(152) La Cruz gloriosa –XVI. La devoción a la Cruz. 12
–Qué cosa, una madre de familia, tan gran maestra espiritual…
–Para que vea usted las maravillas que puede hacer el Espíritu Santo en un laico cristiano.
Concepción Cabrera de Armida (+1937)
María de la Concepción nace en una hacienda de San Luis Potosí, México (1862), se casa y viene a ser madre de nueve hijos. Queda viuda en 1901. En su Diario confiesa frecuentemente su fe en que «todos los hombres nacen para ser santos» (24-II-1911). Funda varias «Obras de la Cruz», entre las cuales destacan el Apostolado de la Cruz, para seglares, las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús, contemplativas, y los Misioneros del Espíritu Santo. Conchita, que siempre fue seglar, dejó a su muerte sesenta y seis volúmenes manuscritos. Sus virtudes fueron declaradas heroicas, y Juan Pablo II la reconoció como venerable en 1999. (Cito extractos del libro de Marie-Michel Philipon, O.P., Diario espiritual de una madre de familia, Desclée de Brouwer 1987, 6ª ed.; original francés, 1974; cf. hoy la misma obra puede hallarse en Edit. Ciudad Nueva, Madrid).
–Recibe Conchita una educación familiar profundamente cristiana
«Creía yo, hasta después de casada, que toda la gente hacía penitencia y oración y que unos a otros nos ocultabamos las cosas; fue terrible la decepción que sufrí cuando supe que no había tal cosa: que muchas gentes hasta aborrecían mortificarse. ¡Oh Dios mío! ¿por qué será así?» (Aut. I, p.16-18: Philipon 25).Ella une perfectamente amor a Dios y amor a esposo e hijos: «A mí no me estorbaba el cariño de Pancho [don Francisco Armida] para amar a Dios; yo lo quería con una sencillez muy grande y como envuelta con el amor de mi Jesús… Mi marido fue siempre un modelo ejemplar de respeto y cariño; me han dicho varios sacerdotes que Dios me lo escogió excepcionalmente, pues fue un ejemplar de esposos y de virtudes» (Aut. I, p.111: ob. cit. 35).
«Mi marido tenía horas fijas de irse a su trabajo y de volver, las cuales yo aprovechaba en hablar con mi Jesús, en leer cosas espirituales (después de cumplir con mis obligaciones) y en hacer mis penitencias, quitándome los cilicios cuando él iba a llegar» (Aut. I, p.129: 36). Conchita fue una excelente discípula y maestra de «la doctrina de la Cruz de Cristo» (1Cor 1,18).
–El Evangelio de la Cruz
Jesús le dice a Conchita: «la doctrina de la Cruz es salvadora y santificadora: su fecundidad asombrosa, porque es divina. En ella está el germen de muchas vocaciones, de grandes santidades, pero está inexplotada. No fue dada esta doctrina de la Cruz para que esté oculta, oprimida, sino para que se extienda, enfervorice y salve… Tesoros ocultos ha puesto ahí mi bondad; pero ¿acaso para que quede esa luz bajo el celemín? No, que esa doctrina santa de la Cruz, que es mi Evangelio, debe esparcir su fecunda semilla y Yo prometo que germinará y que dará frutos para el cielo… Esta preciosa mística, salida de mi Corazón, deshará muchos errores espirituales y aclarará muchos puntos oscuros, llenándolos de brillante luz» (Diario 18-XI-1929; ob. cit. 182-183).
–Nos unimos al amor de Dios en el dolor de la Cruz
«El que es el Amor quiere hacernos felices por medio de la Cruz, escala única que después del pecado nos conduce, nos aprieta, une e identifica con el mismo Amor… ¿Por qué, ay, el lamentable engaño de que las almas huyan de la Cruz y, por tanto, del amor, haciéndose desgraciadas?
