(201-2) La encarnación del Hijo divino, misterio supremo de la gracia
–A Cristo, que por nosotros ha nacido,
–venid, adorémosle.
–De la carta de San Pablo a los Colosenses (verano del 58). El texto que sigue coincide en muchos términos con el prólogo del Evangelio de San Juan:
Dios Padre «nos ha trasladado al reino del Hijo de su Amor, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura, porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles… Todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz» (1,13-20).
–Del tratado de San Hipólito, presbítero, contra la herejía de Noeto. (Hipólito +235, presbítero romano, quizá de origen oriental, mártir).
«Hay un único Dios, hermanos, que sólo puede ser conocido a través de las Escrituras santas. Por ello debemos esforzarnos por penetrar en todas las cosas que nos anuncian las divinas Escrituras y procurar profundizar en lo que nos enseñan…
«Cuando sólo existía Dios y nada había aún que coexistiera con él, el Señor quiso crear al mundo. Lo creó por su inteligencia, por su voluntad y por su palabra; y el mundo llegó a la existencia tal como él lo quiso y cuando él lo quiso… Y, cuando quiso y como quiso, y en el tiempo por él mismo predeterminado, manifestó al mundo su Palabra, por quien fueron hechas todas las cosas.
«Y como Dios contenía en sí mismo a la Palabra, aunque ella fuera invisible para el mundo creado, cuando Dios hizo oír su voz, la Palabra se hizo entonces visible; así, de la luz que es el Padre salió la luz que es el Hijo, y la imagen del Señor fue como reproducida en el ser de la creatura. De esta manera el que al principio era sólo visible para el Padre empezó a ser visible también para el mundo, para que éste, al contemplarlo, pudiera alcanzar la salvación».
–Del Credo niceno-constantinopolitano, formulado en el Iº concilio de Constantinopla, IIº ecuménico (381), incluido en el Misal romano.
Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creemos en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Pade antes de todos los siglos: Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre, por quien todo fue hecho. Que por nosotros los hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo.
En las palabras que siguen, hasta se hizo hombre, todos se inclinan.
Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato: padeció y fue sepultado. Y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre. Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo. Que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Y en la Iglesia, que es una santa, católica y apostólica. Reconocemos un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
Hago notar que en la recitación del Credo, la inclinación del sacerdote y del pueblo al confesar la encarnación del Hijo de Dios, no se hace al mencionar la cruz o la venida del Espíritu Santo: se hace ante el misterio del que manan todos los misterios de la gracia: la encarnación del Verbo. Por la sagrada Encarnación tiene la Cruz un valor infinito, pues quien muere en ella para el perdón de los pecados es, en su naturaleza humana, una Persona divina. Y por ella, por la Encarnación y la Cruz, el Padre nos comunica por Cristo el Espíritu Santo.
También hago notar que sería muy conveniente, oportuno y saludable, que al llegar a «bajó del cielo», efectivamente, y como está mandado, todos se inclinen, sacerdotes y fieles. El Concilio Vaticano II repitió la doctrina de la Iglesia, según la cual la liturgia se compone de palabras y de signos externos visibles. No inclinarse cuando se menciona en el Credo el misterio de la Encarnación es simplemente lamentable, una pérdida de significación, un retroceso. Y una desobediencia a la santa Iglesia.
–De una carta de San León Magno, papa (+461).
«De no haber sido porque el hombre nuevo, encarnado en una carne pecadora como la nuestra, aceptó nuestra antigua condición y, consustancial como era con el Padre, se dignó a su vez hacerse consustancial con su madre, y, siendo como era el único que se hallaba libre de pecado, unió consigo nuestra naturaleza, la humanidad hubiera seguido para siempre bajo la cautividad del demonio. Y no hubiésemos podido beneficiarnos de la victoria del triunfador, si su victoria se hubiera logrado al margen de nuestra naturaleza.
«Por esta admirable participación ha brillado para nosotros el misterio de la regeneración, de tal manera que, gracias al mismo Espíritu por cuya virtud Cristo fue concebido y nació, hemos nacido de nuevo de un origen espiritual. Por lo cual, el evangelista dice de los creyentes: “Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”».
–De un sermón de San Anselmo, obispo (+1109), cantando la gloria de la Virgen María, Madre de Dios.
