(199) Apostasía –2. Los horrores del mundo sinCristo
(199) De Cristo o del mundo -XLI. Apostasía -2. Los horrores del mundo sinCristo
–Hoy celebramos la Inmaculada Concepción de María, y nos viene usted con estos temas.
–No podríamos ver y reconocer el pecado del mundo con paz y esperanza, si no fuera por María, la Llena-de-gracia, la Aurora del «Sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte» (Lc 1,78-79).
Los horrores de un mundo sinCristo están descritos por San Pablo, y su diagnóstico de hace veinte siglos es hoy perfectamente válido.
«La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que tienen la verdad prisionera de la injusticia […] Pues habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como Dios ni le dieron gracias; todo lo contrario, se ofuscaron en sus razonamientos, de tal modo que su corazón insensato quedó envuelto en tinieblas. Alardeando de sabios, se hicieron necios […] Por eso Dios los entregó a los deseos de su corazón, a una impureza tal que degradaron sus propios cuerpos. Es decir, cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y dando culto a la criatura y no al Creador, que es bendito por siempre. Amén.
«Y por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza. Y de igual modo los hombres, abandonando las relaciones naturales con la mujer, se abrasaron en sus deseos, unos de otros, cometiendo la infamia de las relaciones de hombre con hombres y recibiendo en sí mismos el pago merecido por su extravío. Y como no procuraron reconocer a Dios, los entregó Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda clase de injusticia, maldad, codicia, malignidad; henchidos de envidias, de homicidios, discordias, fraudes, perversiones; difamadores, calumniadores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, crueles, despiadados. Los cuales, aunque conocían el veredicto de Dios según el cual los que hacen estas cosas son dignos de muerte, no solo las practican, sino que incluso aprueban a los que las hacen» (Rom 1,18-32).
Esta degradación generalizada, en la que yace la humanidad que no ha alcanzado aún el conocimiento de Dios en Cristo, luz y salvador del mundo, puede agravarse cuando los hombres que conocieron a Cristo, lo rechazan en la apostasía: «Si una vez retirados de las corrupciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo se enredan en ellas y se dejan vencer, sus finales se hacen peores que sus principios. Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia, que después de conocerlo, abandonar los santos preceptos que les fueron dados. En ellos se realiza aquel proverbio verdadero: “se volvió el perro a su vómito, y la cerda, lavada, vuelve a revolcarse en el barro”» (2Pe 2,21-22).
El hombre sinCristo está perdido. Por el pecado original, al que se añaden tantos pecados personales, queda el hombre enemigo de Dios, incurre en «la muerte, con que Dios antes le había amenazado, y con la muerte en el cautiverio bajo el poder de aquel “que tiene el imperio de la muerte” (Heb 2,14), es decir, del diablo», de tal modo que «toda la persona de Adán por aquella ofensa de prevaricación fue mudada en peor, según el cuerpo y el alma» (conc. Trento, 1546: Denz 1511; Catecismo 402-406).
Cristo, bueno y misericordioso, les dice a los judíos que le rechazaban: «Vosotros sois malos» (Lc 11,12). Vosotros sois «una generación mala y adúltera», que exige milagros para creer (Mt 16,4). «Vosotros hacéis las obras de vuestro padre [el diablo]. Él es homicida desde el principio, él es mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,41-44). Y quienes le escuchan forman el Pueblo de Dios, especialmente iluminado y santificado entre todos los pueblos.
El mundo sinCristo está perdido. La luz de la fe, nuestra experiencia personal directa y los medios informativos un día tras otro nos hacen comprobar, como dice el Catecismo, que «desde el primer pecado, una verdadera invasión de pecado inunda al mundo: el fratricidio cometido por Caín en Abel (Gén 4,3-15), la corrupción universal, a raíz del pecado (6,5.12; Rm 1,18-32) […] La Escritura y la Tradición de la Iglesia no cesan de recordar la presencia y la universalidad del pecado en la historia del hombre.
«“Y lo que la Revelación divina nos enseña coincide con la misma experiencia. Pues el hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al mal e inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador, que es bueno. Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompió además el orden debido con respecto a su fin último y, al mismo tiempo, con todos los otros hombres y con todas las cosas creadas” (Vaticano II, GS 13)» (Catecismo 401).
Los hombre y los pueblos, rechazando a Cristo, caen bajo el influjo del diablo. Ni en la vida de las personas, ni en la de los pueblos, hay lugar realmente a un «sano laicismo». Si es una vida sana, es porque está fundamentada en Dios y los valores naturales divinamente impresos en las criaturas; pero entonces no es laica. Y si es laica, es porque no está fundamentada en Dios y en esos valores; y entonces no es sana. Los cristianos que mantienen un optimismo voluntarista, aparentemente bondadoso, sobre el mundo sinCristo no son católicos: son todos pelagianos.
