(235) La exaltación de la Santa Cruz
–Hoy la cosa va en serio.
–¿Y cuándo no?
Hoy la Iglesia universal celebra en su Liturgia la Exaltación de la Santa Cruz. Vivamos con alegría inmensa y con gratitud indecible hacia Dios esta maravillosa fiesta del Año litúrgico. «Tanto amó Dios al mundo que le entregó su Hijo unigénito [primero en Belén, por la encarnación, y finalmente en la Cruz, en el misterio de la redención), para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). La Cruz es la máxima declaración de amor que Dios nos hace a los hombres. Es la epifanía suprema de Dios mismo, que es amor.
La Tradición católica de los Padres, del Magisterio y de los grandes maestros espirituales «dice» una y otra vez que Dios quiso en su providencia el sacrificio redentor de Cristo en la Cruz. Lo afirmamos hoy en todas las iglesias del mundo al celebrar la Misa, rezando en la oración colecta:
–«Señor Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la cruz; concédenos, te rogamos, a quienes hemos conociddo en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la vida eterna».
Ésta es la fe de la Iglesia, la que expresa la Revelación divina que nos ha llegado por el ministerio de los patriarcas, de los profetas, de los apóstoles, de sus sucesores y de toda la tradición unánime de la Iglesia en Oriente y Occidente.
–El Catecismo Romano (1566) enseña que «no fue casualidad que Cristo muriese en la Cruz, sino disposición de Dios. El haber Cristo muerto en el madero de la Cruz, y no de otro modo, se ha de atribuir al consejo y ordenación de Dios, “para que en el árbol de la cruz, donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida” (Pref. Cruz)… Como advierte el Apóstol, hemos de admirar la suma providencia de Dios: “ya que el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación… y predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos” (1Cor 1,21-23)… Y por esto también, viendo el Señor que el misterio de la Cruz era la cosa más extraña, según el modo de entender humano, después del pecado [primero] nunca cesó de manifestar la muerte de su Hijo, así por figuras como por los oráculos de los Profetas» (I p., V,79-81).
–El actual Catecismo de la Iglesia Católica (1992) enseña lo mismo: «La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como lo explica San Pedro a los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: “fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios” (Hch 2,23)» (599).
Estos Catecismos no hacen sino repetir la primera catequesis de Jesús a los discípulos de Emaús: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras» (Lc 24,25-27).
Cristo quiso morir por nosotros en la Cruz. Como dice Juan Pablo II en la Salvifici doloris (1984), «Cristo va hacia su pasión y muerte con toda la conciencia de la misión que ha de realizar de este modo… Por eso reprende severamente a Pedro, cuando éste quiere hacerle abandonar los pensamientos [divinos] sobre el sufrimiento y sobre la muerte de cruz (Mt 16,23)… Cristo se encamina hacia su propio sufrimiento, consciente de su fuerza salvífica. Va obediente al Padre, pero ante todo está unido al Padre en el amor con el cual Él ha amado al mundo y al hombre en el mundo» (16). «El Siervo doliente se carga con aquellos sufrimientos de un modo completamente voluntario (cf. Is 53,7-9)» (18). Éste es «el Cordero de Dios» (Jn 1,36): así lo presenta al pueblo el Bautista; éste es el Cordero inmaculado, el que de verdad tiene poder para quitar el pecado del mundo al precio de su sangre.
* * *
Muy necesario es hoy «exaltar la Cruz de Cristo», porque son muchos hoy los que la falsifican y menosprecian. Y los que más daño hacen al pueblo de Dios son los falsos Maestros de una falsa teología.
El lenguaje de la fe católica debe ser siempre fiel al lenguaje de la sagrada Escritura. Quiso Dios que Cristo nos redimiera mediante la muerte en la Cruz. Quiso Cristo entregar su cuerpo y su sangre en la Cruz, como Cordero sacrificado, para quitar el pecado del mundo. Ésta es una verdad formalmente revelada en muchos textos de la Escritura. Aunque algún máximo teólogo, según el mundo, diga que su sacrificio final expiatorio no era «inherente a la misión que tenía que realizar en el mundo», no le crean: miente. «Dice» lo contrario a lo que «dice» la Escritura. Ningún teólogo, aunque haya recibido como tal las máximas distinciones dentro incluso de la Iglesia, puede negar lo que afirma la Escritura sagrada. Si los apóstoles afirman una y otra vez que «Dios envió a su Hijo, como víctima expiatoria de nuestros pecados» (1Jn 4,10), ningún teólogo, por altos y numerosos que sean sus títulos académicos, debe atreverse a «contra-decir» lo que «dicen» los Apóstoles. No puede afirmar que «Dios no envía su Hijo a la muerte, no la quiere, y menos la exige».
