(98) Católicos y política –IV. doctrina de la Iglesia. 2
–¿Qué principio doctrinal político consideramos ahora?
–La obligación de no obedecer las leyes injustas. Pero antes, un prólogo sobre la irracionalidad total del mundo apóstata.
Los paganos tienen mucha más verdad que los cristianos apóstatas. Y esto podría expresarse con la ayuda de una parábola.
A un perro muy listo, por medio de una operación cerebral maravillosa, le es infundido el espíritu humano, y llega así a la inteligencia de la razón y a la libertad de la voluntad. Un día, sin embargo, abrumado por las responsabilidades propias de su nueva condición inteligente y libre, exige que le retiren el espíritu humano. Pero entonces no recupera sus habilidades animales: ya no distingue por el olfato si un alimento es bueno o no, ya no sabe encontrar el camino de regreso a la casa de su amo… Viene a ser un animal excepcionalmente tonto, porque habiendo sido llamado a vivir según la razón, ha renunciado a ésta, y ahora no le funciona ni la razón, ni el instinto animal.
De modo semejante, la razón del pagano se ilumina al máximo cuando por la la fe alcanza la vida cristiana, llegando a ser «nueva criatura» (2Cor 5,17; Ef 2,15). Pero si se hunde voluntariamente en la apostasía, viene a ser un hombre excepcionalmente imbécil, que habiendo renunciado a la luz de la fe, apenas tiene uso de razón. Eso explica, por ejemplo, que la filosofía haya muerto en Occidente.
Los Estados modernos, antes cristianos y ahora apóstatas, han quedado idiotizados, y generan continuamente leyes gravemente injustas, peores que las de los Estados paganos. No se rigen por la fe, pero tampoco por la razón, pues se les ha atrofiado. «Alardeando de sabios, se hicieron necios» (Rm 1,22). Cuando consideramos el pensamiento de los antiguos filósofos paganos –Platón, Aristóteles, Cicerón, Marco Aurelio– vemos que, aunque no libres de errores, tenían uso de razón, pensaban y enseñaban doctrinas filosóficas y morales incomparablemente más verdaderas que las que hoy rigen las naciones apóstatas. Corruptio optimi pessima. Éstas han llegado a cumbres de imbecilidad e ignominia nunca alcanzadas por los pueblos paganos. El Derecho Romano era más justo, más conforme al sentido común y a la naturaleza humana, que el que hoy rige las naciones modernas. Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), por ejemplo, llega a conocer y a enseñar que hay una ley eterna, que rige al mundo por la ley natural, en la que ha de fundamentarse toda ley positiva promulgada por los hombres:
«La opinión de los hombres más sabios ha sido que la Ley no es un producto del pensamiento humano, ni una promulgación de los pueblos, sino algo eterno, que rige el universo entero mediante su sabiduría, que manda y prohibe» (De legibus 2.4.8). Unas leyes dictadas por el pueblo (plebs), si se oponen a ese orden supremo permanente, «no merecen más ser llamadas leyes que las reglas acordadas por una banda de ladrones en su asamblea» (2.5.13). «El colmo de la estupidez es creer que todo lo que se halla en las costumbres o en las leyes de las naciones es justo» (1.14.42).
Se apagaron estas luces en el mundo de la apostasía occidental moderna. Ya los políticos no tienen uso de razón, y «resisten a la verdad, como hombres de entendimiento corrompido» (2Tim 1,7). Generan cada vez más leyes, y cada vez peores. Y los cristianos liberales dedicados a la política, haciéndose sus cómplices, silencian sistemáticamente a Dios y al orden natural –si es que los conocen–, y entran así con ellos en la densa oscuridad del poder de las tinieblas. ¿Qué habrán de hacer entonces los cristianos ante las leyes perpetradas por el gran Leviatán de los Estados modernos, sean totalitarios, sean liberales?
3º.–Las leyes injustas deben ser resistidas. El hombre se perfecciona obedeciendo las leyes lícitas de las autoridades civiles legítimas, porque con esa obediencia cívica «obedece a Dios» (1Pe 2,13-17; Rm 13,1-7) y colabora al bien común de los ciudadanos. Por el contrario, cuando el ciudadano obedece leyes criminales se embrutece y degrada, se hace cómplice de graves maldades, y para evitar el martirio, la cruz de la verdad, vende su alma al diablo, y da culto idolátrico a los hombres malvados que le están sujetos. De este modo, «sirve a las criaturas, en lugar de al Creador, que es bendito por los siglos. Amén» (Rm 1,25).
La Iglesia ofrece en su historia un gran ejemplo tanto de obediencia cívica, en cuanto ella es debida, como de resistencia pasiva hasta la muerte, en el caso de los mártires, cuando la obediencia se hace iniquidad. En efecto, son innumerables los ejemplos de los mártires cristianos, que antes que ser infieles a su Señor y a su conciencia, han resistido y resisten heroicamente las leyes injustas, arrostrando la cárcel, el destierro, el despojamiento de sus bienes o la muerte. Y no olvidemos que de los 70 millones de cristianos que han sido mártires en la historia de la Iglesia, 45’5 lo fueron en el siglo XX, un 65 % (Antonio Socci, I nuovi perseguitati. Indagine sulla intolleranza anticristiana nel nuovo secolo del martirio, Piemme 2002, 159 pgs.)
La Iglesia católica siempre ha mandado que no sean obedecidas las leyes injustas. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que «el ciudadano tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio» (2242). Estas enseñanzas se han multiplicado, lógicamente, desde la Revolución Francesa, desde la apostasía de las naciones de antigua filiación cristiana, al iniciarse los Estados liberales y posteriormente de los Estados totalitarios, unos y otros anticristianos, sin Dios y sin orden natural.
