(332) Pecado –4. Pelagianismo histórico y actual
–Si eso es el pelagianismo, una gran parte de los bautizados en la Iglesia no son católicos, sino pelagianos.
–Cierto. Y si lee lo que sigue, se convencerá más de ello.
El mundo pre-cristiano apenas conoce la libertad del hombre, y tanto en los sistemas filosóficos como en los religiosos predominan los fatalismos deterministas de una u otra especie. Por el contrario, partiendo de la Revelación ya iniciada en Israel, y con muy pocos apoyos culturales, en Cristo, en la plenitud de los tiempos, es la Iglesia la que descubre (inventa) la libertad del hombre y la que difunde este conocimiento en todas las naciones. De ahí nace la cultura occidental, la que se ha mostrado en la historia como la más potente para transformar los pueblos y el mundo visible. Pues bien, en los siglos IV y V, después de la conversión de Constantino, se ve la Iglesia invadida por multitudes de neófitos, lo que trae consigo un descenso espiritual notable en relación con los precedentes siglos martiriales y heroicos.
–En esos años surge Pelagio (354-427), monje lego de origen británico, un hombre riguroso y ascético, que ante la mediocridad espiritual imperante, predica un moralismo muy optimista sobre las posibilidades éticas del hombre. San Agustín, el más fuerte de sus contradictores, resume así la doctrina pelagiana:
«Opinan que el hombre puede cumplir todos los mandamientos de Dios, sin su gracia. Dice [Pelagio] que a los hombres se les da la gracia para que con su libre albedrío puedan cumplir más fácilmente cuanto Dios les ha mandado. Y cuando dice “más fácilmente” quiere significar que los hombres, sin la gracia, pueden cumplir los mandamientos divinos, aunque les sea más difícil. [Èntienden que] La gracia de Dios, sin la que no podemos realizar ningún bien, es el libre albedrío que nuestra naturaleza recibió sin mérito alguno precedente. Dios, además, nos ayuda dándonos su ley y su enseñanza, para que sepamos qué debemos hacer y esperar. Pero no necesitamos el don de su Espíritu para realizar lo que sabemos que debemos hacer. Así mismo, los pelagianos desvirtúan las oraciones de la Iglesia [¿Para qué pedir a Dios lo que la voluntad del hombre puede conseguir por sí misma?]. Y pretenden que los niños nacen sin el vínculo del pecado original» (ML 42,47-48).
–El pelagianismo niega el pecado original. Niega que el hombre fuera constituido en santidad y justicia, y que el pecado de Adán, transmitido a sus descendientes por la generación, le hiciera perder la gracia de Dios, estableciéndolo en un estado de pecado, del que sólo puede salvarse con la asistencia de la gracia divina que le es ganada por Cristo. Cree, por el contrario, que la naturaleza del hombre está sana y que por sus propias fuerzas puede su libre albedrío mantenerse en el bien. Aprecia el buen ejemplo de Cristo y el valor de las enseñanzas del Evangelio, pero profesa un puro naturalismo, no poco afectado por la ética estoica.
Conocemos estas enseñanzas de Pelagio sobre todo por los escritos de sus discípulos principales, el presbítero Celestio y el obispo Juliano de Eclana. Y también a través de los doctores católicos que combatieron su doctrina, como San Jerónimo, el presbítero Orosio, San Agustín, San Próspero de Aquitania. Sus doctrinas fueron en principio aprobadas por varios obispos –Jerusalén, Cesearea, sínodo de Dióspolis (a.415)–, e incluso por el papa Zósimo (417-418).
La Iglesia rechaza muy pronto el pelagianismo con gran fuerza. En cuanto sus doctrinas fueron mejor conocidas, entiende la Iglesia que es absolutamente incompatible con las enseñanzas de la Sagrada Escritura y de la Tradición (435-442, Indiculus; 529, Orange II; 1547, Trento; 1794, Errores del Sínodo de Pistoya). Reproduzco sólo un fragmento del Indiculus, colección de proposiciones reunida al parecer en Roma por San Próspero de Aquitania, confirmada en el 500 por la Santa Sede romana (Dz 238-239):
«Dios obra sobre el libre albedrío en los corazones de los hombres, de tal modo que el santo pensamiento, la buena decisión y todo movimiento de buena voluntad procede de Dios, pues por Él podemos algún bien, y “sin Él no podemos nada” (Jn 15,5)» (cap. 6). Por tanto, «confesamos a Dios por autor de todos los buenos efectos y obras y de todos los esfuerzos y virtudes por los que, desde el inicio de la fe, se tiende a Dios, y no dudamos que todos los merecimientos del hombre son prevenidos por la gracia de Aquel por quien sucede que empecemos tanto a querer como a hacer algún bien (cf. Flp 2,13). Ahora bien, por este auxilio y don de Dios no se quita el libre albedrío, sino que se libera… [Y así Dios] obra, efectivamente, en nosotros que lo que Él quiere, nosotros lo queramos y hagamos, y no consiente que se quede ocioso en nosotros lo que nos dió [la voluntad libre] para ser ejercitado, y no para ser descuidado, de modo que seamos también nosotros cooperadores de la gracia de Dios» (cap. 9).
