(100) Católicos y política –V. doctrina de la Iglesia. 3
–Ya van cien artículos. Que el Señor le conceda escribir cien más.
–Cuando cumplió León XIII los 90 años, un diplomático le dijo al felicitarle: «Santidad, que Dios le conceda llegar a los cien». A lo que el Papa respondió: «Hijo, no pongamos límites a la misericordia de Dios».
Continúo exponiendo los principios fundamentales de la Iglesia en su doctrina sobre la política. Lógicamente la síntesis que presento se apoya sobre todo en los documentos que tratan del tema con mayor fuerza magisterial: encíclicas monográficas –todas anteriores al último Concilio–, Vaticano II, Catecismo de la Iglesia y otros documentos actuales importantes. Ya he expuesto que 1º,–la autoridad política de los gobernantes viene de Dios; 2º.–que las leyes civiles tienen su fundamento en la ley natural, en un orden moral objetivo (97), y que 3º.–hay que desobedecer las leyes injustas y combatirlas (98). Sin embargo, la doctrina política de la Iglesia tiene también en cuenta
4º.–el principio de la tolerancia y del mal menor. No siempre es posible lograr una coincidencia entre el orden moral y el orden legal de la ciudad secular, sobre todo en aquellas naciones en las que la mayoría de los ciudadanos, al menos en cuestiones políticas, son culturalmente liberales, y se rigen sin referencia alguna a Dios y al orden natural. Cuando se produce históricamente esta realidad socio-política lamentable, los cristianos no deben conformarse de modo derrotista con los males vigentes, como si fueran éstos insuperables, pero tampoco deben pretender una cristianización total e inmediata de la sociedad, en la que sólo se admitan aquellas leyes perfectamente conformes con la razón natural y el Evangelio. Los cristianos, con sano realismo, han de procurar el bien común con todas sus fuerzas, pero al mismo tiempo deben reconocer el principio de la tolerancia en ciertas cuestiones.
Una formulación precisa del principio católico tradicional de la tolerancia y del mal menor la hallamos en Santo Tomás, que enseña la razón más profunda de ese principio:
“Dios, aunque es omnipotente y sumamente bueno, permite que sucedan males en el universo, pudiéndolos impedir, para que no sean impedidos mayores bienes o para evitar males peores. De igual manera, los que gobiernan en el régimen humano rectamente toleran algunos males para que no sean impedidos otros bienes o para evitar males peores". Y cita a San Agustín, que consideraba prudente no eliminar la prostitución (STh II-II,10,11). Los burdeles han sido llamados “casas de tolerancia".
En la encíclica Libertas (1888, n.23) reafirma León XIII ese mismo principio, y añade:
«Cuanto mayor es el mal que a la fuerza debe ser tolerado por un Estado, tanto mayor es la distancia que separa a este Estado del mejor régimen político. De la misma manera, al ser la tolerancia del mal un postulado propio de la prudencia política, debe quedar estrictamente circunscrita a los límites requeridos por la razón de esa tolerancia, esto es, el bien público. Por este motivo, si la tolerancia daña al bien público o causa al Estado mayores males, la consecuencia es su ilicitud, porque en tales circunstancias la tolerancia deja de ser un bien…
«En lo tocante a la tolerancia, es sorprendente cuán lejos están de la prudencia y de la justicia de la Iglesia los seguidores del liberalismo. Porque al conceder al ciudadano en todas las materias una libertad ilimitada [leyes, p. e., que legalizan el divorcio, el aborto, las parejas homosexuales, la eutanasia], pierden por completo toda norma y llegan a colocar en un mismo plano de igualdad jurídica la verdad y la virtud con el error y el vicio» (23).
–El principio de la tolerancia es mal entendido cuando se aleja del sano realismo, antes aludido, y entra de lleno en un realismo morboso, que no sólamente produce leyes imperfectas, sino que origina leyes injustas, criminales, contrarias a Dios, al orden natural y al bien común de los hombres. La ley inicua, en ese caso, «ya no será ley, sino corrupción de la ley» (iam non erit lex, sed legis corruptio: STh I-II,95,2).
Algunos hay que no entienden bastante que las leyes corruptas son corruptoras. Así como las leyes buenas son caminos que ayudan al pueblo a caminar hacia el bien, las inicuas le llevan a la perdición, no necesariamente, por supuesto. Muchas leyes inicuas de los actuales Estados liberales –democráticos o totalitarios– son caminos de perdición para el pueblo, están totalmente privadas de auténtica validez jurídica, y conducen a la degradación moral y cultural de una nación, a su disminución demográfica, a su debilitación y sujeción a otros pueblos más fuertes. Es muy difícil considerarlas en conciencia como males menores que deben ser tolerados.
–Los católicos deben aplicar el principio de la tolerancia con un discernimiento cuidadoso, que ha de estar libre de los condicionamientos mundanos, que son falsos, sutiles, continuos y muy poderosos. Puede iluminarnos en esta cuestión tan delicada la enseñanza concreta que da Juan Pablo II al tratar de las leyes reguladoras del aborto. En la encíclica Evangelium vitæ, de 1995, comienza por advertir que «en la cultura democrática de nuestro tiempo se ha difundido ampliamente la opinión de que el ordenamiento jurídico de una sociedad debería limitarse a percibir y asumir las convicciones de la mayoría y, por tanto, basarse sólo sobre lo que la mayoría misma reconoce y vive como moral» (69).
Rechaza el Papa estas doctrinas, y afirma que «la raíz común de todas estas tendencias es el relativismo ético que caracteriza muchos aspectos de la cultura contemporánea. No falta quien considera este relativismo como una condición de la democracia, ya que sólo él garantizaría la tolerancia, el respeto recíproco entre las personas y la adhesión a las decisiones de la mayoría, mientras que las normas morales, consideradas objetivas y vinculantes, llevarían al autoritarismo y a la intolerancia» (70).
Reconoce Juan Pablo II, sin embargo, que «ciertamente, el cometido de la ley civil es diverso y de ámbito más limitado que el de la ley moral […] En efecto, la función de la ley civil consiste en garantizar una ordenada convivencia social en la verdadera justicia, para que todos “podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad” (1Tim 2,2)» (71).
Pero las leyes más criminales, como ya vimos (98), deben ser no sólamente desobedecidas, sin combatidas con fuerza, ya que nunca pueden ser toleradas en razón del mal menor. Concretamente, sigue diciendo el Papa, «el aborto y la eutanasia son crímenes que ninguna ley humana puede pretender legitimar. Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia. Desde los orígenes de la Iglesia, la predicación apostólica inculcó a los cristianos el deber de obedecer a las autoridades públicas legítimamente constituidas (cf. Rm 13,1-7, 1 P 2,13-14), pero al mismo tiempo enseñó firmemente que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29). Ya en el Antiguo Testamento, precisamente en relación a las amenazas contra la vida, encontramos un ejemplo significativo de resistencia a la orden injusta de la autoridad. Las comadronas de los hebreos se opusieron al faraón, que había ordenado matar a todo recién nacido varón. Ellas “no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los niños” (Ex 1,17). Pero es necesario señalar el motivo profundo de su comportamiento: “las parteras tenían temor de Dios” (ib.)…
«En el caso, pues, de una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto o la eutanasia, nunca es lícito someterse a ella, ni participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el sufragio del propio voto.
«Un problema concreto de conciencia podría darse en los casos en que un voto parlamentario resultase determinante para favorecer una ley más restrictiva, es decir, dirigida a restringir el número de abortos autorizados, como alternativa a otra ley más permisiva ya en vigor o en fase de votación […] En el caso expuesto, cuando no sea posible evitar o abrogar completamente una ley abortista, un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública. En efecto, obrando de este modo no se presta una colaboración ilícita a una ley injusta; antes bien se realiza un intento legítimo y obligado de limitar sus aspectos inicuos» (73).
Queda claro, pues, este principio doctrinal: la tolerancia del mal menor en cuestiones políticas y en otras es moralmente lícita, y a veces es un deber de conciencia, cuando el cristiano se ve en la obligación de elegir entre dos males, uno mayor y otro menor. Aunque, tratándose de opciones políticas, puede también a veces ser lícita la abstención del voto. Y nunca la tolerancia o la abstención eximen del grave deber de combatir las leyes injustas, procurando su derogación.
Los partidos malminoristas, sin embargo, corrumpen el principio de la tolerancia del mal menor cuando lo convierten en la estrategia sistemática de su actividad política. Javier Garisoain lo explica bien en su artículo Doctrina y táctica del mal menor. Entendemos aquí por partido malminorista (P.Mm) al partido que sea cristiano-liberal, es decir, aquel que, teniendo alguna filiación cristiana –por eso alcanza a ver el mal como mal–, y adoleciendo también de una visión liberal –por eso ve el mal como menor–, considera sistemáticamente el mal menor como tolerable, de tal manera que no se empeña realmente en combatirlo y superarlo con el bien. Su idea de la tolerancia no es la de la doctrina de la Iglesia, sino la del liberalismo, la del relativismo o la de filósofos como John Locke, Carta sobre la tolerancia (1689).