–Contra los modernos Estados liberales recuerdo la doctrina de León XIII:
«Todas las cosas en las que la ley natural o la voluntad de Dios resultan violadas no pueden ser mandadas ni ejecutadas… pues “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Mt 22,21). Y los que así obran no pueden ser acusados de quebrantar la obediencia debida, porque si la voluntad de los gobernantes contradice la voluntad y las leyes de Dios, los gobernantes rebasan el campo de su poder y pervierten la justicia. Ni en este caso puede valer su autoridad, porque esta autoridad, sin la justicia, es nula» (1892, Nôtre consolation 17; cf. 1881, Diuturnum illud 11; 1888, Libertas 10, 21; 1892, Au milieu des sollicitudes 31-32).
–Contra los modernos Estados totalitarios, recuerdo la enseñanza de Pío XI, sobre todo las grandes encíclicas Mit brennender Sorge (1937), contra el nazismo, y la Divini Redemptoris (1937), sobre el comunismo ateo. La enseñanza pontificia contra el nazismo tiene hoy especial vigencia en el marco de aquellas democracias liberales que invaden la sociedad, produciendo una tras otra leyes criminales:
Ha de considerarse siempre el «derecho natural, impreso por el mismo Creador en las tablas del corazón humano, y que la sana razón humana, no oscurecida por pecados y pasiones, es capaz de descrubrir. A la luz de las normas de este derecho natural puede ser valorado todo derecho positivo, y consiguientemente la legitimidad del mandato y la obligación de cumplirlo. Las leyes humanas que están en oposición insoluble con el derecho natural adolecen de un vicio original que no puede subsanarse» con nada (Mit brennender 35).
Concretamente, las leyes acerca de la educación que estén «en contradicción con el derecho natural son íntima y esencialmente inmorales» (37). «Es deber de todo creyente separar claramente su responsabilidad de la parte contraria, y su conciencia de toda pecaminosa colaboración en tan nefasta destrucción» (48).
Es preciso, pues, que los ciudadanos resistan las leyes injustas, «si es que no se quiere que sobrevenga una ingente catástrofe o una decadencia indescriptible» (22)… las consecuencias del nazismo, y hoy de las democracias liberales. «Fomentar el abandono de las directrices eternas de una doctrina moral objetiva para la formación de las conciencias y para el ennoblecimiento de la vida en todos sus planos y ordenamientos, es un atentado criminal contra el porvernir del pueblo, cuyos tristes frutos será muy amargos para las generaciones futuras» (34).
En este marco socio-político tan degradante, el Papa expresa su gratitud y admiración por aquellos cristianos que, por ser fieles a su conciencia, «se han hecho dignos de sufrir por la causa de Dios sacrificios y dolores» (17). «Con presiones ocultas y manifiestas, con intimidaciones, con perspectivas de ventajas económicas, profesionales, cívicas o de otra especie, la adhesión de los católicos a su fe –y singularmente la de algunas clases de funcionarios católicos– se halla sometida a una violencia tan ilegal como inhumana. Nos, con paterna emoción, sentimos y sufrimos profundamente con los que han pagado a tan caro precio su adhesión a Cristo y a la Iglesia; pero se ha llegado ya a tal punto, que está en juego el último fin y el más alto, la salvación o la condenación» (24).
Santo Tomás de Aquino enseña que las leyes criminales, al ir contra Dios y el orden natural, son pseudo-leyes, no son propiamente leyes: «son más violencias que leyes, porque, como dice San Agustín, “la ley, si no es justa, no parece que sea ley”» (STh I-II,96). Obedecer esas pseudo-leyes podrá salvar nuestro cuerpo, nuestros intereses temporales, pero perderá nuestra alma. Deben ser en conciencia desobedecidas, resistidas, sin darles cumplimiento, pues de otro modo nos haríamos cómplices de maldades criminales. Veámoslo en algunas situaciones concretas.
Las obligaciones legales no eximen a los cristianos de sus obligaciones morales de conciencia, cuando son obligaciones que se contraponen. Pongo sólamente dos ejemplos:
Un Jefe del Estado no debe en conciencia firmar una ley criminal sobre el aborto, aunque esté obligado a ello por la Constitución. Con su acción estaría colaborando en la producción de un mal gravísimo de forma voluntaria, directa y premeditada. La obligación legal que tiene de hacerlo de ningún modo le exime de la obligación moral personal a la hora de firmar una ley homicida y repugnante.
Un médico de ningún modo debe procurar un aborto, aunque la ley le obligue a hacerlo. Ya sabemos –en este caso segundo con más certeza–, que la misma ley canónica de la Iglesia considera gravemente inmoral la participación de médicos y enfermeras en abortos, y la obligación legal que pudiera exigirles esa acción criminal, no les exime de la excomunión automática, latæ sententiæ. Algo semejante, mutatis mutandis, habrá que decir de funcionarios obligados legalmente a celebrar «matrimonios» homosexuales, de maestros y profesores obligados legalmente a enseñar doctrinas falsas, gravemente nocivas, etc.
Y no basta con desobedecer las leyes injustas; hay que combatirlas con todas las fuerzas, procurando su derogación en todos los modos posibles: reuniones de oración, campañas de opinión, actos legítimos de desobediencia civil, manifestaciones públicas, recogida de firmas para un referéndum, publicación de artículos en los medios de comunicación, huelgas, congresos y actos que tengan difusión mediática, etc. Y aún más:
Los cristianos no deben dar su voto a partidos políticos que producen leyes criminales o que las mantienen vigentes, pudiendo derogarlas. Y menos aún deben militar en esos partidos, aunque ello les prive de grandes ventajas sociales y económicas. Por el contrario, ellos están obligados a denunciar la inmoralidad de esos partidos, deben combatirlos, desenmascararlos –si están disfrazados– y desprestigiarlos por todos los medios lícitos y legales. La Nota doctrinal ya aludida de la Congregación de la Fe (24-XI-2002) lo enseña claramente:
«La conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral… El compromiso político a favor de un aspecto aislado de la doctrina social de la Iglesia no basta para satisfacer la responsabilidad de la búsqueda del bien común en su totalidad… Cuando la acción política tiene que ver con principios morales que no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno, es cuando el empeño de los católicos se hace más evidente y cargado de responsabilidad. Ante estas exigencias éticas fundamentales e irrenunciables, en efecto, los creyentes deben saber que está en juego la esencia del orden moral, que concierne al bien integral de la persona. Éste es el caso de las leyes civiles», sigue diciendo la Nota, en materias como aborto y eutanasia, falsificación grave del matrimonio y la familia, educación de los hijos, tutela de menores, esclavitud, libertad religiosa, economía al servicio de la justicia social, el valor de la paz (4).
