(124) Católicos y política –XXIX. ¿Qué debemos hacer?. 16

–Bueno ¿terminamos o no?
–Oyéndole a usted, le viene a uno la imagen de un rinoceronte, con su piel áspera y su cuerno único.

Sí, vamos terminando esta serie sobre Católicos y política. Pero un par de artículos más, por lo menos, van a ser inevitables. Trataré de indicar los trazos principales que deben configurar los partidos católicos. Y recordemos en esto las palabras de Benedicto XVI, varias veces citadas (120): necesitamos «una nueva generación de católicos», «personas renovadas interiormente» en el pensamiento y en la conducta, que sean capaces de «comprometerse en la política sin complejos de inferioridad», etc.

–Quiénes somos (about us). Si es necesaria y urgente la existencia de partidos católicos confesionales (121), es conveniente que confiesen su fe abiertamente. Los miembros de un partido político católico, teniendo unas convicciones fundamentales comunes, deben manifestarlas explícitamente en sus Estatutos, y no esconderlas. La identificación política, sin disfraces ni vaguedades, debería ser algo obligado en la presentación pública de un partido, reconociendo así que los ciudadanos electores son seres racionales. Por lo demás, el que esconde su identidad doctrinal no por eso deja de profesarla. Es evidente que todos los partidos tienen más o menos unas coordenadas mentales y operativas comunes.

Pues bien, el mismo Credo de la Iglesia puede expresar los principios de un partido católico: la fe en Dios, en Cristo, en la razón, en el orden natural de una creación producida por el mismo Dios: «Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra… Creemos en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos… Creemos en la Iglesia y en todas sus doctrinas… Creemos en la vida eterna», etc.

Esta profesión de la fe en un partido confesional no tiene ningún inconveniente y tiene todas las ventajas. Y la mayor de éstas es que confiesa a Dios, a su Cristo y a su Iglesia allí donde, siendo quizá mayoría la población cristiana, ningún partido lo hace, siendo así que el silencio absoluto y sistemático de una verdad equivale a su negación. Por otra parte, esta declaración de los principios fundamentales del partido debe hacerse con toda sinceridad, sin eufemismos atenuantes, sin fórmulas meramente alusivas a una «inspiración» o a un «humanismo cristiano», o remitiendo solamente a las puras «raíces cristianas históricas» que identifican el alma de la nación. No, debe ser una simple confesión de lo que piensan y creen los integrantes del partido. Hacen así públicamente una profesión de fe, que los ciudadanos católicos deben a Dios y a su enviado Jesucristo.

Los Estatutos deben declarar también en su articulado fundamental

1.-que el partido acepta la Constitución, aclarando, eso sí, que la soberanía política radica en el pueblo en cuanto procedente de Dios Creador, que se la dió desde el principio: «dominad la tierra» (Gén 1,27ss); y que en la plenitud de los tiempos en que vivimos, esa soberanía procede precisamente de Cristo Rey, a quien ha sido dado «todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18);

2.-que pueden afiliarse al partido miembros no-creyentes, siempre que acepten los valores fundamentales del cristianismo;

3.-que acepta íntegramente la doctrina política de la Iglesia, al mismo tiempo que afirma, conforme a la enseñanza de la misma Iglesia, la autonomía laical respecto de los Obispos en todas las cuestiones políticas prudenciales (121);

4.-que el partido profesa el principio de la tolerancia, en los términos en que la Iglesia lo entiende como necesario y conveniente (100), y que excluye, por tanto, toda pretensión de imponer por la violencia o la coacción política autoritaria la fe y las normas conductuales que de ella se derivan.

–Qué pretendemos (what we want). Es justo, equitativo y saludable que los miembros de un partido católico expresen sus fines del modo más claro posible. Digan abiertamente que pretenden «coordinar sus fuerzas para sanear aquellas estructuras y ambientes del mundo» que inciten a la inmoralidad y la injusticia, de manera que todas estas cosas «se conformen a las normas de la justicia y más bien favorezcan que obstaculicen la práctica de las virtudes» (Vaticano II, LG 36). Esto es lo que pretenden y éste es el intento que declaran.

Declaren que ellos quieren trabajar con todo empeño para «lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena» (GS 43), y «para instaurar el orden temporal de forma que se ajuste a los principios superiores de la vida cristiana» (AA 7). Precisen también, obviamente, que todo ello lo pretenden conseguir respetando las leyes vigentes, siempre que no sean contrarias a la ley de Dios, y en colaboración o en combate político con los demás partidos de la nación.