Un partido malminorista puede canalizar indefinidamente los votos de los católicos, poniendo buen cuidado en que no se organicen para actuar con fuerza en el campo político. Quizá –sobre todo si andan eclesiásticos de por medio– justifique su posición alegando que hay que evitar un enfrentamiento de la Iglesia con el mundo moderno. De este modo colabora no sólamente a la degradación del mundo secular, sino también a la debilitación progresiva de la Iglesia.
–El malminorismo ni combate el mal, ni promueve con eficacia el bien común. No combate con todas sus fuerzas el mal, ni el menor ni el mayor. Hace del mal menor un supuesto histórico necesario, continuo, progresivo, irreversible, insuperable. Y a lo largo de los años, optando una y otra vez por el mal menor entre los diversos males ofrecidos como opciones políticas por los enemigos de Dios y del hombre, va retrocediendo siempre, va descendiendo por una escalera de males menores, cada vez mayores. El malmayorismo y el malminorismo son como el acelerador y el freno de un mismo coche, y ambos están de acuerdo en la dirección que el volante señala.
De este modo, el malminorismo se deja conducir por los malos, que llevan siempre la iniciativa, y colabora a que el pueblo sea conducido al Mal mayor, al Mal común, a la corrupción de la vida social, a la degradación de los pensamientos y de las costumbres. Pasará por todo antes de verse hundido en el sehol de la marginación política. Está dispuesto a pagar cualquier tributo con tal de mantenerse en las instituciones políticas, si es posible en el poder, y si no, al menos, en una oposición cuantitativamente considerable. Será una oposición que no se opone, y que aun alcanzando el poder, mantiene las leyes pésimas establecidas antes por los malos. Se comprende bien que el idealismo de los jóvenes católicos no halle atractivo alguno en un partido que, renunciando a procurar eficazmente el bien, se limite a reducir en lo posible el mal. Un partido así podrá atraer sobre todo por las ventajas que ofrece en el campo económico, social y profesional.
–La tolerancia malminorista lleva a un pacificismo extremo. Ignora que las leyes injustas de los Estados monstruosos deben ser no sólo desobedecidas, sino también combatidas en cuanto sea posible.
1. Las batallas armadas, es cierto, como ya señalé (98 in fine), casi nunca pueden hoy reunir las condiciones exigidas para una guerra justa. Pero estos tolerantes pacifistas se avergüenzan hasta de aquellas guerras que fueron justas y necesarias, como las que defendieron Europa de la invasión del Islam –Poitiers, Navas de Tolosa, Lepanto–. Si por ellos hubiera sido, hoy estaría Europa llena no de catedrales, sino de mezquitas. Pero hay más.
2. Las batallas culturales, tan decisivas, tampoco son dadas por el malminorismo, que renuncia a presentar combate real en el Congreso, en los medios de comunicación, en escuelas y universidades, en el campo de la sanidad. Aunque alcance el poder político, estas batallas de la cultura seguirán perdidas, pues ni siquiera las combate pudiendo hacerlo. No se atreve a decir la verdad, supuesto que la conozca. Se conforma si es el caso con elevar recursos al Tribunal Constitucional, con organizar un Congreso académico o una manifestación –todo lo cual está bien–, y con aducir en el debate político débiles argumentos que, al silenciar la verdad verdadera, están de antemano condenados al fracaso. Piensa quizá que en formas más combativas haría en política un flaco servicio a la Iglesia, enfrentándola con el mundo relativista imperante, y que pondría tensa división allí donde hay pacífica unanimidad social en el error liberal-relativista… Qué sé yo qué errores y horrores piensa. Pero es cierto y comprobable que:
–el malminorismo se niega a dar el testimonio de la verdad, y eso le hace impotente para procurar el bien, que ni siquiera intenta. «Yo he venido al mundo para dar testimonio de la verdad», dice Cristo (Jn 18,37), y ésa es la vocación de todo cristiano. Pero un partido político que no se atreve a decir públicamente la verdad, que no se atreve a afirmar con fuerza el vínculo necesario que sujeta el mundo creado a su Creador (Vat. II, LG 36), que se autoprohibe incluso mencionar el nombre de Dios, exilándolo de la vida política, que se abstiene de aducir los argumentos potentísimos del orden natural y de las tradiciones nacionales, y que, por el contrario, durante decenios se orienta por la tolerancia del mal menor, limitándose a aceptarlo –primero quizá como hipótesis posibilista–, y finalmente a apoyarlo –como tesis liberal que asimila–, es un partido que en realidad se somete a la dictadura del relativismo, propia de una democracia liberal. Es para la nación una peste.
De este modo el malminorismo colabora a que el voto de los católicos ayude a la ruina acelerada de la nación, consigue la anulación total de los católicos en la vida política de los pueblos, y pone a la especie del político católico en grave peligro de extinción. Hace unos años la representante de un partido malminorista respondía a los periodistas que le preguntaban por qué su partido se oponía a una ampliación de los supuestos legales para el aborto: «Pensamos que no hay para ello una verdadera demanda social». Inefable… Los políticos católicos incapaces de dar testimonio de la verdad irán –ya han ido– al «basurero de la historia» (Trostky).
Todo esto que digo puede verificarse, por ejemplo, en la legalización del «matrimonio» homosexual. Las leyes pro-gays han venido siempre posibilitadas socialmente por previas batallas culturales sucesivas, en las que se integraban escritores, cantantes, partidos políticos de izquierda, actores, cine, televisión, prensa. Las conquistas-derrotas habidas en el campo legal han sido siempre precedidas por victorias-derrotas en el campo socio-cultural. Ante este proceso obvio, normalmente los malminoristas no combatían de frente ni unas ni otras batallas. Casi ni se daban por enterados.
–El lobby gay, con acciones propias y con las colaboraciones aludidas, ha ido imponiendo la mentira: la unión homosexual es tan natural y sana como el matrimonio, es simplemente una alternativa sexual. De este modo, consigue en pocos años la inscripción civil, la consideración jurídica de «matrimonio», el derecho a la adopción, las leyes de educación que exijan la enseñanza de sus errores y horrores a todos los niños y adolescentes, y la proscripción social y legal –absolutamente intolerante– de maestros, escritores, sacerdotes y políticos que afirmen públicamente que el ejercicio de la homosexualidad es una desviación morbosa, que va contra natura. La intolerancia gay es absoluta: esas personas, que ellos llaman homófobas, pueden ser multadas, depuestas de sus cargos, castigadas con cárcel. Para conseguir la no-discriminación de los gays, se ha logrado introducir en la legislación discriminaciones totamente abusivas, que sobre todo afectan a políticos (como Rocco Buttiglione), sacerdotes (como Obispo Léonard, pastor Kreutzfeld), profesores, etc.
–El partido político malminorista comienza por silenciar la verdad: no menciona a Dios, que condena los actos de homosexualidad, no se atreve siquiera a defender el orden natural, afirmando que mientras la unión heterosexual es sana, fecunda, buena para la sociedad, conforme con la naturaleza, la unión homosexual, por el contrario, es morbosa, insana, estéril para el bien común y contraria a la naturaleza. Podría argumentar esto con mucha fuerza, porque es de sentido común y hay estudios científicos que lo demuestran de modo irrefutable (ver, p. ej., los mayores de 18 años, Miguel Calvis, Las prácticas homosexuales). Sucede, sin embargo, que no estima políticamente correcto aducir estas verdades en un debate político, ni presentar con fuerza una verdadera batalla cultural. Una vez más el malminorismo retrocede, pierde la batalla que no ha dado, acepta de hecho el mal menor, que aquí es mayor, y adoptando una actitud débil-tolerante frente a la posición fuerte-intolerante del lobby gay, da por perdida la causa, y deja que el pueblo sea inducido por las leyes a avanzar por caminos de perdición y de ruina.
Los católicos deben negar sus votos a partidos malminoristas, pues ni tienen fuerza para promover el bien, ni para resistir al mal. Son estos partidos en realidad liberales, relativistas, pesimistas, cómplices activos o pasivos de los enemigos de Cristo y de su Iglesia, secuestradores del voto católico, obstáculos especialmente eficaces para impedir todo influjo real de los católicos en la vida política, y en fin, son semipelagianos, pues, fieles a su “evitación sistemática del martirio” (63), quieren en política mantener a cualquier costo que «la parte humana» sea numerosa y respetada por el mundo moderno, para poder así co-laborar con la acción de Dios en la procuración del bien común… De los partidos políticos malmayoristas y malminoristas, libera nos, Domine!
Las objeciones previsibles a todo esto son tan innumerables como previsibles: «ese diagnóstico conduce a la abstención o al voto inútil». Pero sobre éstas y otras cuestiones trataré al final de esta serie, cuando, con la ayuda de Dios, considere qué podemos y debemos hacer hoy los católicos en la política.
