(192) Fin de la Cristiandad. San Claudio la Colombière. Sagrado Corazón de Jesús
–Sagrado Corazón de Jesús…
–En Vos confío… Bueno, pero aunque coincidamos esta vez, no debe sentar precedente, porque esta introducción perdería toda su gracia.
San Claudio La Colombière.–La vía del santo abandono, de la que hablé en el artículo anterior, y la devoción al Corazón de Jesús hallan un excelente maestro en San Claudio La Colombière, S. J. (1641-1682). Este santo es a un tiempo muy ignaciano y muy salesiano. Concretamente, termina las notas personales de su Retiro de Londres (1677) con estas palabras: «Cada día siento mayor devoción a san Francisco de Sales. Ruego a Dios Nuestro Señor que me conceda la gracia de acordarme a menudo de este Santo para invocarle e imitarle». Por otra parte, él fue elegido y movido por Dios para confirmar a Santa Margarita María de Alacoque en la veracidad de las revelaciones privadas que había recibido sobre el Sagrado Corazón de Jesús.
Hago aquí sobre él una nota muy breve, limitándome a mostrar cómo la opción de Cristo o del mundo, tema de esta serie, era vivida y formulada por él con una nitidez absoluta; la misma que en su momento ya vimos en Jesús, Pablo, Santiago, Juan, Ignacio de Loyola… Creo que con un solo texto podré expresarlo, sin deformarlo ni simplificarlo.
Los monjes antiguos dejaron el mundo, para vivir a solas o en comunidad. «Pues bien, como la depravación es hoy mayor que nunca, y como nuestro siglo, cada día más refinado, parece también corromperse cada vez más, dudo yo si alguna vez se han dado tiempos en los que haya habido más motivos para retirarse completamente de la vida civil y para marcharse a los lugares más apartados.
«Dios no ha impuesto a nadie la obligación de abandonar el mundo para abrazar la vida religiosa. No se puede negar, sin embargo, que haya un mundo, dentro del mismo mundo, al que todo cristiano está obligado a renunciar. Existe, en medio de nosotros, un mundo reprobado y maldito de Dios, un mundo del que Satanás es señor y soberano, un mundo por el cual el Salvador no ha ofrecido sus oraciones a su Padre, un mundo, en fin, que Jesucristo ha reprobado y del cual ha sido siempre rechazado. Pero ¿dónde encontramos este mundo impío y desgraciado, y cuáles son los lugares donde se juntan las personas que lo componen? A vosotros, sus idólatras, tendría que preguntarlo. Todo lo que puedo decir es que ese mundo está donde reina la vanidad, el orgullo, la molicie, la impureza, la irreligión. Está allí donde menos caso se hace de las normas del Evangelio, y donde incluso se glorían de seguir otras contrarias.
«A vosotros os toca, pues, descubrir dónde se encuentran todos esos desórdenes. Pero en cualquier lugar donde se encuentren, es cosa cierta que ser de ese mundo y no ser del número de predestinados, tener algunos lazos con él y ser enemigo declarado del Hijo de Dios, es una sola y misma cosa. Decís vosotros que ese mundo no está ni en el teatro, ni en el baile, ni en las carreras, ni en los círculos, y que tampoco se encuentra en los cabarets ni en los casinos de juego. Pues bien, si sois tan amables, ya nos diréis dónde hemos de localizarlo para rehuirlo, porque, después de todo, existe uno, y nuestro Maestro no nos ordenó tomar las armas contra un fantasma o contra una quimera. Por otra parte, siendo así que ese mundo reúne a todos o a la mayor parte de los reprobados, sería una burla afirmar que una multitud tan grande es invisible a los ojos humanos, y que marcha por senderos desconocidos, ya que la fe nos enseña que ellos siguen un camino muy transitado y muy ancho» (De la fuite du monde, en Écrits DDB, París 1962, pgs. 295-296).
