(83) La ley de Cristo –IV. católicos protestantes
–Dice usted unas verdades muy gordas.
–Es cierto, las del Catecismo. Pero el calificativo que usted emplea no me parece el más adecuado.
Católicos falsos. Las normas universales de la Iglesia unas veces son doctrinales (dogmas) y otras conductuales (cánones); es decir, son «definitiones et declarationes de fidei et morum». Los católicos verdaderos reciben las enseñanzas y los mandatos de la Iglesia, mientras que los católicos falsos admiten unos dogmas sí y otros no, aceptan unas normas canónicas y resisten otras. No se hacen, pues, como niños para entrar en la Iglesia, Madre y Maestra, sino que «los pensamientos y caminos» que siguen son los que ellos deciden (cf. Is 54,9).
Es por tanto exacto en estos casos hablar de católicos falsos. El Diccionario de la Real Academia entiende por falso, en su primera acepción, «engañoso, fingido, simulado, falto de ley, de realidad o de veracidad». También pueden ser llamados católicos anómicos, porque no ajustan a la ley eclesial ni su pensamiento ni su conducta. O católicos protestantes, que no admiten ni dogmas ni cánones.
Reforma o apostasía. Hoy es tal entre los bautizados la proporción de católicos falsos, que fácilmente pueden ser considerados como católicos verdaderos, ya que «estadísticamente» vienen a ser católicos normales. Este error de apreciación es muy frecuente, y causa en la vida pastoral de la Iglesia los más grandes daños. Como ya he dedicado numerosos artículos a tratar de las desviaciones doctrinales que exigen reforma, trato ahora más que de la herejía, de la anomía, que produce tantos católicos falsos.
Es un hecho que el desprecio y aún la aversión a las leyes canónicas, litúrgicas y pastorales está hoy generalizado en no pocas Iglesias locales católicas. Y ésta es sin duda una de las causas principales de que tantos bautizados caigan en la apostasía. La debilitación actual de la ley en la Iglesia es una epidemia, y llega a ser a veces una criptoherejía. Sus precedentes principales son el luteranismo y el liberalismo. Es fácil comprobar que la majestad de las leyes de la Iglesia, fundadas en el señorío universal de Jesucristo, su único Señor, hoy viene a relajarse allí donde el espíritu protestante y liberal afecta a los Pastores y a los fieles, disminuyendo en los Pastores el sentido de la autoridad, y en los fieles el aprecio por la obediencia eclesial. Las leyes de la Iglesia quedan así en nada. No obligan en conciencia. Más que preceptos son consejos, meras orientaciones.
Pablo VI señala: «no ignoramos que existen numerosos y funestos prejuicios contra el derecho canónico. Muchos, en efecto, al exaltar la libertad, la caridad, los derechos de la persona humana, la condición carismática de la Iglesia, critican exasperadamente las instituciones canónicas y quieren minimizarlas, rechazarlas e incluso destruirlas» (14-XII-1973). Ya recordé que Juan Pablo II, al promulgar el nuevo Código de Derecho Canónico, reafirmó la grandeza sagrada de las leyes canónicas, comprobando en «la historia ya bimilenaria de la Iglesia la existencia de una ininterrumpida tradición canónica» (3-II-1983).
Es Lutero quien introduce en la Iglesia el odio a la ley, tanto en los teólogos, como en el pueblo sujeto a su influjo. En la historia de la Iglesia, por supuesto, siempre se dieron en uno u otro grado las rebeldías contra sus normas. Pero es Lutero quien formula con mayor claridad la aversión a la ley en el cristianismo. Según su doctrina, la Ley religiosa y el Gracia de Cristo son incompatibles, pues justamente «para que fuésemos libres, Cristo nos libró de la maldición de la ley» (Gál 3,13).
La Ley es judía, pertenece al Antiguo Testamento, sólo sirve para darnos conciencia de pecadores, pero nada puede hacer para salvarnos. El Evangelio, en cambio, es la gracia, que nos libera del pecado por la pura fe en Jesús. Hay entre Ley y Espíritu un antagonismo irreconciliable: sencillamente, donde está operante la constricción externa de la Ley, está ausente la acción interior del Espíritu. En efecto, la Ley espera la salvación del cumplimiento de unas ciertas obras por ella prescritas, y hace que el hombre ponga en éstas su esperanza; pero la salvación no es por las obras, sino puramente por la fe en Cristo Salvador: es decir, por pura gracia. Por tanto, la ley eclesial en cualquiera de sus formas –normas eclesiásticas, generalmente conciliares, que regulen la vida del clero o de los laicos, o Reglas religiosas o laicales de vida perfecta– son algo abominable, son una judaización del cristianismo, una falsificación perversa del mismo. De hecho, allí donde arraigó el luteranismo, desapareció la vida religiosa sujeta a Reglas y votos.
