(261) Castidad –4. en la regulación de la fertilidad
–O sea que cuantos más hijos tengamos, tanto mejor.
–La cantidad nunca es un factor decisivo para el discernimiento. Ir a Misa dos veces al día no es el doble mejor que ir sólo a una. Ni dar cien euros de limosna es necesariamente mejor que dar cincuenta. La cantidad nunca decide el discernimiento.
El matrimonio y el amor conyugal «están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y a la educación de los hijos» (Vat. II, GS 50). Por su propia naturaleza. Dios Creador de la naturaleza, Creador del hombre y de la mujer, Creador del matrimonio, es el que ha creado el matrimonio con esa finalidad fundamental. Lo sabemos desde el Génesis: «sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla» (Gén 1,28).
–¿Puede la mujer tener algún oficio más noble que traer hijos al mundo y criarlos? Empiezo por aquí. Sí, ya sé que los hijos son traídos al mundo por el padre y la madre; pero también sé que, por naturaleza, la madre tiene en la filiación una función biológica incomparable, y no sólo en la gestación, sino también en la primera educación de los hijos. Por eso quiero comenzar estas consideraciones por un elogio del oficio de la madre. También en esto la doctrina de los Papas es la más alta que conocemos.
Bto. Juan Pablo II: La familia ha de saber promover «en cada uno de sus miembros la altísima dignidad de personas, es decir, de imágenes vivientes de Dios. Y, en este sentido, la historia de la salvación es un testimonio continuo y luminoso de la dignidad de la mujer. Creando al hombre “varón y mujer”, Dios concede la dignidad personal de igual modo al hombre y a la mujer. Dios también manifiesta de la forma más alta posible la dignidad de la mujer asumiendo Él mismo la carne humana de María Virgen. La delicadeza y respeto de Jesús hacia las mujeres que llamó a su seguimiento y amistad, su aparición la mañana de Pascua a una mujer antes que a los otros discípulos, la misión confiada a las mujeres de llevar la buena nueva de la Resurrección a los discípulos, son signos que confirman la muy alta consideración del Señor Jesús hacia las mujeres» [Familliaris consortio 22; citaré esta enc. entre corchetes [- -]].
Durante muchos siglos la tradición social y cultural limitó a la mujer a sus tareas de esposa y madre, en parte porque el trabajo fuera de la casa requería en otros tiempos una mayor fuerza física. En todo caso, «es indudable que la igual dignidad y responsabilidad del hombre y de la mujer justifican plenamente el acceso de la mujer a las funciones públicas»; con ello la mujer se perfecciona, y la sociedad se beneficia no poco de la presencia activa femenina. Ahora bien, «la verdadera promoción de la mujer exige también que sea claramente reconocido el valor de su función materna y familiar respecto a las demás funciones públicas y a las otras profesiones». Y en este sentido, «la sociedad debe estructurarse de tal manera que las esposas y madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de casa, y que sus familias puedan vivir y prosperar dignamente, aunque ellas se dediquen totalmente a la propia familia» [23].
–El mundo desprecia a la mujer madre, y procura que tenga muy pocos hijos. Dios dice a los matrimonios: «creced y multiplicaos». Y el diablo, príncipe de este mundo, el Enemigo del hombre, les persuade: «cuantos menos hijos tengais, mejor». Por eso en las naciones más sujetas a la mentira diabólica se viene realizando una verdadera campaña contra la dedicación exclusiva de la mujer a la familia, como si ello trajera necesariamente empobrecimiento y frustración de la mujer. La Iglesia en el mundo actual es la defensora mayor de la profesión maternal de la mujer. Juan Pablo II enseñaba: «se debe superar esa mentalidad [materialista] según la cual el honor de la mujer deriva más del trabajo exterior [que trae dinero] que de la actividad familiar» (que no es retribuída) [23].
Engendrar y formar hombres es el oficio más alto que la mujer puede tener. Noble y digno es producir por el trabajo medicinas, alimentos, servicios, casas, medios de comunicación, etc. Pero ningún trabajo tiene un fin tan alto como la maternidad: producir hombres. Por otra parte, en la realidad de la vida, no pocos trabajos femeninos fuera de la casa son duros, monótonos, y muchas veces mal pagados. Y aunque los trabajos sean prestigiosos y bien remunerados, ninguno, por digno que sea, tiene la riqueza de la vocación de madre y ama de casa, tan preciosa y variada: esposa y madre, catequista y maestra, enfermera, cocinera y florista, secretaria, modista, decoradora, asistenta social, encargada de relaciones públicas y tantas y tantas cosas más. Muchas profesiones posibles para la mujer son preciosas, pero pocas habrá tan variadas y admirables.
Por otra parte, cuando falta o disminuye notablemente la dedicación familiar de la madre, todos lo sienten, el esposo, los niños, los adolescentes, los ancianos, y la misma casa va dando muestras de descuido. Por eso la familia que tiene a su constante servicio una buena ama de casa, un verdadero corazón de la familia, hará bien en procurar la defensa cuidadosa de un privilegio tan precioso.
–El índice de la natalidad ha bajado tanto que produce un suicidio demográfico en algunas naciones, especialmente en aquellas que eran cristianas y que ahora son apóstatas. El índice de fecundidad que asegura el mantenimiento de las naciones y que equilibra la población entre generaciones es de 2,1 hijos de promedio por mujer. Esa cifra asegura que una nación no disminuya en número, y consigue que la población laboriosa no sea cada vez menor para sustentar una proporción cada vez mayor de jubilados y ancianos. Pues bien,
en España, por ejemplo, el paso de la cultura cristiana a la cultura pagana laicista, en cincuenta años (1962-2012) ha bajado el índice de fecundidad de 2,8 a 1,3. Y en las estadísticas de natalidad ocupa España el lugar 182 entre 221 países. En la «pirámide» social crece por tanto desmesuradamente gremio geriátrico. Y téngase también en cuenta que, al mismo tiempo, en ese período se llega en 2014 a una tasa del paro en la población activa de 25,8%… En cuanto al aborto, que comienza a ser legal en 1985 (ley de supuestos) y 2010 (ley de plazos), según informe del Ministerio de Sanidad, el número de los abortos inducidos pasa en crecimiento continuo de los 411 (1986) y 16.206 (1987) hasta 112.390 en 2012. Pero si no queremos hijos –anticoncepción y aborto–, tendremos emigrantes. Desde 1985 España ha impedido por el aborto el ingreso de 1.700.000 niños. Y ahora, de los 47 millones de habitantes que tiene, 6,5 millones son inmigrantes, casi todos ellos, 6 millones, llegados entre 1990 y 2013. Es el tercer país del mundo con la mayor tasa de extranjeros en los últimos 23 años.
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–El mundo occidental paganizado es anti-vida. Son muchas las naciones, hace notar Juan Pablo II, en las que «ha nacido una mentalidad contra la vida (anti-life mentality)». En efecto, el progreso, que acrecienta el dominio del hombre sobre la naturaleza, «no desarrolla solamente la esperanza de crear una humanidad mejor, sino también una angustia cada vez más profunda ante el futuro». Temor, egoísmo y consumismo «acaban por no comprender y por rechazar la riqueza espiritual de una nueva vida humana. La razón última de estas mentalidades es la ausencia de Dios en el corazón de los hombres, pues sólo su amor es más fuerte que todos los posibles miedos del mundo y es capaz de vencerlos» [30].
Los cristianos, en cambio, valoramos por encima de todo la vida humana, y nada nos alegra tanto como el nacimiento de un niño –incluso cuando se ha producido sin ser directamente deseado–. Aquella «alegría de que un hombre haya venido al mundo», de la que hablaba Jesús (Jn 16,21), es en nosotros mucho mayor que la alegría que pueda producirnos un nivel de vida económica más alto, una figura corporal más estética, una vida más independiente o menos laboriosa, libre de la sujeción de los hijos, un coche nuevo, un viaje de placer o una casa en la playa. Hay, pues, sin duda en las familias que viven del Espíritu de Cristo una tendencia a la familia numerosa, que, por supuesto, unas veces podrá realizarse y otras no. Pero la tendencia, en principio, es clara.
–La paternidad responsable ha de discernir el número de hijos en conformidad siempre con la voluntad de Dios. Ninguna decisión conyugal es tan grave como la de aceptar o no que una nueva persona humana venga a este mundo. Por eso, como dice el Vaticano II, los esposos, «con responsabilidad humana y cristiana, cumplirán su obligación [de transmitir la vida humana] con dócil reverencia a Dios. De común acuerdo, se formarán un juicio recto, atendiendo tanto al bien propio como al bien de los hijos ya nacidos o por venir, discerniendo las circunstancias del momento y del estado de vida, tanto materiales como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de su propia familia, de la sociedad y de la Iglesia» (GS 50).
Los esposos cristianos han de tomar, pues, esta decisión muy grave:
–con dócil reverencia a Dios, tratando de hacer Su voluntad y no la propia; es decir, obrando en cuanto «cooperadores del amor de Dios Creador y como sus intérpretes» (GS 50), manteniendo siempre «el sincero propósito de dejar cumplir al Creador libremente su obra» (Pío XII, 20-1-1958);
–de común acuerdo: por tanto, de modo consciente y libre, teniendo cada uno de los cónyuges muy en cuenta el pensamiento y la voluntad del otro;
–formando un juicio recto. Y en esto hay dos elementos: formar un juicio, primero, y que sea un juicio recto.
1º) Es preciso formar un juicio, es decir, tomar una decisión. Los esposos cristianos que quieren tener «los hijos que Dios quiera» no deben dejar cuestión tan grave al puro azar de sus vicisitudes conyugales sensibles o sensuales, pensando que de este modo aseguran el cumplimiento de la voluntad de Dios. Es posible que ese camino les lleve a hacer su propia voluntad
En efecto, pueden unos esposos querer muchos hijos, y no quererlo Dios, porque en su Providencia les ha puesto en unas circunstancias de salud, economía, casa, trabajo, etc. en las que no les es posible conseguirlo sin graves daños, incluso espirituales. Pueden unos esposos querer tener pocos hijos, y querer Dios que tengan muchos. ¿Cómo acertarán los padres para conocer y para poner en práctica la voluntad de Dios, que es lo único que les debe importar en este asunto y en todos los de su vida? Lo deben conseguir por medio del discernimiento, ejercitado a la luz de la fe, en el valor de la esperanza, en la entrega de la caridad, y regidas todas esas virtudes por la virtud de la prudencia. Y en esta búsqueda incondicional de la voluntad concreta de Dios providente habrán de acudir sobre todo a la oración de súplica: «Danos, Señor, luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla. Por nuestro Señor Jesucristo» (Domingo I, T.Ordinario).
No deja de ser curioso. Cualquier asunto de la vida de un matrimonio cristiano ha de ser resuelto con discernimientos prudentes. Ir a Misa todos los días es una meta máximamente deseable para el esposo, para la esposa… ¿Será posible? Dicho con un planteamiento más exacto: ¿Querrá Dios concederlo? Habrá que ver a qué distancia queda la iglesia más próxima, si hay posibilidad de combinar sus horarios con los de trabajo, escuelas, etc., quién se queda con los niños o con el abuelo enfermo, etc. Unas veces podrá lograrse la Misa diaria, otras veces no. Pero en todo caso habrá que lograr un juicio prudente para hacer lo que Dios les da hacer, no más y no menos. También, de modo semejante, el número de los hijos no ha de ser dejado a merced de las circunstancias ocasionales o a la imprevisible inclinación del sentimiento, sino que los cónyuges deben orientar tan gravísima cuestión en fe, caridad y oración, buscando así acertar en todo con la concreta voluntad de Dios providente. Y por otra parte, ese juicio prudencial, evidentemente, no lo harán de una vez por todas: han de ir haciéndolo los esposos a lo largo de su vida matrimonial, porque pueden cambiar mucho (muchísimo) las circunstancias de su vida (salud, trabajo, casa, obligaciones familiares de caridad, etc.), y a través de ellas se les ha de ir manifestando la Voluntad providente concreta del Señor.