Como veremos, el ataque formidable y patente del mundo contra Cristo y la Iglesia se va a desencadenar a comienzos del XVIII. Pero ya se veía venir en tiempos de La Colombière. Al menos, hombres como él ya lo preveían. Por eso San Claudio cree necesario afirmar a los cristianos de su tiempo:
–Que le depravación, entonces incipiente, del mundo moderno es la mayor de la historia cristiana. –Que todo cristiano está obligado a renunciar a un mundo sujeto a Satanás, reprobado por Dios, y que congrega a todos los enemigos declarados de Cristo y de su Iglesia. –Que ese mundo existe realmente y que hay signos fidedignos para reconocerlo. –Que el mundo pecador debe ser rehuído y combatido con las armas del Espíritu.
Todas esas verdades, netamente evangélicas, hoy prácticamente están silenciadas –y a veces negadas– en las Iglesias locales más descristianizadas y agonizantes. Por eso precisamente están descristianizadas y van diminuyendo cada vez más. Se van hundiendo en la oscuridad al faltarles la luz de la verdad de Cristo.
La devoción al Corazón de Jesús.–En el convento francés de la Visitación en Paray-le-Monial, Santa Margarita María Alacoque (1647-1690) tuvo unas revelaciones por las que conoció su misión especial: vivir totalmente unida al Corazón de Jesús, asimilando en todo sus sentimientos y voluntades, para reparar por los pecados del mundo; y difundir a toda la Iglesia esta devoción mediante una fiesta litúrgica. Con la ayuda providencial del jesuita San Claudio La Colombière, esta misión, humanamente imposible, tuvo admirable cumplimiento.
Pío IX instituyó la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús para la Iglesia universal, y los Papas, en varias encíclicas, ilustraron y recomendaron esta espiritualidad preciosa, difundiéndola por todo el pueblo cristiano: León XIII, Annum sacrum (1899); Pío XI, Miserentissimus Redemptor (1928); Pío XII, Haurietis aquas (1956); etc. De este modo, por primera vez en la historia, una espiritualidad concreta, la impulsada por Santa Margarita María, venía a ser reconocida por la Iglesia como una síntesis genuina de la espiritualidad cristiana, universal y católica.
–Espiritualidad especial y espiritualidad común. La devoción al Corazón de Jesús, cuando es vivida con especial intensidad, es decir, con algunos acentos o medios particulares, puede constituir una espiritualidad especial. Pero de suyo, atendiendo a sus rasgos principales, es una síntesis auténtica de la espiritualidad común de todo el pueblo cristiano, y la Iglesia ve en ella «la más completa profesión de la religión cristiana» (Haurietis 29).
En efecto, en la devoción al Corazón de Jesús se contienen todos los elementos principales de la espiritualidad cristiana. El cristiano, gracias a ella, cobra una viva conciencia del amor de Dios manifestado en el Corazón de Jesús; ve a la luz de esa misericordia su propia miseria y el pecado del mundo; se vincula al Redentor, a través de su humanidad sagrada, con una relación acentuadamente personal y amorosa, también afectiva; desarrolla una conciencia sacerdotal, y por tanto victimal, que lleva a ofrecerse con Cristo al Padre, para expiar por los pecados propios y ajenos; ayuda así a participar profundamente en la obra de la Redención de la humanidad… Es, pues, una espiritualidad que, totalmente unida con Cristo Rey para el avance del Reino de Dios en el mundo, fomenta una vida claramente eclesial, impulsa la vida de oración y de sacramentos, la abnegación, la dirección espiritual y el apostolado, y como podemos comprobar en la historia de la Iglesia, lejos de producir una espiritualidad intimista y retraída, estimula con gran fuerza la acción social, cultural y política de los cristianos en el mundo.
–El Reino y el mundo. La devoción al Corazón de Jesús, a partir sobre todo del siglo XIX, se difunde en el pueblo cristiano precisamente cuando los católicos liberales entran en clara complicidad con el mundo. Y en este sentido, esta espiritualidad ayuda mucho a los fieles a ser muy conscientes del pecado del mundo; a vivir libres del mundo, y consiguientemente, del Diablo y de sus engaños, y a ser capaces por tanto de actuar sobre el mundo para mejorarlo, sanarlo y elevarlo, consagrándolo a Cristo Rey. De hecho, se ha mostrado en los últimos siglos como la espiritualidad más fuerte y profundamente popular, la más capaz, llegado el caso, de guardar fidelidad hasta el martirio –pensemos en México, España o Polonia–. De ahí, quizá, precisamente, la especial aversión que hacia ella sienten los cristianos amigos del mundo, y el empeño que han puesto en falsificarla y desprestigiarla.