Otros protestantes primeros –Melanchton, Calvino– o modernos –Barth– no acompañaron a Lutero en ese radicalismo anómico. Pero ya desde entonces el espíritu de la anomía queda inoculado, si no como tesis, al menos como tentación e inclinación en el cuerpo eclesial de las antiguas naciones cristianas.
La Ilustración y el Liberalismo agudizan la aversión a la ley en los siglos XVIII y XIX, pero fundamentan más bien la anomía en la autonomía del hombre, que sólo en sí mismo ha de hallar su norma de vida. Éstos son ya planteamientos de orientación en el fondo ateos –«seréis como dioses»–, muy diversos de los luteranos, aunque sin duda haya en ellos resabios del «libre examen» protestante.
Si el hombre ha de crecer en forma auténtica, ha de verse libre de toda norma fija objetiva, que limite y condicione su desarrollo. Ha de estar siempre disponible a nuevas y muchas veces imprevisibles incitaciones de la vida. La libertad personal sólo puede adquirirse prescindiendo de las ataduras de cualquier regla o del encadenamiento de un compromiso perpetuo. No tiene sentido, más aún, es una agresión a la dignidad del hombre todo compromiso definitivo –el matrimonio para siempre, los votos religiosos o los compromisos sacerdotales, entendidos como vínculos indisolubles–. La persona únicamente debe ser fiel a sí misma, no a normas exteriores, que pretenden aprisionar su vida y su conducta.
Según esto, si en la doctrina cristiana todo el desarrollo perfectivo del hombre ha de fundamentarse en la verdad –«santifícalos en la verdad» (Jn 17,17); «la verdad os hará libres» (8,32)–, en este planteamiento del liberalismo la verdad se ve cambiada por el valor supremo de la autenticidad. Y un hombre es auténtico en la medida en que obra por sí mismo (autós, uno mismo). Ésta es la atmósfera espiritual que necesariamente envuelve a todo hombre que vive en el siglo XX.
Católicos anómicos. La difusión de este error y de este espíritu malo ha sido tan grande, sobre todo en los últimos decenios, que muchos de los católicos, sobre todo entre los más ilustrados del Occidente rico, se han visto inficcionados por él. Concretamente, a no pocos religiosos actuales, les cuesta mucho –no sólo volitiva, sino también mentalmente– buscar la perfección a través de la observancia fiel y cuidadosa de una Regla de vida. Y a esto se debe en gran parte el relajamiento casi completo de tantos institutos religiosos. Y entre los laicos, incluso entre los mejores, no es raro captar una cierta aversión a toda manera de regular su vida con normas escritas, que prescriban ciertas obras. Estamos pues, evidentemente, ante un mal de siècle, procedente de la falta de fe y de la soberbia.
La debilitación de la ley en la Iglesia puede ser mostrada con algunos ejemplos.
–Abusos en la celebración de la Misa. El memorial de la obediencia de Cristo hasta la muerte es celebrado con frecuencia con graves desobediencias. El Concilio enseñó que hay obligación de atenerse a las normas litúrgicas, sin que nadie pueda «añadir, quitar o cambiar» los modos prescritos (SC 22). Pero las infracciones son numerosas, gravísimas e impunes. El Catecismo califica de sacrilegios los graves abusos cometidos en las acciones litúrgicas, y especialmente en la Eucaristía (n. 2120). Numerosos documentos de la Iglesia han denunciado en los últimos decenios estos horrores (como la instrucción Redemptionis sacramentum 25-III-2004), pero resultan casi inútiles allí donde los sacrílegos no son sancionados. La anomía, por tanto, afecta no solo a los fieles, sino también a no pocos Pastores.
