(346) Sínodo 2015. Relatio final 62-63: la anticoncepción sigue (I)
–¿Cómo que sigue?
–Quiero decir que el Sínodo 2015 no enfrenta con fuerza la peste de la anticoncepción.
Poco después del Concilio Vaticano II, se produjo una gran crisis en torno a la encíclica Humanæ vitæ (1968) del papa Pablo VI, en la que afirma que en el matrimonio es indisociable el amor y la apertura a la procreación, al mismo tiempo que condena en forma absoluta toda forma de anticoncepción artificial: ésta es en el matrimonio intrínseca y gravemente pecaminosa, y ninguna circunstancia puede hacerla lícita. Hubo muchas otras crisis graves –el Catecismo holandés, el Concilio pastoral de Holanda (1967-1969) y otras–. Pero la resistencia intraeclesial y mundial contra la Humanæ vitæ fue, y sigue siendo, especialmente escandalosa. Merece la pena que hagamos un poco de historia.
Pablo VI tiene plena conciencia de que su encíclica sólo confirma «la doctrina de la Iglesia» sobre el matrimonio. Muchos teólogos y no pocos Obispos, desde años antes, habían logrado generar un estado de opinión favorable a la aceptación moral –en ciertas condiciones– del uso de los anticonceptivos, por esos años notablemente perfeccionados y difundidos en la sociedad. Y ése fue también el dictamen de las Comisiones asesoras del Papa previas a la encíclica.
Pero para sorpresa e indignación de muchos, el Papa, fortalecido por Cristo en la fe, reafirmó la doctrina de la Iglesia Católica.«En virtud del mandato que Cristo Nos confió» (6), enseña «la doctrina moral sobre el matrimonio propuesta por el Magisterio de la Iglesia con constante firmeza» (6). Enseña «la doctrina de la Iglesia» sobre el matrimonio (20, 28, 31). Pero en tan gravísima situación, el Beato Pablo VI, sabiendo muy bien que en el mundo y también en la Iglesia las mayorías le son contrarias, continúa y confirma la doctrina católica con la autoridad de su Magisterio supremo, que esta vez actúa ex sese, más bien que ex consensu Ecclesiæ, según los términos del Vaticano I.
La Humanæ vitæ continúa en perfecta homogeneidad la enseñanza de la Tradición, de la Casti connubii (Pío XI, 1930) y con las enseñanzas de Pío XII; las mismas que San Juan Pablo II declara más tarde en la exhortación postsinodal Familiaris consortio (1981) y en el Catecismo de la Iglesia Católica (1992).
Publicada la encíclica, inmediatamente se le viene encima a Pablo VI el mundo y buena parte de la Iglesia, como ya él se lo esperaba: «Se puede prever que estas enseñanzas no serán quizá fácilmente aceptadas por todos: son demasiadas las voces –ampliadas por los modernos medios de propaganda– que están en contraste con la de la Iglesia» (HV 18).
Antes de la Humanæ vitæ la grave maldad de la anticoncepción era doctrina común enseñada por los moralistas católicos y también por los protestantes. El P. Bernhard Häring, redentorista alemán (1912-1988), por ejemplo, en su obra La Ley de Cristo (I-II, Barcelona, Herder 19654), que fue considerada como una renovación de la teología moral clásica, enseña que el uso de preservativos «profana las relaciones conyugales».
Del onanismo dice –refiriéndose al mal uso del matrimonio– que «sería absurdo pretender que tal proceder se justifica como fomento del mutuo amor. Según San Agustín, no hay allí amor conyugal, puesto que la mujer queda envilecida a la condición de una prostituta» (II,318). Por el contrario, «la continencia periódica respeta la naturaleza del acto conyugal y se diferencia esencialmente del uso antinatural del matrimonio» (316).
Pero por esos años se difunden expectivas generalizadas de que la Iglesia Católica cambiará su doctrina, como lo habían hecho ya no pocas confesiones protestantes. El cambio doctrinal en éstas se inicia en 1930, cuando en la Conferencia de Lambeth los obispos anglicanos aceptan el uso de los anticonceptivos en ciertas situaciones. El cambio fue logrado por una minoría muy activa, liderada por el portavoz de la Comunión anglicana en Londres, Reverendo William R. Inge, miembro de la Sociedad de Eugenesia inglesa, admirador de la obra de Margaret Sanger Woman and The New Race (1920). Gran parte de las comunidades protestantes «liberales» hacen suyo el cambio doctrinal, presionadas hábilmente por este lobby progresista.
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La Humanæ vitæ fue pésimamente recibida. La resistencia a «la doctrina de la Iglesia», concretamente en lo relativo a la anticoncepción, se manifestó en seguida: una rebeldía no sólo latente, sino patente y escandalosa. Mes y medio después de publicada, aunque parezca increíble,el P. Häring hace un llamamiento general a resistirla:
«Si el Papa merece admiración por su valentía en seguir su conciencia y tomar una decisión totalmente impopular, todo hombre o mujer responsable debe mostrar una sinceridad y una valentía de conciencia similares… El tono de la encíclica deja muy pocas esperanzas de que [un cambio doctrinal] suceda en vida del Papa Paulo… a menos que la reacción de toda la Iglesia le haga darse cuenta de que ha elegido equivocadamente a sus consultores y que los argumentos recomendados por ellos como sumamente apropiados para la mentalidad moderna [alude a HV 12] son simplemente inaceptables… Lo que se necesita ahora en la Iglesia es que todos hablen sin ambages, con toda franqueza, contra esas fuerzas reaccionarias» (La crisis de la encíclica. Oponerse puede y debe ser un servicio de amor hacia el Papa: «Common Weal» 88, nº20, 6-IX-1968; art. reproducido en muchas revistas católicas, como la de los jesuitas de Chile, «Mensaje» 173, X-1968, 477-488).