La expresión sano laicismo puede tener una chispa de verdad en algún contexto más retórico que histórico. Pero en realidad, concretamente, históricamente, todos los Estados laicos son laicistas, como ya vimos en este mismo blog (106). Es un dato de fe y de experiencia que los hombres y pueblos que rechazan el reinado de Cristo sobre ellos caen necesariamente bajo el influjo del diablo en mayor o menor medida. Y que, por tanto, para entender de verdad los horrores del mundo presente es preciso ser bien consciente de que su causa principal es diabólica.
Los cristianos mundanos ven los males del mundo con una benignidad cómplice, ignorando las premisas perversas de las que proceden. Aunque quizá sea más exacto decir que no ven esos males. Y es que los males del mundo moderno son tan abrumadores, tan universales y continuos que, finalmente, por el estupor y la costumbre vienen a resultar en buena medida invisibles. El mundo es así, y siempre ha sido así.
Los horrores del mundo sinCristo son innumerables. Por tanto, no pueden ser enumerados, concretamente los del mundo actual, con un mínimo de exactitud. Trataré ahora de señalarlos, pero la descripción que sigue es necesariamente muy imperfecta.
El siglo XX se ha mostrado el más homicida de cuantos conoce la historia, mostrando bien que es hijo de su padre, «mentiroso y homicida desde el principio» (Jn 8,44). Y el siglo XXI sigue el mismo camino. Es un tiempo de innumerables guerras y mortandades. Millones y millones de hombres muertos por violencia humana en guerra y en acciones terroristas: I y II Guerra Mundial, matanzas nazis de judíos, la Unión Soviética y China, campos de concentración mortales, Hirosima, Nagasaky, Hamburgo, Dresde, judíos y palestinos, Biafra y Uganda, Vietnam y Camboya, Bosnia y Ruanda, Pakistán, Irán, Afganistán, terrorismo marxista en Hispanoamérica, etc. Los diarios de nuestro tiempo se ven obligados desde hace muchos decenios a convertir sus páginas en interminables esquelas mortuorias, cuando dan las noticias nacionales e internacionales.
El comunismo marxista en Europa y en Asia, y también en Hispanoamérica, por medio de guerras, genocidios, invasiones y terrorismo, ha causado sin duda en nuestro tiempo el mayor número de seres humanos exterminados, más de cien millones de muertos. No ha habido ciertamente en la historia de la humanidad un movimiento tan extremadamente homicida (El libro negro del comunismo, Espasa-Planeta, Madrid 1998, 865 pgs.). En sus «mejores» tiempos, tuvo la aprobación de una parte no pequeña de la intelligentsia occidental –en Francia, por ejemplo, Jean Paul Sartre, Romain Rolland, Malraux, Louis Aragon–.
Es un tiempo homicida sobre todo por el aborto, que mata mucho más seres humanos que todas las guerras juntas. Somos testigos de la matanza continua de millones de niños no nacidos, muchos de ellos abortados legalmente, en abortos financiados a cargo de los contribuyentes. Un estudio de la Universidad Católica de Roma afirmaba en 1997 que el aborto legal mataba unos cuarenta millones de niños al año en todo el mundo –110.000 al día–, y que en algunos países el número de abortos llegaba a triplicar al de nacimientos. Hoy, en número mucho mayor, se impide o se suprime la vida humana por la anticoncepción y por los abortos, habiéndose facilitado enormemente los invisibles homicidios con la multiplicación de fármacos postcoitales.
Millones de muertos de hambre, de miseria, de enfermedades evitables, de vida insalubre. Nunca había sido posible en la historia de la humanidad la erradicación del hambre; pero hoy es económica y técnicamente posible. Sin embargo, los países ricos del mundo no lo remedian, centrando sus empeños en promover en sí mismos un ritmo económico de crecimiento continuo o de mantener al menos sus niveles de bienestar. Se multiplican en las naciones los pequeños grupos voluntarios de beneficencia internacional, pero sus admirables esfuerzos están muy lejos de ser suficientes.
En la medida en que el naturalismo liberal, sinDios y sin orden natural, pisotea en Occidente las tradiciones cristianas, aumentan los males del mundo en forma acelerada y general. Me fijo sobre todo en los pueblos ricos descristianizados. Y advierto que casi todos los datos que siguen proceden de estadísticas e informes oficiales. La agresividad anticristiana de los grandes Organismos internacionales y de los medios de comunicación más importantes crece más y más (107-108). No se respeta la libertad religiosa, ni la objeción de conciencia. Baja la calidad de la enseñanza y de la cultura general, haciendo de los ciudadanos individuos cada vez más manipulables. Una cultura centrada en la imagen y el espectáculo, una devaluación notable del estudio del lenguaje, del pensamiento y de la historia –las ciencias humanísticas por excelencia–, han conseguido que el hombre de nuestro tiempo apenas tenga capacidad de pensar: ha perdido la fe, pero ha perdido también en gran medida el uso de la razón. La televisión, vista cada día durante dos o tres horas, termina de entontecer al pueblo.