2º) Por otra parte, los esposos han de formarse un juicio recto a la hora de discernir el número de hijos. Formarán ciertamente un juicio torcido si en tan grave cuestión se atienen a su sensualidad, comodidad o capricho; si se dejan llevar por los criterios de su familia, o de las revistas del corazón, o de ciertas series de la televisión o si se atienen a la enseñanza de maestros infieles al Magisterio apostólico; o simplemente, si se dejan llevar por lo que hace la mayoría. Pero, por el contrario, podrán formar sin duda un juicio recto si consultan con Dios en la oración y si se atienen al Evangelio, a la enseñanza de la Iglesia, al buen ejemplo de los cristianos santos del pasado y del presente, al consejo de personas prudentes; y si no olvidan nunca que la íntima ley de los cristianos es la caridad, tal como fue proclamada especialmente en la Cruz. De este modo, colaborando fielmente con la voluntad de Dios, vendrán a formar, según los casos, familias numerosas o reducidas.
–Siempre la Iglesia ha estimado las familias numerosas, como dice el Vaticano II: «son dignos de mención muy especial los [esposos]que de común acuerdo, bien meditado, aceptan con generosidad una prole más numerosa» (GS 50).
Pío XII decía: Dios cuida de estas familias «con su diaria asistencia, y si fuese necesario, con extraordinarias intervenciones». Es en ellas donde con más frecuencia se producen «las vocaciones al sacerdocio, a la perfección religiosa y a la misma santidad». Una familia numerosa, sin duda, lleva consigo no pocos esfuerzos y privaciones, pero «las múltiples fatigas, los frecuentes sacrificios, las renuncias a costosas diversiones se ven ampliamente compensadas, incluso aquí abajo», de muchas maneras. «Los numerosos hermanos ignoran el tedio de la soledad y el disgusto de verse obligados a vivir siempre entre mayores. Los niños de familias numerosas se educan como por sí solos. Y en esto el número no va en demérito de la calidad, ni en los valores físicos ni en los espirituales» (20-1-58).
El peligro demográfico, tantas veces invocado para reducir la familia, suele ser, al menos en los países más anti-conceptivos, precisamente el inverso del que se considera. Como hemos visto, el peligro real más grave en muchas naciones ricas es el del suicidio demográfico; el peligro de quedarse sin niños ni jóvenes; el peligro de una sociedad avejentada, conservadora y sin creatividad ni empuje histórico.
Y la supuesta solicitud por la mejor educación de los hijos olvida con frecuencia que, como dice Juan Pablo II, «constituye un mal mucho menor negar a los hijos ciertas comodidades y ventajas materiales, que privarles de la presencia de hermanos y hermanas, que podrían ayudarles a desarrollar su humanidad y a realizar la belleza de la vida en cada una de sus fases y en toda su variedad» (7-10-79). El hijo solo o casi solo, en el centro de la comunidad familiar, en principio, está situado en desventaja. Acostumbrado a captar la atención y el servicio de sus mayores, carente de otras referencias fraternales, fácilmente estructura una personalidad egocéntrica y vulnerable, insolidaria y triste, sin capacidad de abnegación y con dificultades de comunicacióny de colaboración. En este sentido, parece ignorarse demasiado que, de hecho, la calidad humana disminuye notablemente –en el hogar, en la escuela, en la parroquia, en el barrio– allí donde la sociedad, no por necesidades impuestas, sino por causas culpables, está mayoritariamente compuesta por hijos solos o casi solos.
–Quiere, sin embargo, a veces la Providencia divina familias reducidas. Por eso la Iglesia no es natalista a ultranza, y no obstante lo afirmado, «es consciente también, ciertamente, de los múltiples y complejos problemas que hoy, en muchos países, afectan a los esposos en su cometido de transmitir responsablemente la vida» [31].
El escaso número de hijos puede deberse en una familia concreta a causas perfectamente válidas. Dificultades sociales y económicas, deficiencias de salud psíquica y somática, problemas de vivienda o trabajo, aconsejan a veces «evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido» (Humanæ vitæ 10). Incluso en una determinada nación esas causas –salarios miserables, viviendas de tamaño mínimo, carencias legislativas de protección a la familia, necesidad ineludible del trabajo femenino fuera del hogar, etc.– pueden afectar a la mayoría de los matrimonios, haciendo moralmente imposible la familia numerosa, aunque la desearan los esposos. Ahora bien, tales circunstancias deben ser experimentadas como una situación gravemente injusta. Y todos los cristianos han de poner su mayor empeño en una transformación de la sociedad que cuanto antes venga a hacer posible la familia numerosa.
Por el contrario, cuando la familia reducida es una preferencia generalizada, que no viene impuesta tanto por las circunstancias sociales sino por la actitud de las personas ante la vida, entonces es sin duda la expresión de una sociedad decadente, más orientada al tener que al ser, que huye de la cruz, y que se queda sin alegría. E indica al mismo tiempo una Iglesia local con vida escasa, esto es, con poca caridad, infecunda, porque no está suficientemente unida a Cristo Esposo.
Ahora bien, cuando los esposos, a la luz de Dios, toman responsablemente la decisión de procurar una familia reducida, incluso muy reducida, no deben hacerlo con pena y vergüenza. Si ésa es, efectivamente, la voluntad de Dios providente, ha de verse ahí entonces una forma de pobreza, como tantas otras, que debe ser asumida con humildad y alegría. Y con toda confianza, también por lo que se refiere a la educación del hijo solo o casi solo, pues es preciso esperar entonces que Dios dé gracias especiales para que esa educación no sufra detrimento, ya que «todas las cosas [todas: también la familia reducida] colaboran para el bien de los que aman a Dios» (Rm 8,28). Ahora bien, ¿cómo podrán los esposos tener lícitamente relaciones íntimas sin que ello conduzca a una nueva concepción?
* * *
–La enseñanza de la Iglesia sobre la regulación de la fertilidad puede resumirse con estas palabras de Pablo VI: «esta doctrina está fundada en la inseparable conexión que Dios ha querido, y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del amor conyugal: el significado unitivo [que expresa y acrecienta el amor] y el significado procreador» (Humanæ vitæ 12). Este es el principio moral clave, que puede expresarse de dos modos:
Positivamente: «la Iglesia, al mandar que los hombres observen las normas de la ley natural interpretada por su constante doctrina, enseña que cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida» (HV 11).
Negativamente: según esto, ya por la misma ley natural, la Iglesia considera «intrínsecamente deshonesta toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación» (HV 14).
Conviene notar que quienes no admiten esta doctrina de la Iglesia suelen referirse a ella como «la doctrina de la Humanæ vitæ», como si en ella se mantuvieran unas posiciones personales –en este caso, de Pablo VI, reiterada por los Papas que le siguen–, ajenas a la tradición eclesial, y que por tanto serían modificables. Pero esto es falso. Ya Pablo VI proponía la enseñanza de la Humanæ vitæ como «la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio» (HV 28). Y también Juan Pablo II, una y otra vez, la ha confirmado como «la doctrina de la Iglesia» (Familiaris 28-35). Ésta es, en efecto, la enseñanza de Pío XI, Pío XII, Juan XXIII, concilio Vaticano II, Sínodo VI de los Obispos (1980), Catecismo de la Iglesia Católica (1992: nn. 2366-2372), etc.
–La lícita regulación de la fertilidad se sujeta a dos condiciones fundamentales.
1. Causas justas, o como dice Pío XII, «serios motivos», procedentes de una indicación «médica, eugenésica, económica y social». Debe haber, «según un juicio razonable y equitativo, graves razones personales o derivadas de circunstancias exteriores» (29-10-51). En este sentido, no sería lícito evitar los hijos simplemente por comodidad, por pereza, por vanidad, por riqueza, o por otros motivos triviales o malos. El recurso a los períodos infecundos para limitar la natalidad no sería, pues, lícito entonces, si se produjera sin «causas justas».
2. Medios lícitos, que consisten en la abstinencia total o parcial. «Si para espaciar los nacimientos existen causas justas, la Iglesia enseña que entonces es lícito [abstenerse totalmente o bien] tener en cuenta los ritmos naturales inmanentes a las funciones generadoras, para usar del matrimonio sólo en los períodos infecundos, y así regular la natalidad sin ofender los principios morales» (HV 16). Esta conducta conyugal, sin duda, «respeta la conexión inseparable de los significados unitivo y procreativo de la sexualidad humana» [32].
En ocasiones, un ciclo femenino alterado puede dificultar la aplicación de ciertos métodos naturales. Entonces –nos referimos a los casos que tienen una indicación médica clara–, es lícito el uso de medicinas normalizadoras del ciclo femenino (cf. HV 15).
Son muchos los que, sin haber practicado los métodos naturales o habiéndolos aplicado sin motivazión moral suficiente o con mala técnica, tratan de desprestigiarlos. Aseguran que, además de ser casi impracticables, no son en absoluto seguros. Pero eso es falso: son seguros, y no exigen un heroísmo que los haga casi impracticables. Por supuesto que para aquellos que no tratan de amar a Dios con toda su alma, haciendo en todo su voluntad, para quienes no quieren ejercitar la virtud de la castidad, requieren estos métodos un esfuerzo irrealizable. Pero eso les ocurre con todo: la Misa dominical, por ejemplo, es para ellos un esfuerzo heroico, por encima de sus posibilidades.
En esta cuestión, como en tantas otras, es argumento muy poderoso el testimonio de la experiencia. Si se consulta a los matrimonios cristianos que, debidamente instruidos y asistidos, regulan su fertilidad lícitamente conforme a las leyes naturales y cristianas, se comprueba que suele ser muy positiva la experiencia de quienes practican la abstinencia periódica, siguiendo alguno de los métodos naturales. Para los esposos –se entiende, para los que están suficientemente motivados por su deseo de unión con Dios y de rectitud moral– suele ser un descubrimiento y una liberación. En efecto, como bien decía Pablo VI,
«esta disciplina, propia de la castidad conyugal, lejos de perjudicar el amor de los esposos, le confiere un valor humano más sublime». Los esposos, ateniéndose a esos métodos, no sólo ven crecer entre ellos el diálogo, la libertad, la intimidad del amor, sino que también «adquieren así la capacidad de un influjo más profundo y eficaz para educar a los hijos» (HV 21).
–La anticoncepciónilícita consiste en el uso de de preparados químicos o mecánicos que «hacen imposible la fecundación» (HV 14), es decir, que excluyen totalmente la posibilidad de concepción. «Cuando los esposos, recurriendo a la contracepción, separan los dos significados [amor y fecundidad] que Dios Creador ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer, y en el dinamismo de su comunión sexual, se comportan como árbitros del designio divino, distorsionan y envilecen la sexualidad humana, y con ella la propia persona del cónyuge, pues altera su dimensión de donación total. Se produce ahí no sólo un rechazo cierto y definido de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del mismo amor conyugal, destinado a entregarse en plenitud personal» [32].
