(191) Fin de la Cristiandad. San Francisco de Sales
(191) De Cristo o del mundo -XXXIII. Fin de la Cristiandad. 6 -San Francisco de Sales
–¿San Francisco de Sales fundó a los salesianos, no es cierto?
–No, no es cierto. Fueron fundados por San Juan Bosco. Son cosas que, a sus años, debería usted saber.
San Francisco de Sales (1567-1622), el santo Obispo de Ginebra, es Doctor de la Iglesia, y su enseñanza versa generalmente sobre temas de espiritualidad cristiana.
–La excelencia de la vida religiosa y su especial idoneidad en orden a la perfección evangélica es bien conocida y enseñada por San Francisco de Sales, que al fundar las religiosas de la Visitación, sigue la enseñanza de Cristo y de toda la Tradición cristiana. Podemos comprobarlo también cuando el santo Obispo trata aspectos de la vida religiosa, por ejemplo, en Entretiens et Colloques spirituels du Bien-Heureux François de Sales o en las mismas Constitutions de la Visitation de Sainte-Marie. El santo Doctor, en efecto, estima, por una parte, que «es un gran pecado despreciar la pretensión de la perfección cristiana». Y por otra, que «es una impiedad intolerable despreciar los consejos y medios que para llegar a ella nos ha marcado Nuestro Señor» (Tratado del amor de Dios 8,8).
Los enamorados de Cristo siguen sus consejos con facilidad y alegría. «El corazón enamorado no recibe el consejo “tanto” por su utilidad, sino para conformarse al deseo del que le aconseja y rendirle homenaje; y por eso, no recibe los consejos sino en la medida en que Dios lo quiere. Y Dios no quiere que todos y cada uno observen [en lo exterior] todos los consejos, sino sólamente aquéllos que son convenientes según la diversidad de personas, de tiempos, de ocasiones y de fuerzas, en cuanto que la caridad lo requiere… Por eso se debe tomar de ella el orden en el ejercicio de los consejos» (ib. 8,6). San Pablo dice lo mismo cuando manda «cada uno ande según el Señor le dió y según le llamó» (1Cor 7,17), es decir, fiel al don de gracia y a la vocación que de Dios recibe.
Hay en la Visitación clausura, obediencia, dos horas de oración, pobreza, etc., y sobre todo una gran exigencia de renuncia interior, de vencimiento incondicional de la propia voluntad, en conformidad con la voluntad de Dios. San Francisco de Sales, por el contrario, no insiste especialmente en la rigurosidad de los medios exteriores ordenados a la perfección. Como él mismo advierte, «esta Congregación ha sido erigida de tal modo que ninguna grave aspereza pueda apartar de incorporarse a las débiles y enfermas, para dedicarse a la perfección del amor divino» (Annecy 25,51-52).
–La excelencia de la vida de los laicos en orden a la perfección evangélica es también afirmada con gran fuerza y lucidez por San Francisco de Sales. Quizá lo más precioso de la doctrina espiritual salesiana está en su doctrina sobre la perfección espiritual que han de alcanzar quienes viven en el mundo. Cuando, por ejemplo, escribe una serie de cartas a su sobrina casada Luisa de Chastel, que es «un alma con deseo de la santa perfección», lo hace con la intención de «instruir a los que viven en las villas, en las familias y en las cortes, y que por su condición están obligados a pasar una vida común cuanto a lo exterior»(pref. de la Introducción a la vida devota).
La vía del santo abandono es la doctrina espiritual más propia y preciosa de San Francisco de Sales. Todos los cristianos, sea cual fuere su vocación y estado, aunque de distintas maneras, han de caminar un mismo camino,que consiste en dejarle obrar a Dios en uno mismo, abandonándose día a día a su providencia.
Esta enseñanza se halla expuesta en su Traitté de l’Amour de Dieu, libros 8 y 9, y en Les Vrays Entretiens spirituels, editados poco después de su muerte bajo el cuidado de Santa Juana de Chantal. Puede decirse que el santo abandono es una doctrina muy desarrollada en la tradición de los espirituales franceses. La hallamos, por ejemplo, en Jacques-Bénigne Bossuet (1627-1704), , obispo de Meaux: Instruction sur les états d’oraison, Discours sur l’acte d’abandon à Dieu; son escritos contra el quietismo de la época (États d’oraison, libro 8,9). En Jean-Pierre de Caussade, S. J. (1675-1751), L’Abandon à la Providence divine envisagé comme le moyen le plus facile de sanctification, obra inédita, reordenada y publicada por el P. Ramière (1861), a partir de cartas e instrucciones del P. Caussade a las religiosas de la Visitación que él atendía. En Dom Vital Lehodey, cist. (1857-1948), Le sainte abandon. En Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897) es también doctrina central de sus escritos autobiográficos. En Réginald Garrigou-Lagrange, O. P. (1877-1964), La Providence et la confiance en Dieu: fidélité et abandon. También el influjo de San Francisco de Sales se extiende ampliamente fuera de Francia, como en los salesianos de San Juan Bosco (1815-1888). Algunos rasgos y expresiones propios de su espiritualidad se hallan también en el Opus Dei, fundado por San Josemaría Escrivá (1902-1975), que insiste con frecuencia en la fuerza santificante de las pequeñas cosas de la vida cotidiana.