Disminuye la nupcialidad, se facilita cada vez más el divorcio-exprés, y aumenta cada año el número de las familias rotas. Mediante el uso generalizado de anticonceptivos, se reduce la natalidad notablemente, y en muchas naciones, que se llenan de ancianos, son más los que mueren que los que nacen. Son bastantes las naciones que van reduciendo su población en términos alarmantes. Y el complemento de la inmigración no llega a resolver esta disminución demográfica sino con muchos problemas. Se difunde el sida, crecen notablemente las enfermedades psíquicas y los suicidios. Se producen grandes delitos ecológicos, a veces irreversibles. El lobby homosexual impone su ley en campos cada vez más amplios e injustos. Y aunque se multiplica más y más el número de policías, aumenta la delincuencia juvenil y la criminalidad general. Se crea así un desbordamiento crónico de los tribunales de justicia, y las cárceles también se ven frecuentemente superpobladas, creándose así situaciones degradantes. Los ídolos sociales promovidos en los medios de comunicación, en cine y televisión, en literatura y en música popular, son preferentemente personajes negativos, rebeldes, fornicarios, drogadictos, sin ley, anti-héroes, personas egocéntricas y vacías, centradas en el sexo, la fama y la riqueza. Crece el uso de las drogas, el narcotráfico, la prostitución infantil, el número de adivinos, de sectas, a veces demoníacas. La pornografía lo invade todo: cine, televisión, internet, modas, revistas, colegios y universidades, videos, redes sociales, publicidad comercial, todo. Se multiplican los adulterios, las violaciones y los abusos sexuales de menores.
Las naciones quedan cautivas de la partitocracia, que siendo uno de los modos más degradados de la democracia, es sin embargo presentada y ampliamente admitida como el único régimen democrático legítimo (122). En la partitocracia unos pocos, bien organizados en partidos y con el apoyo de la banca y de otros poderes ocultos, se apoderan prácticamente en exclusiva del poder político ejecutivo, legislativo y, en cuanto pueden, también del judicial. Dejando al pueblo sin participación real en la res publica, la partitocracia parte la nación en partidos hostilmente contrapuestos, posibilita la ingeniería social y la corrupción, y distribuye según sus intereses licencias y subvenciones a grandes empresas, televisiones y diarios, fundaciones y asociaciones. No es raro, pues, que el gremio de los políticos suela aparecer en las investigaciones sociológicas como el más desprestigiado de la sociedad, y que dé lugar a tantos casos de corrupción.
Pierden los pueblos su identidad y sus tradiciones. Van desapareciendo las variedades nacionales históricas, y se impone a escala mundial una globalización uniforme a la baja. El espíritu del mundo moderno, consumando una deliberada ruptura con la tradición, rompe los vínculos de la nación con su propia historia, que viene a ser sistemáticamente ignorada y no pocas veces falsificada, arrancando así a los pueblos de sus propias raíces. Muchas veces los padres han de ver con dolor que no pueden educar a sus hijos, que no logran comunicarles su espíritu y transmitirles su fe y sus valores. El culto al cuerpo, al sexo y a la riqueza, así como la adoración de actores o de atletas, nos retrotrae a los tiempos de Roma o de Grecia.
La filosofía desfallece hasta perderse, prácticamente, en meras consideraciones psicológicas y políticas, sociales, ecológicas y literarias. Cuando los filósofos dieron la espalda a la Verdad divina, la razón se les quedó embrutecida, incapaz de afrontar con lucidez los grandes temas filosóficos que fueron considerados por los pensadores de todos los siglos con mayor o menor acierto. Los filósofos de hoy, aquellos que han tirado por la borda la sabiduría elaborada durante siglos, ante cualquier pregunta sobre Dios, el alma, el sentido del mundo, la muerte, la contraposición entre idealismo, realismo, nominalismo, etc., «no saben, no contestan». Cuando apagaron la luz de la fe, oscurecieron también grandemente la luz de la razón, dando así muerte a la filosofía como ciencia. Y «alardeando de sabios, se hicieron necios» (Rm 1,12).
