(195) Descristianización -1. Destrucción de la Cristiandad
(195) De Cristo o del mundo -XXXVII. Descristianización -1. Destrucción de la Cristiandad
–El mundo busca algo nuevo, alejándose de la Iglesia.
–El mundo dice de Cristo: «no queremos que Él reine sobre nosotros» (Lc 19,14). Y cuando expulsa a Cristo Rey, reina el diablo sobre él.
Descristianización y apostasía. Voy a estudiar ahora la descristianización de los países ricos de Occidente, iniciada ya en el Renacimiento, impulsada fuertemente a partir del siglo XVIII, y acelerada en los siglos XX y XXI. Y quiero advertir primero que desde hace varios decenios la descristianización suele ser llamada secularización. Pero éste es un eufemismo a mi entender poco conveniente, porque no expresa suficientemente la realidad que trata de significar. Sería mejor hablar de apostasía y de mundanización, y éstas son las palabras que yo usaré aquí.
–Apostasía. Este término tenía antiguamente un sentido bastante amplio. Eran a veces considerados «apóstatas» no sólo quienes renegaban de la fe cristiana, sino también aquellos que quebrantaban gravemente la norma de la vida eclesial; por ejemplo, el bautizado que nunca iba a Misa o el religioso que abandonaba sus votos. Pero yo aquí empleo el término apostasía en su sentido más propio, el que da, por ejemplo, el Código de Derecho Canónico: «el rechazo total de la fe cristiana» (c. 751). Éste es el terrible fenomeno que se ha producido en el último medio siglo en gran parte del pueblo cristiano. Se ha alejado de la Iglesia y ha perdido la fe.
–Mundanización. Si, como ya expuse anteriormente (159-161, 165-166), la cristianización de los hombres produce en ellos una desmundanización, es decir, una liberación y una superación del mundo secular, de sus modos de pensar y de obrar, ahora, como es lógico, a la inversa, la descristianización ha de entenderse en términos de mundanización del pueblo cristiano, en la medida en que éste acepta «los pensamientos y caminos» del mundo, que distan tanto de los de Cristo como el cielo de la tierra (Is 55,8-9).
–Secularización, como digo, me parece término menos claro; pero también tiene su verdad. Ya al final de la Edad Media, el principio laico –seglar, secular– comienza a afirmarse en sí mismo de forma autónoma frente a la Iglesia. Una muestra de ese espíritu la tenemos en 1303, cuando en Anagni el rey de Francia humilla a Bonifacio VIII, apresándolo; o en el exilio de los Papas en Avignon (1305-1378). Tan graves y significativos sucesos indican y anticipan un cambio de época… Es el espíritu paganizante que se expresará poco después en la política del Renacimiento (Maquiavelo +1527) y en el Protestantismo luterano, que admite sin resistencia el poder de los príncipes, consintiéndolo al menos como un mal inevitablemente incluído en el mal del mundo.
Señalo ahora los principios fundamentales de la descristianización.
El protestantismo. En realidad, los primeros reformadores protestantes no hacen sino una reforma a medias; no tratan de aplicar hasta el final sus propios principios. En efecto, si el protestantismo afirma la conciencia individual frente a la autoridad de la Iglesia, en materia de fe y costumbres; si la Tradición no vale, ni es criterio válido para la fe y la conducta; si propiamente no hay ya Iglesia, sino sólo Dios, Escritura y conciencia personal; si no hay en el mundo quien pueda distinguir con certeza, con autoridad divina, la verdad del error, el bien del mal… queda entonces el libre examen abandonado a su propia fuerza falsa y negativa, que acabará destrozando la personalidad humana, la familia, la condición cristiana de los pueblos y la cohesión pacífica de las naciones. Sólo es cuestión de que ese tumor canceroso se vaya desarrollando, hasta producir una metástasis que afecte a todo el cuerpo social, descristianizándolo, es decir, llevándolo a la apostasía y la mundanización.
Todavía en Occidente es grande, sin embargo, la fuerza del cristianismo, como ya vimos en el Final de la Cristiandad (186-194). Y así en el siglo XVII, en el clasicismo, parece lograrse un cierto equilibrio histórico entre la Edad moderna y el cristianismo tradicional, eso sí, con características muy diversas en las naciones católicas y en las protestantes. Quizá las cosas no vayan más lejos. Pero…
A fines del XVII se inicia una gran crisis. Como no podía ser menos, se rompe la imposible y precaria síntesis anterior, y el libre examen exige para el mundo secular campos de emancipación mucho más amplios respecto de la fe y de la Iglesia. Dos libros de Paul Hazard, ya clásicos, La crisis de la conciencia europea (1680-1715) (Alianza Universidad, Madrid 1988), y El pensamiento europeo en el siglo XVIII (id. 1991), pueden ayudarnos a entender bien el gran giro espiritual iniciado en el Occidente cristiano a partir de 1715.
«Primero se alza un gran clamor crítico; reprochan a sus antecesores no haberles transmitido más que una sociedad mal hecha, toda de ilusiones y sufrimiento… Pronto aparece el acusado: Cristo. El siglo XVIII no se contentó con una Reforma; lo que quiso abatir es la cruz; lo que quiso borrar es la idea de una comunicación de Dios con el hombre, de una revelación; lo que quiso destruir es una concepción religiosa de la vida.
