(197-4) Lo peor no es la Constitución de 1978, sino la total desmovilización política de los católicos (y III)
–¿Me puede decir dónde he de apuntarme y si tengo que pagar alguna cuota?
–Pase por secretaría y allí le informarán de todo.
La movilización política de los católicos solamente puede realizarse si hay hombres intelectual y moralmente capaces de una acción política verdaderamente católica. Es ésta una verdad tan evidente que parece innecesario afirmarla. Pero bien sabemos que a veces las verdades más fundamentales son las más ignoradas. Ya en este blog señalé las virtudes y las convicciones doctrinales necesarias en un católico para que pueda desarrollar su posible vocación política (96). Señalo, pues, ahora algunas condiciones de esa idoneidad necesaria.
–El político católico debe hoy aceptar en Occidente «la democracia», como forma de gobierno. Ya vimos que la Iglesia es neutral a la hora de considerar los diversos regímenes políticos, y que, por supuesto, reconoce la democracia como una forma de gobierno perfectamente legítima (101). Sin embargo, no pocos católicos fervientes, como no han conocido más versiones de la democracia que la democracia liberal-relativista, es decir, una forma degradada de la democracia, rechazan la democracia y los partidos políticos como intrínsecamente perversos. Éstos, por supuesto, no pueden generar partidos políticos católicos.
La Iglesia, por el contrario, acepta la democracia, 1).– siempre que no sea liberal-relativista (Pío XII, 1944, radiom. Benignitas et humanitas; Juan Pablo II, 1995, enc. Evangelium vitæ 68-74), y 2).– siempre que no se afirme como único régimen lícito de gobierno (San Pío X, 1910, Notre charge apostolique 31). E incluso, en no pocos documentos del último siglo, la Iglesia estima la democracia como un régimen especialmente adaptado hoy a las condiciones de los pueblos, al menos en Occidente, donde la información y la capacidad operativa y asociativa de los ciudadanos es mayor que en otras épocas.
La aceptación cristiana actual de la democracia se fundamenta en «la obediencia a los poderes constituidos», que derivan de Dios, en el sentido que ya expuse de esta afirmación (97-98). Citaré solamente a León XIII, en su encíclica Au milieu des sollicitudes (16-II-1892), especialmente dirigida a aquellos católicos franceses que no aceptaban la República, a causa de los horrores que había generado. Con claridad y energía les recordaba el Papa –y su enseñanza es hoy muy necesaria para ciertos católicos excelentes– que la Iglesia siempre ha enseñado que «de Dios deriva todo poder, y que ha reprobado siempre las doctrinas y ha condenado siempre a los hombres rebeldes a la autoridad legítima» (17).
En cada una de las naciones «el poder civil presenta una forma política particular. Ésta forma política propia procede de un conjunto de circunstancias históricas o nacionales, pero siempre humanas, que han creado en cada nación una legislación propia tradicional y fundamental» (16). Y «cada uno de los ciudadanos tiene la obligación de aceptar los regímenes constituídos, sin intentar nada para destruirlos o para cambiar su forma» (17).
Precisa en seguida esta última frase añadiendo que, sin embargo, una forma de gobierno «de ningún modo puede ser considerada definitiva, como si hubiera de permanecer siempre inmutable» (18). Y hace también una importante distinción entre la constitución política de los Estados y la legislación concreta que de ellos emana. Puede darse un régimen político excelente que produzca una legislación detestable, y otro de forma muy imperfecta que haga una legislación excelente (26). En realidad, «la calidad de las leyes depende más de la calidad moral de los gobernantes que de la forma constituída de gobierno» (27).
En la Francia de aquel tiempo, concretamente, la República había generado leyes tan hostiles al orden natural y a la Iglesia que muchos católicos rechazaban no solamente aquellas leyes, sino el régimen democrático que las producía. El Papa llama, por el contrario, a combatir no tanto la constitución política del Estado, sino la legislación perversa. «He aquí precisamente el terreno en que, prescindiendo de diferencias políticas, deben unirse todos los buenos como un solo hombre para luchar y para suprimir, por todos los medios legales y honestos, los abusos cada vez mayores de la legislación civil. El respeto debido a los poderes constituídos no puede prohibir esta lucha» (31).
–El político católico debe hoy aceptar también la necesidad de «partidos políticos realmente católicos» o de verdadera inspiración cristiana. En países dominados por una dictadura o un partido único contrario a la Iglesia, esta necesidad no estaría vigente porque sería imposible cumplirla. Pero en aquellas naciones donde el bien común es pretendido en el juego político de un conjunto de fuerzas, si los católicos, viendo la corrupción imperante, rehuyen la formación de unos partidos capaces de hacer valer el voto de los católicos, se condenan a un apoliticismo suicida, muy difícilmente conciliable con la doctrina de la Iglesia.
Para promover en concreto ciertos bienes e impedir ciertos males en la vida socio-política, diez políticos verdaderamente católicos pueden ser más eficaces que un millón de manifestantes. Las leyes que enderezan o que pierden a los pueblos son hechas y aplicadas por aquellos hombres políticos que han conseguido una participación en el poder de legislar y gobernar. Manifestaciones y procesiones, novenas y peregrinaciones, congresos, foros, editoriales y tertulias, redes sociales, colaboran ciertamente al bien común: pero son necesarios los partidos políticos que puedan encauzar el voto de los católicos y de aquellos otros ciudadanos que, aunque no tengan la fe cristiana, coinciden con sus normas fundamentales.
Es la doctrina de la Iglesia, es la enseñanza de Juan Pablo II: «Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política” […] Las acusaciones de arribismo, de idolatría del poder, de egoísmo y corrupción que con frecuencia son dirigidas a los hombres del gobierno, del parlamento, de la clase dominante, del partido político, como también la difundida opinión de que la política sea un lugar de necesario peligro moral, no justifican en lo más mínimo ni la ausencia ni el escepticismo de los cristianos en relación con la cosa pública» (exhort. ap. 1989, Christifidelis laici 42).
Y la verdad de estas exhortaciones de la Iglesia se ve lamentablemente confirmada por la enorme degradación de la vida política que se ha producido en aquellas naciones en las que los Obispos y líderes laicos han impedido la formación de grupos políticos católicos. Ésta fue, por ejemplo, en España la dirección señalada por el Cardenal Enrique Tarancón, presidente de la Conferencia Episcopal Española (1971-1981), en los años de la llamada Transición, y es una línea todavía mantenida o no rectificada por no pocos Obispos.
–La organización política de los católicos no se realiza por varios motivos. Ya señalé (117) los principales: 1).– amistad cómplice con el mundo, 2).– horror a la Cruz y evitación sistemática del martirio, para eludir todo enfrentamiento combativo con el mundo, en parte por pelagianismo y semipelagianismo, es decir, para proteger «la parte humana» que ha de colaborar con Dios; y en fin, 3).– catolicismo liberal en alguna de sus variantes, que permite a los pocos católicos activos en la política, desaparecer como tales por su integración en partidos liberales (aborto, etc.).
Añado ahora algunas otras causas concretas de la desmovilización política de los católicos. Tendré que hacerlo sin mucho orden, porque el asunto es muy complejo y se da en campos, instituciones y circunstancias muy diversos, que no permiten una clasificación ordenada.
1.–El Magisterio pontificio sobre la doctrina política ha sido mínimo en el último medio siglo. Después del Vaticano II apenas se han producido documentos de la Iglesia sobre la doctrina política. Si consultamos, por ejemplo, los Documentos políticos del Magisterio eclesial, publicados por la Biblioteca de Autores Cristianos (1958, nº 174), comprobamos que esta antología, en un período de unos cien años (1846 -1955), es decir, entre Pío IX y Pío XII, incluye 59 documentos, de los cuales una buena parte son encíclicas. En cambio, durante la segunda mitad del siglo XX y hasta hoy la Iglesia apenas ha dado doctrina política.
En nuestro tiempo el Magisterio apostólico ha publicado numerosos documentos sociales, llamando también al compromiso político de los cristianos. Pero aparte de algún discurso ocasional –en la ONU, por ejemplo–, se ha propuesto muy escasamente la doctrina política de la Iglesia católica. Algunas verdades se han recordadp al paso, por ejemplo, en la encíclica Centesimus Annus (1991: 44-48). Y también al paso, Juan Pablo II, en la encíclica Evangelium vitæ (1995: 20-24, 69-77), reafirma varios principios doctrinales de política, hoy muy olvidados, e incluso negados, por los católicos que viven en regímenes democráticos. Se produjo también el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política (24-XI-2002); pero es solamente una Nota breve, que se limita a «recordar algunos principios propios de la conciencia cristiana, que inspiran el compromiso social y político de los católicos en las sociedades democráticas». También han de tenerse en cuenta las precisiones que Benedicto XVI hace en su encíclica Deus caritas est (2005) sobre las relaciones entre política y fe, entre justicia y caridad (n.28-29)
Es cierto que los Pastores sagrados enfrentan hoy con frecuencia «cuestiones morales concretas» de la vida política. Educación, divorcio, justicia social, medios de comunicación, moralidad de ciertas leyes, etc., son objeto frecuente de su ministerio docente. Pero también es cierto que hay otras cuestiones concretas en las que la iluminación de la Iglesia resulta insuficiente, y a veces incluso contradictoria entre unos y otros Obispos: objeción de
conciencia, participación de los fieles en grandes partidos liberales, o apoyo a partidos mínimos de inspiración cristiana, obediencia o resistencia a leyes injustas, dar o no la comunión eucarística a políticos católicos infieles, etc.
