(121) Católicos y política –XXVI. ¿Qué debemos hacer?. 13

–Y ahora, partidos confesionales. Yo creo que lo que usted quiere es provocar.
–Exactamente. Provocar una reforma completa, que implica también una reactivación de la vida política entre los católicos.


Al tratar de los partidos políticos católicos, expuse ya previamente lo que no son, lo que no deben ser; y también su necesidad, que los apolíticos y prepolíticos niegan, al menos en la práctica.


Los partidos confesionales, en nuestro caso de inspiración católica, son convenientes y necesarios. Otra cosa es que en ciertas naciones no haya católicos capaces, en calidad y número, para darles existencia. Pero esto es ya circunstancial, y yo considero el criterio general sobre la cuestión. Hemos de tener en cuenta que aquellos que, en contra de la doctrina de la Iglesia, niegan el Estado confesional como algo intrínsecamente malo (105-106), suelen también a veces negar también la licitud o la conveniencia de los partidos confesionales. Procuran en forma oculta o abierta impedirlos, dejan así la acción política para después de la recristianización de la nación, y establecen que, por principio, los católicos vocacionados por Dios a la política deben diseminarse por los partidos ya existentes. Es decir, los políticos católicos deben anularse y desaparecer. Deben suicidarse políticamente, pues los partidos laicos son laicistas (196).

No es ésa la doctrina de la Iglesia. Es verdad que hoy en Occidente no es viable el Estado confesional. Pero es falso que tampoco convengan los partidos confesionales, pues sin ellos queda el pueblo cristiano sin representación política, y condenado por tanto o a abstenerse del voto o a darlo a partidos malminoristas, lo que en el fondo, ya lo vimos también (100), equivale a alimentar una Bestia liberal, que sin el voto de los católicos, en bastantes naciones no podría seguir viva y poderosa, causando estragos.

Por el contrario, la voluntad de la Iglesia es «que los laicos coordinen sus esfuerzos para sanear las estructuras y los ambientes del mundo que incitan al pecado» (Vat. II, LG 36c). Y esto no van a conseguirlo solamente con actividades prepolíticas, culturales y apostólicas, o únicamente con las oraciones de los monasterios contemplativos.

Los partidos de confesionalidad implícita, no confesada, sufren una malformación congénita, pues siendo partidos confesionales, por principio, no-confiesan. Calculan que es suficiente que su partido profese una serie de principios morales y sociales del orden natural, con alguna inspiración del cristianismo, aunque solo sea verbal. Y creen que no es necesario ni conveniente confesar a Dios y a su Cristo abiertamente, pues si se hiciera, el partido perdería el voto de no pocos ciudadanos ajenos al cristianismo, que comparten más o menos sus valores.

Estos partidos de confesionalidad meramente implícita están afectados de varios errores graves:

1.–Niegan el deber de confesar públicamente a Dios y a su enviado Jesucristo «ante los hombres» (Mt 10,32-33), como siempre lo ha enseñado la Iglesia (1885, Immortale Dei; 1925, Quas primas; 1965, Vaticano II, Dignitatis humanæ 1).

2.–Profesan un pelagianismo según el cual los principios cristianos y del orden natural pueden ser vividos por el hombre sin que su naturaleza caída sea auxiliada por la gracia sobre-humana de Cristo, es decir, sin la ayuda de la Revelación y del Magisterio eclesial. En otras palabras, creen posible un cristianismo sin Cristo, un cristianismo que logre una síntesis de principios del orden natural, que de hecho sean aceptables y realizables por los ciudadanos sin la luz y la fuerza de la gracia.

3.–Alegan que un partido explícitamente confesional comprometería necesariamente a la Iglesia; lo que obviamente es falso.

4.–Dan por supuesto que si ese partido alcanzara el poder de gobernar, ciertamente establecería una tiranía religiosa, imponiendo incluso legalmente la moral cristiana a todos los ciudadanos, sin guardar la tolerancia y el respeto que se debe a los no creyentes y a los miembros de otras religiones. También ésta es una previsión falsa.

5.–Estiman también, aunque no lo digan, que el partido confesional no-confesante logrará evitar la persecución del mundo. Mala y vana esperanza, pues solamente podrá ser evitada la persecución si el partido, implícita o explícitamente confesional, renuncia a su propia identidad –deja de ser católico– y está dispuesto a dar culto a la Bestia, como los demás partidos.

Todos estos errores ya han sido previamente denunciados en la exposición de los grandes principios políticos de la Iglesia (97-108), y no es preciso extenderse ahora en su refutación.

