(88) La ley de Cristo –IX. normas de la Iglesia antigua. 2
–Ahora, en un solo libro, el Código de Derecho Canónico, lo tenemos todo junto.
–Pero sus 1752 cánones sintetizan cánones procedentes de cientos de Concilios y documentos pontificios. Mire usted la obra de J. Mansi, en más de treinta volúmenes, Sacrorum Conciliorum nova et amplissima collectio, Graz 1960ss.
La Iglesia a comienzos del siglo IV es reconocida por el Imperio romano y cesan las persecuciones. Hacia el 300 los cristianos, aunque en minoría, son cada vez más numerosos en todo el Imperio. En algunas regiones, como en Armenia (295), llega a declararse el cristianismo religión oficial. Todavía, sin embargo, en el 303 se desencadena la persecución de Diocleciano, una de las más terribles sufridas por la Iglesia primera. Pero en el 312, en la batalla de Ponte Milvio, se produce la conversión del emperador romano Constantino (280-337), que en el Edicto de Milán (313), asegura definitivamente la libertad de la Iglesia.
Los obispos reciben honor de senadores, el clero cristiano hereda los privilegios de los sacerdotes paganos, las iglesias y grandes basílicas se multiplican, la Cruz viene a ser el signo fundamental del Imperio, se legisla en favor de la familia y la moralidad pública, se proscribe la crucifixión (315), se moderan las luchas de gladiadores y ciertos castigos a los esclavos, comienza a celebrarse civilmente el domingo (321).
El paganismo, su mentalidad y costumbres, tiene todavía mucha fuerza. Pero el cristianismo es ya la fuerza principal inspiradora de la vida imperial, y los cristianos desempeñan las autoridades públicas más importantes. Ser cristiano ahora es en el mundo más una ventaja que un peligro. Y los paganos, ante la nueva situación, afluyen en masa a la Iglesia, algunos por oportunismo, pero muchos por sincera apertura al nuevo espíritu que lo va animando todo.
La Iglesia entra en una crisis notable de crecimiento. Aprovechando la libertad civil ya conseguida, se celebran importantes Concilios regionales y ecuménicos (Nicea I, 325; Constantinopla I, 381; Efeso, 431), que consiguen grandes progresos doctrinales –Credo, Trinidad, Cristo–, y que organizan mejor la liturgia, la catequesis, la vida cristiana. Con todo ello… el descenso espiritual del pueblo cristiano, en su conjunto, es indudable. Va quedando ya poco del heroismo generalizado de los tiempos martiriales. Son muchos los cristianos que se acomodan al mundo, procurando disfrutar de él con fervor de mundanos neófitos: buscan riquezas, prestigios y poderes, procuran poseer lo más posible, y tratan de conciliar el espíritu del mundo –el de siempre: la triple concupiscencia que lo invade todo (1Jn 2,16)– con su vocación cristiana. Es muy comprensible que justamente en este tiempo naciera la vida monástica y que ésta atrajera a tantos.
Sin embargo, aunque es real esta tendencia a una reconciliación paganizante con el mundo, en muchas familias y comunidades cristianas perdura la fibra espiritual heroica forjada en tres siglos de persecuciones. Y sobre todo, las normas de la Iglesia siguen manteniendo en el pueblo cristiano los más altos ideales del Evangelio. Lo comprobaremos ahora con algunos ejemplos.
—Concilio de Elvira (ca. 306)
En Elvira (Iliberis), cerca de la actual Granada, se reúnen, procedentes de toda España, diecinueve Obispos, Osio de Córdoba entre ellos, y veintiséis presbíteros, con algunos laicos. Este Concilio de gran impulso reformador expresa en sus 81 cánones, todos disciplinares, la determinada voluntad de la Iglesia para configurar el mundo nuevo de la gracia –la vida litúrgica, los matrimonios, el clero, las vírgenes consagradas (virgines quæ se Deo dicaverint)– y acabar con los restos de paganismo –sacrificios idolátricos, mal trato a esclavos, prácticas de magia, pecados contra la castidad, etc.–. Destaco algunos cánones en una traducción abreviada, insegura a veces:
21.- Si alguno que vive en la ciudad no asiste a la iglesia tres domingos, sea expulsado por un breve tiempo, para que se vea públicamente corregido (si quis in civitate positus tres dominicas ad ecclesiam non accesserit, pauco tempore abstineat, ut correptus esse videatur). -No admite el Concilio cristianos habitualmente alejados de la Eucaristía, si viviendo en la ciudad, podrían participar en ella.