No me alargo aquí en la descripción del pelagianismo porque ya la hice en dos artículos de 2010:
(59) Grandes rebajas del cristianismo –III. pelagianismo actual. 1 (28-01-2010). -Pelagianismo. -Arrianismo y pelagianismo. -Pelagianismo silencioso. -Signos actuales del cristianismo pelagiano: -Pecado original. -Adulación del hombre. -Moralismo. -Eticismo naturalista. -Devaluación de la gracia, -de la oración de petición -de la Eucaristía y los sacramentos. -Sobrevaloración de terapias naturales.
(60) Grandes rebajas del cristianismo –y IV. pelagianismo actual. y 2 (31-01-2010). -El hombre a solas con el hombre. -Fuentes modernas del pelagianismo. -Karl Rahner, S. J. -Hans Küng. -«¿Rehabilitar a Pelagio?» -El pelagianismo actual en sus versiones principales: -roussoniano, -terapias naturales, -sincretista, -liberacionista. -Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios. -San Jerónimo.
* * *
–El pelagianismo niega la experiencia de los hombres. Niega lo que experimenta cualquier pagano consciente, como el poeta Ovidio (43 aC-17 dC): «video meliora proboque, deteriora sequor» (veo lo que es mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor: Metamorfosis VII,20). ¿Puede acaso haber algún hombre –algún ser racional– que niegue la realidad de esa situación mental y volitiva?… El pelagianismo niega lo que la historia informa acerca de todos los siglos conocidos. Niega lo que día a día comprobamos por los medios de comunicación sobre la vida de las personas y de las naciones: calamidades sin fin… Hay que reconocer que el optimismo antropológico pelagiano, negando la realidad patente del mundo humano, solamente puede ser profesado en un estado espiritual de estupidez muy profundo. Es capaz incluso de sorprenderse ante ciertos males acontecidos en el mundo: «¡que esto suceda en pleno siglo XX!»… ¿Y qué le ocurre al siglo XX para que en él sean inexplicables ciertos males enormes? Al siglo XX o al XXI o al VIII… Por lo demás, no se conoce siglo que haya superado al siglo XX en ateísmo, mártires cristianos, guerras, genocidios, millones de muertos por violencia humana, perversión del pensamiento, etc.
El pelagianismo, más aún, niega la doctrina y la experiencia cristiana. Niega lo que con mayor conciencia sabe y experimenta en su vida moral el cristiano: «no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero… Es el pecado que habita en mí» (Rm 7,14-25). Pablo y Ovidio dan testimonios netamente antipelagianos sin duda coincidentes: la naturaleza humana está terriblemente trastornada en pensamiento y voluntad, en sentimientos y obras; está herida, mortalmente enferma; es una naturaleza caída.
«Vosotros estabais muertos por vuestros delitos y pecados, en los que en otro tiempo habeis vivido, siguiendo el espíritu de este mundo, bajo el príncipe de las potestades aéreas [el diablo], bajo el espíritu que actúa en los hijos rebeldes; entre los cuales todos nosotros fuimos también contados en otro tiempo, y seguimos los deseos de nuestra carne [mundo-diablo-carne]… Pero Dios, por el gran amor con que nos amó… nos dió vida por Cristo: de gracia habéis sido salvados» (Ef 2,1-10; Trento: Dz 1511).
–Pero «el número de los necios es infinito» (Ecl 1,15). Resulta duro decirlo, pero es la verdad. Hoy, quizá por soberbia de especie humana, por ideologías filosóficas, por democratismo o por lo que sea, esta verdad patente suele mantenerse silenciada. Sin embargo, no por eso deja de ser verdadera. La descubre fácilmente la razón natural; pero además nos la enseña la Palabra divina: «ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran. Y qué estrecha es la puerta y que angosto el camino que lleva a la vida, y qué pocos son los que dan con ellos» (Mt 7,13). «Vosotros sois malos» (Mt 7,11). «Vosotros tenéis por padre al diablo, y queréis hacer los deseos de vuestro padre… Él es homicida desde el principio… Él es mentiroso y padre de la mentira. Si os digo la verdad ¿por qué no me creéis?» (Jn 8,41-46). Los autores espirituales, como Kempis, lo han dicho siempre: «son muchos los que oyen al mundo con más gusto que a Dios; y siguen con más facilidad sus inclinaciones carnales que la voluntad de Dios» (Imitación III,3,3).
–La condición defectuosa del género humano es algo excepcional dentro de la armonía general del cosmos. Los astros siguiendo sus órbitas con toda exactitud, las plantas germinando a su tiempo, los animales dando cumplimiento continuo a sus instintos naturales, toda la Creación es una obediencia universal al Creador. El hombre es la única criatura que desentona habitualmente en esta sinfonía, y en el que la desobediencia al Creador –es decir, a su propia naturaleza y vocación– es más frecuente que la obediencia. Así lo reconoce Santo Tomás, tan bondadoso y sereno en sus consideraciones:
«Sólo en el hombre parece darse el caso de que lo malo sea lo más frecuente (in solum autem hominibus malum videtur esse ut in pluribus); porque si recordamos que el bien del hombre, en cuanto tal, no es el bien del sentido, sino el bien de la razón, hemos de reconocer también que la mayoría de los hombres se guía por los sentidos, y no por la razón» (STh I,49, 3 ad5m). Ésa es la realidad, y por eso «los vicios se hallan en la mayor parte de los hombres» (I-II,71, 2 præt.3).
