(122) Católicos y política –XXVII. ¿Qué debemos hacer?. 14

–¿Cómo es eso? No tenemos bien afirmado ningún partido católico y ya está usted exigiendo que sean varios.
–Es mejor que sean varios; pero a una mala nos conformaríamos con uno.

–Es deseable que los partidos católicos sean varios, y que no se forme un solo partido. Éste principio es aparentemente paradójico, pues prefiere que sean partidos varios los que, sin embargo, deben actuar unidos, tanto en unos mismos principios doctrinales, como en coaliciones electorales y posibles coaliciones de gobierno. Pero ésa es la verdad. Siendo de suyo el campo de lo político tan complejo e indeterminado, han de formar los católicos diversas organizaciones políticas que no tienen por qué coincidir en todo, sino solo en los grandes principios fundamentales.

La unicidad de partido católico puede convenir en circunstancias excepcionales: después de una gran guerra, o en un pequeño país de gran homogeneidad entre los católicos, o si de hecho no hay más que uno –no hay más cera que la que arde–. Y por supuesto la unión de todas las fuerzas católicas es imprescindible, tanto en las elecciones como en la acción política, si ha de lograrse que el pueblo cristiano pueda actuar eficazmente en la vida política.

–Puede haber graves inconvenientes cuando en un país se establece un partido católico único, según ya vimos (118). El primer peligro es el clericalismo. Los Pastores, que han de mantener unido al pueblo cristiano bajo su autoridad, tienden a veces también a unificarlo bajo su dirección en la vida política, y especialmente lo procuran cuando se trata de un grande y único partido católico. Es comprensible que, a causa de sus repercusiones en la vida de todo el pueblo cristiano, la Jerarquía pretenda controlarlo y dirigirlo en sus acciones concretas. Pero invade así, normalmente con malas consecuencias, un campo de responsabilidades que es propio de los laicos.

El partido católico único puede traer no pocos males: –puede comprometer a la Iglesia en sus actuaciones, –puede unificar opciones políticas que normalmente son diversas, suprimiendo en la práctica las alternativas, –anular los políticos católicos disidentes de esa unicidad, –caer fácilmente en el clericalismo, pues cuando hay un gran partido católico único, la tentación que sufren los Pastores de controlarlo suele ser excesiva; –canonizar el sistema político vigente, al que se ha ido ligando con miles de compromisos concretos; –generar clientelismo, –complicidades crecientes con banca, empresarios, medios y organismos internacionales, casi inevitables en un gran partido, sobre todo si perdura en el gobierno, –perder progresivamente de la identidad católica, –dar permanencia interminable a sus líderes, –caer en prepotencia, –corrupción y –extinción.

–Hay unos principios no negociables en la política, que deben ser profesados por todos los partidos católicos y también por todos los hombres de buena voluntad. El Papa Benedicto XVI los expuso en un congreso que el Partido Popular Europeo celebró en Roma (30-III-2006):

«Cuando las Iglesias o las comunidades eclesiales intervienen en el debate público, expresando reservas o recordando principios, no están manifestando formas de intolerancia o interferencia, pues estas intervenciones buscan únicamente iluminar las conciencias, para que las personas puedan actuar libre y responsablemente, según las auténticas exigencias de la justicia, aunque esto pueda entrar en conflicto con situaciones de poder y de interés personal». Tres de estos principios son los fundamentales:

1. Vida: «la protección de la vida en todas sus fases, desde el primer momento de su concepción hasta su muerte natural».

2. Familia: «el reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, como una unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio, y su defensa ante los intentos de hacer que sea jurídicamente equivalente a formas radicalmente diferentes de unión, que en realidad la dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su función social insustituible».

3. Educación: «la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos».

«Estos principios no son verdades de fe», pues «aunque quedan iluminados y confirmados por la fe, están inscritos en la naturaleza humana, y son por lo tanto comunes a toda la humanidad. La acción de la Iglesia en su promoción no es por lo tanto de carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas, independientemente de su afiliación religiosa».

–Como los partido políticos de Occidente impugnan esos valores, es urgente la necesidad de partidos confesionales católicos que los afirmen y defiendan. Esos valores fundamentales son actualmente combatidos en Occidente en forma sistemática, y se crean uno tras otro eficacísimos condicionamientos legales para impedirlos y destruirlos. Tanto la vida, como la familia y la edudación son objeto de agresiones gravísimas. Por eso, no solo los cristianos, también los hombres de buena voluntad que no han llegado a la fe, necesitan cauces políticos para promover y defender esos principios morales.

–Los partidos católicos han de coincidir no solo en esos principios fundamentales, sino también en la doctrina social y política de la Iglesia. En los artículos que dediqué a exponer esta doctrina, la reduje a siete principios (97-106): sobre el origen de la autoridad civil, las actitudes debidas ante las leyes injustas, los modos de entender la tolerancia y el mal menor, la neutralidad de la Iglesia ante los diversos regímenes políticos, el principio de subsidiariedad, y la obligación de confesar públicamente a Cristo como Rey de las naciones.