La coalición contra la Humanæ vitæ invade en seguida gran parte de las cátedras y publicaciones católicas. Una declaración, por ejemplo, de la Universidad Católica de Washington, encabezada por el P. Charles Curran, y apoyada por unos doscientos «teólogos», rechaza públicamente la doctrina de la encíclica contraria a la anticoncepción («Informations Catholiques Internationales», n. 317-318, 1968, suppl. p.XIV). Luego lo veremos con más detalle. Este rechazo de la doctrina católica sigue vigente hoy en gran parte de la Iglesia católica.
La oposición de algunas Conferencias episcopales fue especialmente escandalosa. En 1968 se produce en Francia, y un poco en todo el mundo, la Revolución de mayo. Y ese mismo año, en julio, estalla en la Iglesia la crisis de la Humanæ vitæ. Es un momento en el que se hace obligatorio poner la esperanza en la rebeldía y el cambio. La resistencia de algunos Episcopados, expresada normalmente en formas reticentes y ambiguas, va a tener una consecuencia histórica enorme. La descristianización del Occidente recibe en esta ocasión un gran impulso. Con diversos matices y argumentos, varios Episcopados, como los de Alemania occidental, Austria, Bélgica, Canadá, Escandinavia, Francia, Holanda, Indonesia, Inglaterra y Gales, Rodhesia, aunque en esa hora crítica aceptan doctrinalmente la encíclica, consideran pastoralmente que, al no ser una declaración pontificia infalible, no cabe excluir absolutamente un posible disentimiento, de modo que, en casos gravemente conflictivos, será preciso remitir el discernimiento del problema a la propia conciencia de los cónyuges. Así, por ejemplo, los Obispos escandinavos: «que ninguno, por tanto, sea considerado como mal católico por la sola razón de un tal disentimiento».
Todavía en esos años, sin embargo, la mayoría de los Episcopados católicos declara su aceptación de la encíclica, pero gran parte de ellos, cada vez más, tolera pasivamente la disidencia. El P. Marcelino Zalba, S.J., cuyo informe fue decisivo para la elaboración de la Humanæ vitæ, en su estudio Las Conferencias episcopales ante la Humanæ vitæ (Cio, Madrid 1971, pg. 192), afirma que si se mira el número de Obispos de las diversas Conferencias, se aprecia que son muchos más los Obispos que aceptan claramente la inmoralidad absoluta de la contracepción que aquellos que se muestran reservados o reticentes: «hemos calculado grosso modo que [son] unos 1.300 frente a unos 300-350» (Zalba, pg. 192).
Sin embargo, la resistencia activa o pasiva a la doctrina de la Iglesia, promovida sobre todo por las Iglesias locales de los países más ricos e influyentes de la Iglesia, irá consiguiendo que la disidencia contra la moral conyugal católica, más o menos acentuada, se vaya haciendo en esos años primero lícita, y poco más tarde casi obligatoria para los católicos ilustrados o para cualquier movimiento de renovación y vanguardia. Más bien será la ortodoxia doctrinal la que se vea proscrita casi en todas partes.
La doctrina católica del Magisterio apostólico afirma con toda claridad que «es intrínsecamente mala “toda acción que se proponga como fin o como medio hacer imposible la procreación”» (Catecismo 2370; cf. Humanæ vitæ 14). Pero muchos, hasta el día de hoy, siguen alegando argumentos teológicos –conflicto de deberes, mal menor, primacía de la conciencia, ideal y gradualidad, etc.–, hasta conseguir que se afirme lo contrario de lo que la Iglesia ha enseñado siempre y hoy enseña con absoluta firmeza. Son muchos hoy los que, hablando o callando, enseñan a los matrimonios para que puedan cometer habitualmente un grave pecado con toda paz, sin gravar su conciencia.
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El «caso Washington», antes aludido, es muy especialmente significativo. George Weigel informa detalladamente cómo fue la crisis de la Humanæ vitæ en la archidiócesis de Washington, y concretamente en su Catholic University of America, donde, ya antes de publicarse la encíclica, se había centrado la impugnación del Magisterio (El coraje de ser católico, Planeta, Barcelona 2003,73-77).
«Tras varios avisos, el arzobispo local, el cardenal Patrick O’Boyle, sancionó a diecinueve sacerdotes. Las penas impuestas por el cardenal O’Boyle variaron de sacerdote a sacerdote, pero incluían la suspensión del ministerio en varios casos».
Los sacerdotes sancionados apelan a Roma, y la Congregación del Clero, en abril de 1971, recomienda «urgentemente» al arzobispo de Washington que levante las aludidas sanciones, sin exigir de los sacerdotes una previa retractación o adhesión pública a la doctrina católica de la encíclica. Esta decisión, inmediatamente aplicada, fue seguida de largas negociaciones entre el Cardenal O’Boyle y la Congregación romana.
