(143) La Cruz gloriosa –VII. La devoción a la Cruz. 3
–Qué cosas dicen de la Cruz tan preciosas…
–Llevan grabada en el corazón la Cruz de Cristo, y de la abundancia del corazón habla la boca.
Continúotranscribiendo textos de la Tradición cristiana sobre la cruz de Cristo y la de los cristianos. Meditando estos escritos, crezcamos en el conocimiento y en el amor de Cristo, y de Cristo crucificado; y reparemos por quienes hoy olvidan y falsifican el misterio de la Cruz.
–Anónimo
El sacrificio pascual de Cristo, Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, es desde el principio de la Iglesia el centro de la vida cristiana personal y comunitaria.
«Todo aquel que sabe que la Pascua ha sido inmolada por él, sepa también que la vida empezó para él en el momento en que Cristo se inmoló para salvarle. Cristo se inmoló por nosotros… y reconocemos que la vida nos ha sido devuelta por este sacrificio. Quien llegue al conocimiento de esto debe esforzarse en vivir de esta vida nueva y no pensar ya en volver otra vez a la antigua, puesto que la vida antigua ha llegado a su fin».
(Homilía pascual de un autor antiguo, PG 59,723-724: leer más > LH, lunes II de Pascua).
–San Justino (+163).
Samaritano, converso, filósofo, abre escuela en Roma, escribe dos Apologías en favor de los cristianos, y muere mártir. Él nos da una descripción preciosa de la Misa en el siglo II: «El llamado día del sol [domingo: sunday todavía en inglés] se reúnen todos en un lugar»…
«A nadie es lícito participar de la Eucaristía si no cree que son verdad las cosas que enseñamos [fe], y no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados y la regeneración [bautismo], y no vive como Cristo nos enseñó [estado de gracia].
«Porque no tomamos estos alimentos como si fueran un pan común o una bebida ordinaria, sino que, así como Cristo nuestro salvador se hizo carne por la Palabra de Dios y tuvo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias [la plegaria eucarística] que contiene las palabras de Jesús, y con que se alimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne y la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó».
» (I Apología en defensa de los cristianos 66-67: leer más > LH, domingo III Pascua).
–San Cipriano (+258).
Pagano converso, Obispo de Cartago, sostiene con sus cartas la fidelidad de los mártires, hasta que él mismo sufre el martirio. Cristo prolonga en los mártires su pasión personal, acompañándolos y sosteniéndolos. La gloria de la Cruz brilla no solo en Cristo, sino también en sus fieles. En estos textos se ve a Cripriano, en medio de una de las más duras persecuciones que sufrió la Iglesia, exultante de gozo.
«Como sabéis, desde el comienzo del mundo las cosas han sido dispuestas de tal forma que la justicia sufre aquí una lucha con el siglo. Ya desde el mismo comienzo, el justo Abel fue asesinado, y a partir de él siguen el mismo camino los justos, los profetas y los apóstoles. El mismo Señor ha sido en sí mismo el ejemplar para todos ellos, enseñando que ninguno puede llegar a su reino sino aquellos que sigan su mismo camino: “El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna” (Mt 16,24-25)» (Carta 6, 1-2).
«En la persecución se cierra el mundo, pero se abre el cielo. Amenaza el anticristo, pero protege Cristo. Se inflige la muerte, pero sigue la inmortalidad. ¡Qué gran dignidad y seguridad, salir contento de este mundo, salir glorioso en medio de la aflicción y la angustia, cerrar en un momento estos ojos con los que vemos a los hombre y al mundo, para volverlos a abrir en seguida y contemplar a Dios y a Cristo!… Se te arranca repentinamente de la tierra, para colocarte en el reino celestial» (Tratado a Fortunato cp. 13).