–Universalidad. La devoción al Corazón de Jesús, precisamente por su centralidad substancial, muestra al paso de los siglos una rara capacidad para asimilar espiritualidades aptas para todo el pueblo de Dios, como la infancia espiritual de Santa Teresa del Niño Jesús. Todo lo cual hace de ella en la historia de la Iglesia, la última gran espiritualidad, que por su esencialidad y sencillez, al mismo tiempo que tiene fuerza para conducir a la perfecta santidad por los medios ordinarios de la Iglesia, logra en el pueblo cristiano –lo mismo en Estados Unidos o en Polonia, en México o en Filipinas, en Iglesias locales recién nacidas o en otras de antigua tradición– una universalidad que a otras espiritualidades más específicas, lógicamente, no les es dada. De hecho, bajo la acción del Espíritu Santo, la devoción al Sagrado Corazón ha prendido hondamente en los laicos cristianos, y al mismo tiempo ha suscitado siempre entre ellos un gran número de vocaciones sacerdotales y religiosas. Y ha podido inspirar también igualmente a religiosos jesuítas o dominicos, agustinos, cartujos o tantos otros.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
14 comentarios
Mi alma zozobra en este mar de confusión.
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JMI.-Un abrazo, Gonzalo.
¿Qué diría este santo hoy?
Nos lo podemos imaginar. Si no fuera porque es probable que todavía vengan y quepan más depravaciones que aquellas a las que nuestros ojos -¿también nuestras almas?- ya se han acostumbrado, cabría pensar que estamos cerca del fin.
En todo caso, quede poco o quede mucho, la respuesta del cristiano ha de ser la misma hoy que hace 3 siglos y que hace 20. Y si la Escritura dice que donde abunda el pecado sobreabunda la gracia, es fácil colegir que hoy hay un derroche inmenso de gracia de lo alto sobre el pueblo de Dios. Hace falta que ese pueblo sea consciente y se deje ayudar por el Señor para andar en santidad. Pero para ser consciente, alguien tiene que enseñarle el camino. Y no se enseña mucho. Grave responsabilidad tienen los que debiendo ser maestros, se dedican a dejar que pasen los años y las décadas sin enseñar a los hijos de Dios a vivir en la gracia.
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JMI.-¿Qué diría este santo hoy?
Actualmente hay más razón para decir lo que él decía; pero el silencio buenista y los discernimientos voluntaristamente positivos se imponen.
Reforma o apostasía.
A mí me llegó la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en un calendario que me envío una tía mía por correos. Recuerdo que envolvía algo, no sé qué, y se había roto bastante, lo pegué por detrás y lo tuve todo el año en la cocina. Pasado el año lo deje y lo deje. Hace unos años, no sé como, hice los nueve primeros viernes de mes y ahora lo tengo bien enmarcado en el centro de mi habitación y quiero volver a hacer los nueves primeros viernes porque ciertamente se está cada vez más cerca de su corazón y más apartado del mundo.
Sus artículos darán frutos pero los de este ya sabe que los tiene asegurado. Dios le bendiga.
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Cristo Jesús, en ti la Patria espera
gloria buscando con intenso ardor.
Guíala Tú, bendice su bandera,
dando a su faz magnífico esplendor.
¡Salve divino, foco de Amor!
¡Salva al pueblo argentino, escucha su clamor;
salva al pueblo argentino,
Sagrado Corazón!
¡SALVA A LOS NIÑOS POR NACER, SAGRADO CORAZÓN!
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JMI.-Cordial saludo y bendición +
Muchas gracias!! Saludos desde San Luis de la Paz, Gto., México.
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JMI. Gracias y saludo cordial en Cristo.
Bendición +
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