(253) Información y formación personal –3. La oración continua
–No me diga que hemos de vivir rezando continuamente…
–Hemos de vivir en oración continua, tal como la sagrada Escritura enseña y manda.
La dietética espiritual, es decir, la alimentación de la mente y del corazón por las lecturas y otros medios de comunicación debe ser considerada con una atención máxima. En mi anterior artículo (252) me preguntaba:
«¿Qué palabras llegarán hoy a nuestros hermanos?… En casa, calle, trabajo, metro, oficina, teléfono, por radio y televisión, periódico y revista, en noticias, imágenes y vídeos recibidos por internet en ordenadores y en tantos terminales informáticos hoy en uso, se ve el hombre informado, asediado, entretenido y deformado por una inmensidad de palabras, datos e imágenes… La Palabra divina se ve silenciada por un clamor continuo de palabrería humana. Hay en ese cúmulo de noticias –cientos y cientos cada día–, un predominio habitual de lo que es más trivial y negativo, de lo que está más afectado por una habitual sordidez que parece insuperable».
Abandonar la Palabra divina, para atiborrarse de palabrería humana, lleva a abandonar al mismo Dios. Nos distanciamos de una persona amiga cuando no procuramos hablar con ella: no nos interesa; o mejor, otras cosas o personas hay que nos interesan más… El cristiano atiborrado de noticias e imágenes, no sólamente carece de tiempo, como es evidente, para centrar en Dios el oído y la mirada: le falta el ánimo, lo que es mucho más grave, para volverse a Él, estando cebada la atención de su mente y la sensibilidad de su corazón en las criaturas. Y sin embargo:
La oración ha de ser continua porque quiere Dios vivir siempre en nuestra mente y corazón. Quiere que vivamos con Él, por Él y para Él. Que vivamos con Él siempre, como los hijos con su padre. Con Él siempre en el pensamiento y el amor, habitualmente conscientes de su presencia santísima, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en nuestra alma como en un templo. «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada» (Jn 14,23). No viene Dios a nosotros, como «dulce huesped del alma», para que vivamos olvidados de su presencia o sin relacionarnos frecuentemente con Él. En todo momento es Él nuestra luz y nuestra vida, nuestro camino y nuestra roca. «En Él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17,28).
Israel vive en oración continua, y con verdad puede decir en sus salmos: «Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca» (33,1); «a Ti te estoy llamando todo el día» (85,3), «siete veces al día te alabo» (118,164), «tengo siempre presente al Señor» (15,8; cf. 24,5; 33,2; 34,28; 43,9; 67,20; 87,2; 95,2; etc.). Las tres «horas» diarias prescritas de oración (54,18; Dan 6,10) ayudan a Israel a vivir en oración continua, esto es, a «caminar en la presencia del Señor» (Sal 114,9).
Los Apóstoles exhortan a la oración continua, fieles al ejemplo y a las enseñanzas de Jesús. En efecto, Cristo nos mandó «orar siempre», en todo tiempo (Lc 18,1; 21,36; 24,53). Y lo mismo enseñaron los Apóstoles: debemos orar siempre, sin cesar (Hch 1,14; 2,42; 6,4; 10,2; 12,5; Rm 1,9s; 12,12; 1Cor 1,4; Ef 1,16; 5,20; 6,18; Flp 1,3s; 4,6; Col 4,2; 1Tes 1,2s; 2,13; 5,17; 2Tes 1,11; 2,13; Flm 4; Heb 13,15), noche y día (Lc 2,37; l8,7; Hch 26,7; 1Tes 3,10; 1Tim 5,5; 2Tim 1,3).
La Iglesia primera vive el ideal de la oración continua.
