(86) La ley de Cristo –VII. la koinonía de bienes

–Ya le veo la intención de meter su mano en nuestra cartera.
–Efectivamente, y la operación es muy delicada, porque la cartera suele estar tocando al corazón.

Vino nuevo en odres nuevos (Mt 9,17). Al recibir el don del Espíritu Santo, que renueva la faz de la tierra, se inicia entre los cristianos una vida nueva, según Cristo, el nuevo Adán. Y es una vida nueva no sólamente en lo interior, sino también en lo exterior. Es decir, no sólamente da lugar a hombres nuevos, sino también a comunidades nuevas, que realizan modos muy perfectos de convivencia, desconocidos por el mundo secular.

La comunidad apostólica de Jerusalén es descrita por San Lucas en los Hechos de los apóstoles en varios cuadros sintéticos (2,42-47; 4,32-35; 5,12-16), que vienen a desarrollar este precioso verso inicial: los creyentes bautizados «perseveraban en oír la enseñanza de los apóstoles y en la unión (koinonía), en la fracción del pan y en las oraciones» (2,42). La Iglesia apostólica naciente es, pues, una comunidad apostólica, fraterna, eucarística y orante. El término «koinonía» aparece en los Hechos únicamente en ese versículo, donde significa al mismo tiempo dos aspectos unidos entre sí: la comunión fraternal de los cristianos tanto en los corazones como en los bienes materiales.

–«La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y un alma sola» (4,32). Éste es, sin duda, el primer efecto de la koinonía. Todos los que han creído en Cristo «perseveran en un mismo espíritu, luchando con una sola alma por la fe del Evangelio» (Flp 1,27). Todos, «permaneciendo bien unidos, tienen un mismo amor, un mismo ánimo, un mismo pensamiento» (Hch 2,2; cf. 4,2; 2Cor 13,11; Rm 12,16; 15,5).

«Cada día, perseveraban unánimemente (homothymadon) en el Templo» (2,46), y «se juntaban unánimes en el pórtico de Salomón» (5,12). Esta unión profunda de todos se expresa especialmente ante Dios, en el Templo, cuando se reúnen para orar: «todos perseveraban unánimes en la oración» (1,14; cf. 2,42; 2,1.44; 4,24; Rm 15,5-6). Parece captarse en estas frases un eco de las palabras de Jesús: «si dos de vosotros se unen en la tierra para pedir algo, lo recibirán de mi Padre, que está en los cielos» (Mt 18,19). Es propio, pues, de cuantos viven de un solo Espíritu estar acordes en un mismo espíritu, e incluso, físicamente, reunirse con asiduidad en un mismo lugar, sobre todo para orar.

–«Todos los creyentes vivían unidos, teniendo todos sus bienes en común» (2,44). La unión de caridad eclesial entre los fieles llevaba derechamente a la comunión de bienes materiales: «la muchedumbre de los que habían creído tenía un corazón y un alma sola; y nadie consideraba sus bienes como propios, sino que lo tenían todo en común (panta koina)» (4,32). Nótese que habla San Lucas de «sus bienes»: es decir, los cristianos mantienen la propiedad de lo que es suyo. Pero por la caridad fraterna, los bienes personales vienen a hacerse comunes, no por la enajenación de los mismos, sino por la caridad comunicativa con que los usan sus propietarios.

«Vendían sus propiedades y sus bienes, y las distribuían entre todos según las necesidades de cada uno» (2,45). De este modo, «no había entre ellos ningún pobre, porque cuantos eran dueños de haciendas o casas las vendían, llevaban el precio de lo vendido y lo depositaban a los pies de los apóstoles, y a cada uno se le repartía según su necesidad» (4,34-35). San Lucas aquí, simplificando la realidad, presenta como regla general algunos hechos especialmente caritativos, que manifiestan el espíritu común existente. De hecho, él mismo propone el ejemplo de Bernabé como una generosidad excepcional: «poseía un campo, lo vendió y llevó el precio, y lo puso a los pies de los apóstoles» (4,37). Despojarse de los bienes propios no era una obligación. San Pedro no reprocha a Ananías y Safira haber retenido para sí parte de sus bienes, sino haber mentido a Dios y a la Iglesia (5,1-11).

Hubo, sin embargo, muchos casos de comunicación de bienes en la primera Iglesia. Así es cómo los primeros cristianos practicaban sencillamente el ideal evangélico de renunciar a todo, propuesto directamente por Cristo a todos sus discípulos (Lc 5,11.28; 14,33; 18,22): a todos, no sólamente a los que más tarde serán monjes y religiosos, y harán voto de pobreza, teniéndolo todo en común.

La koinonía se establece entre los que son «hermanos» en Cristo. La koinonía se produce dentro concretamente de la comunidad de «los que han creído» (Hch 2,42; 4,32), es decir, entre aquellos que son «hermanos» y forman en esta tierra la Familia de Dios. San Pablo, por ejemplo, exhorta: «hagamos bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe» (Gál 6,10). Entre los cristianos, pues, ya no vive cada uno para sí, buscando sus propios intereses, sino que, unidos todos por la caridad trinitaria, cada uno está atento a las necesidades de los demás (Rm 15,2; 1Cor 10,24.33; Flp 2,4).

La koinonía se da también entre unas y otras comunidades cristianas. Todas las Iglesias están unidas entre sí, e intercambian sus bienes como un líquido entre vasos comunicantes. Quienes han bebido de un mismo Espíritu y se alimentan de un mismo Pan, forman un solo Cuerpo de Cristo. Y así como comparten en común la gracia, las penas y las alegrías, así participan también en la koinonía de los bienes materiales (cf. 1Cor 12,13.26).

El término koinonía se usa, pues, para designar la comunión eclesial de bienes, practicada, p. ej., en las Iglesias de Macedonia y Acaya, que «tuvieron a bien establecer alguna koinonía en favor de los pobres de los santos en Jerusalén» (Rm 15,26; cf. 26-28). Esas Iglesias pedían con insistencia «la koinonía de la diaconía en favor de los santos» (2Cor 8,4).