Todo esto, claro está, tiene consecuencias nefastas para la vida personal, familiar, social y cultural, pues «la sensualidad (fomes) no inclina al bien común, sino al bien particular» (I-II,91, 6 præt.3). Y si la verdadera prudencia es la única capaz de conducir al bien común, reconozcamos que «son muchos los hombres en quienes domina la prudencia de la carne» (I-II,93, 6 præt.2).
–Hago notar, de paso, que hoy hablar del estado indeciblemente malo de la raza humana está prohibido a los cristianos, incluso, en cierto grado, dentro de la misma Iglesia. No puede hablarse del pecado original, que muda al hombre en peor, en cuerpo y alma; que inclina su mente al error y su voluntad libre al mal; que lo hace cautivo del mundo y de su príncipe, el diablo. Hablar mal del hombre está permitido, e incluso recomendado en el mundo, en el cine y la literatura, en filosofía y psicoanálisis, en los medios de comunicación, en pintura o teatro. Es incluso una nota progresista. Está de moda. El anti-héroe es hoy el protagonista en gran parte de las manifestaciones artísticas y culturales del mundo secular. Pero por el contrario, queda prohibido hablar del profundo mal del hombre a la predicación cristiana, que por esa vía se ve descalificada. Y que por eso calla tanto esa verdad.
Es decir, todos pueden hoy hablar de los males profundos de la humanidad menos los Obispos, predicadores y teólogos. Y es que la doctrina cristiana ve la defectuosidad tremenda del ser humano en términos de «pecado» y de posible «castigo eterno». Y eso el mundo no lo aguanta. Más aún: es que el cristianismo afirma que la naturaleza humana pecadora no tiene remedio por sí misma, y requiere absolutamente un Salvador divino, con poderes sobre-humanos, que salve por pura gracia. Horror: eso es inadmisible para la soberbia del pensamiento actual mundano. Bien sabemos que toda la Escritura y la doctrina cristiana consideran siempre la miseria del hombre en el fondo permanente de la misericordia divina. Pero el mundo tampoco quiere saber nada de una salvación por gracia, por misericordia, por don gratuito de Dios. No reconociendo más que al hombre, se ve obligado a poner sólo en él sus esperanzas…O más bien, de hecho, su desesperación. «Acordaos de que un tiempo vosotros… estuvisteis sin Cristo… sin esperanza y sin Dios en el mundo» (Ef 2,11-12).
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El pelagianismo es una herejía permanente, hoy muy presente entre los bautizados. Al paso de los siglos se produce y reproduce en la Iglesia con formulaciones y palabras renovadas. Los pelagianos actuales no derivan, por supuesto, de Pelagio y de su ascetismo vigoroso, pero en su aceptación imbécil del optimismo antropológico del liberalismo, por ejemplo, de un Rousseau, coinciden con algunas tesis fundamentales del pelagianismo. Es fácil comprobar, concretamente, que ciertas orientaciones de la teología de la secularización y de la teología de la liberación están profundamente marcadas por el sello pelagiano.
Puede decirse, en general, que hay pelagianismo —cuando la predicación apremia la conducta ética de los hombres, sin aludir, o apenas, a la necesidad de la gracia de Cristo, como si ellos por sí solos pudieran ser buenos y honestos, y también eficaces en la transformación de la sociedad, con tal de que se empeñen en ello. Hay pelagianismo —cuando el cristianismo cae en el moralismo y se dejan a un lado los grandes temas dogmáticos, la Trinidad, la presencia eucarística, etc., de tal modo que la moral individual y social no aparecen necesariamente unidas al vivir en Cristo, en la fe y en la gracia, sino como adquisiciones logradas por la fuerza humana. Lo hay, en consecuencia, —cuando la Presencia divina vivificante, la misma fe, en una palabra, quedan devaluados, como elementos accesorios, no estrictamente necesarios para la salvación del hombre y de la sociedad.
Hay pelagianismo —cuando ya no se habla del pecado original, y de los destrozos enormes que causó y que sigue causando en la raza humana; es decir, cuando ya los hombres no son vistos como pecadores, absolutamente necesitados de salvación por gracia de Dios, sino como enfermos, curables en principio por terapias naturales. Hay pelagianismo —cuando la oración, concretamente la oración de petición, pasa a un segundo plano, se olvida o se niega (¿para qué pedir a Dios lo que el hombre puede conseguir por su propia voluntad?); —cuando falta el espíritu de acción de gracias y la alegría cristiana, humilde y esperanzada. Hay pelagianismo —cuando no hay vocaciones sacerdotales y religiosas; —cuando seadula al hombre (la juventud, la mujer, el obrero, el universitario, el científico o el intelectual), es decir, cuando el olvido sistemático del pecado original permite ignorar prácticamente que todo hombre (también si es joven, mujer, obrero, universitario, científico o intelectual) es indeciblemente miserable, falso, débil, sujeto al influjo del Maligno, y necesitado de salvación por gracia sobrenatural de Cristo.