El Estado moderno se ha hecho un Leviatán opresivo. La libertad real de los ciudadanos se reduce y se angosta, viéndose la persona sometida a presiones mentales y conductuales cada vez más eficaces. En contra del principio de subsidiariedad, uno de los principales de la doctrina política de la Iglesia, crece más y más el Estado –marxista, socialista o liberal– como un tumor canceroso. El tiempo de los derechos humanos y del respeto a la dignidad de la persona, ha llevado a grandes limitaciones de la libertad personal, a la división interna de las naciones en partes y partidos, contrapuestos con incansables hostilidades. Se producen grandes crisis económicas que han de ser resueltas por los mismos que las causaron. Acumulando el Estado más de la mitad de la riqueza nacional, adquiere un enorme poder económico y mediático, educativo y cultural, facilita la corrupción de los políticos, al mismo tiempo que en las ocasiones más urgentes se muestra impotente para resolver problemas previsibles y elementales, como el paro, la vivienda, la reducción extrema de la natalidad, la inmigración descontrolada, etc. Y sobre todo se muestra incapaz de ayudar a países agonizantes, estableciendo normas y relaciones económicas internacionales que faciliten el progreso de los países más miserables.
¿Hasta qué punto tienen que estar ciegos los cristianos «amatores mundi», que se niegan a ver, y más aún a reconocer los terribles males que han ido creciendo en un mundo sinDios? ¿Será posible que, para «estar al día» y para «ser del mundo» moderno, estos cristianos estén dispuestos a renunciar a la cultura cristiana, a su religiosidad, filosofía, familia monógama y natalidad, arte, derecho, pedagogía, doctrina social y política, etc.? ¿Será posible que condenen el mundo cristiano pasado y acepten los horrores del mundo secular sinCristo, como si fueran irreversibles, inevitables, más aún, relativamente mejores?… Será posible. Es posible, es un hecho. ¿Cómo no se compadecen del mundo, y poniéndose al servicio de Cristo, tratan de librarle de sus males por la oración, el apostolado y la actividad política? ¿Piensan que la situación pésima del mundo es irreversible? ¿No creen en el poder de Cristo, Salvador y Rey, para sanear en gran medida –la que la Providencia divina quiera– todos los males del mundo secular?…
–«Entonces, ¿usted ve solamente males en el mundo actual?»… La pregunta es tan tonta que no merece ser respondida. Pero le daré respuesta.
–Cuando San Pablo, por ejemplo, hace una descripción larga y terrible del mundo pagano de su tiempo, acumulando uno tras otro rasgos negativos (Rm 1), ¿acaso ignora los valores positivos que había en Roma, en Grecia y en otros pueblos? Por supuesto que los conoce, pero está hablando de sus males, para que el mundo conozca la necesidad de Cristo, el Salvador universal, y con su luz y gracia puedan ser superados.
–Cuando un médico, después de examinar a un enfermo sumamente grave y de hacerle las pruebas y análisis convenientes, elabora un informe en el que diagnostica una larga serie de dolencias, todas relacionadas entre sí, ¿ignora acaso que todavía hay en el organismo del paciente partes sanas, como podrían ser la vista, el oído, la piel, la estructura ósea, etc.? Por supuesto que los conoce. No podría ser de otro modo, porque los males sólo pueden subsistir apoyándose en el ser de los bienes. Si todos los miembros y órganos del paciente estuvieran malos, ya hubiera muerto. Y no tendría el médico que hacer ningún informe clínico.
Lo mismo hago yo al describir «los horrores del mundo sinCristo».
Pero quede claro que el mayor de los horrores del mundo es el rechazo de Dios: la infidelidad, la apostasía, negar a Dios, olvidarle, despreciarle, desobedecer al Señor. El aborto no es el mayor pecado. Fíjense en cómo San Pablo, al enumerar los pecados del mundo (Rm 1), siempre señala que se derivan de esa causa:
«Porque conociendo a Dios, no le glorificaron ni le dieron gracias, vino a oscurecerse su insensato corazón… Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adoraron a la criatura en lugar de al Creador. Por eso los entregó Dios a las pasiones vergonzosas… Porque no procuraron conocer a Dios, los entregó Dios a su mente ofuscada, que les lleva a cometer torpezas, y a llenarse de toda injusticia»…
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
23 comentarios
Bendición, padre I.
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JMI.-Bendición, hija.
La laicidad en el pontificado de Benedicto XVI
En el actual pontificado, el tema de la laicidad es central. Benedicto XVI se ha referido a él en muchas oportunidades y desde diferentes perspectivas. Considero que hay tres ideas-fuerza en el planteamiento del Papa sobre la laicidad, que ya se encontraban en la Nota de la Congregación para la doctrina de la fe. Estas ideas son:
— La laicidad es un principio cristiano, que a lo largo de la historia a veces no se ha respetado. Reforzar la identidad cristiana de una sociedad implica fortalecer la sana laicidad;
— La sana laicidad lleva consigo el ejercicio de una razón “ampliada”, que superando la razón técnico-cientificista, alcance las estructuras morales de la naturaleza humana;
— Las intervenciones públicas de la Iglesia en defensa de los valores morales de la persona humana no lesionan la laicidad del Estado...