La colecta en favor de los cristianos de Jerusalén es una temprana y clara manifestación de que la koinonía cristiana se extiende entre las Iglesias hermanas: Roma, Acaya, Galacia, Corinto (1Cor 16,1-4; 2Cor 8-9; Rm 15,25-32). La ocasión de la colecta es la escasez que sufren los hermanos de Jerusalén. Pero la causa profunda de esa ayuda económica es el amor de Cristo: es preciso que se exprese socialmente en la Iglesia aquella entrega amorosa que el Hijo divino hizo de sí mismo en la encarnación y en la pasión, pues Él, «siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos en su pobreza» (2Cor 8,9 = siendo Dios, se hizo hombre, para deificarnos en su encarnación).

En el lenguaje del Apóstol (2Cor 8-9) queda, por tanto, claro que la colecta no es una mera filantropía natural, sino una caridad eclesial profundamente cultual y religiosa. «Esta obra de caridad» (2Cor 8,19), dice, vendrá a ser una «eucaristía» (9.11-15) que, por medio de «este ministerio sagrado», suscitará a su vez «copiosa acción de gracias» en los ayudados. Y así, la abundancia de unos será remedio para la escasez de otros, de tal modo que se logre una «igualdad (isotes)» (8,13). Por eso, la secularización actual de tantas obras benéficas católicas queda muy lejos de los primeros planteamientos evangélicos y apostólicos.

La Iglesia es una comunidad distinta y mejor que el mundo secular en que vive. Al realizar una admirable koinonía de almas y de bienes, por una parte, la comunión de la Iglesia se diferencia netamente del orden social vigente, y por otra, consigue, para la gloria de Dios y por su gracia, una forma de vida excelente. Por eso, refiere San Lucas, «nadie de los otros se atrevía a unirse a ellos [distintos]; pero el pueblo los tenía en gran estima [mejores], y crecían más y más los creyentes, en gran muchedumbre de hombres y mujeres [atrayentes]» (Hch 5,13-14). Es decir, en medio del orden judío, aparece la Iglesia como una comunidad diferenciada y atrayente (4,33), que va incorporando aceleradamente nuevos miembros (6,7).

No hay pretensión política alguna en aquella primera comunidad cristiana de Jerusalén. Ella crea de hecho un nuevo orden social, lo crea ya, sin esperar a que la sociedad cambie a mejor. Pero, por supuesto, no se presenta –algo imposible entonces– como un programa político de renovación para el conjunto de la sociedad. Y la koinonía de bienes en favor de los hermanos pobres cobra en la primera comunidad apostólica tal importancia que pronto viene a requerir un ministerio propio, el de la diaconía (Hch 6,1-6). En este sentido, la historicidad de la diaconía corrobora la historicidad de la koinonía. También los diezmos, a lo largo de los siglos, expresan en la Iglesia ese mismo espíritu.

Muchos, sin embargo, tratan de politizar la ejemplaridad de la primera Iglesia, la de Jerusalén. Lo hacen, p. ej., los socialistas utópicos decimonónicos, Saint-Simon, Owen, Cabet, que sienten una admiración muy grande por Cristo y por la primera comunidad apostólica, en la que ven la plena realización de sus ideales comunitarios. Algunos de los primeros lemas del socialismo utópico comunitario, como «a cada uno según su necesidad», están tomados precisamente del libro de los Hechos.

La koinonía cristiana de bienes existió realmente en Jerusalén, y fue modelo realizado por otras Iglesias. No fue, pues, una mera idealización del autor de los Hechos, sin base real. No fue tampoco un caso aislado, puramente carismático, sin valor ejemplar. Y ambas cosas, que van unidas, las podemos verificar por cuatro vías:

1.–La tradición antigua llama «vita apostolica» a esa comunión de la primera comunidad eclesial, que afecta a corazones y bienes materiales. Se afirma así la clara conciencia que la Tradición tiene de que la koinonía fue la forma de vida comunitaria predicada, procurada y organizada por los Apóstoles. Jesús y los Doce son el comienzo de la koinonía cristiana:

Escribe L. Cerfaux: «Ese tipo de vida llevó en la Tradición, hasta el siglo XII, el bello nombre de “vida apostólica”, vita apostolica, queriendo decir: la vida de los Apóstoles, la que ellos enseñaron a sus discípulos inmediatos; y se pensaba en la comunidad de bienes y de caridad que animó la Iglesia apostólica de Jerusalén. No se puede reprochar, pues, a los Apóstoles haberse alejado en esto del pensamiento de Jesús. Si enseñaron a los cristianos de Jerusalén a practicar la vida común, es porque sabían que respondía al ideal del Maestro. Más aún: es porque ellos mismos habían vivido esta vida con Jesús [tenían una bolsa común, Jn 12,6; 13,29, y varias mujeres les asistían con sus bienes, Lc 8,1-3]. La vida común y apostólica nació, pues, de las mismas entrañas del cristianismo; derivó de los principios de Jesús» (La puissance de la foi; la communauté apostolique, Cerf, París 1968, pgs. 42-46).

2.–Los grandes maestros espirituales de la Iglesia han considerado siempre la koinonía de Jerusalén como un ideal permanente, tanto en su unidad de almas, como en su comunidad de bienes. Ascetas y místicos, comunidades religiosas monásticas, Orígenes, Epifanio, Antonio, Basilio, Jerónimo, Agustín, Casiano, todos, hasta nuestros días, ven en la primera Jerusalén cristiana un modelo ideal, que al paso de los siglos es continuamente iluminador y ejemplar. Los Padres antiguos, concretamente, estiman que la comunicación de bienes, prefigurada en el Antiguo Testamento y plenamente realizada en el Nuevo, es parte de la doctrina moral católica.

3.–La koinonía de Jerusalén, por la que se da una cierta comunicación de bienes materiales, no fue un caso aislado, una especie de milagro, como otros, realizados por Dios en los comienzos de la Iglesia, que no constituiría un precedente significativo y orientador para nosotros. Por el contrario, la comunicación de bienes se vive en Jerusalén y también en las Iglesias de los primeros siglos: «¡no os olvidéis de la beneficencia y la koinonía!» (Heb 13,16). Son muchos los documentos cristianos antiguos que exhortan a la koinonía de bienes; pero no lo harían si, en alguna medida, no se estuviera ya viviendo en las Iglesias.

La Dídaque, por ejemplo, en la segunda mitad del siglo I, la recomienda con la formula clásica: «no rechazarás al necesitado, sino que comunicarás en todo con tu hermano, y de nada dirás que es tuyo propio; pues, si os comunicáis en los bienes inmortales ¿cuánto más en los mortales?» (IV,8). El mismo consejo, con palabras muy semejantes, lo hallamos en San Ignacio de Antioquía (A Policarpo 4,3), en la Carta de Bernabé (XIX,8), en el Pastor de Hermas (compar. II; V,3,7), en Clemente de Alejandría (Stromata II,84,4; 85,3; 86,4; Quis dives salvetur 13,1-6), y en el año 380 en las Constituciones apostólicas.