Falta al pueblo cristiano con relativa frecuencia una respuesta clara y unánime a cuestiones políticas a veces muy graves. No hay criterios claros y unánimes sobre cómo el pueblo cristiano debe vivir políticamente en Babilonia. Más aún: son muchos los que aún no se han enterado de que estamos viviendo en Babilonia. Se quiere mantener a toda costa una actitud positiva y optimista ante el mundo moderno, al que no se le niegan, ciertamente, «algunos errores». Pero en definitiva, se evita cuidadosamente estar en una oposición radical al sistema político mundano, claramente opuesto al Reino, por ignorancia casi total de la doctrina política de la Iglesia, o porque se prefiere estar con el gobierno o mantenerse al menos cerca de los que pueden ser alternativa de gobierno.
Por el contrario, el juicio explícito de los Pastores sobre «el mismo sistema político» vigente suele ser muy escaso. Esto es así sobre todo cuando se trata de regímenes democrático liberales, pues sobre los gobiernos totalitarios suele hacer la Iglesia –no siempre– discernimientos fuertes y claros. Quizá los Pastores, al carecer de un juicio unánime sobre las democracias liberales modernas, en cuanto tales, prefieren mantenerse en el silencio, quizá para no poner de manifiesto esa escasa o inexistente unanimidad. En todo caso, parece evidente que tanto entre los Pastores como en el pueblo católico falta hoy en las cuestiones políticas esa unidad suficiente de pensamiento, que haría posible una acción unitaria y eficaz.
2.–La ignorancia o la inseguridad acerca de la doctrina política de la Iglesia es causa muy importante de la desmovilización política de los católicos. No están presentes apenas en el pueblo cristiano actual los grandes ideales de una doctrina política verdaderamente capaz de promover grandes bienes y de vencer graves males. En la predicación de los Obispos, o en sus silencios, en la formación de las catequesis, de los Seminarios, en la cultura política más vigente en movimientos laicales, colegios y universidades católicos, obras de santificación laical, medios de comunicación, en los mismos Congresos sobre la vida política de los laicos, etc. se aprecia un grado muy notable de apoliticismo, que en buena parte tiene su causa en la ignorancia de la doctrina política de la Iglesia, o incluso en su rechazo. Es muy frecuente en materias políticas una amplia mundanización de los católicos, pastores y fieles, en criterios y discernimientos.
Por eso muchos pensamos que la excelente doctrina política de la Iglesia, elaborada sobre todo entre mediados del siglo XIX y mediados del XX, está urgentemente necesitada 1.-de confirmación y 2.-de desarrollo. Eso exigiría grandes Encíclicas, más de una, y probablemente la celebración de un Concilio. Es imposible la movilización política de los católicos en el mundo actual si sus criterios en ese campo no son realmente cristianos, sino plenamente mundanos. Quizá no lo sean en cuestiones concretas (aborto, etc.), pero sí lo son en cuanto a las grandes coordenadas que deben enmarcar un sistema político bueno y benéfico.
3.–Muchas organizaciones cívicas católicas, empeñadas en procurar el bien común de la sociedad, consideran hoy imposible la acción política cristiana, y se autolimitan a «la acción apostólica y socio-cultural pre-política». La contribución de este voluntariado católico es hoy muy numerosa y variada, y con frecuencia es realmente admirable por su abnegado trabajo. A veces se sitúan muy próximos al mundo de la política, aunque fuera de ella. Grupos especializados en la lucha política a través de la web, plataformas, foros, fundaciones, congresos periódicos, sea en asociaciones explícitamente católicas o sea en otras aconfesionales, pero impulsadas por católicos, existen hoy en gran número y en estrategias de acción, como digo, muy variadas. Actúan a veces como lobbys, y no pocas veces influyen con relativa eficacia, aunque muy limitada, en la vida sociopolítica, en la generación o modificación de las leyes, en la alternancia de los partidos en el poder. Incluso en ocasiones logran éxitos importantes (impiden, por ejemplo, en un Estado de USA el establecimiento del «matrimonio» homosexual; consiguen la retirada de una ley inicua, etc.)
Es imprescindible y muy valiosa esta actividad, pero no puede suplir de modo suficiente una organización de la actividad propiamente política de los católicos, que permita a éstos llegar con fuerza y libertad a los centros mismos de la vida política nacional o local. Y no debemos ignorar que, en forma indirecta, ya se entiende, esa acción socio-cultural puede ser causa involuntaria de un apoliticismo que se va haciendo entre los cristianos crónico y universal. Hay fundadores de movimientos laicales que, personalmente, son piadosos, buenos, apostólicos, pero absolutamente apolíticos, que en sus obras forman hombres piadosos, buenos y apostólicos, pero absolutamente apolíticos.
Estos grupos y movimientos multiformes deben evitar toda devaluación de la acción política, que es inevitable si no aprecian suficientemente la importancia decisiva de los políticos en la generación de las leyes, y de la gran importancia que estas tienen para facilitar o para obstaculizar la vida virtuosa de los hombres. Recuerdo una vez más –y no será la última– que el Vaticano II quiere que «los laicos coordinen sus fuerzas para sanear las estructuras y los ambientes del mundo cuando inciten al pecado, de manera que todas estas cosas sean conformes a las normas de la justicia y más bien favorezcan que obstaculicen la práctica de las virtudes» (LG 36). La experiencia histórica apoya la convicción de que las leyes perversas ejercen un efecto devastador sobre una gran parte de la ciudadanía. Y que las buenas leyes favorecen mucho al bien común temporal y eterno de los hombres.
En estos grupos cívicos, no en todos ciertamente, no faltan quienes piensan –lo expresaré en bruto– 1). –que «la actividad política de suyo es mala, no es viable sin mentira y trampas», 2).–que «es casi imposible entrar en política y no malearse, perdiendo la coherencia cristiana»; 3).–que «debemos proponer la verdad en política, como en todo, pero no empeñarnos en organizarnos para aplicarla, pues ya ella acaba imponiéndose por su propia fuerza intrínseca», como puede comprobarse en, al menos, algunas cuestiones sociales, laborales, asistenciales, etc. de nuestro tiempo; 4).–que «la misma condición mínima e inoperante de los actuales partidos políticos católicos, super-minoritarios, es una demostración cierta de su imposibilidad actual: han fracasado porque estaban destinados al fracaso»; 5).– que «los católicos no estamos para imponer en política nuestros criterios morales y sociales en un mundo tan profundamente secularizado, a no ser que queramos hacernos odiosos»; 6).–que «hasta que evangelicemos de nuevo nuestras sociedades es absolutamente imposible hacer en ellas política justa y cristiana», porque el mundo es muy fuerte y la frenará hasta paralizarla. Etc.
4.–Un oportunismo craso en las personas y las instituciones conduce también a un apoliticismo generalizado entre los católicos. –Miembros de familias católicas bien situadas en el mundo, personalidades católicas distinguidas y bien relacionadas, profesores, catedráticos, dirigentes de empresa, profesionales prestigiosos, escritores, hacendados, miembros de la judicatura, de consejos de administración, de tal modo están cautivos en su status social y condicionados por él, que ni siquiera haciendo retiros espirituales sueñan por la noche con actuar de verdad en política como católicos coherentes. Desde el parvulario, desde antes de nacer, ya están mundanizados y situados en el mundo presente como un pez en el agua. Tendrían mucho que perder si se permitieran seguir una vocación política, siendo así que, dentro del pueblo cristiano, esa vocación normalmente habría de darse precisamente en ellos, por su formación y posición social.
–Y al otro extremo hallamos laicos, cuya prioridad absoluta es conservar su puesto laboral y sacar adelante su familia; religiosos, laicos, párrocos, que con recibir del poder político las subvenciones necesarias para no cerrar sus escuelas, colegios, hospitales, universidades, etc. se dan por contentos. Tengamos en cuenta que el Estado moderno, sea socialista o liberal, es sumamente prepotente, que administra más de la mitad de la riqueza nacional, y que mantie muy sujetos a su ciudadanos –más propio sería llamarles súbditos: sometidos, sujetados–. Todo lo cual hace muy aconsejable estar a bien con él.