Todos los gobiernos son «intrínsecamente perversos» si prescinden de Dios y del orden moral natural y objetivo. Cuando trate yo de los diversos regímenes políticos, comprobaremos que esa perversión puede darse y se da en totalitarismos comunistas o nazis, en democracias liberales, en dictaduras de partidos únicos o de líderes populares. A todas esas formas de gobierno son aplicables las palabras que Pío XI refiere al comunismo marxista:
«Procurad, venerables hermanos, con sumo cuidado que los fieles no se dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente perverso (“communismus cum intrinsecus sit pravus”), y no se puede admitir que colaboren con el comunismo en terreno alguno los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana» ¡y el bien común de los pueblos! Y aún Pío XI añade una profecía, que ha tenido y tiene cumplimiento: «Cuanto más antigua y luminosa es la civilización creada por el cristianismo en las naciones en que el comunismo logre penetrar, tanto mayor será la devastación que en ellas ejercerá el odio del ateísmo comunista» (1737, Divini Redemptoris 60).
También la guerra puede ser lícita para combatir leyes y gobiernos injustos, que llevan a un pueblo a la degradación moral y a la ruina. Pío XI en la encíclica Firmissimam constantiam, dirigida a los Obispos de México, siguiendo la doctrina tradicional, enseña que «cuando se atacan las libertades originarias del orden religioso y civil, no lo pueden soportar pasivamente los ciudadanos católicos» (1937: Denzinger nn.3775-3776). Y en ese texto indica las condiciones necesarias para que sea lícita una resistencia activa y armada. Es la enseñanza actual que expone el Catecismo de la Iglesia Católica:
«La resistencia a la opresión de quienes gobiernan no podrá recurrir legítimamente a las armas sino cuando se reúnan las condiciones siguientes: 1) en caso de violaciones ciertas, graves y prolongadas de los derechos fundamentales; 2) después de haber agotado todos los otros recursos; 3) sin provocar desórdenes peores; 4) que haya esperanza fundada de éxito; 5) si es imposible prever razonablemente soluciones mejores» (2243).
Es indudable, por ejemplo, que un gobierno que promueve y financia cientos de miles de abortos, y que convierte en «derecho» esos asesinatos, comete «violaciones ciertas, graves y prolongadas de derechos fundamentales de los ciudadanos», concretamente de los más pobres e inválidos, de los más necesitados de protección legal. Y también es indudable que pueden darse y se han dado circunstancias históricas en las que el pueblo cristiano debe en conciencia levantarse en armas y «echarse al monte», como los Macabeos, arriesgando con ello sus vidas y sus bienes materiales por la causa de Dios y por el bien común de la nación. Pero actualmente, por el contrario, casi nunca pueden darse en las naciones las otras condiciones exigidas para un lícito levantamiento del pueblo en armas. Son naciones tan sujetas al gobierno del Príncipe de este mundo, Satanás, que es casi imposible que se den en ellas las condiciones 3ª y 4ª.
De otras graves cuestiones, como el martirio, la objeción de conciencia, los combates jurídicos, las asociaciones católicas sociales y políticas, etc., hablaré, con el favor de Dios, al final de esta serie, cuando trate más directamente de qué debemos hacer hoy los católicos en la vida política. Ahora estoy exponiendo los principios doctrinales de la Iglesia en materia política.
José María Iraburu, sacerdote
Post post.– Agradezco mucho a todos los comentaristas su colaboración al blog, porque sus observaciones precisan, amplían, contrarían, refuerzan mis artículos. Y lamento no tener tiempo para intervenir en las discusiones que se forman. Felizmente hay en la Sala de Comentarios de un lado y de otro espadas bien afiladas. Alguna vez tengo tiempo para intervenir, sobre todo cuando es suficiente hacerlo con brevedad. Pero normalmente estoy ocupado en un buen número de tareas diversas del blog. Y en el tiempo que consigo dedicarle, he de trabajar el artículo siguiente, lo que me exige no pocas horas. No podría sacarlo adelante si me introdujera en la discusión de los comentarios, que en (97), por ejemplo, fueron muy numerosos, y varios de ellos bastante documentados y argumentados. Imposible.
Por otra parte, yo tengo mi orden temático más o menos preestablecido, y gran parte de los comentarios, aunque no se separen demasiado del artículo que comentan, tratan de temas que tengo previsto tratar directamente en otros artículos próximos, con orden y cuando les toque.
Gracias de nuevo.
Índice de Reforma o apostasía
52 comentarios
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"Unas leyes dictadas por el pueblo (plebs), si se oponen a ese orden supremo permanente, «no merecen más ser llamadas leyes que las reglas acordadas por una banda de ladrones en su asamblea» (2.5.13). «El colmo de la estupidez es creer que todo lo que se halla en las costumbres o en las leyes de las naciones es justo» (1.14.42)." Marco Tulio Cicerón.
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¡Grande Marco Tulio, grande!!
