(147) La Cruz gloriosa –XI. La devoción a la Cruz. 7

–¿Es verdad eso de que solo en la cruz puede hallarse «la perfecta alegría»?

–Siga leyendo. La beata Ángela de Foligno se lo va a explicar.

Continúa nuestra antología de ejemplos tradicionales de la devoción a la Cruz de Cristo.

Santo Tomás de Aquino (+1274)

Dominico italiano, Doctor de la Iglesia, guía principal del pensamiento católico en filosofía y teología (Vaticano II, OP 16; Código Derecho Canónico, 252): Doctor angélico, Doctor común.

«¿Era necesario que el Hijo de Dios padeciera por nosotros? Lo era, ciertamente, y por dos razones fáciles de deducir: la una, para remediar nuestros pecados; la otra, para darnos ejemplo de cómo hemos de obrar. Para remediar nuestros pecados, en efecto, porque en la pasión de Cristo encontramos el remedio contra todos los males que nos sobrevienen a causa del pecado. La segunda razón tiene también su importancia, ya que la pasión de Cristo basta para servir de guía y modelo a toda nuestra vida. Pues todo aquel que quiera llevar una vida perfecta no necesita hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y apetecer lo que Cristo apeteció. En la cruz hallamos el ejemplo de todas las virtudes.

«Si buscas un ejemplo de amor: “nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos” [Jn 15,14]. Esto es lo hizo Cristo en la cruz. Y, por esto, si él entregó su vida por nosotros, no debemos considerar gravoso cualquier mal que tengamos que sufrir por él.

«Si buscas un ejemplo de paciencia, encontrarás el mejor de ellos en la cruz. Dos cosas son las que nos dan la medida de la paciencia: sufrir pacientemente grandes males, o sufrir, sin rehuirlos, unos males que podrían evitarse. Ahora bien, Cristo, en la cruz, sufrió grandes males y los soportó pacientemente, ya que “en su pasión no profería amenazas” [1Pe 2,23]; “como cordero llevado al matadero, enmudecía y no abría la boca” [Is 53,7]. Grande fue la paciencia de Cristo en la cruz: “corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia” [Heb 12,2].

«Si buscas un ejemplo de humildad, mira al crucificado: él, que era Dios, quiso ser juzgado bajo el poder de Poncio Pilato y morir. Si buscas un ejemplo de obediencia, imita a aquel se hizo obediente al Padre hasta la muerte: “si por la desobediencia de uno –es decir, de Adán– todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos [Rm 5,19].

«Si buscas un ejemplo de desprecio de las cosas terrenales, imita a aquel que es “Rey de reyes y Señor de señores, en quien están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia” [Col 2,3], desnudo en la cruz, burlado, escupido, flagelado, coronado de espinas, a quien finalmente, dieron a beber hiel y vinagre. No te aficiones a los vestidos y riquezas, ya que “se repa­rtieron mis ropas” [Sal 21,18; Mt 27,35];ni a los honores, ya que él experi­mentó las burlas y azotes; ni a las dignidades, ya que “le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado” [Mt 27,29]; ni a los placeres, ya que “para mi sed me dieron vinagre” [Sal 68,22]».

(Conferencia 6 sobre el Credo: LH 28 de enero).

Beata Ángela de Foligno (+1309)

Casada, con ocho hijos, se convirtió, después de una vida disipada, a los cuarenta años (1285), profesó como terciaria franciscana y llegó a ser «la mayor mística franciscana. Grande, grandísima mística» (Pío XII). Las revelaciones que Dios le concedió fueran puestas por escrito gracias al franciscano fray Arnaldo, su pariente y director. (Cito por el Libro de la Vida, trad. T. Martín, Sígueme, Salamanca 1991; la misma obra en: Experiencia de Dios Amor, trad. C. Miglioranza, Apostolado Mariano, Sevilla 1991).

–«Quien quiera conservar la gracia no retire de la cruz los ojos de su alma, sea en la alegría o en la tristeza» (Libro de la Vida 63). «En la oración ferviente, pura y continua aprende el alma a mirar y leer el Libro de la Vida, que es la vida y muerte de Dios-Hombre crucificado. Mirando su cruz le es dado perfecto conocimiento de los pecados, por lo cual se humilla. En la misma cruz, viendo la multitud de sus pecados, y que ha ofendido a Dios con todos sus miembros, ve también sobre sí la cordialidad inefable de la misericordia divina, es decir, cómo Dios-Hombre sufrió en todos y cada uno de sus miembros corporales pena cruelísima por los pecados de todos sus miembros espirituales.