La unidad nacional de los Obispos en cuestiones políticas es muy deseable y benéfica, pero no siempre logran discernimientos unánimes. Son muy difíciles. Gran verdad afirma Juan Pablo II cuando dice: «sin la ayuda de la gracia, los hombres no sabrían “acertar con el sendero a veces estrecho entre la mezquindad que cede al mal y la violencia que, creyendo ilusoriamente combatirlo, lo agrava” (1991, enc. Centesimus annus 25)» (Catecismo 1889). Sólo Dios puede iluminar las conciencias cristianas en cuestiones políticas, mostrando cuándo deben tolerarse como mal menor situaciones perversas o cuándo hay que resistirlas, denunciarlas y combatirlas de todos los modos posibles. Y suelen ser los Santos quienes aciertan en estos problemas históricos.
Se dan a veces acuerdos unánimes en el discernimiento. Los Obispos polacos se mantuvieron unánimes ante el poder invasor comunista, y también los españoles de 1936 ante el mismo peligro. Pero la división de opiniones es frecuente. Los Obispos colombianos de finales del XIX veían la peligrosidad del liberalismo entre los católicos, pero no todos lucharon contra él como el Obispo de Pasto, San Ezequiel Moreno (+1906), que si no dimitió, al verse tan desasistido, fue por orden personal de León XIII. En el alzamiento de la Cristiada mexicana (1926-1929), no todos los Obispos apoyaban a los cristeros, aunque algunos sí, como San Rafael Guízar (+1938). Todos los Obispos alemanes entendían que el nazismo perseguía al cristianismo, pero no todos lo combatieron abiertamente, como el Obispo de Munster, el Beato Cardenal Clemens von Galen (+1946). Cuando Francia fue ocupada por Alemania, algunos Obispos colaboraron con el régimen de Vichy, sometido a los nazis, otros no; y el General De Gaulle, llegado a la presidencia, hizo dimitir a todos los Obispos colaboracionistas. A la Constitución española agnóstica de 1978 se opuso el Cardenal Primado, Mons. Marcelo González Martín con unos pocos Obispos más; la mayoría estimó que convenía aceptarla como mal menor.
Y también hoy se dan entre los Obispos discernimientos prudenciales diferentes en cuestiones políticas –esto es obvio–, pues unos consideran como un mal menor tolerable, aquello que otros estiman un mal mayor intolerable. Estas diferencias de opinión, que tantas veces se han producido en la historia, hoy se hacen más frecuentes y profundas al ser insuficientes en la Iglesia la actualización y el desarrollo de su doctrina tradicional política.
En el siglo pasado, al final de los años 80, cuando se derrumbó la Bestia comunista, varios Obispos ortodoxos hubieron de dimitir por haber colaborado activa o pasivamente con el gobierno marxista. Otros en cambio no colaboraron, se mantuvieron distantes o estuvieron en campos de concentración. También un día, cuando se derrumbe la Bestia liberal, con el favor de Dios, se distinguirá entre aquellos Obispos que la resistieron y combatieron con mayor o menor fuerza, y aquellos otros que optaron por colaborar con ella, al menos pasivamente, salvando la doctrina, por supuesto, pero tolerando muchas injusticias como males menores, disuadiendo a los católicos de combatirla frontalmente, y renunciando sobre todo a denunciarla como un sistema “intrínsecamente perverso", sin Dios y sin orden natural, y por tanto, corrupto y corruptor.
¿Qué debemos, pues, hacer hoy los católicos ante la Bestia apocalíptica de los Estados liberales, que ignoran a Dios y al orden moral natural, y que engendran una tras otra leyes inicuas? En cada nación se dan circunstancias y posibilidades diversas. Yo he expresado mi pensamiento, que es el de muchos católicos –de ellos lo he aprendido–, aunque no lo es ciertamente de la mayoría. Danos, Señor, tu luz y tu verdad.
José María Iraburu, sacerdote
Post post.- Aviso a los comentaristas. Yo digo lo que digo, con precisión y delicadeza. Creo. Pero van llegando comentarios de gran agresividad, que atacan a personas concretas con su nombre. Modérense, comentaristas, porque si no, los modero yo. O en caso extremo los elimino (los comentarios, no los comentaristas). El que avisa no es traidor.
Post post post.- Reproduzco aquí una observación que he hecho a un comentarista:
No hay bajo las estrellas ningún hombre que con certeza moral absoluta pueda afirmar que quienes no se opusieron a la Constitución española de 1978, considerándola un mal menor, que al tratar de impedirlo, podría ocasionar males mayores, se equivocaron.
Sí hay, en cambio, hombres bajo las estrellas que afirmamos con una convicción moralmente cierta -a nuestro juicio- que los partidos malminoristas han sido, con los partidos peores, los causantes principales de los grandes males que han sobrevenido a España. Aquella Constitución no justifica en modo alguno su debilidad extrema para procurar el bien y para luchar contra el mal.
Índice de Reforma o apostasía
63 comentarios
1) Dice este artículo que las leyes más criminales, insiste el Papa, deben ser no sólamente desobedecidas, sin combatidas con fuerza, ya que nunca pueden ser toleradas en razón del mal menor…. Pues éste sería un buen “recadito” para pasárselo a ///////////////.
2) Me parece que las atinadísimas críticas hechas a los partidos políticos a propósito del malminorismo son igualmente aplicables, en general, a los obispos españoles hoy día. Véanse las recientes declaraciones ////////////////// sobre la ley del aborto y véanse numerosos documentos publicados por la Conferencia Episcopal Española…. y véase la ausencia de declaraciones contundentes ante la gravedad de la situación moral española, favorecida por numerosas leyes inicuas durante muchos años.
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JMI. -Joaquín, la censura hace estragos.
La CEE ha hecho declaraciones contundentes sobre la situación moral de la nación.
A la Constitución española agnóstica de 1978 se opuso el Cardenal Primado, Mons. Marcelo González Martín con unos pocos Obispos más; la mayoría estimó que convenía aceptarla como mal menor.
Digo yo:
Lo gracioso del caso es que ahora que vemos las consecuencias DESASTROSAS de dicha Constitución, no haya ni Primado ni obispo alguno que se oponga a la misma. Al menos, públicamente. Es decir, en este caso la unanimidad está encaminada a decir, en documento de la Conferencia Episcopal, lo siguiente:
Sobre el trasfondo espiritual de la reconciliación fue posible la Constitución de 1978, basada en el consenso de todas las fuerzas políticas, que ha propiciado treinta años de estabilidad y prosperidad, con las excepciones de las tensiones normales en una democracia moderna, poco experimentada, y de los obstinados ataques del terrorismo contra la vida y seguridad de los ciudadanos y contra el libre funcionamiento de las instituciones democráticas.
Ese párrafo fue aprobado por la totalidad de nuestros obispos en noviembre del 2006, cuando estábamos cerca del millón de abortos y ni se sabe cuántos centenares de miles de divorcios. Llamar a eso estabilidad y prosperidad es algo que prefiero no calificar por no caer en la falta de respeto hacia nuestros pastores.
¿Qué quiero decir con esto?
Que por más que algunos se quieran autoengañar, hace 35 años la mayoría del episcopado español se sumó con alegría a la llegada de un régimen que, ahora lo sabemos, es una de las causas principales -desde luego no la única- de la mayor descristianización que ha sufrido esta nación en toda su historia. Pero al menos entonces hubo voces proféticas en el episcopado español que advirtieron, y acertaron, hacia dónde íbamos. Hoy no existen esas voces proféticas. Hoy la totalidad del episcopado español forma parte del paisaje y del sistema político-institucional que está llevando a España hacia su desaparición como nación católica y unida. Sí, de vez en cuando levantan la voz contra las leyes injustas, pero no denuncian la raíz de esas leyes, que no es otra que el sistema constitucional que nos dimos hace más de 3 décadas.
¿Si la tolerancia tiene por objeto un mal (el mal que se tolera), y la virtud tiene por objeto el bien, entonces la tolerancia no es una virtud? ¿Qué es entonces?
En la ausencia actual de voces proféticas ha influido, en mi modesta opinión, una importante institución académica, que ha logrado consolidar las opiniones coincidentes de sus catedráticos, como la nueva formulación de la ortodoxia católica posconciliar.
La consecuencia de esa formulación es la destrucción del Derecho público cristiano y su reemplazo por un semipelagianismo político-jurídico, cuyos resultados están a la vista.
Saludos.