Estos cristianos, reunidos en un partido político, manifiesten con toda claridad, y en lo posible con frecuencia, que la vida presente es camino hacia una vida eterna. No se avergüencen en absoluto de pensar y de decir aquello de Jorge Manrique (1440-79). «Este mundo bueno fue / si bien usásemos dél / como debemos / porque, según nuestra fe, / es para ganar aquél / que atendemos» (Coplas a la muerte de su padre). ¿Por qué habrían de avergonzarse de pensar y de decir esta verdad? ¿Ellos, cristianos políticos, no están llamados también, y más aún que sus hermanos, a «dar testimonio de la verdad», concretamente en la vida pública (Jn 18,37)?

Sé perfectamente que en Occidente descristianizado estos planteamientos doctrinales y prácticos son compartidos por muy pocos grupos católicos. Más aún, les parecerán escandalosos. Y eso se debe a que actualmente la mayoría de los católicos ha asimilado en los principios fundamentales de la política el pensamiento de los enemigos de Cristo y de la Iglesia. Es lo que hemos ido comprobando al exponer los grandes principios de la doctrina política de la Iglesia (97-105). Ayer, por ejemplo, recibía yo un e-mail de uno de mis lectores, alumno en la Facultad de Teología de una Universidad católica probadamente ortodoxa:

«Deseo acercarle lo sucedido en la clase de Moral política de esta mañana. El profesor, N. N., ha dicho textualmente que “no se debe cristianizar desde la política” y ha censurado el hecho de que Felipe II, en el lecho de muerte, aconsejara a su hijo que el primer objetivo de un gobernante es mantener la fe de sus súbditos. Creo que ha quedado claro, según el profesor, que el político debe separar de su actividad política todo lo que suene a Cristianismo… se supone que para no herir a los que no lo son… Esto con buena voluntad se puede entender bien, pero, dado el ambiente secularista en que nos movemos, a mí me ha sonado fatal y totalmente antipedagógico para los futuros formadores de la sociedad».

A través de un mensaje tan breve no es posible conocer exactamente el pensamiento del citado profesor de Moral política, un honrado y docto sacerdote. También es probable que ni él mismo sepa exactamente lo que piensa. En todo caso, podemos afirmar con toda seguridad que enseña exactamente lo contrario de la doctrina política de la Iglesia y que se escandaliza de los políticos cristianos reconocidos como santos.

En la Liturgia de las Horas, ese profesor y cuantos rezan el Oficio de lectura, conmemoran con devoción las vidas de San Fernando de Castilla, San Enrique de Alemania, Santa Isabel de Portugal, San Esteban de Hungría, San Luis de Francia, San Wenceslao de Bohemia, Santa Margarita de Escocia, Santa Isabel de Hungría, que buscaron con empeño servir fielmente a su pueblo sirviendo al Señor con toda fidelidad, y que buscaron el bien común de su nación en el respeto de las leyes divinas y naturales. Así lo manifiestan ellos mismos en sus cartas y testamentos, y sus hagiógrafos lo testifican. Por el contrario, el citado profesor de Moral política, y con él tantos otros profesores, sacerdotes, líderes laicos, teólogos e incluso Obispos, rechazan estos ejemplos, no aprenden nada de ellos. Piensan que aquellos eran tiempos de Cristiandad, otros tiempos. Y que no son ejemplares paa quienes vivimos hoy.

La libertad de pensamiento y de palabra, una libertad exenta de todo complejo de inferioridad, ha de afirmarse claramente en un partido católico, tanto en sus Estatutos como en las acciones públicas o privadas de sus miembros. Un político que, por ejemplo, en una intervención parlamentaria se autoprohibe mencionar el nombre de Dios y de Cristo o inhibe en su lenguaje toda referencia a las exigencias morales absolutas de la propia naturaleza, abandona públicamente su condición de político católico. La virtud de la fortaleza, ejercitada con prudencia y valor, son absolutamente necesarias para un político católico digno de ese nombre. Una concesión sistemática al eufemismo, una ocultación crónica de los argumentos principales, los más fundados en Dios y en la naturaleza de la realidad, condena al político católico a una esterilidad completa: es sal desvirtuada, que no sirve más que para tirarla y que la pise la gente (Mt 5,13). Un partido que en la batalla del lenguaje es vencido, está ya derrotado en la lucha política.