Los partidos católicos confesionales deben serlo explícitamente, evitando sin embargo ciertos riesgos, perfectamente evitables. Si cayeran en ellos, quedarían inhabilitados prácticamente para la actividad política.

–Un partido católico debe serlo en la substancia, y no en el nombre. Aunque parezca una contradicción. Concretamente, el canon 216 del Código de la Iglesia asegura que los fieles católicos «tienen derecho a promover y sostener la acción apostólica también con sus propias iniciativas», y lo mismo ha de ser dicho de las actividades políticas; «pero ninguna iniciativa se atribuya el nombre de católica sin contar con el consentimiento de la autoridad eclesiástica competente». Y ningún partido católico confesional conseguirá hoy esa autorización.

Pero hace medio siglo, y anteriormente también, era posible que la consiguiera. Cuentan que en la Italia de mediados del siglo XX unos feligreses consultaron a su párroco a qué partido debían votar. Y el buen cura les dijo que eran plenamente libres para elegir en conciencia entre los diversos partidos, siempre que fuera un partido demócrata y cristiano.

–Un partido católico, aunque no proclame su identidad en el título, ha de confesarla explícitamente en sus Estatutos y programas. En ellos, «sin complejos de inferioridad», como diría Benedicto XVI, el partido confiesa a Dios, a Cristo, a la Iglesia, y profesa abiertamente su propósito de atenerse al orden natural, a la ley de Cristo y a la fidelidad debida al Magisterio eclesial. Lo mismo deben hacer sus diputados y senadores en los discursos políticos, nombrando a Dios y a Cristo, argumentando abiertamente por las exigencias del orden natural, y alegando también las tradiciones cristianas de la nación. Y todo ello sin inhibiciones y con la mayor fuerza persuasiva.

Como señala el Catecismo de la Iglesia Católica, toda institución social parte de una visión de Dios, del hombre y del mundo (2244), y nada impide que un partido confesional católico publique explícitamente cuáles son sus principios filosóficos y religiosos, a los que quiere atenerse en sus actividades políticas.Y aunque el partido no exija de sus miembros la fe, al menos sí habrá de exigirles el respeto y también el reconocimiento de algunos «principios éticos fundamentales e irrenunciables», de los que trataré en otro artículo.

–Un partido católico que gobierne habrá de aplicar sin duda el principio de la tolerancia y del mal menor, tal como la doctrina tradicional de la Iglesia lo ha enseñado siempre (100). Y como es obvio, no es posible aplicar el principio de la tolerancia sin ejercitar un discernimiento prudencial, que habrá de tener en cuenta a todos los grupos integrantes de la nación y otras circunstancias. Por otra parte, los objetos morales y cívicos diferentes no podrán recibir de ningún modo ante las leyes un mismo trato. Si el aborto, por ejemplo, ha de ser prohibido en absoluto, no necesariamente ha de ser penalizado como lo merece, siendo como es un homicidio. Es posible en cambio que, en una nación, convenga prohibir y penalizar la bigamia y toda forma de poligamia. Del mismo modo habrán de ser gobernadas de modos diversos otras realidades malas, como la prostitución, el divorcio, la eutanasia, la unión de homosexuales, etc., con leyes y medidas administrativas diferentes.

–Un partido católico no debe servirse de la Iglesia, y lo haría, por ejemplo, si invocara su identidad católica para conseguir los votos en las elecciones, sin guardar luego fidelidad a esa identidad en la práctica diaria de la vida política. También se serviría de la Iglesia, por ejemplo, si lograra captar muchos votos de católicos gracias a una política firmemente antiabortista, pero profesara al mismo tiempo un economicismo salvaje, muchas veces condenado por la Iglesia. Un partido católico tiene que ser fiel a todas las enseñanzas de la Iglesia.

–Tampoco los partidos católicos deben estar al servicio de la Iglesia, si entendemos esta expresión en un mal sentido. Los partidos cristianos han de estar al servicio de Dios y del bien común temporal de la sociedad, promoviendo políticamente «el saneamiento de las estructuras y los ambientes del mundo cuando inciten al pecado, de manera que todas estas cosas sean conformes a las normas de la justicia y más bien favorezcan que obstaculicen la práctica de las virtudes» (LG 36c). Preparan así con su acción los caminos del Evangelio, y si llegan al gobierno, amparan a la Iglesia ya existente en los modos que sean justos y convenientes según su presencia en la nación.