Fidelidad y abandono. En efecto, el cristiano halla la santidad en la perfecta unión con Dios, y ésta se logra 1) cuando guarda fidelidad a la voluntad divina significada «en los mandamientos de Dios y de la Iglesia, en los consejos, inspiraciones, reglas y constituciones» (Amour de Dieu 8, 3.5-9), y 2) cuando se abandona confiadamente a la voluntad divina providente (9), que se va manifestando en las circunstancias de cada día.
Puede ser muy grande el valor santificante de las pequeñas acciones diarias. El abandono confiado a la voluntad divina, diariamente ejercitado, viene a trazar un camino sencillo, universal y netamente bíblico: «encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará» (Sal 36,5; cf. 54,23). Los cristianos, aplicados cada día a mil cosas, en todas hemos de pretender «lo único necesario» (Lc 10,41-42): la fidelidad a los mandatos divinos y el abandono a la voluntad de Dios providente. De este modo, todas las grandes o pequeñas cosas diarias se hacen inmensamente santificantes, y vienen a hacerse como peldaños de una escala espiritual siempre ascendente.
En efecto, «hemos de descubrir [el plan de Dios] en todos los acontecimientos, es decir, en todo lo que nos sucede: en la enfermedad, en la muerte o en la aflicción, en la consolación, en las cosas adversas o prósperas, en suma, en todas las cosas que no pueden ser previstas» (Entretiens 15; cf. Amor de Dios9,1).
Dejarle hacer a Dios en el alma: ahí está la clave de la santidad. «Es Dios quien obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito» (Flp 2,13). Según esto, la vida espiritual cristiana, si es verdaderamente filial, es en realidad muy sencilla. Tiene la sencillez de la infancia espiritual, enseñada más tarde tan claramente por Santa Teresa del Niño Jesús. Se trata simplemente de dejarle hacer a Dios en nosotros. Cosa, claro está, que no será posible sin una perfecta y simultánea ab-negación de nosotros mismos, que nos haga indiferentes, esto es, dóciles a toda iniciativa del Espíritu Santo.
Contra todo voluntarismo pelagiano o semipelagiano, la vía del abandono es una afirmación continua y eficacísima de la primacía de la gracia: es Dios quien ha de llevar la iniciativa siempre en nuestra vida espiritual. «Dejadle hacer (laissez-le faire): Él hará de vos, en vos, sin vos, y sin embargo para vos y por vos la santificación de su Nombre, al cual sea el honor y la gloria» (Lettre à la soeur de Soulfour, Annecy XII,170). O como decía su mejor discípula, Santa Juana-Francisca de Chantal: «Mirad a Dios y dejadle hacer; éste es el único empeño y ejercicio que Dios requiere de vos» (Oeuvres III,288-289).
Todos los estados de la vida cristiana han de conducir a la perfecta santidad. San Francisco de Sales sabe bien que ya Dios manda en el primer mandamiento que todos los cristianos le amen con todo su corazón; y en la perfección de la caridad consiste precisamente la santidad. Luego a todos los llama a la santidad. Esta perfección espiritual interior será, por tanto, la misma en todos los cristianos santos, aunque la perfección exterior, en unos y otros, tenga modalidades no poco diversas.
«La devoción [la vida espiritual] debe ser practicada de una forma por el caballero y de otra por el artesano; por el criado y por el príncipe; por la viuda y por la soltera; por la doncella y por la casada; hay que relacionar su práctica con las fuerzas, las ocupaciones y los deberes de cada estado… Es un error, mejor dicho, una herejía, querer suprimir la vida devota [la vida de perfección] de los cuarteles de los soldados, del taller del artesano, de la corte de los príncipes o de la sociedad conyugal. Cierto que la devoción puramente contemplativa, monástica y religiosa, no puede desarrollarse en los ambientes citados; pero, además de estas tres clases de devoción, existen otras muchas aptas para procurar la perfección a los que viven en el estado secular… Dondequiera que nos encontremos, podemos y debemos aspirar a la vida perfecta» (Introducción a la vida devota c.5).