Hay pelagianismo —cuando la Iglesia, la Eucaristía, los sacramentos y el culto litúrgico dejan de ser la clave de la transformación en Cristo de hombres y también de sociedades… Los que creen que su salvación es ante todo gracia de Cristo jamás se apartan de los manantiales litúrgicos de la gracia; pero los que esperan salvarse por sus propias fuerzas malviven alejados de estas fuentes –lo que, dicho sea al paso, no alarma especialmente a los pastores pelagianos–. El paso que sigue al alejamiento crónico de la Iglesia es simplemente la apostasía.
Es pelagiano el cristianismo —cuando se limita a proponer valoresmorales enseñados por Cristo –verdad, libertad, justicia, amor al prójimo, unidad, paz, etc., valores en buena parte admitidos por el mundo, al menos teóricamente–, pero que no afirma que Cristo mismo es «la verdad», y que sin él se pierde el hombre en el error (Jn 14,6); que sólo él «nos ha hecho libres» (Gál 5,1); que sólo por la fe en él alcanzamos «la justicia que procede de Dios» (Flp 3,9); que sólo él ha difundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo la fuerza del verdadero amor fraterno (Rm 5,5); que sólo él es capaz de congregar en la unidad a todos los hombres que andan dispersos, pues para eso dio su vida (Jn 11,52); y en fin, que sólamente «él es nuestra paz» (Ef 2,14).
El cristianismo es pelagiano —cuando laicos, sacerdotes y religiosos no pretenden la santidad, y aceptan pacíficamente como insuperable una mediocridad espiritual pestilente, a la que se creen con derecho. No intentan la santidad porque la estiman imposible, y es de necios pretender lo imposible. Y la creen imposible porque no cuentan con la gracia del Salvador omnipotente, sino con sus solas fuerzas humanas miserables. Esta optimista aceptación de la propia miseria personal puede conducir o bien a una alegría falsa y vulnerable –«me gusta cómo soy»–, o bien a la depresión, a la desesperación, e incluso al suicidio.
Es pelagiano el cristianismo —cuando sobrevalora los medios naturales puestos al servicio de la evangelización: edificios y bibliotecas, grandes organizaciones, «días», «jornadas», «semanas», «años» innumerables de esto y de lo otro, congresos y asambleas, carteles grandes, manuales o trípticos, comisiones y coordinadoras de las comisiones, pantallas gigantes, eventos incontables… «Por sus frutos los conoceréis» (Mt 7,20)… Parturient montes… David se despoja de la coraza que Saúl le ha prestado, y con una honda y unas piedras derriba al gigante Goliat (1Sam 17). «No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias»… (Lc 10,4).
Apestan a pelagianismo los ambientes cristianos —cuando sobrevaloran las terapias naturales, por ejemplo, cuando los Centros –antes Casas de Ejercicios o Noviciados– ahora ofertan una macedonia de frutas espirituales exóticas: eneagrama, reiki, cursillos y libros de autoayuda, sofrología, yoga, meditación transcendental, dinámica de grupos, zen, new age en alguna de sus innumerables versiones…
En vida de Pelagio, en 414, exige San Jerónimo a un amigo en una carta durísima «que no acojan a través de aquellos homúnculos [los pelagianos] el excremento o, por decir poco, la infamia de tan graves herejías. Allí donde se alaba la virtud y la santidad, que no tenga morada la vergüenza de la presunción diabólica y de una compañía obscena. Sepan los que prestan ayuda a hombres de esa calaña, que recogen a una multitud de herejes, y que son enemigos de Cristo y que alimentan a Sus adversarios» (ML 21,1147-1161).
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–Si hay pelagianismo cuando se dan los signos aludidos, debemos concluir que actualmente el naturalismo pelagiano es entre los cristianos la más fuerte tentación de error, al menos en el ambiente de los países ricos descristianizados. La negación del pecado original, la afirmación del hombre por sí mismo, la devaluación de la gracia de Cristo, y del mismo Cristo Salvador, es la raíz de todos los males que hoy se sufren en la Iglesia. Sencillamente, el pelagianismo es la apostasía de la fe cristiana.
«Podemos reconocer –escribía el profesor Canals en los años del Vaticano II– que en nuestros días, tras siglos de pensamiento y cultura ya emancipados de la inspiración cristiana, y mientras sería muy difícil advertir en los católicos el peligro de un pesimismo jansenista o de un predestinacionismo fatalista, es bastante general la ignorancia sobre los puntos más centrales de la salvación del hombre por la gracia de Jesucristo» (En torno al diálogo católico protestante, Barcelona, Herder 1966, 68). En efecto, según citaba la revista «30 días» (I-1991), en palabras del cardenal de Lubac, «nunca como hoy, a partir de los tiempos de san Agustín, que fueron también los de Pelagio, la idea de la gracia fue más ignorada». Y la revista citaba también al cardenal Ratzinger: «El error de Pelagio tiene muchos más seguidores en la Iglesia de hoy de lo que parecería a primera vista».
Efectivamente, en el proceso de descristianización de los últimos siglos, se ha ido produciendo una reducción del Evangelio a un eticismo voluntarista, de estilo pelagiano, que dio lugar primero a un moralismo individual y ascético, más bien semipelagiano, y que ahora ha derivado en un moralismo social, muy poco ascético y en gran medida estéril. En todo caso, antes y ahora, se trata de un moralismo propio de «los enemigos de la gracia de Cristo –como dice San Agustín–, que confían en su propia fuerza» (ML 33,764), y que ven más a Cristo como ejemplo que como causa de salvación.