Nunca es lícito hacer el mal para obtener el bien, así como tampoco es buena -en ningún caso- la cooperación formal al pecado ajeno. La cooperación material, en principio, también debe evitarse aunque, bajo determinadas condiciones, es moralmente lícito realizar una acción -buena en sí o indiferente- con la que se coopera materialmente al mal ajeno. La tolerancia consiste en no impedir un comportamiento malo sin aprobarlo, y por tanto, se realiza mediante una omisión. Pero la tolerancia no equivale a un simple conocimiento de la existencia del mal, sino que implica además la decisión de no impedirlo, por lo que presupone que haya la posibilidad, al menos remota, de evitarlo; si no fuera así, propiamente hablando, el mal se soporta, pero no se tolera. Además, el concepto de tolerancia supone que el sujeto que la ejercita tiene un cierto deber moral de impedir, fundado en algún tipo de autoridad (familiar, social, política o eclesiástica). Y en cuanto no impedir puede ser considerado como un remoto facilitar, a través de una conducta negativa, la tolerancia puede poseer cierta razón de cooperación material. Sin embargo, mientras los preceptos morales negativos son absolutos, de forma que nunca es lícito hacer lo que ellos prohíben, los preceptos morales positivos -como son los deberes de impedir- no obligan semper et pro semper. Pueden darse situaciones que hagan moralmente lícito, e incluso obligatorio, no impedir un comportamiento que se podría o debería evitar precisamente para respetar el mismo principio o virtud (caridad, justicia, etc.) del que se derivaría la obligación de impedir el mal, si las circunstancias fuesen diversas. La tolerancia se fundamenta, por tanto, en el principio de que el deber de evitar las transgresiones morales no puede ser una última norma de acción. Según este principio, cuando reprimir un error comporta causar un mayor mal, o impedir un bien superior y más necesario, la tolerancia está justificada y es obligatoria.
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JMI.- Gracias por estas precisiones.
Y añado a ellas: no hay bajo las estrellas ningún hombre que con certeza moral absoluta pueda afirmar que quienes no se opusieron a la Constitución española de 1978, considerándola un mal menor, que al tratar de impedirlo, podría ocasionar males mayores, se equivocaron.
Sí hay, en cambio, hombres bajo las estrellas que afirmamos con una convicción moralmente cierta -a nuestro juicio- que los partidos malminoristas han sido, con los partidos peores, los causantes principales de los grandes males que han sobrevenido a España. Aquella Constitución no justifica en modo alguno su debilidad extrema para procurar el bien y para luchar contra el mal.
Un cordial saludo, D. José María.
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-Antes de que Él me abriera los ojos a estos tiempos y otros peores que llegan. Desde hace décadas, día a día: Esta misma pregunta se la vengo haciendo al yo interno mío. Y la respuesta es siempre la misma: Todo lo escrito debe cumplirse. Vigilancia y esperar al momento del día y la hora llegados.
Y yo impaciente pregunto: -El modo y manera del encuentro lo sé. Mas no sé el cuándo. Y por esto insisto:
-¿Cuándo será ese día y hora?- Y Responde Él: -¿Quién puede entrar en las intimidades de lo infinito; Sino Él? Sólo Él, que es infinito, lo sabe.
Y no obstante añade.-¡Vengo pronto!
-Yo sí he escuchado ya a más de media docena de obispos renegando del "régimen político" degenerado que tenemos. Lo de renegar de la Constitución me parece muy difícil que lo hagan quienes votaron a favor de ella o se abstuvieron. Más difícil aún que lo hagan quienes apoyaron en su redacción a quienes preferían el consenso a prolongar su redacción o quebrar el "buen clima" que hubo en esos años. Dios sabe qué pensaba cada cual, con los elementos de juicio que tenía entonces.
-Por otra parte, me parece muy interesante, para no hacernos ilusiones vanas y sí, en cambio, pedir a Dios auxilio sobrenatural para los Obispos y para nuestros políticos, el aviso que hace: "La unidad nacional de los Obispos en cuestiones políticas es muy deseable y benéfica, pero no siempre logran discernimientos unánimes. Son muy difíciles"; "Se dan a veces acuerdos unánimes en el discernimiento"; "Y también hoy se dan entre los Obispos discernimientos prudenciales diferentes en cuestiones políticas".
Creo que uno, con su propia voluntad, nunca puede elegir un mal, por menor que le parezca, o aunque crea que con ello evitará que gane un mal mayor. Creo que esto ya sería dejarse atrapar por la “lógica del mal”, es decir por la lógica del demonio, que como sabemos es el padre de la mentira y del engaño. Si uno cree en el mal, y actúa el mal, pues ya tendríamos un candidato más a la perdición, con sus efectos consiguientes.
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JMI.- Vuelva a leer el texto de Sto. Tomás. No siempre hacer el bien es más prudente que permitir el mal menor.
La tolerancia que no tenga por objeto la caridad, el bien, siempre es pecado.
Hay gente que dice: “el que calla, otorga”; no es cierto; el que calla, no siempre otorga. Si ves una acción mala, tú verás qué haces, desde la caridad. Pero lo que está claro es que uno con la propia voluntad nunca debe ejercer el mal bajo ninguna justificación.
Si la supuesta tolerancia viene de la mano del egoísmo, está claro que jamás será virtud.
La tolerancia en sí misma no es necesariamente virtud, pero puede serlo lo que la anima.
Lo digo porque alguien a quien diéramos estas explicaciones que usted ofrece podría echarlas por tierra por obsoletas. Yo no sabría qué responder, ¿valen las enseñanzas papales siempre?
Sé que usted me dará la respuesta justa, qué suerte haber encontrado este blog!
cristina
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JMI.- La doctrina de la Iglesia crece como un árbol, siempre fiel a sí misma, en forma homogénea. Según de qué se trate, conviene citar éste o aquel texto, que puede ser del siglo XIII o del XX. De hecho, yo tomo del tesoro de la Iglesia, como dice Cristo, "lo nuevo y lo viejo".
Dice usted: "Algunos hay que no entienden bastante que las leyes corruptas son corruptoras". Exacto. Y ese es uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los que usted llama partidos malminoristas. Que a fuerza de tolerar males menores van permitiendo la degradación progresiva de la sociedad, que de esta forma cada vez les hará tener que tolerar males mayores, con lo cual llegarán a convertirse forzosamente en "malmayoristas".
El gran problema para la regeneración moral de la sociedad es que, como advierte Juan Pablo II, "en la cultura democrática de nuestro tiempo se ha difundido ampliamente la opinión de que el ordenamiento jurídico de una sociedad debería limitarse a percibir y asumir las convicciones de la mayoría y, por tanto, basarse sólo sobre lo que la mayoría misma reconoce y vive como moral".
Si ésa es la convicción generalizada y la mayoría está cada vez más pervertida y degradada, tenemos un problema. Estamos ante un círculo vicioso de dificil solución. Es como una bola que cada vez se va haciendo más grande, si me permite la expresión. Como bien dice usted, "No falta quien considera este relativismo como una condición de la democracia, ya que sólo él garantizaría la tolerancia, el respeto recíproco entre las personas y la adhesión a las decisiones de la mayoría, mientras que las normas morales, consideradas objetivas y vinculantes, llevarían al autoritarismo y a la intolerancia".
En fin, ya le digo, difícil arreglo le veo al asunto. Espero sus orientaciones sobre lo que debemos hacer los ciudadanos católicos de cara a las épocas electorales que se nos avecinan estos próximos años, quedarnos en casa jugando a las cartas o darnos un paseo hasta los colegios electorales y darles una alegría a otras opciones políticas alternativas, pero más respetuosas con la Ley de Dios.
Un saludo y que Dios le guarde con salud muchos años.
No estoy de acuerdo con la afirmación de D. José María de que “no se equivocaron quienes no se opusieron la Constitución de 1.978 por considerarla un mal menor”. La Constitución de 1.978 no fue un mal menor: fue un “mal mayor”. Para llegar a esta conclusión habría que comparar la Constitución de 1.978, su contenido y su fraudulenta imposición con las Leyes Fundamentales, legítimamente establecidas tras un levantamiento legítimo contra una régimen criminal (1.936)... que estaba basado en una Constitución muy similar en muchos aspectos a la de 1.978. Una simple comparación de la Constitución de 1.978 con las Leyes Fundamentales anteriores (que naturalmente los obispos se negaron y se siguen negando a hacer) lleva la rápida y segura conclusión de que las Leyes Fundamentales eran muy superiores en el plano moral y en el social. Se quiso obviar esto, se optó por el “mal mayor” y los partidos políticos no han hecho más que seguir esta misma estrategia de obviar el bien y seguir con el mal.
El origen del mal está en la Constitución de 1.978. Los partidos políticos “malminoristas” o “malyoristas” solo son un subproducto de este mal.
Lo siento D. José María: hay un hombre bajo las estrellas que, tras felicitarle por su magnífico artículo, está en rotundo desacuerdo con Vd. en este punto.
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JMI.- Me voy, Don Joaquín, a la vigilia de la Adoración Nocturna, hasta las 3 hs. Allí tendré tiempo y circunstancia, con Cristo tan cerca, pera pedirle su conversión mental. Meta-noia: cambio de nous. Bueno, pediré también la conversión moral en lo que haga falta, con perdón.
Los´últimos años de Monseñor Taracón estuvieron llenos de profundos escrúpulos de conciencia por haber entregado la España Católica sin ninguna cortapisa a los enemigos de la civilización cristiana.