Un político católico, por ejemplo, ha de combatir cierta ley del aborto afirmando simplemente que «es un homicidio», y que las leyes deben prohibir crímenes tan graves. Si alega sólamente que «no hay demanda social suficiente» para esa ley, está perdido: no vale para nada. Haría mejor en retirarse. Otro ejemplo. Un partido político y sus representantes tienen que afirmar con insistencia que considerar en las leyes y en las consejerías de educación que el matrimonio y la unión homosexual son igualmente naturales constituye una ofensa gravísima a la razón, un atropello a la verdad de la naturaleza. Deben sus políticos ridiculizar, y si es necesario con palabras malsonantes, que dan para los diarios buenos titulares, la pretensión de que es igualmente natural la unión sexual entre hombre y mujer –perfecta en su adecuación anatómica y fisiológica, sana, buena, bella, capaz de transmitir vida humana– y la unión homosexual –insana, fea, violenta, morbosa, estéril, capaz eso sí de transmitir enfermedades–. Deben acorralar implacablemente a los políticos adversarios, usando si conviene legislaciones comparadas, estadísticas e informes científicos, hasta avergonzarlos y confundirlos, como hacía Cristo con los enemigos de la verdad: hasta dejarlos sin palabras, hasta que les salgan los colores en la cara, y busquen desesperadamente cambiar de tema.

Un partido católico debe tener plena libertad para «dar testimonio de la verdad». No ha de respetar en modo alguno los tabúes ideológicos o verbales impuestos por la cultura anticristiana. Ha de saber que, perdida la batalla del lenguaje, está perdido el combate político. El político católico ha de combatir el buen combate en favor de la verdad de las palabras y de la verdad de las realidades. Ha de tener poderosas armas mentales y verbales para destruir con una fuerza dialéctica contundente todas las mentiras y los eufemismos falsos que tan eficazmente son esgrimidos por los adversarios (interrupción voluntaria del embarazo, exploraciones del cuerpo propio y ajeno, igualdad de género, etc.).

Dicen que algunas mafias criminales no reciben como miembro de pleno derecho a quien no haya cometido algún crimen verdaderamente respetable, un asesinato, un secuestro, un atraco a mano armada. En un partido católico no deberían confiarse cargos de importancia sino a aquellos miembros que hayan dado pruebas claras de su valentía mental y verbal, por ejemplo, nombrando a Dios, a Cristo, a la Iglesia, al orden de la naturaleza, en la sala de conferencias de un sindicato o de una residencia universitaria. Solamente los sin-vergüenzas, es decir, los que han perdido todo respeto humano, pueden militar dignamente en un partido católico. Los buenistas, sujetos en las férreas mallas de lo políticamente correcto –muchos de los cuales acaban pensando que lo políticamente correcto es lo correcto políticamente–, deben considerarse como perdidos para la civilización cristiana y para toda acción política, y conviene orientarles hacia otras posibles dedicaciones honradas como, por ejemplo, la jardinería, la filatelia o la caza del conejo.

Un partido católico debe presentarse hoy en el Occidente liberal y anticristiano como un partido antisistema, que acepta la Constitución de su nación por imperativo legal, y con todas las restricciones mentales que vengan exigidas por su texto. Pero que en los mismos Estatutos manifiesta claramente sus intenciones políticas. Posteriormente, Deo adiuvante, un trabajo político inteligente y atrevido podrá conseguir poco a poco, o rápidamente, ciertos cambios en el articulado de la Constitución, o ciertas interpretaciones de las altas Magistraturas, que saneen aquellas leyes que venían siendo aplicadas en forma inconveniente o criminal.

Un partido confesional católico debe combatir abiertamente contra la partitocracia vigente, el Estatismo totalitario, arrasador de las entidades intermedias, el atropello sistemático del principio de subsidiariedad, el antipatriotismo, la falsificación de la historia, de la cultura, del matrimonio y de la mujer; debe combatir el aborto y el divorcio, el egoísmo profesado unánimemente hacia las naciones pobres, la sujeción de la educación, de la judicatura, de las costumbres sociales a los dictámenes del poder político ejecutivo, etc. Y debe promover simétricamente una gran número de causas buenas y estimulantes. Solo un partido católico así podrá suscitar verdaderas vocaciones políticas católicas. Deo adiuvante.

Pero de éstos y otros temas trataré en el próximo artículo, con el favor de Dios.