22.- Si alguien sale de la Iglesia católica y pasa a la herejía, sea recibido si se arrepiente, cumpla diez años de penitencia, y concédasele entonces la comunión.
26.- Todos los sábados ha de guardarse ayuno riguroso, corrigiendo así el error actual.
33.- Obispos, presbíteros y diáconos, han de abstenerse de sus cónyuges y no engendrar hijos. Pero si alguno incurriere en ello, «ab honore clericatus exterminetur». -Es el canon más antiguo sobre el celibato sacerdotal.
62.- Aurigas de circo y actores de teatro han de dejar sus oficios para ser recibidos en la Iglesia. Si los recuperasen, «projiciantur ab ecclesia». -Sean excomulgados.
69.- El cónyuge que comete adulterio puede ser reconciliado después de cinco años de penitencia, a no ser que la urgencia de una enfermedad aconseje antes darle la comunión.
71.- Los que abusan sexualmente de niños no pueden recibir la comunión ni en peligro de muerte. -El Concilio inculca hacia ese pecado un horror absoluto.
El Obispo Osio de Córdoba (256-357) fue el alma del Concilio de Elvira. De noble familia romana, elegido obispo de su ciudad natal (294), sufrió tormento por la fe en la persecución de Diocleciano y Maximiano. Tuvo una relación profunda con el emperador Constantino, a quien acompañó en Milán, influyendo en el Edicto del 313. Combatió el arrianismo, presidió el Concilio I de Nicea (325) y redactó el Credo niceno. Ya en su extrema ancianidad, en un concilio arriano, el emperador pro-arriano Constancio lo azotó y atormentó, sin conseguir que aceptara la herejía. Murió desterrado en Sirmio (357, Panonia, actual Hungría), con 101 años. La Iglesia ortodoxa y la católica oriental lo veneran como santo.
—Concilio I de Toledo (400)
Entre los años 397 y 702 se celebraron en Toledo dieciocho Concilios. Menos este primero, congregado en los años de los emperadores Arcadio y Honorio, todos se produjeron en la época visigótica de Hispania. Presididos al principio por el Arzobispo más antiguo, y después por el de Toledo, estas asambleas, convocadas por el Rey, no limitaban sus debates a los temas religiosos, sino que consideraban también asuntos políticos. El Concilio I de Toledo, además de condenar algunas herejías, sobre todo el priscilianismo, adopta en 20 cánones una serie de medidas disciplinares, que en estos finales del importante siglo IV irán configurando la vida del pueblo de Dios en múltiples aspectos. Asistieron 19 obispos, y como expresó uno de ellos, Patruino, pretendían homogeneizar una serie de prácticas eclesiales diversas, a veces contrapuestas:
«Porque cada uno de nosotros hemos empezado a obrar de distinta manera en nuestras iglesias, y de aquí se han originado escándalos que casi rayan en verdaderos cismas, si os agrada a todos vosotros, decretemos lo que ha de ser hecho por todos los obispos»… Transcribo algunos cánones en forma abreviada.
1.- De los presbíteros y diáconos que hayan engendrado hijos después de su ordenación. No sean promovidos obispos ni presbíteros, respectivamente.
6.- Que la joven religiosa (puella Dei) no tenga familiaridad con los varones, sean clérigos o laicos, sobre todo si no son parientes.
11.- Si algún poderoso despojare a alguno, y amonestado por el obispo, no restituyere, sea excomulgado hasta que devuelva lo ajeno.