«Según los recuerdos de algunos testigos presenciales, todos los implicados [en la negociación] entendían que Pablo VI quería que el “caso Washington” se zanjase sin retractación pública de los disidentes, pues el papa temía que insistir en ese punto llevara al cisma, a una fractura formal en la Iglesia de Washington, y quizá en todo Estados Unidos. El Papa, evidentemente, estaba dispuesto a tolerar la disidencia sobre un tema respecto al que había hecho unas declaraciones solemnes y autorizadas, con la esperanza de que llegase el día en que, en una atmósfera cultural y eclesiástica más calmada, la verdadera enseñanza pudiera ser apreciada». Pero estos años de calma no llegaron nunca.
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La disidencia tolerada se impone. Casos como éste, y muchos otros análogos producidos sobre otras cuestiones en la Iglesia Católica, enseñaron a los Obispos, a los Rectores de seminarios y de Facultades teológicas, así como a los Superiores religiosos, que en la nueva situación creada no era necesario aplicar las sanciones previstas en la ley canónica a quienes en la docencia o en la predicación pastoral y catequética se oponen a la enseñanza de la Iglesia (Código de Derecho Canónico c.1371). Más aún, todos entendieron que era positivamente inconveniente defender del error al pueblo cristiano con estas sanciones, si ello podía traer escándalos o aunque solo fueran tensiones y conflictos en la convivencia eclesial. «Paz, paz» (Jer 4,10; 6,14; 9,8; Ez 13,10)…
También los profesores de teología, religiosos y laicos líderes aprendieron con estos acontecimientos que era posible impugnar públicamente graves doctrinas del Magisterio apostólico sin ninguna consecuencia negativa. Se hacía, pues, posible enseñar, predicar y escribir contra la doctrina propuesta solemnemente por el Papa como «doctrina de la Iglesia», sin que ello trajera sanción alguna. La presunta licitud de la disidencia corrió por los ambientes universitarios y pastorales de la Iglesia como una buena nueva de «libertad».
Conocí yo por ese tiempo el caso de un moralista que al publicarse la encíclica Humanæ vitæ resolvió en conciencia abandonar la enseñanza que venía impartiendo en una Facultad de Teología. Pero poco más tarde, viendo la deriva de la situación, decidió continuar en su docencia, al comprobar que estaba permitido disentir públicamente de la doctrina de la Iglesia.
La disidencia privilegiada da un paso más adelante. En pocos años la disidencia teológica, al menos dentro de ciertos límites, pasó de ser tolerada a ser privilegiada en bastantes medios eclesiales. Es la situación actualmente vigente en algunas Iglesias locales del Occidente.
El P. Häring (1912-1998), por citar el ejemplo de un disidente próspero, se jubila gloriosamente como profesor de la Academia Alfonsiana en 1987. Y todavía en 1989, exige que la doctrina católica sobre la anticoncepción se someta a consulta en la Iglesia, pues acerca de la misma «se encuentran en los polos opuestos dos modelos de pensamiento fundamentalmente diversos» («Ecclesia» 1989, 440-443). Dice la verdad: son modelos de pensamiento totalmente diversos e irreconciliables: el protestante y el católico. Y aún le queda ánimo para arremeter con todas sus fuerzas contra la encíclica Veritatis splendor (1993), especialmente en lo que ésta se refiere a la regulación de la natalidad: «no hay nada […] que pueda hacer pensar que se ha dejado a Pedro la misión de instruir a sus hermanos a propósito de una norma absoluta que prohibe en todo caso cualquier tipo de contracepción» («The Tablet» 23-X-1993).
La ortodoxia perseguida en la Iglesia es un fenómeno histórico inexorablemente unido a la disidencia o la herejía tolerada. En ese marco histórico el teólogo fiel a la doctrina y a la tradición de la Iglesia será generalmente estimado como representante lamentable de una teología caduca, superada, meramente repetitiva, ininteligible para el hombre de hoy, sea éste creyente o incrédulo. Por el contrario, el haber tenido «conflictos con la Congregación de la Fe, el antiguo Santo Oficio», marcará en el curriculum de los autores un sello de excelencia. Así ocurrió, por ejemplo, en el caso de un Schillebeeckx, otro disidente próspero, que antes de morir escribe Soy un teólogo feliz (Soc. Educ. Atenas, Madrid 1994).
«Tiempos recios», en la expresión de Santa Teresa (Vida 33,5).
«En estos tiempos son menester amigos fuertes de Dios para sustentar a los flacos» (15,5).
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El Cardenal Franjo Seper, croata, siendo Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, escribía en 1972 estas palabras al padre Mikvlich:
«Me causa gran gozo que esté usted empeñado en el buen combate de la ortodoxia en materia de educación religiosa. No hay duda de que […] se han traspasado todos los límites de lo tolerable. Hace poco tuve en las manos un “Catecismo” holandés, que no tenía nada que ver con la religión cristiana. […] Soy incapaz de adivinar cuánto tiempo durará entre los católicos la locura actual […] Pienso que un día nuestros católicos volverán a la razón. Pero, ¡ay!, me parece que los obispos, que han obtenido muchos poderes para ellos mismos en el Concilio, son muchas veces dignos de censura, porque, en esta crisis, no ejercen sus poderes como deberían. Roma está demasiado lejos para intervenir en todos los escándalos, y se obedece poco a Roma. Si todos los obispos se ocupasen seriamente de estas aberraciones, en el momento en que se producen, la situación sería diferente. Nuestra tarea en Roma es difícil, si no encuentra la cooperación de los obispos». Quejas semejantes expresó el Cardenal Ratzinger cuando era Prefecto de la Congregación de la Fe.