En Roma, en la Traditio Apostolica, San Hipólito (+235) describe los tiempos diarios de la oración, lo que con el tiempo irá tomando formas cada vez más perfectas en la Liturgia de las Horas, y concluye: «así vosotros, todos los fieles, haciendo esto, no podréis ser tentados ni os perderéis, ya que siempre guardáis memoria de Cristo» (n.41). Y en Alejandría, por los mismos años, Clemente (+215) describe así la vida de los cristianos, del común de los fieles; aún no había monjes: el cristiano guarda de Dios «memoria continua: ora en todo lugar, en el paseo, en la conversación, en el descanso, en la lectura, en toda obra razonable, ora en todo». Igualmente, San Juan Crisóstomo (+407), patriarca de Constantinopla, enseña que «conviene que el hombre ore atentamente, bien estando en la plaza o mientras da un paseo; igualmente el que está sentado ante su mesa de trabajo o el que dedica su tiempo a otras labores, que levante su alma a Dios» (De Anna serm. 4,6).
Los santos han vivido la oración continua, también aquellos de vida activa y ajetreada.
Santa Catalina de Siena (+1380), viviendo con su familia, en una casa llena de parientes y amigos, atendiendo muchas relaciones, ocupándose a veces en misiones de la Jerarquía apostólica importantes y delicadas, vivía la oración continua: nunca abandonaba su «celda interior» (Diálogo introd.; III,4,3; V,7,2). San Ignacio de Loyola (+1556) nos confiesa de sí mismo que «siempre y a cualquier hora que quería encontrar a Dios, lo encontraba» (Autobiografía 99). Y de él nos cuenta el padre Nadal: «Sabemos que el P. Ignacio había recibido de Dios la singular gracia de ejercitarse siempre que quería y de descansar en la contemplación de la Santísima Trinidad; pero, además, también la de sentir en todas las cosas, en todas las acciones y conversaciones, la divina presencia y la amorosidad de las cosas espirituales y la de contemplarlas, siendo al mismo tiempo contemplativo en la acción(lo que él solía explicar diciendo que a Dios se le había de hallar en todo)» (MHSI, Nadal IV, Madrid 1905, 651).
La oración continua nos hace vivir en amistosa relación con el Señor. Ciertamente, entre dos amigos, la amistad pide largas y frecuentes conversaciones; pero también es cierto que a veces, cuando éstas no son posibles, la amistad se mantiene y crece con frecuentes relaciones personales breves. Pues bien, es posible que Dios no le dé a un cristiano la gracia de tener largos ratos de oración –sí quiere concederlo a muchos que se abren a su don–, pero es indudable que quiere dar a todos sus hijos, sea cual fuere su vocación y forma de vida, esa oración continua que nos hace vivir siempre en amistad filial con él. Siempre es posible la oración de todas las horas, esto es, vivir en la presencia de Dios.
Hay muchas prácticas que estimulan la oración continua. La liturgia de las Horas, desde su origen, está dispuesta «de tal manera que la alabanza de Dios consagra el curso entero del día y de la noche» (Vaticano II, SC 84). Por ella la Iglesia y cada cristiano «alaba sin cesar al Señor e intercede por la salvación de todo el mundo» (83). La bendición de las comidas, el rezo del Ángelus, el ofrecimiento de obras, las jaculatorias y breves oraciones al inicio o fin de una actividad, los diarios exámenes de conciencia, el Rosario, las tres Ave Marías, etc., son prácticas tradicionales que ciertamente ayudan a guardar memoria continua del Señor.
San Ignacio de Loyola propone: «se pueden ejercitar en buscar la presencia de nuestro Señor en todas las cosas, como en el conversar con alguno, andar, ver, gustar, oír, entender, y en todo lo que hiciéremos. Esta manera de meditar, hallando a nuestro Señor Dios en todas las cosas, es más fácil que no a levantarnos a las cosas divinas más abstractas, haciéndonos con trabajo presentes a ellas, y causará este buen ejercicio, disponiéndonos, grandes visitaciones del Señor, aunque sean en una breve oración» (Cta.al P. Brandao I-VI-1551).