La anticoncepción es «intrínsecamente deshonesta» (HV 14; Catecismo 2370), y no porque así lo dice la Iglesia, sino porque en ella los esposos «se atribuyen un poder que sólo a Dios pertenece, el poder de decidir en última instancia la venida de una persona humana a la existencia. Es decir, se atribuyen la facultad de ser depositarios últimos de la fuente de la vida humana, y no sólo la de ser cooperadores del poder creador de Dios. En esta perspectiva, la anticoncepción se ha de considerar objetivamente tan profundamente ilícita que jamás puede justificarse por razón ninguna» (Juan Pablo II, 17-9-83).
Con más razón, a no ser que haya una grave causa terapéutica, habrá que excluir «la esterilización directa, perpetua o temporal» (HV 14), que disocia totalmente amor y fecundidad.
* * *
–La castidad conyugal es hoy rechazada por el mundo, pero también por no pocos católicos, sacerdotes y laicos. Son muchos los católicos que en este grave tema han preferido la voz del mundo a la voz de Cristo y de la Iglesia. El silenciamiento o la negación de la verdad los condujo al pecado. Falsos teólogos moralistas lo justificaron, enseñándoles a pecar con «buena conciencia». Y el pecado los guardó en el error. No supieron, pues, «guardar el misterio de la fe en una conciencia pura». Y «algunos que perdieron la buena conciencia, naufragaron en la fe» (1Tim 3,9; 1,9).
El silencio sobre la grave maldad de la anticoncepción fue denunciado por el Obispo Victor Galeone, de San Agustín (Florida, USA), en una carta pastoral (15-11-2003). Él habla porque cree en la doctrina católica. «Creí, y por eso hablé; también nosotros creemos, y por eso hablamos» (2Cor 4,13). Consigna primero Mons. Galeone que el divorcio se ha triplicado, las enfermedades sexuales han aumentado de 6 a 50, crece la pornografía en todos los campos, aumenta la esterilización y la reducción extrema del número de los hijos, etc. Y declara que, a su juicio, la causa principal de todos esos males está en la anticoncepción generalizada. «La práctica está tan extendida que afecta al 90% de las parejas casadas en algún momento de su matrimonio, implicando a todas las denominaciones [se refiere a todas las confesiones cristianas, también a la católica]. La gran mayoría de la gente de hoy considera la anticoncepción un tema fuera de discusión». Describe de modo impresionante el profundo y multiforme deterioro que la anticoncepción crónica produce en la vida de matrimonios y familias. Destruye y carcome desde dentro el matrimonio, lo falsifica y envilece, profanando así lo que es sagrado. Muchos problemas entre esposos, y entre padres e hijos, muchas dificultades en la educación de niños y adolescentes, aunque no se sospeche, tienen realmente en la práctica crónica de la anticoncepción una de sus causas principales, y serán por tanto insolubles mientras se persista en ella. En concreto, los padres que desobedecen a Dios tienen unos hijos insoportablemente desobedientes. No falla.
«Me temo que mucho de lo que he dicho parece muy crítico con las parejas que utilizan anticonceptivos. En realidad, no las estoy culpando de lo ocurrido en las últimas décadas. No es un fallo suyo. Con raras excepciones, los obispos y sacerdotes somos los culpables debido a nuestro silencio». Y concluye con algunas normas prácticas –estudio de la doctrina católica, confesores, homilías, cursos de preparación al matrimonio, catequesis y escuelas superiores– «para ir en contra del silencio que rodea la enseñanza de la Iglesia en esta área». No hay otro camino: reforma o apostasía.
–La verdad católica sobre la castidad conyugal debe ser afirmada con fuerza por sacerdotes y laicos católicos. Los Papas llevan medio siglo urgiendo esta necesidad. Así, el Bto. Juan Pablo II:
A los sacerdotes: «Vosotros, que como sacerdotes trabajáis en el nombre de Cristo, debéis mostrar a los esposos que cuanto enseña la Iglesia sobre la paternidad responsable no es otra cosa que el originario proyecto que el Creador imprimió en la humanidad del hombre y de la mujer que se casan, y que el Redentor vino a restablecer. La norma moral enseñada por la Humanæ vitæ y por la Familiaris consortio es la defensa de la verdad entera del amor conyugal. Convencéos: cuando vuestra enseñanza es fiel al Magisterio de la Iglesia, no enseñáis algo que el hombre y la mujer no puedan entender, incluídos el hombre y la mujer de hoy. Esta enseñanza, que vosotros hacéis sonar en sus oídos, ha sido ya, de hecho, escrita en sus corazones» (1-3-84).
A los esposos les dice el Papa igualmente que no se dejen engañar: «Entre los medios que el amor redentor de Cristo ha dispuesto para evitar ese peligro de error está el Magisterio de la Iglesia. En su nombre [en el nombre de Cristo, la Iglesia] posee una verdadera y propia autoridad de enseñanza. Por tanto, no se puede decir que un fiel ha buscado diligentemente la verdad si no tiene en cuenta lo que enseña el Magisterio de la Iglesia; o si, equiparando este Magisterio a cualquier otra fuente de conocimiento, él se constituye en su juez; o si, en la duda, sigue más bien su propia opinión o la de algunos teólogos, prefiriéndola a la enseñanza cierta del Magisterio» (12-11-88).
Los esposos que quieren vivir su matrimonio «en Cristo», deben creer que las palabras de Cristo y de la Iglesia son luz y gracia, alegría y salvación, aunque al hombre carnal le parezcan un yugo aplastante. Lo asegura Cristo mismo: «mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11,30).
Cristo es el salvador del matrimonio. El matrimonio, que tantos oscurecimientos, falsificaciones y miserias ha conocido en el mundo bajo el peso del pecado y el influjo del diablo, fue purificado por Cristo de todo error y de toda culpa. La doctrina de la Iglesia sobre la unión conyugal es una doctrina «fundada en la ley natural, e iluminada y enriquecida por la Revelación divina» (HV 4). La Iglesia, cuando habla del matrimonio, sabe de lo que está hablando. Da a los hombres la enseñanza de Cristo, que restauró por su verdad y su gracia el matrimonio, tal como lo quiso Dios «al principio», y que lo elevó además por el sacramento a una dignidad sobrenatural. Queda así guardado el matrimonio santamente en la alianza sagrada que une a Cristo Esposo con la Iglesia.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
49 comentarios
Lo que me parece más razonable, y lo que hacen prácticamente todas las familias, es tratar de trabajar ambos miembros del matrimonio; pues dificilmente puede vivir una familia con un solo sueldo. En el caso de que un solo sueldo sea suficiente, pues uno de los dos podrá no trabajar, pero no tendrá porque ser la mujer sino que podría ser el hombre perfectamente. ¿Habría algún problema en que en una familia la mujer trabajase y el hombre fuese amo de casa? ¿Las expresiones "mujer de la casa" y "hombre de la casa" no nos llevan a error al pensar que la mujer lo que debe de hacer es estar en casa y el hombre en el trabajo?
Por otro lado querría saber que le parecería este párrafo y si lo considera conforma a la doctrina católica:
"en la realidad de la vida, no pocos trabajos masculinos fuera de la casa son duros, monótonos, y muchas veces mal pagados. Y aunque los trabajos sean prestigiosos y bien remunerados, ninguno, por digno que sea, tiene la riqueza de la vocación de padre y amo de casa, tan preciosa y variada: esposo y padre, catequista y maestro, enfermero, cocinero y florista, secretario, modisto, decorador, asistente social, encargado de relaciones públicas y tantas y tantas cosas más. Muchas profesiones posibles para el hombre son preciosas, pero pocas habrá tan variadas y admirables.
Muchas gracias por sus textos, los sigo con mucha atención.
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JMI.-Los criterios que yo he dado sobre los temas a los que usted hace referencia han sido dados por la Iglesia muchas veces. En la aplicación concreta de cada caso familiar, habrá que hacer lo que sea más conveniente, viendo el asunto a la luz de Dios y en acuerdo los cónyuges. Si es él quien ha de quedarse en casa y la mujer salir, así tendrán que arreglarse. Lo que Dios quiera.
Por reacción ante la mentalidad anticonceptiva y antinatalista mundana, se da entre no pocos católicos fieles una exaltación no siempre prudente del natalismo a toda costa.
A pesar de toda la buena voluntad con que se suelen pronunciar, expresiones como "ser generoso" y "abandonarse a la Providencia", acaban significando echar agua bendita sobre la concupiscencia, sobre todo la del varón por razones biológicas.
La castidad, esta es la gran cuestión. Y de ésta se habla poco en lo que respecta al matrimonio. Este es el quid, el sometimiento del impulso sexual a la voluntad racional guiada por la gracia de Dios.
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JMI.-Oremos, oremos, oremos.
Me ha gustado especialmente la primera parte. Pero mucho me temo que la sociedad española actual no valora a la mujer esposa y madre que cuida de la familia y del hogar. Pido oraciones por las jóvenes que como yo, nos vemos obligadas a renunciar a nuestra vocación de ser esposas y amas de casa y tenemos que trabajar duramente fuera.
Saludos cordiales.
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JMI.-Todo lo que dice la Iglesia, mujer-esposa-madre... todo está muy bien dicho y hay que procurarlo. Pero si la Providencia le pone en la necesidad de un trabajo que etc. recuerde siempre que no hay nada tan santificante como la cruz. Y la cruz suya (una de tantas) puede ser no tener tiempo para dedicar tanto como quisiera a etc.
El Señor la guarde siempre en su santa voluntad.
Lo que usted llama juicio irresponsable o incorrecto al.hecho de decir "lo que Dios quiera", dice mucho de como le tiene engañado el.demonio.
Gracias a la fe de mis padres yo.existo así como muchos amigos míos y sobrinos.
Podría rebatirle más argumentos de lo que ha escrito, pero ese en concreto me ha dolido el oirlo de un sacerdote.
Y si soy el 5 de cinco hermanos es por la fe de mis padres a estar a lo que Dios quisiera y no vinieron más porque Dios no quiso.
Solo le diré lo que dijo Cristo a Pedro: apartate de mi Satanás porque tu piensas como los hombres y no como Dios.
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JMI.-Bueno, bueno, ya me aparto, para no pegarle a usted el olor a azufre.
Pero antes le digo que mi madre fue la menor de 9, y yo el menor de 8.
Vivo de milagro.
Que enseñes eso de que "lo que Dios quiera" es algo irresponsable, muestra la poca fe de algunos que enciman enseñan a cerrarse a la vida y a la voluntad de Dios.
No me sea irónico Padre, porque admitoque usted es seguramente más sabio que yo pero igual su razonamiento es erróneo, que va a generar mucho daño, como el de David.
Por cierto, su madre estuvo a lo que Dios quiso (=fe) o fue una irresponsable. Por favor no tire pierdras contra su propio tejado.
Y por último decir que a la mayoría de los "cristianos" les da igual los métodos naturales, directamente usan preservativos y lo peor es que no saben que están destruyendo su matrimonio porque no creen que sea pecado. Lo mismo de las relaciones prematrimoniales.
Una cosa no estoy de acuerdo, que el P. Iraburu no huele a azufre, sino a Cristo. Y el olor a Cristo suele molestar siempre y mucho al hombre viejo, al mundano, cuando no hay oración sincera, todo lo espiritual llega a ser insoportable.
Dios le bendiga por estas enseñanzas tan claras, P. Iraburu.