No he querido en este artículo mencionar por sus nombres a obras, movimientos, grupos y plataformas concretos para-políticos. Pero creo conveniente citar en concreto alguna modalidad de este apoliticismo católico, tan frecuente en España y en otras naciones afines. De otro modo no acabaríamos de entendernos.
–La Asociación Católica de Propagandistas, fundada por el siervo de Dios don Ángel Herrera Oria, a diferencia de su fundador, no pretende hoy la coordinación de las fuerzas católicas en orden a una actividad política concreta. Esta posición puede comprobarse, por ejemplo, en el Manifiesto del XI Congreso Católicos y Vida pública, promovido por la ACdP en 2009. Es la línea que su entonces presidente, Alfredo Dagnino, expresó en diversas ocasiones, como en una larga entrevista (Intereconomía 23-XI-2010) de la que extracto algunas frases:
«Debemos plantear una visión amplia en cuanto a participación en la polis, que no significa necesariamente la directa participación en los partidos»… «En algunos momentos históricos se han promovido partidos de corte más confesional como la democracia cristiana. Pero en principio, los católicos deben estar diseminados en los diferentes partidos»… «Yo pongo el acento en estos momentos en lo prepolítico, para construir de manera sólida y bien anclada el futuro del bien común en España».
El nuevo presidente de la ACdP, Carlos Romero, siguiendo la misma doctrina de su predecesor, declaraba en febrero de 2011: «Pienso que no debería haber un partido político católico. Los católicos tienen que estar en la política, pero tienen que estar en todos los partidos políticos: católicos convencidos, practicantes. Eso sería mucho mejor. Evitaríamos los radicalismos y conseguiríamos unas leyes adecuadas en las que todos los ciudadanos, católicos y no católicos, podrían convivir»… Lasciate ogni speranza.
Don Ángel Herrera, el fundador de la ACdP no pensaba de ningún modo que en principio deben los políticos católicos diseminarse en los diferentes partidos existentes; y en concreto él consideró necesario coordinar para la acción política las fuerzas de los católicos. Es cierto que las circunstancias y las posibilidades de los católicos por los años 30 del siglo pasado eran diferentes de las actuales. Pero los ataques políticos anti-Cristo y anti-Iglesia no son hoy menos fuertes que en aquellos años. Vicente Alejandro Guillamón escribe en su artículo En los Congresos Católicos y Vida Pública falta algo:
En esos Congresos organizados por la ACdP «vengo echando en falta que no se pase de las palabras a los hechos. Allí se han dicho siempre palabras muy elocuentes y cosas muy incitantes, pero nunca se traducen, me parece a mí, en acciones concretas. Si don Ángel Herrera viviese y todavía no se hubiese ordenado sacerdote, a estas alturas, su inmenso espíritu creador ya hubiese puesto en marcha alguna actividad que permitiera a los católicos su participación real en la vida política, a tenor de las necesidades y circunstancias actuales». Fundador en 1911 de la Editorial Católica, una de las más fuertes de España, y de El Debate, un gran periódico católico, a los pocos días de proclamarse la República en abril de 1931, «reunió a sus colaboradores y puso en marcha rápidamente un partido católico, al que terminó llamando Acción Popular, núcleo aglutinador en torno al cual se creó la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), liderada por José María Gil Robles. Herrera Oria, con las personas valerosas que arrastró tras de sí, plantó cara al vendaval republicano-socialista que se apoderó de España, y sólo dos años y medios después del 14 de abril, ganó ampliamente las elecciones de noviembre de 1933. Y así hubiera seguido de no haberse producido aquella especie de golpe de Estado encubierto en las fraudulentas elecciones de febrero de 1936, marcadas por la feroz violencia de la izquierda».
–Es verdad que no toda asociación laical ha de tener necesariamente el carisma de la actividad política. Puede haber, en perfecta docilidad al don de Dios, asociaciones centradas principal o exclusivamente en actividades espirituales, apostólicas, asistenciales, culturales, sin que apenas ninguno de sus miembros se implique directamente en servicios políticos. Esta consideración ha de librarnos, pues, de hacer juicios temerarios sobre cualquiera de esas asociaciones. Pero esa consideración necesita el complemento de estas otras.
–El apoliticismo de los grupos católicos
1.–es inaceptable en aquellas asociaciones que no son fieles a su carisma de origen, el que recibieron de Dios por medio de su fundador o fundadores. El Vaticano II, tratando de la renovación de los institutos religiosos, afirma ese principio (Perfectæ caritatis 2), que es también aplicable a las obras laicales.
2.–Tampoco es aceptable cuando no ayuda a otras asociaciones católicas que sí tienen vocación política, sino que más bien procura frenar e imposibilitar su acción. Es muy frecuente en la vida social, incluída la de la Iglesia, que los que no hacen tampoco dejan hacer a otros.
Es una vergüenza que a veces los medios de comunicación que dependen de la Iglesia favorezcan a partidos liberales fuertes, que están en el poder o que pueden estarlo, y que frenen o ignoren a partidos minoritarios plenamente conformes con la doctrina católica, negándoles todo apoyo.
3.–Tampoco es aceptable que en una Iglesia local no exista ninguna asociación política sana, realmente conciliable con la doctrina católica. Todo hace pensar que en ella predomina la ignorancia o las doctrinas políticas contrarias a la Iglesia. O dicho de otro modo: todo hace pensar que en esa Iglesia no se conoce o no se recibe, o al menos no se aplica, la verdadera doctrina política católica. La experiencia nos muestra sobradamente que no es bastante «la diseminación de políticos católicos» en diversos partidos malos o malminoristas, en los que están totalmente neutralizados para la causa de Dios y de la Iglesia. Y cuando así sucede, la degradación política de una nación es inevitable.
–El Espíritu Santo va llevando a la Iglesia hacia una reactivación de la vocación propiamente «política» de los católicos. El fracaso casi absoluto de los cristianos en el campo político durante medio siglo, con sus espantosas consecuencias, así lo está exigiendo. Como ya indiqué en este blog, algunos Obispos van apuntando esa necesidad (117 in fine). Y también van en esa dirección las renovadas exhortaciones de la Iglesia, como aquella de Benedicto XVI:
«Renuevo mi llamamiento para que surja una nueva generación de católicos, personas renovadas interiormente que se comprometan en la política sin complejos de inferioridad. Esa presencia no se puede improvisar, sino que es necesaria una formación intelectual y moral que, partiendo de la gran verdad alrededor de Dios, el hombre y el mundo, ofrezca juicios y principios éticos en aras de bien de todos» (mensaje a la Semana Social Italiana 10).
En otras palabras. No vemos justificable que los católicos sigan sosteniendo con sus votos, o incluso con sus colaboraciones políticas personales, a Gobiernos malminoristas capaces de producir o de mantener leyes intrínsecamente perversas, que colaboran eficazmente a la ruina espiritual de las naciones. Nos parece un escándalo que se colabore directamente con los partidos o con los gobiernos malos. Consideramos que las Iglesias locales, si quieren ser fieles a la Doctrina Política de la Iglesia Católica, deben favorecer la formación de asociaciones políticas que sean idóneas para recibir el voto de los católicos, y capaces de procurar grandes bienes, combatiendo graves males con la fuerza del Salvador del mundo.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
59 comentarios
Si ya lo hay lo único que puede hacer un católicos es votarles. A mí me parece que alguno hay...
Dice el P.Iraburu: "–El político católico debe hoy aceptar en Occidente «la democracia», como forma de gobierno."
¿Qué quiere decir ese "debe aceptar"? ¿Quién lo dice? ¿Es una opinión de don José María? ¿Significa que una vez "aceptada" como un hecho la vigente democracia, la llamada democracia de partidos, no se puede desear un cambio de sistema político?
Lo que dice el Magisterio, tal como el mismo P.Iraburu nos recuerda en este mismo artículo es: "...que la Iglesia es neutral a la hora de considerar los diversos regímenes políticos..." y que "La Iglesia... acepta la democracia, 1).– siempre que no sea liberal-relativista (Pío XII, 1944, radiom. Benignitas et humanitas; Juan Pablo II, 1995, enc. Evangelium vitæ 68-74), y 2).– siempre que no se afirme como único régimen lícito de gobierno (San Pío X, 1910, Notre charge apostolique 31)."
Pues bien, ahí estamos los carlistas, afirmando que ha de existir, que hay que procurar, otro régimen lícito de gobierno para nuestra Patria. El régimen político tradicional de Las Españas el cual, aunque renuncie a utilizar el manoseado término de "democracia", respeta mucho más al pueblo (al "demos") que todas las partitocracias del mundo.
