
Al otro extremo, en un sentido muy amplio, todo hombre es criatura de Dios Creador, y en ese sentido es su hijo. También los musulmanes, por supuesto.
Gracias por el post.
Padre Iraburu es ud. Impecable. Abrazo en Cristo.
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JMI.-Bueno, eso de "impecable"... Hoy mismo he confesado mis pecados y he recibido el perdón sacramental de Dios misericordioso.
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JMI.-Gracias por su exacta información.
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JMI.-Bendición +
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JMI.-Quod gratis asseritur, gratis negatur.
Me gustaría que estuviera abierto a comentarios su post sobre judaísmo.
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