«¿Con qué alabanza podré ensalzaros, hermanos valerosísimos? Tolerasteis una durísima lucha hasta alcanzar la gloria, y no cedisteis ante los suplicios, sino que fueron más bien los suplicios quienes cedieron ante vosotros… ¡Qué espectáculo a los ojos del Señor, cuán grato en la presencia de Dios! Con qué alegría estuvo allí Cristo, de qué buena gana luchó y venció en aquellos siervos suyos, como protector de su fe, y dando a los que en él confiaban tanto cuanto cada uno confiaba en recibir. Estuvo presente en su combate, sostuvo, fortaleció, animó a los que combatían para defender el honor de su nombre… Dichosa Iglesia nuestra, a la que Dios se digna honrar con semejante esplendor, ilustre en nuestro tiempo por la sangre gloriosa de los mártires» (Carta 10, 2-3.5)
–San Efrén (+373)
Diácono y maestro de la escuela de Edesa, Mesopotamia, Doctor de la Iglesia, llamado «la lira del Espíritu Santo» por la belleza de los himnos litúrgicos y de los textos catequéticos que compuso.
«Nuestro Señor fue vencido por la muerte, pero él, a su vez, venció a la muerte, pisándola como si fuera un camino. Se sometió a la muerte y la soportó deliberadamente para acabar con la obstinada muerte. En efecto, nuestro Señor salió cargado con su cruz, como deseaba la muerte; pero desde la cruz gritó, llamando a los muertos a la resurrección, en contra de lo que la muerte deseaba.
«La muerte le mató gracias al cuerpo que tenía; pero él, con las mismas armas, triunfó sobre la muerte. La divinidad se ocultó bajo los velos de la humanidad; sólo así pudo acercarse a la muerte, y la muerte le mató, pero él, a su vez, acabó con la muerte. La muerte, en efecto, destruyó la vida natural, pero luego fue destruida, a su vez, por la vida sobrenatural…
«El admirable hijo del carpintero llevó su cruz a las moradas de la muerte, que todo lo devoraban, y condujo así a todo el género humano a la mansión de la vida. Y la humanidad entera, que a causa de un árbol había sido precipitada en el abismo inferior, por otro árbol, el de la cruz, alcanzó la mansión de la vida. En el árbol, pues, en que había sido injertado un esqueje de muerte amarga, se injertó luego otro de vida feliz, para que confesemos que Cristo es Señor de toda la creación.
«¡A ti la gloria, a ti que con tu cruz elevaste como un puente sobre la misma muerte, para que las almas pudieran pasar por él desde la región de la muerte a la región de la vida! ¡A ti la gloria, a ti que asumiste un cuerpo mortal e hiciste de él fuente de vida para todos los mortales! Tú vives para siempre. Los que te dieron muerte se comportaron como los agricultores: enterraron la vida en el sepulcro, como el grano de trigo se entierra en el surco, para que luego brotara y resucitara llevando consigo a otros muchos.
«Venid, hagamos de nuestro amor una ofrenda grande y universal. Elevemos cánticos y oraciones en honor de aquel que en la cruz se ofreció a Dios como holocausto para enriquecernos a todos».
(Sermón sobre nuestro Señor 3-4.9: leer más > LH viernes III Tiempo Pascual).
–San Basilio Magno (+379)
Nacido en Cesarea de Capadocia, monje y más tarde Obispo de su ciudad natal, es Doctor de la Iglesia y guía principal del monacato de Oriente. El mundo encuentra la verdad y la vida en la Cruz de Cristo.
«Nuestro Dios y Salvador realizó su plan de salvar el hombre levantándolo de su caída y haciendo que pasara del estado de alejamiento, al que le había llevado su desobediencia, al estado de familiaridad con Dios. Éste fue el motivo de la venida de Cristo en la carne, de sus ejemplos de vida evangélica, de sus sufrimientos, de su cruz, de su sepultura y de su resurrección: que el hombre, una vez salvado, recobrara, por la imitación de Cristo, su antigua condición de hijo adoptivo.
«Y así, para llegar a una vida perfecta, es necesario imitar a Cristo, no sólo en los ejemplos que nos dio durante su vida, ejemplos de mansedumbre, de humildad y de paciencia, sino también en su muerte, como dice Pablo, el imitador de Cristo: “muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos” (Rm 6,5)».