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JMI.-Lo que quiero yo decir, querido Javier, me parece que está bastante claro, concretamente en la cita larga de León XIII. Que "la democracia", así, sin más, como forma de gobierno, es legítima, la Iglesia lo ha enseñado siempre, como el régimen "monárquico", etc. Que la "democracia liberal-relativista" es una basura, también está muy claro, en principio y por la experiencia. Y León XIII expresa bien "en qué sentido el católico debe aceptar" una situación política de hecho, pero por supuesto con gran empeño en mejorarla y cambiarla cuando es una máquina de engendrar leyes criminales y demás. Cuando escribes "¿quién lo dice? ¿Don José María? ¿"Aceptarla y ya no se puede cambiar?" me dejas perplejo: pero hombre, si acabo de transcribir a León XIII que lo dice tal cual. Vuelve a leerlo.
Yo creo, quizá me equivoque, que lo he dejado bastante precisado.
Que el régimen tradicional respeta más al pueblo que etc. eso lo tengo dicho y escrito montón de veces en CATOLICOS Y POLÍTICA. La democracia "liberal", y más en forma "partitocrática" aguda, es simplemente una peste.
Porque los obispos de hoy no pensaran como los de antes pero tampoco actuan de manera tan distinta. Salvo honrosas y brillantes excepciones como Munilla.
Permítame que aproveche la ocasión para explicar a los lectores de Infocatólica que los carlistas, por principio y a pesar de nuestra fama de "levantiscos", siempre tendemos a aceptar la situación política de hecho. No somos revolucionarios ni buscamos la conquista del poder para una élite minoritaria o una sociedad secreta. Somos gente "de orden". Cuando en nuestra historia nos hemos rebelado directamente contra un gobierno (13 años de un total de 180) ha sido porque aquel gobierno era de todo menos "democrático".
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JMI.-Ahora va a resultar que tienen derecho a hacerse presentes en la vida política los comunistas, los verdes, los liberales, los socialistas, etc., pero los católicos no: en su casa, en la sacristía o dando una vuelta por el patio interior, procurando no salir a la calle. No vayamos a "invadir" los espacios públicos.
Qué cosas hay que oir (o leer).
Aun así, sigue siendo un porcentaje considerable. Y, sin duda, sin representación.
Hay material más que de sobra para comentar y meditar muy seriamente, pero destacaría la clara y valiente afirmación que hace Pater Iraburu de "que no vemos justificable que los católicos sigan sosteniendo con sus votos, o incluso con sus colaboraciones políticas personales,a Gobiernos malminoristas capaces de producir o de mantener leyes intrínsecamente perversas, que colaboran eficazmente a la ruina espiritual de las naciones."
Yo personalmente tenía alguna esperanza en que la Asociación Católica de Propagandistas hubiese dado a luz algún partido político vedaderamente católico o que al menos hubiese promovido una eficaz unión y colaboración entre los ya existentes siendo como un aglutinante de ellos, pero ya vemos que la ACdP va por otro camino distinto: el de la política católica de diseminación en partidos malminoristas. Una pena de tanto talento católico político que se pierde.
¡Ay si Don Angel Herrera Oría levantara la cabeza¡
Este último es especialmente necesario, pero me temo que el silencio será la respuesta de muchos de los aludidos directa o indirectamente por las palabras del pater.
No será esta la última intervención de este portal de cara a lograr la movilización política de los católicos de este país.
Argumenta Vd. de una forma muy elaborada, tres posts larguísimos, de los cuales, tengo que confesar, solo he podido leerlos por encima.
No he profundizado más porque Vd. falla en una evidencia. Dice Vd. que "Somos más de la mitad de la nación y no tenemos representantes políticos".
No, mire Vd, no. Falso. Hay muchos que tienen cierta simpatía a la labor de la Iglesia, una buena masa.
Hay otros, también bastantes - pero muchos menos - que se dicen católicos.
Y luego hay otros que son católicos, entendidos como aquellos que aceptan la doctrina de la Iglesia e intentan seguir el camino de Cristo aún con sus propias miserias. Estos son pocos, insuficientes para lograr, siquiera todos juntos, cierto peso político.
Los dos primeros jamás votarían a un partido católico tal y como se expone aquí. Particularmente porque la mayoría viven o han vivido en concubinato, usan preservativos, están de acuerdo con el divorcio, con ciertos casos de aborto - habrá algunos que hayan abortado -, están de acuerdo con los apaños varios de la fertilización in vitro, y estarán empezando a aceptar el gaymonio y la mayoría de lo que el relativismo imponga. Pero si hay unos cuantos que incluso votan al PSOE, ¿cómo van a votar a su propuesta?
Me preocupa que en la Iglesia pasemos del pensamiento de que por casarse por la Iglesia, bautizar al niño y ser afables con el cura ya eran gente católica, al pensamiento de que los políticos tienen secuestrado a millones de votos católicos.
La política es el reflejo - con algunas connotaciones - de lo que hay en la calle.
En una partitocracia donde el que se mueve no sale en la foto, el político católico opta por no moverse. Y así nos va. Así que solo desde un partido confesionalmente cristiano se podría ser libre para defender principios no negociables predemocráticos ya señalados por Benedicto XVI.
Y el que opine lo contrario, que dé un solo ejemplo de paso atrás dado por leyes pro-cultura de la muerte gracias a político cristianos. ¿Han conseguido los diputados católicos de PP-PSOE-CIU-PNV que el aborto no reine en las leyes españolas?, ¿han conseguido que el matrimonio civil no sea una farsa patética con menos protección legal que un contrato del gas? Entonces, ¿a qué viene esa necedad de decir que lo que hace falta es católicos en partidos que no lo son?
Somos un 20% de católicos practicantes en este país. Con la mitad votando a favor de sus principios, ¿se lograría un partido bisagra? Incluso con la mitad de la mitad, señores. Pero claro, es más cómodo dejar secuestrado el voto católico bajo el paradigma del mal menor.
Cualquier lobby basuriento tiene más representatividad REAL y EFECTIVA en las Cortes que los cristianos de este país.
Es hora de que a los obispos de la CEE se les ocurra que quizás puedan poner sus medios de comunicación al servicio de una opción católica. Al menos, darle presencia mediática. Con eso bastaría al principio.
El problema es que planteas esto y ya te tachan de facha, ultra, etc. Pero mientras tanto, las leyes infames avanzan.
Pero nos hemos atascado en el principio del mal menor y erre que erre, de ahí no nos saca nadie, y todo, incluso males gravísimos, quedan amparados dando sensación de una cierta moralidad. !Cómo todo es muy malo, qué remedio, votemos lo menos malo y nos quedamos con la conciencia tranquila¡ Nefasto de verdad.
Lejos estamos de un consenso absoluto entre Obispos como aquel de 1937 en España en el que legitimaron la rebeldía al gobierno de la República, el Alzamiento de los Generales (y no pretendo meterme en fonfuras políticas, hablo llanamente como católico).
Tal vez no se quemen Iglesias pero sí se matan almas, a miles. Miles de miles.
Lejos estamos también de un levantamiento en armas de un Ejército no castrense sino castrado. De una clase Judicial totalmente politizada y movida a sus intereses, de una enseñanza prostituida a la política, etc...el panorama es desolador.
Tengo fe y esperanza pero creo firmemente que estamos, sin lugar a dudas, viviendo la Gran Apostasía
anunciada en el Evangelio.
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JMI.-Si es Ud. español, no le aconsejo a Ud. alzarse en armas, tratando de derribar al Gobierno.
El Catecismo enseña cuáles son las condiciones necesarias para iniciar una guerra justa (n. 2309).
No se dan en la España actual.
Me temo que la mayor resistencia que existe al compromiso político real, activo, de los católicos es debida al tipo de personas que este mundo ha logrado hacer de nosotros. Más allá de todas las dificultades objetivas, ¿cómo es posible que sigamos sin sacar las conclusiones adecuadas después de esta experiencia nefasta de más de 35 años? Este artículo que resulta ser de una lucidez casi inaudita, en verdad es de una obviedad tal que cualquiera, no ya católico, que viviera en estos tiempos con los ojos abiertos y sin especial formación, hubiera sacado las mismas conclusiones. ¿Por qué es tan imposible ver la evidencia? Por una razón fundamental y muy simple: porque no se quiere ver.
Vuelvo a insistir que el católico en medio de este mundo, que no quiere decir exactamente mundanizado, tiene un miedo cerval a perder su lugar en él, sus seguridades, su bienestar. La diseminación de los católicos en estructuras sociales de pecado sólo ha provocado la corrupción moral de estos o su parálisis social, que es también un modo de corrupción moral. No hace falta que sea catedrático o presidente del CGPJ. Hablar de vocación martirial en el católico occidental de hoy día es una broma de mal gusto. Y si no estamos dispuestos a sufrir por el Señor en alguna medida significativa, qué vamos a lograr. Y aquí englobo a los pastores, al rebaño y a los mediopensionistas.