«Estos audaces también reconstruían; la luz de su razón disiparía las grandes masas de sombra de que estaba cubierta la tierra; volverían a encontrar el plan de la naturaleza y sólo tendrían que seguirlo para recobrar la felicidad perdida. Instituirían un nuevo derecho, que ya no tendría que ver nada con el derecho divino; una nueva moral, independiente de toda teología; una nueva política que transformaría a los súbditos en ciudadanos. Y para impedir a sus hijos recaer en los errores antiguos darían nuevos principios a la educación. Entonces el cielo bajaría a la tierra» (El pensamiento 10).
La Ilustración, iniciada a fines del siglo XVII, y desarrollada en Europa, sobre todo en Francia, a lo largo del siglo XVIII, llamado el Siglo de las Luces, da un gran asalto contra la Cristiandad, fundamentando la descristianización de las antiguas naciones cristianas. Partiendo de Descartes (+1650), hombres como el panteísta Spinoza (+1677), o como Locke (+1704), Bayle (+1706), Malebranche (+1715), Leibniz (+1716), radicalizan la autonomía del pensamiento y de la moral respecto de la Iglesia de Cristo. Y la mayor parte de ellos, por cierto, son «cristianos», como Malebranche (+1715), oratoriano francés, que desarrolla el cartesianismo en el engendro filosófico del ocasionalismo. Poco después, en el ambiente del enciclopedismo, se formará una generación de filósofos abiertamente contrarios a la Iglesia: Voltaire (+1778), los enciclopedistas D’Alambert (+1783), Diderot (+1784) y otros.
«Los asaltantes –escribe Hazard– triunfaban poco a poco. La herejía no era ya solitaria y oculta; ganaba discípulos, se volvía insolente y jactanciosa. La razón no era ya una cordura equilibrada, sino una audacia crítica. Las nociones más comunmente aceptadas, la del consentimiento universal que probaba a Dios, la de los milagros, se ponían en duda. Se relegaba lo divino a cielos desconocidos e impenetrables; el hombre, y sólo el hombre, se convertía en la medida de todas las cosas; era por sí mismo su razón de ser y su fin. Bastante tiempo habían tenido en sus manos el poder los pastores de los pueblos; habían prometido hacer reinar en la tierra la bondad, la justicia, el amor fraternal; pero no habían cumplido su promesa, y por tanto, no tenían que hacer sino marcharse… Había que edificar una política sin derecho divino, una religión sin misterio, una moral sin dogmas…
«Se ha operado una crisis en la conciencia europea; entre el Renacimiento, del que procede directamente, y la Revolución francesa, que prepara, no la hay más importante en la historia de las ideas. A una civilización fundada en la idea del deber, los deberes para con Dios, los deberes para con el príncipe, los nuevos filósofos han intentado sustituirla con una civilización fundada en la idea del derecho: los derechos de la conciencia individual, los derechos de la crítica, los derechos de la razón, los derechos del hombre y del ciudadano» (La crisis 9-11).
Bajar el cielo a la tierra… Ése es el intento fundamental: las cosas del mundo se arreglan mirando al mundo, y no con los ojos puestos en el cielo. Más pensar en el mundo, y menos pensar en el cielo. Hay que partir de la realidad, es decir, del mundo visible. Hay que dejarse de alienaciones celestiales. Eso es lo que podrá abrir a la humanidad el camino hacia una felicidad desconocida en la historia.
La Ilustración, difundida por los enciclopedistas franceses, consigue hacerse con los resortes del poder político a través sobre todo de la masonería, y a partir de la Revolución francesa (1789), extiende victoriosa su influjo durante el siglo XIX mediante el Liberalismo. Finalmente, consuma en el siglo XX su impulso, secularizando las instituciones y en buena parte la cultura de las naciones cristianas. El mundo secular ha de construirse prescindiendo en absoluto de la hipótesis de un Dios, Señor del mundo, a cuya voluntad habría que someter toda la vida privada y pública.
Como dijo Juan XXIII, «la insensatez más caracterizada de nuestra época consiste en el intento de establecer un orden temporal sólido y provechoso sin apoyarlo en su fundamento indispensable o, lo que es lo mismo, prescindiendo de Dios, y querer exaltar la grandeza del hombre, cegando la fuente de la que brota y se nutre, esto es, obstaculizando y, si fuera posible, aniquilando la tendencia innata del alma hacia Dios» (1961, enc. Mater et Magistra 217).
La masonería, iniciada en Londres en 1717, era deísta en su primera época –al modo de Pope o Voltaire, Lessing o Rousseau–, y no admitía a los ateos. Eso explica que algunos clérigos y religiosos, más aficionados a clubes y salones que a parroquias y conventos, asustados por el ateísmo creciente de la época, se afiliaran a la masonería. Sin atacar todavía directamente a Cristo, los primeros masones, rezumando tolerancia, profesan con optimismo una religión natural, una ética universal, «en la que todos los hombres pueden estar de acuerdo», también los católicos, según dicen.
La Iglesia, sin embargo, entiende muy pronto el carácter profundamente anticristiano de la masonería, que es condenada por Clemente XII en 1738 (bula In eminenti) y por Benedicto XIV en 1751 (bula Providas), así como por los Papas de los siglos XIX y XX. León XIII, en la encíclica Humanum genus (1884), da quizá la más clara descripción y fuerte impugnación de la masonería. Los autores católicos han conocido y analizado hoy con nuevos conocimientos la esencia anticristiana de la masonería (cf. R. de la Cierva, La masonería invisible, Fénix 2002; J. A. Ullate Fabo, El secreto masónico desvelado, Libros-Libres 2007).