«¡Amor, Amor! me grita cuanto me rodea y cuando veo a las criaturas engolfarse en las vanidades de la tierra, en el vicio, y en todo lo que no es Él, siento una pena inmensa que me traspasa y una sacudida del corazón me grita: “¡sálvalas… muéstrales la Cruz… santifícate por ellas en el silencio y la oscuridad”… Y crece en mi pobre pecho el amor de celo y quisiera correr y gritar y mostrarles el Amor… Quisiera levantar muy alto el estandarte de la Cruz y recorrer el mundo enseñando que ahí está el camino para llegar al Amor, que sólo por el Dolor, por las espinas y la sangre y el sufrimiento se sube a la unión con el Espíritu Santo.
«Dolor, Cruz, escalera divina, única por donde el alma sube al tálamo de los divinos amores, que aleja de la tierra y acerca al cielo del Corazón divino. ¡Ven, ven a mis brazos, clávame en ti, remáchame contigo, que quiero sufrir, porque el Amor mismo inspiró a Jesús el padecer para enseñarme cómo se amaba! Van desde entonces tan unidos el amor y el dolor, que el que sufre ama y el que ama se goza en el sufrimiento. Jesús amó y sufrió. Yo no quiero, pues, amor sin sufrimiento: porque no es puro, ni verdadero, ni durable, el solo amor sin el sacrificio… Quiero vivir del amor, oh sí, pero crucificándome… ¡Qué filiación tan admirable tienen el amor y el dolor!… La ausencia de la cruz es la causa de todos los males» (enero 1903: 154-161).
–El sacerdocio común de los fieles
En muchos lugares de su Diario refiere Conchita a todos los fieles estas palabras que el Señor le dijo a ella: «Eres altar y sacerdote al mismo tiempo, pues tienes contigo la sacrosanta Víctima del Calvario y la Eucaristía, la cual puedes ofrecer constantemente al Eterno Padre por la salvación del mundo… Tú eres mi altar y serás también mi víctima: en mi unión ofrécete y ofréceme a cada instante al Eterno Padre con el fin tan noble de salvar a las almas, y darle gloria. Olvídate de todo, hasta de ti misma, y que ésta sea tu ocupación constante. Tienes una misión sublime: la misión del sacerdote» (21-VI-1906: 144).
«Yo debo modelarme con Cristo bajo los dos aspectos que son la misma cosa: Cristo sacerdote y Cristo crucificado. En todas partes Él es sacerdote con relación a la Cruz. El aspecto más grandioso de Cristo es su Sacerdocio, que tiene por centro la Cruz. La Eucaristía y la Cruz es un mismo misterio… Los Oasis [monasterios de la Cruz, por ella fundados] no son sino una Misa grandiosa» (28-XII-1923: 144-145).
–La pasión de la Cruz ha de darse en Cristo y en la Iglesia
Dice el Señor: «Yo soy la Cabeza y el alma de la Iglesia y todos los míos son miembros de ese mismo Cuerpo, y deben continuar en mi unión la expiación y el sacrificio hasta el fin de los siglos… Concluyó mi pasión en el Calvario… pero los que forman mi Iglesia deben continuar en ellos la pasión… ofreciéndose en reparación propia y ajena a la Trinidad, en unión mía, siendo víctimas con la Víctima» (Diario 24-VII-1906: 211-212). «Yo no necesito de nadie para salvar al mundo; pero todos los cristianos deben sufrir en mi unión cooperando a esa misma Redención para la gloria de Dios y glorificación propia» (16-V-1907: 212).
Es cierto que solo los sacerdotes pueden consumar el sacrificio eucarístico, «pero el unir todas las inmolaciones en una, es para todos los cristianos; el asimilarse por la fe y por las obras a la Víctima del altar, el ofrecerse al Eterno Padre como pararrayo de la divina justicia, como hostia de propiciación, esto les toca a todos los cristianos, miembros de un mismo cuerpo» (7-VI-1916: 209-210).
«Grande honra es cuando escojo a las almas para secundar la redención y corredención en mi unión y en la de María, este Apostolado de la Cruz, es decir el del dolor inocente, del dolor amoroso y puro, del dolor expiatorio y salvador en favor del culpable mundo» (23-VI-1928: 199).