Yo tengo puestas mis esperanzas, además de en el Señor (por supuesto), en aquellos católicos que socialmente no son nada, humildes, sin siquiera especial formación, pero iluminados por la Gracia con una fe, una esperanza y una caridad extraordinarias. Volveremos a ver a humildes pescadores ser pescadores de hombres y de la Verdad. De los instalados, allí donde estén, espero poco, salvo honrosas excepciones.
¿Podría alguien (si es tan amable) explicarme lo que quieren significar al hablar de 'Derecho Natural'.
Entiendo que en la naturaleza no existen Derechos. La naturaleza se rige por la necesidad, por el instinto y por la fuerza. Y en ese sentido... ni la oveja tiene ningún derecho al que apelar frente al lobo, ni tampoco (en ese estado) un hombre frente a otro.
Gracias anticipadas.
: )
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JMI.-Mire Ud., es de derecho natural (no de derecho positivo creado por los hombres, socialmente organizados) que está feo matar al prójimo, robarle sus propiedades, secuestrarle una hija para dedicarla a la prostitución, etc. Todo eso, y otras muchas cosas, en ninguna circunstancia, en ningún país, en ninguna época, ha sido, es o será justo: va en contra del derecho natural. Va en contra de lo que ES el hombre, en contra de su NATURALEZA, persona, libre, imagen de Dios, tal como Dios lo creó.
Si, pero no. Tienes razón en una parte, pero no en algunos argumentos.
En los primeros tiempos, cuando el país se volvió "aconfesional" e incluso cuando se legisló la ley del divorcio, ¿acaso no eran "católicos" la mayoría de los que lo permitieron?, y que hizo la jerarquía de la Iglesia, ¿acaso hizo algo más que una leve queja, cuando no lo apoyó complacientemente?. El problema no fue el político o el partido no católico, sino justamente el partido "católico".
Y luego, con la ley del aborto, ¿qué hizo la jerarquía?, nada, al margen de la rutinaria condena de la ley.
Y luego, con la entrada del PP y sus ministros del Opus Dei, ¿se hizo algo respecto a las otras leyes?, ni un amago.
Y cuando el pueblo ya está acostumbrado a tanta aberración, y es fácil meter la ley basura que plazca, deseamos que venga gente a defender lo que se lleva entregando sin lucha desde hace 30 años. Pues yo también lo apoyo, estoy totalmente de acuerdo, y además creo que no hay otro camino, pero eso, ahora, es un milagro. Simplemente hay que tener en cuenta eso, que es un milagro. Que se necesita un líder santo, y que más que un método a usar es la persona que lidere.
Y de donde sale un santo así. ¿De una Iglesia cuya jerarquía - salvo excepciones - le disgusta molestar?, ¿Es que acaso una persona puede arriesgar toda su vida y la de su familia denunciando esas leyes cuando un ligero comentario de un obispo no fue apoyado - e incluso criticado - por sus propios hermanos de sede?. ¿Cómo podría prosperar un partido católico que fuera criticado por los mismos obispos?. Es más, ¿cómo podría prosperar si incluso en sus propios medios se hace una defensa acérrima y exclusiva del PP?
Muchas cosas que dice Vd. son ciertas y válidas, pero no es menos cierto afirmar que aquí se cae en el juego que quiere el enemigo: dar por perdida la autoridad episcopal. La denuncia contundente, con excomuniones y las condenas más firmes que la Iglesia pueda hacer corresponde a los obispos. Y no lo hacen. Aquí se minusvalora la omisión de la jerarquía como potente freno de la acción de los católicos.
Y combatir políticamente lo que está fuera de la política - gaymonio, aborto, etc.. - es, por si solo, una batalla perdida.
Siento el rollo.
Es el gran problema de ese concepto: está basado en términos filosóficos que han sido arrancados de nuestra cultura.
- Natural se refiere a "acorde con la naturaleza humana", siendo esa "naturaleza" lo que hace que cada uno sea hombre.
Se podría decir mejor "humanidad"... entendida como característica de cada hombre, y común a todos. (Humanidad también se puede entender en otro sentido, como el conjunto de todos los hombres). Es decir, igual que "animalidad" se puede decir de cada animal.
- Derecho no se refiere a "mis derechos", sino a una "ordenación de derechos y deberes", como el Derecho Romano, el Civil o el Procesal.
- Así, el Derecho Natural se refiere a ese conjunto de derechos y deberes propio de cada ser humano en cuanto que humano.
También se emplea a veces "ley natural", siendo aquí ley sinónimo de derecho, en ese sentido. Esto lo entiende más gente, pues también hablamos de las "leyes de la naturaleza", que no las ha hecho ningún jurista, sino que las descubrimos en el mundo que nos rodea. Son "reglas" que rigen el comportamiento de la física, la química, etc.
Los católicos defendemos que esas verdades relativas al ser humano son accesibles por la razón, aunque luego la revelación divina las haya "certificado", p. ej., con los 10 mandamientos, facilitando el acceso a los menos instruidos.
Se podría comparar al "manual de instrucciones" de los seres humanos: si sigues esas reglas, vamos camino de nuestro fin propio, la felicidad. Si nos las saltamos, la cosa se complica.
El relativismo moderno ha puesto mucho empeño en negar el Derecho Natural, y lo ha erradicado de donde ha podido. Prefiere la volubilidad de "normas de consenso", alcanzadas democráticamente por vía de mínimos... y que en la práctica no comprometen ni sirven para nada.
Si Benedicto XVI se ha empeñado en la lucha contra el relativismo, por algo será. En cierto modo, es sinónimo del "liberalismo" empleado en estos post: negar que haya unas características intrínsecas de la realidad (hombre incluido), y basar todo en una curiosa "concordia cultural"... que ni es concordia ni es cultural.
- No se queden en casa. Afíliense a alguna agrupación política de las que tratamos de defender sin equívocos una manera católicamente correcta de ver la vida.
- Traten de superar los prejuicios y las etiquetas falsas que nos suelen colgar a los partidos minoritarios. Pregunten, investiguen, busquen razones.
- Pero si llegado el caso no encuentran ningún partido a su gusto funden otro nuevo. Por encima de todo desechen esa ingenuidad de "cambiar al PP u otros partidos similares desde dentro".
- Exijan Vds. a los medios de comunicación y a los periodistas católicos que -cuando menos- informen de las iniciativas y declaraciones que lancemos los grupos políticos católicos.
- y recen, recen.
"Esa idea de que tiene que haber católicos en todos los partidos que ejerzan influencia para hacer el bien lleva 30 y tantos años demostrando que no sirve de nada. Literalmente DE NADA."
La realidad confirma esa frase, pero algunos clérigos y laicos, sobre todo los que eran veinteañeros cuando el concilio, siguen empeñados en mantener un proyecto equivocado.
Quiera Dios que estos tres artículos del P. Iraburu, así como el comportamiento del PP en este patético año de su gobierno, hagan recapacitar a muchos.
(A D. Javier Garisoain: Yo no creo en la ideología carlista, como ya lo he expuesto en otros hilos. Pero tengo que desmontar ese topicazo de "Las Españas". Creo que la primera vez que se menciona esa expresión en un documento fundamental es en la Constitución de 1812. El rey de España siempre ha sido rey de España, no de las Españas. Y cuando se ha empleado el plural, como en 1812, era para referirse a las Españas de ultramar, no a una supuesta pluralidad dentro de la Península.)
Gracias por el consejo, pero no barajaba la idea de levantarme en armas contra el gobierno, con una ETA basta y sobra. Y aunque se llevase a cabo, España está presa en un marco internacional con poderosos intereses extarnjeros (p.e. el IV Reich de Merkel) que no soltarían la presa tan fácilmente.
No sería en cambio descabellado la insumisión o, al menos, la objección de conciencia de todos los católicos que aún somos unos cuantos para la realización de ciertas prácticas: dictar una sentencia, ejecutar un aborto, facilitar anticonceptivos, retirar un crucifijo, impartir una signatura inmoral, publicar una fotografía impúdica, y un largo etcétera
Sí podemos luchar por la objección de conciencia.
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JMI.-Hombre, ya sé que no barajaba la idea, etc.
Una de las acciones políticas más urgentes de los católicos es conseguir una regulación de la objeción de conciencia como Dios manda, que libere de la soga que tienen al cuello los que tienen farmacia, los profesores, los jueces, etc. ¿Pero con el apoliticismo actual imperante en el campo católico, quién da la lucha en este asunto con medios políticos eficaces?
He dicho y creo que con claridad, que la faceta religiosa, es una mas en el prisma de una persona, ni la considero la unica, ni siquiera la mas importante.
Cuando hablamos de opciones politicas, podemos encontrarnos con personas de distinta ideologia politica o militancia partidista y que al mismo tiempo sean catolicos, por tanto mi comentario iba en ese sentido ¿como pedir a un catolico que por el simple hecho de serlo, siga a una determinada opcion politica que en algun caso vaya en contra de sus propias ideas politicas.