13.- Aquellos que entran en la iglesia y no comulgan, queden excomulgados. Antes hay que advertirles que si no comulgan, habrán de someterse a disciplina penitencial para poder llegar a la comunión.
14.- Si alguno no consumiera la Eucaristía recibida, ha de ser expulsado como sacrílego.
15.- Ninguno se acerque a aquel que haya sido excomulgado. No visite su casa, ni tenga trato con él. Y si lo hiciera, quede también él excomulgado.
17.- «Si algún cristiano, estando casado, tuviera concubina, sea privado de la comunión. En cambio, aquel que no tiene esposa y tuviere en lugar de la esposa una concubina, no sea apartado de la comunión. Confórmese solamente con la unión de una mujer, sea esposa o concubina, según prefiera. Y el que viviera de otra manera sea expulsado hasta que se arrepienta y regrese mediante la penitencia».
Algunos comentarios
–Las normas canónicas dan forma social a la Iglesia. Y a veces la re-forman, cuando el error doctrinal o el abuso disciplinar desfiguran la verdad de la Iglesia. Podemos comprobar esto en los ejemplos que hasta aquí he citado, en la Traditio apostolica de San Hipólito de Roma, y durante la época romana de Hispania, en el Concilio de Elvira, hacia el 306, y en el Concilio I de Toledo, en el 400. Los acuerdos conciliares, expresados en cánones, además de precisar la verdad ortodoxa y rechazar los errores contrarios, van configurando progresivamente toda la vida cristiana personal y comunitaria, unas veces en ciertas regiones, otras en la Iglesia universal.
–El celo por la unidad y la santidad de la Iglesia se manifiesta claramente en la excomunión, que acude siempre que es preciso en defensa de la verdadera comunión. La vida cristiana no se entiende, nunca se ha entendido, como algo íntimo y subjetivo, no verificable en modo alguno ni por la comunidad ni por sus pastores. Por el contrario, la disciplina canónica continuamente está afirmando, en forma explícita o implícita, que la vida cristiana no puede ser vivida «de cualquier manera», «según la conciencia de cada uno», de modo «independiente por completo de la comunidad eclesial». La vida cristiana o es eclesial y eucarística o no es vida cristiana. Los que no viven la comunión eclesial, lógicamente, son excomulgados.
–La disciplina canónica de la Iglesia se va desarrollando al mismo tiempo que la doctrina teológica y dogmática, y según también la experiencia de los cristianos. Cuántas veces las leyes, antes de serlo, fueron costumbres. Y en ocasiones, según de qué se trate, esa evolución disciplinar incluye cambios en ciertas cuestiones concretas; por ejemplo, el celibato sacerdotal, la lectura de la Biblia, la comunión frecuente y bajo las dos especies, el uso litúrgico de las lenguas vernáculas, etc.
Ciertos cánones muy rigurosos, convenientes en tiempos de persecución, podían ser perjudiciales llegada la paz civil. Hemos visto, por ejemplo, que el Concilio de Elvira, en el canon 71, negaba la comunión al pederasta incluso en peligro de muerte. El papa San Inocencio I, en carta de 405, corrige este tipo de castigos extremos, «no parezca que seguimos la aspereza y dureza del hereje Novaciano» (Denz 212).
También vimos que el Concilio I de Toledo en el canon 17 considera lícita la unión conyugal estable de un cristiano con su concubina, como si el matrimonio natural, no sacramental, fuera una opción lícita para el bautizado. Hoy sabemos que esto no es así (Código c. 1055,2; 1093). Pero hemos de tener en cuenta que la disciplina canónica se desarrolla siempre unida al crecimiento doctrinal: «el Espíritu de la verdad os conducirá hacia la verdad completa» (Jn 16,13). Es cierto que ya en los Sacramentarios de los siglos VI-VII se hallan fórmulas rituales de bendición nupcial. Pero hasta el siglo XII no llega la Iglesia, en Oriente y Occidente, a la convicción unánime de que el matrimonio es uno de los siete sacramentos (Sínodo de Verona, 1184: Denz 761; Concilio II de Lyon, 1274: Denz 860).