Este mensaje imagino que también se trasladará al 3º mundo, porque de lo contrario nos podemos encontrar con un católico etíope, alimentando a sus 4 niños con leche de camello y que termine siendo considerado un obseso sexual por un acomodado católico europeo, que sólo ha tenido 2 hijos para poderlos llevar a un buen colegio donde se "enseñen valores" ¡Triste!
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JMI.-No, no considero "villanos irracionales, entregados a una sexualidad animal" a los que ignoran o rechazan positivamente los métodos que la Iglesia permite y recomienda para una paternidad responsable. Eso lo dice usted.
Yo digo lo que enseña la Iglesia, la doctrina que dio, p.ej., el Bto. Juan Pablo II en la enc. Evangelium vitae (1995):
"Los centros de métodos naturales de regulación de la fertilidad han de ser promovidos como una valiosa ayuda para la paternidad y maternidad responsables, en la que cada persona, comenzando por el hijo, es reconocida y respetada por sí misma, y cada decisión es animada y guiada por el criterio de la entrega sincera de sí (n. 88).
"La Iglesia está agradecida a quienes con sacrificio personal y dedicación con frecuencia ignorada trabajan en la investigación y difusión de estos métodos, promoviendo al mismo tiempo una educación en los valores morales que su uso supone" (n. 97).
Por supuesto, los "métodos naturales" pueden ser usados con malicia, no para mejor cumplir la voluntad de Dios, que ha de ser discernida en una paternidad responsable con oración y con decisión prudente, sino con el fin de cumplir la propia voluntad egoísta, cerrándose a los hijos. De todo se puede hacer "un uso perverso", incluso de la comunión eucarística.
Pero esa posibilidad de mal uso, no hace malos a los métodos naturales de regulación de la fertilidad. Por el contrario, la Iglesia enseña que estos métodos "han de ser promovidos como una valiosa ayuda para la paternidad y maternidad responsables".
Si acepta usted esta doctrina, seguro que se le pasa "el mal sabor de boca".
Y así los matrimonio en edades fértiles van teniendo un hijo detrás de otro. Hay matrimonios que casi llegan a la veintena de hijos.
Y la abstinencia sexual en el matrimonio no está contemplada, pues dicen que esa abstinencia enfría el matrimonio.
Y dicen además que la paternidad responsable significa que hay que ser responsable en la educación de los hijos que Dios mande, así sean 5, 10 o 50. Y lo que entendemos el común de los mortales por paternidad responsable, es un malentendido.
Me gustaría que hubiera Un sólo Señor, una sola Fe.
Se supone que todos somos cristianos católicos, apostólicos y romanos.
Por tanto, ¿por qué nos dicen dentro de la misma Iglesia, unos grupos una cosa, y otros la contraria.
No es algo que contribuya al bien de la Fe, sino todo lo contrario.
Se acaba por no saber ni que pensar.
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JMI.-(Nota previa: He quitado un par de palabras de su comentario, por las que se podía identificar a esa "organización". No ha lugar en esta Sala de Comentarios a críticas (fundadas o no) contra ciertas "organizaciones" de la Iglesia.)
Lo que dice tiene una sola respuesta. Hay unidad de doctrina y de práctica en todos los grupos, congregaciones y naciones de la Iglesia en la medida en que se acepta la doctrina de la Iglesia. En este caso, sobre la regulación de la fertilidad. Todo lo que sea desconfiar de ella y enseñar otra cosa diferente quiebra necesariamente la unidad del pueblo cristiano y de sus Pastores.
Hacer algo es ganar dinero. El trabajo completísimo de un ama de casa, cuyas labores se han indicado más arriba, no es nada, para el sujeto del sacrificio, porque ese trabajo no ha sido remunerado.
Que Dios lo bendiga.
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JMI.-Puede haber razones válidas para que la mujer en una cierta situación de la familia deba trabajar fuera de casa. Pero tomarlo más o menos como principio suele proceder de dos errores:
1.-que solamente se considera trabajo (trabajo-trabajo) aquel que es remunerado con dinero. Gran error. ¡Como si no trabajara un ama de casa, sobre todo si es madre de familia numerosa!
2.-que solamente se realiza una persona, la mujer casada concretamente, si tiene un trabajo remunerado con dinero. Gran error. ¡Como si no se realizase (sobreabundamente) una ama de casa que etc.!
En el anterior comentario ponía lo mismo que pone sobre la mujer pero en masculino, pero no sé si lo acepta el autor del texto. Y tampoco sé, en el caso de que lo acepte, porque no lo dice.
¿Por qué parece que es a la mujer, y no al hombre, a la que se le encomienda el cuidado de la casa y de los hijos? ¿Por qué se dice que "la madre tiene en la filiación una función biológica incomparable, y no sólo en la gestación, sino también en la primera educación de los hijos" cuando día a día vemos que no es así? ¿Acaso el padre es por naturaleza menos importante?
Por lo demás, el uso de la palabra mujer de la casa como sinónimo de la persona que se encarga del hogar y los hijos me parece que es una expresión muy machista. ¿Qué pasa si yo dejo el trabajo para encargarme de los hijos y la casa, mientras mi mujer trabaja fuera? ¿Me transformo en la "mujer de la casa" y mi mujer sería "el hombre de la casa"?
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JMI.-Le contesto brevemente porque deriva usted hacia otros temas diferentes del artículo: "Castidad en la regulación de la fertilidad". La Iglesia tiene una preciosa doctrina sobre la mujer; de siempre, pero especialmente desde Pío XII. Le recomiendo leer la cta.apost. Mulieris dignitatem (1988), concretamente "matrimonio y virginidad" /17-22). Esa doctrina es la que transmito en el artículo.
La "persona humana" más alta de toda la historia es una persona femenina, es la Virgen María. Hombre y mujer son personas iguales en dignidad, y los santos no son más perfectos que las santas. Hombre y mujer son diferentes: lo sabemos por la experiencia común, pero también por las ciencias antropológicas más desarrolladas modernamente: anatomía, fisiología, genética, psicología, endocrinología, etc. La neurobiología, p.ej., enseña que el cerebro femenino y el masculino son netamente distintos ya desde el útero materno (cf. Dick Swaab, Univ. Ámsterdam). No sólo, pues, en datos culturales (históricos-modificables) sino también en datos naturales se fundamenta la convicción de que la mujer tiene unas condiciones muy especiales en orden a la gestación (nueve meses, más tiempo de lactancia) y la crianza y educación de los hijos, sobre todo en sus primeros años.
Cierro ya los comentarios a este tema.
El salmo 126 creo que explica a la perfección todo este tema, y bajo su luz es por la cual se ha de interpretar la humanae vitae.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
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JMI.-Para entender bien la Humanae vitae es suficiente tener la fe católica y saber leer.
Gracias a Dios, tengo la fe y sé leer de corrido.
muchísimas gracias por su luminosa exposición de la Santa Doctrina Católica. Este último artículo me crea una duda. Conozco matrimonios que, de común acuerdo y después de un camino de oración y discernimiento, han tomado la decisión de abrirse a la Providencia Divina, renunciando o haciendo un uso limitado de los medios legítimos de planificación familiar, aun en condiciones objetivas adversas (económicas, de edad, de salud, de enfermedades congénitas, etc). Dios los sostiene y los bendice todos los días, en medio del rechazo y la condena del mundo y de muchos fieles y consagrados católicos. ¿Esto es heroísmo o fanatismo? Siendo los hijos un bien objetivo, ¿puede ser irresponsable el abandonarse en la Providencia Divina para acogerlos? ¿No aboca la pretendida paternidad responsable, entendida como cálculo humano, en última instancia a tener un máximo de dos hijos?
Que el Señor le bendiga y le asista en su inestimable labor apostólica.
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JMI.-Sobre el caso concreto que cita no digo nada: suspendo el juicio; Dios da sus luces y gracias como quiere, con toda libertad.
Veo que no ha entendido la enseñanza de la Iglesia sobre la paternidad responsable, tal como se expone en este artículo con muchas citas textuales. La verdadera, católica y apostólica paternidad responsable, es decir, la rectamente discernida en fe y caridad, es decir, en conformidad con la voluntad de Dios providente, puede llevar a tener 1 hijo, 2, 3, 4, 5... 12, 20 o más. Como diría Santa Maravillas: "lo que Dios quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera". Santa Catalina de Siena era la penúltima de 25 hijos.
Le recomiendo volver a leer en el artículo "-Quiere, sin embargo, a veces la Providencia divina familias reducidas". Y vea si recibe usted la doctrina de la Iglesia, o más bien la resiste, cuando Pablo VI dice que pueden darse situaciones en los matrimonios que hagan aconsejable "evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido" (Humanae vitae 10). Se entiende, claro, por medios lícitos.
Por supuesto que, si los padres entienden que Dios quiere que tengan muchos hijos, deben procurar tenerlos, como dice usted, aunque se vean condenados por familiares, mundo, y aunque sus condiciones económicas no sean muy seguras y suficientes. Dios proveerá. Ésa es una paternidad responsable. Como también lo es la de quienes reducen la multiplicación de más y más hijos porque entienden que es lo que Dios quiere.
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JMI.-Vea lo que el Bto. Juan Pablo II enseña sobre el tema en la Familiaris consortio nº 84. Yo, más que eso, no sé. Tendría que inventármelo. Pero la misión mía es dar la doctrina de la Iglesia.
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JMI.-Si no le entiendo mal a Oliva, ella no se duele del trabajo, se duele de que "nos vemos obligadas a renunciar a nuestra vocación de ser esposas y amas de casa y tenemos que trabajar duramente fuera". Es éste un problema real y muy grave. Y hallaría soluciones en una política laboral que protegiese la familia y la venida de los hijos.
Juan Pablo II hablaba de que la sociedad debe "estructurarse de tal manera que las esposas y madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de casa y que sus familias puedan vivir y prosperar dignamente, aunque ellas se dedique totalmente a la propia familia" (Familiaris 23).
¿No trabaja una madre de familia, un ama de casa, a veces la primera en levantarse y la última en acostarse? Trabaja muchísimo. Pues que el Estado reconozca ese trabajo pagándolo. Que no necesite pasarse fuera de casa siete horas al día, más los viajes al trabajo, ordenando cartas en Correos, enlatando conservas en la cadena de una fabrica o asistiendo a consejos de administración. Así se ve impedida de tener hijos, y si los tiene, tendrá que dejarlos cuidar por la abuela o por una trabajadora doméstica.
Otra fórmula, que en algunos países que fomentan la natalidad han puesto en marcha, es la facilitación de horarios laborales reducidos y flexibles, compatibles con la vocación de madre de familia y ama de casa.
Que vale uno que mil, y morir sin hijos, que tenerlos impíos»
Le remito al salmo 126. A la luz de las escrituras y de la tradición apostólica, la humanae vitae es clara en este punto. El tener hijos no se programa, es la voluntad divina, lo que sí que se puede programar, cuando GRAVES motivos de salud, etc... aparezcan, es el espaciado de los embarazos, pero siempre dentro de esa voluntad creadora.
Y para discernir cuáles son los motivos graves que empujan a la decisión de espaciar los embarazos, está la oración, por supuesto, pero sin olvidar la voluntad de Dios para con el matrimonio que es la de tener hijos.
El problema de la iglesia actual, no son los curas pederastas, que son delitos muy graves, ni la falta de celo por la pureza de la liturgia, que es muy importante. La iglesia está con problemas debido a que no se siguió a Pedro cuando se promulgó la humanae vitae, cuando, en nombre de la responsabilidad y del buenismo se tergiversó su mensaje.