El cielo, las estrellas, la tierra, los ríos, el día y la noche, y todo cuanto está sometido al poder o utilidad de los hombres, se felicitan de la gloria perdida, pues una nueva gracia inefable, resucitada en cierto modo por ti ¡oh Señora!, les ha sido concedida. Todas las cosas se encontraban como muertas, al haber perdido su innata dignidad de servir al dominio y al uso de aquellos que alaban a Dios, para lo que habían sido creadas… Ante la nueva e inestimable gracia, las cosas toda saltaron de gozo, al sentir que, en adelante, no sólo estaban regidas por la presencia rectora e invisible de Dios su creador, sino que también, usando de ellas visiblemente, las santificaba. Tan grandes bienes eran obra de bendito fruto del seno bendito de la bendita María…
Por la plenitud de tu gracia, lo que estaba cautivo en el infierno se alegra por su liberación, y lo que estaba por encima del mundo se regocija por su restauración… ¡Oh mujer llena de gracia, sobreabundante de gracia cuya plenitud desborda a la creación entera y la hace reverdecer! ¡Oh Virgen bendita, bendita por encima de todo, por tu bendición queda bendita toda criatura, no sólo la creación por el Creador, sino también el Creador por criatura!
Dios entregó a María su propio Hijo, el único igual él, a quien engendra de su corazón como amándose a sí mismo. Valiéndose de María, se hizo Dios un Hijo, no distinto, sino el mismo, para que realmente fuese uno y mismo el Hijo de Dios y de María. Todo lo que nace criatura de Dios, y Dios nace de María. Dios creó todas las cosas, y María engendró a Dios. Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo mediante María; y, de este modo, volvió a hacer todo lo que había hecho. El que pudo hacer todas las cosas de la nada no quiso rehacer sin María lo que había sido manchado.
Dios es, pues, el padre de las cosas creadas; y María es la madre de las cosas recreadas. Dios es el padre a quien se debe la constitución del mundo; y María es la madre a quien se debe su restauración. Pues Dios engendró a aquel por quien todo fue hecho; y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado. Dios engendró a aquel sin el cual nada existe; y María dio a luz a aquel sin el cual nada subsiste. ¡Verdaderamente el Señor está contigo, puesto que ha hecho que toda criatura te debiera tanto como a él!
–Del Catecismo de la Iglesia Católica (1992), en el que se reafirma la fe verdadera en le Encarnación del Hijo de Dios frente a muchas herejías actuales, de tendencia sobre todo arriana o nestoriana. «Dios se hace presente en el hombre Jesús», «La unión de Jesús con Dios es tan perfecta que puede decirse que es un hombre divino», etc. Son herejías.
464 El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la falseaban.
465 Las primeras herejías negaron menos la divinidad de Jesucristo que su humanidad verdadera (docetismo gnóstico). Desde la época apostólica la fe cristiana insistió en la verdadera encarnación del Hijo de Dios, «venido en la carne» (cf. 1 Jn 4,23; 2 Jn 7). Pero desde el siglo III la Iglesia tuvo que afirmar frente a Pablo de Samosata, en un concilio reunido en Antioquía, que Jesucristo es hijo de Dios por naturaleza y no por adopción. El primer concilio ecuménico de Nicea, en el año 325, confesó en su Credo que el Hijo de Dios es «engendrado, no creado, de la misma substancia [homousion] que el Padre» y condenó a Arrio que afirmaba que «el Hijo de Dios salió de la nada» (Denz 130) y que sería «de una substancia distinta de la del Padre» (Denz 126).
466 La herejía nestoriana veía en Cristo una persona humana junto a la persona divina del Hijo de Dios. Frente a ella S. Cirilo de Alejandría y el tercer concilio ecuménico reunido en Éfeso, en el año 431, confesaron que «el Verbo, al unirse en su persona a una carne animada por un alma racional, se hizo hombre» (Denz 250). La humanidad de Cristo no tiene más sujeto que la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido y hecho suya desde su concepción. Por eso el concilio de Éfeso proclamó en el año 431 que María llegó a ser con toda verdad Madre de Dios mediante la concepción humana del Hijo de Dios en su seno: «Madre de Dios, no porque el Verbo de Dios haya tomado de ella su naturaleza divina, sino porque es de ella, de quien tiene el cuerpo sagrado dotado de un alma racional, unido a la persona del Verbo, de quien se dice que el Verbo nació según la carne» (Denz 251).
467 Los monofisitas afirmaban que la naturaleza humana había dejado de existir como tal en Cristo al ser asumida por su persona divina de Hijo de Dios. Enfrentado a esta herejía, el cuarto concilio ecuménico, en Calcedonia, confesó en el año 451:
«Siguiendo, pues, a los Santos Padres, enseñamos unánimemente que hay que confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto de alma racional y cuerpo; consustancial con el Padre según la divinidad, y consustancial con nosotros según la humanidad, “en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4,15); nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación, nacido en los últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la humanidad».