«Con esta mirada a la cruz se da cuenta el alma de cómo ha ofendido a Dios en lavados, peinados, perfumes para agradar a los hombres contrariando a Dios. Luego contempla cómo Dios-Hombre, pagando por esos pecados, hizo penitencia sufriendo mucho en su cabeza. Por el lavado, peinado y unción de que abusó el alma arrancaron cabellos de la cabeza del Señor, la clavaron y perforaron con espinas, la bañaron con su preciosa sangre y la golpearon con una vara.

«Ve también el alma cómo ha ofendido a Dios con todo su rostro, y en particular con los ojos, narices, oídos, boca y lengua. Por lavarse la cara de manera que ofendiese a Dios, ve el alma a Cristo abofeteado y escupido. Por haber mirado con sus ojos deshonestamente cosas vanas y nocivas, deleitándose contra Dios, ve a Cristo que tiene los ojos tapados en reparación de los pecados que cometimos por nuestros ojos: ojos de Dios ensangrentados con la sangre que manaba de la cabeza, de los agujeros de las espinas y bañados con lágrimas cuando lloraba en la cruz…

«Ve el alma cómo ofendió a Dios con las manos, extendiéndolas a cosas ilícitas, y con los pies, yendo contra Dios. Por eso ve a Cristo extendido en la cruz, estirado de una a otra parte, con las manos santísimas y con los pies cruelmente sujetados en la cruz, llagados y perforados con agujeros de clavos horribles.

«Considera el alma cómo ha ofendido a Dios con curiosos y lujosos vestidos. Por eso ve a Cristo despojado de su ropa por los soldados que le elevaron en la cruz. Ve también que ha ofendido a Dios con todo su cuerpo, y por tal ofensa Cristo fue de muchos modos horriblemente atormentado en su cuerpo con la flagelación, y el cuerpo quedó ensangrentado al ser perforado por la lanza.

«Y por haberse el alma deleitado interiormente en todos sus pecados, ve que Cristo en su alma santísima padeció muchos dolores, diversos y horribles; sufrimientos en el cuerpo con los que el alma era indeciblemente atormentada; sufrimientos por los pecados de irreverencia contra Dios; sufrimientos por la compasión que sentía por nuestra miseria. Todos los dolores confluyendo en aquella alma santísima le atormentaban horrible e indescriptiblemente.

«Venid, pues, hijos míos benditos, contemplad esta cruz y a Cristo en ella muerto por nuestros pecados, y llorad conmigo, porque fuimos nosotros la causa de sus grandísimos dolores… Todos han de dolerse y levantar los ojos del alma a esta cruz en la que Dios-Hombre, Jesucristo, hizo por nuestros pecados tan horrible penitencia y soportó pena tan dura…

«Viendo el alma con esta mirada sus pecados, todos y cada uno como queda dicho, y a Cristo que ha sufrido por todos y cada uno de ellos, afligido y doliente, se duele ella misma también y se entristece. Arrepentida, comienza a castigar y refrenar todos los miembros y todos los sentidos con que había ofendido a Dios… Quienes ofendieron a Dios mirando cosas vanas y nocivas, circunciden ahora sus ojos, vaciándoles de lo que vieron ilícitamente y bañándolos con el llanto cada noche. Y hágase esa misma penitencia en referencia a cada uno de los sentidos corporales y de las potencias del alma. Procurad así consagrar a Cristo, el Señor, todos los miembros, todos los sentidos y movimientos del alma, hijos míos benditos, según recordáis haberle ofendido con todos, para que así convirtáis el número de crímenes en cúmulo de méritos» (149-152).

–«Dios permite que a sus verdaderos hijos les sobrevengan grandes tribulaciones. Con ello les hace especial gracia para que coman en el mismo plato con él. Porque he sido invitado a esta mesa, decía Cristo, y el cáliz que yo bebí lo sentí amargo, pero, por amor, me fue dulce. Del mismo modo, aquellos hijos que conocen los beneficios ya dichos y que están en gracia, aunque pasen a veces por amargas tribulaciones les resultarán dulces por el amor y la gracia que hay en ellas. Andarán incluso más atribulados cuando no les visita la aflicción, pues sufriendo más penas y persecuciones se deleitan y sienten mejor de Dios… En la cruz de Cristo debes colocarte o descansar, porque la cruz es tu salud y tu descanso. Debe ser tus delicias, pues en ella está la salvación» (69).