¿es posible casar el catolicismo con ideologias politicas? yo creo que si, no que no creo posible es seguir a un partido politico que como unica idea politica, defienda un catecismo concreto.
No me parece posible ni siquiera en una sociedad con mayoria catolica, en España mucho menos.
Le rogaria que hiciese Ud. sus comentarios con el mismo respeto que yo aporto los mios.
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JMI.-Emplear en ocasiones la ironía en las discusiones no implica faltar al respeto. No hay, pues, ninguna necesidad de que se sienta Ud. ofendido.
"La faceta religiosa", así lo entendemos los cristianos, es la más importante de nuestras vidas personales y sociales: es la que se refiere a nuesta relación con Dios. Por tanto, es la más central, la más condicionante de TODAS las demás facetas de nuestra vida personal, familiar y social.
Por supuesto que ella tiene que iluminar nuestras opciones políticas, que en algunos casos han de ser unánimes entre los católicos (contra el aborto, p.ej.) y en otros muchos casos no. Lo que explica que pueda y deba haber distintos partidos políticos que, respetando esos "principios innegociables" de que habló Benedicto XVI, tracen caminos políticos diferentes para conseguir el bien común de la nación.
En mi artículo no afirmo que debe haber un partido católico único, que todos los católicos deben seguir como obligado en conciencia, sino que digo precisamente lo contrario.
Es decir, no proponemos volver al absurdo de una DC italiana vendida a los principios anticristianos que han servido como alfombra roja a las legislaciones infames.
Para hacer eso, mejor nos quedaríamos en casa. De lo que se trata, con la ayuda de Dios -sin Él nada somos-, es de hacer las cosas bien. Dice la Escritura:
Aquel, pues, que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.
Stg 4,17
Ya está bien de pecar en todo lo relacionado con la acción política de los católicos.
Además, ¿se imagina alguien que "católico" signifique necesariamente algo así como lo que proponen los partidos "minoritarios" contra los que, según Javier Garisoain, tenemos prejuicios? Pues no. Pero parece que ése es para LF su "sentido verdadero": pues no, repito.
Javier Garisoain: ¿se le ocurre pensar que quizá no todo sean PRE-juicios sino juicios bien fundados?
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JMI.-Yolanda, Luis Fernando, Juan Mariner y algún otro más.
Al poner en la imagen que "la mitad" de la nación somos católicos, creo yo, que "es un decir". No pretende ser, ni de lejos, una afirmación precisa y exacta.
Por otro lado, solamente Dios sabe cuántos "católicos" hay en España. Porque los hay en grados muy diferentes, y depende dónde pongamos el listón de exigencia. Es como cuando en algún medio hacen la afirmación: "una cuarta parte de la población es pobre". Poshombre, depende de dónde ponga Ud. el listón, más alto o más bajo, para clasificar cuántos son "pobres"; dónde está la raya, pasada la cual, ya uno es "pobre".
Hay estadísticas en las que "un 70% de los españoles se declaran católicos". ¿Cuántos de ellos tienen la fe católica íntegra? ¿Cuántos son practicantes (Misa dominical, concretamente)? ¿Cuántos tienen fe, pero viven como si no la tuvieran? ¿A qué altura ponermos el listón para decir que en España los católicos somos la mitad, un tercio, un cuarto, un quinto... Yo podría (y Ud. igual) argumentar defendiendo cualquiera de esas medidas. Depende de la regla con que midamos la "catolicidad" de las personas.
Yolanda
"Prejuicios" sobre los carlistas y sobre todos y cada uno de los partidos políticos católicos minoritarios los hay en cantidades industriales: como para exportar.
Se entiende, claro: ésta es mi opinión, que yo comparto.
Prejuicio = juicio que se forma sin conocimiento y fundamento suficientes.
Para mi la verdadera democracia la presenta Cristo, quien lo conoce y lo ama la puede vivir y compartir con el que cree y con el que no, porque todos quieren y buscan el bien, pero no todos lo hacen o lo encuentran, porque no saben o no creen que tiene dueño.
El día que los católicos puedan ver o los incrédulos creer, gritaran al Maestro y quedaran purificado, darán gracias a Jesucristo y en su nombre se movilizaran para que el Padre desde lo alto elija representantes políticos y los haga responsables de gobernar asistiéndolo con su Espíritu a través de su Iglesia.
Por la fe nos reconoceremos y por la fidelidad un nuevo reino gobernara.
Para el demonio ningún mal es imposible lo estamos viviendo hoy.
Es hora que prediquemos, Dios aliado al hombre hace posible todo el bien necesario.
Creo que en conciencia los católicos deberíamos de votarles y si ninguno de ellos nos convence fundemos uno nuevo, pero nada de quedarse en casa ni esperar a que el PP se convierta en verdadero partido católico, cuando ya existen tales partidos.
Y con ello no digo que esté mal esperar e intentar desde dentro y desde fuera que el PP se convierta en verdadero partido católico, sino que si ya tenemos partidos que son católicos ¿a que esperar a que el PP se convierta?
No es excusa para no votarles el que sean pequeños e insignificantes. Precisamente por ello tenemos que votarles para que dejen de serlo y se hagan influyentes. Si por tal razón no les votamos ahora, nunca se harán influyentes.
Como dice Garisoain no nos quedemos en casa y afiliémonos o colaboremos de alguna manera con alguno de los partidos sinceramente católicos.
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JMI.- De acuerdo.
Creo que entre una y otra existe la iniciativa económica personal responsable, sin ánimo de lucro privado, que admite libremente sujetarse al poder político que, respetando la ley de Dios y animado por su Espíritu, ordena las iniciativas particulares al bien común de todos, sin pretender privilegios ni prerrogativas para el que detenta el poder político.
Un partido político que, en el orden económico, fuese capaz de volver los ojos e imitar en la medida de lo posible, sin que tuviese que ser exactamente igual, al comunitarismo que existía en la primitiva y devotísima Iglesia de Jerusalen, en la cual nadie tenía nada como propio sino como común y nadie entre ellos pasaba necesidad.
Claro que por aquel entonces el Espíritu Santo hacía lo que le daba la real gana con los cristianos y estos eran sumamente dóciles a su benéfico influjo.
Gracias por su celo, por ser una referencia segura en media de la niebla.
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JMI.-Eso, eso... ¡Un faro!
Ay, madre. Jesús, te piedad de mí.
Hay que moverse ya y no perder más tiempo, pues son muchas las cosas que podemos hacer. Personalmente estoy en ello y aprovecho cualquier oportunidad que se me presenta para tocar conciencias e intentar moverme en las direcciones que creo necesarias e imprescindibles para que la voz de los católicos y concretamente de dos de esos partidos minoritarios citados por Pepito, llegue a las máximas personas posibles incluso a través de los medios mediáticos.
Estas cuestiones son asumidas por gran parte de la sociedad (icluido muchos que se declaran catolicos)y pretender influir en estos aspectos desde la minoria que pudiera representar un partido que defienda la no apilicacion de estas cuestiones referidas, me parece que es no querer aceptar lo que dicta ma mayoria (la democracia) o no saber en que tipo de sociedad estamos inmersos.
El autor dice "¿Cuántos tienen fe, pero viven como si no la tuvieran?" y yo añado ¿cuantos viven como si tuvieran fe y carecen de ella en absoluto?
Discrepo en lo de los diferentes grados de catolicismo, yo en este aspecto de las religiones soy bastante radical, o se es con todas las consecuencias o no se es.
Esta moda del catolicismo a medida no creo que sea ni seria ni lo que la iglesia deberia buscar.
No me imagino a un seguidor del Real Madrid que diga que no le gusta el color blanco, que es socio del Rayo y que ademas no le gusta el futbol, ante todo coherencia, si se decide ser catolico ha de ser con todo lo que ello implica.
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JMI.-Decir que el catolicismo, siendo minoritario en una nación, no es compatible con la democracia si intenta actuar dentro de ella políticamente, porque no asume lo que piensa y quiere la mayoría, es no tener ni idea de lo que es el cristianismo y de lo que es la democracia.
Decir que no hay grados en el ser católico, también es ignorar cómo el pueblo puede participar del cristianismo y de la vida cristiana en grados muy diversos.
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JMI.-Ya me lo sospechaba, pero no me atrevía a decirlo.
Gracias.
La pluralidad de partidos católicos
http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=11971
que sigue un artículo en Arbil de Sandoval que trata los siguientes asuntos:
El régimen de partidos;
La democracia y los católicos;
El error de eludir la política;
Partidos confesionales;
Riesgos falsos y verdaderos;
Autonomía de los partidos católicos;
Genuino interés político;
Pluralidad de partidos;
La larga marcha de los partidos católicos
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JMI.-Tomé no pocas ideas y datos de ese artículo cuando escribí la serie CATOLICOS Y POLÍTICA.