(II,25).

4.–La realidad de la koinonía se demuestra también porque es un dato aducido por los Apologistas antiguos en favor de los cristianos. No se atreverían a usar ese argumento de ejemplaridad, si éste no estuviera confirmado por la realidad social cristiana que los paganos conocían.

En la primera mitad del s. II, Arístides, filósofo ateniense, en su Apología, afirma que los cristianos «se aman unos a otros; y el que tiene, da sin pena al que no tiene. Y si entre ellos hay alguno que esté pobre o necesitado, y ellos no tienen abundancia de medios, ayunan dos o tres días para satisfacer la falta de sustento preciso para los necesitados. Viven recta y modestamente, como se lo mandó el Señor Dios» (XIV,8; también la Didascalia 5,1,4, ordena ayunar para ayudar a los que están en necesidad).

A mediados del s. II, en su I Apología, aduce San Justino, filósofo palestino, el mismo dato y argumento: «Los que antes amábamos por encima de todo el dinero y el acrecentamiento de nuestros bienes, ahora ponemos en común lo que tenemos, y de ello damos parte a todo el que está necesitado. Los que nos odiábamos y matábamos unos a otros, y no compartíamos el hogar con quienes no fueran de nuestra propia raza por la diferencia de costumbres, ahora, después de la aparición de Cristo, vivimos todos juntos, y los que tenemos socorremos a todos los necesitados, y nos asistimos siempre unos a otros» (XIV,2-3; cf. 15,10; 67,1-6). Estos datos, como digo, no podrían ser aducidos si, al menos en buena parte, no se estuvieran viviendo realmente en las Iglesias cristianas.

El Evangelio más ignorado es el de la pobreza y comunicación de bienes. Hay Evangelios, como el de la castidad, que con frecuencia se viven mal, pero que al menos son generalmente conocidos por los cristianos. Pero este Evangelio, el de la pobreza –la peligrosidad de las riquezas, el grave deber de ayudar a los pobres, evitando todo gasto superfluo– aunque tiene una cierta actualidad verbal, y a veces ideológica, apenas llega a configurar la vida de los cristianos. Fuera de los religiosos, que todo lo tienen en común, sólo algún grupo laico importante vive seriamente el diezmo o algún modo real de comunicación de bienes. Pero la inmensa mayoría de los bautizados y de sus asociaciones, incluídos los más ortodoxos y devotos, en todo lo referente a propiedad y nivel económico de vida, simplemente «se conforman al siglo presente» (Rm 12,2), y apenas se distinguen en nada de los paganos. Con toda tranquilidad de conciencia –cada uno debe vivir según su estado social propio–, vierten el vino nuevo del Evangelio en los odres viejos del mundo. Y se pierden vino y odres. Se resisten a Cristo, no le dejan manifestarse al mundo no solo a través de hombres nuevos, sino también de comunidades nuevas.

Pero «al principio no fue así» (Mt 19,8). La Madre Iglesia engendraba con Cristo hombres nuevos y nuevas comunidades, bien diferenciadas del mundo secular, mejores y atrayentes. Actualmente el mapa de los países más ricos coincide con el mapa de las naciones más descristianizadas. Reforma o apostasía.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

40 comentarios

  
Yolanda
El Evangelio más ignorado es el de la pobreza y comunicación de bienes. Hay Evangelios, como el de la castidad, que con frecuencia se viven mal, pero que al menos son generalmente conocidos por los cristianos. Pero este Evangelio, el de la pobreza –la peligrosidad de las riquezas, el grave deber de ayudar a los pobres, evitando todo gasto superfluo– aunque tiene una cierta actualidad verbal, y a veces ideológica, apenas llega a configurar la vida de los cristianos...la inmensa mayoría de los bautizados y de sus asociaciones, incluídos los más ortodoxos y devotos, en todo lo referente a propiedad y nivel económico de vida, simplemente «se conforman al siglo presente»

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¡Hombre! Aunque el P. Iraburu hace meses que no me publica un comentario -tampoco lo intento, ya, hace meses- y no sé si publicará éste, al menos he encontrado ¡¡¡una frase cuyo estilo me gusta!!! (el estilo, no sólo el contenido que, obviamente, siempre es 100% puro y ortodoxo y, en ese sentido nadie -y menos yo- le puede poner pegas).

Lo que no sé, vamos, ni idea, es cuál es ese "algún grupo laico importante" que "vive seriamente el diezmo o algún modo real de comunicación de bienes". Siendo "importante", me avergüenza no conocerlo.

Preguntaré.
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JMI.- Seguro que alguno le informará. Son muy conocidos y numerosos.
29/05/10 11:49 AM
  
Yolanda
JMI.- Seguro que alguno le informará. Son muy conocidos y numerosos.
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Pues ya podía aprovechar y hacerlo usted mismo, para acabar con mi ignorancia, hombre... que en serio que no lleva ironía (bueno, un poco sí, no lo puedo remediar, pero no es lo esencial del comentario de arriba: es que DE VERDAD NO SÉ de quiénes habla)

:)
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JMI.- ¡Ahhhh!... Misterio.
29/05/10 12:04 PM
  
Yolanda

Pero, ¿misterios por qué, padre?

Es obra de misericordia: enseñar al que no sabe . Y hasta me atrevería a decir, padre Iraburu, que forma parte de su ministerio... pero bueno, "me atrevería" si yo fuera soberbia; en mi natural humildad, no me atreveré de hecho a sugerirle que esté usted descuidando una faceta pastoral de las muchas a las que tanto y tan bien atiende.

Así que:

¡Por caridad! Alguien que me saque de mi ignorancia...

¿De quién habla el P. Iraburu cuando menciona a "algún grupo laico importante" que "vive seriamente el diezmo o algún modo real de comunicación de bienes"?

Que lo digo en serio. El grado de ironía en estos comentarios, créaseme, por favor, es el mínimo inevitable para el caso. He repasado mentalmente varios "grupos importantes" (que no menciono para no ofender a nadie) y los he ido desechando.

Alguien habrá que me loq uiera decir.

