(154) La Cruz gloriosa –XVIII. La devoción a la Cruz. 14
–Hoy, 23 de septiembre, memoria litúrgica de San Pío de Pietrelcina.
–Estrella muy grande en el cielo de la santidad de la Iglesia. «Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas, y una estrella se diferencia de la otra en el resplandor» (1Cor 15,41).
San Pío de Pietrelcina (+1968)
Nacido en Pietrelcina (1887), de familia muy cristiana, Francesco Forgione ingresó a los dieciséis años en los Capuchinos, y fue ordenado sacerdote en 1910. Fue destinado en 1916 al convento de San Giovanni Rotondo, región de Apulia, donde permaneció hasta su muerte. El Señor lo eligió y envió para convertir pecadores, y por eso lo configuró muy especialmente con Cristo crucificado por medio del sacerdocio, los estigmas, la celebración de la Misa –en la que revivía la Pasión–, las horas innumerables de confesonario, las enfermedades, las calumnias y las persecuciones, también de altos eclesiásticos, confortándolo a veces con éxtasis y apariciones, y concediéndole hacer milagros. Fundó un gran hospital, la «Casa de Alivio del Sufrimiento» y los «Grupos de oración». Fue canonizado en el año 2002 (cf. Leandro Sáez de Ocariz, capuchino, Pío de Pietrelcina. Místico y apóstol, San Pablo, Madrid 1999, 3ª ed.= LSO).
–El Padre Pío se ofrece a Dios como víctima por los innumerables pecados que se producen en el mundo, y también en la Iglesia. El P. Agostino de San Marco in Lamis, que fue muchos años amigo, confidente y director espiritual del P. Pío, consigna en su Diario estas palabras suyas: «¡Cuántas profanaciones en tu santuario! ¡Oh Jesús mío! ¡Perdona! ¡Baja la espada! Y si debe caer, que caiga sobre mi cabeza. ¡Sí, yo quiero ser víctima! ¡Castígame por tanto a mí y no a los demás! Mándame si quieres hasta el mismo infierno, con tal de que te ame y de que se salven todos. ¡Sí, todos! ¡Jesús mío, yo me ofrezco víctima por todos!» (3-XII-1911: LSO 83).
–Vida penitente. Dice fray Leandro: «Es increíble cómo podía vivir con el escaso alimento que tomaba. El tiempo destinado al sueño era, asimismo, limitadísimo. En sus mejores tiempos, hacía una sola comida al día y sumamente parca. Aquí también el Diario del padre Agustín nos da noticias impresionantes: “come poquísimo; duerme muy poco; confiesa durante toda la mañana en la iglesia; tiene diariamente audiencia con las personas que vienen a visitarle. Se puede decir que va lentamente adelante por milagro; moralmente sufre cuanto Dios quiere y como sólo Dios sabe” (27-I-1937)» (LSO 199).
«El doctor Romanelli se admira “de cómo era posible que un hombre tan decaído de fuerzas, con una alimentación insuficiente e inadecuada, pueda soportar un trabajo tan continuo; muchos días confiesa desde el alba hasta muy adelantada la tarde, sin dar muestras de cansancio… Ha habido períodos de tiempo en los que el padre Pío ha estado confesando hasta dieciocho horas seguidas”» (LSO 199-200).
–Sufría duros y frecuentes ataques del diablo. El P. Pío se asemejaba mucho al Santo Cura de Ars en la vida penitente, en su dedicación al confesonario, y también en los asaltos diabólicos que sufría. Consigna en su Diario el P. Agustín que «se le aparecía el demonio unas veces bajo la forma de un gato negro feísimo», y de otras muchas formas, a veces seductoras. «Las apariciones del maligno bajo la forma de la Santísima Virgen y de mujeres desnudas eran las que más sumían al pobre padre Pío en la más horrible consternación. Menos mal que estas horribles desazones y estas fingidas apariciones duraban poco más de un cuarto de hora y que ordinariamente eran seguidas de las apariciones verdaderas de Jesús, de la Virgen, del Ángel custodio, de San Francisco de Asís y de otros santos: estos éxtasis ocurrían dos o tres veces al día y duraban de una a dos horas y media» (LSO 82-83).
Escribe el P. Pío: «La última noche la pasé malísimamente. Sobre las diez, hora en que me acosté, hasta las cinco de la mañana, no hizo otra cosa este cosacchio que maltratarme sin descanso… Creí que aquella iba a ser la última noche de mi vida y también que, sin llegar a morir, iba a perder totalmente la cabeza. Pero bendito sea Jesús que nada de esto ha sucedido. A las cinco de la mañana, cuando al cosacchio le dio la gana de marcharse, se apoderó de toda mi persona un frío tal que me puse a temblar de pies a cabeza… Duró un par de horas. Terminé por echar sangre por la boca» (Epistolario I, cta. 89, 292: LSO 86). «Debo confesar que estoy contento en medio de tantas aflicciones, porque mayores son todavía las dulzuras que me da a gustar el buen Jesús en estos días tan amargos y terribles» (ib. Cta. 19,200: LSO 87).