Allí pudimos comprobar hasta qué punto la doctrina liberal ha sido asimilada por la mayoría de los católicos, al ser hoy la única «políticamente correcta», ignorando o rechazando consiguientemente esos principios fundamentales de la doctrina católica. Ahora bien, si el pensamiento político de los católicos está hoy generalmente falseado, se comprende perfectamente que no puedan llegar a formar partidos confesionales, y que incluso nieguen la misma licitud de su existencia. Ya señalé que son muchos los católicos, también Obispos, que no admiten hoy la conveniencia, más aún, la necesidad de que «los laicos coordinen sus esfuerzos para sanear las estructuras y los ambientes del mundo que incitan al pecado» (LG 36).

–La aceptación común de la doctrina social y política de la Iglesia no causa ni exige entre los posibles partidos católicos la coincidencia de sus programas. La doctrina de la Iglesia afirma solamente principios políticos, pero no suministra contenidos concretos. Esos principios serán unas veces afirmativos, y otras veces negativos. Los partidos católicos habrán de coincidir en todas las negaciones: al aborto, a la eutanasia, a la desfiguración de la familia, a la supresión de las iniciativas privadas en la educación y en el conjunto de la vida social, etc. porque son negaciones que obligan moralmente semper et pro semper.

Pero los partidos confesionales no han de ser simplemente los partidos del no: no a esto, a aquello, a lo otro… Al mismo tiempo que esas negaciones necesarias, los partidos católicos han de establecer programas positivos de acciones políticas concretas. Y en ese campo habrá necesariamente entre ellos discernimientos diversos en cuanto a modos y fases de realización. Los católicos llamados por Dios a la vida política con especial vocación han de sentir juntamente el atractivo de combatir los males sociales presentes y de promover un conjunto de bienes ausentes, que se proponen como objetivos en programas políticos atrayentes.

–Un partido político católico debe incluir en su programa, como uno de los principales objetivos, combatir contra la democracia liberal de partidos, promoviendo reformas constitucionales muy amplias. Y siendo la partitocracia liberal la fórmula política más frecuente en las democracias de Occidente, no podrá librar ese combate sin tener las ideas muy claras y sin estar libre de todo «complejo de inferioridad» (Benedicto XVI) respecto de lo que se presenta comúnmente como pensamiento único. Francis Fokoyama, por ejemplo, en su obra El fin de la historia y el último hombre (1992), estima que la lucha desarrollada entre las ideologías políticas a lo largo de la historia humana debe considerarse concluída, cuando la humanidad ha llegado a entender que la única opción viable es el liberalismo democrático, consagrado ya como único pensamiento correcto.

La sacralización de la democracia liberal de partidos es una superstición diabólica, porque es mentira y engaña a las naciones, y porque es homicida, como se comprueba en la aprobación general del aborto y de otras atrocidades. Pensar que el desarrollo político de la humanidad, después de conocer muchas formas de anarquías o de autoritarismos tiránicos y oligárquicos, ha llegado a su modalidad más alta y perfecta en la democracia liberal de partidos, es simplemente una superstición. Quienes sacralizan la democracia de partidos reconocen en ella la Idea política en su expresión prototípica. En adelante las formas de gobierno serán lícitas y benéficas en la media en que se identifiquen o aproximen a esa Idea sagrada.

Es ésta una visión muy ingenua. En Roma consideraron un progreso pasar de la república al imperio. Antes de la II Guerra Mundial los Estados corporativos, en la línea hegeliana de la organicidad única de la nación, se consideraban una superación moderna de las vetustas y estériles democracias liberales de partidos. Hacia 1930, ropugnaron en España formas de democracia orgánica Giner de los Ríos, el de la Institución libre de la enseñanza; socialistas, como Fernando de los Ríos; conservadores, como Salvador de Madariaga. Y el primer anteproyecto de Constitución en la II República, que finalmente no fue aprobado (1931), diseñaba un Senado que había de representar en forma orgánica los intereses sociales de la nación: provincias y municipios, patronos, obreros y agrarios, industrias y comercio, universidades, religiones, profesiones liberales, etc.

Pues bien, así como aquellos que sacralizaban el comunismo, atribuían los errores y horrores que causaba, por ejemplo, en la Unión Soviética, no al mismo comunismo marxista, sino a la falsificación que de él había cometido Stalin, del mismo modo, los idólatras que dan culto supersticioso a la democracia liberal de partidos –es una religión– reconocen generosamente que en ella se dan a veces desviaciones y abusos, pero no los estiman procedentes de ella, sino de su falsificación… Ver hoy a tantos católicos, también Obispos, participando de esta superstición, causa espanto. Y es ésta una de las principales causas de la total desmovilización política de los católicos.

La partitocracia es una corrupción de la democracia, es una dictadura de partidos políticos alternantes o aliados, que anula prácticamente la contribución real del pueblo (demos) a la «res publica». Y hoy es la forma de democracia más frecuente en Occidente, aunque en unas naciones se da más acusadamente que en otras. No ha de confundirse, por supuesto, con las dictaduras de partido único, pues aunque a veces se atrevan éstas a conservar el nombre de democracias populares, no son evidentemente una democracia.