Las jaculatorias tienen una arraigada tradición en la Iglesia. El mismo Jesús intercalaba a veces breves oraciones estando en acción: «En aquella hora [estaba predicando] se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: “Yo te alabo, Padre”», etc. (Lc 10,21; cf. Jn 11,41-42; 12,27-28). Y los monjes de Egipto, como se ve en los antiguos escritos que traen máximas y ejemplos de los Padres del desierto, tenían en estas frecuentes y breves invocaciones a Dios una de sus formas preferidas de oración. Las jaculatorias son como flechazos (iaculum = flecha) que el orante lanza a Dios. Es la manera de oración más fácil –no requiere ningún método ni aprendizaje alguno–, y más asequible a todos los temperamentos y a todas las circunstancias de la vida.
San Francisco de Sales (+1622) enseña que este modo de orar «no es difícil, y puede alternarse con todos nuestros quehaceres y ocupaciones sin quebrantarlos. [El rezo de jaculatorias] puede suplir la falta de todas las demás oraciones, pero la falta de éstas no puede ser reemplazada con ningún otro medio» (Introducción a la vida devota 13).
«Jesús» es la jaculatoria más esencial: «Jesús». La pura invocación de su nombre afirma en nosotros su presencia, su amor, su acción: «Jesús». Lleva en sí misma el «¡Señor, sálvame» de Pedro, que se hunde en el mar (Mt 14,30). Esa breve palabra sagrada, Jesús, expresa «salvación», «amor misericordioso de Dios a nosotros». Es la súplica del ciego de Jericó y de tantos otros pecadores o afligidos que el Evangelio nos muestra: «¡Jesús, hijo de David, ten piedad de mí!» (Mc 10,48; cf. Lc 18,38). Equivale al Kyrie, Christe, eleison! de la Liturgia eucarística. Es el último suspiro de Esteban, entregando su vida en el martirio: «Señor Jesús, recibe mi espíritu» (Hch 7,59).
«La invocación del santo Nombre de Jesús es el camino más sencillo de la oración continua –nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica–. Repetida con frecuencia por un corazón humildemente atento, no se dispersa en “palabrerías” (Mt 6,7), sino que “conserva la Palabra y fructifica con perseverancia” (Lc 8,15). Es posible “en todo tiempo” porque no es una ocupación al lado de otra, sino la única ocupación, la de amar a Dios, que anima y transfigura toda acción en Cristo Jesús» (n. 2668). Esta forma de oración se ha desarrollado en Oriente y Occidente con pequeñas variantes: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros, pecadores» (ib. n. 2667).
La Filocalia (MG 147, 94ss) nos trae, entre otras, las enseñanzas del monje Nicéforo el Hesicasta (s. XIII), el primer testigo cierto de la oración de Jesús asociada al ritmo de la respiración. Él recomienda al orante: en la oración «no debes callar, ni permanecer ocioso. No tengas otra ocupación ni meditación que clamar: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí!”. Sin cesar, perseverando en la súplica. Esta práctica, guardando tu espíritu de divagaciones, lo hace inatacable e inaccesible a las sugestiones del Enemigo, y va elevando cada día al amor y deseo de Dios… Clama interiormente estas palabras, “Señor Jesucristo, ten piedad de mí”, dejando a un lado todo otro pensamiento». El libro El peregrino ruso, escrito por primera vez en Kazán, Rusia, hacia el año 1865, y reescrito posteriormente en formas más cuidadas, está centrado en «la oración de Jesús», y ha sido objeto de muchas ediciones en numerosas lenguas (Edit. Monte Carmelo 2003; Alianza Edit. 2010; etc.). Y es de notar también que en algunas religiones no cristianas se practican también ciertas oraciones breves y repetidas incesantemente.