José María Iraburu, sacerdote


Índice de Reforma o apostasía

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18 comentarios

  
Lostrego
Excelente nuevamente Padre. Es que no hay otra solución.Se necesita gente y partidos nuevos, en concreto partidos que representen a los católicos. La experiencia española de más de 30 años nos debería enseñar que no depende de que nos gobiernen en un momento unos y en un momento otros. Hay alternancia de partidos en los gobiernos estatal, autonómico y local y cada día estamos peor. Son todos ellos los que nos han metido en el atolladero, con nuestro voto ciertamente. Y esto es lo que todavía no entienden la mayoría de los españoles, que los que nos han metido en el problema no nos sacarán de el.
18/02/11 6:23 PM
  
Urbaneta
Y dale. El día que los católicos, empezando por el P. Iraburu, se enteren de que la "representación popular" a través de partidos, es decir, la partitocracia, es intrínsecamente perversa, habremos dado un paso decisivo para resolver el problema de una genuina actuación de los católicos en política. Y además, algunos se ahorrarán el inútil esfuerzo de escribir interminables y aburridos seriales "los católicos y la política".
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JMI.- Hay cientos, miles de blogs y págs-webs católicas. No entiendo para qué viene ud. a sufrir en mi modesto blog.

DRAE.- "Masoquismo": Cualquier complacencia en sentirse maltratado o humillado.

JMI.- Un artículo muy bueno contra la partitocracia (le da más que a un pandero) tiene el P. Iraburu en este mismo blog (122). Se lo recomiendo; pero si le hace sufrir, déjelo, que bastantes penas tiene la vida.



18/02/11 7:01 PM
  
Ricardo de Argentina
En Argentina prepondera la opción abstencionista entre los católicos más tradicionales y observantes. Hay brillantes intelectuales que la promueven. Está incluso el caso de una publicación, Patria Argentina, que se dedica machaconamente a pregonarla. ¡Qué falta hace una enseñanza como la suya por estos pagos, Padre!
En lo que esté a mi alcance, me propongo difundirla.
18/02/11 7:35 PM
  
Urbaneta
Hacía yo creo que meses que no me detenía un poco en Infocatólica. No se preocupe, P. Iraburu, procuraré tomarme otro período al menos similar. Para mi tranquilidad y la suya. Un saludo. (Por cierto: hay una cosa distinta del masoquismo que se llama "espíritu crítico", pero a veces hasta esto es inconveniente ejercerlo, es verdad).
18/02/11 8:57 PM
  
Urbaneta
...y muchas gracias por la atención de publicar mis comentarios. Al menos el primero.
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JMI.- De nada, hombre.
He añadido un parrafito a mi comentario a su primer comentario.
18/02/11 8:58 PM
  
Luis Fernando
Lo he dicho en otro blog pero lo vuelvo a decir aquí.
Los posts del P. Iraburu sobre el tema "Católicos y política" reflejan perfectamente la postura editorail de InfoCatólica.
18/02/11 9:07 PM
  
Nelson Medina
Mi inquietud es otra, basada en la experiencia de lo sucedido al Partido Conservador en Colombia.

Sin llegar a afirmar que este Partido cumpliera todo lo que planteas. P. Iraburu, sí es cierto que la identificación entre este Partido y la Iglesia provocó un efecto secundario detestable: el que no estuviera de acuerdo con los Conservadores--por cualquier razón que fuera--tenía que sentirse excluido de la Iglesia.

Dicho de otro modo: ¿cómo puede la Iglesia identificarse tanto con un partido, el que sea, sin que los demás partidos sientan que la Iglesia es automáticamente su enemiga?
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JMI.- En los artículos (121-122) yo creo que se exponen bastante claros los principios que, bien aplicados, evitan esos graves inconvenientes que indicas. Lo que toca a los Pastores sagrados es... Lo que corresponde a los laicos... Y como señalo, mucho mejor que no sea "un solo" partido católico, porque aumenta el peligro de identificación Iglesia-partido, por los razones que allí indico.
18/02/11 9:33 PM
  
Luis Fernando
Fray Nelson, tienes razón pero, aparte de lo que te responde el P. Iraburu, creo que conviene tener en cuenta que un partido católico de alguna manera habría de llevar también en su programa una cierta fidelidad a la doctrina social de la Iglesia, que no suele ser precisamente muy compatible con las políticas neoliberales que suelen aplicar los partidos conservadores.