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JMI.-Realmente son muchos, de un lado y del otro contrapuesto, los que no acaban de asimilar la enc. Humanae vitae (=Familiaris consortio). Se resisten a la enseñanza de la Iglesia.
Antes, un matrimonio de economía media, en la que trabajara sólo el marido, podían acceder a la compra de su vivienda, e incluso de una segunda vivienda. Ahora desde que la mujer accedió al mercado de trabajo, lo que costaba 50 ha pasado a costar 100, con lo cual no suple para nada el sacrificio de la mujer, que suele ser la que carga con el trabajo fuera de casa y dentro. La mayoría de hombres rehúyen el trabajo de la casa y el cuidado de los hijos. Digo la mayoría no todos, con lo cual todo recae sobre la mujer, y ¿para qué? para nada. Puesto que la economía se ha adaptado a que entren dos sueldos en una casa y no uno sólo.
Yo me casé muy joven y mi marido me impuso dejar los estudios y centrarme en la casa. Mi matrimonio ha sido un desastre desde el principio al final; desastre que ha durado 30 años, y que no solo no pude arreglar, a pesar de estar totalmente sometida, y tuve que optar por la separación. Pero me encuentro con qué ya no estoy en la edad aceptable para cualquier empresa, con qué no tengo una cualificación profesional adecuada, (hubiera sido igual aunque la hubiera tenido), y encuentras puertas cerradas por todos sitios. Mi marido debido a las características de su carácter y situación, no me pasa ningún tipo de pensión. Incluso yo, aunque mi abogada me aconsejaba lo contrario, he renunciado a ella por asuntos de conciencia.
Durante ocho años de mi vida, muy importantes, pues tenía a la hija menor con cinco años, tuve que ponerme al frente de un trabajo que había iniciado mi marido y que me pasó a mí, en una situación calamitosa, que mi familia tuvo que afrontar económicamente. Me perdí la infancia de mis hijos, sobre todo la de los dos menores, perdí la oportunidad de darles la educación adecuada, de marcarles las reglas y la educación adecuadas. Y ahora me encuentro con que "No he hecho nada". No es eso lo que dice mi columna vertebral, ni mi situación anímica, y siento haber desperdiciado mi vida.
He hecho por mis hijos, todo lo mejor que he podido y he sabido, pero por lo visto, no para ellos, que han aprendido mucho de la conducta de su padre, e incluso repiten muchos de sus esquemas de comportamiento.
El sinónimo de Nohemí, no lo he buscado por casualidad.
Que Dios lo bendiga Padre, por lo mucho y bueno que aprendemos de usted.
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JMI.-De todo lo que, con el favor de Dios, hayan podido aprender de mí, creo que lo más valioso es que considere las miserias de su vida como una cruz; y que sepa que esa cruz suya es como una astillita de la Cruz de Cristo; y que conozca que, por serlo, participa de la inmensa virtualidad santificante de la Cruz que nos salva. Lo más valioso que hay en la vida de todos nosotros es la Cruz que llevamos. La que sea.
Le remito a mis artículos (139) y (140): "La Cruz en los cristianos". Que no podrá entender del todo si no lee (137) y (138): "La Cruz gloriosa".
Cuando se habla de "paternidad responsable" (la expresión que usa la Iglesia) no se está hablando, como piensa el mundo, de no tener hijos. Se está hablando de tener los hijos que Dios quiera. Ni más ni menos.
En condiciones normales, si no hay obstáculos para ello, eso supone una familia numerosa, porque Dios ama al que da (y se da a sí mismo) con alegría. Esto es muy difícil de entender para el mundo, porque tener hijos significa dar la vida, y a nadie le gusta dar la vida. Cuántas veces todo tipo de gente ha regañado a mi esposa por tener "demasiados" hijos. Pero los cristianos hemos recibido una Palabra distinta: "Quien pierde su vida por mí, la encontrará".
Sin embargo, en casos concretos puede haber razones graves para esperar antes de tener otro hijo ("espaciar los nacimientos", como dijo el Papa). Un ejemplo muy claro es la enfermedad de la madre. Si la madre sabe que tiene un cancer y va a recibir quimioterapia, que afectaría a un niño en su seno, puede y debe esperar a curarse para concebir a un nuevo hijo. Ese cáncer sería señal de que Dios no quiere en ese momento que esos esposos conciban un nuevo hijo, sino que tiene para ellos otra misión.
Puede haber otros casos en los que suceda lo mismo, por diversas razones: una cesárea o un problema en el parto que aconsejen esperar más antes de un nuevo nacimiento, un problema económico grave, un desahucio, una guerra, etc. En esos y otros casos, los padres pueden discernir en la oración que la voluntad de Dios es que esperen antes de tener otro hijo y pueden utilizar los métodos naturales para ello. Esos esposos están igualmente abiertos a la vida que otros que, en ese momento, no tienen que esperar, porque "abrirse a la vida" es abrirse a la Voluntad de Dios que da la vida.
Lo más habitual es que, a uno, cuando su párroco o sus catequistas le dicen que debe estar abierto a la vida, eso signifique que debe dejarse de egoísmos y atreverse a ser generoso y a fiarse de Dios teniendo una familia numerosa. Porque el error más habitual actualmente del mundo y de muchos cristianos es ser egoísta y preferir la comodidad de tener uno o dos hijos. Pero no debemos olvidar que, en algunos casos concretos, la voluntad de Dios puede ser que una pareja no tenga hijos (por esterilidad) o tenga pocos (por alguna razón seria, como hemos dicho antes).
En todo, siempre, lo que importa es hacer la Voluntad del Señor de la Vida.
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JMI.-Exacto.
Deacuerdo con eso... A ver cuantos que se dicen cristianos la tienen...
Bruno, totalmente deacuerdo tambien en cuanto a lo que dice que la voluntad de Dios es que hay que tener hijos, entonces, entiendo, el tener hijos no es programable, ya que es voluntad divina, sino espaciarlos, lo cual se tiene que hacer SOLO en casos GRAVES, p.ej una enfermedad de la madre, o respetar el tiempo recomendado tras parto con cesarea o sin ella, etc...
Entonces JMI y Bruno, estamos deacuerdo.
Pero me gustaría que me aclararan este punto, y como casa con lo anteriormente citado:
"1º) Es preciso formar un juicio, es decir, tomar una decisión. Los esposos que, en tema tan grave, se dicen simplemente «que vengan los hijos que Dios quiera», aunque obren así muchas veces con buena voluntad, están equivocados, y no obran responsablemente, porque en esa actitud, pretendidamente providencial, no se incluye el discernimiento orante y activo de la fe y de la caridad."
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JMI.-El tener más o menos hijos no ha de ser fijado por la voluntad de los esposos; ha de ser decidido por la voluntad de Dios, como todas las cosas de nuestra vida. Y la cuestión está en conocer esa voluntad concreta de Dios providente, y de cumplirla incondicionalmente.
Pueden unos esposos querer muchos hijos, y no quererlo Dios, porque en su Providencia les ha puesto en unas circunstancias de salud, economía, casa, trabajo, etc. que no les es posible sin graves daños. Pueden unos esposos querer tener pocos hijos, y querer Dios que tengan muchos. ¿Cómo acertarán los padres para conocer y para poner en práctica la voluntad de Dios, que es lo único que vale y que les debe importar? Por medio del discernimiento, ejercitado en fe-esperanza-caridad, en virtud de la prudencia, y sobre todo en oración de súplica: "Danos, Señor, luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla. Por n.Sr. JC." (Domingo I, T.Ordinario).
Por otra parte, ese juicio prudencial, evidentemente, no se hace de una vez por todas: han de irlo haciéndolo los esposos a lo largo de su vida matrimonial, porque pueden cambiar mucho (muchísimo) las circunstancias, y a través de ellas se manifiesta la Voluntad providente del Señor.
Que no, que no, que la voluntad de Dios es que se
tengan hijos, excepto cuando concurran al caso GRAVES y ciertos sucesos que recomienden un espaciado de embarazos temporal o más indefinido.
Pero la voluntad de Dios es que se tengan los hijos que él mande, y esto es, en la inmensa mayoría de casos, muchos.
Creo que ya entiendo dónde está el malentendido. La crítica a los padres que dicen «que vengan los hijos que Dios quiera» no es una crítica a su deseo de hacer la Voluntad de Dios. Al contrario, eso es lo que debemos hacer todos.
El P. Iraburu está criticando que se abandone el esfuerzo por intentar discernir esa Voluntad de Dios (algo que es un deber de los padres), como si esa Voluntad se cumpliese siempre automáticamente con sólo tener todos los hijos que vengan, sin preocuparse de más.
En los casos en los que motivos serios requieran espaciar los nacimientos, si alguien no los espaciara diciendo "ya nos mandará Dios los hijos que necesitemos", no estaría haciendo la Voluntad de Dios, porque la Voluntad de Dios es que esos padres utilicen la razón que Él mismo les ha dado y, en ese momento en particular y por esos motivos serios, disciernan que la Voluntad de Dios es aguardar para concebir un nuevo hijo.
O dicho de otra forma, es cierto que Dios mandará los hijos que uno necesite tener y no más ni menos, pero en algunos casos lo hará dándonos la capacidad de discernir que, en ese momento, no se debe concebir un nuevo hijo.
Por lo tanto, se puede pecar contra la voluntad de Dios no teniendo hijos por egoísmo (es lo más frecuente hoy en día), pero también por descuidar por presunción el deber que tienen los padres de discernir la voluntad de Dios para ellos (lo cual, en algunos casos, puede llevar a aguardar para tener un nuevo hijo).
Espero que ahora haya quedado más claro el asunto.
Al cabo de los meses volvimos a reunirnos, y la madre de los siete hijos nos dijo que estaba esperando su octavo hijo. Y que la decisión la habían tomado después de oírle decir a su amiga que su tercer hijo lo tenía para Dios.
Ambas estaban felices, y creo que en ambos casos, de acuerdo a sus circunstancias, quisieron hacer la voluntad de Dios.
Una catequista de una parroquia tenia cancer, en esto que le dijeron que no se quedara embarazada.
El caso es que se quedo embarazada y la mujer tenia el cancer ya es metastasis. Los medicos diciendo a la mujer que abortara pues habia que hacerle quimioterapia y demas tratamientos. La mujer dijo que no, que no iba a matar a su hijo, que si no se podia curar por los tratamientos ya le curaria Dios por la oracion o que estaria a lo que la voluntad de Dios quisiese (su posible fallecimiento).
Los medicos no le daban ni un mes de vida conque decian que de todas formas iba a morir el bebe.
La mujer dio a luz un bebe precioso y Dios obro el milagro, gracias a la oración de su familia y su parroquia: no tenia cancer, no tenia metastasis, estaba limpia, como su bebe.
Los medicos estan todavia flipando (cosa normal).
Esto no quita que quizas hubiera sido imprudente que esta mujer se quedara embarazada, o mejor dicho, que estaba legitimada para recurrir a los metodos naturales , pero muchas veces la historia que tiene Dios preparada para cada uno supera nuestra razón, y la fe vence hasta la muerte. Y lo que el mundo daba por muerto, Dios la ha resucitado por dos (ella y su bebe)
Yo personalmente siendo un hombre casado (y con un segundo hijo en camino) en medio de este mundo, cuesta mucho discernir estos temas, y ver casos como este y otros muchos, veo que yo tengo muy poca fe, pues en mi caso detras del cerrarse uno a la vida esta el amor al dinero, pues como dice el mundo: los hijos son un gasto. Pero desde mi experiencia veo que los hijos que Dios me regale, me considero indigno de tan gran precioso regalo y cuando menos fe tengo veo que Dios siempre provee si le pedimos lo que necesitamos.