El Espíritu Santo ora siempre en el corazón del cristiano: «el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escudriña los corazones conoce cuál es el deseo del Espíritu, porque intercede por los santos según Dios» (Rm 8,26-27). La oración del Espíritu Santo que habita en nosotros es tan suave y constante –«bendito seas, Señor», «hágase tu voluntad», «ven en mi ayuda»…– que muchas veces la persona no se da cuenta de que está orando. Ya advierte San Juan de la Cruz que «hay muchas almas que piensan que no tienen oración, y tienen muy mucha, y otras que tienen mucha y es poco más que nada» (prólogo 6, Subida al Monte). Dice «muchas almas»: se entiende, de aquellas que cuidan atentamente su vida espiritual.
Pues bien, las jaculatorias, voluntariamente fomentadas al comienzo de la vida espiritual, abren el corazón a esa oración incesante del Espíritu, y hacen de la vida cristiana una ofrenda permanente, un continuo clamor de esperanza enamorada.
José María Iraburu, sacerdote
Post post.–En este artículo y en el anterior he hecho mención a la palabrería humana que diariamente nos asedia en la calle, la casa, la radio, el periódico, la televisión, etc., incapacitándonos para más altos conocimientos y relaciones de amor. Queda por hablar de otro asedio, también adictivo: las redes sociales. Pero merecen un artículo aparte que, si Dios quiere, será el próximo. El que avisa no es traidor.
Índice de Reforma o apostasía
15 comentarios
Lo demás también, por supuesto.
Feliz domingo,
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JMI.-Que los Reyes te traigan muchas gracias de Dios,
y otros regalitos que Él quiera.
Sobre la Liturgia de las Horas, es otro regalo que Dios nos hace por medio de la Iglesia Católica, los salmos, el oficio de lectura, etc. nos anima a convertirnos en almas de oración. Se ha declarado a San Francisco de Asís, como lengua de oración, hace años leí en alguna parte. Y es que nuestra oración debe perfeccionarse día a día, si hacemos menos oración, nuestro hombre viejo nos vencerá a cada momento; repito, es cuando no hacemos bien la oración.
El día que yo comience a orar bien, habré comenzado a adelantar, pero con mis oraciones tan imperfectas, no me ayudan para nada. Pero a pesar de nuestras imperfecciones, no podemos rendirnos, pues significaría, caer en la tentación y pecar, no nos conviene de ninguna manera. Debemos orar, pero no atropelladamente, las oraciones atropelladas no pueden ayudarnos a salir de nuestra tibieza.
"El que avisa no es traidor", leo las palabras finales del Post-post". Cuando se educa en el Nombre del Señor, no hay traición alguna,
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JMI.-El niño muy pequeño habla muy mal y, además, sólo dice tonterías, el pobretico. Y su padre le escucha embobado, con un cariño enorme. Así Dios. Mejor, al revés: el padre imita a Dios.
Supongo que a cada cual le irá mejor una cosa, pero tengo que decir que a mi me ha cambiado la vida cristiana.
Ojalá hubiera grupos que promovieran esta forma maravillosa de espiritualidad en España, porque, por increíble que parezca, la repetición tranquila de Señor Jesucristo, ten piedad de mi, lleva a un deseo creciente de Dios, lleva a un cambio radical.
Tenemos un tesoro que viene de Oriente, y mucha gente no sabe que existe.
Gracias por darlo a conocer.
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JMI.-Que sea para los lectores un regalo de Reyes.
No obstante a mí me cuesta recordarlas regularmente porque padezco una rémora pelagiana: la costumbre de "concentrarme" en las actividades que encaro al punto de evitar recordar otra cosa que no sea lo que atañe a lo que estoy abocado. Es una mala costumbre de mi memoria que me cuesta mucho erradicar. Hay días en que no tengo dificultades el mechar de jaculatorias todas mis actividades, pero otros días terminan sin que me haya acordado del Señor.
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JMI.-Hay aspectos puramente psico-somáticos que condicionan mucho la capacidad mantenida de atención. Cuando ya la vida espiritual es "mística", al modo divino (predominio de los dones del ESanto), no tienen ya ningún influjo en la vida espiritual. Pero cuando todavía es "ascética", al modo humano (predominio de las virtudes), sí que condicionan, limitan y modalizan no poco la vida espiritual concreta.