Y prometo solemnemente una cosa: cuando alguien me diga de quiénes se trata, prometo no criticar nada ni sacarle punta al tema. Si me parece descabellado, me callo y se acabó. Sólo quiero salir de esta incógnita que ya me está picando en exceso, porque, por más vueltas que le doy, no conozco grupos laicos que practiquen tal cosa -que yo sepa-.

(¡Que lo he prometido en público!, no me queda más remedio que cumplirlo por más pasmo que me cause y por más gnasq ue me entren de apostillar o criticar)
29/05/10 12:32 PM
  
Luis Fernando
Yo creo saber a quién se refiere el padre, je je je. Veremos con qué te chantajeo para decírtelo.

Yendo al tema del post, es muy cierto que somos muchos los que hemos pensado, o pensamos, que la primera comunidad de Jerusalén es una especie de excepción en relación a la comunidad plena (material, no sólo espiritual). Y que la misma sólo se repitió de forma habitual siglo después en la vida monástica. Como dice el padre Iraburu, los testimonios patrísticos indican que ese tipo de vida comunitaria no era la excepción.

Supongo que la llegada en masa de conversos o pseudo-conversos a partir de Constantino convirtió ese modus vivendi en una especie de rareza. A lo largo de la historia han existido intentos más o menos exitosos de volver a dicho modelo. Creo que las reducciones jesuíticas entran dentro del mismo.
29/05/10 1:44 PM
  
Santiago Roa
Yolanda
El P. Iraburu menciona por su nombre, pro o en contra, autores que han publicado su pensamiento, Santo Tomás, Pagola, etc. Pero nunca alude por su nombre, pro o contra, congregaciones religiosas o asociaciones seglares concretas de la Iglesia.
Lo sabemos hace más de 80 posts.
29/05/10 4:46 PM
  
Ricardo de Argentina
P. Iraburu, lo que Ud. enseña está muy en sintonía con el primer video colgado en el blog "A tiempo y destiempo" de este portal, al que se accede picando en el video de la derecha de la pantalla, y que habla sobre la obligación católica del diezmo.

Bueno, qué quiere que le diga Padre, me parece que "el cocodrilo" que tenemos en el bolsillo (como decimos por aquí) cuando se trata de colaborar con la Iglesia, es una muestra más, y grave, de nuestra incoherencia como católicos.

Y ni qué hablar de dar prioridad a los pobres antes que a los gastos superfluos, cuando están tan de moda los viajes innecesarios y las renovaciones de vestuarios o de decoración de la casa. O del auto, porque no tiene los chiches del 0 Km. de mi vecino.
29/05/10 5:18 PM
  
Yolanda
Santiago Roa:

Hace muchos más de 80 posts que no leía al P. Iraburu. Gracias por la ionformación. Esperaré, pues, a que me lo cuenten por otro lado... (me corroe la intriga)

;)
29/05/10 6:08 PM
  
clara
Padre Iraburu, este post sí que es fuerte y apela a nuestra/mi conciencia. Gracias por escribirlo.

Me imagino cuál es ese movimiento laico del que habla. No lo sabía pero me ha bastado mirar a mi alrededor. Y he llegado a la conclusión, pensando en algunos buenos amigos, que son ellos.

La entrega de lo material va acompañado de la entrega de sus personas. Siempre, estos amigos, están dispuestos a ayudar cuando tengo un apuro y siempre he pensado que tienen algo distinto de lo que conocía y que acerca a Dios. Seguro que son ellos!

A Yolanda le recomiendo sólo mirar alrededor y preguntarse. Seguro que lo adivina porque hay muchos, cada vez más.
30/05/10 1:39 AM
  
Yolanda
A Yolanda le recomiendo sólo mirar alrededor y preguntarse. Seguro que lo adivina porque hay muchos, cada vez más.

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Pues no, Clara.

Lo que yo me pregunto es por qué este misterio, ¿qué problemea hay en nombrarlos? ¿Es que tienen, de suyo, al gún afán críptico? No, ¿verdad?. Ergo, ¿por qué aquí hay que nombrarlos sin nombrarlos y guardarles un "anonimato" que no tienen?
30/05/10 8:06 AM
  
Miguel Angel Arteche
Yolanda
El P. Iraburu ya ha dicho que tiene en su blog como norma nombrar a personas que públicamente han expresado su pensamiento. Pero que luego, cuando, por ejemplo, señala alguna tendencia desviada o falsa, o alguna virtud especial, nunca nombra a la institución o grupo que podría incluirse en ese error o virtud.

Dice usted que lleva 80 posts sin leer en este blog. Y para una vez que entra, trata usted de imponerle al P. Iraburu que cambie su norma. Quizá sea mejor que continúe usted sin visitar el blog, porque seguro que él no va a cambiar su norma porque usted se lo diga.
30/05/10 11:59 AM
  
José María Iraburu
SEÑORES COMENTARISTAS
¿Qué tal si se dejan de discutir temas laterales y se centran en comentar el tema del artículo, "La koinonía de bienes", tema harto importante en nuestra sociedad cristiana consumista, tan mundanizada en su mentalidad y en sus pautas conductuales en todo lo referente a la posesión de bienes, sin apenas huella alguna de espíritu evangélico de pobreza y comunicación fraterna?
30/05/10 12:22 PM
  
Miguel Angel Arteche
Me joroba no poco que en vez de comentar el post, que trata de un tema muy interesante, nos vayamos por otros temas laterales, como indica el P. Iraburu, que no tienen que ver con él.
30/05/10 1:15 PM
  
Ricardo de Argentina
Padre, acerca del lo "agarrados" que somos a la hora de "ponernos" con la Iglesia, o con los pobres, baste reflexionar que el hombre naturalmente busca compartir sus bienes con quien ama. El ejemplo clásico es la familia. Entonces, ¿a qué obedece nuestra mezquidad? ¿Es que no amamos a la Iglesia? ¿O la amamos sólo de la boca para afuera?

Me acordé de esto hoy, mientras en la homilía nuestro párroco repetía una enseñanza de San Agustín acerca de que a las cosas de Dios, al contrario que las terrenas, hay que amarlas para poder luego conocerlas. Y llegué entonces a pensar que quizás el gran desconocimiento que vemos hoy en día sobre las cosas de Dios, bien puede deberse a falta de amor.