Estado de perfección y perfección de estadosiempre se han distinguido en la enseñanza tradicional de la Iglesia, concretamente en Santo Tomás, como ya vimos. La espiritualidad cristiana ha afirmado siempre la primacía de lo interior, en la que consiste primariamente la santidad. Y aunque nunca ha ignorado el valor de la perfección exterior para facilitarla, procura que la espiritualidad ponga el acento más en la perfección del propio estado que en el estado de perfección. La doctrina espiritual salesiana, afirmando con gran fuerza estas verdades, ha tenido hasta nuestros días un benéfico y amplísimo influjo, tanto en el campo de la vida religiosa como en el de la espiritualidad laical.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
15 comentarios
San Francisco de Sales, ya se adelantó a San Josemaría escrivá de Balaguer, que la devoción verdadera, no puede tener fronteras, que alcanza a todas las profesiones, y oficios en conformidad con la Voluntad de Dios. Ofreciendo al Señor lo mejor de trabajo, superando nuestras imperfecciones.
Los artesanos como habla San Francisco de Sales, o artistas que refiere los Papas, y no hace mucho, incluyendo a fotógrafos, músicos, etc., en la lista de los artistas que pueden ofrecer al Señor esos dones.
Lo importante que cada día, ofrecimiento de obras al Señor nuestro Dios, ya que Él nos lo concede, cada uno de una forma distinta, sin envidiar al que tiene más, porque sería un peligro que haría sucumbir la devoción. No dedicarnos a lo mundano, para que nuestra devoción no se hunda. El ser humano, está hecho para la vida espiritual, pero en su autenticidad, no de forma tibia o superficial.
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JMI.-"San Francisco de Sales ya se adelantó a" etc.
Y a San Francisco de Sales se le adelantaron muchos otros maestros espirituales de tiempos antiguos y modernos, Santos Padres, como San Juan Crisóstomo, que tiene escritos preciosos sobre la santificación por el trabajo...
La enseñanza espiritual de la Iglesia, partiendo de la Sgda. Escritura, es siempre tradicional, si es verdadera. Las frases al estilo de "ya antes del Vaticano II, N. N. enseñaba que"... no tienen mucho sentido. Por supuesto que lo que enseña el Vaticano II o San Josemaría Escrivá o San Francisco de Sales ha sido enseñado antes. Lo que no es tradicional en la enseñanza de la Iglesia, simplemente es falso. Otra cosa es que haya un desarrollo homogéneo en las doctrinas, y que algunos puntos se expresen con mayor precisión. Pensemos por ejemplo en el desarrollo de la doctrina dogmática y devocional sobre la Virgen María. Un desarrollo formidable. Pero siempre tradicional. Doctrina y espiritualidad crecen en la Iglesia a través de los siglos, por obra del ESanto, como un árbol, siempre igual a sí mismo.
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JMI.-Él se dedicó como Obispo a su trabajo pastoral, complicadísimo por situaciones ya conocidas, y a la Visitación principalmente. Pero su doctrina sobre la santificación de los laicos está clarísima, enfáticamente propuesta. Que no haya tenido ocasión de tratar mucho del tema en otros escritos, es otro problema no significativo.
Acabo de leer un libre de Stefan Zweig, Castiello contra Calvino. Después de su lectura, mi imagen de Calvino es difícilmente empeorable. Me entra curiosidad por saber cómo regresó la Iglesia Católica a Ginebra tras Calvino.
Pero el motivo del comentario es si, acabada esta serie, o cuando proceda, puede escribir sobre Castiello. He quedado fascinado por muchas de las cosas que Castiello le escribió a Calvino, pero ya sé que le abré leído más con ojos "actuales" que otra cosa, así que si un día puede hablar de él, se lo agradeceré.
En otro caso, si puede recomendar,e otro libro sobre Castiello, pues se lo agradezco también.
Disculpe y gracias.
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JMI.-Sería una temeridad que escribiera yo sobre Castiello, del que conozco poco más que el nombre. Hay miles de personajes históricos fascinantes. Como bien lo sabe.
"la afirmación multisecular de que San Fco de Sales ya concibió la santidad de los laicos" es una afirmación unánime y multisecular precisamente porque es una verdad evidente, afirmada por todos los historiadores de la espiritualidad.