–Abandono de la Misa dominical. La obligación de participar en la Misa los domingos y en otros días señalados es una ley canónica (Código 1247), pero en muchas Iglesias locales ese precepto no se inculca en la catequesis, ni se urge en la predicación. Incluso se llega a enseñar que nada debe hacerse en la vida cristiana por obligación. Y muchos bautizados, consecuentemente, desobedecen el mandato de Cristo –«haced esto en memoria mía»–. No dan crédito a sus palabras: «si no coméis mi carne… no tendréis vida en vosotros» (Jn 53). Y alejados durante muchos años de la Eucaristía, no tienen sin embargo conciencia de pecado. Quizá creen posible una vida cristiana no eucarística.
–Eliminación del sacramento de la penitencia. La confesión individual es en la Ley de la Iglesia el modo único ordinario de celebrar el sacramento de la penitencia (Código 960). Pero en algunas Iglesias locales el sacrilegio de la absolución colectiva arbitraria y habitual se ha generalizado (c. 961-963).
–Tolerancia de herejías. Los Obispos están obligados por la ley canónica a «castigar con una pena justa a quien enseña una doctrina condenada por el Romano Pontífice o por un Concilio Ecuménico», etc. (c. 1371). Pero son muchos los Obispos que no dan cumplimiento a esa ley de la Iglesia, y que incluso promocionan y elevan a personas incursas en ese canon.
–Aceptación de los anticonceptivos. En 2003, el Obispo de San Agustín, en Florida, Mons. Víctor Galeone, afirmaba en una pastoral sobre el matrimonio que «la práctica [de la anticoncepción] está tan extendida que afecta al 90% de las parejas casadas en algún momento de su matrimonio… No es un fallo suyo [de los cónyuges]. Con raras excepciones, debido a nuestro silencio, somos los obispos y sacerdotes los culpables».
–Vestir del clero y de los religiosos. El traje distintivo está ordenado por la ley canónica de la Iglesia tanto para los sacerdotes (Código c. 284; cf. Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros 1994, n. 66), como para los religiosos (Código 669; cf. Vat. II, PC 17. El incumplimiento de esta norma es masivo. Y no pocas veces los infractores son elegidos como Obispos, rectores de seminarios y universidades, vicarios generales, etc. Ese proceder equivale a una derogación práctica de la ley canónica.
Cuando quedan impunes, todas estas situaciones anómicas, a veces sacrílegas, y otras análogas, se hacen crónicas, como si fueran inevitables. Incluso llegan a considerarse lícitas: «se pueden hacer»; es decir, se pueden hacer «sin que pase nada». Estas horribles anomías no causan horror, y no serán reformadas mientras no horroricen.
Hoy se da una configuración protestante en no pocas Iglesias locales católicas. Los abusos que he relacionado son únicamente una muestra mínima, pero significativa. Todos ellos nos llevan a pensar que, al parecer, se ha generalizado la convicción de que la ley eclesiástica no obliga en conciencia; es decir, es meramente orientativa, pero no propiamente preceptiva. Las leyes, pues, se transforman en consejos, cuya inoportunidad es declarada públicamente con frecuencia. De este modo, no se permite a nuestro Señor Jesucristo gobernar su Iglesia con leyes que obliguen en conciencia. Y esto es una gran vergüenza, uno de los más graves escándalos que se dan en la Iglesia de nuestro tiempo.
Por otra parte, las Iglesias que toleran la anomía, es decir, que aceptan su generalización sin combatirla, imponen el modelo protestante de cristianismo a toda la comunidad católica. Y en esas Iglesias, lógicamente, aquellos Obispos y sacerdotes, religiosos y laicos que son fieles a las leyes de la Iglesia sufren persecución, y quedan marginados como legalistas antievangélicos, exagerados y fanáticos. Pero que hoy no pocas veces se sufra persecución dentro de la Iglesia por obedecer las leyes de la Iglesia es también una gran vergüenza.
Hay que decirlo abiertamente. Para no pocas Iglesias locales de hoy, la opción más urgente es decidir si quieren configurarse al modo católico, con dogmas y cánones, o prefieren hacerlo al modo protestante, con libre examen y sin leyes.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
45 comentarios
Difícilmente se pueden decir las cosas más claras y de forma más evidente.
Por mi parte encuentro dos problemas complicados. El primero es superar el "mal menor" como táctica eclesial. Por ejemplo, propiciar los abusos litúrgicos para que los fieles no dejen de ir a misa. O aceptar herejías que se difundan herejías, para que los fieles no se sientan rechazados.
El segundo problema es la religiosidad light que se desarrolla dentro de la misma Iglesia. Este religiosidad light es la que propicia el catolicismo anómico. Plantear catequesis de manera consistente, parece casi herético dentro de muchas parroquias.