Aunque fuerza es recordar que cuando se alzaban estas voces magistrales, era porque en su circunstancia histórica (en este caso Roma), se violaban impunemente las normas que estos valientes sabios proclamaban. Pasó también con la Grecia de Sócrates, Platón y Aristóteles.
Pero los sabios no fueron oídos y la civilización finalmente pereció.
En cuanto a lo que afirma Ud. sobre la coincidencia esencial de´la ideología y la praxis de las democracias (liberal y comunista) con el nazismo y similares, se lo agradezco especialmente. Yo siempre sostuve que la IIGM fue una orgía de Mafias Estatales que se disputaban los espacios (de poder, económicos y culturales) dejados por el desplome de la Cristiandad que, corroída por la polilla del liberalismo, había perecido hacía tiempo. Mafias apóstatas y paganas que se peleaban por "la torta", convencidas que la guerra era mejor negocio que la coparticipación.
España, que fue la primera y la última nación de la Cristiandad, no quiso participar de ese festín de sangre. Bien hecho.
Ironías aparte, felicitaciones por la claridad en exponer y divulgar los principios.
Saludos.
Estaría muy agradecido si dedicara la atención de alguno de sus posts a este tema de las cruzadas, pues en general no suele ser muy bien juzgado por los cristianos (el propio Juan Pablo II pidió perdón en el Jubileo del 2000 por este tema). Sin embargo, por lo que veo en su artículo, la postura de los Macabeos puede estar más que justificada llegado el caso.
Muchas gracias por toda la labor que está llevando a cabo con esta larga serie de "reforma o apostasía".
Saludos.
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¡Bravo!
El magisterio es claro respecto al deber de un católico. Igual de claro es el derecho canónico que excomulga a personas, puesto que la salvación del alma es individual. No se excomulga a estructuras o sistemas de organización social.
Y bendita sea nuestra Santa Madre Iglesia, en su meridiana enseñanza, pese a todos los "magisteriales" despistados...El Sol siempre termina atravesando las nubes.
Que El ilumine abundantemente nuestras inteligencias y enfervorice nuestros corazones.
Así de claro y rotundo.
" Y al tirano désele muerte ". P. Vitoria.
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JMI.- Faltan para la violencia lícita las condiciones 3ª y 4ª.
Y afán de poder terrenal tienen los Alessio y todos los de su ralea progre (liberal), que estiman a las urgencias políticas y sociales más importantes que la salvación de las almas.
Así que nada que ver.
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JMI.- Y un jamón. Ni son cristianos, ni son anónimos.
Cuando surgió la polémica con la nueva ley del aborto, ley abyecta y criminal donde las haya, humildemente me pareció bastante discutible la posibilidad que tenía el Rey de negar su firma. Pero no sólo por una cuestión estrictamente jurídica, sin más, sino por las posibles consecuencias para el orden público y la paz social que el incumplimiento de esa obligación jurídico-constitucional pudiera tener...
¿Qué opina usted? Se podría aplicar también esa condición de los "desordenes peores" en estos casos....?
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JMI.- En breve trato de la tolerancia y el mal menor.
Nada traumático por cierto, pues no me imagino a multitudes de españoles saliendo a la calle a defender al viejo rey.
Menos todavía, a defender una monarquía caricaturesca.
Porque si los ateos y los paganos pueden ser "cristianos anónimos", por qué no los estados o apóstatas...
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JMI.- Elemental. Los paganos pueden ser cristianos anónimos. Pero los apóstatas, que lo son rechazando a Cristo, no. Elemental.
Y lo de más abierto o más cerrado, en teología, son términos sin sentido.
La dificultad que experimentan los apóstatas en el conocimiento de la ley natural, ¿podría originarse en que Dios castiga la apostasía mediante el retiro de la moción divina para ciertos los actos cognoscitivos de la ley natural? Es una duda que me surge ahora.
Saludos.
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JMI.- En el pecado va la penitencia.
Como tabien es una gracia los sacerdotes que Dios ha puesto en mi camino.
PERO A DECIR VERDAD , ESPERO QUE EN TODAS LAS PARROQUIAS ESCUCHEMOS A LOS SACERDOTES ADVERTIR Q UE TODO AQUEL QUE MILITE Y SE MANIFIESTE A FAVOR DEL ABORTO Y ESTAS LEYES , QUEDAN EXCOMULGADOS .
QUE HAREMOS LOS MINISTROS DE LA COMUNION CUANDO SE NOS PAREN DELANTE A COMULGAR PERSONAS QUE PUBLICAMENTE SON PRO-ABORTO ?
CON MI MAYOR DE LOS RESPETOS , MIRIAM.
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JMI.- Son cuestiones prudenciales que hay que considerar en cada caso. En general, conviene no negar comunión al que viene a comulgar. Pero sí avisar antes o después al "pecador público" que no se acerque a comulgar hasta que se reconcilie con Dios y con la Iglesia.
Desde Aristóteles quedaba claro que la tiranía es una forma impura y degenerada de gobierno. Ulpiano, al establecer la "Lex regia" tiene el cuidado de decir que la potestad del príncipe es conferida por el pueblo". San Isidoro de Sevilla afirma que el título de Rey se pierde por el pecado. Y ya Juan de Salisbury afirma que es lícito matar al tirano. A favor de la destitución tenemos a Guillermo de Ockham y Marsillio de Padua. Y como último ejemplo Jorge Buchanam "De iure regni apud Scotos" dedicada a la educación de Jacobo VI Estuardo. Según este pensador, el poder reside en el pueblo, que lo delega en el Rey, reservándose la facultad de vigilar su gestión, de amonestarlo y castigarlo y aun de matarlo en caso de tiranía como se mata a un enemigo.
La historia es madre y maestra y nos enseña con maestria como hemos de proceder en casos de tiranía convicta y confesa.
Lo cual sigue siendo aplicable en la actualidad para los pueblos sensatos y que sean conscientes de su valor, aprecio y dignidad.