Si a usted, en cambio, le parece que "es un postulado exagerado, un tópico", qué le vamos a hacer. Lo llevaremos con paciencia.
En todo caso, la respuesta que le da el P. Iraburu es perfectamente válida.
Y sería salir del tema del post hablar de cómo san Francisco de Sales trajo devuelta a la región del Chablais al catolicismo. Pero solo cinco cosas: (1) paciencia, (2) perseverancia, (3) recta doctrina, predicada con mucha caridad, (4) una inmensa amabilidad y (5) oración profunda, constante y fuerte al Señor en la Eucaristía.
Para la época la Diócesis de san Francisco de Sales estaba en el Reino de Saboya, cuya capital era Turín, reino en el que siempre gozó de gran fama y veneración. De allí viene el contacto entre don Bosco y san Francisco de Sales, aparte de ciertas coincidencias biográficas que no vienen al caso.
1)
-La santidad cristiana consiste en la perfección de la caridad.
-Todos los cristianos están llamados a amar a Dios con todo su corazón, y al prójimo como Cristo nos amó (1º y 2º mandamientos). Por tanto,
-si todos los cristianos están llamados a la perfección de la caridad, todos están llamados a la santidad.
Todos: religiosos, sacerdotes, laicos y medio-pensionistas.
2)
En algunas épocas el argumento de le fe que acabo de afirmar pudo quedar un poco oscurecido entre los cristianos. Pero no tanto como se piensa a veces. En el Nuevo Testamento se da con frecuencia a todos los cristianos el nombre de "los santos"; ello no significa que todos lo fueran de hecho, pero sí expresa la convicción generalizada de que todos están llamado a ser santos. En la Edad Media, p.ej., fueron muchos los laicos canonizados por la Iglesia, muchos más que ahora (sobre todo si descontamos los beatificados hoy a causa del martirio). Fueron laicos un 25 % de los santos canonizados en los años 1198-1304, y un 27% en 1303-1431. Datos en este blog (105). Quienes piensen que la idea de la santidad de los laicos es "un descubrimiento" reciente no conocen la historia de la Iglesia.
3)
En todo caso, todos los santos de todas las épocas, lúcidos en el ESanto, han conocido perfectamente que TODOS los cristianos estamos llamados a la santidad, también los laicos. Algunos (como SJuan Crisóstomo, SFco de Sales, etc.) lo han expresado con especial claridad; pero todos han conocido esta verdad absolutamente central de la fe cristiana. Y todos han procurado que sus feligreses y hermanos, fuera su estado de vida y vocación el que fuere, llegaran a amar a Dios con toda su alma: y eso es la santidad.
Todos han conocido y creído el mandato de Cristo dirigido a TODOS, "sed perfectos [santos] como el Padre celestial es perfecto [santo]". Todos han sabido que los cristianos inmaduros, "como niños" (1Cor 3,1ss) no deben quedar crónicamente infantilizados en la vida de fe-caridad, sino que están llamados por la gracia de Dios a crecer "como varones perfectos, a la medida de la plenitud de Cristo" (Ef 4,13-16).
Gracias, padre I, me ha venido de perlas este artículo.
Voy a enlazarlo a mi última entrada.
Bendiciones,
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JMI.-Bendición +
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JMI.-Dejo solo la primera frase de su comentario. Lo que dice Ud. nada tiene que ver con el artículo. Y simplemente es una negación total de la fe católica. ¿Cree Ud. que este blog y esta pág-web son lugares idóneos para la exposición de su pensamiento?... Si así lo creyera, se equivoca. Está Ud. aquí más perdido que un pato en un gallinero: no pinta nada. Como si entro yo en un blog de Masones para discutirles sus ceremonias o la conveniencia de ciertas normas suyas.
Absurdo.
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JMI.-En el tema que toca hay dos planos, que conviene distinguir bien:
a) EL PRÁCTICO. "Es un factor histórico incontrovertible" que la mayoría del pueblo cristiano no acaba de creerse llamado a la plena santidad. Y no pone los medios para llegar a ella: vida ascética, frecuencia de sacramentos, evitación de ocasiones próximas de pecado, etc. "La santidad y todo eso de penitencias, oraciones, ascesis, etc. está muy bien para los religiosos. Pero nosotros somos laicos, somos seglares". Con lo que vienen a reconocerse una especie de "derecho a la mediocridad" espiritual crónica.