–La Virgen María, sacerdote y víctima
Dice el Señor a Conchita: «María sufrió más que todas las almas desamparadas, porque sufrió el reflejo Mío de la Cruz, que no tiene comparación ni lenguaje humano para expresarlo. No es honrado [venerado] este desamparo de María, este vivo y palpitante martirio de soledad, el martirio desolador del divino desamparo, que padeció con heroico esfuerzo, con resignación amorosa y sublime abandono en mi voluntad» (23-VI-1918: 199).
«María fue la escogida entre todas las mujeres para que en su virginal seno se obrara la Encarnación del Divino Verbo y desde aquel instante Ella, la sin mancha, la Madre Virgen, la que aceptó con el amor y la sumisión más grande que ha existido en la tierra hacia mi Padre, no cesó de ofrecerme a Él como víctima que venía del cielo para salvar al mundo, pero crucificando su Corazón de Madre a la divina voluntad de ese Padre amado.
«Y me alimentó para ser víctima consumando la inmolación de su alma al entregarme para ser crucificado. Y un mismo sacrificio era el Mío en la Cruz, como el que se obraba en su corazón… Siempre María me ofreció al Padre, siempre hizo oficio de sacerdote; siempre inmoló su Corazón inocente y puro en mi unión para atraer las gracias de la Iglesia» (6-IV-1928).
–Los sacerdotes y la Cruz de Cristo
Dice el Señor: «Los sacerdotes imprescindiblemente tienen que ser víctimas, tienen que convertirse en don, renunciándose y ofreciéndose puros a mi Padre en mi unión y entregándose también en donación a las almas, como Yo» (8-I-1928: 209). «Yo vine al mundo a santificar el dolor y a quitarle su amargura; vine para hacer amar la Cruz, y la transformación más perfecta en Mí tiene que operarse por el dolor amoroso, por el amor doloroso. Por tanto, un sacerdote que quiera asimilarse a Mí, como es su deber, debe ser amante del sacrificio, debe tender a la voluntaria inmolación abnegándose, negándose a sí mismo y sacrificándose constantemente en favor de las almas. “Sacerdote” quiere decir “que se ofrece y que ofrece”; que se inmola e inmola. Los sacerdotes deben amar la cruz y enamorarse de Mí crucificado. Soy su modelo» (1-I-1928: 224).
«Mi Padre quiere ver al sacerdote transformado en Mí, no tan solo a la hora de la Misa, sino a todas las horas; de tal manera que en cualquier sitio y a cualquier hora pueda el sacerdote decir con verdad en el interior de su alma estas benditas palabras realizadas constantemente en él por su transformación en Mí: “esto es mi cuerpo, esta es mi Sangre”» que se entregan por vosotros… Y «aquí está la procedencia de todos los males que lamento en mi Iglesia, la falta de transformación en Mí de sus sacerdotes; que si esto fuera, qué distintos se hallarían los pueblos y naciones y almas que resienten materializadas la falta de influjo divino que debieran comunicarles los sacerdotes, y que se hunden y se despeñan por la sensualidad y la falta de fe en abismos insondables de males. Si el demonio ha ganado terreno en mi Viña es por falta de obreros santos, en esa Viña; por sacerdotes tibios, disipados, mundanizados y aseglarados que se han dejado llevar por la corriente y el ambiente actual, sin oponer resistencia, sin hacerse violencia a sí mismos y sin preocuparse en lo principal que debiera preocuparles: en su perfecta transformación en Mí» (31-XII-1927: 223).
«Pídeme vida larga para mucho sufrir y para mucho escribir, ésta es tu misión en la tierra. Tú estás destinada a la santificación de las almas, muy especialmente a la de los sacerdotes; por tu conducto muchos se incendiarán en el amor y en el dolor: haz amar la Cruz, por medio del reinado del Espíritu Santo. Vendrá una pléyade de sacerdotes santos los cuales especialmente incendiarán al mundo con el fuego de la Cruz… Tú serás madre de muchos hijos espirituales» (29-VI-1903: 135).