–Los partidos católicos deben ser fieles a los principios políticos que la Iglesia enseña, pero deben proteger al mismo tiempo su autonomía prudencial para elegir entre las acciones concretas que son conciliables con esos principios. Un partido confesional católico no ha de ser el partido de los Obispos o del clero, ni tiene por qué comprometerlos. Los Pastores no deben dirigir sus opciones políticas prudenciales: no tienen gracia de estado para ello. Y cuando incurren en esa tentación, muy frecuentemente se equivocan. Es verdad que esa injerencia de los Pastores en la vida política no suele darse en mandatos formales, entre otras cosas porque no hay entre los mismos Obispos unanimidad de criterio en campos tan variables y complejos. Esa injerencia, cuando se produce, suele darse más bien en encuentros extra-oficiales entre líderes de la Iglesia y de los partidos; o en forma de omisiones patentes del apoyo jerárquico a ciertas iniciativas, que quedan así frenadas o impedidas.

En consecuencia, cuando los políticos católicos resisten estas presiones indebidas, no cometen normalmente una desobediencia, sino que cumplen con su conciencia y responsabilidad. Por eso ha habido Reyes católicos bien santos que en cuestiones políticas muy concretas llegaron hasta enfrentarse con el Papa. Ellos, precisamente porque eran fieles hijos de la Iglesia, sabían defender la autonomía del poder civil de interferencias indebidas del poder religioso.

–En la promoción del bien común temporal uno es el ministerio de los Pastores y otro el de los laicos. Y si no se conoce y respeta suficientemente esa distinción se siguen grandes males, abusos y confusiones. La autoridad se pierde cuando ejercita sus mandatos fuera de su campo propio. Recordemos, pues, en esta importante cuestión la doctrina bien precisa del Concilio Vaticano II:

«Es obligación de toda la Iglesia trabajar para que los hombres se capaciten a fin de establecer rectamente todo el orden temporal y ordenarlo hacia Dios por Jesucristo. Toca a los Pastores el manifestar claramente los principios sobre el fin de la creación y el uso del mundo y prestar los auxilios morales y espirituales para instaurar en Cristo el orden de las realidades temporales.

«Es preciso, sin embargo, que los laicos acepten como obligación propia el instaurar el orden temporal y el actuar directamente y de forma concreta en dicho orden, dirigidos por la luz del Evangelio y la mente de la Iglesia y movidos por la caridad cristiana; el cooperar, como conciudadanos que son de los demás, con su específica pericia y propia responsabilidad, y el buscar en todas partes y en todo la justicia del reino de Dios. Hay que instaurar el orden temporal de tal forma que, salvando íntegramente sus propias leyes, se ajuste a los principios superiores de la vida cristiana y se mantenga adaptado a las variadas circunstancias de lugar, tiempo y nación» (AA 7).

Por el contrario, cuando los Pastores sagrados dan a los laicos la doctrina política de la Iglesia muy escasamente o solo en formas «políticamente correctas», es decir, según el mundo; cuando les prestan un auxilio espiritual insuficiente, y cuando en cambio, por acción o por omisión, les imponen ciertas opciones políticas concretas, hacen justamente en todo ello lo contrario de lo que deben hacer. Y se producen entonces unos efectos que no es necesario describir, porque desde hace medio siglo ya están ante nuestros ojos. Es un desastre.

El clericalismo ha sido generalmente nefasto en la vida política del pueblo cristiano. No tienen autoridad los Obispos para enseñar que, por principio, conviene más que los católicos se diseminen por los diferentes partidos ya existentes, ya que no es ésta la doctrina de la Iglesia. No es tampoco competencia suya discernir si son o no convenientes los partidos confesionales en su nación. Y los laicos no están obligados a seguir esos eventuales discernimientos políticos concretos, pues son ellos quienes deben decidir en estas cuestiones «con su específica pericia y propia responsabilidad». Por otra parte, no todos los laicos coincidirán ni en sus discernimientos, ni en su vocación personal o de grupo.

Una cosa es, como ya dije, que los laicos procuren la aprobación de la Jerarquía cuando pretenden organizar, por ejemplo, una gran manifestación, con asistencia quizá incluso de Obispos en la misma (114-115). Y otra cosa es que hayan de esperar la aprobación de los Obispos, cuando ésta falta, para «coordinar sus fuerzas» en la acción política concreta, tal como lo recomienda la Iglesia (LG 36).