«recogió de nuevo el patrimonio más profundo de la Iglesia. Esta puede ser consciente de que con ello se encuentra en plena sintonía con la enseñanza de Jesús mismo (cfr. Mt
22,21), así como con la Iglesia de los mártires, con los mártires de todos los tiempos»15. Con la afirmación de la libertad religiosa no ha habido ninguna ruptura, sino una profundización dinámica de la tradición.
Según Benedicto XVI, la nueva definición de la relación entre la fe de la Iglesia y ciertos elementos esenciales del pensamiento moderno —laicidad del Estado y libertad religiosa entre otros— «revisó e incluso corrigió algunas decisiones históricas», manteniéndose fiel a los principios. La laicidad no es una invención del pensamiento liberal decimonónico, sino que ya se encontraba en el Evangelio. Las confusiones institucionales que se dieron a lo largo de los siglos opacaron esta realidad. El Concilio y el Magisterio de la Iglesia contemporáneos, en circunstancias históricas distintas a las del Medioevo y a las de las monarquías absolutas, recogen nuevamente estas dimensiones de la doctrina social y política, de raigambre evangélica, pero no estrictamente confesional, pues a su vez están fundamentadas en una antropología natural integral.
Este origen cristiano y natural de la laicidad será frecuentemente subrayado por el Santo Padre. El 18 de octubre del 2005, enviaba un mensaje al Parlamento italiano en ocasión del tercer aniversario de la visita de Juan Pablo II a Montecitorio. Allí decía que la
La laicidad no es una invención del pensamiento liberal decimonónico, sino que ya se encontraba en el Evangelio.
legítima laicidad del Estado «no está en contraste con el mensaje cristiano, sino que más bien tiene una deuda con él, como saben bien los estudiosos de la historia de la
civilización»16...
Un testimonio muy explícito de la apreciación positiva de la laicidad americana es la respuesta que da el Papa a una pregunta de un periodista en la conferencia de prensa que tuvo lugar en el viaje de ida a Washington. En esa oportunidad, de una manera espontánea, Benedicto XVI dijo: «lo que me encanta de Estados Unidos es que comenzó con un concepto positivo de la laicidad, porque este nuevo pueblo estaba compuesto de comunidades y personas que habían huido de las Iglesias de Estado y querían tener un Estado laico, secular, que abriera posibilidades a todas las confesiones, a todas las formas de ejercicio religioso. Así nació un Estado voluntariamente laico: eran contrarios a una Iglesia de Estado. Pero el Estado debía ser laico precisamente por
amor a la religión en su autenticidad, que sólo se puede vivir libremente»
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JMI.-La palabra laicidad tiene una definición sumamente ambigua, y admite sentidos muy diversos. Esa ambigüedad es patente cuando sabemos que laico significa cristiano, miembro del pueblo (laos) de Dios. Por eso es fácil pensar acerca de la laicidad de modos muy distintos, según qué se entienda por ella. Lo que yo pienso está desarrollado en este mismo blog (105-106).
Ésa es mi opinión (y la de otros), que yo comparto plenamente.
Son tantas burradas las que hay que aguantar en la cultura contemporánea que dan ganas de hacer cono San Benito. Y desde luego Occidente sufre una crisis de pensamiento y va ir a peor, ahora si que se acercan "edades oscuras" y "tiempos bárbaros".
Y encima ahora tenemos ¡Bombas nucleares!
Cada vez lo vemos más claro.
Felicidades a los foreros por la fiesta de hoy. Que Ella nos guarde.
Pues yo me quedo con la del papa.
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JMI.-Bueno, digamos que se queda usted con la opinión de Mariano Fazio.
Lea usted, si se anima, en este blog (106) el análisis que hago del Estado laico y del laicismo. Allí cito ampliamente un discurso de Benedicto sobre la sana laicidad. Presento la cita con estas palabras:
"La doctrina de Benedicto XVI sobre la laicidad y la sana laicidad, expuesta en un discurso al congreso de la Unión de Juristas Católicos italianos (9-XII-2006), es, según lo que yo conozco, la más amplia y exacta de las formuladas por el Magisterio apostólico".
Así como del cumplimiento del primero brotan tods las gracias, de su negación brotan todas las des-gracias.
Pero hay una variante que supera en maldad al ateísmo a secas, y es el llamado "ateísmo militante": "Yo no quiero creer y quiero que los demás tampoco crean".
Una de las integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Argentina, la Dra. Argibay, es atea militante convicta y confesa. (Kirchner lo hizo) No hace falta aclarar que también es abortista radical. Como para ilustrar lo que usted dice acerca de los niveles de corrupción a los que ha llegado la dirigencia partidocrática y consecuentemente, sus paniaguados.