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Fray Nelson + Luis Fernando
Y hay otra. Que en un país puede haber cuatro partidos, por ejemplo: tres son abortistas, anti-Iglesia, etc. y uno, mal que bien, anti-abortista, pro-Iglesia... y en algunos temas, eso sí, no del todo aceptable para un sector de católicos. ¿Qué tendrán que hacer éstos? Votar a esa única posibilidad católica que se les ofrece, pues aunque quizá cojee un poco, votar a los otros o abstenerse sería peor.
"No hay más cera que la que arde".
"Con estos bueyes hay que arar"
¡Que formen los católicos descontentos "otro partido católico" que sea plenamente conforme a sus convicciones!
Y que discretamente y desde fuera, apoye la Jerarquía episcopal esa pluralidad de partidos católicos.
19/02/11 10:18 AM
  
Luis Fernando
El apoyo de la Jerarquía habría de ser, como bien dice usted, discreto y desde fuera. De hecho, podría valer con algunas de las notas que suelen sacar los obispos antes de las elecciones, señalando qué tipo de propuestas no deben recibir apoyo de los católicos y, esto sí sería novedoso, cuáles sí merecen dicho apoyo.
Si hubiera más de partido católico, ese apoyo discreto sería más difícil de identificarlo con una sola fuerza política.

De toda formas, veo altísimamente improbable que la Conferencia Episcopal Española optara por hacer algo así. Y no parece que sean muchos los obispos dispuestos a salirse de lo marcado por Añastro.
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JMI.- Con decir qué partidos deben no-ser-votados, por la carga criminal que llevan sus programas (o las intenciones expresadas por sus líderes), ya sería bastante. ¿Entonces?, pregunta el votante... Saque ud. mismo las consecuencias.

Yo escribo el blog en España, pero no pensando solo en ella, sino exponiendo doctrinas de la Iglesia y reflexiones mías hechas a su luz que pretenden ser válidas en diversidad de naciones. En España es claro que la opinión predominante en Jerarquía, en obras seglares y en líderes laicos principales, va por "diseminar" católicos en los partidos, es decir, en que no haya actividad política católica.
19/02/11 9:03 PM
  
GMoreno
Con relación al comentario de Ricardo respecto a Argentin, habría que decir que quiénes en Argentina predican la abstención, voto en blanco o anulado, lo hacen por cuanto manifiestan su oposición al régimen de partidos politicos. Consideran que "en esta democracia" no se puede ni debe participar. Además, en el caso de Patria Argentina -mas allá de los meritos que en algunos informes tiene esa publicación-influye la perspectiva ideológica tradicional del nacionalismo. En fin, coincido en general con el P. Iraburu -mas allá de algunas cuestiones que no es del caso aquí- en cuanto a la obligación y el deber de participar de los católicos con vocación política. Justamente, sin dudar de la buena fe de muchos que promueven la abstención, queda claro tal conducta no ha llevado ni llevará a ninguna cosa positiva. Creo que sólo ha servido para que el secularismo mas extremo domine absolutamente todo el campo politico y social, mientras desde publicaciones marginales se lo cuestiona con planteos utópicos, como son en este momento el pretender una eventual caída del régimen democratico. Es mas, le diría a quiénes tanto reclaman la desaparición de ese régimen que ponderen que --en este ambiente cultural y politico-- sólo puede venir algo peor. Es necesario que los catolicos utilicemos, sin mas quejas, las pocas o muchas libertades que todavía podemos ejercer para promover el Reinado de Cristo también en el ámbito politico y social.
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JMI.- De acuerdo. Solo precisar la frase "caída del régimen democrático" liberal. El régimen democrático en sí mismo es perfectamente lícito, en principio, como el monárquico o el aristocrático.

Muy atinado lo de "aprovechar las libertades que"... San Agustín decía: "También nosotros, los cristianos, los ciudadanos de la ciudad celeste, usamos de la paz de Babilonia" (Ciudad de Dios).
20/02/11 9:06 PM
  
Claravall
Soy un político español de segunda fila. Aquí tanto la política como las finanzas están controladas por la masonería. ¿Que debo hacer, quedarme o irme a mi casa?
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JMI.- No le puedo decir. No tengo ni idea. Un discernimiento prudencial en una cuestión así requiere considerar cientos de datos: salud, situación familiar, circunstancias de trabajo, de partido, del cargo que tiene, capacidad espiritual para aguantar y hacer algo positivo, competencia técnica, si la esposa apoya o no, posibilidades concretas de hacer en otra función algo más positivo por el Reino, etc. etc. etc. etc. etc.
21/02/11 1:27 PM
  