El clericalismo político lleva implícita la convicción de que el orden natural no tiene consistencia propia, y que las opciones políticas deben tomarse con el objetivo directo de favorecer a la Iglesia. Pero la acción política tiene en la procura del bien común temporal una entidad natural propia, que es anterior a la existencia misma de la Iglesia. Debe ser cristianizada, pero no clericalizada. La gracia perfecciona la naturaleza, pero no la suprime, y debe regirse por sus propias leyes.

Por otra parte, Obispos y sacerdotes no suelen tener la preparación necesaria para el gobierno civil de la sociedad. Y además, siendo ministros de la misericordia divina, no siempre, como es comprensible, saben esgrimir las armas de la justicia para lograr el bien común del pueblo. El gobernante civil, en cambio, «es ministro de Dios, que no en vano lleva la espada, para hacer justicia y castigar al que obra el mal» (Rm 13,4).

–Es deseable que los partidos católicos sean varios, y que no se forme un solo gran partido. Ésta es una cuestión importante, que dejo para el próximo artículo.

José María Iraburu, sacerdote

Post post.- En este articulo me ha ayudado especialmente el de Luis María Sandoval, La pluralidad de partidos políticos, en la Revista Arbil nº 69.


Índice de Reforma o apostasía

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17 comentarios

  
Ricardo de Argentina
Bueno Padre, es éste un final a toda orquesta. ¿O no es el final todavía?

Reconozco que me ha sorprendido, su propuesta es realmente revolucionaria, de tan obvia que es.
Me parece que vivimos tan confundidos que lo obvio pasa por delante de nuestras narices y no lo percibimos.

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JMI.- No, hijo, no. No es el final.
Y yo que pensaba dedicar en REFORMA O APOSTASÍA no más de 2 o 3 artículos a la necesidad de reactivar la misión política de los católicos... Y ya ve usted.
Por lo visto, es que me cuesta explicarme.
20/01/11 7:28 PM
  
Eduardo Jariod
Mientras vivamos en (o padezcamos) una sociedad profundamente descristianizada como la actual, y siendo ésta la que elige democráticamente a sus representantes, poco se va a poder lograr por medio de los partidos políticos confesionales. Occidente no es el Islam fundamentalista. Es un pueblo secularizado o apóstata quiene elige a sus líderes; este es el hecho del que debemos partir para analizar la situación actual. Lo demás son desarrollos doctrinales tan hermosos como irreales e irrealizables. Y ni lo irreal ni lo irrealizable es el terreno de la política. O no lo debería ser.
20/01/11 9:29 PM
  
Ricardo de Argentina
Eduardo, permíteme dos acotaciones a tu comentario:
Primera, que si se logra poco como dices, eso no obsta la propuesta del Padre. Él no asegura que se logre mucho, ni falta que hace, nuestro es el bregar, de Dios el triunfo, El da la victoria. Si quiere y aún contra las previsiones humanas más confiables.
Segunda, que no es el pueblo quien elige a sus líderes. Ni tampoco sus líderes son sus líderes, sino meros gerentes. Es el Partido quien los elige, y la ciudadanía OPTA entre las pocas propuestas viables que se le ofrecen. Y opta por gerentes, por gente manejable, generalmente con algún pasado que esconder, por lo cual son más dóciles todavía.

Ahí está la esencia del sistema democrático, ahí está la trampa : sólo te permiten optar por los malos elegidos por los partidos. Cosa que ellos cínicamente confirman cuando se autodefinen como "el menos malo de los sistemas". Pues sí, el malminorismo es ley y es norma en democracia : te ofrecen dos malos, elige!

Por eso la propuesta del Padre es revolucionaria, porque rompe este esquema ofreciendo a la ciudadanía una o más opciones BUENAS. Pues eso es algo nunca visto en la democracia.
21/01/11 12:10 AM
  
Martin Ellingham
P. Iraburu:

Acaba usted de dar meter el bisturí en el núcleo de un viejo problema: la distinción entre confesionalidad formal y sunstancial. Ojalá tuviera tiempo para explicarme más y mejor, pero sólo puedo decir lo siguiente: la distinción es útil se se quiere evitar partidos "decorativamente" católicos; es nefasta si se emplea para suprimir, o banalizar, la dimensión formal de la confesionalidad católica, y olvidar que hay de deber de confesar públicamente a Cristo tanto en un plano individual como comunitario.