Dios le bendiga :)
---------------------------------------
JMI.- Fallo informático de aviso de llegada de comentarios. Y que estaba yo fuera, dando un retiro.
Era hora que el Señor haga justicia, saque a la luz todos los errores, a través de sus elegidos, que tendrán que soportar rechazos, burlas y mas, conozco todo eso.
Si necesitamos un tes para saber que clase de cristiano somos, aquí lo encontramos, si realmente creemos en Cristo y en su Iglesia, seremos libres y auténticos, de lo contrario nos auto condenaremos, por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
La justicia de Dios espera a todos los que quieran entra en su Reino, lo demás corre por su cuenta, El romperá toda alianza con el dueño de la mentira.
Gracias por escuchar la oración de tu pueblo, devuélvenos la fe que nos fue robada, porque, para Ti nada es imposible.
Siga Padre por el camino del Espiritu.
---------------------------------
JMI.- Así es.
Pero parece bastante claro que en estos artículos estoy hablando de las leyes nuevas DE LA IGLESIA, es decir, de Cristo.
He dado entrada en un rato a ocho comentarios de (82) porque no me había llegado aviso de su entrada. Fallo informático. Estaba dando un retiro y al asomarme al correo cuando podía, veía que no había nuevos comentarios. Y los había.
Kyrie Eleison.
-----------------------------------------
JMI.- En las diócesis, parroquias y movimientos católicos hay muchas escuelas bíblicas de uno u otro estilo. Busque por donde Ud. vive y seguro que encontrará. O libros, o curos a distancia, etc.
(Mejor no escriba en mayúsculas).
1) Habla de La debilitación de la ley en la Iglesia puede ser mostrada con algunos ejemplos.
a)Abandono de la Misa dominical: ¿cómo la gente no va a dejar de ir a Misa , si desde los años 60 se esta predicando un nuevo Evangelio que es anatema.... Ver más
¿cómo la gente no va a dejar de ir a Misa si nos quitaron la verdadera Misa y nos dieron una Misa Protestante (Misa de Pablo VI) que le queda demasiado grande el nombre de Misa.
b)Tolerancia de herejías: El Concilio Vaticano II está lleno de herejías, ese mismo José María Iraburu es parte de él, lo ha aceptado en su vida, a jurado ser fiel al CVII sin importarle 2.000 años de Cristianismo.
c)Hoy se da una configuración protestante en no pocas Iglesias locales católicas.
La Iglesia del CVII es una IGLESIA PROTESTANTE y es LA GRAN RAMERA profetizada en el apocalipsis.
d) Mientras que los católicos falsos admiten unos dogmas sí y otros no, aceptan unas normas canónicas y resisten otras
Si él admitiera todos los dogmas de la Iglesia , no hubiera aceptado el CVII.
EL vino que tiene embriagada la humanidad, el vino de la prostituta: es el nuevo Evangelio que es anatema!, la nueva Misa que no es agradable a Dios!, sus nuevas doctrinas!!
Abran los ojos!!
-------------------------------------
JMI.- Abran los ojos, hermanos. Y vean cómo hay cristianos que, escandalizados por las infidelidades que hay en la Iglesia, y que sólamente pueden ser remediadas si se denuncian y hacemos penitencia, llegan a perder la fe católica. Una oración por Daniel, que ve la Iglesia católica como "la gran ramera" del Apocalipsis.
1. Habla usted de católicos protestantes y se olvida de los católicos judaizantes, aquellos que ponen la salvación en el cumplimiento externo de una ley a la que se añaden más y más normas con cada vuelta de tuerca de la tradición, y luego promueven la presión social para hacer cumplir esas normas. Ciertamente en España no quedan muchos de esos, y no tienen poder más que en grupos y movimientos muy cerrados sobre sí mismos. Pero fueron tantos y tuvieron tanto poder social durante el pasado siglo, incluso usando por algunas décadas el poder del Estado, que consiguieron desprestigiar la Ley, y hasta cierto punto a la Iglesia misma.