Cada uno de nosotros debe hacer TODO, SOLO, NO MÁS, NO MENOS, NI OTRA COSA que lo que Dios le vaya dando hacer por su gracia día a día, minuto a minuto.
Saludos
Ana
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JMI.-Como dice el PPFco, "recen por mí".
Ése es el mejor agradecimiento posible.
Bendición +
Eso me pasa ya hace muchos años. No sé si tendrá algo que ver (me imagino que sí), la ansiedad generalizada que padezco.
Ahora bien, me paso casi todo el día orando, pues según me enseñaron de niña, orar es hablar con Dios. Y siempre antes de dormir me encomiendo a Dios, y lo mismo para mis hijos y todas las personas necesitadas.
Siempre ha despertado mi interés, cuando he visto en diversos reportajes, como rezan algunos judíos ortodoxos. No paran de rezar y además hacen como unas pequeñas reverencias sin parar. Según me han comentado es para alejar de ellos la tentación.
Así que me ha parecido muy interesante su post sobre las jaculatorias, que pienso repetir a menudo. Aunque sin saberlo lo vengo haciendo mucho tiempo.
Han sido un regalo muy bonito de Reyes. ¡Gracias!
Que sus Majestades, le traigan todo aquello que usted necesite y que pase un feliz domingo.
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JMI-Bendición para Ud. y para los suyos.
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JMI.-Le transcribo de un libro de Julián López Martín, antiguo profesor de Liturgia, actual Obispo de León (copio/pego):
"Disponemos de datos bastante seguros y numerosos para conocer las prácticas judías de la oración en tiempos de Jesús. La documentación más completa nos la ofrece la Mishná, código rabínico compilado hacia el año 200 de la era cristiana. En el tratado de las bendiciones, concretamente, se enseña que hay tres momentos de plegaria al día: el amanecer, el mediodía y la tarde (Berakhot IV). De estas tres horas, dos se producían al mismo tiempo que los sacrificios llamados perpetuos, que todos los días se ofrecían en el Templo (Núm 28,2-8). Mientras los sacerdotes, ante la asamblea asistente, oficiaban en Jerusalén el rito sagrado, todos los judíos piadosos se unían a él por la oración desde el lugar en que se hallasen. Así se asociaban la oración y el sacrificio litúrgico. Así la oración quedaba unida al sacrificio, participando de él y, al mismo tiempo, dándole espíritu y sentido. «Tres veces al día» (Dan 6,10), «por la tarde, en la mañana y al medio día» (Sal 54,18), se levantaban en Israel los corazones hacia el Señor, bendiciéndole e invocándole.
"Aunque los textos aludidos no nos dicen nada del contenido de esas horas de oración, conocemos por tradiciones muy antiguas la costumbre piadosa judía de recitar dos veces al día el Shemá Yisrael (Escucha, Israel), al acostarse y al levantarse. Esta profesión de fe, en la que se bendice al Dios Unico, era la oración más querida y frecuente entre los fieles judíos, y formaba parte tanto de la liturgia del Templo y de la sinagoga, como de la oración familiar y privada: «Escucha, Israel, Yavé nuestro Dios es el único Yavé. Amarás a Yavé tu Dios con todo tu corazón», etc. El Shemá, el credo israelita, consiste en la recitación del texto de Dt 6,4-9, al que se une, al menos desde el siglo II antes de Cristo, Dt 11,13-21 y Núm 15,37-41. Esta bellísima plegaria había de ser repetida a los hijos, «lo mismo en casa que de camino, cuando te acuestes y cuando te levantes» (Dt 6,7; 11,19). Y Cristo mismo la da como respuesta a aquel doctor que le preguntaba acerca del mandamiento principal (Mc 12,29-30).