La distinción que mencionó, se utilizó para tergiversar el Magisterio, y desmontar la confesionalidad de un Estado; se dijo que sólo importaba la inspiración cristiana pero no el culto público. Luego se redujo la inspiración cristiana a derecho natural, suprimiendo lo divino-positivo. Y así llegamos a la tragedia actual.

También acierta Ud. al señalar el efecto anestésico de conciencias que tiene el liberalismo católico: es muy cómodo no entrar en colusión con el mundo, y disfrutar de los beneficios de una clase parasitaria pagando peaje doctrinal.

Felicitaciones. Porque la verdad no depende del número, mal que le pese a la "neo ortodoxia" dominante...

Saludos.


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JMI.- Añado en negritas un par de sílabas que, me parece, se lo despistaron.
21/01/11 12:10 AM
  
Fijo Ð Algo
Me pregunto yo,(si no es mucho preguntar), si usted Padre ha tenido en cuenta en todo este asunto de los partidos confesionales, a la labor de los "hijos de las tinieblas", que harán su parte.

Digo esto, porque ya han existido, y me consta que existen hoy por hoy, partidos confesionalmente católicos, en Occidente.

Ahora bien, los hijos de las tinieblas (sean estos hijos del liberalismo, del socialismo, del comunismo o simplemente de la viuda), como buenos cucos astutos que son, tienden a plantar sus propios huevos en los nidos de los partidos confesionales, para que una vez que despunten los otros "huevos", estos polluelos "cucos", deboren a sus "hermanos" nada mas salir del cascarón, neutralizando efectivamente al partido confesional desde sus adentros y desde sus inicios.

Es así, y en mi opinión, como no hay partido confesional que prospere y que haya prosperado a día de hoy.

No sé si a usted, le parecerá una teoría conspiranoica o no. El caso es que ahí lo dejo, en caso de que tenga que decir algo al respecto.

TVENSJC
21/01/11 8:55 AM
  
santodomingo
Padre, estoy de acuerdo con lo que dice sobre la necesidad de la confesionalidad en la política. Yo estoy en la lucha pro-vida y veo una preocupante obsesión entre mis compañeros por disimular su condición de católicos. Por ejemplo, me prohiben ir a institutos a dar charlas porque saben que hablo explícitamente de Dios y la moral de la Iglesia. En nuestros actos en la ciudad está prohibido rezar. Parece que les da vergüenza ser lo que son.

Varias veces les he argumentado que si nosotros mismos nos censuramos, no debemos sorprendernos de que los poderosos nos quiten la libertad de expresión y de culto.
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JMI.- En varios artículos anteriores (22-27 ss) hablé bastante a fondo de la debilitación enorme del lenguaje católico tanto hablando a la gente mundana como dentro mismo de la Iglesia.
21/01/11 9:52 AM
  
Martin Ellingham
Pater:

Agradecido por las correcciones.

Parafraseando a T. Jiménez Urresti, la confesionalidad explícita requiere: dar a la Iglesia no sólo un reconocimiento especial por motivos históricos y/o sociológicos, sino el reconocimiento de sociedad pública religiosa, de derecho divino positivo, y por títulos divinos. El motivo formal del reconocimiento: la Iglesia es la única institución religiosa positivamente querida por Dios, en la que se encuentra la única religión verdadera.

Lo que no se exige que el partido se denomine "partido católico" o "movimiento político Virgen del Pilar".

Saludos.
21/01/11 12:20 PM
  
Eduardo Jariod
Ricardo de Argentina

De acuerdo con tus dos observaciones, Ricardo. Pocas cosas me gustaría más que la existencia de fuertes partidos verdaderamente confesionales con gran implantación en la ciudadanía y que la partitocracia no existiera, y sí una democracia en el más genuino sentido del término: separación real de poderes, cámaras que representaran en verdad al electorado, y prosecución del bien común por la clase política, entendido aquél bajo una visión antropológica de la humanidad respetuosa con la ley natural. Pero todo esto no forma parte, en ninguno de sus aspectos, de la realidad sociopolítica que vivimos en Occidente (menos aún en España). Es más una meta a alcanzar que una hipótesis de trabajo.

Toda mi confianza está puesta en la propia naturaleza humana iluminada por Dios. El nihilismo y el relativismo que nos venden machaconamente por todos lados lleva de forma indefectible a la más sórdida de las tragedias humanas. En el vacío, en la nada, en el puro placer sensual compensatorio, nadie puede aguantar mucho tiempo sin caer en la desesperanza más invalidante, cuando no en la más autodestructiva desesperación. Y cuando ello ocurre, (y ocurre con una frecuencia desoladora en nuestros días) sólo hay dos caminos: el triunfo de la muerte o volver a descubrirse, a descubrirnos. Y ese proceso lleva a Dios de un modo u otro, si avanzamos suficientemente en ese viraje interior.