Hago aquí una crítica de la partitocracia partiendo de la ortodoxia democrática, y la condeno porque sus políticos no escuchan la vox populi, sino que manipulan la opinión del pueblo y la contrarían impunemente cuando les conviene. Pero, por supuesto, mucho más grave pecado en la partitocracia liberal es que comienza por no escuchar la vox Dei, expresada en el libro de la Creación (razón-naturaleza) y en el libro de la Revelación (fe-gracia).

La partitocracia es, pues, una Bestia diabólica que, bajo formas aparentemente democráticas, se apodera de una nación, obrando en ella con una arbitrariedad que tiene muy escasos límites. Y aunque parezca increíble, ésta es, para los devotos creyentes en ella, la única forma legítima de democracia, siendo todas las demás espúreas y puramente formales. Por el contrario, cualquier ciudadano mentalmente sano entiende que la democracia en sus formas actuales elimina prácticamente en la vida política la participación democrática de los ciudadanos, reduciéndola a la emisión periódica del voto.

Ya se han escrito muchos estudios sobre los pésimos males de las democracias partitocráticas, que secuestrando la libertad política de los ciudadanos, llegan a constituir con toda naturalidad auténticas mafias políticas. Podemos recordar, por ejemplo, de un lado, a Gonzalo Fernández de la Mora (La partitocracia, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1977, 2ª ed.) y de otro lado, antagónicamente opuesto, a Gustavo Bueno (Panfleto contra la democracia realmente existente, La Esfera de los Libros, Madrid 2004, 2ª ed.).

España es hoy quizá una de las democracias más acusadamente partitocráticas de Occidente. La Constitución de 1978, como reacción a la situación precedente, entrega todo el poder político a los partidos (art. 6), como «instrumento fundamental [mejor se diría único] para la participación política». Los partidos gobernantes controlan todos los poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Ellos deciden la composición del Consejo General del Poder Judicial, del Tribunal Supremo, del Tribunal Constitucional, de la Fiscalía General del Estado y de otros organismos de la mayor importancia.

Y aunque la Constitución establece que en los partidos «su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos» (art. 6), no hay en ellos apenas democracia interna alguna, sobre todo cuando están en el poder. Solo serán incluidos en las «listas cerradas» de las elecciones aquellos miembros del partido que sigan al Jefe con absoluta lealtad. Y una vez constituidos diputados o senadores, únicamente responden ante las autoridades del partido, pero no tienen en cuenta para nada a los electores, que no dieron sus votos a sus personas sino al partido.

Siendo los partidos maquinarias para conseguir el poder político, cuando lo consiguen, lo ocupan en forma invasora, tratando de mantenerlo por todos los medios. La actualidad política, en un espectáculo vergonzoso, es la continua pelea de unos partidos contra los otros, que no son considerados co-laboradores en la producción del bien común, sino enemigos. De este modo los partidos parten la nación en partidos contrapuestos. Emplean con gran frecuencia el insulto y la calumnia, la mentira y el ocultamiento, y en sus continuas disputas apenas es posible hallar un mínimo de logos, de argumentos racionales, que haga posible el dia-logo.

Por otra parte, controlando los medios de la comunicación y de la educación, producen en la ciudadanía convicciones y estados de ánimo que hacen posibles las leyes criminales que pretenden. Administrando más de la mitad de la riqueza nacional, financian con parcialidad los grupos e instituciones, establecen con personas afines fundaciones y organizaciones no gubernamentales, que subvencionan luego abundantemente. Reparten cargos, becas y ayudas económicas, orientan y financian congresos y celebraciones que les favorecen, distribuyen licencias para emisoras de radio y televisión, privilegian según su conveniencia a empresas, artistas, profesores, productoras de cine y televisión. Distribuyen los altos cargos de las principales empresas y entidades nacionales, y eligen también los representantes en las organizaciones internacionales. Reciben de los bancos, especialmente en las campañas electorales, cuantiosos créditos, que si después no pueden o quieren reintegrar, les serán condonados por los mismos bancos, que siempre saben bien lo que les conviene. Aumentan más y más los cargos de libre designación, blindandos a veces los contratos como buenos previsores del porvenir. Multiplican indefinidamente los departamentos, secretariados, comisiones y entidades estatales, colocando en ellos a innumerables amigos, afines y parientes, estableciendo así muchos cientos de altos cargos, y miles y miles de funcionarios. Como dice y documenta Juan Varela, «las cifras son apabullantes» (Partitocracia).

Esto es lo que más o menos está ocurriendo en muchas naciones se dicentes «democráticas». Yo no entiendo demasiado de estas cosas, y por eso me cuesta escribir sobre ellas. Pero no hace falta ser doctor en medicina para comprobar que un cadáver de varios días huele a podrido que apesta. La partitocracia es imposible sin grandes corrupciones mentales y prácticas. Los políticos partitocráticos tienen podrido el nous, y no son conscientes de su propia degradación. «Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen». Y en la medida en que los católicos, Pastores y fieles, no «dan el testimonio de la verdad», y no denuncian la corrupción de estas realidades políticas indignantes, incurren activa o pasivamente en complicidad.