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JMI.- Cierto. Y en los últimos años tenemos en Argentina y en España demasiadas confirmaciones concretas de esa tesis.
Esto, afortunadamente, es falso. La pobreza mundial se reduce aceleradamente, y las diferencias económicas, también. Todos los estudios económicos sobre este asunto lo muestran con claridad, aunque la percepción de la izquierda hegemónica sostenga lo contrario.
No les hagamos el juego, que no hace falta. Todos los demás horrores citados son ciertos, aunque, no sé, ninguno hemos vivido en la Edad Media, pero creo que crueldad no les faltaba, adulterios tampoco, ni explotación infantil, ni incultura.
Leña a los judios, como en el SXX, pero más en plan aficionado, guerras con los moros, igual, y guerras entre las naciones europeas, lo mismo -aunque sin las mortíferas capacidades de ahora-.
El mundo actual y el cristiano eran demasiado parecidos en pecados, para deshonra nuestra, en mi opinión, salvo en una cosa: la tendencia suicida de la sociedad actual, lo que el Papa llama cultura de la muerte, que no había existido antes con la gravedad que ahora tiene(el aborto, la natalidad hundida, la eutanasia que ya llega...)
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JMI.-Dice usted varias cosas, pero le respondo solo a la primera.
Tiene usted razón al decir que es falso que se acreciente la diferencia económica entre los países ricos y los pobres. Gracias por hacérmelo notar. Corrijo mi texto.
He buscado en internet y hallo esta información en Wikipedia, en la entrada "Pobreza":
Según las estadísticas del Banco Mundial publicadas en abril de 2011 acerca del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio:
De 1981 a 2005 el porcentaje de personas viviendo en la pobreza extrema (menos de $1,25 al día) bajó del 52 al 26% de la población mundial. La proyección para 2015 es del 14,4% de la población mundial.
De 1981 a 2005 el número de personas viviendo en la pobreza extrema (menos de $1,25 al día) bajó del 1.900 a 1.400 millones. La proyección para 2015 es de 883 millones.
De 1981 a 2005 el porcentaje de personas viviendo en la pobreza (menos de $2 al día) bajó del 70 al 48% de la población mundial. La proyección para 2015 es del 33% de la población mundial.
De 1981 a 2005 el número de personas en la pobreza (menos de $2 al día) aumentó de 2.500 a 2.600 millones. La proyección para 2015 es de 2.036 millones.
Según el Banco Mundial esto implica que: "Dos tercios de los países en desarrollo están bien encaminados o próximos a lograr metas importantes para erradicar la extrema pobreza y aliviar el hambre." La razón fundamental de este pronóstico tan optimista es la alta tasa de crecimiento económico registrada en los países menos desarrollados entre 2007 y 2010 (6,6% anual comparada con 3,2% para toda la economía mundial) y proyectada para 2011-2014 (6,3% anual comparada con 4,6% para la economía mundial).
"En el cotidiano ejercicio de Nuestro ministerio pastoral llegan, a veces, a nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de algunas personas [El P. José María Iraburu y sus secuaces] que, aun en su celo ardiente, carecen del sentido de la discreción y de la medida. Ellas no ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina; van diciendo que nuestra época, comparada con las pasadas, ha ido empeorando; y se comportan como si nada hubieran aprendido de la historia, que sigue siendo maestra de la vida, y como si en tiempo de los precedentes Concilios Ecuménicos todo hubiese procedido con un triunfo absoluto de la doctrina y de la vida cristiana, y de la justa libertad de la Iglesia."
"Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades [el P. José María Iraburu y los que le apoyan], avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente. En el presente momento histórico, la Providencia nos está llevando a un nuevo orden de relaciones humanas que, por obra misma de los hombres pero más aún por encima de sus mismas intenciones, se encaminan al cumplimiento de planes superiores e inesperados; pues todo, aun las humanas adversidades, aquélla lo dispone para mayor bien de la Iglesia."
www.vatican.va/holy_father/john_xxiii/speeches/1962/documents/hf_j-xxiii_spe_19621011_opening-council_sp.html
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El origen de esta situación, en mi opinión, se originó con la Humanae Vitae, incluso antes:
Finaliza el Concilio Vaticano II el 8 de diciembre de 1965, y el Instituto Superior de Catequética de Nimega, guiado por el P. Schillebeeckx, publica el 1 de marzo de 1966 el Catecismo Holandés, conteniendo errores sobre familia, matrimonio y derecho a la vida de los no nacidos. Lo enmendó una declaración vaticana del 15 de octubre de 1968.
El 25 de julio de 1968, Pablo VI publica la Humanae Vitae: declara como pecado grave el control artificial de la natalidad y el aborto. Esta encíclica, la última, fue rechazada por una parte de la catolicidad: clérigos, laicos, religiosos y teólogos. Se recoge en los números 2366-72 del CIC.