Esa vuelta a Dios quizá no sea en muchos casos explícita en estos momentos, pero sí se da la recuperación y el respeto por los viejos valores morales o virtudes y por las instituciones en los que se enseñaban y aprendían: la familia, el matrimonio, la vida afectiva ordenada al compromiso de una relación de amor en fidelidad, en un proyecto de compartir una vida con otro para siempre.

En el corazón humano, donde reside Dios como su lugar natural, tengo puesta toda mi esperanza. Y esto tiene unas implicaciones morales, políticas y sociales formidables. Aún vence la ceguera y la fascinación por el abismo que se disfraza de una falsa felicidad. Pero esa vuelta a Dios, implícita o explícita, acabará produciéndose. De lo contrario, nos extinguiremos como los dinosaurios; a ellos les mató el cambio de clima y a nosotros nos aniquilaría nuestra propia mentira acerca de nosotros mismos.

De esa vuelta a Dios surgirán los verdaderos líderes y un verdadero pueblo. Pero ese proceso empezará desde abajo. Y aunque muy incipiente todavía, ya comienza tímidamente a vislumbrarse.
21/01/11 3:52 PM
  
estéfano sobrino
Enhorabuena: ¡muy buen resumen de la cuestión!

El problema de esta serie de artículos es que tiene que conjugar la "teoría general" con "las distintas realidades prácticas" de cada país. Que no es lo mismo ser católico en China, Rusia, Marruecos, Inglaterra, México, USA... ni en el sigro XVI, XIX o XXI...

Y claro, los lectores lo primero que vemos es "lo de mi pueblo hoy", y a veces nos cuesta ampliar miras.

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JMI.- Siempre que puedo hago alusión a que según naciones, situaciones, etc. las posibilidades y conveniencias prácticas serán diversas. Si un lector español, p.ej., lo traduce todo aplicado solo a España, será culpa suya. Hasta cierto punto es inevitable.
21/01/11 7:37 PM
  
Ricardo de Argentina
Creo que todo lo que sensatamente dices, Eduardo, no obsta el proyecto del Padre sino que lo confirma. Porque si bien sería un milagro que la Pax Democratica abriese paso a una nueva Cristiandad, o a algo que se le parezca según los tiempos que corren, has de reconocer que :

* Los milagros son posibles.
* Los milagros de este tipo exigen que nosotros pongamos los panes y los peces.

Pues creo que de eso se trata.


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JMI.- Bien dicho, Ricardo.
22/01/11 3:32 PM
  
Emiliana
Para TODOS LOS QUE LEEN Y PARTICIPAN:

Este blog del Padre JMI, contiene la SABIDURIA DIVINA, que será no solo para nosotros sino para las FUTURAS generaciones, pues contiene las VERDADES DE FE SILENCIADAS durante muchos añoooss, y en un tema tan trascendental como es la politica, pues de ella dependemos todos los habitantes del planeta Tierra. Tal vez sean semillas de verdad sembradas en los corazones de muchos vocacionalos por Dios a ella y que dará fruto cuando sólo El quiera, lo importante es leer y volver a leer pues es AGUA VIVA.

Lo que tenemos que tener bien claro es que la lucha por el reino de Dios y su Justicia siempre debe estar viva en nosotros, veamos las cosas como las veamos, como decía el padre en uno de sus artículos: "Estamos dispuestos a esperar asi sean 400 años". es la idea.

Pero lo que definitivamente necesitamos con URGENCIA son "SANTOS". Pues para que se dé todo este equilibrio que el padre comenta, en un partido politico confesional, debe estar integrado por hombres que no busquen solo su beneficio en la posición que le otorga su cargo, que no tienen su contento en esta tierra sino en el CIELO, hombres capaces de trascender el tiempo en esta vida (que son 100 años máximo de vida) y contemplar la ETERNIDAD, donde seremos gobernados por la BONDAD ABSOLUTA.

Gracias Padre...
22/01/11 5:11 PM
  
Grego
Muchas gracias de nuevo padre.

La verdad es que este post me da algo de luz a la hora de afrontar la confesionalidad católica de un partido político, algo de lo que no acabo de definirme del todo.