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La anticoncepción acaba imponiéndose en la mayoría de los matrimonios católicos, al menos en muchas Iglesias locales de Occidente. Podría resumirse esta operación degradante en tres pasos. 1º.-La pastoral se desvincula de la doctrina en estas cuestiones, de tal modo que se consigue derrotar el Magisterio apostólico de la Iglesia por la vía de los hechos. 2º.-La pastoral tolera la anticoncepción, guardando un silencio sistemático de la moral conyugal católica en la predicación, en el confesonario, en las publicaciones, en los cursillos prematrimoniales, donde, en el caso de que se mencione, sólo se ofrece, por ejemplo, la regulación natural de la fertilidad como una opción más –la menos viable– entre otras posibles, que la conciencia de los cónyuges debe elegir. 3º.-Combatir en el plano de la doctrina la moral conyugal católica se hace por tanto innecesario, porque, de hecho, ya se ha conseguido derrotarla por la vía pastoral. Así está el patio.
En 2003, el Obispo de San Agustín, en Florida (USA), Mons. Víctor Galeone, afirma en una pastoral sobre el matrimonio que «la práctica [de la anticoncepción] está tan extendida que afecta al 90% de las parejas casadas en algún momento de su matrimonio… No es un fallo suyo [de los cónyuges]. Con raras excepciones, debido a nuestro silencio, somos los obispos y sacerdotes los culpables».
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La anticoncepción, profanando el matrimonio y la familia, causa en ellos graves estragos. Es quizá su principal enemigo. Parece, pues, que la Iglesia en un Sínodo del matrimonio y de la familia tendría que denunciarla y combatirla con todas sus fuerzas. Pero no ha sido así, como lo veremos en el próximo artículo. La Relatio finalis en sus números 62 y 63, donde trata de La trasmissione della vita, nos hace pensar en un niño que se acerca a un tanque enemigo para atacarlo armado de un tirachinas.
No se llama a la conversión. Y la anticoncepción sigue.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
35 comentarios
En relación con este tema, y asumiendo que la Iglesia acepta la licitud de los medios naturales de regulación de la fertilidad, tengo la siguiente duda: si una pareja de cristianos desea casarse, pero por determinadas circunstancias (sociales, económicas, laborales...) aún y hasta dentro de unos cuantos años (pongamos 5 ó 6), no puede asumir responsablemente la llegada de un primer hijo, ¿le sería lícito a esa pareja casarse y hacer uso del matrimonio deliberadamente solo en los días infértiles hasta entonces; o estarían obligados a posponer su boda hasta el momento en que ya sí puedan asumir la llegada del primer hijo, y detrás de éste todos los que el Señor quiera mandarles?
Gracias.
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JMI.-No sé decirle. Tendría que conocer muchos más datos para arriesgar una opinión. En principio si hay "graves razones" tanto para demorar la venida de hijos con métodos naturales como para no demorar la boda, sino casarse ya, pienso que sería lícito.
Pero no hago estimación alguna de si en el caso al que alude se dan o no esas "graves razones". No puedo saberlo.
extraordinario Post para que nos sirva de ejemplo con lo que está sucediendo con el sínodo de la familia.
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JMI.-Mire usted la Gaudium et spes (Vat.) nn. 50, 51 87. La Iglesia dice que son los esposos los que han de formar un juicio recto en la paternidad responsable, "no a su antojo, sino siempre rigiéndose por la conciencia, que ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia" (50b). Que tengan o no consejero espiritual no es decisivo.
Saludos.
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JMI.-Hombre, toda, toda...
Lo triste es que en nuestro tiempo podemos decir que el "moralista" Haring ha triunfado en la práctica sobre el Papa Pablo.
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JMI.-El mismo Pablo VI responde a su objeción. Copio/pego de mi libro El matrimonio en Cristo (Fund. GRATIS DATE, Pamplona 2003, 3ª ed., pg. 111I).
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La Iglesia es coherente cuando admite la abstinencia periódica y rechaza la anticoncepción.
En efecto, «un acto de amor mutuo, que ha sido privado [en la anticoncepción] de ese poder de transmitir la vida que Dios Creador, según leyes peculiares, ha puesto en él, está en contradicción con el designio constitutivo del matrimonio y con la voluntad del Autor de la vida humana; usar, pues, de este don divino destruyendo su significado y su finalidad, aunque sólo sea parcialmente, es contradecir la naturaleza del hombre y de la mujer y sus más íntimas relaciones, y por lo mismo es también contradecir el designio de Dios y su voluntad.
«En cambio, usar el don del amor conyugal respetando las leyes del proceso generador [en el que la misma naturaleza, o por mejor decir Dios, ha dispuesto que los actos conyugales sean en su gran mayoría infecundos] significa reconocerse no señores de las fuentes de la vida, sino más bien administradores del designio establecido por el Creador» (Humanae vitae 13). No es, pues, lo mismo usar del matrimonio sólo en sus tiempos naturalmente infecundos, que usar de él «haciendo imposible la procreación» (HV 14), es decir, desvirtuándolo positivamente de su natural eficacia genésica. La diferencia antropológica y moral que existe entre lo uno y lo otro es «bastante más amplia y profunda de lo que habitualmente se cree, e implica en resumidas cuentas dos concepciones de la persona y de la sexualidad, que no pueden conciliarse entre sí» [32].