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JMI.-Pienso lo que enseña el Vaticano II: los esposos, "con responsabilidad humana y cristiana, cumplirán su obligación [de transmitir la vida humana] con dócil reverencia a Dios. De común acuerdo, se formarán un juicio recto, atendiendo tanto al bien propio como al bien de los hijos ya nacidos o por venir, discerniendo las circunstancias del momento y del estado de vida, tanto materiales como espirituales y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de su propia familia, de la sociedad y de la Iglesia" (GS 50). Si ustedes creyeron que conseguirían mejor "abandonarse incondicionalmente a la providencia de Dios" prescindiendo de todo ese ejercicio de la prudencia y del discernimiento, lo habrán hecho, por lo que cuenta, seguro, con su mejor voluntad. Pero hay que enseñar y recomendar y poner en práctica la doctrina de la Iglesia en referencia a la paternidad responsable.
"Alguno de mis hijos han sido engendrados en tiempos infértiles porque pensábamos que era lo correcto espaciar otro nacimiento, pero para el Señor no ha sido así, por eso digo que la decisión última sobre espaciar un nacimiento hay que dejársela a Dios y no a los esposos. Que piensa sobre lo que digo? Gracias por todo."
Siendo cierto por una parte lo que dice, está claro que no era tiempo infértil porque de haberlo sido no se hubiera dado el embarazo. Se ve que el que ha escrito no tiene un conocimiento preciso de la fertilidad e infertilidad en el ciclo menstrual (esto le pasa a muchos). En el ciclo hay una fase relativamente infértil (es la preovulatoria con una probabilidad de embarazo muy baja ya que se puede hacer fértil cuando se acorta el ciclo), una fase fértil (la ovulatoria) y otra totalmente infértil (después de la ovulación con probabilidad de embarazo nula).
El conocer bien la fertilidad en el ciclo menstrual es una grandísima ayuda para poder vivir la paternidad responsable, para una vez visto por el matrimonio a la luz humana y divina que lo adecuado es posponer el embarazo, abstenerse de relaciones conyugales en la fase fértil o incluso si hiciera falta en la relativamente infértil, pudiendo tener relaciones en la fase infértil posovulatoria en la que no se puede dar el embarazo. Esto requiere la virtud de la castidad en el matrimonio, para vivir la relación conyugal desde el orden amoroso que Dios quiere y que contribuye a garantizar el amor entre los esposos.
Es fundamental que haya lugares especializados donde aprender adecuadamente la regulación natural de la fertilidad desde una paternidad responsable tal y como es, que es lo que nos enseña la Iglesia católica. Véase Catecismo nº 2360 y siguientes en el que se habla del amor de los esposos y la paternidad responsable.
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JMI.-Mucha razón tiene Rebolé en lo que dice. La paternidad responsable exige 1) ejercitar en el matrimonio la virtud de la castidad, practicando la abstinencia periódica o total cuando es el caso; y 2) conocer con precisión los métodos naturales (don de Dios) para regular la fertilidad. De tal modo que cuando lleguen los esposos, por gracia de Dios, al convencimiento prudente de que "lo correcto será espaciar otro nacimiento", estén en condiciones de conseguir lo prudentemente pretendido, como fieles "cooperadores del amor de Dios Creador y como sus intérpretes" (Pío XII). Dan cumplimiento a lo que prudentemente estiman que es voluntad de Dios providente.
Por contra, si han formado un juicio prudente, y no ponen luego los medios para conseguir lo prudentemente pretendido, no concluyan después ingenuamente, cuando viene un hijo, "ya se ve que la decisión última hay que dejársela a Dios". Por supuesto que siempre Dios tiene la última palabra, y por supuesto que han de recibir el hijo con todo amor y conformidad, conscientes de Rm 8,28: "todo [también nuestras equivocaciones] colabora al bien de los que aman a Dios". Pero su colaboración con Dios en la altísima misión de transmitir la vida no ha seguido -de forma inculpable, me figuro- la doctrina dada por la Iglesia en orden a una paternidad responsable.
La semana pasada Esperanza Oña hizo una defensa de la legislación en contra del aborto que ha sido presentada, y con no poco de verdad, como "de lo mejorcito dicho por políticos del PP". Puede verse en youtube escribiendo "Derecho a la vida frente al aborto".
Bien, sí, es muchísimo más pro-vida y menos machista que lo que normalmente se escucha de los políticos que suelen hablar, de su partido y de los demás con representación parlamentaria.
Lástima que los tres argumentos que use sean muy materialistas, porque, aunque posiblemente ella no lo sea, es lo más políticamente correcto. Aunque sólo el tercero "tiene que ver" directamente con su post, padre Iraburu, expongo con su permiso mis críticas a los tres, porque creo que lo que "no vale" para el aborto, tampoco vale para la anticoncepción. Y lamentablemente, la aceptación de la anticoncepción influye en la aceptación del aborto:
1.- La "libertad" de la mujer. "Yo no me considero menos libre que Vd por no haber abortado" (se supone que la otra había dicho que ella había abortado, o que se consideraría menos libre que ahora si no pudiera abortar libre, legal y gratuitamente). Yo me considero más libre. No dice nada de que bendita es la libertad de quien da la vida por su marido, sus hijos, sus padres... Que la libertad nos ha sido dada para hacer el bien y evitar el mal. Que el verdadero mal es no obrar conforme al bien y la verdad. Que la libertad no es el "valor absoluto" de la vida, ni del hombre ni de la mujer.
2.- No hay mal que justifique que se mate a un niño en el seno de su madre; lo que hay que hacer es dar a la mujer los medios y ayudas para que el "conflicto" que ella ve entre la vida de su hijo y sus "intereses" se resuelva sin matar al niño. Esto es el argumento principal de la reforma de Gallardón, así que hace bien en exponerlo. Pero no estaría de más explicar que no hay medios ni ayudas que resuelvan todas las necesidades, intereses y caprichos de los hombres y mujeres que egoistamente hacen del "bienestar, realización, empoderamiento, riquezas" el objetivo de su vida. Y que nadie, nadie, rico o pobre, de izquierdas o derechas, aborte o no aborte, puede librarse del sufrimiento, la enfermedad y la muerte, por más ayudas, subsidios o riquezas materiales que tenga. La diferencia entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira, es abrazarse a la Cruz por amor o no.
3.- Es más libre la mujer que durante su vida sexualmente fecunda "pone los remedios para no quedar embarazada mientras no lo desee". Ella dice que es más libre (igual a es mejor, es más consciente, es más mujer) la mujer (en el debate no se habla nunca del varón, como si él no pintara nada, que en efecto es a lo que se querría llegar) que toma la píldora anticonceptiva o usa los demás medios anticonceptivos, que hay muchos, para no quedar embarazada. Es más libre esa mujer que pasa la vida desde los 14-15 años hasta los 45-50 usando píldoras, parches, dius... mientras no quiera quedar embarazada (y, de paso, se intuye, cuando quiera tener un hijo, emplee también todos los "medios conceptivos" a su alcance), que la mujer que aborta y aborta y aborta cada vez que se queda embarazada.
Ya digo, este discurso tan aparentemente antiabortista, dicho por esta mujer que al parecer es de lo mejorcito (en argumentos y en forma de exponerlos en un contexto tan hostil) es... muy malito, porque no entiende nada de castidad, antes y durante el matrimonio ni, por supuesto, en la virginidad o celibato.
JMI y Rebolé, en desacuerdo.
El estar pendiente del ciclo fértil de la mujer, fuera de las situaciones GRAVES ya descritas (salud, etc...) va contra el espíritu de la encíclica humanae vitae.
Es en el fondo, querer regular siempre la voluntad creadora de Dios, y eso no es el espíritu de la encíclica.
Paternidad responsable significa ___Tener los hijos que Dios te mande___(En esto reside la libertad del católico, que no tiene que estar pendiente y ocupado de esas cuestiones, ya que confía en la voluntad divina) EXCEPTO que situaciones GRAVES aconsejen espaciar temporal o indefinidamente los embarazos.
El decir que tienes que estar pendiente y conocer a fondo los periodos de la mujer en todo momento y obrar en consecuencia, lo veo un ataque frontal a la doctrina.
Y por cierto, no nos engañemos, el aducir motivos económicos es en el 99,9% de los casos una escusa para tranquilizarse la conciencia.
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JMI.-
pablo velasco
considera que la doctrina enseñada aquí por JMI y por Rebolé «va contra el espíritu de la encíclica Humanae vitae», y es «un ataque frontal a la doctrina» de la Iglesia. Pero está equivocado.
La Iglesia no enseña que los esposos, en el deber de transmitir la vida humana, es decir, en el ejercicio de su vida sexual al paso de los días, deban atenerse simplemente a sus inclinaciones afectivas, físicas o sensuales, sin preocuparse de ir regulando esas apetencias según la virtud de la prudencia. Dice, por el contrario, que, «en el deber de transmitir la vida humana y de educarla, lo cual hay que considerar como su propia misión, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y como sus intérpretes. Por eso, con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su misión y con dócil reverencia hacia Dios se esforzarán ambos, de común acuerdo, por formar un juicio recto, atendiendo tanto al bien propio como al bien de los hijos ya nacidos o por venir, discerniendo las circunstancias del momento y del estado de vida, tanto materiales como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de su propia familia, de la sociedad y de la Iglesia. Este juicio, en último término, deben formarlo ante Dios los esposos personalmente» (Vat. II, Gaudium et spes 50).
Ejercitando así la paternidad responsable no tratan los esposos de «regular siempre la voluntad creadora de Dios», acomodándola a la de ellos, sino todo lo contrario: procuran así interpretar fielmente la voluntad de Dios providente, bueno y misericordioso, que puede querer formar con ellos una familia numerosa o reducida, una familia de 3, de 6 de 12 hijos o de los que Él quiera. Ése es el sentido de Gaudium et spes (50); Humanæ vitæ (10); Catecismo (2367-2368). Y eso es lo que he escrito yo en mi artículo:
«Por eso la Iglesia no es natalista a ultranza, y no obstante lo afirmado, "es consciente también, ciertamente, de los múltiples y complejos problemas que hoy, en muchos países, afectan a los esposos en su cometido de transmitir responsablemente la vida" (Familiaris consortio 31). El escaso número de hijos puede deberse en una familia concreta a causas perfectamente válidas. Dificultades sociales y económicas, deficiencias de salud psíquica y somática, problemas de vivienda o trabajo, aconsejan a veces «evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido» (Humanæ vitæ 10). Incluso en una determinada nación esas causas –salarios miserables, viviendas de tamaño mínimo, paro laboral, carencias legislativas de protección a la familia, necesidad ineludible del trabajo femenino fuera del hogar, etc.– pueden afectar a la mayoría de los matrimonios, haciendo moralmente imposible la familia numerosa, aunque la desearan los esposos». Añado a lo anterior: no piensa Dios que «aducir motivos económicos es en el 99,9% de los casos una excusa para tranquilizarse la conciencia». No lo piensa porque es falso.