Estos neopelagianos ya no captan la gratuidad de la gracia, ni ven tampoco que sólo el Espíritu Santo puede renovar la faz de la tierra, y no pueden entender muchos textos de la Escritura: «Estáis salvados por la gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir» (Ef 2,8-9). «Es Dios el que obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito» (Flp 3,13).
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La recuperación de la fe en el pecado original, es decir, en la necesidad de la gracia de Cristo, es absolutamente necesaria para que pueda producirse una nueva evangelización. El buenismo hacia el mundo y el hombre pecador, hoy tan apreciado, es absolutamente incapaz de evangelizar y suscitar conversiones. El cristianismo pelagiano lleva más bien a la apostasía; es decir, es ya apostasía. Hoy evangelizaremos realmente en la medida en que, al modo de Cristo o de San Pablo, seamos capaces de decirle al hombre actual que está perdido, que está gravemente enfermo, que está muerto, y que sólo en Dios puede hallar por gracia la salvación: la verdad, la vida, la bienaventuranza temporal y eterna.
«Todos, judíos y gentiles, nos hallamos bajo el pecado», dice el Apóstol; por tanto, «que todo el mundo se confiese culpable ante Dios» (Rm 3,9.19). «Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos, y la verdad no estaría en nosotros»; más aún, «dejaríamos a Dios por mentiroso» (1Jn 1,8-10). Esta es la realidad, que ningún hombre honrado puede negar: «Todos se extravían igualmente obstinados, no hay uno que obre bien, ni uno solo» (Sal 13,3). Todos debemos confesar con San Pablo: «no sé lo que hago; pues no pongo por obra lo que quiero, sino lo que detesto, eso hago… Es el pecado que habita en mí» (Rm 7,15-24).
Rechaza el Evangelio el hombre que no se reconoce como pecador, como un enfermo gravísimo, condenado a muerte, y que morirá, ciertamente, si no hace penitencia (Lc 13,3.5). Rechaza a Cristo el que se dice: «no estamos tan gravemente enfermos, no necesitamos medicinas y regímenes severos de vida, podemos y debemos vivir como todos, hacer de todo y vivir sin tantos cuidados y melindres morales». Engañan a los hombres, y antes se engañan a sí mismos, los que suprimen la misma palabra pecado, sustituyéndola por otros términos más tranquilizadores: «acciones desordenadas», «enfermedades de la conducta», «actitudes inadaptadas», «trastornos conductuales»… Si el pecado del hombre no es más que eso, con un poco más que progrese la medicina psicológica y la terapia sociológica se verá ya el hombre libre de sus males… No necesitamos, pues, al Salvador, ni a su Iglesia. No hay ninguna necesidad de hacer apostolado o de predicar el Evangelio en las misiones.
–Pero no: «el hombre, en estado de pecado, no puede cumplir, sin la gracia, los preceptos de la ley natural, ni siquiera según las exigencias de la ética natural, durante un período largo de tiempo». Así lo enseñan los teólogos católicos, como Maurizio Flick–Zoltan Alszeghy. El hombre «no ha perdido la libertad, ni es capaz tan sólo de cometer pecados; puede, con sus solas fuerzas naturales, realizar algunos actos moralmente buenos». Por otra parte, «la gracia es absolutamente necesaria para todo acto saludable [meritorio de vida eterna]; incluso para el comienzo de la justificación» (El Evangelio de la gracia, Salamanca, Sígueme 1967, 814). El hombre, pues, es un enfermo tan grave que no puede curarse a sí mismo de su mortal enfermedad. Necesita absolutamente la gracia divina para pasar de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz. Por eso dice Jesús: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). «Nadie va al Padre sino por mí» (14,6). Y esa verdad tan formidable exige reconocer esta otra verdad:
Hoy los hombres o viven en gracia de Dios o permanecen en el pecado. O crecen –conscientemente los fieles o inconscientemente los infieles– como hijos de Dios bajo el influjo de su gracia o se van desarrollando en formas más o menos monstruosas, es decir, en formas contrarias a su vocación propiamente humana, bajo el influjo del Maligno. En otras palabras: o con el auxilio de la gracia se van configurando a Cristo, fieles a su condición de «imágenes de Dios», o se van desfigurando y degradando en modos de ser y de obrar perversos.
José María Iraburu, sacerdote
Post post.– La Iglesia sabe desde el principio que pueden salvarse quienes no conocen ni a Cristo ni a la Iglesia, sacramento universal de salvación. Sabe desde el principio que «en toda nación el que teme a Dios y practica la justicia le es acepto» (Hch 10,35). Teme a Dios = cree en Dios. Practica la justicia = según la luz de su conciencia. Le es acepto = vive en su gracia. Lo mismo que en el Evangelio Cristo hace milagros de sanación por contacto, imponiendo las manos, por ejemplo, y los hace también a distancia, es Él también quien salva a todos los hombres que se salvan o bien por contacto, dentro de la sociedad de la Iglesia, o a distancia, fuera de sus límites sociales.
En todo caso, como dice el Vaticano II, «en esta obra tan grande, por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa la Iglesia» (SC 7). Ahora bien, estando este blog dedicado principalmente a lectores católicos, no he tratado aquí directamente la cuestión de la salvación de los no cristianos. Remito sobre tan grave cuestión a la síntesis de la doctrina católica que se da en el decreto Ad gentes (7-8) del Vaticano II y en la declaración Dominus Iesus (6-VIII-2000) de la Congregación de la Fe (19-22).