(Libro sobre el Espíritu Santo 15,35: MG 32, 127-130: leer más > LH Martes Santo).
–San Cirilo de Jerusalén (+386)
San Cirilo, obispo de Jerusalén, es famoso por sus grandes Catequesis. Este Doctor de la Iglesia sufrió por combatir a los arrianos dos destierros, uno de ellos de once años. Su alegría, su contemplación, su impulso permanente está en la Cruz sagrada de nuestro Señor Jesucristo.
«Cualquier acción de Cristo es motivo de gloria para la Iglesia universal; pero el máximo motivo de gloria es la cruz. Así lo expresa con acierto Pablo, que tan bien sabía de ello: “lo que es a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de Cristo”(Gál 6,14).
«Fue, ciertamente, digno de admiración el hecho de que el ciego de nacimiento recobrara la vista en Siloé; pero, ¿en qué benefició esto a todos los ciegos del mundo? Fue algo grande y preternatural la resurrección de Lázaro, cuatro días después de muerto; pero este beneficio lo afectó a él únicamente, pues, ¿en qué benefició a los que en todo el mundo estaban muertos por el pecado?… En cambio, el triunfo de la cruz iluminó a todos los que padecían la ceguera del pecado, nos liberó a todos de las ataduras del pecado, redimió a todos los hombres.
«Por consiguiente, no hemos de avergonzarnos de la cruz del Salvador, sino más bien gloriarnos de ella. Porque “el mensaje de la cruz es escándalo para los judíos, necedad para los gentiles, mas para nosotros salvación”. Para los que están en vías de perdición es necedad, mas para nosotros, que estamos en vías de salvación, es fuerza de Dios(1Cor 1,23-24). Porque el que moría por nosotros no era un hombre cualquiera, sino el Hijo de Dios, Dios hecho hombre.
«En otro tiempo, aquel cordero sacrificado por orden de Moisés alejaba al exterminador; con mucha más razón, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo nos librará del pecado. Si la sangre de una oveja irracional fue signo de salvación, ¿cuánto más salvadora no será la sangre del Unigénito?
«Él no perdió la vida coaccionado ni fue muerto a la fuerza, sino voluntariamente. Oye lo que dice: “soy libre para dar mi vida y libre para volverla a tomar. Tengo poder para entregar mi vida y tengo poder para recuperarla” (Jn 10,17-18). Fue, pues, a la pasión por su libre determinación, contento con la gran obra que iba a realizar, consciente del triunfo que iba a obtener, gozoso por la salvación de los hombres; al no rechazar la cruz, daba la salvación al mundo. El que sufría no era un hombre vil, sino el Dios humanado, que luchaba por el premio de su obediencia.
«Por lo tanto, que la cruz sea tu gozo no sólo en tiempo de paz; también en tiempo de persecución has de tener la misma confianza, de lo contrario, serías amigo de Jesús en tiempo de paz y enemigo suyo en tiempo de guerra. Ahora recibes el perdón de tus pecados y las gracias que te otorga la munificencia de tu rey. Cuando sobrevenga la lucha, pelea denodadamente por tu rey.
«Jesús, que en nada había pecado, fue crucificado por ti; y tú ¿no te crucificarás por él, que fue clavado en la cruz por amor a ti? No eres tú quien le haces un favor a él, ya que tú has recibido primero. Lo que haces es devolverle el favor, saldando la deuda que tienes con aquel que por ti fue crucificado en el Gólgota».
(Catequesis de Jerusalén 13,1.3.6.23: MG 33, 771-774. 779. 802: leer más > LH jueves IV semana T. Ordinario).