También las monarquías europeas, en general, reaccionan contra la masonería. Pero no la resisten por principios espirituales, sino por estrategias de Estado. Y eso lleva a que ya en el XVIII las coronas europeas se vean infiltradas por ella, y acepten educadores y ministros masones, que irán impulsando decididamente la descristianización gobal de la sociedad. Estamos, pues, en el bien llamado despotismo ilustrado, que encuentra con frecuencia grandes resistencias en el pueblo católico, y que es el precedente inmediato del liberalismo del XIX.
Protestantes y católicos siguen caminos muy distintos en esta trágica descristianización de las naciones. Es, por ejemplo, muy significativo que las logias, bajo la guía superior de la Corona británica, atentaron siempre contra las monarquías católicas –Francia, España, Italia, Austria–, pero dejaron siempre en paz las Coronas protestantes, en las que no veían obstáculo para el liberalismo masónico.
Eso explica que todavía hoy en los parlamentos de las naciones protestantes se sienten, conspicuos y respetados, los Obispos y pastores que vienen de la Reforma. Su presencia es perfectamente tolerable, pues, además de dar a la asamblea un cierto tono de respetabilidad tradicional, apenas estorban la descristianización acelerada de la sociedad, irradiada por el poder político a todo el cuerpo social.
Así las cosas, desde el XVIII hasta hoy, la Iglesia Católica, es decir, la Iglesia, es prácticamente la única fuerza militante en la lucha contra la secularización radical de la sociedad. Téngase en cuenta que el paso del Evangelio a la Ilustración, la construcción del mundo sin referencia alguna al cielo, ha de realizarse en unos pueblos que en su inmensa mayoría eran entonces todavía cristianos. Por tanto, no será posible ese proceso sin contar con la pasividad cómplice de los protestantes, y sin asegurar una neutralización suficiente de los católicos. De esto último se encargarán los católicos liberales, en cualquiera de sus varias modalidades, de los que ya hablaremos.
En cuanto a los protestantes, ya desde sus orígenes luteranos, al entender que entre el Reino de Dios y los Reinos humanos hay –debe haber, incluso– una separación infranqueable, promueven o aceptan sin dificultad la secularización total del orden temporal (cf. F. Giardini, Cristianesimo e secolarizzazione a confronto, «Angelicum» 1971, 197-209). Más aún, puede afirmarse que el secularismo liberal tiene propiamente sus orígenes tanto en el protestantismo como en las filosofías políticas del XVIII, como ya lo señaló León XIII (1885, enc. Inmortale Dei 10).
Y en curiosa paradoja, los países protestantes guardan en sus estructuras políticas su confesionalidad cristiana, mientras que el espíritu descristianizador que parte de la Ilustración ha obligado a abandonar su identidad cristiana a las naciones católicas. Pero en esta paradoja no hay ningún misterio. Sencillamente, la confesionalidad de los países protestantes es algo muy sui generis, que recuerda a la de Bizancio, en la que lo religioso tiende a supeditarse a lo político; y que lleva en sí misma el germen de la secularización. Por eso puede subsistir en el mundo moderno y contemporáneo, y en cambio la confesionalidad católica no.
La Iglesia Católica está sola contra el mundo anti-Cristo. Va a corresponder, pues, a la Iglesia todo el peso histórico en la durísima lucha para mantener a Dios como fundamento de las leyes y del orden cultural y social, y para afirmar que no hay salvación para los hombres y para los pueblos y sociedades sino en la medida en que se acepta a Cristo como Rey (cf. Hch 4,12), a quien, después de su victoria en la cruz, ha sido dado «todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18).
Los mártires franceses de la Vendée (1793-1796), los mártires cristeros de México (1926-1929) o los mártires de España (1936-1939), no eran protestantes. Eran católicos del pueblo, que se resistían a que la presencia social de Cristo Rey fuera ahuyentada de sus pueblos, de absoluta mayoría cristiana.
He recordado hasta aquí las fuerzas históricas que pusieron –y ponen hoy– los fundamentos decisivos para la descristianización de las naciones. ¿Pero dentro mismo de la Iglesia Católica no se habría infiltrado en ese tiempo, ya en el XVII y XVII, algún virus maligno que facilitara la descristianización de los pueblos?
El voluntarismo semipelagiano, sin pretenderlo ni sospecharlo, lleva a la descristianización. La doctrina católica de la gracia ha confesado siempre que es Dios quien mueve al hombre por su gracia a pensar, a querer y a obrar el bien. De tal modo que el hombre puede, sin Dios, obrar el mal; pero necesita siempre el concurso de Dios para realizar el bien, en todas y cada una de las fases de su producción. En la línea del bien, por tanto, la gracia precede siempre a la acción del hombre, la acompaña y perfecciona, de modo que toda acción cristiana es realizada libremente por el hombre bajo el influjo de la misma gracia divina.
Así, Dios y el hombre actúan como causas subordinadas: la causa principal es Dios, y el hombre es la causa segunda. Ésta es la doctrina de nuestro Señor Jesucristo, de San Pablo, San Agustín, Santo Tomás, y hasta el siglo XVI hay en ella un acuerdo general entre los autores católicos, que sólamente difieren a la hora de explicar cómo se produce en la libertad esa subordinación causal misteriosa.