El 27 de septiembre de1968 se aprueba la Declaración de Winnipeg, recepción crítica de los obispos canadienses a la Humanae Vitae, que afirmó la licitud moral de la contracepción prohibida en la encíclica en sus números 17 y 26, porque dijeron que cuando una norma moral católica no se puede cumplir, entonces se puede incumplir siguiendo lo decidido por la conciencia individual.
www.inquisition.ca/en/serm/winnipeg.htm
en.wikipedia.org/wiki/Winnipeg_Statement
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Según leí, desde 1960 se inició la siguiente secuencia de secularización en las sociedades occidentales y en la propia Iglesia:
- Píldora anticonceptiva (el origen de todo en 1960)
- Sexo libre y promiscuo (como efecto ilusorio de la pastilla)
- Divorcio (como efecto del sexo libre)
- Droga y New Age (nuevos estados de libertad de conciencia y de espiritualidad, cultura hippy de los 1960)
- Pornografía y prostitución (a partir de los años 1960 y 1970, en cine, revistas y espectáculos)
- Aborto quirúrgico o farmacológico (último remedio ante los fallos de la píldora y los efectos del sexo promiscuo)
- SIDA (crecimiento y nuevas enfermedades de transmisión sexual o ETS como efecto del amor libre)
- Preservativos (como consecuencia de las ETS)
- Selección y congelación de embriones, fecundación in vitro, vientres de alquiler, bebés probeta, niños-medicamento, clonación de embriones humanos (nacimiento de la tecnobiología, 1980-1990)
- Pornografía, prostitución y pedofilia (rebrote por la internet de alta velocidad y los vuelos de bajo coste en 1990)
- Matrimonio homosexual (desde el 2005, en paralelo a la caida de los matrimonios y el aumento de los emparejamientos e hijos extramatrimoniales)
- Sharia y concepciones matrimoniales en Asia y África: mientras Occidente sigue su concepción, otras culturas conservan sus especificidades, contrastando el Islam, un regreso a los conceptos de familia del s. VII.
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JMI.-A estas alturas, como se puede imaginar, me trae sin cuidado, a Dios gracias, lo que puedan decir de mí. No tiene ninguna importancia para la Iglesia ni para mí.
En alguno de los artículos próximos recordaré lo que dijeron del mundo de su tiempo los profetas del AT, el Bautista, ntro. Sr. Jesucristo, y más concretamente algunos santos y Papas de los últimos siglos, en los que la descristianización va aumentando. El Sr. Cardenal Rouco decía en la Vigilia de la Inmaculada reciente que estamos ante una "evidente apostasía explícita e implícita de muchos de nuestros hermanos". De muchos, no de unos poquitos.
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JMI.-Si un lugar está muy a oscuras, eso se debe sobre todo a que hay poca luz.
Y la Iglesia es precisamente la luz del mundo.
Ergo.
Reforma o apostasía.
El infanticidio era no sólo común en el mundo clásico, sino además totalmente
tolerado y legitimado. Séneca contemplaba el hecho de ahogar a los niños en el
momento del nacimiento como algo provisto de razón, y, por supuesto, la idea de
que debiera mantenerse la vida de un hijo no deseado provocaba una repulsa
directa. Al respecto, debe recordarse que Tácito censuró como una práctica
“siniestra y perturbadora” el que los judíos condenaran como “pecado el matar
a un hijo no deseado” (Historias, 5, 5). No se trataba, desde luego, de
excepciones. Platón (República, 5) y Aristóteles (Política 2, 7) habían
recomendado el infanticidio como una de las medidas políticas que debía seguir
el Estado.
Por supuesto, los niños abandonados o muertos tras nacer pertenecían a ambos
sexos, pero, de manera ostentosamente preferente, este triste destino recaía en
las hembras o los enfermos. [...] Recientes excavaciones han dejado de
manifiesto que de las docenas de niños arrojados a la muerte en una ciudad
mediterránea de la época la inmensa mayoría eran hembras. Que los hombres
superaran a las mujeres demográficamente en una proporción de 131 a 100 en la
ciudad de Roma y de 140 a 100 en Italia, Asia Menor y África no era sino
consecuencia de la nula consideración que se tenía socialmente hacia el sexo
femenino. ¿Acaso podía ser de otra manera cuando era rara la familia que
aceptaba en su seno más de una hija? De acuerdo con un estudio arqueológico
realizado por Lindsay, de seiscientas familias estudiadas en una de las ciudades
del imperio solo seis -es decir, el 1 por 100- contaba con más de una hija.
[...]