Los Reinos cristianos eran mucho más democráticos que las partitocracias actuales. El origen de los absolutismos monárquicos o partitocráticos habrá de buscarse en los maquiavelismos renacentistas, en los autoritarismos hegalianos o ilustrados o donde sea, pero no en el cristianismo.

La historia nos demuestra en los Reinos cristianos que, comparados con las partitocracias actuales, era mucho más democrática la participación de todo el Reino, p. ej., en las Cortes de León (1118) –rey, nobles, clero, representantes de ciudades y villas–, o en la Carta Magna inglesa (1215), o en la Cámara de los Comunes, paralela a la Cámara de los Lores (1258), o en las Cortes de Toledo (1480).

La partitocracia es hoy una dictadura de partidos, en la que el poder político, gobernado a su vez ocultamente por fuerzas económicas y centros ideológicos internacionales, se hace omnipresente, quebrantando sistemáticamente el principio de subsidiariedad, tan central en la doctrina política de la Iglesia. La partitocracia legisla, reglamenta, prohibe, exige, regulando hasta las parcelas más individuales de la vida humana, al mismo tiempo que para ello crea una burocracia innumerable de políticos –nacionales, federales, autonómicos, internacionales–, que desarrollan una actividad política imparable, en una ingeniería social incesante, que los sufridos ciudadanos financian como meros espectadores.

–La pésima situación de la política moderna no debe llevar a los católicos a un distanciamiento cauteloso y egoísta, sino justamente a lo contrario: a una participación abnegada, crucificada y redentora, se entiende, de aquellos que reciben de Dios esa vocación. Si no es de ellos, es decir, de Cristo y de la Iglesia, de ninguna parte va a venir hoy la salvación a ese mundo político corrompido.

Cuando en la plenitud de los tiempos, el Verbo eterno divino se encarna propter nos homines et propter nostram salutem, sabe perfectamente que entra «en el pecado del mundo», en una gusanera pestilente, que acabará rechazándole violenta e ignominiosamente. Y entra en el mundo, a través de la Virgen María. Entra en el mundo el Hijo eterno de Dios, introduciendo en la humanidad fuerzas sobrenaturales, sobrehumanas, divinas, celestiales de salvación; de salvación misericordiosa, venida como gracia de lo alto, sin ninguna necesidad de venir. Sólo movida por un amor compasivo y salvador.

El amor de Cristo es el único capaz de suscitar hoy católicos políticos, portadores del Espíritu Santo, que renueva la faz de la tierra. «Yo os he dado el ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho» (Jn 13,15). «El que tenga oídos para oir, que oiga» (Mt 13,9).

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

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21 comentarios

  
Ricardo de Argentina
Padre, fuerza es reconocer que la ausencia de partidos confesionales, además de significar un inaceptable acatamiento de la orden liberal: "¡Católicos, a la sacristía!", da a entender que los católicos no tenemos nada que hacer ni que decir en la vida ciudadana, que lo nuestro ya "fue", que la visión católica no sirve para la hora actual y que está "superada" para la solución de las cuestiones acuciantes y cotidianas.
Si esto es creído por los propios católicos, pues ya tenemos la explicación del famoso "complejo de inferioridad".

A mí me parece que con el fundamento de sus artículos, éste en especial y también los anteriores, hay "combustible" suficiente para emprender la aventura de irrumpir en el coto partidocrático clavando una pica con el estandarte de Cristo.

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JMI.- Como en las Cruzadas: ¡Dios lo quiere!

Deus lo volt!
27/01/11 12:55 PM
  
Luis I. Amorós
Estimado padre, conforme voy leyendo sus artículos sobre católicos en política y el combate contra la Bestia liberal, más me convenzo de que a un católico español coherente con inquietudes políticas no le queda sino integrarse en el movimiento político que ya plantó cara al liberalismo cuando fue introducido en nuestra patria hace casi 180 años. Y que todavía le planta cara.
27/01/11 1:37 PM
  
Iker [Visitante]
Después de 27 entregas de Neoapocalipsis, con bestias liberales que salen del mar y dragones satánicos que hechan papeletas electorales por la boca, no me queda claro un aspecto fundamental de su programa político.

Dice el blogger: "Un partido político católico debe incluir en su programa, como uno de los principales objetivos, combatir contra la democracia liberal de partidos"

Por supuesto, el blogger está en su derecho de crear un partido, por ejemplo Guerrilleros de Cristo Rey en Posición de Combate (GCRPC), que promueva eso: La sustitución de la democracia liberal de partidos por otro sistema.

Para ello, con la legalidad en la mano, tiene que ganar las elecciones, reunir una mayoría de 2/3 del Congreso de los Diputados y de 2/3 del Senado, aprobar la reforma constitucional, disolver el Parlamento y convocar elecciones anticipadas, volver a obtener una mayoría de 2/3 en Congreso y 2/3 en Senado y finalmente aprobación en referendum.