–El influjo de la Hispania cristiano-romana en la evangelización de las estructuras jurídicas y culturales del Imperio fue considerable en ese tiempo decisivo del siglo IV, a través de hispanos notables, como Osio de Córdoba (256-357), el papa San Dámaso (+384: él encarga a San Jerónimo la traducción latina de la Biblia, La Vulgata, y con él pasa la Iglesia de Occidente del griego al latín), el emperador Teodosio I (347-395: él une Oriente y Occidente en un imperio único, declarando oficial la religión católica), el poeta Prudencio (348-410). Así lo quiso la Providencia divina.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
7 comentarios
Sobre algo que comenta sobre la "mundanización" del cristianismo tras pasar la época martirial, he leído justamente estos días un libro que me ha impactado y enseñado mucho, se trata de Mundo histórico y Reino de Dios, del teólogo barcelonés Francisco Canals Vidal. Se lo recomiendo vivamente, aunque seguro que lo conoce.
Un saludo y una oración,
cristina
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JMI.- Lo conozco, sí. Todo lo publicado por Canals es excelente. También es muy bueno el libro del P. Iraburu, De Cristo o del mundo (Fund. GRATIS DATE, Pamplona 1997). Pinche en el título, que lleva enlace, y podrá comprobarlo.
No me extraña que te gusten los post del P. Iraburu, pues él los escribe precisamente por ese mismo amor a la Iglesia.
Ahora tengo muchas tentaciones de enviar al mundo a freir monas, estoy dolida porque mi marido acaba de dejarme. Pero sé en mi fuero interno que he de amar también el mundo. ¿Algún consejo, Padre, para seguir amando el mundo?
cristina
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JMI.- Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo, en Belén primero, en la Cruz finalmente. Y sus hijos, aunque estamos en el mundo, no somos del mundo, ni queremos asemejarnos a él (Rm 12,12), pero lo amamos con el mismo Espíritu de Dios.
El marido es para la esposa signo de Cristo Esposo. Se fue el Signo (al menos por ahora), pero sigue la Realidad significada.
Oración y bendición +
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JMI.- Cualquier católico puede tener los dones que el Espíritu Santo quiera darle. Evidente. Lo que no es evidente, sino que exige un discernimiento, es si en concreto una persona ha recibido o no un cierto don del Espíritu divino, el de lenguas o el que sea.
Pero hemos de tener en cuenta que la disciplina canónica se desarrolla siempre unida al crecimiento doctrinal: «el Espíritu de la verdad os conducirá hacia la verdad completa» (Jn 16,13).
Padre: Estos dos párragos, son hermosos, y me parece que precisamente por no entender la importancia de los canónes, es decir del comportamiento que hemos de tener por el hecho de querernos llamar CRISTIANOS, es que muchos sienten la doctrina de la Iglesia pesada. No se enteran que sin la EUCARISTIA, no hay vida cristiana, que lo que la Iglesia como MADRE, pretende es liberarnos de nuestro selvático egoísmo, y todo esto es imposible sin conocer el porqué y el cómo nacieron estas normas y leyes. Cosa que usted muy bondadosamente nos está enseñando. También me parece muy hermoso constatar a través de la VERDADERA historia que el Espiritu Santo SIEMPRE actúa, como quiere y en quien quiere. A este respecto los españoles deberian sentirse orgullosos, pues la providencia así lo ha querido.
Gracias Padre y Dios lo siga bendiciendo.
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JMI.- Y a Ud., con toda su familia, los guarde siempre en la escuela de la verdad.
Las personas sabias, porque tratan a Dios, con el tiempo , descubren que todo es para bien. Espero y deseo que te ocurra lo mismo. Un saludo con todo cariño.
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JMI.- Rom 8,28.
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