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Añado a lo anterior.
En la anticoncepción se violenta la naturaleza, desvirtuándola por medios químicos o físicos de su posible fecundidad. En los métodos naturales no se violenta la naturaleza, sino que se usa de sus naturales alternancias de fecundidad e infertilidad, y ((esto es también fundamental en la diferencia)) para hacerlo es necesario ejercitar la virtud de la castidad, observando una continencia periódica.
Pero si la Murmuración la Difamación y el Juicio temerario, son pecados motales, como estará la Gracia en personas, que cometén esos procedimientos.
Que inclusive nadie les cuentas los efectos toxicos para la Salud.Una Presentación de una hermana africana, que explico muy bien de acuerdo a lo que indica la Iglesia la ulilización de los metodos autorizados.
Hay que mirar las contraindicaciones!!!!!!, y para nosotros creyentes, el pecado mortal!!!!
Si en el matrimonio es pecado gravisimo con la mujer hacer fantasias sexuales esto es más grave.
El hedonismo!!!!Del que sali cuando me converti!!!y que le tome singular adversión.
Que Dios lo bendiga Padre y adelante, y su lucha por Cristo.Por la Iglesia, que mucho más grande que las personitas, empezando por mi que se mueven en ella.
Sin embargo, los padres sínodales, y muchos obispos, con poca vision, no han presentado la batalla contra la causa primera que ataca el corazón de la familia, sino que se han centrado en las consecuencias.
Si el diagnóstico malo, el tratamiento no curará la enfermedad o será peor. Esa es la principal consecuencia del desafortunado Sínodo que hemos padecido.
La moral sexual no gusta a los pastores, en mi opinión por dos motivos: el primero, porque no creen en la ayuda de la Gracia para vivir la verdad del matrimonio en los tiempos que vivimos. El segundo se deriva de éste:no atendieron la recomendación de Juan Pablo II de fomentar los centros de enseñanza de los métodos naturales en la Evangelium vitae, que han ido mejorando con los años. La mayoría de las diócesis carece de monitores bien formados en la fe, capaces de enseñar un modo fiable de reconocer la fertilidad femenina. O son muy escasos, y ejercen su tarea de parroquia en parroquia, como pueden, sin estar integrados en la pastoral familiar.
Gracias por el excelente análisis, padre Iraburu.
Sinceramente, si un matrimonio lo que pretende es "tirar por la calle de enmedio", no se complica y tira por la calle de enmedio "en condicions", -utliza anticonceptivos- que es lo que hace la generalidad. Creo que, al menos, de los que intentan ser fieles al plan de Dios, habría que presumir la buena fe, si no, no eligirían ese camino.
Y añado, que no suele hacer falta dirección del confesor para decidir con recta y verdadera conciencia en este asunto, pienso que es de las cuestiones en las que la voz de Dios se escucha nítidamente, con que uno se ponga un poco en disposición de oírla. La Gracia de estado que da Dios al matrimonio en estas cuestiones, es muy clara, gracias a Dios (valga la redundancia).
Pedro habló por boca de Montini, claramente.
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JMI.-Todos los grandes documentos pontificios del Bto. Pablo VI fueron de extrema calidad: Sacerdotalis coelibatus, Mysterium fidei, Humanae vitae, Marialis cultus, Evangelica testificatio, Poenitemini, etc. Una maravilla.
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JMI.-Me da lástima que se resista usted a la doctrina que tan claramente ha dado la Iglesia, especialmente a través del Bto. Pablo VI y San Juan Pablo II.
Ya veo que se fía usted más de su juicio que del Magisterio apostólico.
Lo único que puedo hacer es llamarlo a conversión.
A ella se llega sobre todo por la humildad y la oración de petición.
Me parece un post excelente.
Quiero ilustrarlo con una experiencia personal.
Ya hace unos cuantos años que contraje matrimonio. Asistí a los cursillos prematrimoniales preceptivos en una parroquia zaragozana. Todavía conservo el material impreso que se nos facilitó.
El cursillo era impartido por el párroco y grupos de matrimonios.
Pues bien, una de las enseñanzas que se impartían era la licitud de los medios anticonceptivos. Esto es gravísimo, pero lo peor fue que el uso del Diu constaba como uno de los métodos aceptables. Ante ello tuve una encendida diatriba con el párroco en la que yo le manifestaba que este método era claramente abortivo, pues impedía la anidación del óvulo ya fecundado en el útero. Me desautorizó públicamente diciendo que esto no estaba científicamente comprobado y uno de los matrimonios "catequistas", me preguntó que si acaso era del Opus Dei para pensar así.
En aquellos tiempos, pienso que ahora también, había muchos sacerdotes que defendían la licitud de la anticoncepción, pero todos sabían que el Papa sin ambigüedades no la aceptaba.
Desgraciadamente el panorama actual es justo el inverso, no digo que en este caso, pero sí en otros muchos referentes a la moral católica, por ello me gustaría que me respondiese a una duda que me corroe:
El Papa Benedicto XVI levantó la excomunión a los integrantes del movimiento creado por Monseñor Lefebre. Ante ello, si por alguna disposición tomada por el actual Pontífice, se llegase a la convicción moral de que no era conforme a la doctrina católica ¿podría asistirse a la Eucaristía y recibir los Sacramentos de sacerdotes adscritos a ese Instituto?¿serían válidos sus efectos?