La posición del cristianismo primitivo hacia el aborto y el infanticidio no
tardó en convertirse en una abierta denuncia dirigida a las más altas instancias
del imperio. Atenágoras (Apología 35) ya señaló en el siglo II al emperador
Marco Aurelio que “decimos a las mujeres que utilizan drogas para provocar un
aborto que están cometiendo un asesinato, y que tendrán que dar cuentas a Dios
por el aborto… contemplamos al feto que está en el vientre como un ser creado,
y por lo tanto como un objeto al cuidado de Dios… y no abandonamos a los
niños, porque los que los exponen son culpables de asesinar niños”. Sabido es
que la apología no disuadió al emperador de convertirse en un perseguidor de los
cristianos. Pero tampoco la persecución apartó a los cristianos de sus puntos de
vista. A finales del siglo II, Minucio Félix (Octavio 33) volvía a condenar el
aborto y lo relacionaba -con razón- con la propia mentalidad pagana.
(César VIDAL, El legado del cristianismo en la cultura occidental, col.
“Espasa-hoy”, ed. Espasa-Calpe, Madrid 2000)
Read more: http://todoloqueseaverdad.blogspot.com/2009/10/por-que-el-aborto.html#ixzz2CmCPEY9t
En realidad la justificación del infanticidio no es de Singer sino de su mentor y maestro el sacerdote episcopaliano Joseph Fletcher.Este tipejo,el padre de la ética situacionaldecía que la moral cristiana debia abolir la "ley" por el "amor"; curiosamente al final de su vida se reconoció ateo. Los propios partidarios de la eutanasia afirman que si podemos matar niños no nacidos, podemos matar a otros seres humanos. En un artículo publicado en 1973 en el American Journal of Nursing, Joseph Fletcher considera "ridículo" que se conceda la aprobación ética a dar fin a una vida "subhumana" mediante el aborto y al mismo tiempo no se apruebe el poner fin a una vida "subhumana" mediante la eutanasia positiva. "Si tenemos la obligación moral de dar fin a un embarazo cuando la amniocentesis revela una terrible anormalidad del feto, asímismo tenemos la obligación de poner fin a la miseria sin esperanzas de un paciente que padece de cáncer, cuando un escáner muestra una situación de metástasis avanzada en el cerebro." (citado por http://www.vidahumana.org/vidafam/eutanasia/opinion_eutanasia.html).
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Padre, ha dejado usted clarísmo adonde apuntan, en última instancia, las tesis lefebristas.
Y a mí me parece que ponerse ropaje católico para decirle a los católicos que la Iglesia es causa eficiente del mal, es una humorada de Satán.
Sólo a ese desgraciado se le pudo hacer ocurrido que semejante mensaje lo propaguen quienes se consideran a sí mismo algo así como "ultracatólicos".
Todo ello dicho, claro está, con las salvedades que manda la caridad y el honor debido a la verdad: creo que la inmensa mayoría de los lefebristas y filos actúa con una intención intachable, es muy posible que la mayoría de ellos termine integrándose plenamente a la Iglesia y rezo por ello asiduamente.
Pero que mientras eso no suceda le están haciendo el juego al ángel caído, es algo de lo que no me queda ninguna duda.
y no hay en Ti mácula de pecado"
¡Gracias padre por ser padre y educarnos, defendernos y darnos vida eterna!
Gracias a Dios por ud
La Virgen lo guarde siempre
Es curioso lo de "oídos" e "hiriéndolos". ¿No os recuerda el "...vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que de acuerdo con sus pasiones se rodearán de maestros que halaguen sus oídos..." (S. Pablo)?.
P Iraburu, si a Jeremías le decían aquello de "No nos profetices desgracias, sino cosas buenas" ya sabe: continue en la línea de profeta de desgracias o pásese al nuevo rollito, colega, que Dios no castiga (ya existe una web de cristianosgays, otra de porno cristiano brasileiro, miles de catolicismo sincretista esotérico, etc,etc....)
Gracias por contar con usted P. Iraburu en esta tribulación.
En fin, no merece comentarios. La abominación de la desolación, de la que hablaba el profeta.
No soy lector habitual precisamente de ese periódico (lo leí casualmente en una céntrica cafetería de Valladolid) ni tampoco me considero una persona crédula en cuanto a informaciones leídas, oídas o escuchadas en los medios de comunicación, pero oiga, cuando todo viene ilustrado con imagenes y reproduciendo palabras y expresiones de algunos ciudadanos griegos presuntamente entrevistados, tampoco tengo por qué dudar de ello. Sobre todo teniendo en cuenta cómo está el patio últimamente, no sólo en España, sino en el mundo en general, con el terreno perfectamente abonado para que surjan este tipo de fenómenos. Y otros muchos que ya vendrán, ya vendrán...
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JMI.-Le aconsejo poner unas letritas a ECCLESIA.
Gracias.
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