–Sobre el Año de la Fe y sobre la Nueva Evangelización. De la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi del Papa Pablo VI (8-XII-1975). Al evangelizar hemos de comunicar a los hombres, sin duda, innumerables verdades sobre la fe y también sobre la vida moral de las personas y de la sociedad. Pero el núcleo absolutamente central de la transmisión del Evangelio, del anuncio de la Buena Noticia, la misma que anunciaron los ángeles a los pastores (Lc 2,11-12), es que el Hijo de Dios se ha hecho hombre en el seno virginal de María por obra del Espíritu Santo. Así lo enseña Pablo VI:
«No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios» (n. 22). Es «el único nombre» en el que hombres y naciones pueden encontrar salvación temporal y eterna (Hch 4,12).
José María Iraburu, sacerdote
Post post.–Un religioso de mi ciudad predicará probablemente en esta Navidad lo que ya escribió sobre ella hace poco tiempo: «Me parece a mí que los ángeles de Belén tienen un motivo para cantar. Ese motivo es la esperanza. No hay mucho que celebrar, pero sí que hay motivos para la esperanza. El motivo más fuerte es el niño. Los que creemos en él hemos reconocido que es una presencia de Dios en la humanidad, siempre recordamos que su nombre significa “Dios-con-nosotros-salvador”. Lo que viene a decir que la aventura de la humanidad (de cada persona y de todos juntos) es un asunto que le importa a Dios. Así que en Belén no nace un dios resplandeciente para que le adoremos, sino que nace, sobre todo, un proyecto de Dios, eso que a Jesús le gustaba llamar “El Reino”… El proyecto de Jesús es una utopía inimaginable por otro que no tuviera su fe en la humanidad y en Dios» (Mensajero XII-2011). A esto antiguamente se le llamaba arrianismo y pelagianismo, que siempre han ido juntos. Y yo estimo que conviene seguir empleando estas mismas identificaciones.
Índice de Reforma o apostasía
9 comentarios
para salvarnos de la muerte eterna.
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JMI.- Ah, bueno. Eso sí que nos salva.
Porque si lo que allí nace es sólo un proyecto de vida, estábamos fritos.
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JMI.-Eso es: nos acercaremos a Dios todo lo que Él se revele y la Iglesia, Madre y Maestra, nos enseñe. Exactamente.
Sacado de http://www.pucpr.edu/hz/108.pdf
En el cielo, los bienaventurados ven a Dios en sí mismo, sin comprenderlo: “totum, sed non totaliter”, en palabras de santo Tomás "todo, pero no en toda su profundidad".
1,q.12,a.7,ad3; cf3,q.10,a.1,ad 2.
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Si en el cielo, al ver las Tres Personas, entendiéramos "del todo" el Misterio de Dios, y por tanto el de la Sma Trinidad y el de la Encarnación, tendríamos la misma inteligencia que Dios, cosa imposible, ya que somos semejantes a Dios, pero no iguales, aunque en el Cielo seremos más semejantes y más cercanos a Dios que en este mundo.
P. Iraburu, si estoy equivocado ruego corrección. Gracias.
A mí también me pasó que creía que al ver a Dios lo entendería totalmente, hasta que me sacaron de tal error.
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JMI.-"Seremos semejantes a Él porque le veremos tal cual es" (1Jn 3,2): tal cual es, en toda verdad: "totum, sed non totaliter". Así es.
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JMI.-Bendición para ud. y para su tribu.
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JMI.-El Hijo de Dios se ha hecho hombre por obra del Espíritu Santo en la Virgen María: vino, viene y vendrá. Bendito sea Dios.
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JMI.-No es posible dar un consejo concreto a lo que pregunta sin conocer a la persona, su entorno, hasta qué punto y grando son frívolos los festejos, o no tanto, tolerables por solidaridad familiar de caridad, cómo se prevé que reaccionen su familia y amigos si Ud. hace tal cosa o tal otra, etc. Son cuestiones prudenciales que tiene que resolver Ud. con oración y reflexión ante Dios. Yo no tengo una bola de cristal para adivinadores. Yo no puedo dar consejos a ojo. Me figuro que ya me entiende.
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JMI.-Para ti y los tuyos, bendición +
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JMI.-"No soy profeta ni hijo de profeta" (Amós 7,14).
Ambas lecturas refieren el mismo y asombroso Misterio que especialmente se conmemora en Navidad. Un Dios que se abaja hasta hacerse hombre, para elevarnos, por la Gracia y el Amor, hacia la naturaleza divina.
Feliz Navidad Padre, y que su sabiduría siga fortaleciendo el maravilloso tesoro de nuestra fe.
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JMI.-Feliz y santa Navidad.
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