¿Y si no lo logra?

Mi duda es si acepta la legalidad de su derrota o si no acepta la legalidad de su derrota y promueve la toma del poder por vías distintas (golpe de estado, cruzada, guerra civil)

Note que digo: Aceptar la legalidad, no compartir los criterios vencedores, ni pasar a defenderlos... sino simplemente acatar la legalidad.

Saludos.

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JMI.- Si animo a los católicos a hacer uno o varios partidos, está claro que no pretendo dar un golpe de Estado. Espero en Dios que unos pocos puedan hacer de fermento transformador de una masa parlamentaria maleada. O que al menos moderen con sus votos (a veces una minoría puede mucho) alguna de las atrocidades de la mayoría.

"El RdeCielos es como grano de mostaza, que" etc.
"Lo que no es posible para los hombres es posible para Dios"
"Si tuviérais fe podría mover las montañas".
Etc.

Le recomiendo, por lo demás, que deje sus ironías para mejor ocasión.
27/01/11 5:35 PM
  
Ricardo de Argentina
Interesante noticia que demuestra lo decisivo que es el poder político en cuestiones que aparentemente exceden sus atribuciones administrativas.

http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=8310

Y a no engañarse, en Occidente pasa exactamente igual, sólo que aquí se hace bajo un espeso manto de hipocresía democrática. Y la religión que se impone no es el Islam, sino la religión Demócrata-Liberal-Masónica.
27/01/11 6:07 PM
  
Iker
//////////////////////// (borrado)

Iker decía en su comentario anterior.- "Mi duda es si acepta la legalidad de su derrota o si no acepta la legalidad de su derrota y promueve la toma del poder por vías distintas (golpe de estado, cruzada, guerra civil)"
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JMI.- Esa "duda" suya no tiene fundamento alguno en mi escrito, y es ofensiva. Ya vale.
Un saludo.

27/01/11 6:25 PM
  
Gabar
Vaya Iker, como se te notan las raices...

"Guerrilleros de Cristo Rey en Posición de Combate (GCRPC)"...Bueno, sobre posiciones sabrá más usted...incluso de combate, seguro.

"Mi duda es si acepta la legalidad de su derrota o si no acepta la legalidad de su derrota y promueve la toma del poder por vías distintas (golpe de estado, cruzada, guerra civil)"

Esto ya lo hizo y sigue haciéndolo el psoe.

"Note que digo: Aceptar la legalidad, no compartir los criterios vencedores, ni pasar a defenderlos... sino simplemente acatar la legalidad."


Que combativo, para luego afear a los demás que pretendan tener voz y hasta voto, ya que de momento parece que sólo nos queda pagar impuestos.Y que además se empleen en "ir a por los católicos" Esto último es por seguir su lenguaje de "periodista deportivo". XD. Cuantas mercedes recibidas, que injustos somos los católicos.

27/01/11 7:03 PM
  
Lostrego
Por lo que veo Padre en el comentario de Iker, se sigue sin entender: El católico muestra su grado de fe cuando se apoya en el poder y la misericordia de Dios. Si todos los católicos fueran verdaderos hombres de fe, no habría problema para obtener las mayorías necesarias para reformar el actual sistema político de la bestia. Es la apostasia de los propios, la que impide el triunfo del Inmaculado Corazón. Padre tomo buena nota de sus artículos porque van a lo que hay que hacer sin medir si son muchos o pocos los que lo apoyan. Como siempre la lucha entre la verdad y el asqueroso relativismo que domina la mente de nuestros hermanos.
27/01/11 7:17 PM
  
FZalacaín
Sin embargo la doctrina liberal defiende una serie de instituciones y principios que la partitocracia anula. Me refiero a los siguientes:
.- Separación de poderes.
.- Estado de Derecho e imperio de la ley.
.- Interdición de la arbitrariedad.
.- Libertades de: expresión, pensamiento, prensa, educaciòn, de culto, ...
.- Derecho a: la tutela judicial, creación de medios de comunicación, creación de centros de enseñanza,, ...

No alcanzo a comprender como el P. Iraburu califica de liberal un sistema tan antiliberal como el español. Es tanto como calificar de liberales al PP o al PSOE. No veo dónde mora la bestia liberal en España.
Si se emprendieran reformas pòlítica que aseguraran la independencia judical y del T.C., las listas abiertas, las democracia interna de los partidos, el cheque escolar, la igualdad de todos los españoles, etc, etc; el P. Iraburu estaría de acuerdo con ellas y sin embargo serían reformas liberales.