La unanimidad profunda de los católicos en la doctrina de la gracia se va a quebrar en el siglo XVI con la reaparición de la tendencia semipelagiana, condenada en el año 529 en el II concilio de Orange (Denz 370-379). El término semipelagiano, no existente en la antigüedad, fue inventado cuando Molina enseñó en la Concordia (1589) cómo Dios y el hombre concurren en la acción como causas co-ordinadas, o más exactamente incompletas, que se complementan para la producción de la obra buena. Muchos entonces vieron estas enseñanzas como pelagianorum reliquiæ, o más exactamente, como sententia semipelagianorum, refiriéndose con este término nuevo a aquellas doctrinas del siglo V, como las mantenidas por los monjes de Marsella (massilienses). Según ellas, depende del hombre, de su mayor o menor generosidad, hacer este bien o ese otro bien mayor, aunque se admite que, para realizarlo, es necesario el concurso de la gracia divina.
Actualmente, como veremos, en una gran debilitación de la fe en el Occidente cristiano, ésta es la doctrina más generalizada, que, por supuesto, lleva a la descristianización. El cristianismo antropocéntrico, renunciando al teocentrismo, se destruye a sí mismo. El semipelagianismo, tratando de «salvar» la parte humana y «guardar la propia vida» sana y prestigiosa según el mundo, para mejor colaborar así con la acción de Dios, rechaza el martirio, se concilia con el mundo y acaba con el cristianismo. El piadoso abuelo semipelagiano tendrá hijos pelagianos y nietos agnósticos o ateos.
Por el contrario, la Iglesia católica ha enseñado siempre la primacía absoluta de la gracia. La verdadera doctrina católica de la gracia considera, por ejemplo, como algo evidente la enseñanza de Santo Tomás, cuando afirma que «es el amor de Dios el que crea e infunde la bondad en las criaturas» (STh I,20,2); y que, por tanto, «no habría unos mejores que otros si Dios no hubiese querido bienes mayores para los primeros que para los segundos» (I,20,3; cf. 23,4). Cuando verdades como éstas producen rechazo en gran parte de los católicos –según ellos, Dios ama más a los mejores, porque son más buenos–, eso significa que son muchos los bautizados católicos que, ya desde hace siglos, han perdido la verdadera tradición católica sobre la doctrina de la gracia. «Es Dios quien activa en vosotros el querer y el obrar para realizar su designio de amor» (Flp 2,13).
No prolongo la exposición de esta cuestión, pues ya la traté ampliamente en este blog (59-65) y hemos de volver sobre ella.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
23 comentarios
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JMI.-Va abrazo de vuelta, Gonzalo.
Poco a poco, eso se nota si miramos muy cerca de nosotros, la descristianización, se va produciendo. Lo hace de forma silenciosa como si el Mal hubiera ido arraigando poco a poco en los corazones de los fieles de Dios. Casi sin darse cuenta, caso a caso y circunstancia a circunstancia, la podrida savia del mundo y su mundanidad, va regando las arterias de la fe los hijos de Dios que, sin percibirse de ello, van negando la existencia del Creador al poner en negativo sus Mandamientos y sus otros mandatos dados a través de su Hijo Jesucristo.
Por eso, la apostasía se está produciendo (grave y grande como puede comprobar cualquiera en cuanto salen a debate cuestiones donde la Iglesia católica tiene mucho que decir y tantos demuestran su querida y gozosa ignorancia...) a causa del acercarse en exceso al mundo.
Sin embargo, siempre nos queda la oración para pedir a Dios que sea, otra y otra vez, misericordioso con su pueblo por la falta de amor que, tantas veces, le mostramos.
anticlericalismo; no a Masonería y religión o religiones, ni a
Masonería y cristianismo. Cuando me preguntan si es anticlerical la
Masonería, hay tres respuestas tres, igualmente realistas y
perfectamente válidas: - La Masonería no es anticlerical, - La
Masonería es anticlerical, - La Masonería no es anti sacerdotal. Me
explico: La Masonería no es anticlerical Desde siempre hubo clérigos
masones. Anderson y Désaguliers, Frédéric Desmons y un largo etcétera
de sacerdotes y obispos de diferentes confesiones cristianas se han
sentado y se sientan en las Columnas de nuestras Logias. Y no pasa
nada. Ellos no han visto ni ven amenaza para la religión en la
Francmasonería. La primera acepción que el Diccionario de la Real
Academia Española (DRAE) da a la voz “clerical” es: “Perteneciente o
relativo al clérigo. Hábito, estado clerical”. A tenor de esto, la
Masonería no es anticlerical, puesto que no se opone a que haya
clérigos ni en la sociedad profana ni en sus Logias. La Francmasonería
no tiene absolutamente nada en contra del clero ni de la religión, ni
siquiera de las religiones. A la Orden no le molesta ni le daña la
existencia del clero, puesto que ella trabaja en planos diferentes a
los del clero y las religiones. Así, el artículo primero de la
Constitución del Gran Oriente de Francia lo deja diáfano:
“considerando las concepciones metafísicas como del dominio exclusivo
de la apreciación individual de sus miembros, rechaza toda afirmación
dogmática” Tampoco es anticlerical según la segunda acepción que el
DRAE otorga a la voz “anticlericalismo”, es decir: “Animosidad contra
todo lo que se relaciona con el clero”. Concretando, la Orden Masónica
no es anticlerical; esto es, no siente animosidad alguna contra lo que
se relaciona con los diversos cleros, porque ella trabaja en planos
distintos del religioso y eclesial. La Masonería es anticlerical La
segunda acepción que el DRAE recoge sobre la voz “clerical” es la que
sigue: “Marcadamente afecto y sumiso al clero y a sus directrices”.