Tengo claro que un partido político que quiera (como es deber de los seglares en el mundo temporal, cada uno en su ámbito y con sus posibilidades) "instaurar todas las cosas en Cristo" debe tener una inspiración cristiana que se traduzca en la fidelidad de sus Estatutos y programa a la Doctrina Social de la Iglesia.

Por otro lado cuando he oído o leído discutir de estos temas se decía que la "confesionalidad" te ataba concretamente a la Jerarquía de la Iglesia y que esta tenía que "supervisarte" y darte el "visto bueno". Con todo esto no era lo peor, porque, claro, se decía que la Iglesia entonces quedaba "comprometida" con el partido. Y en los tiempos actuales bien sabemos que la Iglesia quiere aparecer, de puertas afuera, lo más libre de cualquier compromiso partidista. Entiendo que lo anterior sería para la confesionalidad "en el nombre", no obstaculizando el que se sea confesional en la substancia. Si no es así, indíquemelo.

Al final, quedarse meramente en la inspiración cristiana sin proclamar explícitamente la referencia a Dios (lo que no significa hablar de Dios a todas horas) va como carcomiendo y devaluando el ser y el obrar católico del partido, llevándolo cada vez más a confundirse con los demás y a buscar el mero pragmatismo en sus propuestas y acciones.

Y esta es una clave principal : en las empresas católicas en la vida pública (instituciones, asociaciones, partidos políticos...) nos pasamos la vida "prostituyendo" nuestro mismo ser católico, lo que nos da sentido, al posible pragmatismo a corto plazo. Y ahí dejamos de confiar en Dios. Y ahí dejamos de orar. Y ahí confiamos en nuestras solas fuerzas. Y esto puede ser de forma muy progresiva pero inexorable. Queremos instaurar el Evangelio sin practicar el Evangelio "A quién me confiese delante de los hombres...". Y eso Dios no lo puede bendecir.

La influencia real en la política y la sociedad de un partido católico puede parecer un milagro irrealizable, pero es que generalmente lo vemos desde nuestras solas fuerzas, sin contar realmente con la acción directa del Espíritu. Y por tanto sin rezar. ¿Qué sería pues lo primero? La oración constante, el ayuno, la ofrenda de vida. ¿Esto lo mantenemos como fuente de vida más importante y lo practicamos constantemente en nuestras iniciativas político-sociales?

Yo mismo he sido en parte esclavo de esa mentalidad en un partido político de inspiración cristiana. En el que se podía ver por muchos como "conveniente" no hablar explícitamente de Dios. Y por ello ya estamos practicando en cierta forma eso de que "el fin justifica los medios". Aun sin ser en el fondo consciente de ello. Unos medios como vemos contrarios al final a la Voluntad de Dios y a la Doctrina de la Iglesia. Y eso al final pasa factura y te lleva a desmentir u ocultar en parte con tus obras tu propia identidad.

Por eso, estoy con el Padre Iraburu. Defiendo la confesionalidad explícita, aunque en substancia. NO VALE SÓLO CON PROCLAMAR LA INSPIRACIÓN CRISTIANA. HAY QUE MENCIONAR EXPLÍCITAMENTE A DIOS COMO EL ORIGEN Y EL FIN DE TODO. EXPLICANDO QUE EL BIEN DE TODO HOMBRE ES A LO QUE SE ORDENA EL MUNDO NATURAL SEGÚN DIOS CREADOR.

Además ¿queda mucho espacio para evangelizar a los no creyentes (entiendo que un fin principal también de la política) si no es hablando explícitamente de Dios?


Pero claro, también es cierto que practicamente nadie habla en las homilías, ni en las catequesis, ni en las predicaciones católicas de lo que el mismo Concilio Vaticano II dijo. Entre otras cosas que la finalidad de la acción apostólica de los seglares es "instaurar todas las cosas en Cristo" (reinado social de Cristo) y que deben operar en la sociedad y en la política para reflejar en el mundo la consagración personal que por el bautismo poseen (consagración del mundo). Rompiendo el orden natural como se está rompiendo no esperemos conservar el orden espiritual como si no tuviese nada que ver y fuera un mundo totalmente separado como el mundo de las ideas de Platón. Los "angelismos" (potenciados por muchos pastores y guías espirituales), la despreocupación efectiva de casi toda la Iglesia (incluyendo, y con más responsabilidad, a los passtores) por la política y el reina y la búsqueda general de la comodidad y del bienestar personal materialista entre muchos bautizados nos llevan a donde estamos.