Quizás sea un problema terminológico


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JMI.- Quizá.
Pero en arts. precedentes he definido un montón de veces lo que entiende la Iglesia por liberalismo, citando numerosos documentos. El liberalismo afirma una autonomía absoluta de la libertad humana, que no debe sujeción alguna a Dios ni a un presunto orden de la naturaleza. Yo entiendo el "liberalismo" según viene definido en los documentos de la Iglesia que tratan de él. Aplica los principios del liberalismo el nazi que suprime judíos, gitanos y discapacitados, para mejorar la raza humana. O los progresismos socialistas o liberales que "deciden" que la unión homosexual es tan natural como el matrimonio hombre-mujer, y debe tener consecuentemente el mismísimo trato en las leyes. Están todos en lo mismo: "seréis como dioses, y decidiréis lo que es bueno y lo malo". No hay más dios que el hombre. La soberanía de la humanidad no reconoce ninguna autoridad superior: es absoluta. Ése es el liberalismo.

"Hijos naturales" del liberalismo son no solamente la democracia liberal, sino también el socialismo y el comunismo (cf. Pío XI, enc. Divini Redemptoris 1937). Y el nazismo, y el fascismo y todo sistema que prescinda de Dios y del orden natural. Son todos fieles a los principios del liberalismo, pero luego cada uno sale por su lado, y con frecuencia por lados antagónicos.

Dice Ud.: "No alcanzo a comprender como el P. Iraburu califica de liberal" etc. Si lee el (97) hacia el medio, alcanzará a comprenderlo. La idea la he desarrollado en una docena de arts., pero ahí la tiene expresada en síntesis.

27/01/11 8:24 PM
  
Javier López
Monumental post. Verdaderamente excelso.

E imprescindible la reiteración de la irreversible condena del liberalismo, que es exactamente como lo presenta D. José María. Los principios e ideas que apunta FZalacaín son muy plausibles, pero encajan en una concepción clásica del poder, perfectamente conciliable con la tradición cristiana de gobierno limitado, equilibrio de poder y principio de subsidiariedad. Por tanto, sana libertad que no puede usurpar el liberalismo, cuya esencia es el pestilente relativismo.

El carlismo que defiende Luis I. Amorós me merece, como él mismo, gran respeto y admiración. Pero debo discrepar de su comentario, que recae en la unicidad del momiento católico. Desde luego, si ha de ser único, infinitamente mejor uno tradicionalista que uno democristiano. Pero el carlismo, a quien nadie sensato regatea ser una incuestionable referencia, tampoco tiene derecho a reclamarse el único movimiento político católico español. El más antiguo, sí. El de mayor enjundia y desenvolvimiento doctrinal en lo que respecta a las relaciones con la Iglesia, también, aunque sólo sea por veteranía. El mejor y más adecuado, quizá, y desde luego sí para sus seguidores. Pero el único, no.
27/01/11 10:07 PM
  
Antígono
«Yo no entiendo demasiado de estas cosas, y por eso me cuesta escribir sobre ellas», dice el Padre Iraburu.
Pues anda, Padre,que si llega a entender...
Mi enhorabuena por sus artículos.
27/01/11 10:48 PM
  
hedicho
P. Iraburu: ¿Cree usted que nos podríamos exiliar en la cara oculta de la luna, por ejemplo? ¿o mejor en un batiscafo en la Fosa de las Marianas? o ¿huir es de cobardes?:

http://www.alertadigital.com/2011/01/26/portar-un-crucifijo-podria-ser-motivo-de-despido-laboral-a-partir-de-la-nueva-ley-de-libertad-religiosa/

Portar un crucifijo podría ser motivo de despido laboral a partir de la nueva Ley de Libertad Religiosa
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JMI.- Es curioso que en las tres primeros siglos de persecuciones los cristianos aguantaron cada uno en su ciudad o su pueblo. El éxodo de muchos monjes al desierto se produjo en el siglo IV, cuando cesaron las persecuciones sangrientas, y la seducción del mundo secular le hizo más peligroso para las almas que los tres primeros siglos.
27/01/11 10:50 PM
  
Luis I. Amorós
Estimado Javier, releo mi mensaje, y no veo por ninguna parte la palabra "único".
El primero, desde luego. Un saludo.
27/01/11 11:38 PM
  
estéfano sobrino
Me parecen reales las dificultades prácticas que indica Iker, en cuanto a que una reforma constitucional de fondo requiere 2/3 del electorado. Quizá Iker no consigue imaginar (y con razón) 2/3 de España votando a "partidos cristianos".

Pero yo imagino una "iniciativa popular", no confesional, que proponga una reestructuración política que quite el poder a los que llevan 60 años chupando del bote, es decir, de nuestros impuestos, imponiendo leyes que desaprobamos la mayoría de los ciudadanos, y que proponga un sistema más representativo y menos corrupto, que defienda la vida, la familia, la educación, la libertad religiosa y de pensamiento, etc. Y sí me imagino a 2/3 de los votantes apoyándoles: cada vez veo más gente HARTA del sistema político actual.

Por otro lado, también me parece que puede ser eficaz la tarea de los afiliados a los partidos existentes que intentan "sanearlos" desde dentro. No es fácil, y requiere tiempo para ir convirtiendo 1 a 1, pero puede terminar dando sus frutos.

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JMI.-
1. Todos los partidos que hoy son grandes, al principio eran cuatro gatos.