–«Tomemos, pues, la cruz de cada día, y sigamos al Señor como discípulos suyos: es nuestra vocación. Hizo Dios Padre [a Jesucristo] Hijo de dolor, y siempre vivió en sufrimiento… Y ya que fuimos causa de aquellos dolores, debemos nosotros transformarnos en ellos, y eso se hace según la medida del amor. Por tanto, conforme aquellos dolores, debemos siempre sobrellevar pacientemente todo sufrimiento, sea lo que sea, injurias que nos dicen o nos hacen, tentaciones –no para consentirlas, pero sí para llevar pacientemente las que Dios permita–, o cualquier tribulación de tristeza o lo que sea (175). «Recordando que Dios fue afligido, despreciado y pobre, yo querría que fuesen dobles mis males y aflicciones» (100).

–«Oh hijo, deseo con toda mi alma que seas amante y seguidor del dolor. Deseo también que estés privado de toda consolación temporal y espiritual. Éste es mi consuelo y pido que sea también el tuyo. No es mi propósito servir y amar por premio alguno; mi intención es servir y amar por la bondad inmensa de Dios. Deseo, pues, que renazcas y crezcas de nuevo en este deseo, para que seas privado de todo consuelo por amor de Dios-Hombre Jesucristo, desolado. Esto es lo que únicamente te deseo: que crezcas siempre en unión con Dios, y en hambre y sed de ser atribulado mientras vivas» (155).

«¿La pobre alma que en este mundo quiere tener siempre consolación cómo irá a Aquel que es camino de dolor? De verdad, el alma que esté perfectamente enamorada de su Amado, no querrá otro lecho ni otro estado en el mundo fuera del que tuvo Él. Por eso, no creo yo que María, su Madre, viendo a Cristo su hijo en la cruz, llorando y muriendo, le pidiera dulzura alguna, antes bien que le diera a sentir el dolor. Por tanto, es señal de que el alma tiene poco amor cuando quiere obtener de Cristo que le dé en este mundo alguna otra cosa que no sea dolor […] Por este camino anduvo Cristo, nuestra cabeza, y por él han de ir manos, brazos, espaldas, pies y todos los miembros» de su Cuerpo místico (189).

La perfecta alegría: «ésta es una verdad tan grande como desconcertante: en esta tierra, sólo es posible hallar la perfecta alegría en la cruz de Cristo [alude a la enseñanza de su padre espiritual, San Francisco de Asís, sobre «la perfecta alegría», Florecillas I,7]. Una vez, durante las Vísperas, estaba yo mirando la cruz, contemplando el crucifijo con mis ojos corporales, y de pronto se inflamó de amor mi alma. Todos los miembros del cuerpo disfrutaban con extremado gozo. Yo veía y sentía que Cristo en mi interior abrazaba mi alma con el mismo brazo que había sido crucificado … «¡Mirad lo que sufrió Él por nosotros! Es absolutamente indecible la alegría que recibe aquí el alma. No me es posible ahora tener tristeza alguna de la pasión; me deleito viendo y acercándome a aquel hombre. Todo mi gozo está ahora en este Dios-Hombre doliente» (80-81).

Santa Brígida (+1373)

Nacida en Suecia, casada con un noble, terciaria franciscana, tuvo ocho hijos, entre ellos Santa Catalina.Una vez viuda, siguió en el mundo y fundó la Orden del Salvador, aún existente. Vivió enRoma desde 1350, y recibió muy altas Revelaciones. Orando ante el crucifijo de San Pablo Extramuros, el Señor le reveló Quince oraciones al Crucificado. Tanto el libro de las Revelaciones como la devoción de las Quince oraciones obtuvieron desde antiguo la aprobación y recomendación de la Iglesia.

«Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que anunciaste por adelantado tu muerte y, en la última cena, consagraste el pan material, convirtiéndolo en tu cuerpo glorioso, y por tu amor lo diste a los apóstoles como memorial de tu dignísima pasión, y les lavaste los pies con tus santas manos preciosas, mostrando así humildemente tu máxima humildad.

«Honor a ti, mi Señor Jesucristo, porque el temor de la pasión y la muerte hizo que tu cuerpo inocente sudara sangre, sin que ello fuera obstáculo para llevar a término tu designio de redimirnos, mostrando así de manera bien clara tu caridad para con el género humano.

«Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que fuiste llevado ante Caifás, y tú, que eres el juez de todos, permitiste humildemente ser entregado a Pilato para ser juzgado por él.

«Gloria a ti, mi Señor Jesucristo, por las burlas que soportaste cuando fuiste revestido de púrpura y coronado con punzantes espinas, y aguantaste con una paciencia inagotable que fuera escupida tu faz gloriosa, que te taparan los ojos y que unas manos brutales golpearan sin piedad tu mejilla y tu cuello.

«Alabanza a ti, mi Señor Jesucristo, que te dejaste atar a la columna para ser cruelmente flagelado, que permitiste que te llevaran ante el tribunal de Pilato cubierto de sangre, apareciendo a la vista de todos como el Cordero inocente.

«Honor a ti, mi Señor Jesucristo, que, con todo tu glorioso cuerpo ensangrentado, fuiste condenado a muerte de cruz, cargaste sobre tus sagrados hombros el madero, fuiste llevado inhumanamente al lugar del suplicio despojado de tus vestiduras, y así quisiste ser clavado en la cruz.

«Honor para siempre a ti, mi Señor Jesucristo, que en medio de tales angustias, te dignaste mirar con amor a tu dignísima madre, que nunca pecó ni consintió jamás la más leve falta; y, para consolarla, la confiaste a tu discípulo para que cuidara de ella con toda fidelidad.

«Bendito seas por siempre, mi Señor Jesucristo, que cuando estabas agonizando, diste a todos los pecadores la esperanza del perdón, al prometer misericordiosamente la gloria del paraíso al ladrón arrepentido.

«Alabanza eterna a ti, mi Señor Jesucristo, por todos y cada uno de los momentos que, en la cruz, sufriste las mayores amarguras y angustias por nosotros, peca­dores; porque los dolores agudísimos procedentes de tus heridas penetraban intensamente en tu alma bienaventurada y atravesaban cruelmente tu corazón sagrado, hasta que dejó de latir y exhalaste el espíritu e, inclinan­do la cabeza, lo encomendaste humildemente a Dios, tu Padre, quedando tu cuerpo invadido por la rigidez de muerte.

«Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que con tu sangre ­preciosa y tu muerte sagrada redimiste las almas y, por tu misericordia, las llevaste del destierro a la vida eterna.

«Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que, por nuestra ­salvación, permitiste que tu costado y tu corazón fueran atravesados por la lanza y, para redimirnos, hiciste que de él brotara con abundancia tu sangre pre­ciosa mezclada con agua.

«Gloria a ti, mi Señor Jesucristo, porque quisiste que tu cuerpo bendito fuera bajado de la cruz por tus amigos ­y reclinado en los brazos de tu afligidísima madre, que ella lo envolviera en lienzos y fuera enterrado en el sepulcro, permitiendo que unos soldados montaran guardia.

«Honor por siempre a ti, mi Señor Jesucristo, que envias­te el Espíritu Santo a los corazones de los discípulos y aumentaste en sus almas el inmenso amor divino.

«Bendito seas tú, glorificado y alabado por los siglos, Señor Jesús, que estás sentado sobre el trono en tu reino de los cielos, en la gloria de tu divinidad, viviendo corporalmente con todos tus miembros santísimos, que tomaste de la carne de la Virgen. Y así has de venir el día del juicio a juzgar a las almas de todos los vivos y los muertos: tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén».

(Oración 2: Revelationum S. Birgittæ libri 2: LH 23 julio).


José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

2 comentarios

  
Pedro
Esto si que resuelve todas las dudas sobre el sentido
de la cruz!!! esto si que le da un sentido practico!
yo no lo podria explicar mejor ni en 1000 años!!!

Dios habla por los medios mas inesperados...este
articulo deberia leerlo todo el mundo

Cuanta alegria y que gozo siento!!!!

Dios existe!!! y es bueno!!!
06/08/11 6:32 PM
  
Ricardo de Argentina
Un buen sacerdote ha aconsejado a mis hijos que pongan un crucifijo en su lugar de trabajo y se persignen al empezar las tareas.
Me ha parecido un excelente consejo.
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JMI.- Dios bendiga a ese sacerdote. Bueno, está claro que le bendice.
Y que por su gracia multiplique su ejemplo. Ésa es la Tradición católica.
08/08/11 1:27 AM

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