Muchas gracias por su respuesta que no dudo será acertada.
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JMI.-Perdone, pero no acepto el supuesto que implica la pregunta: "si por alguna disposición tomada por el actual Pontífice, se llegase a la convicción moral de que no era conforme a la doctrina católica"...
Esto que lo sabe cualquier dueño de una tienda de ultramarinos, parece que se empeñan en ignorarlo sistemáticamente en Roma. Pero claro en Roma es muy fácil camuflar la estulticia, la cobardía o la negligencia diciendo que Dios sabe mas. Dios sabe mas siempre si, pero todos tenemos que hacer nuestro trabajo, todos. Incluida la curia.
Son muy buenas sus obras Selectas de la Editorial MEC;Compartiendo la Limpieza, de Dios, bienaventurados los limpios de Corazon porque verá a Dios, el amor en un matrimonio aumenta con la edad, con las numerosas contradicciones llevadas codo a codo en la vida.
Todo lo negativo en la Iglesia lleva a una afirmación rotunda, el conocimiento del Señor, y con su Gracia, ir para adelante, es excelente como explica la formación de un hombre y de una mujer, y de los hijos.
Es evidente que en esté camino, el Santo Padre Philipon, asi lo llama el Padre Royo Marín en su prologo, se necesita un maestro,y que sea muy bueno, para comenzar este camino, en los Dones del espiritu Santo.No son un NO, es un SI, rotundo!!!!!!Faltan Maestros conclusión.
Muchas Gracias padre y que Dios lo bendiga.
¿Debo volverme a confesar de ese pecado? Aquel confesor me dijo que no podía absolverme de eso porque no era objetivamente pecado sino una cosa subjetiva mía, ¿estoy realmente perdonado? ¿Vuelvo a repetir el pecado que cometí cuando me vuelva a confesar?
Estas cosas resultan muy violentas para los fieles... Gracias por su consejo.
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JMI.-Si le dio la absolución, su pecado quedó perdonado, aunque el pobre cura no creyera que tal cosa fuera pecado. Pobre hombre.
Si no se la dio, tendrá que confesar y recibir la absolución.
De todas formas, y por si acaso, volveré a enunciar mi pecado contraconceptivo en la próxima confesión y que sea lo que Dios quiera (nunca mejor dicho). En el resto de cosas me fue orientando de acuerdo a la recta doctrina, todo hay que decirlo.
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JMI.-Si le dio "un perdón general", está perdonado.
Que él no lo crea pecado, eso es cosa suya. Dios lo perdone.
Lo que no vale es pasarse de frenada y no aceptar el Magisterio por el otro extremo, y luego pensar que tener relaciones no importa el día del ciclo, esté bien. "O somos o no somos!!".
(Creo que igual de corrosivo para la familia cristiana ser pro anticonceptivos que no aceptar el Magisterio).
el art. 334 de dicho Código, lo cual constituye una discriminación de la especie humana respecto de esas otras especies que infringe el art. 14 de la Constitución y ocasiona a los productores de alimentos infantiles
un serio lucro cesante indemnizable por el Estado, que podría resarcirse decomisando los ingresos obtenidos por la venta de anticonceptivos.
1) Los "paganos" hacen lo que quieren porque en nada creen. O creen en otras cosas.
2) Gran parte de los autollamados "católicos"(una cosa es decir serlo y otra serlo) usan metodos prohibidos por la Iglesia. En este tema como en otros hacen lo que quieren
3) Una pequeña cantidad de católicos que procura obedecer a la Iglesia, usa los métodos naturales con mentalidad anticonceptiva siendo entonces igual de malo que cualquier otro. El comentario de Juan Miguel no estaría en esa parte tan desencaminado. S.Juan Pablo II hablo bastante del tema. Podría hacer un corta y pega pero es muy largo...y facil de encontrar. Los métodos naturales no son de uso arbitrario para tener los hijos que se quiera. Eso es un error...y muy generalizado. Admito que es un tema complicado.
4) Por último pocos católicos ya, tienen una actitud abierta a la vida y o bien no usan nada o lo hacen correctamente.
5) Los religiosos se pueden clasifiar en los grupos del uno al cuatro.
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JMI.-Y "el que busca, halla". Palabra de Cristo.
BUSCA movido por la gracia de Dios.
Y la gracia de Dios le concede HALLAR.
Bendigamos al Señor, porque es eterna su misericordia.
La confusión era bárbara. Se decía que mientras fueran métodos barrera o píldoras anovulatorias no abortivas eran lícitos, incluso lo responsable, porque se partía de que era muy difícil sino imposible pedir castidad a un matrimonio (o pareja, puesto que algunos ya convivían) e incluso que el amor conyugal estaba por encima de todo eso...
Creo que el error pastoral partía de no entender como decía San Juan Pablo II la "gramática de las relaciones conyugales", planteando la castidad como restricción en lugar de como afirmación gozosa.
Yo sí soy creyente, y tampoco lo entiendo -me he leído todos los argumentos, y no me convencen, que le vamos a hacer-, pero acepto la doctrina de la Iglesia.
Además, me parece que no es para tanto, hay un montón de mujeres en Alemania, por ejemplo, que usan métodos naturales de regulación de la natalidad por motivos naturistas-ecologistas-antipastillas, etc.