32 comentarios
Me ha encantado.
Voy a leerlo y releerlo unas cuantas veces y a repartirlo a unas cuantas personas.
Muchas gracias padre Iraburu por poner esta doctrina tan claramente explicada.
Que Dios le bendiga en su 80 cumpleaños (y que cumpla otros tantos...)
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JMI.-¿Otros tantos?...
No ponga límites a la misericordia de Dios.
Así le contestó León XIII, en sus 90 años, cuando un embajador le felicitó:
-Que cumpla SSantidad los cien años.
-No ponga límites a la misericordia de Dios.
Entonces, la Iglesia, entenderá que no hay mayor pecado original y por ende de origen que el de tergiversar el orden natural del poder del Dios Creador.
Y dado que ahora, y desde entonces en aquel Paraíso Terrenal perdido, todo crece y se multiplica en causa y efecto de la interna cópula carnal responsable; Entenderemos que es aquí dónde y cómo reside la causa y el efecto del llamado Pecado Original genéticamente transmitido de padres a hijos hasta nuestros días.
Pecado Original que ciertamente, por causa de esta interferencia de la cópula carnal en la original Creación de Dios; fruto maldito de este pecado nos hace nacer ya muertos, de alma y de cuerpo, incapaces de poder ascender a los cielos y salvarnos por nuestros propios medios, otros, que el poder de Dios. Para quien nada es imposible.
Viendo y considerando esto la revelación en el libro del Génesis resulta más fácil de entender y admitir.
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JMI.-Su explicación del Pecado Original es muy clara.
Sólo tiene un defecto: que es falsa. Es una herejía.
Los Santos Padres se hartaron de condenar como herejía las doctrinas que condenaban la unión sexual como mala y causa de la transmisión del pecado original.
La unión sexual hombre-mujer es buena, es creada y querida por Dios.
Hubo un montón de herejías antiguas que condenaban el matrimonio y la unión sexual como intrínsecamente malas.
Creo que era Jacques Benigne-Bossuet que decía que este error re-surge tanto porque es el pecado del Diablo, su especialidad, su intención: alejarnos de lo que nos sana y eleva, nuestra única posibilidad de victoria... la Gracia.
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JMI.-Exacto.
Oremus ad invicem!
Pregunta: "¿Eres cristiano?".
Y la mayoría responde: "Sí, soy cristiano".
Suspendido en religión, ya que la verdadera respuesta es:
"Sí, soy cristiano por la Gracia de Dios".
Jóvenes felices, sonrientes y que les gusta como son. No creo que eso sea incompatible con lo que aquí se afirma. A mi me gusta como soy, lo que no me hace olvidar que sin la Gracia de Dios ninguna de mis virtudes serviría para nada.
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JMI.-Ya siento que no lo entienda.
Quizá volviendo a leer el artículo...
Pero no se sienta obligado.
-Pues yo no tengo nada de qué arrepentirme.
Miedo y pena me dan, porque no saben ni el abc no de la vida cristiana, sino del más mínimo conocimiento natural de ellos mismos.
Ya lo decía un conocido mío que-aparentemente no era muy listo-La humildad sirve para todo.
Inmensas gracias Rev. Padre José María por tan acertado post. El gran enemigo de Dios en el mundo es la ignorancia, que es causa y como raíz de todos los males que envenenan los pueblos y perturban a muchas almas y sabemos bien que el mal que afecta a gran número de cristianos es la falta de formación doctrinal, es más, muchos están inficionados del error, enfermedad más grave que la misma ignorancia.
Dios le pague por sus escritos que calan en el alma y la socorren en esta batalla espiritual.
Carlos Reyes
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JMI.-Abrazo, Carlos, y bendición +
San Miguel arcángel, ruega por nosotros.
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JMI.-Esos términos tan tajantes no expresan la verdad de la Iglesia hoy.
Son falsos.
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JMI.-No debe opinar sobre lo que no conozco.
Cordial saludo y bendición +
La mayoría de los bautizados carecen de cultura religiosa (cosa que recuerdo que señalaba con alguna frecuencia Benedicto XVI). Pero es que probablemente carezcan también de comprensión lectora, y apenas sepan expresarse ni oralmente ni por escrito. Gente así, que está imposibilitada no ya solo para la adquisición de conocimientos concretos, sino incluso para hilar con una mínima dosis de acierto el pensamiento más elemental, lo que no es más que la legítima consecuencia de la carencia radical de herramientas con que ejercitarlo de que las nuevas generaciones adolecen, ¿cómo podrían los jóvenes superar su incultura religiosa sin superar a la vez su casi total desconocimiento de la cultura meramente mundana?
Es verdad que en los siglos pretéritos de fortaleza cristiana dentro de la sociedad, la mayoría de la grey era analfabeta, y sin embargo es sumamente probable que mucha de aquella gente tuviera mayores conocimientos en no pocos terrenos relacionados con aspectos importantes de la fe de los que pueda tener yo u otra gente de mi creo que aceptable nivel cultural. Pero las circunstancias eran otras, y los medios de distracción mucho menos variados, tanto en un sentido cuantitativo como cualitativo. Hablando en plata: había muchas menos chorradas con las que perder el tiempo.