Con lo que clericalismo sería también, según el DRAE, “Influencia
excesiva del clero en los asuntos políticos” (1ª acepción), o “marcada
afección y sumisión al clero y a sus directrices (3ª acepción). Y
anticlericalismo: “Doctrina o procedimiento contra el
clericalismo” (también DRAE). El anticlericalismo sostiene que las
creencias religiosas pertenecen al ámbito exclusivamente privado del
ciudadano, por lo que las organizaciones que las sustentan, al
formarse como instituciones, ejercen en ocasiones influencias
intolerantes y, por tanto, indeseables, política y públicamente, en el
conjunto social. Surge como respuesta a la existencia de un
clericalismo integrista o poder teocrático sustentado por una casta
sacerdotal. “El clericalismo es un cáncer” (Gambetta). En ambos
sentidos, efectivamente, es anticlerical la Masonería: ya que trabaja
por una humanidad y sociedad de personas libres, no puede
identificarse con la influencia e intervención del clero en la
política. La Orden propugna el laicismo (DRAE: “Doctrina que defiende
la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente
del Estado, respecto de cualquier organización o confesión
religiosa”), no frente a la religión ni a las religiones, sino frente
al clericalismo y a los intentos de convertir en una teocracia a la
sociedad y en vasallos y feligreses a los ciudadanos. La Masonería no
es anti sacerdotal Para concluir, la Francmasonería ni es
anticristiana, ni antirreligiosa, ni anti sacerdotal. No se opone al
clero, sino al vicio del clericalismo. Pero sí se opone a la
dominación de la vida social y política por parte de instancias que
propugnen el clericalismo, o injerencia del clero en los asuntos
públicos y políticos. Más allá de los adjetivos, la Masonería es
sustantivamente laica.
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JMI.-La Congregación de la Doctrina de la Fe, siendo su Prefecto el Card. Ratzinger, publicó una Declaración sobre la Masonería (26-XI-1981), en la que reitera la doctrina de un buen número de encíclicas y documentos de la Iglesia:
"se mantiene inmutable el juicio negativo de la Iglesia respecto a las asociaciones masónicas, ya que sus principios han sido considerados siempre inconciliables con la doctrina de la Iglesia y por ello la adscripción a las mismas permanece prohibida. Los fieles que pertenecen a las asociaciones masónicas están en estado de pecado grave y no pueden acceder a la Santa Comunión".
La Iglesia conoce perfectamente cuáles son sus enemigos doctrinales e históricos. Y si la masonería es, pues, intrínsecamente contraria al cristianismo y a la Iglesia desde sus principios hasta hoy, eso implica que es contraria al clero y al sacerdocio, parte integrante decisiva de la Iglesia. El hecho de que la masonería no considere inconveniente, incluso vea con agrado, que haya sacerdotes, religiosos e incluso Obispos y Cardenales que ingresen en ella, solamente significa que promueve y aprecia inteligentemente esa integración, que es sin duda uno de los medios principales para destruir la Iglesia desde dentro.
Todo esto lo puede Ud. encontrar muy bien expuesto, p. ej., en las obras que he citado de De la Cierva y de Ullate, donde podrá encontrar textos documentales masónicos netamente contrarios a la Iglesia y al cristianismo. También le recomiendo el libro de Maurice Caillet, Yo fui masón (Libros Libres 2008), escrito después de su conversión al catolicismo. Es demoledor (para la Masonería, claro).
¿Habrá más recopilaciones de estos artículos en Gratis Date próximamente...?
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JMI.-Con el favor de Dios (¡y con el favor de los donantes movidos por la gracia de Dios!) sí se publicarán en la Fund. GRATIS DATE algunas de las series de este blog.
Como sabrá, se han publicado ya cuatro: Reforma o apostasía, Mala doctrina, Gracia y libertad, y Católicos y política.
Pueden pedirse a [email protected]
A veces no se que es lo que desean los catolicos. Es que no estais en el 'mundo'?
A mi me dijo una vez un contertulio de iC cuando me referia a no se que tema (no recuerdo bien ahora) y me reprochaba de ver a los catolicos como personas o colectivo alejado del 'mundo'. Pues veo que no tenia razon. Si se rechaza el 'mundo' entonces que es lo que se desea?
De verdad lo teneis claro? El 'mundo' es el que es, por encima de masones, Iglesias y concepciones. D. Jose Ma. vd dice que durante el medievo parece estar solidamente instalada la Cristianad, igual si, al menos lo parece, aunque sin duda la gente bebia, jugaba, no desaparecio el "oficio mas viejo del mundo" (del 'mundo' ) (!), hacia la guerra, hacia negocios, se hacia el amor ...
Bueno, hacian negocios, guerras y juegos los que podian, me da que los demas, inmensa mayoria, tenian que malVivir y morir en casuchas de techo de adobe.
Por otra parte, es obvio, es imposible comparar y menos recuperar ese 'mundo' si no es que la gran mayoria de la gente no volvemos a vivir en casas que cuando llueve se cuela el agua y el frio y con las bestias de tiro dentro.
Por otra parte, y me parece que ya se lo comente en una ocasion, que curioso que desde la ilustracion el nivel de vida del comun de los mortales no ha parado de aumentar. Con traumas y convulsiones, cierto.