Por otra parte, el ejercicio conyugal de la paternidad responsable, con el uso eventual de la abstinencia periódica, cuando en conciencia estimen los esposos que es exigida por la voluntad de Dios providente, produce efectos muy positivos en la vida matrimonial y familiar, de los que dan testimonio muchos matrimonios católicos, y que ya fueron descritos con cierta amplitud en la Humanæ vitæ (21) y en el Catecismo: «estos métodos respetan el cuerpo de los esposos, fomentan el afecto entre ellos y favorecen la educación de una libertad auténtica» (Catecismo 2370). En ellos, bajo el influjo de la gracia de Dios, se ejercita la virtud de la castidad, a veces con esfuerzos intensos que la hacen crecer mucho, y se libera el uso del matrimonio de posibles excesos de la lujuria, que en ocasiones puede exigir la unión sexual contra toda caridad conyugal y contra toda prudencia.
Termino. Y con esa palabra quiero decir que termino: que ya no contestaré más comentarios contrarios, porque desde que comencé a propugnar y defender la Humanæ vitæ (1968) hasta el día de hoy, he podido comprobar que quienes se oponen a la paternidad responsable, tal como la enseña la Iglesia, son frecuentemente irreductibles.
Una joven de 24 años tenía un tumor sobre uno de sus ovarios y fue a una clínica privada, adonde le extirparon el tumor pero también el ovario y la trompa.
Hicieron la biopsia y la conminaron que en el término de 2 meses a más tardar debía extirparse todo el aparato reproductivo, porque decían que el cáncer era terrible y agresivísimo, muy invasor. Incluso el cirujano le dio día y hora en la que debía efectuar la segunda cirugía, y ojo con demorarse pues corría peligro su vida. ¡Eso era lo que indicaba el "protocolo" que ellos utilizaban!.
Aconsejada por un sacerdote fue al Hospital Austral, que es de lejos el nosocomio más avanzado de la Argentina, y es administrado por el Opus Dei. Allí le hicieron una "laparascopia de estadificación", sacando muestras. ¡No tenía nada malo! El otro ovario estaba perfecto. Sólo por precaución irá a quimioterapia y en dos años podrá quedar embarazada.
Conclusión: Ojo, mucho ojo: la ginecología está minada por el antinatalismo. Cualquier excusa es utilizada para anular un vientre materno.
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Con su permiso Padre, aprovecho para agradecer aquí a todos aquéllos que han orado por la salud de un familiar, tal como lo solicité tiempo atrás. Dios les bendiga y les premie.
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JMI.-Las secciones ginecológicas de los Hospitales en muchos países se van haciendo cada vez más peligrosas contra la natalidad. Todo cuidado que se ponga es poco. Hay casos, y no pocos, de Juzgado de Guardia.
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JMI.-Otro abrazo. Y le remito a mi respuesta a pablo velasco.
Comparto la desazón que expresa melillo. Si esto lo dice un pastor de la Iglesia, y además de los ortodoxos, me parece que vamos a tener suicidio demográfico para rato.
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JMI.-Le remito a mi artículo y a mi respuesta a pablo velasco.
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JMI.-Así es. Lo importante es que ese espaciar embarazos por un tiempo o por siempre tenga "razones justificadas" (Catecismo 2368), válidas, santas, que sean prudentes, que interpreten la Providencia divina sobre la vida del matrimonio. Y que los medios para conseguirlo sean lícitos.
"Razones justificadas", válidas, suficientes. El Catecismo remite a Gaudium et spes 50: "formar un juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias de los tiempos y del estado de vida, tanto materiales como espirituales, y finalmente teniendo en cuenta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia".
Es muy notable el hecho de que quienes contradicen la doctrina de la Iglesia que estoy enseñando no citen ni por casualidad un documento siquiera del Magisterio apostólico. Ni uno. Yo he citado muchos textualmente.
Yo doy cursillos prematrimoniales, y todos los novios, que viven ya juntos, y no piensan tener hijos en unos años, y después POCOS, argumentan exactamente lo dicho en ese párrafo.
Si se tienen en cuenta los requisitos que ud. ha citado, no creo que nadie jamás en su sano juicio, y bajo su "paternidad responsable", tenga una familia numerosa.
Y en el tercer mundo, no tendrían ni un hijo, ya que sería muy "irresponsable" traer a un hijo para pasar calamidades, no?¿
Lo que quiere decir la iglesia en estos casos es muy CLARO. La voluntad de Dios es muy CLARA en esto. Aunque siempre se puede empeñar uno en forzar en su interés la doctrina de la iglesia, esto es muy viejo.
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JMI.-Le remito a mi artículo y a mi respuesta a pablo velasco.
Por si le ayuda a Yonylee y a otros doy la explicación científica a este hecho: en ciclos muy cortos, relaciones durante la regla pueden seguirse de embarazo porque en esos casos ya hay mucosidad en el cuello del útero y, si se mantiene una relación conyugal como los espermatozoides pueden sobrevivir hasta cinco dias con capacidad fecundante, al darse la ovulación en los cinco días siguientes, se puede producir la fecundación. Esta es una de las razones por las que no podemos garantizar una infertilidad absoluta en la fase preovulatoria y, por ello, hablamos de fase relativamente infértil con una probabilidad de embarazo muy baja. La fase totalmente infértil es después de la ovulación.
Por otra parte trato de explicar la doctrina católica:
Si bien ponderado a la luz humana y divina, el matrimonio ve por “razones justificadas” (término utilizado por el Catecismo) que en unos momentos determinados es mayor bien no quedarse embarazados, siendo lo prudente no asumir ni siquiera esa pequeña probabilidad de embarazo de la fase preovulatoria, los esposos deben evitar las relaciones en esos días de infertilidad relativa (no absoluta), pudiendo tenerlas en los días totalmente infértiles. Estas relaciones en fase totalmente infértil, habiendo “razones justificadas”, con “razones justas” serían castas y los esposos permanecen abiertos a la vida aunque no se pueda seguir el embarazo, porque no las alteran y son conforme al orden creador y amoroso de Dios. Y me atrevo a decir que el tenerlas en días con posibilidad de embarazo podrían no ser ordenadas, porque no secundan el fin bueno ponderado a la luz de Dios ( que por razones justas-santas- era no quedarse embarazados , por ejemplo porque está tomando una medicación que produce con seguridad efectos graves en el feto).
Las claves de la paternidad responsable están tanto en el discernimiento justo (entendiendo por justo lo santo, que es la identificación con la voluntad de Dios) como en el modo: aunque el fin sea bueno, el medio también ha de serlo. Y aquí el medio es el recurso a los periodos infértiles o la abstinencia.
Esta es la doctrina católica reflejada en la Gaudium et spes, Humanae Vitae, Catecismo..
Bajo ningún concepto es adecuado recurrir a métodos anticonceptivos químicos o físicos o quirúrgicos ( coito interrumpido, anticonceptivos hormonales o barrera, esterilización) que trastocan y deforman el acto conyugal así como su significado, falseando el amor y cerrando las “puertas” de la vida.
Hay una diferencia esencial entre métodos anticonceptivos y el recurso a los periodos infecundos por razones justificadas ( SANTAS), que es a lo que ayudan los llamados métodos naturales.
Gracias a nuestra Madre Iglesia que es Madre y Maestra que nos enseña y ayuda a vivr la verdad del amor.
La doctrina católica en este asunto es de una delicadeza, equilibrio y profundidad admirable, que a veces no es facil de percibir cayendo a un lado u a otro.Es una terapia auténtica para este mundo hedonista y egoista, y en la medidad que se asuma reinará la cultura del amor y de la vida.
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Ya Pablo VI en la Humanae vitae previó esa posible objeción al exponer la doctrina católica de la paternidad responsable, en ocasiones ejercitada mediante la continencia periódica, atendiendo a los métodos naturales. Una cosa es "separar" por medios artificiales físicos o químicos los dos valores esenciales del acto conyugal, amor y procreación posible, y otra cosa es ejercitar la virtud de la castidad en la continencia periódica, absteniéndose por razones justas de la unión sexual en los períodos fecundos:
"La Iglesia es coherente consigo misma cuando juzga lícito el recurso a los periodos infecundos, mientras condena siempre como ilícito el uso de medios directamente contrarios a la fecundación, aunque se haga por razones aparentemente [o realmente] honestas y serias. En realidad, entre ambos casos existe una diferencia esencial: en el primero los cónyuges se sirven legítimamente de una disposición natural; en el segundo impiden el desarrollo de los procesos naturales" (Humanae vitae 16).
Si le interesa una explicación más extensa del argumento, lea entero ese número 16. Y también la Catequesis 120 que dió Juan Pablo II (29-VIII-1984), titulada La anticoncepción y la continencia periódica, en su serie de 129 Catequesis (1979-1984). Puede hallar el texto íntegro de estas Catequesis en la pág-web de la Fundación GRATIS DATE - www.gratisdate.org
Claramente en ambos casos se esta actuando instintiva y no racionalmente, y eso no es lo que Dios quiere. Dios quiere que colaboremos con El racionalmente, inteligentemente.
Y una respuesta a Ramontxu: efectivamente la diferencia está en el metodo, y es correcto que sea así. Para verlo claramente, supongamos que Ud quiere, un cierto mes, tener un ingreso extra de X euros para un objetivo legitimo. Puede trabajar tiempo extra ese mes, o asaltar un comercio. En ambos casos el objetivo es el mismo, obtener X euros extra. La diferencia está en el metodo.
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JMI.-Se nota perfectamente que es usted un animal racional. Con perdón.
Piensa.
Me voy a intentar explicar: para comprender todo esto en profundidad, entenderlo bien, integrarlo vitalmente, llevarlo a la práctica con coherencia, todo lo que pide la Iglesia, etc, hace falta un nivel de formación, de madurez personal, de autodominio, de espiritualidad, de fe, etc,etc, etc, del cual me parece que carece (o carecemos) el común de los mortales.
Estas doctrinas están para una especie de élite muy minoritaria y especial con una formación de años.
Con lo difícil que es ya encontrar pareja, más difícil es encontrar una persona que esté en comunión total con estas orientaciones morales, ¿por ello hay que quedarse soltero?
Esto es una opinión muy personal (con la que estaréis casi todos en desacuerdo, por supuesto), pero me da la impresión que Pablo VI con la Humanae Vitae se metió en un jardín muy complejo, intrincado y pantanoso, entendible para muy pocos y marcando un listón al que pocos alcanzan. Pero, bueno esto es una opinión.
Por supuesto, no niego la validez de estas enseñanzas.
Padre Iraburu, ante el hecho de cientos o miles de parejas que viven juntos sin estar casados (hoy está en moda el vivir con el novio o novia sin estar casado)¿qué hacer?
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JMI.-Para poder vivir el matrimonio cristiano es necesario vivir la vida cristiana: Palabra de Dios, formación doctrinal, Misa, oración, sacramento de la penitencia, ejercicio de las virtudes (todas: caridad, paciencia, penitencia, cruz, humildad, perdonar, trabajar honestamente, guardarse de las ocasiones próximas de pecado, pudor, etc.). Eso lo primero. Elemental. De sentido común.
Y vivir la vida cristiana es posible. MUCHOS la viven.
Luego es posible vivir el matrimonio cristiano tal como lo enseña la Iglesia.
El hecho de que cientos y miles de parejas vivan juntos sin estar casados es un pena. ¿Qué hacer? Vivir como Dios manda en todo, también en lo referente al matrimonio.
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JMI.-Tiene más razón que un santo, mejor, que una santa.
Exacto, convincente, oportuno.
PREGUNTA: Muchos matrimonios se ven desorientados, en relación con el tema del número de hijos, por los consejos que reciben, incluso de algunos sacerdotes. ¿Qué aconsejaría usted a los matrimonios, ante tanta confusión?