Un teólogo podrá y deberá explicar el sentido de las Escrituras, purificándolo de entendimientos erróneos, pero jamás deberá negar lo que la Biblia afirma, y nunca habrá de tratar las palabras bíblicas con reticencias y críticas negativas, como si fueran expresiones equívocas. Allí, por ejemplo, donde la Escritura dice que Cristo es sacerdote, teólogos o escrituristas no pueden decir que Cristo fue un laico y no un sacerdote, sino que han de explicar bien que nuestro Señor Jesucristo fue sacerdote de la Nueva Alianza sellada en su sangre.
El teólogo pervierte su propia misión si contra-dice lo que la Palabra divina dice. Una tarea principal del teólogo es interpretar bien lo que «quiere decir» la Revelación y la fe cristiana cuando «dice» una cierta verdad. Pero la interpretación teológica es inadmisible cuando «contra-dice» expresamente lo que dice la Escritura. No puede preferir sus modos personales de expresar el misterio de la fe a los modos elegidos por el mismo Dios en la Escritura, en la Tradición eclesial, en el Magisterio y la Liturgia, hasta el día de hoy.
Es evidente que Dios, para expresar realidades sobre-naturales, emplea el lenguaje natural-humano, y que necesariamente usará de antropo-morfismos. Pero en la misma necesidad ineludible se verá el teólogo. También su lenguaje se verá afectado de antropo-morfismos, pues emplea una lengua humana. La diferencia, bien decisiva, está en que el lenguaje de la Revelación, asistido siempre por el Espíritu Santo en la Escritura, en la Tradición y en el Magisterio apostólico, jamás induce a error, sino que lleva a la verdad completa. Mientras que un lenguaje contra-dictorio al de la Revelación, arbitrariamente producido por los teólogos, lleva necesariamente a graves errores.
Cuando teólogos y maestros de espiritualidad desprecian las palabras y los conceptos que la Iglesia ha elaborado en su tradición, bajo la acción del Espíritu de la verdad (Jn 16,13), y crean, por el contrario, alergias en el pueblo cristiano hacia esos modos de pensamiento y expresión, proponiéndoles los suyos, como mejores, están destruyendo la fe de los fieles. No son servidores fieles de la Palabra divina, pan vivo bajado del cielo para alimento de los hijos de Dios.
Pío XII, en la encíclica Humani generis (1950), denuncia a quienes pretenden «liberar el dogma mismo de la manera de hablar ya tradicional en la Iglesia» (9). Estas tendencias «no solo conducen al relativismo dogmático, sino que ya de hecho lo contienen, pues el desprecio de la doctrina tradicional y de su terminología favorecen demasiado a ese relativismo y lo fomentan» (10). Por todo ello es «de suma imprudencia abandonar o rechazar o privar de su valor tantas y tan importantes nociones y expresiones» que, bajo la guía del Espíritu Santo, se han formulado «para expresar las verdades de la fe cada vez con mayor exactitud, sustituyéndolas con nociones hipotéticas o expresiones fluctuantes y vagas de la nueva filosofía» (11).
Hemos tenido que oír y leer en los últimos tiempos verdaderas blasfemias contra la Cruz de Cristo. Nos ha sido dicho que la muerte de Cristo no fue «un designio de Dios», y menos aún que haya de ser entendida «como inherente a la misión que tenía que realizar en el mundo». Nos han dicho que, simplemente, fue un acontecimiento histórico causado por «las situaciones, instituciones y personas en medio de las que él vivió». (¡Qué mala suerte tuvo!)… Nos han dicho que Dios no quiere la muerte de su Hijo, «no la quiere, ni menos la exige». Nos han afirmado que más bien ha de entenderse la muerte de Cristo como «un accidente profesional», bastante previsible en los que son profetas de Dios. Nos han asegurado que «el peligro dolorista de la devoción al Crucifijo» [sic], tan desarrollado en los últimos siglos, es «una concepción desviada y morbosa», que halla su máxima expresión en «la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, traspasado y coronado de espinas». En fin, no ha faltado quien nos ha llegado a asegurrnos por escrito que La cruz no nos salva. «Hace ya dos mil años que dura el grave malentendido, y son demasiados los que lo sostienen, pero hoy es insostenible… Nadie explicó nunca por qué Dios exige expiación, ni quién gana con que el culpable expíe. Eso hicimos de Dios, ¡pobre Dios!… ¡Maldita cruz!».