" Más vale morir con honra, que vivir con vilipendio ". Don José Calvo Sotelo.
Formulé mal a pregunta. La naturaleza como inclinación natural a la virtud disminuye por el pecado.
Saludos.
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La naturaleza como inclinación natural a la virtud
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¿No está acaso la naturaleza humana inclinada hacia el mal, a causa del pecado original?
¿No es la inclinación espontánea a la virtud obra de Dios, que la infunde en el corazón de todo hombre, aún de los que no son sus hijos?
Naturaleza en el Aquinate tiene diversos significados:
"El bien natural que disminuye por el pecado es la inclinación natural a la virtud. La cual a la verdad conviene al hombre por ser racional: de ahí le viene el que obre según la razón, lo cual es obrar según la virtud. Mas por el pecado no se le puede quitar al hombre totalmente que sea racional, porque ya no sería capaz de pecado. Por consiguiente, no es posible que el susodicho bien natural se le quite totalmente." (S. Th., I-II, 85, 1)
Lo que a mí me intriga un tanto es la explicación metafísica de por qué en el mundo pagano post-cristiano parece que el conocimiento moral natural está más deteriorado y oscurecido que en mundo pagano pre-cristiano.
Saludos.
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JMI.- El hecho parece cierto: que la razón llega a extremos de error especialmente en aquella parte de la humanidad que, habiendo sido cristiana, rechazó la fe, rechazó a Cristo. Eso me figuro que no le hace problema.
En cuanto a la razón metafísica-teológica de que eso sea así, es un misterio de la Providencia, por supuesto, pero a mí se me ocurre que si la apostasía es el mayor de los pecados posibles entre cristianos, será el que más destrozos cause en su naturaleza (también en su razón teórica y práctica). En REFORMA O APOSTASÍA (3) ya recordé que la "infidelidad (negación de la fe) es lo que más aleja de Dios... es el pecado mayor de cuantos pervierten la vida moral" (STh II-II,10,3). Eso explica que en el mundo apóstata hallemos ciertas perversiones morales extremas, a veces fomentadas por el Estado, que al menos en modo tan generalizado no lo hallamos en el mundo pagano.
Una cosa son los pueblos que no han llegado a Cristo y a su Evangelio, y que viven la moral y religiosidad que alcanzan, con valores y precariedades a veces muy grandes. Y otra cosa son los pueblos que han renegado de su fe, y construyen una cultura anti-cristiana, fomentando vicios que alaban como virtudes. "Si una vez retirados de las corrupciones del mundo por el conocimiento de NSr. y Salvador Jesucristo, de nuevo se enredan en ellas, SUS FINALES SE HACEN PEORES QUE SUS PRINCIPIOS" (texto completo-terrible en 2Pe 2,20-22).
Cordial saludo en Cristo.
Las primeras son aquellas que por algún motivo es legítimo desobedecer. Pero que, por diversos motivos, pueden cumplirse sin que exista responsabilidad moral alguna. Por ejemplo, si un Estado obligara a sus ciudadanos de modo irracional (por mero capricho de los gobernantes) a detallar todas las actividades que realizaron en algún día del año, no cabe duda de que esa ley es inmoral y es injusta. Y, como tal, no obliga. Sin embargo, no veo inconveniente alguno para que ésta sea cumplida si así se evita un mal mayor (por ejemplo, una gran multa).
Por otra parte, hay otras leyes injustas -las que usted llama "criminales"- que en modo alguno pueden ser cumplidas. Por ejemplo, una ley que obligase a un médico a abortar o a un funcionario a presidir homomonios (o a exigir de los ciudadanos lo que presenté en el primer ejemplo). Estas jamás podrán cumplirse sin importar lo que se pueda perder por este incumplimiento.
No sé, me parece que existe tal distinción (ley injusta que no obstante puede cumplirse vs ley injusta que no puede cumplirse) y que es importante.
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JMI.- Dentro del término "leyes injustas" es posible distinguir, por supuesto, muchas clases diferentes de maldad y de injusticia.
Sí, es claro que en la cita se supone otra acepción de "naturaleza".
Eso que afirma Sto. Tomás lo vemos muy claramente en ejemplos concretos. Desde el caso de Lutero ("Peca fuertemente..." e inmediatamente "La Razón es una prostituta.") hasta el día actual, con el pecado entronizado como virtud mientras cunde la irracionalidad y consecuentemente, la filosofía es hecha pedazos.
Pero aún esta semi-bestia moderna es capaz de conversión, pues nunca será totalmente irracional.
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¿El mayor de los pecados posibles, Padre?
¿Más aún que, por ejemplo, un aborto, un parricidio, o una violación seguida de asesinato?
¿Más aún que el abuso sexual de menores?
¿Quiere decir que todos los que han ido alejándose de la Iglesia, son más pecadores que quienes han cometido esas montruosidades?
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JMI.- Sí, es el mayor pecado posible. Arriba he citado a STomás, que así lo afirma. Negar a Dios, negar su existencia, negar a Jesucristo, su epifanía. Si lee Rom 1, verá que SPablo hace derivar una lista de veintitantos pecados terribles de que los hombres le dieron la espalda a Dios, al Creador, y se quedaron fijos en las criaturas.
en estos versiculos leemos que todo pecado y blasfemia aun contra nuestro Señor Jesucristo, le sera perdonado al hombre, mas blasfemar contra el Espiritu Santo de Dios, jamas le sera perdonado al ser humano, ni en este siglo ni en el venidero, ¿ entonces me pregunto: podra existir algun otro pecado mayor que este ?. CREO QUE NO.
La Apostasía es pues, pura blasfemia irreverente contra el Espíritu Santo de Dios.
El apóstata reniega de lo venerado, blasfema y abomina contra el Santo Espíritu de Dios.
No existe perdón contra este supremo, infame, nefando y máximo pecado.