Como las miserables limosnas "católicas".
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JMI.- Si a veces, dentro de una misma familia, vemos que un hermano está económicamente muy próspero, y otro las está pasando moradas, y sabemos que la ayuda fluye escasamente del uno al otro, y esto se ve como algo "relativamente normal", imagínese etc. El Evangelio de la pobreza y de la comunicación de bienes ha calado muy poquito.
30/05/10 4:56 PM
  
Yolanda
Arteche:

Si es mejor o no que no vuelva por el blog del P. Iraburu, lo dirá el P. Iraburu, a quien no tengo intención de "imponerle" nada. ¿O es usted quién impone al P. Iraburu la selección de comentaristas, que ya viene haciendo él desde siempre, como es bien sabido?

Arteche: Yo entré la primera a comentar un aspecto del post. Justamente entré a lo que el P. Iraburu pide: me centré en señalar y resaltar un párrafo que me gustaba, que em llamaba la atención y en decir por qué.

Si hice una desafortunada pregunta curiosa, olvídelo, ya está. Ya me he enterado de lo de la norma.

Me temo que el que ha hablado de más aquí ha sido usted.

Con respecto al post, padre, ya lo dije ayer, me resulta gratísimo leer este post.

Y me parece que lo más rupturista, lo más contracorriente, lo más significativo que podríamos hacer ls cristianos en el mundo es justamente poner al descubierto ante el mundo esa comunidad de bienes.

Y que, de todas las exigencias de nuestra fe, esa parece ser la más difícil y de la que menos se habla.

La cuestión es que cada uno se pregunte a sí mismo por qué eso nos resulta tan imposible.
30/05/10 7:27 PM
  
zuma
Algunos biblistas sostienen que la esperanza en el pronto advenimiento de la Parusía favorecía la comunión de bienes, y con el paso del tiempo, aumento de fieles, fue cambiando hasta llegar al día de hoy.
Gracías por enseñar la verdad saludable.
30/05/10 7:56 PM
  
Ricardo de Argentina
Sí Padre, tiene razón, en las familias también se da una notable falta de amor. Y como el amor es en las familias como el cemento es al ladrillo de las paredes, ahí andan las familias desparramadas, desavenidas y dislocadas.

La falta de verdadero amor está tan generalizada que muchos desconocen qué sea realmente tal virtud, y eso se nota cuando alguien dice, patéticamente, que la lujuria es "amor", y no faltan quienes se lo crean.
31/05/10 2:17 AM
  
Emiliana
Padre: Esta koinonía, es la que se debe vivir, en los matrimonios y familias cristianas-católicas, el ideal de un solo corazón y un solo bolsillo.

Pero la realidad es otra, en las parejas de esposos se escuchan frases como: "Su papá me prestó.." üsted paga la energia y yo compro el mercado..", Al niño se le debe dar la mesada sin falta, y aveces el niño le presta al papá...mis compras y tus compras...etc,etc.

Todos los miembros de la familian tienen que salir a trabajar (papá, mamá, hijos, abuelos, sobrinos..)pues la sociedad de consumo, los obliga a comprar, a cambiar, promociones, madrugones, novedades...el dinero no alcanza para nada y mucho menos para dar limosnas y ayudar a algún familiar o personas más necesitada. Al tontodromo (centro comercial gigante), hay que ir cada semana sagradamente...

Definitivamente si queremos ser AUTENTICOS CRISTIANOS-CATOLICOS, con todo lo que el Padre Iraburu, nos está recordando, solo queda REFORMA (la vida toda) Ó APOSTASIA...
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JMI.- Parece que Emiliana, con el favor de Dios, lo entendió.
31/05/10 2:33 AM
  
Ricardo de Argentina
Emiliana, eso de tener "un solo corazón y un sólo bolsillo" en las familias, es una añadidura del amor que debería bañarlas desde su nacimiento. No la única, claro. Donde tal don falta, me parece que no se ha entendido el Evangalio, supuesto que alguna vez se lo haya intentado.

Bueno, por lo que Ud. dice -y dice bien -, parecería que las súplicas que muchos hacemos a nuestros pastores para que tomen actitudes más enérgicas y ejemplares, podrían y deberían trasladarse a los padres de familia, cuyas frivolidades y defecciones en muchos casos claman al cielo.

Pero esto también ha de ser añadidura; una Reforma de la Iglesia habrá de atraer seguramente muchas bendiciones sobre el ahora desolado ámbito familiar.
31/05/10 1:20 PM
  
Emiliana
Estoy de acuerdo con Ricardo, pues las catequesis de los que van a contraer el Matrimonio católico, les debería refrescar todas estas verdades, aunque para un matrimonio, la preparación empieza desde el vientre de la madre. En fin estas dos realidades la de la Iglesia-institución y familia-católica, son inseparables, la una es causa de la otra y viceversa.

Hay una anecdota de un Papa, que le dá a besar su anillo papal a su madre, y ella sabia, (obviamente lo besa con veneración)le muestra también su argolla de matrimonio y le dice: Por esta, ahora tienes esa. No es muy textual, pero es la idea.

Lo que me parece es que hoy en día los novios llegan mirándose cuanto van a poner, si tienen buenos empleos..., no pueden tener muchos hijos por que son muy caros, los suegros miran el futuro económico de los hijos...un día escuche a un hombre de 30 años mas o menos soltero, profesional, con un empleo en una multinacional ingresos buenisimos y decía que él no se casaba, por que no iva a compartir su dinero con otra aparecida, claro el mundo le ofrece muchas cosas en que gastarlo y darse placer que él como iva a casarse...tantas cosas, tanto EGOISMO que las LEYES DE CRISTO, hoy parecen imposibles de VIVIR.