Supongo que no peca el cónyuge que no usa anticonceptivos, y que trata de convencer al otro -sin éxito- para hacer lo propio.
Le pregunto aquí porque tratar de hacer una consulta similar a un cura en un confesionario es como tirar los dados, o echarlo a suertes, cada uno defiende una cosa distinta.
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JMI.-PERDÓN POR MI RETRASO, pero he pasado la mañana con un informático, atendiendo unos cambios en la web de Fund. GRATIS DATE.
Respondo a su consulta transcribiéndole el nº 13 del Vademécum para los confesores sobre algunos temas de moral conyugal - Pontificio Consejo para la Familia:
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13. Presentan una dificultad especial los casos de cooperación al pecado del cónyuge que voluntariamente hace infecundo el acto unitivo. En primer lugar, es necesario distinguir la cooperación propiamente dicha de la violencia o de la injusta imposición por parte de uno de los cónyuges, a la cual el otro no se puede oponer. Tal cooperación puede ser lícita cuando se dan conjuntamente estas tres condiciones:
1.-la acción del cónyuge cooperante no sea en sí misma ilícita;
2.-existan motivos proporcionalmente graves para cooperar al pecado del cónyuge;
3.-se procure ayudar al cónyuge (pacientemente, con la oración, con la caridad, con el diálogo: no necesariamente en aquel momento, ni en cada ocasión) a desistir de tal conducta.
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Oración y bendición por usted(es) + JMI
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JMI.-El padre de la mentira está feliz con lo que usted ha escrito.
Eso es lo que él piensa, exactamente.
La doctrina católica del Magisterio apostólico afirma con toda claridad que «es intrínsecamente mala “toda acción que se proponga como fin o como medio hacer imposible la procreación”» (Catecismo 2370; cf. Humanæ vitæ 14). Pero muchos, hasta el día de hoy, siguen alegando argumentos teológicos –conflicto de deberes, mal menor, primacía de la conciencia, ideal y gradualidad, etc.–, hasta conseguir que se afirme lo contrario de lo que la Iglesia ha enseñado siempre y hoy enseña con absoluta firmeza. Son muchos hoy los que, hablando o callando, enseñan a los matrimonios para que puedan cometer habitualmente un grave pecado con toda paz, sin gravar su conciencia.
Gracias por sus reflexiones.
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JMI.-Todo el texto que va en el párrafo que usted reproduce es texto mío, menos lo que va entrecomillado, desde «es intrínsecamente mala .... hasta la procreación”». Esa frase entrecomillada, del Catecismo, incluye dentro de ella una frase de la Humanae vitae. Doy cita de los dos, 2370 y 14, respectivamente.
Es un modo correcto de hacer citas.
Me encuentro en una situación similar. Llevo cuatro años intentando convencer a mi mujer que no use métodos anticonceptivos, ella no es creyente (yo me he negado siempre a usar el preservativo). Ella no me pide que yo use el preservativo pero tras tener 6 hijos, hace cuatro años decidió tomar la píldora porque no entiende la visión de la Iglesia y dice que por el momento ya hemos sido generosos. Tampoco se cierra a que si nuestras circunstancias cambian podamos tener más hijos.
Yo hasta ahora no me he sentido cómodo en esta situación negándome incluso en momentos, a mantener relaciones, pues no tengo argumentos humanos para explicarle por qué la Iglesia dice no a la anticoncepción y tampoco quiero ir en contra de lo que me han enseñado
Entiendo que mientras yo no use métodos anticonceptivos y haga las oportunas correcciones en el momento indicado y rece por nuestro matrimonio, podemos seguir en esta situación.
Su respuesta me da nueva perspectiva.
Muchas gracias por su labor.
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JMI.-Bendigamos al Señor.
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JMI.-Ya ve (más arriba, comentario: una duda) las tres normas que da el Vademécum del Pontificio Consejo para la Familia. El modo como aplicarlas en concreto... no puedo yo decírselo, eso, pidiendo luz al Señor, tiene que discernirlo usted que conoce a su esposa y sus circunstancias.
Imagínese que estamos bastante confundidos en lo referido a derechos de autor. Encontramos abundante material edificante en la web (textos de santos, de teólogos católicos, de filósofos católicos, historiadores, etc.), pero nos abstenemos de usarlo porque no queremos pecar. Algunos creen que no es pecado, pues nuestra intención no es el lucro (algo así como coger el libro de una biblioteca, que no es ilegal), o porque son textos por los que no se debe cobrar (que los santos, si pudieran, regalan los suyos); pero otros consideran que, indirectamente, pecamos al apoyar la ilegalidad y lesionar los legítimos derechos de los dueños de los derechos de esas obras. Por ejemplo, las obras completas de santa Teresa de Jesús, algunos de Ratzinger o el libro de Fundamentos del profesor Millán Puelles (este último que no conseguimos en las bibliotecas públicas ni en las librerías de Colombia, salvo en versión electrónica, muy caro), están en una web que se dice católica, completos, pero no sabemos si es lícito o no. Padre, ¿podría por favor orientarnos sobre este tema?
Sea esta la oportunidad para agradecerle de corazón por Gratis Date.
Que Dios lo bendiga padre, que le de la gracia de cumplir fiel y perfectamente su voluntad.