Celebramos hoy, pues, la Exaltación de la Santa Cruz, y buena falta nos hace entre tantos «enemigos de la cruz de Cristo» (Flp 3,18). La Cruz de Cristo, con la Encarnación, es la obra más excelsa de la Providencia divina: la epifanía total del amor, de la justicia y de la misericordia de Dios. A exaltarla dediquemos hoy el día, y toda nuestra vida, unidos a la Iglesia católica de Oriente y Occidente, de ayer, de hoy y de mañana.
José María Iraburu, sacerdote
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23 comentarios
Gracias sean dadas POR SIEMPRE A DIOS NUESTRO SEÑOR, a todos los servidores del Evangelio y todas y cada una de las personas que a lo largo de la historia han luchado porque la enseñanza de la Iglesia se mantenga libre de errores y cada uno de nosotros haya podido recibir el Bautismo.
Y no lo es desde el momento en que es posible afirmar (con cierta seguridad) que si Jesús no hubiese resucitado de entre los muertos el movimiento que había iniciado habría muerto con él... y el cristianismo nunca habría existido.
Es la RESURRECCIÓN.
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Un saludo
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Voy poco a poco, pero... sin el cumplimiento de los mandamientos tampoco puede mirarse la perspectiva de la resurrección.
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Si Cristo no ha resucitado,vana es nuestra Fe,pero es la Cruz lo que llena los corazones.
Si,la maxima declaracion del Amor de Dios,es la Cruz de Cristo,la resurrecion es la firma de la Luz.
La Cruz de Cristo es algo tan elevado,que cuando Dios te hace entrar en el Misterio,quedas extasiado por la santidad y purificado por las lagrimas que brotan y gritan,¡Señor,apartate de mi que la nada es mayor que yo!.
No hay regalo mayor en esta vida,que ser llevado por el Espiritu,a los pies de la Cruz de Cristo.Hay nace la nueva criatura,la nueva creacion.La Fe que nace de esa experiencia,es indestructible.Nunca,nada,nadie.
¡Oh Señor!,si fueramos llevados cada dia a Tus pies a contemplarte,¡seriamos angeles!.
No,no hay nada(accion) mayor que la Cruz,ni remotamente,porque ahi nos salvaste,porque en la Cruz,el hombre vuelve a Dios,porque Dios nunca fue mas hombre que en la Cruz,abandonado y maldito por nuestra justificacion.
"Todo esta cumplido" y Dios firmo la carta que nos envio(Evangelio)
La carta de Amor mas grande de todos los tiempos,a años Luz,fue escrita en la Cruz.Por eso Cristo muere con los brazos abiertos,para atraer la mirada de los mavados,que fuimos los que le matamos,y comprendamos el Misterio de la Fe,por el Amor Luminoso.
A El sea toda la hloria junto con el Pdre,en el Espiritu Santo.
¡Cristo ViVe y Reina!
Damos Fe.
Dios lo bendiga, Padre
Un abrazo, padre I.
Gracias,
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JMI.-Tampoco mi nombre es poca cosa: José + María.
Pero Maricruz, realmente, es una maravilla.
Bendición +
Gracias, Jesus por quererla para que yo ahora pueda entrar en el Cielo.., y un dia poder contemplar la Hermosura de tu mirada Cara a cara..! Y a ti, Maria, gracias por tu fiat.., y sigue quedandote conmigo aqui en esta, mi Cruz luminosa. Amen+
Bendicion + Padre
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JMI.-Bendición +
Muchos se partian y disfruta-n-ban burlandose de la Cruz de Cristo,pero Cristo se gozaba porque nos estaba haciendo participes de SU gloria.
La carne se rie,pero el Cuerpo de Cristo llora,porque no hay Amor mas grande que morir a la carne y alegrarse por el consuelo del Padre.
El placer de un dia tiene los dias contados,pero el Amor de Dios se contara todos los dias,cantando.
Asi es la Cruz;Amor,muerte y gozo,..alegria porque el que muere empieza a Amar de verdad,para glorificar a Cristo,apasionadamente.
Bendito sea el Señor por siempre.