Y así no va, con una destrucción moral nacional y de costumbres muy dificimente recuperable
Creo que ha influido, como concausa, pero no digo que como causa única ni siquiera causa principal.
Saludos.
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p. Iraburu:
Lejos de mí hacer de una simple opinión una certeza metafísica.
Saludos.
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JMI.- Ésa es la cuestión.
Respecto a la Constitución de 1978, sin ser jurista, pienso que:
- Es un instrumento jurídico que intenta vertebrar una realidad muy compleja, como era la España de entonces, y la de ahora.
- Las constituciones, obligatoriamente, han de ser muy amplias y genéricas, para que puedan durar tiempo y den estabilidad A LA VIDA POLÍTICA del pais.
- Cuando se lee, no aparecen barbaridades contrarias a la ley natural ni al sentido común. Tiene sus defectos, como cualquier otra, y algún día tocará cambiarla. Pero no me parece intrínsecamente mala.
- Otra realidad muy diferente es la GENTE, la SOCIEDAD, que en estos años ha evolucionado hacia el paganismo. Ahí hay muchos factores implicados, y no creo que se pueda culpar a esa ley.
- Y otro drama es el ejercicio del poder legislativo y judicial. Si el Tribunal Constitucional riza el rizo para declarar que el aborto es compatible con una Constitución en la que no cabría, la culpa es de ese Tribunal, además del que promovió la ley, etc.
- No me parece justo cargar a la ley las culpas del Tribunal.
Y una última cuestión: desde mi punto de vista, en el s. XX se ha dado un ocaso de la política, además de las ideologías. Los mayores poderes son otros: los políticos están en manos de los que mueven los hilos de los medios de comunicación y de la economía.
Por tanto, esos poderes (p.ej., el aborto en España mueve 100 millones de euros/año) son los principales culpables y de los que hemos de defendernos.
Por esto no es de extrañar que al acabar este siglo la Iglesia hable más de 'catolicos en la vida pública' que de 'católicos y política'. Lo que no obsta para que los anteriores documentos sobre este último tema sigan siendo interesantes.
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JMI.- Conforme con casi todo lo que dice. Disconforme con la afirmación de que "no aparecen barbaridades contrarias a la ley natural ni al sentido común. Tiene sus defectos, como cualquier otra, y algún día tocará cambiarla. Pero no me parece intrínsecamente mala".
Una Constitución que fundamenta la distinción entre el bien y el mal en "la soberanía popular" expresada por la "mayoría de votos", así, sin más, sin referencia alguna a Dios o al menos a un orden moral objetivo, es intrínsecamente mala: es una barbaridad contraria a la ley natural, al sentido común y a "Dios", en el que, por cierto, creía entonces la gran mayoría de los españoles (entendiendo por "Dios" de uno u otro modo).
Pero insisto en lo ya he dicho en el post post post: puede un cristiano en buena conciencia considerar un mal menor la Const-1978 y "permitir"-"tolerar" con su voto o abstención que salga adelante, si considera, en conciencia, que de oponerse a ella van habrían de seguir males mayores. También la prostitución es "intrínsecamente mala", y en la tradición de la Iglesia se ha considerado normalmente, también en los Estados Pontificios, que era preferible tolerarla que eliminarla.
Otra cosa es creer, como yo creo, que los que hacían en 1978 ese discernimiento "se equivocaban". Se equivocaron, creo yo (y también lo creen bastantes más, aunque una minoría). No previeron el uso abusivo que de aquella Constitución vendría a hacerse. Otros lo previeron -conociendo al personal- y lo avisaron, lo avisaron para que no se considerase mal menor, para que no se tolerase. Y acertaban en su discernimiento, creo-creemos.
Termino: yo me opongo con todas mis fuerzas a que se demonice a quienes entonces se equivocaron (si es que se equivocaron) en buena conciencia. Y a que se califique la Const-1978 como la causa principal de todos los males socio-políticos que han destrozado España en los últimos decenios. Los principales culpables han sido, a lo largo de decenios, y son los malminoristas y los que los han apoyado y recomendado.
En la cita que expone de Santo Tomás, habla de “tolerar” con respecto a las personas humanas, lo cual tiene diferente significado a “permitir”. “Permitir” según las acepciones actuales de la RAE, sólo en el caso de estar referido a Dios puede significar “No impedir algo malo, aunque sin voluntad directa de ello.” . Y “tolerar” según la RAE en la actualidad, no implica necesariamente la implicación de la propia voluntad en la aceptación de algo.
Lo que no se puede es permitir algo malo, lo cual implica en los humanos, y en lo referente al tema, el hecho de dar el propio consentimiento, o bien no impedirlo cuando se pudiera y debiera; efectivamente ante un mal, uno puede optar por no hacer nada para impedirlo directamente, buscando un bien mayor, o para no empeorar la situación, y ocasionar un mal mayor; y esto podría ser bueno si a uno le guiase la caridad; y por supuesto que “tolerar” no implica ni dar el propio consentimiento, ni dejar de actuar cuando se pudiera y debiera.
Y como se refiere en el artículo de Javier Garisoain Otero, “Doctrina y táctica del mal menor”: “... que “nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien”. (Cat.1789)”
El mal, con la propia voluntad, no se puede elegir nunca, aunque pareciera un mal menor en comparación con otro que pareciese su única alternativa; de otra forma, además, uno estaría expuesto a todo tipo de manipulaciones. Eligiendo el bien, uno no se equivoca y no caería en dicha manipulación. Y esto puede verse claro cuando el objetivo no es el mundano de obtener ciertos resultados concretos, en un determinado momento, como sea, sino que es más generoso, incluyendo el bien auténtico de toda la humanidad.
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JMI.- No le haga Ud. mucho caso al DRAE. Tiene razón Sto.Tomás, cuando dice que el gobernante, en determinadas circunstancias, puede-debe permitir-tolerar cierto mal (la prostitución, p.ej., algo intrínsecamente malo), sin tratar de eliminarlo o de imponer el bien contrario.
En todo caso, lo que hicieron, hecho está. Es más "fácil", pero no necesariamente más justo, juzgar ahora el comportamiento de aquellos obispos una vez que hemos visto las consecuencias de la aplicación del sistema partitocrático consagrado hace 30 años.
Distinta es la situación actual. Ahora sí vemos a dónde hemos llegado con esta constitución y con estos partidos políticos. Ahora no se puede apelar al "no lo sabían". Saben cómo es el sistema. Saben cómo son los partidos, en especial los mayoritarios. Incluso saben cómo es el Rey. ¿Y cómo actúan?
Hubo una intervención providencial, pero solitaria, de Monseñor Sebastián hace tres años, advirtiendo a los fieles de que hay partidos católicos a los que se puede votar. Pero, ¿se ve el más mínimo atisbo de que algún otro obispo recoja ese testigo a corto-medio plazo?
Lo dije antes y lo repito. Hace más de tres décadas al menos teníamos un grupo de obispos que veían las cosas claras y actuaban en consecuencia, llamando al pan, pan y al vino, vino. Hoy no. Y si alguien no está de acuerdo con lo que digo, que me responda a a esta pregunta:
¿Quién ha tomado el relevo de don Marcelo, cardenal primado, o Monseñor Guerra Campos?
Sospecho o intuyo quiénes lo podrían tomar. Y rezo porque lo tomen. Pero se ve que todavía no es el tiempo para ello.
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JMI.- Sigues dando nombres, metiendo en la Sala de Comentarios acusaciones y descalificaciones personales que, como sabes, quedan fuera de la norma del blog. Y todavía pides que te demos más nombres, esta vez de Obispos buenos-valientes. Ya vale. Voy a tener que quejarme al Director cuando vuelva de vacaciones.
Mira más arriba mis observaciones a estéfano sobrino.
http://latribunadelahistoria.es/?com=MuestraClip&Clip=56
Creo que los gravísimos problemas morales de España (aborto, destrucción de la familia, desaparición de valores católicos en la enseñanza) difícilmente tendrán arreglo bajo nuestra “democracia constitucional”, por lo que sería bueno que algún día los católicos atacáramos los problemas de raíz..... a pesar de la dureza mental de algunos.
"¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?"
Francisco de Quevedo.
Decir la verdad de lo que se piensa, es una norma de sana razón. La cobardía es una ausencia de valor moral.
Con todos los respetos debidos, no estoy de acuerdo con la actitud de JMI.
Saludos.
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JMI.- No entendió Ud. la broma. Cuando amenazo amistosamente a LFdo con que voy a presentar una "queja" al Director, ignora Ud. al parecer que el Director es él mismo.
Conste que no he dado nombres... sólo el de un arzobispo que hizo hace tres años algo digno de destacar. Y el de dos prelados que hicieron hace treinta y tanto años lo que debían hacer. O sea... sí he dado nombres, je je, pero para bien.