Como comentario del artículo, creo que las actuaciones que vemos como las injustas, como las que se refieren en el artículo, no se caracterizan principalmente por la imbecilidad, al menos de sus promotores, sino por el egoísmo y la maldad; no se trata de que no sepan hacer las cosas, ni de que sean ingenuos o tontos, sino de que persiguen unos intereses muy perversos. Las leyes injustas lo son porque no se encaminan al bien auténtico de la población, aunque siempre nos pongan como pretendida disculpa el beneficio de la población.
Ahora bien, supongo que Ud. se refiere a los que hacen manifiesta y/o pública renuncia a su pertenencia a la Iglesia, causando escándalo, esto es, provocando una incitación al mal.
Pero,¿y los que se alejan silenciosamente? Porque hemos visto en las últimas décadas una "apostasía silenciosa" de multitudes de bautizados que, casi inadvertidamente, han dejado de cumplir sus obligaciones religiosas y se van sumergiendo gradualmente en el indiferentismo primero, y en el ateísmo práctico finalmente. Pasan de escuchar las enseñanzas de la Iglesia, a escuchar las enseñanzas del Mundo: TV, Internet mundana, revistas "femeninas", sicólogos, curanderos y gurúes. Y vaya si son adictivos!
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JMI.- Como ud. sabe, en cada persona es distinto el grado, modo y conciencia del alejamiento o incluso de la apostasía. Sí es cierto que, en principio, nada separa tanto de Dios como negar su existencia, o entenderlo solo como un Ser Supremo que nada tiene que ver con los hombres y los pueblos.
Me interesa vivamente su respuesta, porque tengo familiares muy allegados en esta situación.
Han leído ustedes el libro del Padre JMI "Evangelio y Utopía"? Ese libro es un manual, me atrevo a decir con Santa Teresa, que es cimiento de raices cristianas para los siglos y generacione futuras, hasta que vuelva Jesús, pues debe encontrar FE, sobre la tierra.
Con respecto al tema, me quedo con un fragmento del libro que les comento, en donde el padre dice:
"Pensar que el curso de la historia lo deciden ante todo esos señores que salen de potentes coches, llevando carteras llenas de documentos, para entrar en edificios de encuentros internacionesles, es un craso error. También habrá que hacer eso, por supuesto. Pero quede claro que lo que endereza la historia humana es ante todo la busqueda prioritaria del Reino de Dios y su justicia en lo interior y en lo exterior, esperando todo lo demás como añadidura."
Que ante todo este mal, me dicida YO, por seguir a Jesús y su Iglesia pronta y obedientemente, en mi estado, con mi situación actual, etc..Dios hará..
Cordial saludo en JESUS Y MARIA AUXILIADORA.
Padre: Usted disculpe, pero yo cito sus libros todo el tiempo. Saludos y su Bendición.
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JMI.- Perdón, pero le cobro derechos de Autor:
tres Avemarías más el IVA.
Con ser martillo del voluntarismo ascético, el p. Iraburu se ha ganado un lugar especial en el cielo.
Sí, leí "Evangelio y utopía" hace unos diez años, y es precisamente ese libro, junto con "De Cristo o del mundo" el me inspiró a disentir con don Fernando Rey cuando habla de "la flandersización" del catolicismo con ocasión de la Ave María City. Si a don Fernando le preocupa lo que el proyecto pueda tener de fuga mundi, a mí me preocupa más la mundanización escandalosa de políticos y empresarios.
Y si la opción de un grupo de laicos por una vida comunitaria, simple, con pobreza voluntaria -derivada del paso de las comodidaes urbanas a la vida rural- y cierta separación del siglo puede tener el peligro de "flandersización"; el excesivo énfasis de estar "en medio del mundo", puede producir una "shylockización" del catolicismo, i.e. la canonización de la usura, o la "calvinización" del catolicismo, i.e. el éxito económico o profesional como signo de predestinación o la mentalidad eficientista y empresarial aplicada al apostolado.
Saludos.
Por eso, no hay que perder de vista que en el supuesto de que se pretenda que el Rey niegue su firma a una ley, estaremos incitando, nada menos que al Jefe del Estado, al incumplimiento de sus obligaciones jurídico-constitucionales y a la desbediencia civil. Algo de consecuencias nada traumáticas, según dice Ricardo de Argentina...
Personalmente me parece bastante probable la desestabilización política en esa situación hipotética, con consecuencias imprevisibles. No creo que el cambio del régimen político y de la forma política de un estado, en este caso de Monarquía a República, sea algo tan sencillo como algunos pretenden hacer creer. Y tampoco creo que nadie pueda garantizar que fuera a ser un proceso pacífico... El hecho de que hace más de 30 años este país protagonizase una sorprendentemente pacífica (aunque no exenta de peligros y amenazas) transición política desde un régimen autoritario y dictatorial a una democracia constitucional, no es ninguna garantía de que vaya a suceder así siempre. No tengo yo claro que las actuales circunstancias sociales y políticas en España pudieran contribuir a garantizar la paz social y el orden público, teniendo en cuenta todos los problemas a los que se enfrenta el país (económicos, territoriales...). El anterior régimen político murió por agotamiento y muerte natural, por así decirlo, y eso facilitó la transición pacífica y civilizada (aunque no en todo el país, como por ejemplo en el País Vasco), pero en la situación actual no tengo claro que un cambio de régimen y de forma de estado no fuera nada traumático. Y no sé si alguien puede ser capaz de garantizarlo.
Tampoco puede olvidarse, aunque nos cueste creerlo, que en este país hay un amplio sector social (más de lo que podemos imaginarnos) al que la ley del aborto o bien le parece estupenda y maravillosa o bien le importa un rábano. Es triste decirlo, pero es así. Y lógicamente, el Rey debe siempre tener en cuenta las consecuencias que sus actos (nada menos que el incumplimiento de sus obligaciones y la desobediencia civil en este caso) puedan tener. El tema creo que es mucho más complejo de lo que parece.