Y personalmente estoy más que harto de complejos católicos (los míos los primeros) en todas asociaciones pro-vida, grupos de amigos, grupos en el trabajo... en los que NOS AUTOCENSURAMOS HABLAR PÚBLICAMENTE DE DIOS. Concretando, ese es el gran motivo de división y la razón de mucha ineficacia del movimiento pro-vida en España. Y creo que una causa importante, aunque esto es más complejo y hay más causas, de que no surja un partido político católico fuerte y con algo de representatividad política.

Dicho lo cual, creo que hoy en día es muy difícil separar, como dice una confesionalidad en el nombre de en la substancia. Para casi todos, incluso en la Iglesia, sería un partido confesional. Para casi todos, lógicamente, no tendría sitio en la vida pública. Pero es que además muchos en la Iglesia se verían comprometidos y obstaculizarían dicho partido, para no decantarse claramente por él o, confundiendo lo que sería la confesionalidad, decir que ese partido debería sujetarse en todo a la Iglesia jerárquica. Así lo veo. No digo que no tenga que crearse por eso, pero en la propia Iglesia habría un gran obstáculo. ¿Cómo lo ve, padre? Y yo también tengo una duda al respecto ¿sería igual en todo caso la separación que la Iglesia como Institución debería tener de este partido que la que tiene de todos los demás? ¿sería el mismo tipo de relación?

Un saludo fraterno.
22/01/11 8:15 PM
  
Eduardo Jariod
Así es, Ricardo. Nada puedo añadir. Como dice el P. Iraburu, bien dicho. Quizá en lo único que difiera con él es en la vía para conseguir el mismo fin que deseamos. Con todo, es la intervención de Dios, milagrosa o no, la que decidirá nuestro destino. Como siempre ha sido.
23/01/11 7:01 PM
  
Jose Javier Escanero Pina
Padre Iraburu: Totalmente de acuerdo con usted.
Lo curioso, es que siempre he creído que los partidos (en plural) confesionales, son necesarios al menos en España; pero tanta soledad y tantas opiniones en contra he oído, aunque no me convencían; que ya pensaba que era una causa perdida.
Ahora veo que no estoy solo.
Gracias padre.
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JMI.- Bueno, ya somos 2 y alguno más. Algo es algo.
"El Rdelos Cielos se parece a un grano de mostaza, que siendo el más pequeño de"... etc.
24/01/11 6:21 PM
  
cristina moreno
Me gustaría copiar aquí lo que ha dicho Angela Merkel,en el reciente congreso de su partido, la CDU, que en Alemania "no tenemos mucho islam, sino poco cristianismo".Esto ha sido portada del The New York Times, que recoge sus palabras: "seamos más abiertos para mostrar que somos cristianos".
Un saludo,
cristina
24/01/11 10:08 PM
  
Lostrego
Padre muchas gracias de nuevo. Claro que tiene que haber partidos que se confiesen catolicos....regidos por una legion de hombres, de santos, que lo mantenga con la oracion. Así son todas las cosas catolicas: Estan fundadas sobre la oración de sus miembros, sino acaban desparramando. Por supuesto que la frase: El hombre del siglo XXI, será un mistico o no será. Es aplicable a la politica tambien. Un abrazo
25/01/11 3:00 PM
  
Liliana
Padre Iraburu su propuesta para gobernar con verdadera responsabilidad y para el bien en común, donde todos tienen las mismas posibilidades de crecer culturalmente a través de una educación Tomista seguido por un digno trabajo, para no ser carga de nadie ni autor de discriminación, ni difamación, todo esto es posible para un gobierno conciente que tal autoridad es creada por Dios donde el hombre es administrador de El al servicio de todo un pueblo, creyente cristiano católico, o no, a los que no se obliga vivir como creyente, si a respetar la ley natural por amor a sus propias vidas.
No se como hará Dios para hacer nacer de lo alto, algo que es imposible para el hombre de hoy, que no confía en las fuerzas sobrenaturales, sino en sus propias fuerzas, que no tardan en esclavizar a un pueblo con una cantidad de impuestos injustos, acondicionando hasta el libre transito por el país, para poder gobernar a un pueblo sin educación sin justicia y sin dignidad, porque todo esta adulterado por sacar a Dios de la sociedad y de los sistemas.
En nombre de Cristo y en manos del Padre queda su acertada propuesta padre José María para que el Espíritu Santo ilumine o convierta en realidad, partidos cristianos, o sea una porción verdadera de laicos católicos practicantes en todos los países.
Un abrazo.

25/01/11 3:27 PM

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