Jolti
¿No sería un procedimiento para apoyar a partidos católicos, por parte de la Conferencia Episcopal y Obispos, invitar también a sus congresos y reuniones a representantes de esos partidos, que los hay muy buenos, y no hacerlo sólo a los representantes de ese partido abortista, votantes por unanimidad de la píldora PDD, negador en algunas taifas del derecho a la objeción de conciencia respecto a la DpC, etc, etc.? ¿Qué dirá el católico que ve que se invita sólo a éstos? ¡Pues que a ese partido es al que hay que votar puesto que los representantes de la Iglesia apoyan de esta forma el malminorismo que con toda razón repudia el P. Iraburu!
21/02/11 9:29 PM
  
Jolti
No creo que hubiera hecho falta decir que en donde he puesto DpC debía haber puesto EpC (Educación para la Ciudadanía). Ha sido un "error de dedo".
21/02/11 11:44 PM
  
Manuel_RH
¿Hacia el reino de Dios por la política?...No, me parece que esto no está en el evangelio. ¿Hacia el Reino de Dios por el poder?... tampoco. Perdonen, no quisiera ofender a nadie pero estas son ideas de mentes calenturientas. Mejor releer el evangelio, despacio.
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JMI.- Hacia el Reino de Dios por oración, liturgia, virtudes, familia, arte, filosofía, ciencia, técnica, música, política, agricultura, física y química, etc. etc. etc.

Así lo entiende la Doctrina política de la Iglesia, de la que citado ya tropecientos documentos. ¿Usted entiende el Evangelio de otro modo? Mal asunto. Le recomiendo que lo entienda como lo enseña la Iglesia Católica, Mater et Magistra.
22/02/11 11:30 AM
  
Luis Fernando
Sugiero que cuando acabe usted con esta serie, le envíe con urgencia una copia de todos sus artículos al nuevo presidente de la ACdP. Le hace mucha falta. Muchísima:
http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=8498
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JMI.- Todo se andará.
Con el favor de Dios.
22/02/11 1:12 PM
  
Martin Ellingham
Me permito felicitar a INFOCATOLICA por hacer de los posts del P. Iraburu sobre el tema "Católicos y política" su postura editorial. No sólo porque expresan verdades muchas veces negadas por los progresaurios de siempre; sino porque además, compensan el silencio, la trivialización y la difusión de errores y ambigüedades, porte de individuos, instituciones y portales católicos, que hacen de una forma de (neo) liberalismo católico, modelo de "ortodoxia".

Saludos.
23/02/11 2:46 PM
  
curiosidad
¿Diría el blogger que Fuerza Nueva constituye un buen ejemplo del partido católico que propone, o en todo caso, lo más cercano a ello, con alguna significación electoral, que ha habido en España desde la muerte de Franco?
Lo digo porque parece cumplir todas sus condiciones, incluida la de mentar a Dios y la Ley Natural tres veces por minuto. Y de los partidos españoles que podrían cumplirlas, es el único que pasó del nivel político 'testimonial'.
Se lo pregunto al blogger por si acaso su respuesta fuera negativa, y deseara aclarar que no está proponiendo resucitar a Fuerza Nueva sino que su propuesta presenta alguna diferencia esencial con la de don Blas (diferencia intrínseca quiero decir, no del tipo de que a este 'partido católico' lo apoyarían los obispos, mientras que a don Blas lo dejaron solo, casi cayendo en brazos de Lefebvre, ni ornamental, como que le pondría menos camisas azules y brazos en alto).
Un saludo amistoso.
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JMI.- Mis treinta artículos sobre "Católicos y vida pública" viene a ser un tratadito de la Doctrina política de la Iglesia, escrito ante todo para el mundo católico de habla hispana, que, por cierto, viene a ser hoy un 50% de la Iglesia Católica. No analiza ni hace discernimientos sobre "un" partido de "una" nación.
25/02/11 5:01 PM
  
Aelredus
¿Y si la constitución de mi país (México) prohibe partidos confesionales?
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JMI.- No sé en qué términos exactos los prohibe, pero siempre habrá modo de organizarse los católicos políticamente sin auto-denunciarse, sin quebrantar las leyes de modo patente.
16/03/11 4:04 AM

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