Por cierto, la Constitución española no es ni mejor ni peor que muchas otras. Y en Gran Bretaña no hay constitución pero las leyes son igualmente inicuas, como esa que obliga a las agencias de adopción católicas a aceptar a parejas homosexuales como peticionarias. La mayoría de esas agencias ha optado por cerrar o por dejar de ser católicas. Algún malminorista optaría por seguir colaborando con ese estado apóstata en base a la teoría de que aunque se haga mal a los pocos niños que se entreguen a los gays, se sigue haciendo el bien a la mayoría que son entregados a parejas heterosexuales. Y que retirarse de ese "mercado" deja la vía libre a los "malos". Sin embargo la Iglesia ha dicho que de ninguna manera una institución vinculada a ella puede ser agente de maldad, que es en lo que se convertirían al entregar a una sola criatura a un pareja de sodomitas o de lesbianas.
Por tanto, no es solo un problema de nuestra Carta Magna. Es el sistema el que hace aguas por todas partes. Aquí y en muchas de las naciones de aquello que otrora se llamó Cristiandad.
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JMI.- Se va haciendo un poco, un poquito de luz, en la testa de nuestro venerado Director. La Const-1978 ya no es la causa principal de los males etc. (Fruto evidente de mi noche de Adoración). Bendigamos al Señor.
Para cualquier negocio del alma o del cuerpo:
-La tolerancia es tolerable hasta tanto y cuánto no se la pueda tolerar.
Y aquí Jesús el Cristo que dice: "Quien no está conmigo está contra mi; Quien no siembra desparrama".
Y una cosa son los asuntos de las políticas administrativas y sus tolerancias más o menos exigentes.
Y otra cosa son los asuntos de las políticas morales, que como la cizaña, "en la medida que se pueda", hay que arrancar antes que se expanda y de su fruto.
Pretender que la prostitución sea un mal menor, al que se le puede permitir-tolerar. Es cuando no justificar, sí ignorar la debilidad humana y sus consecuencias.
Una cosa es tolerar; otra cosa es permitir; otra cosa es autorizar. Y otra cosa es mandar, ordenar y diferenciar los asuntos del alma y del cuerpo en cauta ley paloma; y astucia de serpiente.
Y entender que que la mayoría soberana cuando gobierna en sus "legales aberraciones morales", no lo hace porque tiene causa de razón; sino porque está escrito -y aquí sí vale la tolerancia mientras se la pueda tolerar-: Que "muchos serán los llamados y pocos lo escogidos".
Insisto porque me parece importante.
Santo Tomás en el caso que cita sólo habla de “tolerar” (entre otras cosas, el bien, el amor, no se puede imponer, sino que es necesario elegirlo con la propia voluntad, para lo cual se necesita libertad). Lo de que una persona permita, o consienta, un mal, implicando esto la participación activa en dicho mal, no lo apoya ni la Doctrina de Jesucristo, ni la Iglesia Católica, aunque seguramente muchos lo utilizarán como intento de justificación de su conducta cómplice con intereses superficiales y con el egoísmo, pero no en el camino de la caridad proclamada por Jesucristo, hasta dar la vida, sin duda.
Hay que ser más listos y más intolerantes con la herejía y con el error. A veces la tolerancia es el peor de los crimenes. Ser intolerantes con la herejía, falsedad, la mentira y el engaño, es un imperativo categórico y una norma de moral y de razón.
TESTAMENTO DEL GENERALÍSIMO FRANCISCO FRANCO, CAUDILLO DE ESPAÑA:
«Españoles: Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro, y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir. Pido perdón a todos, como de todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos, sin que yo los tuviera como tales. Creo y deseo no haber tenido otros que aquellos que lo fueron de España, a la que amo hasta el último momento y a la que prometí servir hasta el último aliento de mi vida, que ya sé próximo.
Quiero agradecer a cuantos han colaborado con entusiasmo, entrega y abnegación, en la gran empresa de hacer una España unida, grande y libre. Por el amor que siento por nuestra patria os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido. No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros y para ello deponed frente a los supremos intereses de la patria y del pueblo español toda mira personal. No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la patria.
Quisiera, en mi último momento, unir los nombres de Dios y de España y abrazaros a todos para gritar juntos, por última vez, en los umbrales de mi muerte,
"¡Arriba España! ¡Viva España!".»
Atentos saludos.
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JMI.- Le ruego que no haga juicios precipitados. Y sobre todo que no me insulte. Ni a mí, ni a nadie.
(Esto va por otro comentario que le he suprimido).
Comentario para Asclepio: hay que decir que el punto clave del Testamento de Franco ha sido cumplido: lealtad a Don Juan Carlos de Borbón. Y creo que en esto Franco se equivocó, y estamos sufriendo las consecuencias. Yo no soy tan franquista.
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JMI.- Ud. afirma como algo cierto, obvio e indiscutible que la Conferencia Episcopal se equivocó cuando en su mayoría eligió tolerar la aprobación de la Const-1978, en vez de promover y exigir que se confirmasen las Leyes Fundamentales establecidas por Franco. Yo no entro ahora en esta cuestión. Pero sí debo decirle que profesar como verdad absoluta e indiscutible una cuestión que de suyo es opinable constituye un error mental grave. Es un juicio temerario. Mala cosa.
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JMI.- Y a mí que se me hace simpático. Como ven Uds. es persona de ideas claras. Erróneas, sí, pero profesadas con gran entusiasmo.
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JMI.- Vale.
me desafiaba unos comentarios más arriba: a ver dónde la Conferencia Episcopal Española se había pronunciado a veces "contundentemente", según mi afirmación, sobre varias de las cuestiones que nos ocupan. La CEE ha publicado muchas notas e instrucciones breves sobre diversas cuestiones concretas (aborto, educación, etc.), pero, que yo recuerde, los documentos principales son los que siguen:
>>>1996: CEE, Moral y sociedad democrática
http://www.conferenciaepiscopal.es/documentos/Conferencia/moral_sociedad.htm
>>>2006: CEE, Orientaciones morales ante la situación actual de España
http://www.conferenciaepiscopal.es/documentos/Conferencia/OrientacionesSituacionActual.htm
>>>2009: CEE, Declaración ante la crisis moral y económica
http://www.zenit.org/rssspanish-33617
En esos documentos se dicen grandes verdades con claridad y fuerza.
La noción teológica de tolerancia -que no es la de la RAE- es la siguiente: permissio negativa mali. Es permisión negativa (omisiva) del mal. No sólo es lícita, sino a veces obligatoria y debida; en tal caso,una conducta positiva impediente sería un pecado.
Saludos.
Gracias por publicar mi comentario y el testamento de Franco.
Ha tardado en hacerlo, pero me vale.
Le pido perdón y sinceras disculpas por si en algo le he ofendido. Lo retiro totalmente.
Beso su mano.
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JMI.- Paz en Cristo.
Nos es grato saludarle por este medio. Le solicitamos de la manera mas atenta tenga a bien analizar el proyecto que estamos llevando a cavo en México en la fundación de un Instituto Secular para el Bien Común de las Naciones Caritas in Veritate.
(sigue, llenando unas cinco páginas).
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JMI.- El asunto es muy interesante, y merece la pena que lo resuma Ud. y vuelva a enviar su comentario. En la extensión que ahora tiene no es publicable. InfoCatólica, como en general otros portales, limita a 1.500 caracteres los comentarios a los artículos de OPINIÓN. En los blogs no hay ese límite, pero mire cómo suelen ser y le servirá de orientación.
Muchas gracias.
http://www.conferenciaepiscopal.es/documentos/Conferencia/OrientacionesSituacionActual.htm
Según los obispos españoles "la Constitución de 1978... ha propiciado treinta años de estabilidad y prosperidad".
Pues eso.
"Cuando se produce históricamente esta realidad socio-política, es preciso encontrar entre el idealismo cristiano extremo, que rechaza hacerse cómplice de cualquier ley imperfecta, y el empeño absoluto de cristianizar la legalidad civil de las naciones, logrando un conjunto de leyes perfectas".
Es lo que tiene tener lectores que se leen los artículos de arriba a abajo, que al final terminan fijándose en cualquier detalle...
Un saludo.
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JMI.- Tengo que salir ahora. A la vuelta verifico la cita.
Muchas gracias.
Digo que fue muy ilustrativo y significativo observar la cadena de artículos, réplicas y contrarréplicas que originó el tema, y sobre todo, algún artículo de un máximo responsable de esa página web, que amparándose en su ideología liberal, se creyó en la obligación de puntualizar y rechazar esa opinión de su colaborador (un servidor, que es bastante mal pensado, llegó a pensar que esa rápida intervención se produjo a su vez a instancias de algún dirigente político del partido malminorista... pero esto son apreciaciones mías). Vino a decir algo así como que no le gustaría que nadie considerase su web como un espacio donde se justificasen actitudes homófobas.
Ahhh, el liberalismo, el liberalismo, qué ideología tan progresista...