Es la "gran trampa mental permanente" que ya describía muy claramente el Crisóstomo (ver en este blog, 175). Todos los Padres y los predicadores católicos ortodoxos han combatido esa posición mental y práctica. Esa falsedad es "permanente". Hoy mismo, después de que tan claramente habló el Vat.II de la llamada universal a la santidad, estamos en las mismas. Por ejemplo, a una mujer laica le parece muy buena la modestia y la pobreza evangélica de las religiosas, pero ella, como es seglar, acepta las modas mundanas y un consumismo superfluo contra-evangélico: "no somos religiosos, somos seglares, que vivimos en el mundo, según los modos de nuestro tiempo".
b) EL DOCTRINAL. En la doctrina espiritual TODOS los autores católicos de TODOS los tiempos han creído que TODOS los cristianos están llamados a la santidad, es decir, que laicos-religiosos-sacerdotes deben poner su empeño prioritario en amar a Dios con toda su alma (1º mandamiento), que eso es la santidad. En este sentido, lo que enseña "Santo Tomás de Aquino y la perfección cristiana" (185), es lo que siempre han enseñado los Doctores católicos.
Que los laicos no estén llamados a la santidad, o que en la vida laical llegar a la santidad es prácticamente imposible, y que por tanto todo cristiano que de verdad quiera ser santo ha de hacerse religioso o sacerdote, es un error enorme, y muy vigente en los planteamientos prácticos de fieles ¡y de pastores! en todos los tiempos ("trampa mental permanente"). Pero pienso que no puede Ud. mostrar con textos que "Estas consideraciones están, además, avaladas por eminente santos, teólgos y filósofos como Santo tomás de Aquino o Fco de Suárez".
Que en todos los tiempos, y también ahora, haya habido muchos pastores y predicadores de doctrina mediocre (o/y falsa) que "consientan" con la mediocridad o pecaminosidad de la vida de muchos seglares, considerándola prácticamente inevitable, lamentablemente es cierto (y quizá ese error sea hoy más frecuente que nunca).
Pero todos los santos llaman a todos a la santidad. Los mediocres en la fe no. Y los mediocres en todas las épocas han sido los más en número. También incluso a la hora de escribir libritos de espiritualidad.
La indiferencia es tremenda, aunque gracias a Dios, no sucede este mal, en otras parroquias, en que los que esperan ser en Cristo Jesús, se dedican más a la vida de piedad y santidad, no son mediocres ni superficiales, suelen estar pendientes del Señor.
Una ancianita se la ve muy recogida, muy entregada totalmente al Señor, es seglar, no se la ve acompañada de otras personas, se pasa todo el tiempo en oración como queda referido.
A veces ha recorrido grandes distancias para ir a otra iglesia para mejor disfrutar de la Santa Misa, y santificarse; lo cual, ya está en el camino hacia el cielo, directamente.
No tiene prisa en retirarse de la Presencia de Dios.
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Padre, a mí me parece ver aquí una clara influencia del fatalismo pesimista protestante.
El cual creo que es una bomba de tiempo, capaz de dinamitar por sí mismo toda la Fe de la Iglesia.
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JMI.-Fatalismo pesimista protestante... Sí, pero en general es como un desfallecimiento en la fe, que no tiene ya fuerza para levantar la esperanza, la que por amor nos impulsa a procurar la conversión de los pecadores, que los malos vengan a ser buenos, y que los buenos vengan a ser santos, plenamente santos.
Falla la fe en que puede el Señor hacer los milagros precisos para salvar tal persona o tal situación social, y entonces ni se ponen las acciones salvadoras posibles, ni tampoco se elevan a Dios las oraciones de súplica esperanzadas, que abren a las personas y al mundo a las inmensas gracias del Salvador.
Motor que está ostensiblemente apagado en el hombre de la calle, que anda convencidísimo que es imposible la elevación moral propia y ajena, que es utopía la santidad, que es un cuento de niños o de viejas el accionar del Espíritu Santo en la vida cotidiana.
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JMI.-En mi libro "Hechos de los apóstoles de América" una de las cosas que más me impresionan es la fe los primeros evangelizadores de América. Aquello parecía simplemente imposible (poligamia, confusión de lenguas, sacrificios humanos, etc.), y solo un milagro podía iluminar aquellas tinieblas.
Tuvieron fe, y esperanza y amor a los indios. Intentaron el milagro y Dios lo hizo. Hoy media Iglesia católica piensa-reza-habla en español. MEDIA IGLESIA CATÓLICA, sacramento universal de salvación.
¡Què lindo! Gracias!
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JMI.-Hay que reconocer que el Evangelio tiene cosas muy muy buenas.
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