Como vemos, en 1903, cuando Conchita, ya viuda con ocho hijos, tiene 41 años, el Señor le promete que “será madre de muchos hijos espirituales". Y cumple su promesa. Actualmente hay en México 14 monasterios de las Religiosas de la Cruz, y otros en Guatemala, Roma, El Salvador, Estados Unidos, Costa Rica y España. En México hay 40 comunidades de los Misioneros del Espíritu Santo, y otras en Estados Unidos, Italia, Costa Rica, España, Chile y Colombia. Estas congregaciones y otras asociaciones laicales integran las Obras de la Cruz, fundadas por María Concepción Cabrera de Armida, predicadora del Evangelio de la Cruz.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
14 comentarios
Gracias, padre.
La gracia y el amor de Dios, nos ayuda a que no caigamos en la desesperación, y aceptamos esas adversidades como un precioso regalo de Dios, que deberemos devolver cuando dejemos esta vida temporal.
Estar en conformidad con la Voluntad de Dios es aceptar todo cuanto nos envíe.
Dice San Pablo que para ganarse el cielo, hay que pasar por mucho: «Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.» (Hechos de los Apóstoles 14, 22).
No ha habido un solo santo que ha padecido sufrimientos, incluso más graves que los nuestros. Pero sabemos que Jesús, sus sufrimientos fue inmensamente mucho más terrible y doloroso que el de todos los santos de la tierra. Y después de Jesús, es verdad, que:
«María sufrió más que todas las almas desamparadas»
Aprovechando que nuestros dolores lo podemos asociar a la Pasión de nuestro Señor Jesucristo; por la Iglesia Santa y Católica, por el Papa, por los sacerdotes, religiosos y religiosas, por las nuevas vocaciones para la salvación de todas las almas.
Estar en conformidad con la voluntad de Dios, no es pedirle "qué me quite estos dolores"; sino en lo que está en su conformidad. El Señor nos ama, por eso, después cuando terminemos nuestra misión en este mundo, el Altísimo nos transformará en la imagen gloriosa de su Hijo Jesucristo, pero según la medida de nuestra fe y nuestro amor y entrega a Dios.
Aprovecharemos también para ser actos de desagravios por las ofensas que la Santísima Trinidad, la Bienaventurada siempre Virgen María Santísima, tienen que soportar por los pecados del mundo, y por los nuestros.
"Lo más grande que existe después de Dios, lo único que puede hacer la criatura es amarlo, es darle Gloria Sacrificandose. !Que desconocido es este AMOR en la tierra! pero dichosos los que han recibido la luz de la CRUZ.
Para el mundo amar es gozar; cree, en su egoismo, que el AMOR consiste sobre todo en recibir consuelos, satisfaccíones, cuando el AMOR se alimenta con dar, con inmolarse, con el SANTO COMBUSTIBLE DEL DOLOR."
Que paradójico y que misterioso es el AMOR y la VIDA, reflexionando en esto constatamos que solo en JESUS DE NAZARET, estan las respuestas y en EL CRUCIFICADO.
Gracias Padre.
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JMI.- Gracias por la cita, muy oportuna.
Bendición +
Por intercesión de la Virgen Sma
¡Danos Señor santos sacerdotes que nos guien por el camino de la cruz!
Y danos ser hostias vivas.
muy bonitos todos los comentarios, y yo visitaba todos los años jesus maria, ya que la tierra de mis abuelos maternos,por tal motivo conozco muy bien la vida de conchita y la santa cruz
saludos
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JMI.-Dios la bendiga +
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JMI.-No sé responder esas preguntas.
Yo admiro mucho la persona y la obra de Concepción Armida.
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JMI.-No conociéndola usted en nada y desconociendo totalmente a la comunidad, ya comprenderá que no puedo aconsejarle.
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