–El Padre Pío fue el primer sacerdote estigmatizado de la historia. Sus cinco llagas se mantuvieron abiertas y sangrantes durante medio siglo. Él mismo cuenta en una carta al padre Benedetto (22-X-1918) cómo se produjo su «crucifixión»: «¿Qué os puedo decir a los que me han preguntado cómo ha ocurrido mi crucifixión?… Fue la mañana del 20 [de septiembre de 1918] en el coro, después de la celebración de la Santa Misa, cuando fui sorprendido por un descanso del espíritu, parecido a un dulce sueño. Todos los sentidos interiores y exteriores, además de las mismas facultades del alma, se encontraron en una quietud indescriptible… Vi delante de mí un misterioso personaje… de sus manos, pies y costado emanaba sangre. La visión me aterrorizaba. Lo que sentí en aquel instante en mí no sabría decirlo. Me sentí morir, y habría muerto si Dios no hubiera intervenido para sustentar mi corazón…
«La vista del personaje desapareció, y me percaté de que mis manos, pies y costado fueron horadados y chorreaban sangre. Imagináis el suplicio que experimenté entonces y que voy experimentando continuamente casi todos los días. La herida del corazón asiduamente sangra, comienza el jueves por la tarde hasta el sábado. Padre mío, yo muero de dolor por el suplicio y por la confusión que experimento en lo más íntimo de mi alma. Temo morir desangrado, si Dios no escucha los gemidos de mi pobre corazón, y tenga piedad para retirar de mí esta situación»…
–Al celebrar la Santa Misa, el santo P. Pío revivía la Pasión de Cristo cada día. El sacerdote don Alejandro Lingua hizo esta descripción: «Desde el primer momento en que hace la señal de la cruz, y en toda la celebración, se ve que está participando plenamente, con toda la emoción vital posible, en el misterio de la Pasión de Cristo… En el ofertorio se puede observar cómo se adentra más y más en Dios, en ese Dios que, en un pacto de dolor y de amor, acepta los sufrimientos que en estos momentos padece. La consagración señala el momento culminante del martirio de Cristo y del celebrante» (LSO 257-258). «La comunión era otro de los momentos impresionantes de la misa del padre Pío. Aquí sí que parecía que el Divino Crucificado se unía con unión intensísima con el fraile estigmatizado; crucificado también él en su carne con Cristo» (V. de Casacalenda, Sacerdozio ed Eucaristia in padre Pio: LSO 259).
«Otro buen amigo del padre Pío, el padre Tarsicio de Cervinara, nos ha dejado en un folleto titulado La misa del padre Pío la descripción con muchos detalles, en forma de diálogo, de lo que pensaba el padre Pío sobre la santa misa: –Padre Pío ¿cómo puedes mantenerte tanto tiempo en pie ante el altar? –¿Cómo? Pues como se mantenía Jesús en la Cruz. –Entonces, ¿te sientes suspendido, clavado en la Cruz, como Jesús, durante el tiempo de la misa? –Pues ¿cómo quieres que esté?… –¿En que horas del día es más intenso tu sufrimiento? –Está claro, durante la celebración de la santa misa. –¿Durante el día tienes los mismos sufrimientos que tienes al celebrar la misa? –¡Pues estaríamos arreglados! ¿Cómo iba a poder trabajar entonces? ¿Cómo iba a poder ejercitar el ministerio?» (LSO 264-265).
«Los efectos que la Eucaristía producía en el padre Pío eran asombrosos; pasaba días enteros y, en alguna ocasión, más de un mes, sin tomar más alimento que las sagradas especies eucarísticas. El misterio de la Misa y de la Sagrada Eucaristía lo penetraban de tal forma que se transparentaba en éxtasis frecuentes y en arrobamientos maravillosos» (LSO 260).
–El P. Pío tenía buen humor. «El bueno del padre Pío encontraba mucho gusto en contar chascarrillos. Los contaba y los volvía a contar, añadiendo cada vez nuevos detalles. Era muy gracioso en sus conversaciones» (P. Emilio de Matrice, Recuerdos: LSO 110). Estando gravemente enfermo, se reunieron numerosos fieles en la iglesia para interceder por él ante el Señor con oraciones y cánticos religiosos. Y él comentó a sus hermanos frailes: «Sí, les agradezco en el alma, pero ellos cantan bien y muy a gusto, y yo sufro y aguanto hasta no poder más. Ellos cantan como el gallo que se deshace cantando, mientras que yo hago lo de la gallina: aguanta, sufre, calla… y pone huevos» (LSO 206).
Los dichos graciosos le salían con frecuencia y naturalidad. Estando con un grupo de personas, se le acercaron dos médicos: «ahí vienen dos doctores en mi busca… ¿Sabéis cómo está un enfermo entre dos médicos?… Como un ratón entre dos gatos» (ib. 207). En otra ocasión le dijeron que una señora, viendo unas estampas muy precarias que se vendían con su efigie en San Giovanni, había comentado: «¿puede haber un padre Pío más feo y más malo que éste?». A lo que él replicó fingiéndose indignado: «Malo, sí. Todo lo que queráis, porque lo soy de pies a cabeza. Pero feo no. ¡Eso sí que no! Dios no me ha hecho feo, Dios me ha hecho guapo, bello» (ib. 209).