Porque ese me da a mi que es idea nuclear: el 'mundo' y la mundanizacion antes de la perdida de la Cristiandad solo estaba accesible a principes y notables y desde la revolucion industrial progresivamente todos pueden participar de el. (lo que no esta exento de problemas tampoco, que duda cabe, los recursos no son infinitos por ejemplo) (mi idea de la crisis actual, por encima de las cestas de bonos basura y activos toxicos, es la oportunidad perdida -quiza para siempre- del progreso continuo, que en la realidad no hay suficiente pastel, en terminos de riqueza absoluta, para todo el mundo)
Entonces? que es se desea? es un reto volver a la vida evangelica del romanico cuando tenemos la playStation y el iPhone?
No se, me parece que se desea lo imposible. Por mi parte es casi ya ley historica que el progreso material (el 'mundo'?) es incompatible con visiones totales de la vida. Por otra parte el ser humano es cada vez mas autonomo, desvinculado del hombre-masa que alcanzo el cenit en la primera mitad del siglo XX, y proveniente de otras concepciones mesianicas (osea la Cristiandad, entrada en crisis tal como relata D. Jose Ma)
Yo me he hecho una suerte de apuesta, si continua el decrecimiento estoy segura que el numero de creyentes (de toda confesion) aumentara. A ver si el tiempo me da la razon. Yo diria que ya hay una tendencia.
(hace poco un bloguero de chile se quejaba como estos ultimos 20 años la sociedad de su pais se habia ido 'mundanizando'. Que coincidencia otra vez! con el progreso material)
Es que me parece clarisimo y me sorprenderia mucho que a los catolicos no ignorasen eso, estoy segurisima que en el fondo no sabeis como hacer compatible el 'mundo' y la conviccion.
Si es que es posible, claro esta.
PS: D. Jose Ma. seria otro tema y largo, pero no estoy de acuerdo que sin Dios el ser humano no pueda obrar el bien.
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JMI.-No es posible contestar aquí sus innumerables desacuerdos con mi(s) artículo(s), ya lo comprende. No teniendo Ud. la fe cristiana, lógicamente su desacuerdo con la visión cristiana de Dios, de Cristo, de la Iglesia, del mundo, del hombre, de la necesidad de la gracia para la salvación del hombre y de los pueblos, etc. es total. Su desacuerdo y su ignorancia.
Nadie ha amado al mundo tanto como Cristo, que quiso nacer en Belén, entrando en el mundo, y dió su vida en la Cruz para salvarlo. Nadie ama al mundo tanto como su Cuerpo, la Iglesia, que sigue dando su vida con el mismo fin. Y la evangelización del mundo, por supuesto, es posible, como la historia lo demuestra en todas las épocas y culturas.
El Concilio Vaticano II enseña que los laicos están llamados a "evangelizar y saturar de espíritu evangélico el orden temporal" (Apostolicam actuositatem 2). "Hay que instaurar el orden temporal de tal forma que, salvando íntegramente sus propias leyes, se ajuste a los principios superiores de la vida cristiana" (id.7). "A la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena" (Gaudium et spes 43). Y eso es lo que pretendemos los católicos, concretamente en InfoCatólica, con nuestra oración y nuestra actividad laboriosa.
Que el Señor le muestre en Cristo su rostro, y le dé su luz y su verdad.
No se dan cuenta de la fragilidad humana .
Se prefiere morir a sufrir......y ¡ que me quiten lo bailaó ).....pero no saben que morir, es una puerta que da paso a otra vida y en esa vida...que no tendrá fin van a sufrir tormentos que en esta vida ni se imaginan., todos los Santos en sus escritos lo relatan...
El interior debe gobernar nuestro exterior ;...pero la mayor parte de los hombres invierten este Orden, gobernando su interior por su Exterior.
Todos podemos practicar la vida interior ,tanto en la fortuna como en la desgracia, en la salud como en la enfermedad, en el trabajo como en el descanso, en la bonanza como en la adversidad.
Pon todas tus delicias en pensar en DIOS, en buscar en todo a DIOS,y en dirigirlo todo a DIOS.....Y TENDRÁS DENTRO DE TÍ........" EL REINO DE DIOS "
Muy bonito, gracias.
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JMI.-"Veritatis splendor"...
La verdad de Cristo y de su Iglesia es fascinantemente hermosa.
Cristo mismo es "la Verdad", "el más bello de los hijos de los hombres".
Gracias por sus deseos, no soy atea radical y que desapareciese la Iglesia Catolica no me llenaria de alegria. Es mas he intentado creer pero no ha habido manera. Ademas estoy convencida que la Iglesia nunca desaparecera. Quiero decir con eso que intento comprender a los creyentes, pero no puedo hacerme una idea clara de cual es el 'mundo' que proponen. Si no paro de oir diatribas y rechazo por el 'mundo' y como sea que no hay otro (hablando de este, del sobreNAtural ya hablariamos mas tarde) me gustaria conocer que es lo que proponen. Es compatible la Crsitiandad con el iPhone?
Hara vd. una suerte de epilogo a su serie?
Saludo!
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JMI.-Sonia, no teniendo fe, ya es mucho que piense-sienta de la Iglesia lo que dice. Ánimo, y pida a Dios que le dé fe. También nosotros pediremos por Ud.