El bautismo nos hace participar de la Pasión sagrada y de la Resurrección gloriosa de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
«Fuisteis conducidos a la santa piscina del divino bautismo, como Cristo desde la cruz fue llevado al sepulcro. Y se os preguntó a cada uno si creíais en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Después de haber confesado esta fe salvadora, se os sumergió por tres veces en el agua y otras tantas fuisteis sacados de la misma: con ello significasteis, en imagen y símbolo, los tres días de la sepultura de Cristo…
«Por eso os cuadra admirablemente lo que dijo Salomón, a propósito de otras cosas: “tiempo de nacer, tiempo de morir” (Ecl 3,2). Pero a vosotros os pasó esto en orden inverso: tuvisteis un tiempo de morir y un tiempo de nacer, aunque en realidad un mismo instante os dio ambas cosas, y vuestro nacimiento se realizó junto con vuestra muerte.
«¡Oh maravilla nueva e inaudita! Nosotros no hemos muerto ni hemos sido sepultados, ni hemos resucitado después de crucificados, en el sentido material de estas expresiones, pero, al imitar estas realidades en imagen hemos obtenido así la salvación verdadera. Cristo sí que fue realmente crucificado y su cuerpo fue realmente sepultado y realmente resucitó; a nosotros, en cambio, nos ha sido dado, por gracia, que, imitando lo que él padeció con la realidad de estas acciones, alcancemos de verdad la salvación.
«¡Oh exuberante amor para con los hombres! Cristo fue el que recibió los clavos en sus inmaculadas manos y pies, sufriendo grandes dolores, y a mí, sin experimentar ningún dolor ni ninguna angustia, se me dio la salvación por la comunión de sus dolores… “¿Es que no sabéis que los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo Jesús fuimos incorporados a su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte” (Rm 6,34)».
(Catequesis de Jerusalén 20, Mystagogica 2,4-6: MG 33, 1079-1082: leer más > LH jueves de la octava de Pascua).
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
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6 comentarios
El pecado no se acaba ni se mata sacando los crucifijos de los lugares públicos al contrario se enquista mas, porque es mirando al crucificado y reconociendo nuestras faltas de fe, el comienzo, del Camino la Verdad y la Vida.
Necesitamos crecer en fe, para entender, ver y escuchar.
Tengo un problema auditivo; un tinnitus. Me produce mucha angustia, y una de las cosas que más me fastidian es que cada vez que pido a Dios que me lo quite, comienzo a tener alguna esperanza de curación, que luego no se cumple, total, que también he pedido a Dios que me envíe la muerte, las dos cosas con lágrimas, pero ninguna de las dos cosas se cumple, y yo no sé cómo voy a salir adelante.
Pero por otra parte sé que Dios no me va a dejar caer en la desesperación, así que mientras tanto voy tirando con la cruz. Quien lea esto por favor que reze un poco por mí, que algunas veces me siento aplastado por ella.
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JMI.- Ánimo en Cristo."Todo lo puedo en aquel que me conforta".
La cruz que se lleva con buen temple y fuerza apenas es cruz.
La cruz de verdad, la de Cristo, es aplastante: mírelo en el Huerto, pavor, angustia, sudando sangre, y en la Cruz, "sintiéndose" abandonado por el Padre...
Éste es el que sufre para nosotros, con nosotros, en nosotros, y nos sostiene con su gracia.
Cuente con las oraciones nuestras y de muchos hermanos.
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JMI.- Quiso Dios que te pusieran en el bautismo el excelso nombre de
María de la Cruz. Bendigamos al Señor.
Un saludo en JESUS Y MARIA AUXILIADORA
Hermoso el artículo padre, sin palabras....
Soy joven y los articulos largos me parecen un poco tostón!! me gustaria que Don Jose Maria hiciera una reflexion para poder entender el articulo y de paso poder entenderle a usted y su intencion! porque alma de Dios!! entienda que si venimos a leer a su pagina es porqe nos interesa como interpreta usted las cosas, no? y que lo haga un poco a modo de reflexion cortita que sino ns vams a quedar ciegos leyendo! :)
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JMI.- Gracias por el consejo.
La última serie de mis artículos ha tratado del mal, de la Providencia, de la Cruz, y se termina con una antología de textos que cantan la gloria de la Cruz.
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