"Si el Shemá era sobre todo oración matutina y vespertina, la Thephillah era la oración del mediodía. Esta oración pertenecía al culto de la sinagoga, donde se recitaba primero en voz baja por todos, y era después semitonada por un salmista, mientras que la comunidad respondía con el Amén a cada una de sus dieciocho solemnísimas bendiciones. Entresacamos de esa grandiosa oración algunas frases: «1. Bendito seas, Yavé, Dios nuestro y Dios de nuestros padres... 2. Tú eres un héroe, que abates a los que está elevados... 3. Tú eres santo, y tu nombre es terrible, y no hay Dios fuera de ti. 4. Concédenos, Padre nuestro, una ciencia emanada de Ti..." (La oración al paso de las horas, Fund. GRATIS DATE, Pamplona 1998, 2ª ed. pg. 5-6)
No toda prescripción rabínica obliga a un católico, pero el católico que busca la verdad y la unión con Dios tiene momentos de oración por amor o para ganarse las promesas del Padre, de NSJC, de María o de la Iglesia que recibió de Jesús la autoridad de atar y desatar en el cielo y en la tierra.
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JMI.-Así es la cosa. Tal cual.
Entonces sus enseñanzas son un complemento completísimo para mí, una alegría tremenda de poder oír lo que nadie en las predicaciones nos hablan tan llenas de palabras humanas, huecas y vacías que ni producen conversión ni dan luz para progresar en el crecimiento espiritual.
Sus enseñanzas en este blog son sabidas a poco que le hayamos leído sus escritos, síntesis y audios sobre la espiritualidad, pero las recibimos como si fuera la primera vez, nuevas, y renovadoras para nuestras personas.
Son una gozada los comentarios que hacen todos sobre las mismas pues son como un compartir en fraternidad de muchos hermanos, que aún siéndonos desconocidos, nos sentimos hijos de un mismo Padre y Madre.
Gracias nuevamente, y en este caso, por motivar mi oración continua, viviendo así la presencia del Señor.
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JMI.-Demos gracias al Señor, nuestro único Maestro.
Sobre el tema que les centra ahora pueden ver un escrito mío
POR OBRA DEL ESPÍRITU SANTO en www.gratisdate.org/nuevas/espsanto/default.htm
Se lo pueden descargar o pedirlo a la Fundación GRATIS DATE impreso
(104 pgs., 2'75 miserables €) fundació[email protected]
Con Jesús Luna estoy también bebiendo del maravilloso trabajo que Dios le ha dado a usted hacer.
Una vez más, muchísimas gracias, Padre Iraburu. Que Dios le bendiga y le dé hacer tanto bien por nosotros en 2014 como el que nos ha hecho en 2013.
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JMI.-El Señor es nuestro único Maestro.
Lo más que pretendemos nosotros es no estropear demasiado el esplendor de su verdad.
Reza por mí con R.
y que recen los niños por mí.
Bendición +
Es alentador saber que tenemos una fuente inagotable de oración y alabanzas en la lectura y meditación de la Palabra de Dios, fundamento de nuestra fe.
En mi caminar de vida como cristiano he pasado del rosario, a la liturgia de las horas y luego a tres Padre Nuestro, como comenta el Didaché practicada por los primeros cristiano.
Es una bendición de Dios y una unción del Espíritu Santo el cambiar y preferir la lectura meditada de la Palabra a cambio de la basura de la palabrería que inunda los medios de comunicación con sus noticias, como señala su comentario.
Muchas gracias por su enseñanza y que el Único Sabio le siga derramando su Espíritu de Enseñanza y Sabiduría.
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JMI.-Sí, uno solo es nuestro Maestro.
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JMI.-Uno solo es nuestro Maestro y Salvador.
Gracias. Bendición +
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JMI.-Gracias por su gratitud.
De arriba vienen todos los dones y toda gracia perfecta, del Padre de las luces (Stgo 1).
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