Sobre lo que entendemos Cristo-cristianos por "mundo" puede Ud. ver en mi blog (159-160). Bueno, y toda la serie "De Cristo o del mundo", que ya van ¡37 artículos!
No se preocupe: son no pocos los católicos, y concretamente los infocatólicos, que tienen iPhone. No creo que el índice de uso del artilugio sea mayor entre agnósticos o protestantes que entre católicos.
Habrá epílogo, si Dios quiere.
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JMI.-Como todos los movimientos históricos doctrinales y prácticos, hay en la Ilustración aspectos positivos y otros negativos. La negatividad absoluta es metafísicamente imposible: los males solo pueden darse en forma parasitaria sobre los bienes. Pues bien, todos los elementos positivos de la Ilustración tienen su origen en el Cristianismo. Y todos los negativos (los elementos anti-Cristo, anti-Iglesia, anti-orden natural, que son muchos, muchísimos, en ella) vienen del diablo: son malos.
Un paso más. Supóngase Ud. una tarta compuesta de elementos de excelente calidad: leche, harina, huevos, frutas, etc., en la que, sin embargo, hay una considerable cantidad de cianuro. No querrá Ud. comer de ella, sino que la considerará "un alimento mortal". Con toda razón. Y no querrá Ud. que otros coman de ella.
Pues eso.
Los molinistas ni son pelagianos ni semipelagianos; como tampoco los tomistas son calvinistas . Esas eran las acusaciones mutuas entre ambas escuelas. Prohibidas por no recuerdo cual Papa.
Dicho eso, el tomismo es más coherente a mi modo de ver a la hora de explicar esa primacía de la gracia, que ninguna escuela pone en duda.
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JMI.-La nota de Paulo V al embajador de España (26-VII-1611) manda a tomistas y molinistas que no sigan discutiendo ni calificándose, porque "en una y otra parte hay acuerdo en la sustancia con la verdad católica" y porque si continúan discutiendo "en estos tiempos en que hay tantas herejías" desacreditan a las dos órdenes (OP y SJ) cuando más falta hacen.
-Pero ahora ya no hay molinistas: no conozco ningún teólogo que explique la teología de la gracia según la Concordia, la ciencia media y todos los artilugios conceptuales complicadísimos de Molina.
-Yo no digo que Molina fuera un hereje semipelagiano. Consigno que en su tiempo hubo muchos teólogos que vieron en sus explicaciones una tesis que se asemejaban a las de los semipelagianos: y lo que digo es verdad.
-Yo no centro el voluntarismo semipelagiano en Molina, sino en una desviación muy frecuente en los siglos XVI-XXI mantenida por autores espirituales que ni conocen siquiera las tesis de Molina. Mire, si le parece, en mi blog la caracterización que hago del voluntarismo semipelagiano, describiendo con todo detalle sus síntomas (61-65), y verá que el retrato que hago "está tomado del natural": no está inventado. Y todo lo que describo está mantenido por autores y movimientos que de Molina no tienen ni idea, normalmente.
Vas examinando las cosas, según tu dices, a ver que "te proponen". El centro, predecidido, eres tu misma.
Pero Cristo no te propondrá de entrada orra cosa distinta a que el centro , oh !, no eres tu sino El. Y tú mera criatura como vasija obra del alfarero. Que no vivirás ni un día más ni menos que los que El decida.
Lo que opines al respecto va a pintar muy poco.
Tu problema de fe es otro de identidad. En realidad te consideras el centro, pero ni sabes de donde vienes, ni quien eres, ni a donde vas.
Tienes un hueso duro de roer, ese.
Os recomiendo la lectura de la homilía (publicada en muchas webs) de San Josemaría "Amemos al mundo apasionadamente".El símbolo del Opus Dei (la Cruz dentro de un círculo que representa el Mundo) ya lo dice todo.
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JMI.-Desde luego, nadie ha amado al mundo como Cristo, que siendo Dios, entró en él para salvarlo, y para salvarlo entregó su vida en la Cruz. Y en ésas está la Iglesia, y estamos los cristianos, tratando de salvar al mundo de sus terribles errores y pecados, iluminándolo con el Evangelio de Cristo y comunicándole la salvación absolutamente necesaria de su gracia.
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JMI.-Cuanto menos Dios y Cristo, mejor va el mundo. Cuanto más, peor.
Está Ud. más perdido en este blog (y en InfoCatólica) que un pato en un gallinero. Como si entrara yo en un blog de los Hare Krhisna y depusiera en él mi comentario.
Dios le abra los ojos del alma y le conceda pasar de la oscuridad a la luz.
El tomismo, la sana doctrina tradicional, sigue siendo más compacta.
Tan solo quería recalcar que el molinismo no cae en herejía, por puro amor a la verdad. En sentar doctrinas "raras", seguro que sí; y que encima no son compactas, más seguro todavía. Para mí es puro voluntarismo pretendiendo esquivar el insondable misterio de la predestinación (católica).
Por otro lado tiene usted toda la razón en que ese espíritu pelagiano/semipelagiano/molinista o como queramos llamarlo está hasta la cocina dentro de la Iglesia.
A mi me ha sorprendido verlo explícito en sacerdotes salidos hasta de Toledo. Se queda uno de piedra.
Así que mi gratitud por su denuncia y clarificación dada en tantos posts. Hace mucha falta.
Dios le bendiga.
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JMI.-Así sea. Y a Uds. también.