Si el levantamiento del pueblo cristiano en armas requiere el cumplimiento de unas circunstancias y condiciones, entre ellas que no se ocasionen desordenes peores, entiendo que actos igualmente serios y graves como la desobediencia del Jefe del Estado también deberían requerirlo.
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JMI.- La obligación MORAL en conciencia debe prevalecer sobre la obligación LEGAL impuesta por una Constitución o cualquier ley. "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres". Vea este EDITORIAL de InfoCatólica, "El falso dilema del Rey".
http://infocatolica.com/blog/coradcor.php/1007260609-pido-perdon-a-dios-por-haber
Respecto a lo que dice Raúl, yo creo que un rey católico debe preferir dejar de ser rey a dejar de ser católico. Y firmar una ley que permite el asesinato a mansalva de inocentes es incompatible con la condición de católico. Si ante la negativa del Rey, la nación quiere optar por una república, pues allá la nación y sus circunstancias. Pero insisto en que es mejor no ser rey a serlo desde la complicidad con el mayor holocausto que ha conocido y conocerá el mundo moderno.
Lo que ocurre es que si este rey ya firmó la primera ley pro-aborto en 1985 sin que ninguna autoridad eclesial le indicara la incompatibilidad de su condición de hijo de la Iglesia con dicha firma, no podía caber duda alguna de que firmaría la última. Este rey firma lo que le echen: aborto, divorcio, matrimonio gay, estatutos cuasi-independentistas, etc. Y luego encima le tenemos que ver dando discursos delante de la imagen del apóstol Santiago.
Aun así, más responsabilidad que el monarca tienen aquellos que, según el cardenal Tarancón, colaboraron activamente para la llegada de una Constitución de la que sabían que abría la puerta al divorcio y al aborto. Esos sí que no tienen perdón de Dios.
Una cosa es que uno decida, desde la caridad, y desde la prudencia, no hacer algo, y otra cosa, muy distinta es elegir, con la propia voluntad, algo malo en sí mismo. Igualmente, no se puede elegir algo malo en sí mismo, pensando en conseguir un supuesto bien, ya que esto sería engañoso, y obedecería, si acaso a una visión materialista de la realidad.
Los problemas sociales sólo se solucionan partiendo de vivir uno el Evangelio; no hay otra forma.. La solución ya nos la trajo Jesucristo, y no nos vamos a inventar otra.
A los gobiernos tiranos no les molesta a sus intereses creados el que alguien se queje de cualquier manera; por el contrario, también le puede interesar, para aprobar más medidas de control y vigilancia. Lo que realmente estorba a los intereses creados es el que alguien elija hacer el bien de verdad por encima de sus particulares intereses.
De aquellos polvos, nos vienen estos lodos.
Luis Fernando tiene toda la razón: //////borrado/////
" Estimamos muy grave proponer una Constitución agnóstica –que se sitúa en una posición de neutralidad ante los valores cristianos- a una nación de bautizados, de cuya inmensa mayoría no consta que haya renunciado a su fe. No vemos cómo se concilia esto con el “deber moral de las sociedades para con la verdadera religión”, reafirmado por el Concilio Vaticano II en su declaración sobre libertad religiosa (DH, 1).
No se trata de un puro nominalismo. El nombre de Dios, es cierto, puede ser invocado en vano. Pero su exclusión puede ser también un olvido demasiado significativo ". Cardenal, Don Marcelo González Martín.
Después de una dura victoria repleta de mártires, la España religiosa y la otra, fueron entregadas en bandeja de plata a sus enemigos. Los enemigos de la civilización cristiana.
Y así nos va.
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JMI.- Gila diría que este modo de hablar es "a lo bestia". En el buen sentido, claro.
2. " Consecuencia lógica de lo anterior es algo que toca a los cimientos de la misma sociedad civil: la falta de referencia a los principios supremos de ley natural o divina. La orientación moral de las leyes y actos de gobierno queda a merced de los poderes públicos turnantes. Esto, combinado con las ambigüedades introducidas en el texto constitucional, puede convertirlo fácilmente, en manos de los sucesivos poderes públicos, en salvoconducto para agresiones legalizadas contra derechos inalienables del hombre, como lo demuestran los propósitos de algunas fuerzas parlamentarias en relación con la vida de las personas en edad prenatal y en relación con la enseñanza ".
ANTE EL REFERÉNDUM SOBRE LA CONSTITUCIÓN.-
Instrucción Pastoral del 28 de noviembre de 1978
(Publicada en el Boletín Oficial del Arzobispado de Toledo de diciembre de 1978, páginas 597-600)
Cardenal Don. Marcelo González Martín.
Se puede leer en :
http://www.cardenaldonmarcelo.es/pastoral1.html
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Raúl, según yo lo veo, el pueblo español soportó estoicamente, heroicamente me atrevería a decir, un sitio de ¡30 años!, sin parangón en la Historia. Sufrió discriminación, miseria indecible y vilipendio, pero bajo la guía de un líder insobornable, fue consecuente hasta el final.
Claro que como Felipe II, el Caudillo no tuvo quien lo sucediera dignamente, pero la resistencia de España como último baluarte de la Cristiandad tiene, a mi juicio, todas las características de una auténtica Epopeya.
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JMI.- Muy buena la cita. Gracias.
Saludos.
Lo tengo en mi archivo. Creo que no está disponible en internet. Prefiero no dar el nombre del obispo, porque creo que todavía está vivo, y no deseo traerle problemas adicionales al p. Iraburu y a Luis Fernando.
El artículo era "9 errores..." y no 12 como dije.