En fin, perdóneme si me he excedido en el tamaño del comentario o si he desviado el tema hacia donde no corresponde. Pero reconozco que me gustaría conocer su opinión respecto de la cuestión que planteo, y le agradecería profundamente que me enlazara (caso de existir) algún artículo de usted en el que se trate específicamente ese asunto. Un fuerte abrazo en Jesucristo (aunque tras leer artículos como el de usted me da reparo mencionarlo porque se cobra especial conciencia de hasta qué punto uno es indigno incluso de escribir su nombre), y muchas felicidades por su reciente octogésimo aniversario. Ojalá servidor llegue en condiciones parecidas a los 80. Que Dios le bendiga. IHS
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JMI.-Creo un hecho indudable que la falta de formación doctrinal en uno de las más graves deficiencias de la Iglesia hoy. Falta de formación y muchas veces deformación, por doctrinas falsas. ¿Remedio? Obviamente, dar la buena doctrina y combatir eficazmente la falsa.
Oremos, oremos, oremos.
De Dios venimos y a Dios debemos regresar y sin Dios no somos nada, pero unidos a Dios, mediante Su Gracia, podemos recorrer el Camino de Regreso a Dios a buen ritmo, superando todos los hábitos, tendencias y estados de ánimo negativos. Mediante la gracia de Dios Padre y Su Hijo Jesucristo podemos vencer la tentación. Sin la gracia de Dios Padre-Hijo-Espíritu Santo, es imposible vencer la tentación. Esto es así y todos desde la sinceridad sabemos que es así.
La máxima expresión de Amor que podemos dar a los demás es haber recorrido al máximo el Camino de Regreso a Dios, el Camino de la Santidad, el Camino de la Salvación y que podamos trasmitir Paz a los demás porque estamos verdaderamente unidos a Dios. Así nos lo enseñó Nuestro Señor Jesucristo: “Mi Paz os dejo, mi Paz os doy”.
La gracia de Dios está asociada a Su infinita Justicia y Ecuanimidad. En la medida que avanzamos más en el Camino de regreso a Dios, más somos conscientes de ello. La clave de todo reside en los hábitos, tendencias y estados de ánimo y tenemos un gran trabajo y camino que recorrer para incinerar mediante el fuego de la meditación los malos y cultivar los buenos mediante la oración, meditación y el Amor a Dios y a los demás.
Que Dios siempre esté presente en cada momento de cada día y que nos ayude a avanzar a buen ritmo de regreso hacia Él.
Un abrazo.
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JMI.-La Virgen María nos lleve de la mano día a día.
Bendición+
Otra vez más, GRACIAS, con mayúsculas, por su artículo. Ud hace muy bien en denunciar y señalar, incluso con nombres y apellidos, dónde está el error (el pecado y la mentira), la herejía y la obra del demonio. Yo puedo captar, en la situación que vivimos en mi país, Venezuela (del cual seguro ya tiene noticia), y recordando su última charla sobre la "Oración de la Iglesia en tiempos de aflicción", las terribles consecuencias del pecado y de la apostasía de nosotros como pueblo. Pero la viga de mi ojo, no permite ver la brizna de paja en el ojo de mi hermano. He señalado ya en otros escritos a otras personas este hecho. Pero no puedo sino decir "yo pecador me confieso..." Yo formo parte con mi propio pecado, de esta sociedad apóstata. Solo el reconocimiento de todas sus citas de S.Pablo, y Evangelios ("sin Mi no pueden hacer nada..."), en forma muy dura, terminamos reconociendo que TODO es Gracia de Dios, nuestro Padre. Y allí arranca mi sed, deseo, necesidad, de estar a solas con Dios, orando, y la oración de alabanza y acción de gracias, por tantísimos dones recibidos (cada vez voy descubriendo más los caminos de la Divina Providencia), y de petición, que siempre estemos abiertos a recibir Su Gracia (y Su Espíritu), y de dejarnos guiar confiadamente por Él, "que todo lo puede", o que digamos como el Apóstol "todo lo puedo en Aquel que me conforta". Pido a María, Madre y Dispensadora de todas las Gracias" su interseción muy especial por mí, pecador, y nuestro país. Y pido a Ud una muy breve oración a Nuestro Padre y su Bendición.
Affm en Xto.
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JMI.-Oración y bendición +
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JMI.-Muy cierto.
Si no depende de nosotros : que es lo que divide a los hombres en buenos y malos.,
Es solo Dios el que elije a quien se la da y a quien no?
Quiero entender que sin ser pelagiano , algo tendra que estar en mis manos , aunque solo sea la decision de confiar en El
Y si hasta esto es poder de su gracia , ...........
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JMI.-Esas preguntas y muchas otras las tengo respondidas y explicadas en una serie que publiqué sobre "Gracia y libertad". Si mira en el índice de Reforma o apostasía, repase los artículos (56-75), se encuentra fácilmente, y veo si en alguno se da respuesta a sus interrogantes.
Seguro que sí.
No son temas que pueden responderse brevemente comentando un comentario.
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JMI.-Bendigamos al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Los de menos de 50 años, desgraciadamente de niños a veces no nos contaron nada sobre la salvación y la condenación.