2. Partidos pequeños pueden tener un poder grande, sin tener ni de lejos el 2/3 de los votos. Pueden "exigir" ciertas cosas y "vetar" otras con gran eficacia. Lo sabemos en España por experiencias actuales. Lo saben en Israel, p.ej., los pequeños partidos "religiosos", mínimos, pero muy eficaces, al menos en algunos asuntos concretos graves.

3. Animar a políticos católicos a que entren a "sanear" partidos existentes... los partidos que ya conocemos, me parece inducirles al suicidio. Y eso es grave pecado. Llevamos medio siglo comprobando que esa esperanza es totalmente estéril.

4. Lo de la "inicitiva popular" me suena bien, lo único malo es que no tengo idea del cómo podría armarse ese artefacto y hacerlo operativo. Ni idea. No puedo discernir su verosimilitud.
28/01/11 12:47 PM
  
antonio grande
Yo leo y concluyo: Un cristiano no debe dar su voto ni a pepe ni pesoe. Son criminales.
28/01/11 6:29 PM
  
cristina
Yo, desde luego, hace años que ya no voto al pp. Durante años he votado en blanco o nulo, puesto que no había formaciones que defendieran proactivamente la vida, la familia, la educación... Hasta Familia y Vida. ¿Alguien puede explicar algo de esta formación?
Muchas gracias,
cristina
29/01/11 8:44 PM
  
estéfano sobrino
Un ejemplo de iniciativa popular es el Partido Pirata de Suecia. Miles de internautas defendiendo el derecho a la copia privada. La tercer fuerza política de ese país por número de afiliados.

Hoy en día, un líder que tenga ganas de liderar no necesita una pesada infraestructura. Le basta recoger apoyos a través de una web.

Esa mayor facilidad logística me hace aumentar la esperanza de "algún día alguien haga algo".

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JMI.- Estimado don Estéfano, yo creo que no: que no es bastante con recoger apoyos en la web. Aquí en España tenemos varias webs como Hazteoir, Forum-libertas y varias más, que trabajan mucho y muy bien. Y que en modo alguno logran detener la avalancha de leyes criminales que están haciendo estragos. Un pequeño partido con presencia en el Congreso tendría sin duda mucha más fuerza para frenarlas. Y para promover ciertas causas buenas, en vida-familia-educación y otros temas vitales.
30/01/11 7:28 PM
  
Fijo Ð Algo
Querido Padre José María:

Supongo yo, que el mensaje "subliminal" de la imagen con los votantes, y con el texto: "esto es todo lo que podemos hacer en política -mucho no es-", en referencia a que todo lo que podemos hacer los católicos, en relación a la política, sea precisamente votar, supongo, que no lo dirá usted en serio.

Si usted lo dice en serio, yo discrepo, en base a que no es necesario votar, y ni siquiera inmiscuirse en asociaciones políticas, para ejercer efectiva y diligentemente opciones políticas oportunas.

Y esto es, lo que los católicos de hoy precisamente, NO SABEMOS HACER. Curiosamente los no católicos, lo saben hacer a las mil maravillas. Así nos luce el pelo.
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JMI.- Dentro del campo estrictamente político, aquel que pretende o consigue el poder gobernar y legislar, en el que se mueven los partidos, tenemos muy muy poquito que hacer: votar y punto, casi.

En actividades parapolíticas, foros, plataformas en internet, etc., sí que podemos hacer, y de hecho hay organizaciones muy eficientes y activas; también para promover manifestaciones públicas. Pero pueden muy poco en la configuración política y legal de la nación. Y así nos luce el pelo.
01/02/11 8:25 AM
  
Fijo Ð Algo
Estimado Padre:

Mucho me temo que se equivoca. Y como el movimiento se demuestra andando le mostraré un ejemplo de hoy en día, que muestra lo errado de su opinión.

En España, actualmente, tenemos cerca de millón y medio de musulmanes. A día de hoy, no tienen representación política; y además creo que les importa un comino. Son minoría, y lo saben. Pero también saben, que con el vientre de sus mujeres, y de forma silenciosa conquistarán a la sociedad española en menos de medio siglo: pues sus mujeres paren 6 ó mas hijos; las nuestras, las occidentales, sean estas apóstatas, católicas o lo que sean no llegan a parir ni los 2.

Las políticas de nuestra sociedad civil no valen para nada. Están podridas y secas. Tan secas como el vientre de nuestras mujeres. Y así nos luce el pelo.

Puedo ponerle abundantes mas ejemplos como este. El último, el de Egipto, en donde una sociedad asqueada y hambrienta, esta mandando a hacer gárgaras a su estamento legislativo y ejecutivo. Y no precisamente con votos. Así que ya ve. No solo de votos vive la política; sino de acciones puntuales, individuales, precisas y concisas.

Reciba un cordial saludo.


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JMI.- Efectivamente, no estamos de acuerdo. No hay más que leer mi artículo y los anteriores, donde se rechaza su planteamiento y se argumenta la necesidad de la acción política, tal como la manda-recomienda el Magisterio apostólico, y el Vaticano II en concreto, sin que eso quite que también es necesaria la acción social, cultural, la natalidad de los matrimonios cristianos, etc. Todo junto es necesario.