A raiz de una noticia en este portal en el que se comentaba que determinado partido politico anularia la actual ley del aborto se originó un debate en torno a este tema y el malminorismo en el que Luis Fernando nos recomendó leer este mensaje.
Dado que algun comentarista entonces quizas no interpretaba justamente mis intenciones aclararé que personalmente soy contrario al aborto y simpatizante fiel (no cautivo pq se puede elegir) del partido polico afectado por la noticia, en la linea de la presidencia de la comunidad del centro de España
La teoria que se lanzaba era esta en relacion al aborto (sin pretender un sofisma y ampliable a otros):
Partido A es muy malo
Partido B es menos malo
Partido C es testimonial electoralmente
Luego, votar ahora al partido C: 1)carece de sentido dado que seguira siendo testimonial ; 2) significa indirectamente darle el voto a A
Muchos comentarios aluyeron al mal menor. Pero estando de acuerdo con el fin, se puede alcanzar por diferentes formas:
1) Con medios, organizaciones e intentando reformar a B desde dentro , sabiendo que la realidad social actual no es la de Irlanda pero tampoco la de Francia. Algo asi como "se hace lo que se puede"
2) Votando a los partidos testimoniales.
Sin ser experto en teologia, para mi (en realidad para los millones de compatriotas que hacen lo mismo) ambas opciones son validas doctrinal y moralmente, en contra de algunos comentaristas en el sentido de que solo votar por C es moralmente valido, llegando algunos a considerar como pecado no votar a C.
No se pretender adaptar la fe y doctrina catolica al relativismo actual pero alcanzar el objetivo puede ser opinable :¿ cual es el sentido de votar a un partido marginal y "tirar" el voto en un sistema no proporcional?; ¿ acaso no seran las consecuencias peores si gana A? ¿otros aspectos de familia como la libertad de enseñanza no seran peores? ¿Es eso el malminorismo?
Luis Fernando comentó también que ningun obispo habia dicho nunca algo en el sentido de no ser doctrinal y moralmente valido no votar a C salvo las palabras de Monseñor Sebastian en 2007 citadas hoy.
Sin animo de llevar las sardinas a mis ascuas, hoy buscando informacion en google, encontré un articulo que enlazo abajo, en el que se comentaba que Monseñor Sebastian se desdijo luego (rotundamente ademas). Buscando mas, hubo ademas una cobertura manipulada de determinada prensa, con un tratamiento en parte despectivo (sobre todo de los del partido A)
Gracias y un saludo
Los enlaces son estos:
http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=7813
http://mail10.zenit.org/article-23507?l=spanish
1ª. Si la comunidad política es una realidad ontológicamente ligada a Dios (que la crea, conserva y gobierna), de modo que depende de Él, mediante una relación trascendental.
2ª. Si es verdad que la comunidad política es una realidad ontológicamente ligada a Dios; luego hay que saber si debe, moralmente, re-ligarse, esto es, si tiene la obligación de reconocer su dependencia de Dios y tributarle culto objetivo, por exigencia de la virtud de la religión, mediante actos externos, sociales y públicos.
3ª. Y si la comunidad política debe, naturalmente, dar culto a Dios, cabe preguntarse si cualquier forma de culto es aceptable, o si por el contrario ha de tributar a Dios el culto que corresponde a la única religión verdadera. Más en concreto, si una comunidad política compuesta por un pueblo y unos gobernantes católicos, debe tributar a Dios un culto social y público, de acuerdo a la forma cristiano-católica.
De las respuestas que demos a las cuestiones planteadas, podrá emitirse un juicio de valor sobre la Constitución en sí misma. Y luego podrá cotejarse ese juicio con las declaraciones episcopales sobre el texto constitucional.
En un segundo momento, está la cuestión de las consecuencias de la puesta en vigencia de la Constitución. Pero aquí el asunto deviene más complejo, porque siempre podrán argüir sus defensores, que cuando se señalan sus efectos nocivos, se confunde sucesión temporal con causalidad.
Saludos.
El hecho de que yo crea que se debería reconocer de forma más clara que el fallo está en el sistema o que eche de menos la presencia de prelados más "contundentes", al estilo de los que en su día se opusieron a la Constitución, no me lleva a decir que ahora tenemos unos obispos "flojeras". Este portal es testigo de la firmeza de muchos de ellos a la hora de denunciar las barbaridades que se han cometido desde la leyes de ingeniería social. Es más, tengo el convencimiento de que la cosa va a mejorar en 3 ó 4 años.
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JMI.-Cuando LFdo matiza y precisa, siempre mejora. Bueno, eso nos pasa a todos, claro. Cuando en su comentario de (20.08.10 @ 21:00) escribe: "No estoy de acuerdo con la afirmación de D. José María de que [quizá] “no se equivocaron quienes no se opusieron la Constitución de 1.978 por considerarla un mal menor”. La Constitución de 1.978 no fue un mal menor: fue un “mal mayor”.[...] Se quiso obviar esto, se optó por el “mal mayor” y los partidos políticos no han hecho más que seguir esta misma estrategia de obviar el bien y seguir con el mal.
El origen del mal está en la Constitución de 1.978 [...] Lo siento D. José María: hay un hombre bajo las estrellas que, tras felicitarle por su magnífico artículo, está en rotundo desacuerdo con Vd. en este punto".
Yo sigo en mis trece, y me autocito: "No hay bajo las estrellas ningún hombre que con certeza moral absoluta pueda afirmar que quienes no se opusieron a la Const-1978, considerándola un mal menor, que al tratar de impedirlo, podría ocasionar males mayores, se equivocaron".
El que por el contrario afirma que "sí existe ese hombre bajo las estrellas", y que es él, incurre en juicio temerario, pues afirma "con certeza moral absoluta" algo sobre una cuestión opinable de prudencia política. Que emplee o no la palabra "opino" o no la emplee (en el texto que acabo de citar no la emplea) es en cierto modos secundario: c'est le ton qui fait la chanson.
gracias por su observación. He repasado el Radiomensaje de Pío XI de 1956, y aunque habla del sano realismo de los cristianos en temas políticos, he preferido suprimir la cita, que no quedaba clara, a no ser que se ampliara bastante, y he preferido rehacer ese parrafito, diciendo lo mismo (segundo párrafo del artículo) con otras palabras.
Gracias a su atenta y minuciosa lectura.
Mira el siguiente supuesto: Hay un único partido x, que decide implantar todo lo más aberrante, para dominar de la mejor manera a la población; para ello decide crear los partidos A, B, y C, para contentar y consolar a diversas partes de la población, y para lograr una mejor aceptación de sus ideas; El que dirige toda la batuta decide implantar una idea muy aberrante, y quiere ver cómo sería aceptada; Un partido expone la idea, y enseguida sale otro de los partidos proponiendo otra aberrante, pero un poco menos; mientras van viendo la opinión de la gente; si el asunto va hacia delante, hacen el siguiente planteamiento: “hay que elegir” (entre lo más aberrante, y lo aberrante, pero quizá menos); el elegir lo bueno o nada aberrante se considera “fanático”, porque claro exponen la escala de lo aberrante como si hubiera diferencias sustanciales entre ellas, cuando es lo mismo, en el sentido de creer en el mal, y decantarse por el mal.
Una opción en esto sería no participar en esta farsa. Y desde luego nunca eligiendo algo malo en sí mismo se acierta (entre otras cosas además del daño que se ve, se puede estar participando en daños más graves).
Si el juicio es de una persona que votó en el referendum, me sirve como testimonio personal. Si no, no me sirve: prefiero conocer qué sucedió a través de las muchas personas que sí vivieron esos años. En mi entorno muy sencillo y lejos de Madrid y de la política, la abstención fue la opción más votada: había lagunas demasiado grandes, y se desconocía que impacto podían tener en las leyes y la sociedad futura. Por lo demás, con Franco España había ido "a mejor" y no se vislumbraba que con un régimen monárquico constitucional fuésemos a ir "a peor" tanto-tantísimo como ha sucedido. Y en mi entorno no se juzga mal a los obispos ni a los políticos que se equivocaron al no prever tan graves derivas de una constitución. Ni se echan las culpas por no haber votado en contra, en lugar de abstenerse. Así es y así lo digo.
Creo que con la misma Constitución no tendríamos que haber llegado adonde estamos.
Votantes 26.632.180
Abstenciòn 8.758.909 0,33%
Válidos 17.873.271 0,67%
Si 15.706.078 0,59%
No 1.400.505 0,05%
Blanco 632.902 0,02%
- La Constitución de 1.978 ha permitido la legalización del crimen del aborto, haciendo que sea legal el asesinato de cientos de miles de seres humanos no natos en España en los años de su aplicación. Así lo ha establecido el Tribunal Constitucional, único encargado de dictaminar las leyes que son válidas o no según la Constitución.
Más afirmaciones “temerarios” (en este caso no son opiniones, sino hechos verídicos):
En los escritos de la Conferencia Episcopal Española que cita el Padre Iraburu, en ninguno de ellos (en los citados o no citados) JAMÁS se ha pedido la derogación de la criminal ley del aborto de 1.985, que ha propiciado cientos de miles de abortos (“el aborto es un crimen abobinable”, dijo Juan Pablo II).