Quienes de esa manera confunden las conciencias olvidan que la vida es sagrada, y se hacen acreedores de los duros reproches del Señor contra los ciegos que guían a otros ciegos, contra los que no quieren entrar en el Reino de los cielos y no dejan tampoco entrar a los demás. No juzgo sus intenciones, e incluso estoy seguro de que muchos dan tales consejos guiados por la compasión y por el deseo de solucionar situaciones difíciles: pero no puedo ocultar que me causa una profunda pena esa labor destructora —en muchos casos diabólica— de quienes no sólo no dan buena doctrina, sino que la corrompen.
No olviden los esposos, al oír consejos y recomendaciones en esa materia, que de lo que se trata es de conocer lo que Dios quiere. Cuando hay sinceridad —rectitud— y un mínimo de formación cristiana, la conciencia sabe descubrir la voluntad de Dios, en esto como en todo lo demás. Porque puede suceder que se esté buscando un consejo que favorezca el propio egoísmo, que acalle precisamente con su presunta autoridad el clamor de la propia alma; e incluso que se vaya cambiando de consejero hasta encontrar el más benévolo. Entre otras cosas, ésa es una actitud farisaica indigna de un hijo de Dios.
El consejo de otro cristiano y especialmente —en cuestiones morales o de fe— el consejo del sacerdote, es una ayuda poderosa para reconocer lo que Dios nos pide en una circunstancia determinada; pero el consejo no elimina la responsabilidad personal: somos nosotros, cada uno, los que hemos de decidir al fin, y habremos de dar personalmente cuenta a Dios de nuestras decisiones.
Por encima de los consejos privados, está la ley de Dios, contenida en la Sagrada Escritura, y que el Magisterio de la Iglesia —asistida por el Espíritu Santo— custodia y propone. Cuando los consejos particulares contradicen a la Palabra de Dios tal como el Magisterio nos la enseña, hay que apartarse con decisión de aquellos pareceres erróneos. A quien obra con esta rectitud, Dios le ayudará con su gracia, inspirándole lo que ha de hacer y, cuando lo necesite, haciéndole encontrar un sacerdote que sepa conducir su alma por caminos rectos y limpios, aunque más de una vez resulten difíciles.
La tarea de dirección espiritual hay que orientarla no dedicándose a fabricar criaturas que carecen de juicio propio, y que se limitan a ejecutar materialmente lo que otro les dice; por el contrario, la dirección espiritual debe tender a formar personas de criterio. Y el criterio supone madurez, firmeza de convicciones, conocimiento suficiente de la doctrina, delicadeza de espíritu, educación de la voluntad.
Es importante que los esposos adquieran sentido claro de la dignidad de su vocación, que sepan que han sido llamados por Dios a llegar al amor divino también a través del amor humano; que han sido elegidos, desde la eternidad, para cooperar con el poder creador de Dios en la procreación y después en la educación de los hijos; que el Señor les pide que hagan, de su hogar y de su vida familiar entera, un testimonio de todas las virtudes cristianas.
El matrimonio —no me cansaré nunca de repetirlo— es un camino divino, grande y maravilloso y, como todo lo divino en nosotros, tiene manifestaciones concretas de correspondencia a la gracia, de generosidad, de entrega, de servicio. El egoísmo, en cualquiera de sus formas, se opone a ese amor de Dios que debe imperar en nuestra vida. Este es un punto fundamental, que hay que tener muy presente, a propósito del matrimonio y del número de hijos.
1) Testimonio personal. Por supuesto que se puede vivir una sexualidad matrimonial cumpliendo la H.Vitae, acudiendo por causas graves, justas y serias, examinadas en recta conciencia, a tener temporalmente relaciones sólo en momento infértil. Hace falta confianza en Dios, fe seria y vivida,y un poco de esfuerzo. La recompensa es extraordinaria.
2) Hoy lo imperante es un miedo atroz a los hijos, no se les ve como lo que deben ser, un don extraordinario de Dios, que confía en los padres para sostener la familia humana y su Iglesia. La educación de hijos en la fe es tarea de una nobleza suprema, de la cual sólo pueden salir bendiciones para todos.
3) El trabajo de la mujer fuera de casa es muy digno. El trabajo de la mujer en casa es muy digno y se debería reconocer muchísimo más. Todos los médicos, ingenieros, etc, han salido de sus madres, y les han cuidado sus madres y padres, sin ello no habrían llegado a nada.
4) La mujer que se sacrifica en casa y cuida hijos, con o sin trabajo, es labor magnífica. Si el marido no lo reconoce, y no lo valora, es muy poco cristiano y es un egoísta. Y si no colabora todo lo que puede en esa labor es también un egoista y muy mal cristiano (puede arrepentirse, confesarse, si es preciso, y cambiar, lógicamente).
5) Sí, claro que puede no ser fácil vivir el matrimonio y la sexualidad conforme a la doctrina de la Iglesia, pero como en tantas cosas (por ejemplo vivir sin ser un aprovechado, un engañador, un criticón, un egoísta, un envidioso, un perezoso, etc). Pero una vida en gracia de Dios, en amistad con Cristo, merece todo los esfuerzos. Es cuestión de fe y prioridades, y nada hay más prioritario que vivir cara a Dios, como fieles hijos de su Iglesia. Por supuesto que es difícil encontrar en los tiempos que corren un novio o novia que comparta el ideal católico de matrimonio y vida, y que hay que esforzarse en formarse y en tener criterios claros. Pero la verdad y el camino recto no dependen de las dificultades que se tengan en seguirlo.
6)Rezo a Dios para que a todos les ilumine para seguir el buen camino en el seno de la Iglesia, con fidelidad al Papa y a la doctrina de la Iglesia.
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JMI.-Así es la cosa. Paternidad responsable en cuanto al número de hijos es dejarle hacer a Dios en el matrimonio exactamente lo que Él quiere hacer.
Oremos, oremos, oremos.
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Muchas gracias
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JMI.-La encíclica Humanae vitae, combatiendo la pésima anticoncepción generalizada y admitida por tantos teólogos y promoviendo la paternidad responsable, en la que los padres, con la ayuda de los métodos naturales, y contra viento y marea -como usted dice- tratan de tener todos los hijos que Dios quiera que ellos tengan, es una milagro, un faro de luz encendido por el ESanto en las tinieblas del siglo XX. Y del XXI.
Le he editado un trocito que usted pone de las declaraciones de una entrevista de S. S. el Papa Francisco, hoy publicada en InfoCatólica, pues es mejor que la vean entera.
Y que un acto es etico cuando es etica su motivacion y su ejecución. Quiero decir que no sería ético, ni justo, ni bueno tener continencia periódica para limitar el numero de hijos si ello viene motivado por la comodidad o el egoismo. ¿Es asi?
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JMI.-Lo que enseña el Magisterio es muy claro.
Juan Pablo II: «El recurso a los “períodos infecundos” en la convivencia conyugal puede ser fuente de abusos» cuando, sin razones válidas, lo aprovechan los esposos para limitar o evitar la procreación culpablemente. Pero esos métodos pueden ser empleados tanto para frenar la fertilidad como «para acoger una prole más numerosa». Y por eso, quienes enseñan el «método» natural, nunca han de hacerlo en modo «desvinculado de la dimensión ética que les es propia». Hay que proporcionar la herramienta y enseñar al mismo tiempo el modo honesto de usarla (5-IX-1984).
De todo se puede abusar. Se puede abusar de la Eucaristía comulgando sacrílegamente.
Estimado Hermanos y miembros del Cuerpo Místico.
Sobre la Castidad, la virtud que más amo, después de la conversión.La Trata en forma bellisíma Edith Stein, participar de la Limpieza de Dios, "Bienaventurados los limpios" porque verán a Dios.La Gran Santa Teresa Benedicta de la Cruz,trata el tema con gran elevación.
En un matrimonio aumenta en AMOR, a pesar de los años.
Habla en sus obras selectas de la formación de los niños y adolecentes.
Es muy importante recuperar la SACRALIDAD de la SANTA MISA, el don más grande que la IGLESIA, le ofrece al mundo.Tiene que ver con los divorcios, divorciados vuetos a casar, nuevos divorcios.
De ahí salen las fuerzas para todo, de Nuestra Unión con el Señor.
Con los medios ,los ilicitos, son estar en pecado mortal, es decir comulgad que os condenareís, estuve 32 años sin cometer ese Sacrilegio.
En Materia de Fe y Moral el Magisterio es infalible, y primero Dios y después los Hombres.
Con la formación de los niños y jóvenes Santa Teresa
La Humane Vitae, fué seguida por una notable catequesis de Juan Pablo II sobre la misma, defendiendola de falsas interpretaciones.La Familiaris Consortio,el Catecismo Universal.
Desde 1983 he visto una juventud, en estado de peligro creyentes y no.
Hay que decirle claramente a los jóvenes, que están jugando a la ruleta rusa.
El hedonismo entre otras cosas está en la Evangeliun Vitae.
Perdone, como siempre Usted Padre me puede corregir.
Los jovénes tienen para ir contra la corriente, ORAR, FORMARSE, sino como decia mi fallecida Suegra una SANTA, Legionaria, tengo ese último documento señalado por ella, como la Sacramentum Caritatis.Se Pierde la FE.Con esos documentos preparaba las charlas para la Legión, aparte de virtudes heroicas que conozco perfectamente.A Ella y sus charlas le debo mi conversión, era un angel,distinguida, hermosa, ella con su esposo fuerón un ejemplo!!!!con 9 hijos, de todo.
A Crist
A Cristo por María y con el Papa.
Aparte, la vida interior de mis fallecidos suegros, ellos fuerón un modelo de la paternidad divina.
Amaban más a los pródigos.Mi suegro cuando ahora observo como se trata a las personas en sus trabajos,sin perder eficiencia, en su oficina se respiraba un clima de felicidad, salía a comer, con sus empleados, más aya de amistades, admiro cada vez su coherencia de vida, sus actos humanos, que brotaban evidentemente de su interior.
Y con lo que Usted afirma estimado Padre, las negaciones, aspectos negativos, para muchos que no comprenden,Nuestra Santa Madre Iglesia, son afirmaciones rotundas, para poder llegar a tener el conocimiento, de los conocimientos, y tener todo por basura, como dice el apóstol,para conocer al SEÑOR, e incorporarnos a su vida intíma,"Sin mi", no podeís hacer nada, pero eso es el comienzo!!!!! del su conocimiento, pedirselo, eso ya en este Mundo es la Felicidad que aparte nos compromete, con la realidad.
Claro hay momentos de miedo, que gracias al Santo Sacrificio, a "EL" puedo vencer.Todos nuestros conocimientos, de la Iglesia,cientificos, sino sirvén para amar de verdad, al bien común, pueden llegar frente a "EL" ser de un gran peligro.
Dios Nuestro Señor no mira a los 10 de promedio.
A Cristo por Maria y con el Papa.
A Cristo por Maria y con el Papa.
27/02/14 9:46 PM Muchas Gracias, perdón por la gramática, que sigo tratando de mejorar.Usted Estimado Padre es muy claro, y le doy las gracias, por su conocimiento puesto al servicio de Nuestra Madre la Iglesia.El magisterio es claro, en la Veritatis Splendor Juan Pablo II, habla claramente de su deber de defender la Sana Doctrina, que en definitiva es ser fiel a Dios Nuestro Señor, a una persona.
la oración sin esa fidelidad , no lleva a nada, es una ilusión. Muchas Gracias.
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