Sin embargo las LEYES siguen allí, siempre nuevas, para los de BUENA VOLUNTAD, para los que deciden por CRISTO y no por el mundo viejo y loco.
31/05/10 4:05 PM
  
cristina
Padre, toda mi vida adulta -y tengo ahora 44- he evitado dar limosnas a los que pedían en la calle, por aquelo que se decía de que estaban manipulados por mafias, etc, etc
Desde que he conocido al pobrecito de Asís, doy a todo el que veo que pide,incluyendo al que sospecho que se lo va a gastar en algún vicio tipo alcohol, a los "pesados" de los semáforos, etc. No juzgo, como nos decía san francisco, intento ver a Cristo en todo pobre, sin juzgar ni opinar, doy porque yo tengo y ellos no, simplemente por eso.
cristina
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JMI.- Lo más probable que es que, obrando así, esté haciendo la voluntad de Dios, lo que el Espíritu Santo le mueve a hacer. Pero no es ésa una norma fija de la caridad, una pauta para todos los cristianos. Recuerdo haber leído en la vida de un santo, especialmente dedicado a los pobres, que no daba limosna al pobre que pudiendo trabajar no trabajaba. Venía a decirle que no quería con su limosna ayudarle a continuar indefinidamente siendo un vago.
Éstas son cuestiones prudenciales (p. ej. ¿deben unos padres seguir dando dinero para droga a su hijo, para que siga suicidándose?), para las que no hay un discernimiento fijo y único. Por eso nos es tan necesaria la oración: pedir siempre "Señor, dame tu gracia para conocer y hacer tu voluntad, no la mía, ni la de otros, por buenos que sean".
31/05/10 10:21 PM
  
cristina
Me ha gustado mucho su oración "Señor, dame tu gracia para conocer y hacer tu voluntad, no la mía, ni la de otros, por buenos que sean". Me ha gustado mucho, sí, mucho. ¿Es suya?
En mi actual coyuntura de vida recibo consejos contradictorios a veces, aunque siempre bienintencionados. Es difícil ser dócil. Y el Señor no siempre habla claro. Quisiera simplemente cada mañana, aun en plena oscuridad como ahora, decir sencillamente y de verdad, con el corazón, Fiat...
De cualquier modo, gracias por compartir su oración conmigo.
cristina
31/05/10 11:34 PM
  
cristina
Y ahora que releo lo que me dice...me doy cuenta de que al final habla de prudencia.
Le confieso que es una de las cosas que más miedo me da: la prudencia. A veces entreveo cuánto amor nos dejamos en el tintero por la dichosa prudencia. Creo que preferiría "pecar" de osada... Supongo que es que no entiendo bien la prudencia...
Buenas noches,
cristina
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JMI.- Por supuesto que hay una prudencia carnal que es mala, que frena la caridad. Pero la virtud cristiana y sobrehumana de la prudencia es la más alta de las virtudes morales: rige incluso el ejercicio de la caridad, la reina de las virtudes. Una caridad ejercida sin sujetarse al discernimiento de la prudencia obra mal, hace lo que no debe.

Las Florecillas cuentan de un caso en que un hermano franciscano, por sentimiento de compasión, dió un candelabro del altar a un pobre, porque no tenía qué darle. Vino después SFrancisco y, enterado del caso, le armó bronca y le mandó tras el pobre para recuperar el candelabro imprudentemente donado. Esa donación no procedía de la verdadera caridad, siempre regida por la prudencia del ESanto, sino del puro sentimiento.

Es una vergüenza que la más alta de las virtudes morales cristianas tenga tan mala prensa. Nuestro Señor Jesucristo nos manda ser "prudentes como serpientes y sencillos como palomas" (Mt 10,16).
31/05/10 11:39 PM
  
cristina
¿ha escrito usted algo en algún sitio sobre la virtud de la prudencia?
gracias
cristina
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JMI.- En cualquier manual de Teología Moral o de Espiritualidad, bueno, en cualquiera que sea de calidad (Royo Marín, Aurelio Fernández, etc.) le dirán la doctrina clásica sobre la prudencia. En la "Síntesis de Espiritualidad Católica" (Rivera-Iraburu), tratamos brevemente en II parte, capítulo 1: Gracia, virtudes y dones. Dentro del cp., Virtudes morales.
http://www.gratisdate.org/nuevas/sintesis/default.htm
01/06/10 12:37 PM
  
nieves laporta
Ojalá habláramos muchísimo más de esto, el hambre de tantos pueblos es un ESCÁNDALO para la civilización que nos decimos cristiana. Ahora estamos muy preocupados por la pérdida de valores, el aborto, los ataques a la familia, la deseducación sexual, … y está bien, está muy bien, necesitamos volver a la verdad. Pero estamos olvidando algo: los millones de personas que mueren de hambre y viven en la miseria, no nos gusta, es desagradable enfrentarnos a esto, preferimos no mirar, ¿no debería revolvernos las entrañas y las conciencias? Son el grito ahogado de la humanidad.
01/06/10 2:52 PM
  
estéfano sobrino
¡Un buen recordatorio! Por suerte no todo es la cartera, que algunos la tenemos muy mermada. También hay gente que comparte ropa, silletas para niños, libros, etc.

Y los que contribuyen con su tiempo (trabajo no remunerado) a organizaciones como Cáritas o los Bancos de Alimentos. O a la catequesis, que hoy en día "enseñar al que no sabe" es más necesario que "dar de beber al sediento".

Pero la limosna en metálico, aun en circunstancias de escasez, siempre es recomendable. Basta ver la alegría del Señor con el óbolo de la viuda pobre.

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JMI.- Cierto, estéfano. Y tener muchos hijos, tener una familia numerosa es una forma preciosa de pobreza evangélica: sentar día a día a la mesa familiar a seis, diez pobres, es decir, hijos...
01/06/10 7:09 PM
  
Miriam
JMI.- Cierto, estéfano. Y tener muchos hijos, tener una familia numerosa es una forma preciosa de pobreza evangélica: sentar día a día a la mesa familiar a seis, diez pobres, es decir, hijos...
01/06/10 7:09 PM

Ahh! qué cierto que es eso padre!!. Porque en países del "tercer" mundo como nosotros, tener varios hijos es la mejor manera de estar siempre en las manos de Dios, porque se aprende a comprar sólo lo necesario; compartir (heredar) ropa, juguetes, libros; es imposible "vacacionar" por falta de dinero y un auto en el que entren todos; y un largo etc. Pero qué hermoso es ver también como los hijos se acostumbran a vivir con lo necesario y lo generosos que son con su tiempo y su dinero. Me crié en una familia de 9 hermanos y la experiencia fue hermosa. Es por eso que desde que pensaba en casarme quería tener muchos hijos. ¡Y como siempre sus post son preciosos!.
02/06/10 2:39 PM
  
Emiliana
Nieves: Parece en lo que usted escribe, que separara estas dos cosas: "Esta bien volver a la verdad...hay que dar de comer al hambriento."

Pero justamente, por alejarnos de la verdad, en todos estos detalles de la vida familiar y eclesial, el no obedecer las leyes de Cristo en todo el explendor de su VERDAD, es que hoy existen pueblos que mueren de hambre...