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JMI.-Afirma Ud. "la incompatibilidad de la fe y la razón" como si fuera algo inevitable en el cristianismo. Como si con la fe hubieran perdido "el uso de razón" San Pablo, San Agustín, Sto. Tomás. Las Sumas Teológicas, p. ej. (¡y las catedrales medievales!) se habrían construido por la pura fe, pero con la razón atrofiada. Hubo que esperar al Siglo de las Luces ¡en el XVIII! para que la razón despertara y empezara a funcionar como Dios manda.
No tiene sentido lo que afirma. La Iglesia Católica se ha caracterizado siempre por su defensa del poder de la razón para conocer la verdad. Si bien ha reconocido también los límites que, de hecho, afectan a los hombres por el pecado original.
Pero el que decía que la razón se había corrompido totalmente por el pecado original ("la razón es la puta del diablo") fue Lutero. Él es quien se quedó con la "sola fides", el fideismo sin la razón. Muy al contrario, nunca la Iglesia despreció la razón, sino que ella creció como nunca a la luz de la fe.
Y de hecho, al descristianizarse el Occidente, sus filósofos han desfallecido notablemente: filosofías del absurdo, nihilismo, agnosticismo filosófico, sustitución de la filosofía por la semántica, el análisis psicológico, la ideología del género, etc. De filosofía, nada. Hoy puede decirse con fundamento que "la filosofía ha muerto". Los mismos que han perdido la fe han perdido el uso de la razón. "No saben, no contestan".
Le recomiendo leer la encíclica de Juan Pablo II "Fides et ratio" (14-IX-1998).
Lo de los ordenadores y la atención sanitaria, mejor lo dejo sin comentario.
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JMI.-Permanezca atento a la pantalla.
Tu argumento, al decir que desde "ilustracion el nivel de vida del comun de los mortales no ha parado de aumentar..." es tan igual como decir que desde la Revolución Francesa o desde la Guerra del Opio, o desde la Revolución Rusa, o desde la Segunda Guerra Mundial, el nivel de vida no ha parado de aumentar...
En realidad, el nivel de vida del común cambia desde la Revolución Americana o Independencia de los Estados Unidos, verdero punto de partida de Edad Contemporanea, en lugar de la Revolución Francesa en Europa, ya acostumbrada a revoluciones y guerras sin sentido.
Estimado Padre, veo que menciona a Leibniz dentro del proceso de descritianización, bueno he aquí un texto del filósofo:
«… la razón… es el principio de una religión universal y perfecta que se puede llamar con justicia la Ley de la naturaleza. … de suerte que, a la atención del consentimiento y de la observación de todos los hombres, la ley de la naturaleza es la Religión Católica»
Y otro extradio de Monadología:
…reconociendo que, si nosotros pudiéramos entender suficientemente el orden del universo, hallaríamos que sobrepasa los deseos de los más sabios, y que es imposible hacerle mejor de lo que es, no sólo para el todo en general, sino incluso para nosotros mismos en particular, si nos sometemos como es debido al Autor de todo, no sólo como el Arquitecto y a la causa eficiente de nuestro ser, sino también como a nuestro Maestro y a la causa Final que debe constituir el objeto entero de nuestra voluntad, y el único que puede hacer nuestra felicidad.
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JMI.-Gracias por la observación que hace sobre Leibnitz.
Este gran autor mantiene en su pensamiento no pocas verdades fundamentales, como la existencia de Dios, la validez de las pruebas de su existencia (admite los argumentos ontológico, cosmológico, teleológico), la inmortalidad del alma, etc. Pero en no pocos temas (el mundo óptimo, el mejor de los posibles, libertad-necesidad, la monadología, la distinción entre lo natural y de lo sobrenatural, entre la razón y la fe, etc.) se sale del mundo de la fe bíblica y cristiana.
Cita Ud. una frase suya muy significativa: "la razón es el principio de una religión universal y perfecta que se puede llamar con justicia la Ley de la naturaleza". Y en otro lugar afirma que si se redujera todo el pensamiento al orden de la razón, desaparecerían las contiendas doctrinales, y los misioneros predicarían una religión tan absolutamente conforme a la razón que "una apostasía de ella estaría tan fuera de todo riesgo como lo está que los hombres se aparten de la Aritmética y de la Geometría, una vez que la han aprendido".
Ya comprende Ud. que no es ésta la religión cristiana, que está conforme, sí, por supuesto, con todo el orden natural, creado por el mismo Dios que se revela; pero que nace de una Revelación libre y gratuita, sobre-humana, sobre-racional, y que se fundamenta en la fe. No en la razón.
El Católico ha perdido su identidad católica.
Debemos volver a la fuente nos dice el Santo Padre Benedicto XVI en su homilía de apertura de la V Conferencia Episcopal.
Es un gusto y un fortalecimiento de la fe el constatar que no estamos solos, El Espíritu intercede por nosotros y suscita personas que guíen a la iglesia al encuentro de la verdad que es Jesucristo.
El leer estos estudios y conocer las opiniones de muchos de vosotros, hermanos en Cristo. renueva mis esperanzas de que la Iglesia Católica volverá a reiniciarse desde Cristo.
Que Dios bendiga a todos aquellos que trabajan por llevar al mundo el Evangelio de Jesucristo.
No tengo otro lugar para hacerlo.
desde acá un saludo cordial a Ana Vasquez.
Dios te bendice.
no es fácil ser católico, persevera, se fuerte y valiente, que el Señor está contigo.
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