Por las dudas, recuerdo mi posición: no es que yo crea que se le pueden pedir peras a un olmo; lo que rechazo es que se nos diga un olmo es un peral, y luego no se quieran reconocer las consecuencias de llamar peral a un olmo.
Saludos.
En el nombre de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo autor y supremo legislador de la sociedad ".
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" Capítulo II. De la religión:
Artículo 12.- La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra ".
Constitución de Cádiz de 1812
(18 de marzo 1812).
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Vivir para ver o los desastres del tiempo desde la decencia a la indecencia. ¡ Lo mismo que en 1978 ¡.
La Constitución Española de 1978, no profesa religión alguna. "Ninguna confesión tendrá carácter estatal", declara en su artículo 16.
La Constitución Española de 1978, con un relativismo asombroso, concibe la ley, tal como dice su preámbulo, simplemente como mera "expresión de la voluntad general", lo cual, en el contexto del texto constitucional, que sostiene que la soberanía reside en el pueblo, que estima como un valor el pluralismo político, y consagra los partidos como única vía de acceso a la sede del poder legislativo, equivale a afirmar que es ley " lo que en cada momento decida el partido de turno respaldado por la mayoría de los españoles que, por medio del sufragio universal ", participan cada cierto tiempo en unas elecciones.
No importa si tal mencionada "ley" es razonable o irrazonable. No importa si es justa o injusta. No importa si es buena o mala. No importa si es conforme a la verdad o proclive a la mentira. No importa si es decente o indecente.
No importa si es compatible con la Ley divina revelada y con la ley natural o no. No importa si es compatible con el orden moral objetivo o no. No importa si atenta o no contra los derechos de Dios o contra los derechos humanos fundamentales de las personas humanas. Todo eso no importa NADA.
Lo único que importa es que cuente con el apoyo de la mitad más uno de los españoles que acuden a votar.
Puro TOTALITARISMO.
Ciertamente se cumple a rajatabla, lo que muy bien ha escrito el cardenal Ratzinger, cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe:
"un Estado agnóstico en relación con Dios, que establece el derecho sólo a partir de la mayoría, tiende a reducirse desde su interior a una asociación delictiva"; pues "donde Dios resulta excluido, rige el principio de las organizaciones criminales, ya sea de forma descarnada o atenuada".
Blanco y en botella. Y que explica muy bien todo lo que actualmente está sucediendo en España en cuanto a desorden moral y corrupción de los valores humanos.
Lo cual es una gran verdad, pero escrito por los que la escribieron, era sólo jarabe de pico. Es norma entre los liberales -que desconocen la virtud de la vergüenza - mostrarse todo lo suficientemente religiosos que exigieran las circunstancias y las "razones de Estado".
Hace algunos años visité el Palacio San José, en la Pcia. de Entre Ríos, que fue el solar de Urquiza, caudillo liberal que derrotó a Rosas. Tiene una hermosísima capilla casi toda en mármol de Carrara, que cuenta con una bendición firmada por el Papa Pio Nono. Bien, entre la iconografía de las esculturas se notan, evidentes, los signos de la Masonería entre imágenes indiscutiblemente católicas.
Proyecto de Constitución de Pedro de Angelis (Junio de 1852):
Sección tercera. De la religión del Estado
Artículo 8.- La religión del Estado es la Católica, Apostólica, Romana, que será protegida por el Gobierno y respetada por todos sus habitantes.
Artículo 9.- Los demás cultos serán tolerados, mientras no turben el ejercicio de la religión dominante y no se entreguen al proselitismo.
Artículo 10.- Las relaciones con la Santa Sede serán las más cordiales y respetuosas, sin mengua de las prerrogativas nacionales.
Pero prevaleció el "cuadernito" de 1853, y mal copiado de las "Bases" en su art. 2.
Saludos.
Lo que dices es muy cierto.
" CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ARGENTINA Sancionada por el Congreso General Constituyente el 1º de mayo de 1853.
Preámbulo.-
" Nos los representantes del pueblo de la Confederación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para la Confederación Argentina ".
Se invoca la protección de Dios, pero resulta que la mayoría de los representantes del pueblo eran tan masones, como lo fue Simón Bolivar y tantos otros gerifaltes y " caudillos " populares. Puro jarabe de pico para engañar y estafar a las incautas masas.
Se dice que Urquiza fue masón. No me extraña nada, que en su panteón existan símbolos de la masonería
Sus enemigos también masones iniciaron un movimiento revolucionario que se inició con el asalto a la residencia particular del General Urquiza y que provocó su asesinato el 11 de abril de 1870 en su propio dormitorio.
No obstante, la vida del General Urquiza concluyó de esta manera, pero no el producto de su acción.
Que aún continua vivo.
Su huella fue lo suficientemente grande y profunda para mantenerse en el tiempo. Comprendida o no, aceptada o rechazada, con éxitos y errores, pero sellada como indeleble, su figura continua hoy siendo el símbolo por excelencia de la provincia litoraleña a la que perteneció y a partir de la cual extendió su acción al resto del país con una mentalidad nueva, aunque sin abandonar definitivamente los modelos culturales en los que originariamente se formó.
El general Don Justo José de Urquiza, concilió la transición entre dos tiempos revolucionarios diferentes, forjando una obra que pervive hoy por su magnitud e incidencia en la historia nacionalde la querida Republica Argentina.
Atentos saludos.
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"NUEVA LEY DE MATRIMONIO
¿Quién tiene la condición de "Marido" que imponen las actuales Leyes Impositivas?"
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El aquelarre ya ha comenzado...
- los naciones apóstatas
-> las naciones apóstatas
(Jaques Maritain en carta a Eduardo Frei Montalva, en 1970).
"Los comunistas, los socialistas y los nihilistas son una "MORTAL PESTILENCIA que serpentea por las más intimas entrañas de la sociedad humana y la conduce al peligro extremo de ruina"
León XIII, "Quod Apostolici Muneris", 1878.
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