Qué piensa usted del liberalismo??? lo inventó Dios??
Qué piensa usted del capitalismo??? lo inventó Dios??
Qué piensa de las modas, la música, todo lo que atrae a la juventus hoy en día, y los padres de familia, simplemente dicen AHHH ESTOS TIEMPOS...

JUAN PABLO II dice: La civilización actual es una civilización enferma que produce graves alteraciones en el hombre.

Si su conciencie le reclama el hambre en el mundo y al mismo tiempo, ve la impotencia para solucionarlo, empiece por ser MUY PERO MUY FIEL A LAS LEYES DE JESUS HASTA EN LOS MAS MINIMOS DETALLES, de buen ejemplo a los suyos y la VERDAD, le dará las respuestas y soluciones al hambre del mundo entero.

Con afecto en JESUS Y MARIA AXILIADORA..
02/06/10 3:29 PM
  
PEPIÑO
JMI:

Post oportuno. Aunque en cierto modo estoy de acurdo con Yolanda. Si no va a decir que grupo hace tal cosa - que no afecta a la buena fama de nadie - es mejor no decir nada. En la Iglesia hay de todo para todos. Decir que ya apenas se hace algo, excepto alguno que no voy a decir, no aporta ninguna información. En una palabra, es un ejemplo estéril, que además puede dejar a más de uno con la duda de si es bueno o no, porque alguna razón habrá para callar hablando.

Por lo demás, creo que habría que profundizar y particularizar un poco más en los días en los que estamos. Porque aunque estemos en una sociedad muy consumista, conozco a mucha gente que si comparte sus bienes y ofrece limosnas. no creo que este sea el punto más débil de la Iglesia en este sentido.

Sin embargo, opino que hay otra faceta menos conocida y predicada. Vd. lo ha apuntado en este artículo, aunque no se ha centrado mucho en ello. Es la responsabilidad de ganarse el sustento y de usar los bienes con sobriedad.

Porque la responsabilidad de ganarse el sustento puede estar relacionado con la pereza, pero otras veces no.

Muchos cristianos andan por la vida sin preocuparse demasiado de como mantenerse. Se usa no pocas veces, el Dios proverá de manera abusiva, y el típico caso de mala suerte. Gente que alimenta los pájaros que tiene en la cabeza con fantasías laborales irrealizables, o simplemente sin hacer un mínimo de previsión de futuro.

Otros llevan una vida de gastos desordenados. No es que gasten y gasten compulsivamente, es que simplemente no hacen un sacrificio económico para "por si acaso" y viven como si tuvieran garantizado el ingreso económico actual.

Esta gente son peligrosos para ellos mismo y para los demás. Se acaban disfrazando de víctimas de la "mala suerte", y algunos hay que incluso piensan que es una prueba de Dios como la del santo Job. Este tipo de gente no renuncia a vivir con su estilo de vida errado, a menos que no tengan ya un euro en el bolsillo, y con frecuencia entran en el vicio de pedir a todo familiar que se cruce en el camino.

Varios padres, hijos y hermanos he visto esquilmados por semejante actitud. Muchas veces son chantajeados por el vínculo familiar, sobrepotenciado por el deber de ayudar al que está necesitado.

Hablaba que es importante comentar este tema actualizado al mundo de hoy. Hay un matiz que ha cambiado mucho desde los tiempos de Cristo a los días de hoy. En aquella época bastaba una pequeña desgracia para quedarte a merced de la miseria: una cojera, mala vista, salud frágil, no digamos si se era una viuda, o había una minusvalía.

Hoy este hecho no está deterrado, por desgracia, pero no tiene el mismo sentido, ni por asomo, que entonces. Hoy, la mayoría - no todos - de los pobres, se hacen pobres. Esto no significa que no se deba ayudar, pero si hay que tomar ciertas medidas, porque si fueron capaces de acabar con si mismos, también lo son para acabar con algunos familiares. Y a veces lo hacen. Esto es un tabú en la Iglesia.

No hace mucho que en este país se firmaban unas hipotecas, que era lo mismo que firmar la ruina venidera en un tiempo no concreto. Vamos, como la muerte, que sabemos que vendrá, pero no sabemos cuando. Pues así son millones de hipotecas de este país, sabemos que vendrán los impagos y el posterior embargo, pero no sabemos cuando. Basta con que falle un sueldo en 30 años, para que, catapum, llegue la ruina como ladrón inesperado. Y se acabó, que no hay limosna que pague miles de hipoteca en España.

Pues de esta responsabilidad no he oido jamás, jamás predicar a nadie, y mira que está a huevo.
02/06/10 5:05 PM
  
Hector
Me parece rarísimo que nadie ha mencionado a ... (ELIMINADO)
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JMI.- Ni lo va a mencionar en este blog. De eso me encargo yo.
02/06/10 9:14 PM
  
Spir
Con permiso del padre diré que si alguien quiere saber qué grupo/movimiento vive esto de la koinonía de bienes, etc. no tiene más que buscarlo porque está en sus estatutos, en libros de periodistas, etc.

Y me atrevo a pensar que no es que no se diga por secretismo, intuyo que tendrá mucho que ver el "lo que hace tu mano derecha que no lo sepa tu izquierda".
03/06/10 1:38 PM
  
Ricardo de Argentina
Y tener muchos hijos, tener una familia numerosa es una forma preciosa de pobreza evangélica: sentar día a día a la mesa familiar a seis, diez pobres, es decir, hijos...
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¡Padre, que esto está para el bronce!

No hay pobre más pobre que el niño que se asoma -o quiere asomar - a la vida. Viene absolutamente indefenso, es Cristo en su apariencia más tierna y amable, más necesitada pero a la vez más potencialmente inmensa : es un Hijo de Dios.

Quien rechaza tener los hijos que Dios manda por egoísmo, no es raro que luego, si es coherente, cierre su mano a la hora de la limosna. Y ni qué hablar de quienes defienden el aborto.

La "limosna" de tener muchos hijos tiene una gran ventaja : Dios suele premiar en vida tal generosidad.
03/06/10 2:21 PM
  
Averno
Que los Nobles no existieron pero por Favor. Le pueden preguntar a Miguel Eduardo Montoro (ex ive/blogg psique y eros); Raúl Montfort (ex ive/ blogg chat de café).
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JMI.-¿...?
03/06/10 4:39 PM
  
ignacio
En el ejemplar de Nuevo Testamento que tengo, hay un pie de página en Act, cito de memoria, que dice que el poner los bienes en común la comunidad de Jerusalén no debió ir muy bien, pues fue la primera que precisó la limosna de otras comunidades. Zuma vincula la koinonía con los tiempos de mayor expectación de la parusía, y su pérdida con el transcurso del tiempo.