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JMI.-No teniendo fin lucrativo, sino sólo para el uso personal o de un grupo, puede tranquilamente copiar-imprimir todos los textos que se hallan públicamente ofrecidos en internet. Sin ningún problema de conciencia.
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JMI.-Perdón por el retraso, pero es que por las noches tengo la costumbre de dormir, y veo al despertarme su mensaje. Pero a las 7 tengo también costumbre de hacer oración, y a las 8 voy a celebrar la Misa. O sea que cuando vuelva a las 9 intento contestarle. Por otra parte, la consulta que hace Ud. en un par de líneas no puede ser respondida brevemente.
Hasta luego.
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Ya estoy de vuelta.
1) Nunca he estudiado la cuestión por la que Ud. pregunta, y que yo sepa
2) no hay enseñanza del magisterio de la Iglesia sobre el asunto.
Las dos razones me impiden dar una opinión personal. Entiendo que es una "quaestio disputata". Le doy enlaces, en todo caso, a textos fide-dignos que tratan del tema. Más bien al parecer se inclinan por considerar inmorales las relaciones conyugales con preservativo en casos como el SIDA u otros análogos.
-El Card. Caffarra, primer Presid. del Inst. Juan Pablo II sobre el matrimonio y la familia. Sida: aspectos éticos generales.
-Mons. Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares, presidente muchos años del Inst. Juan Pablo II en España. Entrevista.
-Catholic.net en artículo tomado de la revista ARBIL, Moral y relaciones conyugales en casos de SIDA.
Conozco Seminaristas de la universidad Alfonsiana de Bogotá, verdaderamente "escandalizados" con lo que les enseñan... en cuanto a Moral. Tal vez han seguido doctrinas que la Iglesia ha tachado a algunos de los "modernistas" y eso no es lo que la gente está acostumbrada a vivir, cuando toda la vida han estado de buena voluntad buscando a Dios., así no sean muy preparados, pero es que Dios se muestra a los humildes, siempre!
1. Sería Materia de pecado grave si dos conyugues no tienen causas graves para espaciar un nuevo embarazo, y hacen uso de su matrimonio sólo en los dos infecundos, por razones egoistas.¡ Si no es pecador grave que sería, venial, imperfeccion . Creo yo que si ya que se cumpliria el fin unitivo de dicho acto sexual, mas no el procreativo por no querer tener, cuando si pueden procrear. Podrpia decir que hacer eso sería otra de las formas de caer en lujuria dentro del matrimonio, o sólo caigo en eso al usar anticonceptivos y tener sexo de forma antinatural.?
2. En las relaciones sexuales con anticonceptivos se cumpliría el fin unitivo, ya que es una relacion antinatural, o si y no el procreativo.
3. si un conyugue le niega a otro su debito conyugal, que valoracion moral tendria eso. Materia grave
Muchas gracias y estará en mis oraciones.!! Espero su respuesta que es para el prematrimonial que doy en dos semanas.
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JMI.-Perdone, pero en la Sala de Comentarios de este blog no puedo atender un Consultorio sobre estos temas. Le aconsejo dirigir sus consultas al excelente Centro de Orientación Familiar (COSPLAN) que tenemos en Pamplona. Allí le atenderán personas muy competentes en estas cuestiones, tanto desde el punto de vista médico, como doctrinal y moral.
www.cosplan.com
[email protected]
También podrán facilitarle materiales para ayudarle en su preciosa labor en ese curso Pre Matrimonial.
Me parece que algo así es lo que piensan muchos. Ciertamente un pensamiento ligero, lleno de errores, con mucho sentimiento y poco seso.
Otro problema grave es que no se entiende el significado de la palabra "natural" cuando se refiere a este tema. Se piensa en natural como opuesto a lo artificial, sin la intervención del hombre. Cuando la palabra natural aquí se refiere a algo muy diferente, se refiere a la naturaleza del acto, o sea, a lo que le es propio por su esencia misma. En el caso del acto sexual, es propio de su esencia la finalidad unitiva y fecundativa, y más aún, un acto que es privado del fin fecundativo por un acto positivo, resulta automáticamente privado del fin unitivo, por la naturaleza misma del acto. Luego deja de ser un acto de amor.
Lo anterior se aplica incluso a casos extremos, como el de que uno de los cónyuges está infectado de SIDA, que alguien le consultó anteriormente. Es verdad que esta cuestión no ha sido respondida directamente por el Magisterio, pero hay que decir que sí fue respondida una pregunta equivalente, que, mutatis mutandis, se puede aplicar a este caso. Me refiero al caso en que la vida de la mujer corre riesgo en caso de quedar embarazada. Se preguntó a la Congregación para la Doctrina de la Fe si en este caso sería lícito realizar la extirpación de útero, o la ligadura de trompas, a lo que dicha Congregación respondió que no: «a pesar de cualquier buena intención subjetiva de aquellos cuyas intervenciones se inspiran en la curación o prevención de una enfermedad física o mental, prevista o temida como resultado de un embarazo, tal esterilización queda absolutamente prohibida según la doctrina de la Iglesia.» Y explica: «los procedimientos arriba descritos no tienen carácter propiamente terapéutico, sino que se ponen en práctica para hacer estériles los futuros actos sexuales, de suyo fértiles, libremente realizados.»
La referencia es www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_31071994_uterine-isolation_sp.html
Ya entonces verás en qué queda eso de yo no lo veré pero mis hijos sí.
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