Y eliminar la acción política y sugerir la algarada masiva popular, tipo Túnez, Egipto... es pasarse tres pueblos.
01/02/11 9:52 AM
  
Fijo Ð Algo
No entiendo porque en el hecho de sublevarse contra la tiranía, nos podemos pasar 3 pueblos. ¿Qué dice el magisterio apostólico? ¿Se han hecho las sociedades para los gobiernos, o los gobiernos para las sociedades? ¿Qué ocurre cuando un sistema de gobierno pierde la legitimidad como consecuencia de su propia corrupción?

Si la democracia, como sistema de gobierno es válido para servir a la sociedad, tengamos democracia. Ahora bien: en el momento que esta se corrompe, y no es una forma viable para el bien común de la sociedad,¿qué problema hay en prescindir de ella como forma de gobierno? ¿es qué el solo sugirir esta posibilidad es pasarse "tres pueblos"?

Usted sin ir mas lejos nos advierte en este mismo artículo de la sacralización de la democracia liberal de partidos, insistiendo precisamente, que "es una superstición diabólica".

Entonces...¿qué otro modelo nos propone? ¿y como llegar a él? ¿únicamente mediante la asistencia a las urnas una vez cada cuatro años?

Porque siendo sinceros, y tratando de llegar al meollo de la cuestión: llegados a este punto, en que nos encontramos con democracias corrompidas hasta la médula, dirigidas por unas tiranías partitocráticas, ¿cual es la solución que nos propone?: -Creación de nuevos partidos confesionales.-

¿Es esta su única solución?



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JMI.- No, no es "mi" única solución.
Los lectores de mi blog saben de sobra que no es eso lo que he escrito.
01/02/11 11:46 PM
  
Grego
Muchas gracias padre.

Este post es la consecuencia lógica -y que culmina de forma espléndida- de los anteriores.

Y de acuerdo en todo, también en que deben existir varios partidos católicos unidos por lo esencial y que sean "amigos" a la hora de la acción política.

Me gusta especialmente que siga sin temblarle el pulso a la hora de explicar así la gran perversión democrática que vivimos, la partitocracia. A lo que habría que añadir el mal de por sí que constituye la democracia liberal. Que además ha degenerado en la peor de las formas posibles. Que además no encuentra apenas católicos que se opongan. Con lo que la situación no puede ser peor.

Ahora bien, algunas dudas y/o objecciones prácticas :

- Esos partidos católicos YA EXISTEN. Y NO SE UNEN. En la práctica ahora Hace falta otra generación de políticos o practicamente un milagro. Un texto de su último punto de la exposición explica perfectamente gran parte del problema que tenemos dentro : "La pésima situación de la política moderna no debe llevar a los católicos a un distanciamiento cauteloso y egoísta, sino justamente a lo contrario: a una participación abnegada, crucificada y redentora, se entiende, de aquellos que reciben de Dios esa vocación. Si no es de ellos, es decir, de Cristo y de la Iglesia, de ninguna parte va a venir hoy la salvación a ese mundo político corrompido." creo que también tendría que interpelar a los políticos presutamente católicos (más o menos explícitamente, cierto) y que no asumen ese grado de cruz, me parece a mí, al no tratar de unificar todas las fuerzas en busca del bien esencial para todos. Como digo, siempre hemos de rezar con confianza pero creo que no podemos (salvo milagro que también hay que pedir, claro) ver apenas fruto a corto plazo en la práctica de la vida política.

- Si la democracia liberal no es un sistema en principio que podamos asumir como católicos (y estoy de acuerdo) entiendo que lo que habría que promocionar políticamente sería una especie de sistema representativo de una capacidad de maniobra limitada por una serie de valores positivos comunes a todos los hombres por ley natural. En los que entrarían perfectamente los principios no negociables expuestos por Benedicto XVI. Lo que no acabo de entender ni de tener una postura clara ¿que diferencias habría a la hora de articular ese sistema representativo respecto al actual? ¿seguiría siendo válido el sufragio universal? Evidentemente, entendiendo que hay listas abiertas. ¿Se limitaría el poder del sufragio individual habiendo representantes que se elegirían de alguna otra manera, teniendo en cuenta las diversas necesidades y grupos sociales? Lo que he leído de Doctrina Social de la Iglesia la verdad es que no aclara estas cuestiones (creo que a lo mejor tampoco es su función aclararlas), pero a la hora de decir que la democracia liberal es una gran fuente de todos los males en política hemos de proponer una alternativa más o menos clara.

Un saludo en el Señor.
02/02/11 2:43 PM
  
Raúl
Yo hasta ahora he votado al PP, pero me parece que a partir de ahora votaré a alguna otra opción alternativa, de inspiración cristiana y orientación española... Y no doy más datos, para que no me digan que hago apología de ningún partido. Cada vez lo tengo más claro, y estoy deseando ya que llegue el día de las elecciones.
02/02/11 10:52 PM

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