Mi opinión es que es indispensable que sostengamos la Iglesia entre todos. De los malos tiempos, Dios hace buenos y seguro que todos nos implicaremos más.
Mi pregunta que, aunque tengo alguna opinión sobre ella, me gustaría algún comentario, es

¿Hay que recuperar a toda costa y en todo el espíritu original de la Iglesia?
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JMI.- Toda la tradición de la Iglesia ha visto la comunidad primera de Jerusalén, formada directamente por los Apóstoles, no como un fracaso, sino como un ideal plenamente ejemplar y siempre vigente.
La pregunta última que hace es tan general (a toda costa y en todo) que no permite darle respuesta. Las normas dadas por Cristo y los Apóstoles, por supuesto, no pasan nunca: siempre son actuales. Pero la Iglesia ha de crecer siempre fiel a sus raíces, como un árbol: "el ESanto os conducirá hacia la verdad completa" (Jn 16,13).
03/06/10 7:15 PM
  
tonterias
Hector:

Mencionar a ¿quién?

Lo siento, esto me parecen tonterías de niño pequeño...
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JMI.- Elimino el resto. ¿Para qué tratar de tonterías de niño chico?
04/06/10 1:09 PM
  
Virginia
Más allá de tal o cual grupo, quiero decir que este vivir la pobreza sin amargura, es una gracia que debemos agradecer, porque realmente nos permite experimentar, cuando somos favorecidos por la koinonía de bienes de hermanos nuestros, un profundo sentido de Familia católica, de Iglesia en tanto comunión de los santos. Es extraordinariamente "palpable" la comunión espiritual, cuando se vive naturalmente la comunión material. Y por supuesto, trasciende en MUCHO la familia carnal, que a veces de esta koinonía no entiende ni jota, con el "te debo, me debes, las cuentas claras, etc.etc."...hasta llegar a mortificar durante años al miembro "pobre" de la familia, como si fuese apestado.
Personalmente he tenido la gracia de conocer más de un grupo numeroso de laicos católicos que viven cotidianamente este desprendimiento, y es verdad que hay que estar más atentos: solemos prejuzgar mal de entrada, sin esperanza, como si la virtud fuese imposible, y sin embargo, la hay aún -pese a todos los escándalos!- y mucha, para gloria de Dios y consuelo nuestro.
Creo que además de revalorizar la pobreza como virtud, es preciso además que no la veamos tan inalcanzable. Se comienza por andar pasos pequeños, casi de sentido común, como señalaban más arriba sobre los gastos superfluos...¿para qué usar ropa nueva, por ejemplo?..y así tenemos mil cosas para un plan de reformas, que se van contagiando, a Dios gracias!..El padre José María siembra, por ejemplo, y sólo Dios sabe cuánto fruto y árbol va creciendo detrás de este blog!
05/06/10 6:29 AM
  
ayante
Como escribo con pseudónimo me voy a permitir una pregunta con referencia a mi realidad personal. En mi familia damos algo más del 10% de nuestros ingresos mensuales a diversas iniciativas cristianas de atención a los necesitados o actividad apostólica. Sin embargo, como es algo habitual, estamos habituados, y nuestro corazón no lo vive como si fuera una decisión nueva cada mes. ¿Cree usted que es un fenómeno psicológico normal, o un enfriamiento de la caridad?
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JMI.- Todo lo bueno que hacemos habitualmente, para que no se convierta en rutina y se vacíe, en parte al menos, de sentido y mérito, conviene "actualizarlo" poniendo en la acción atención e intención.
Pero, de todos modos, si no estuviera viva la intención de caridad, ya habría cesado la costumbre de ese diezmo. Si se mantiene, es porque hay voluntad de mantenerlo.
Eso pasa o puede pasar con todo: hasta con la comunión eucarística diaria.
06/06/10 10:30 AM
  
ignacio
Quería dar las gracias por la contestación. Desde luego me parece razonable lo que menciona de la primera comunidad de Jerusalén como algo ejemplar. Allí ocurrieron grandes cosas a un grupo al principio abatido y luego con esa fuerza, Pentecostés, luego un concilio... Ciudad que mereció las lágrimas de Dios. Y hoy ...

Quería decir otra cosa. Tengo 40 años. He dado muchos tumbos por la vida. Como todo el mundo. Llega un momento en que uno agradece ver cosas buenas,escuchar cosas buenas.

Y en este sitio hay cosas buenas.

Le felicito al pater y a los que os conectais por esta web.

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JMI.- Ore por nosotros, ignacio.
06/06/10 6:22 PM
  
Tony de New York
Estimado padre Iraburu, gracias por tan inportante tema. En mi vida personal estoy lejos de practicar 'la koinonía de bienes' pero espero que con la gracia de Dios vaya contribuyendo paso a paso.
13/06/10 6:22 PM
  
Anónimo
Me ha hecho mucha gracia la discusión que se ha entablado por aquí, sobre todo en los primeros posts. Me siento aludido. Y es verdad que este es un asunto muy difícil de vivir, así como vivir la generosidad de dar a la Iglesia y a Dios una familia numerosa, por ejemplo.
Yo sólo puedo decir que, como soy muy limitado y un poco caótico, la única manera de practicar la comunidad de bienes con la Iglesia, por parte de mi esposa y yo, ha sido planificarnos: damos un porcentaje de nuestros ingresos y lo tenemos "presupuestado".
Cuesta mucho y gratifica mucho, porque atesoramos en el cielo. Haciendo estas cosas uno ejercita la fe.

En mi casa, desde que nos pusimos en serio con el tema, por ejemplo, tuvimos que posponer la reforma de la cocina (donde se caían las puertas).

Recomiendo vivamente ponerse como meta dar a la Iglesia un porcentaje del dinero que le entra a uno en casa. Dios da la gracia para poder hacerlo.
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JMI.- Dios le oiga.
La santa Iglesia madre le oiga.
26/09/11 4:37 PM
  
Hermano Rafaél de Málaga
Es exactamente como lo piensa y lo escribe el P. Iraburu, al menos en mi humilde opinión. De lo mejor que he leído al respecto, sobre el tema. Muchas gracias por publicarlo y compartirlo.
14/12/21 11:46 AM

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