No sólo no los cambian sino que ellos cambian
"Pujalte, el numerario del PP casado con la divorciada "
http://tradiciondigital.es/2012/09/15/pujalte-el-numerario-del-pp-casado-con-la-divorciada/
Se trata de construir la Ciudad de Dios que se opone a la Ciudad del Diablo. No podemos dejarle ni un resquicio a Satanás, ni siquiera en la política, pues si le damos la mano se toma el brazo y aún el cuerpo entero, y si le dejamos la puerta abierta en la Constitución agnóstica se nos cuela el muy taimado hasta la cocina, como estamos viendo por la multitud de leyes anticristianas que están siendo promulgadas una tras otra.
Un cordial saludo, Maite C, y al tajo.
Aunque yo soy de AES, me gustaría también felicitar a mi tocayo Garisoáin por el tono constructivo y sensato de sus comentarios.
Me ha parecido sin embargo muy incisiva la siguiente alusión de pepiño:
"Y de donde sale un santo así. ¿De una Iglesia cuya jerarquía - salvo excepciones - le disgusta molestar?, ¿Es que acaso una persona puede arriesgar toda su vida y la de su familia denunciando esas leyes cuando un ligero comentario de un obispo no fue apoyado - e incluso criticado - por sus propios hermanos de sede?. ¿Cómo podría prosperar un partido católico que fuera criticado por los mismos obispos?. Es más, ¿cómo podría prosperar si incluso en sus propios medios se hace una defensa acérrima y exclusiva del PP?"
Las propuestas de D. José María Iraburu [partidos confesionales, pluralidad de los mismos, denuncia de la Bestia liberal, etc.] me parecen perfectas. Las comparto al 200 %. Pero, ¿cómo superar el obstáculo de la actitud episcopal que señala pepiño?
Me gustaría que se sugiriesen soluciones, o al menos paliativos. Si es que los hay.
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JMI.-En el (121) de la serie CATOLICOS Y POLITICA, trato un poco del tema: una es la responsabilidad de los Obispos, otra la de los laicos. Aquellos dan la doctrina, éstos la aplican "bajo su propia responsabilidad" e iniciativa. De los Obispos se espera doctrina, ánimo, corrección cuando sea precisa, favorecimiento por los medios de comunicación que de ellos dependen más o menos, etc. Pero son los laicos los que, con iniciativa y responsabilidad propia, han de echarse pa'lante para entregarse a la procura del bien común temporal, para lo cual tienen gracia de estado propia. La claricalización de asociaciones políticas católicos ha sido más de una vez funesta.
Reúnanse las fuerzas políticas católicas en una Asamblea Constituyente, que logre por la gracia de Dios, por supuesto, un camino amplio y variado, pero de dirección única, que pueda canalizar el voto de los católicos, y tener presencia y fuerza libre en el campo de la política decisiva, Congreso-Senado, Gobiernos locales.
Dentro de su magnífico artículo en la magnífica serie discrepo en un matiz
Diferencia entre sistemas liberales y gobiernos totalitarios ("Esto es así sobre todo cuando se trata de regímenes democrático liberales, pues sobre los gobiernos totalitarios suele hacer la Iglesia –no siempre– discernimientos fuertes y claros").
En primer lugar, una nota secundaria y es una controversia nominalista entre la politología continental y anglosajona. Yo creo que no son regímenes democrático liberales sino sistemas, pues el mismo sistema es el del régimen monárquico parlamentario británico que el régimen repúblicano jacobino francés
Y lo importante, de su frase parece usted diferencia entre lo democrático liberal y lo totalitario, cuando el Sistema liberal es totalitario pues pretende inmiscuirse en todos los aspectos de la vida humana incluso en los más íntimos como es la sexualidad (homomonio reglamentado), la creacción de los valores de los ciudadanos (Leyes de educación para la ciudadanía), etc...Leyes que con diversa intromisión en la vida privada son comunes a todas las "democracias de nuestro entorno ¡ Y si eso no es totalitarismo!
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JMI.-En mi serie CATOLICOS Y POLÍTICA (102) trato de dejar bien claro que tan totalitarios son los gobiernos liberales como los socialistas o comunistas (aunque haya grados, claro, entre su totalitarismo). El monstruo del Estado liberal omnipresente, pisotea en todo lo posible el principio de subsidiariedad, y es omniopresivo. Es totalitario.
Qué Dios le ayude en todo lo que está haciendo. Esto no ha hecho más que comenzar.
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JMI.-Los gordos y los flacos... Se trata de condiciones puramente accidentales.
No, la Iglesia (los cristianos) es un cuerpo, un cuerpo social, con una cabeza, Cristo, y un alma, el ESanto. Y tiene un pensamiento común (aunque haya, por supuesto, sus matices y variantes), el pensamiento de Cristo, nuestro Maestro. Y como en política los partidos existentes no comparten nuestros pensamientos fundamentales, difieren mucho en cosas graves, es lógico que queramos tener asociaciones que logren representarnos, aunque sea como minoría (o mayoría: eso dependerá de cada nación concreta), en las Sedes parlamentarias donde se hacen las leyes y en los Gobiernos.
Normal.
Una vez conseguido lo cual, el gobierno estará habilitado para hacer exactamente lo contrario.
Lo que usted espera y pide, por el contrario, es que le democracia sea tal cual ella dice que es. A saber, que permita que en el gobierno exista una representación proporcional de los diferentes sectores de la sociedad.
Lo cual sería lo normal.
Y yo me pregunto... ¿qué otros tipos de democracia han podido conocer en España los católicos en el último siglo? Católicos vivos actualmente, me refiero. Y democracias que sean menos dañinas y nocivas que la actual, obviamente.
No sé si referirá usted a la llamada "democracia orgánica", vigente durante cerca de 40 años. Y no es que yo pretenda criticar aquí al régimen franquista, mucho más sano y positivo que el actual en muchos aspectos, pero no sé si realmente puede calificarse como "democrático".
Doy por hecho que a la democracia de la II República no se refiere usted.
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JMI.-Cuando yo digo, Raúl, que "no pocos católicos fervientes, como no han conocido más versiones de la democracia que la democracia liberal-relativista, es decir, una forma degradada de la democracia, rechazan la democracia y los partidos políticos como intrínsecamente perversos", digo eso: que no han conocido, porque no ha habido de hecho más que democracias liberales degradantes. De ahí un odio indiscriminado a esa forma de gobierno.
¿Qué queda entonces?
1. Entrar como partidos minoriatarios (o no tan chicos) a mejorar desde dentro democracias que, de suyo, están concebidas en formas liberales y partitocráticas. Un partidillo bisagra puede conseguir, con el favor de Dios, más de lo que hace prever por su pequeñez.
2. Tratar de sanear el sistema, y sustituirlo, no por las armas sino por reformas graduales o totales, en un régimen democrático más sano, más representativo, menos falsificado y podrido. Acabar con la partitocracia, para empezar, con el poder de la Banca en la política (casi total), con el dominio del ejecutivo sobre el judicial, etc. Lo mejor que se pueda conseguir, lo mejor que le dejen conseguir al partidillo en cuestión.
Digo.
Una duda más: ¿cuánto es conocimiento "suficiente"? ¿Sería suficiente la lectura de los documentos que esos mismos partidos publican? (sin contar el constraste con otras informaciones ni la experiencia personal que se pueda tener de ellos)
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JMI.-Poshombre, quiero decir, posmujer, las dos fuentes de información dan una seguridad mayor a la hora de discernir, lo que dicen los documentos y lo que la realidad expresa. Si coinciden, no hay problema. Si están en contradicción, ya no hay base suficiente. Habrá que buscar más información (si la paciencia y el interés de uno dan de sí para ello, claro).
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Padre, usted nos tira como al pasar las claves de la situación política que padecemos, y yo quisiera recogerlas y ponerlas en una vitrina, porque se lo merecen, porque son importantes y dignas de toda consideración.
CLAVE 1: La Partidocracia (así la llamamos por aquí). Efectivamente, no sólo que no es esencial para la democracia sino que la obstaculiza gravemente, tanto antes de la elección de los gobernantes como después.
Antes, porque la elección de los candidatos a votar que se hace en los partidos limita inmensamente el poder de elección de los ciudadanos, que deben conformarse con los personajes que pasaron por las horcas caudinas de la dedocracia partidaria.
Después, porque el gobernante suele profesar más obediencia al Partido que a la Patria. ¿Hacen falta ejemplos?
CLAVE 2: El poder casi total de la Banca sobre los partidos. Aquí tampoco hacen falta ejemplos, pues es cosa evidente y alevosa que muestra bien a las claras el origen revolucionario de la democracia liberal: la Francesada fue una consecuencia de la eclosión del poder de la burguesía bancaria. En eso estamos.