Por supuesto, tampoco se dice una sola palabra de la “ley del divorcio” de 1.981, que propició la ruptura de otros muchos cientos de miles de familias en España, con efectos morales y de otro tipo auténticamente devastadores. Esta ley fue propiciada y promovida por alguien innombrable (no quisiera yo ser censurado aquí nuevamente.....).
En cambio, como muy acertadamente comenta Luis Fernando, se dice en los documentos de la CEE, por ejemplo..... que "la Constitución de 1978... ha propiciado treinta años de estabilidad y prosperidad".
Que cada cual saque sus conclusiones (temerarias o no).
-¿Corazonada; voz de un interno mio? lo cierto fue que aquella votación de la Constitución de 1978 se me presentaba como algo inseguro. Un mala aventura de negros y engañosos presagios. Extraños desafueros y atentados contra la moral -y la unidad- nacional. Y lo presagiado, en demasia no deseado, ocurrió. Jamás me pasó por la mente que en tan poco tiempo esta España mía, pudiera caer tan abajo en tan profundo y estrecho y negro mal oliente pudridero.
¿Hasta qué punto soy yo culpable de haberme abstenido? ¿O me arropo en disculpas pensando que esto es uno más de los episodiso de la cizaña que hay dejarla crecer para quemarla?
-Dicen que nadie es culpable hasta que no se demuetra lo contrario. ¿más aún?
"inasequibles al desaliento".
Me describen las enormes miserias venidas tras la Const-1978, que son innegables. Pero no argumentan de frente a lo que he afirmado, reafirmado y confirmado:
Que no hay bajo las estrellas ningún hombre que con certeza moral absoluta pueda afirmar que se equivocaron quienes no se opusieron a la Constitución española de 1978, tolerándola como un mal menor.
Si los dos aludidos sólamente "opinan" que se equivocaron, nada podemos reprocharles. Pero si lo afirman como un diagnóstico cierto, insistiré en que incurren en juicio temerario. Como ellos bien saben, nunca deben afirmarse las opiniones en política como afirmaciones ciertas y absolutas.
(((Y mira que yo la he calificado de agnóstica, liberal, relativista (97): una peste. También la prostitución es cosa gravemente mala, y como ya vimos, hubo Padres de le Iglesia y Estados bien católicos que permitían las "casas de tolerancia", pudiendo suprimirlas)))
Bueno, quizá el tema del divorcio sí haya sido permitido por la Constitución, no así los otros aspectos.
De hecho, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional ya se pronunció en el año 1985 reconociendo los derechos del "nasciturus". En el caso de la ley de matrimonios homosexuales creo recordar que el Consejo de Estado emitió un informe negativo, y si no me equivoco el CGPJ tampoco lo apoyó.
En el caso de la Ley del aborto el Consejo General del Poder Judicial, en un hecho insólito y sin precedentes, no consiguió emitir su informe, y ya veremos lo que hace el Tribunal Constitucional...
Es decir, no es que el problema provenga de la Constitución, en mi opinión, sino de los gobernantes y los legisladores, que la pisotean sistemáticamente según sus intereses electorales, poniendo con ello muchas veces en aprietos a los propios órganos constitucionales, que son incapaces de avalar toda esta serie de normas.
Por no mencionar, aunque no sea materia de este blog, el asunto del Estatuto de Cataluña, de tan infausto recuerdo...
Santo Tomás enseña que: "error habet rationem peccati, scilicet præsumptionis, ferendo sententiam de ignoratis" (De Malo q.3,7c). El error en la persona tiene siempre un aspecto de pecado, concretamente el de presunción, pues formula un juicio acerca de cosas que en realidad ignora.
Confirma, pues, la tesis de Aristóteles, para quien el error consiste en extender el juicio más allá del conocimiento real.
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JMI.- Muy interesante. Gracias.
Saludos.
"Aunque se positivice el catecismo" (Dr Sonnel), siempre habrá un TC dispuesto a realizar interpretaciones torticeras, grotescas y acomodaticias al gobierno de turno que, por otro lado, es quien nobmbra a los miembros del TC (separación de poderes creo que lo llaman).
El problema, en último término, es de los sistemas liberalistas y relativistas capaces de negar a conveniencia (interpretar creo que lo llaman), no ya la ley natural, sino los principios que ellos mismos han establecido.
Martín: ¿me explicarías eso del contrafuero? desde ya gracias.
La tolerancia es la permisión de un mal por parte de una autoridad. Si no hay autoridad no hay tolerancia, sino otra cosa.
Premios concedidos, hay que recogerlos. Primer premio a quien es tolerante de hecho, pues es mejor serlo que explicarlo, como Jesucristo, que nos redime de hecho, aunque no nos lo explique del todo por nuestra incapacidad de entenderlo, pero lo hace, nos redime, y eso es lo que vale. Gracias, P.Iraburu. Excelente escrito.
Muchos Estados católicos en el siglo XX lo han sido sólo “decorativamente”. En la Constitución hacían alguna declaración formal, respecto de la Iglesia, pero la legislación y la acción de gobierno se apartaba, muchas veces de modo ostensible, de la doctrina católica. En el caso español, en cambio, se asumió en las normas constitucionales el compromiso de no dictar leyes contrarias a la doctrina católica, y se reforzó ese compromiso mediante la posibilidad de un recurso –el denominado recurso de contrafuero- que permitía declarar la nulidad de normas contrarias a la doctrina de la Iglesia. Por eso decía antes que el sistema, aunque perfectible, era cosa más seria que una etiqueta vacía de contenido.
Saludos.
Por otra parte, coincido con su expresión que en 1978 los obispos que no aconsejaron el NO a la Constitución, en el Referendum, no se puede decir que hicieran mal.
La Constiución, aunque mejorable con sus ambiguedades o silencios no necesariamente hacia augurar el actual sistema politico actual, las inmorales leyes que se aprobarian, unas veces apoyandose en la ambiguedad, imprecisiones o silencios de la Carta Magna y otras veces incluso contradiciendola expresamente.
Una vez que las Cortes constituyentes presenta la Constitución a Referendum por los españoles, se explica la postura de la mayoria del episcopado de considerar la Constitución del 78 como una opción licita moralmente y recomendable.
Se explica con: los datos que se tenian entonces y por la prudencia; dado el momento de dinamica de auto-disolucion del regimen anterior, tras el referendum afirmativo a la "Ley de Reforma Politica" y por el riesgo de conflicto.
Pero creo que hay llevar la atención a los verdadero autores de la Constitución: que no son los obispos españoles de 1978, sino las Cortes Constituyentes.
Las Cortes Constituyentes, con las fuerzas politicas, que entonces tenian alli representación, y los representantes por designacion Real. Alli habia muchos catolicos ¿ que hicieron ? o que no hicieron? ¿no fueron simplemente ingenuos? ¿ habia razones sicologicas de temor a una persecución religiosa? ¿ Tenian sindrome de estocolmo? ¿Cedieron y cedieron por la reconciliación nacional o por asegurar su colocación en el nuevo regimen? ¿ no hubiera sido posible un texto constitucional mejor, mas preciso, mas "blindadas ciertas cosas" aunque hubiese tardado un poco mas su redacción. Con perpectiva se ve que si se hubiesen perfeccionado el texto constucional, se hubiesen evitado problemas posteriores.
(Por ejemplo los arts. 148 y 149 de la distribución de competencias Estado y CCAA al no ser tablas cerrradas, ha producido un proceso emulativo de acceso a la autonomia de territorios que no tenian en principio estas aspiraciones y con ello nuevas reinvidicaciones, nunca satisfechas, de los territorios que si las tenian al principio, hasta poner en peligro la unidad nacional, contagiando de nacionalimo separatista a todo el pais. Diriamos que esta medicina no ha curado la enfermedad sin que la agravado. Esto moralmente no es neutro en cuanto supone de racismo, falta de caridad...)
Retomando la cuestión, son muy ilustrativas las palabras de un un padre de la Constitución D. Gabriel Cisneros, buen catolico, que, pocos meses antes de fallecer, en una entrevista del "semanario Alba" dijo algo asi como que : visto lo que habia sucedido, hoy redactaria la Constitución menos ingenuamente.
(No me gustaria tergiversar las palabras de un difunto, si alguien le consta los terminos exactos de sus declaraciones, ruego me rectifique. )
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JMI.- Gracias por sus interesantes y precisas observaciones.
Son tan feos y repugnantes moralmente,que al verse en el espejo se asustan de si mismos.
La Estaca de Dios.
Para todo lo que sea darles leña,pero de verdad,cuente con un aliado.
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JMI.- Bueno, por nuestros pecados todos somos más bien feitos.
Más que con su leña suplementaria, cuento con sus oraciones.
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JMI.-La historia dice con hechos lo que usted dice con su escrito.
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