Yo lo descubrí en unos Ejercicios, y me fascinó por la gracia de Dios. Con esa clave el cristianismo tiene sentido, si no es medio absurdo : ¿por qué hablar de un Salvador si no hay un pecado del que salvar?
Sin el conocimiento de uno mismo, que, no siendo teologo, es claro lo que Dice San Pablo"No hago el bién que quiero y si el mal que no quiero"Dios manda gracias, personas asisten a los psicologos, por angustia existencial, a la culpa le llaman complejo de culpa, como al remordimiento etcEs Dios que en muchos casos comienza actuar, y usted con su experiencia, en la dirección de almas sabe mucho más que yo.
Sonrie Dios te ama, sonrisas que son muecas, que no salén del interior del alma, que lleva,vida interior.Pura sensibleria, Dios ilumina la razón nunca la sensibilidad.
Es un tema clave todo el post está excelente!!!!!!
Muchas Gracias
Muchas Gracias.
Que Dios lo bendiga a Ud. y a su Familia.
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JMI.-Bendición +
El pelagianismo del que habla el P. Iraburu estaba totalmente ausente en el cristianismo de mis abuelos y de mis padres, razón por la cual es tan evidente para mi. No había optimismo antropológico en ellos sino una gran cautela porque el hombre es pecador, a la vez que una gran confianza en la misericordia divina y en la Gracia. Desde luego mis antepasados no eran analfabetos pero tampoco bachilleres, lo que no les impidió transmitir la fe en sus justos términos. Nada de lo que me dijeron es contrario a las enseñanzas de la Iglesia y tampoco omitieron lo sustancial.
Un sacerdote me dijo, pocos años ha, que el Credo de Nicea es "un tratado teológico" por lo que ahora no se reza en la misa y, sin embargo, mi madre en su ancianidad lo rezaba con unción. Desde luego la Trinidad es un misterio pero ella, desde la profundidad de su fe, lo decía con todo su pleno sentido.
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JMI.-Ya puede dar gracias a Dios.
Dad gracias a Dios porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
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A propósito de esto que usted dice, Padre, recuerdo muy bien que hará cosa de 25 años atrás un renombrado granbonete de la Iglesia escribía en un medio católico de gran tirada algo así como:
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"Ya no se les puede hablar a los fieles como les hablaba San Pablo. Ahora hay que hacerlo de otra manera, porque por su escasa formación (y ponía además otras razones que ya no recuerdo), no lo resistirían."
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Esto a mí me convenció. Eran los tiempos en que se intentaba una pastoral que trataba a los hombres como a imbéciles. La presunta "nueva evangelización" parecía tomada de la pedagogía de los jardines de infantes, pero bueno, ahí estaba, y había movimientos y obispos que alentaban tal discurso. Llegué incluso a pensar que si bien quienes habíamos recibido una formación más tradicional y recia no necesitábamos tales medicinas propias de débiles espirituales, en cambio la gran mayoría que había sido amasada por el influjo de los "media" debía ser abordada de esa manera.
No es que me agradaran tales métodos (siempre me produjeron una íntima repulsión), sino que de alguna manera trataba de justificar que desde la mismísima Jerarquía de la Iglesia se impugnara a San Pablo, nada menos.
Pasados los años y vistos los magrísimos frutos de tanta tontería vendida al precio de un apostolado auténtico, fui cambiando de parecer. Es que si no le dices a un miserable que es un miserable, el miserable, muy miserablemente por cierto, seguirá pensando que es un gran señor.
... seguirá pensando que es un gran señor. O bien que no lo es pero que se corregirá "a fuerza de voluntad propia". Ambas mentiras que ningún discurso buenista será capaz de conjurar.
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JMI.-Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Sólo quiero acotar que tambièn son neopelagianismo los valores Civicos y Militares de muchos patriotismos actuales, que no son sino un producto de la axiología, y que pretenden equiparar la Patria a Dios y el servicio a la Patria con el servicio a Dios. Cuando es obvio en muchos casos que no es sino manipulación ideológica contraria a los Valores Divinos y que pretende sutilmente eliminar la verdadera Moral Cristiana, ( me refiero a paises supuestamente de mayoría Católica).
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JMI.-Del tema hablo en un artículo que ya publiqué. Por si le interesa:
El patriotismo y la crisis actual (21-04-2012) -Sabemos muy poco de economía. -Estre todos hemos hecho un tremendo agujero en la economía. -Resultados. -Y ahora a cada recorte, una protesta. -Y aún hay gremios que exigen mejoras laborales. -Se ha perdido la noción de nación. -Hay sucedáneos del patriotismo. -El Estado totalitario se impone por la fuerza en sectores cada vez más amplios de la vida ciudadana. -Es verdad que pervive la filantropía de los agnósticos y la caridad de los cristianos. -Lo recortes del Estado totalitario son necesariamente traumáticos. -Solamente los patriotas ciudadanos de un pueblo pueden hacer sacrificios por su nación. -La virtud del patriotismo es nieta de la virtud de la justicia y es hija de la virtud de la piedad. -Todas estas palabras suenan hoy estridentes. -El patriotismo, despreciado en las naciones, en España está prohibido. -Recortes y patriotismo. -Convendría que la Iglesia predicara el patriotismo
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JMI.-No.
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