CLAVE 3: El dominio del ejecutivo sobre el judicial. Y sobre el legislativo también, agrego yo. Es que la democracia liberal adoptó desde sus mismos orígenes algo así como una "cosmética republicana": quiso presentarse a sí misma no como lo que era en realidad, a saber la tiranía de los ricos, sino como una rediviva "REPUBLICA", con las divisiones de poderes característica de esa clásica forma de gobierno. Pero claro, sólo "pour la galerie" y en tanto y en cuanto ello no obstaculice el eficaz ejercicio del poder. Nada de tomársela muy en serio.
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JMI.-Bien explicado todo. Sólo matizo un poco la CLAVE 2:
Hay un maridaje amoral de la clase política con el sistema bancario (aquí, en España, sobre todo vía Cajas de Ahorro). La corrupción va y viene en doble dirección.
En otro orden, creo que sería útil a los efectos del tema que se trata analizar los pasos que pueda llegar a dar Dios Nuestro Señor en el futuro inmediato. Sin pretender entrar en profecías sino sólo ateniéndonos a lo que ha hecho Dios en ocasiones anteriores parecidas, no sería de extrañar en absoluto que se decidiera al fin hacer tronar el escarmiento a una de las generaciones más perversas que los siglos han visto. Si es que no lo está haciendo ya.
En cuyo caso, la acción de un grupo, grupete o grupúsculo político católico fiel y decidido se vería muy pero muy favorecida.
Pongamos pues los peces y los panes, y confiemos en la Providencia.
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JMI.-Pongamos en las manos del Señor nuestros 5 panes y 2 peces, y que Él los multiplique para dar de comer a la muchedumbre hambrienta de verdad y de justicia. Y alimente así también a los que no tienen ese hambre.
Tengo la biografía de Balmes de la BAC y es una delicia seguir los avatares de este presbítero en política: se traslada incluso a Madrid para ello, funda periódicos, recluta laicos para la acción política, incluso aunque tal vez no se pueda decir que funda un partido político pero tiene en él una importante influencia e incluso dirección entre bastidores.
El partido político de inspiración Balmesiano llegó incluso a tener una importante representación parlamentaria, dirigido por el Marqués de Viluma.
También históricamente ha habido en los Parlamentos europeos Obispos y hasta Cardenales.
Con ello quiero decir que no sé hasta qué punto un presbítero católico no pueda hacer política.
Desde luego que un Balmes actualizado y en sintonía con los problemas políticos actuales, con su seny catalán y al mismo tiempo su amor a España, su profunda preocupación política por el bien común y el respeto a los principios políticos católicos, haría mucho bien a esta Patria tan sacudida por las diversas ideologías políticas secularizadas y anticristianas.
¿Sería hoy imposible, con el Código Canonico en la mano, la figura de un Balmes actualizado en la política de la España presente?
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JMI.-Contesto y doy paso a este comentario desde un sitio donde no tengo el libro del Concilio Vaticano II a mano. Cito de memoria, Apostolicam actuositatem: "Es obligación de la Iglesia trabajar para que todo el orden temporal sea ordenado hacia Dios por Jesucristo. Toca a los pastores... Toca a los seglares..." (cp. II, no sé qué número).
En ese lugar y en otros muchos del Concilio deja claro que la actividad política no entra en la vocación-misión propia de los presbíteros, sino de los laicos. Aunque puede darse alguna situación excepcional en que sea conveniente que un sacerdote, supongamos, de enorme prestigio generalizado, se ponga al frente de un partido para sacar adelante la nación en crisis. Pero, ciertamente, no es ésa en absoluto la voc-misión del sacedote. Como pastor, se debe a todos los fieles cristianos, y entre éstos, evidentemente, habrá unos de una tendencia política y otros de otra, aunque las dos sean honestas. Por tanto, la acción sacerdotal del presbítero se verá prácticamente anulada en relación a los que no son de su partido. No sigo, ya me entiende. No será un pastor vínculo de unión de todos los fieles, sino de desunión.
Y el Código de Derecho Canónico establece:
Canon 285 § 3: Les está prohibido a los clérigos aceptar aquellos cargos públicos que llevan consigo una participación en el ejercicio de la potestad civil.
Canon 287 § 2: No han de participar [los clérigos] activamente en los partidos políticos ni en la dirección de asociaciones sindicales, a no ser que según el juicio de la autoridad eclesiástica competente, lo exijan la defensa de los derechos de la Iglesia o la promoción del bien común.
"Con el Código en la mano", sería hoy etc.
Entiendo que a tenor del Canon 287,2, interpretado a sensu contrario, sería posible que un presbítero como Balmes, o como VD. mismo, que algo se le parece, participase activamente en un partido político, incluso en la dirección de una asociación sindical, siempre y cuando a juicio de la autoridad eclesiástica competente lo exijan la defensa de los derechos de la Iglesia o la promoción del bien común.
O sea que es posible hoy en día, si bien de manera excepcional, que un presbítero fundase y dirigiese un partido político e incluso hiciese campaña electoral, pero no sería posible, a tenor del Canon 285,3, el que ostentase un cargo público, por ejemplo ministro de Hacienda o Presidente del Gobierno, que lleva consigo el ejercicio de una potestad civil.
Siento ponerlo en su blog P.Iraburu pero no tengo otra manera. He aprovechado la ocasión en que acaba de comentar.
Muchas gracias y perdón por la intromisión.
http://www.juliomeinvielle.org/libros/Concepcion_catolica_politica/conc_cat_pol_completot.pdf
Ese es el catolicismo a medida que le comentaba y que me parece que a dia de hoy es mas numeroso en España que el verdadero camino cristiano.
PARA AMBIENTAR
Discúlpeme junto con sus lectores sino no viene al caso lo siguiente:
1º ¿De quién es la ópera con la que abre los audios "Dame de beber"? (los descargo de ivoox.com).
2º ¿Qué significa concretamente que "el reino de Dios está dentro de uno"?.
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JMI.-Busque en internet "Pie Iesu", melodía integrada en composiciones de varios autores.
-Prioridad que Cristo, en contraposición a escuelas rabínicas que ponían el acento en exterioridades, da al interior religioso de la persona.
No sé si es cierto o no, pero desde Francia nos llega siempre un movimiento católico ciertamente alejado de la política, activo, con Obispos en las calles, luchando contra el matrimonio gay, etc.
¿Por qué los Obispos no llaman a todo católico a manifestarse pacíficamente en las calles? ¿Por qué sin ir más lejos cuando hay manifestaciones PRO VIDA estamos solos?
Y cambiando de tema, y lo propongo como reflexión al Sr.D. José María Iraburu ¿ por qué los Obispos no fomentan los exorcimos en los abortorios? Ha habido casos en los que han cerrado al poco de hacerlos, probado está de ser satánico.
Gracias a todos los buenos católicos que aquí ponen su granito de arena, gracias a los que siguen firmes en el partido Carlista, a los actuales de Alternativa Española, a los de Familia y Vida (a los que estoy afiliado) y a los que no haya nombrado.
¡Por lo que veo el Padre ya nos ha dado la señal de salida ! (le cito de unos post más arriba):
"Reúnanse las fuerzas políticas católicas en una Asamblea Constituyente, que logre por la gracia de Dios, por supuesto, un camino amplio y variado, pero de dirección única, que pueda canalizar el voto de los católicos, y tener presencia y fuerza libre en el campo de la política decisiva, Congreso-Senado, Gobiernos locales".
Surge en mi imaginación la posibilidad de crear una especie de Coordinadora (Asamblea Constituyente) de partidos políticos católicos y, tal vez, afines (Ley Natural, como mínimo común denominador).
Habría que elaborar unos mínimos comunes.
Estaría el problema del reparto de poder para cada uno de los partidos. ¿Por vótos alcanzados anteriormente?. ¿Por una especie de "votación" previa a la elecciones? ...
A partir de ahí surgiría el "...camino amplio y variado, pero de dirección única, que pueda canalizar el voto de los católicos,...".
Perdón por mi impulsivo y, tal vez, imprudente entusiasmo pero ... ¡ es que ya toca !. Tal vez se podría enviar la propuesta de la Asamblea constituyente a través de uno de esos programas de recogidas de firmas que se envían por email ...
¡ El Padre ha dado la salida, a que esperamos ?, ¿ o es que no me entero !.
Dios os bendiga.
He votado a VOX por razones obvias,sin embargo ahora estoy en una encrucijada.
1 Mi Religion y mi moral no me permiren votar pp
2Po demos es muchísimo peor
Que debemos hacer en este momento si se repiten elecciones?debemos abstener nos, o debemos votar un mal menor?
Gracias Padre x sus articulos
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JMI.-Perdone, pero yo no digo en mi blog a quién se debe votar.
Pida luz al Señor y haga lo que estime en conciencia.
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