Las calumnias, las persecuciones, las sanciones eclesiásticas que hubo de sufrir, nunca apagaron su carácter gracioso. Y tampoco su vida tan crucificada, los estigmas, su cautividad en el confesonario, los fenómenos místicos, éxtasis, bilocaciones, milagros y clarividencias sorprendentes, le alejaron de su jovialidad sencilla y natural. A veces era duro con los pecadores en la confesión, cuando no se dolían de sus pecados y los excusaban de muchos modos. Profería entonces palabras fuertes y negaba absoluciones. Un sacerdote bienintencionado, admirador suyo, pretendió hacer lo mismo en su confesonario, y pronto se quedó solo. Cuando contó su experiencia al P. Pío, le contestó con una sonora carcajada: «¡ah!, pero ¿tú qué te crees? ¿que lo que yo hago puede hacerlo cualquiera? Lo que yo hago es un lujo que tú no te puedes permitir» (ib. 255). No había en él ninguna gravedad pomposa, sino una humilde y alegre llaneza franciscana.
–Los Grupos de Oración se fueron formando en torno al P. Pío y se multiplicaron mucho. Una discípula suya, miembro antiguo de estos Grupos, refiere: «nos aconsejaba hacer oración dos veces al día, por la mañana y por la tarde. El objeto primario de nuestra meditación había de ser la Pasión del Señor. El método o forma de hacerla me lo explicó en la portería. Cuando en alguna ocasión le hice observar que, después de la meditación hecha según su método, no me sentía conmovida en nada, me respondió: “no importa; el sentimiento y la conmoción no son necesarios; ¡lo que importa, lo que es verdaderamente interesante en la meditación es que se haga!”» (LOS 113).
En septiembre de 1968, representantes de 726 Grupos de Oración, procedentes de muchas naciones, se reunieron en un IV Congreso en San Giovanni Rotondo, con la especial intención de celebrar el aniversario 50º de la aparición de los estigmas marcados el 20 de septiembre de 1918. No sospechaban que justamente el 23 de septiembre de ese año, 1968, terminaría la vida del P. Pío en esta tierra y sería el dies natalis de su vida en el cielo.
El santuario de San Giovanni Rotondo recibe cada año unos siete millones de peregrinos. Es el tercero más visitado del mundo católico tras el Vaticano y la Basílica mexicana de la Virgen de Guadalupe. Los restos del santo Padre Pío se guardan en él incorruptos, como pudo comprobarse en 2008, cuarenta años más tarde de su muerte.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
5 comentarios
Los santos son así, imitarles a ellos es imitar a Jesús que quiso la salvación para toda la humanidad. El que cree y pesevera en la Voluntad de Dios, ese se salvará.
P. José María, ¿dónde puede uno participar en los grupos de oraciones del Santo Padre Pío?
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JMI.- Según donde viva, podrá encontrarlos más o menos cerca.
Busque "Grupos de Oración Padre Pío" en internet, y hallará información.
En la vida de los santos, podemos ver la acción de Dios en los hombres, y constatar que no a todos llama a las mismas alturas, muy diciente la experiencia con lo de su amigo sacerdote y la actitud de él, tan humilde de saber que eso no lo hacia él, era la GRACIA DE DIOS que actuaba, a esta humildad se le asociaba un santo humor y que gran estrella para la Iglesia. A los santos, aunque podemos imitarlos con la Gracia, son más para quererlos y pedirles mucha intercesión por toda la humanidad.
Gracias P.Iraburu, que Dios lo haga un Gran Santo.
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JMI.- Bueno, aunque sea uno Pequeño.
Totalmente de acuerdo, Bruno.
Y como la inmensa mayoría piensa lo contrario de lo que dices, incluidos en esta apreciación "todos" los estamentos de la Iglesia, merece la pena que los que coincidimos contigo lo manifestemos claramente.
Por favor, expliqueme este comentario porque no lo entiendo y como católico me perturba profundamente.
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JMI.- Le digo a Bruno que le que él afirma en su post es contrario a lo que, al menos en las Iglesia locales del Occidente descristianizado, piensa la mayoría de laicos, religiosos, sacerdotes, obispos y teólogos.
Hace algunos años [15-11-2004], me compré un libro sobre la vida de este santo «Pío de Pietrelcina Místico y apóstol» por Leandro Sáez de Ocáriz. Es un libro muy interesante, hay otro escrito por un periodista: José María Zabala, también si Dios quiere, lo compraré, eso si en la librería religiosa no lo tiene agotado. Pues a veces he ido a comprar un libro espiritual y lo tiene agotado.
He conocido hoy mismo esta noticia de Intereconomía:
El máximo conocedor sobre el Padre Pío en España dará conferencias en Madrid
http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/iglesia/iglesia/maximo-conocedor-sobre-padre-pio-espana-dara-conferencias-madrid-201
Ha sido un poco tarde en que he conocido esta noticia, de haberlo sabido antes hubiera hecho un viaje hasta Madrid.
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