Pero (siempre hay un pero)... ¿es suficiente este argumento (o esa cruz) para alcanzar la resurrección si no se cumplen con los mandatos establecidos?
Olvídense... ¡NO!
: )
No es cumpli/r-y-miento por un bajo-senti/r-y-miento.
Aun habiendo perdido el primer Amor,la luna de miel,la pasion,El nos sostiene y con SU callado nos atrae siempre.
Es cierto,todos los hombres cargan cruces,pero no todos van a Cristo a que les alivie la carga,porque ellos apelan a su orgullo y este es antagonista de Cristo,contrario,enemigo y adversario.
El cargar una cruz no nos hace Cristianos,nos hace humanos,pero apoyarse en Cristo nos hace sobre-humanos;porque todo el que se abaje,sera ensalzado.
La cruz del hombre no tiene ningun sentido,es la Cruz de Cristo la que da sentido al hombre.
El hombre sin Cristo no sabe que el sufrimiento redime y santifica,llena de sentido la vida e ilumina.
Sufre sin conocimiento,porque no entiende que en la Cruz,despunta la Vida.
Camino de Santidad;negarse a si mismo,perder la vida de las bajas pasiones,que tanto tiran de nosotros hacia abajo,para que nuestro espiritu no se eleve a las moradas celestiales con Cristo Jesus.
La Paz.
Pero hay tal miedo y horror a la Cruz - que siendo el único camino por el que tenemos que pasar, morir en ella, y así poder resucitar a la Gloria - que hasta en el arte religioso actual se muestra este repelús a la Cruz. Me explico: en una iglesia católica en donde hace dos años estaba haciendo mis acostumbrados retiros anuales de fin de semana, le hice observar al sacerdote la imagen que ahora está de moda de poner un Cristo resucitado presidiendo el altar. Era el típico Cristo con su media túnica, con los brazos abiertos, los pies desnudos y mostrando el costado, y con una tenue cruz detrás sin estar crucificado en ella, ¡y el cuerpo de Cristo resucitado no tenía llagas!. Tal sería la animadversión del artista a la cruz que , creo sin darse cuenta, esculpió una imagen herética y completamente contraria al Evangelio. El sacerdote, al percatarse, me dijo que si hubiera ocurrido así, nos habríamos quedado sin las hermosas exclamaciones de "¡Señor mío y Dios mío!" que Sto. Tomás pronunció al percatarse que era el mismo cuerpo de Jesús ya que pudo poner sus dedos y su puño en las llagas.
Como aseguraba D. Marcelo en unas Conferencias Cuaresmales: "Cristianismo sin cruz, la gran tentación".
A muchos nos extrañó/disgustó tan insólito cambio y le preguntamos la razón. Explicó que era una combinación de Cristo crucificado y resucitado...
Con la perspectiva de los años, yo sospecho que fue una forma encubierta de sacar la cruz del templo.
¡Y después nos quejamos que se sacan los crucifijos de las escuelas y las oficinas públicas!
(buscar: "Cristo abrazado a la cruz de El Greco, Madrid" en wikipedia.org )
Cómo tenemos que -abrazar-, no rechazar, las cruces diarias, -con la mirada al cielo-, -confiados- no mirando al suelo.
Creo que esta imagen es al mismo tiempo de Xto. resucitado porque el que, con la g. de Dios, consigue superar el dolor y verdaderas muertes de las cruces diarias, y llega al estado en que ama y goza -disfruta- de las cruces que Dios le envía, es que en cierta forma ya está resucitado/ está en el cielo/ en la eternidad.
Quizá no es muy ortodoxo esto que digo.
Perdone mi atrevimiento y que Cristo crucificado y resucitado lo bendiga siempre.
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JMI.-Los textos bíblicos, también del NT, se escriben cuando todavía la Iglesia, conducida por el ESanto hacia la verdad completa, no había elaborado una doctrina y un lenguaje teológicos que expresar con gran precisión los grandes temas de la fe.
No tiene objeto analizar mirándola con una lupa la palabra PERFECCIONAR. Ya sabemos que el Unigénito de Dios, nace de María por obra del ESanto en absoluto estado de perfección. Sí puede decirse que la MANIFESTACIÓN de esa perfección, de la obediencia-amor al Padre, del celo por la salvación de los hombres se PERFECCIONA, llega en la Cruz a su plenitud.
"En la Cruz está el consuelo, y ella sola es el camino para el Cielo" (Santa Teresa de Jesús)
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