2. Una ley no es un mero conjunto de normas, sino además un conjunto de penas asociadas al incumplimiento de esas normas. Aquí se le fue la mano notablemente a la Iglesia en su momento, declarando pecados mortales tal cantidad de conductas que al final era básicamente imposible no estar condenado salvo un rato después de cada confesión. De esa manera, consiguieron hacer inverosímil la Ley como promulgada por un Dios que nos ama. Nos ama pero nos envía al infierno eternamente por no ir a misa un domingo, salvo causa de fuerza mayor: sorprendente. Así resulta que deshacerse de esa Ley ha sido experimentado por muchos como una genuina liberación de culpas sobredimensionadas por una pastoral absurda. Sospecho que ni siquiera usted insiste en la condena eterna por incurrir en alguna de las seis conductas que pone como ejemplo, por horribles que le parezcan. Supongo y espero, porque Satanás iba a tener que hacer una ampliación en el infierno.
3. Encuentro también curioso que no mencione usted uno solo de los deberes morales que, según N.S. Jesucristo, en verdad pueden llevarnos al infierno (Mt. 25). Podría pensarse que eso es porque se ocupa de la ley canónica y no de la moral en sentido propio, pero entonces ¿qué hacen los anticonceptivos en su lista? He aquí otro problemita pastoral: se insiste sobremanera en unos mandatos y se ignoran otros, precisamente aquellos cuyo cumplimiento amenazaría el estatus social de la pequeña y gran burguesía. ¿No es ese el reflejo especular de la posición que ustedes critican en los 'progres', que recuerdan con gran énfasis la solidaridad y la justicia y omiten otras normas?
--------------------------
JMI.-
1. Cuando hablo de una cosa, no necesariamente "olvido" otras. He dedicado ya (61-75) una quincena de artículos a la primacía de la docilidad a la gracia en la vida cristiana, y a los peligros de los voluntarismos pelagianos o semipelagianos, que sobreestiman las leyes.
2. A la Iglesia no se la ha ido la mano cuando ha calificado como mortales ciertos pecados. Ud. lo afirma y yo lo niego.
3. Yo estoy hablando de la obligatoriedad en conciencia de las leyes de la Iglesia, no mencionadas, "curiosamente", en Mt 25. Y la pecaminosidad de los anticonceptivos no viene de ley eclesiástica, sino de ley moral natural, que la ley eclesiástica sólamente declara con la autoridad recibida de Cristo (cf. Humanæ vitæ 14).
Penitencia, penitencia , penitencia.
Gracias JMI, Dios le guarde siempre.
Si en su parroquia hay un cura que no le tiene respeto a la santa Misa ni a la doctrina de la Iglesia ni a Santa María Virgen sino que sólo predica contra la injusticia social, mi consejo es que no pierda el tiempo. Búsquese otra parroquia. En España ningún obispo, ni siquiera los considerados conservadores, va a hacer nada.
Era como aquelos curas que había hace décadas que sólo sabían hablar del sexto mandamiento y de la impureza pues éste lo mismo con la pobreza y la injusticia.
Yo lo he llegado a pasar mal. Estaba atento en misa a descubrir todas las desviaciones del sacerdote quien incluso en la lectura del evangelio añadía texto de su cosecha o suprimía los que no le gustaban.
Ahora tengo que coger el coche para ir a misa pero estoy en paz y enriquecido espiritualmente.
A Alonso le sugerería que dijera de qué provincia es por si alguien le puede recomendar algún sitio donde acudir a dar clases de Biblia.
Por internet seguramente también se le pueden recomendar buenos sitios.
En Cristo y María.
Yo no he perdido la Fe, creo en la Tradición de la Iglesia y Dios me da valor para decir la Verdad.
Con todo respeto, usted si perdió la Fe, porque ser ministro de una Iglesia que va en contra de la Tradición de la Iglesia Católica, o es , porque ha perdido la fe o se la robaron.
-------------------------------------
JMI.- Ya ven Uds. cómo andan algunos. Nos vemos cercados por el integrismo fanático y el progresismo frenético. Paz en Cristo.
En todo caso, tengo comprobado que con oración frecuente y frecuencia de los sacramentos, vuelve la paz interior, y uno comprende que la fe católica es un todo en el que hay que creer y llevar a la vida diaria. Pero no me cabe duda de que esa contraposición, más o menos sútil, entre obediencia a las leyes de la Iglesia y el mandamiento de amar al prójimo como a ti mismo, hace daño porque a uno le paraliza interiormente al ser consciente de la propia fragilidad.
En relación a la obediencia a las leyes de la Iglesia, siempre recuerdo las impresionantes cartas de la beata Teresa de Calcuta, y por cuanta obediencia pasó antes de fundar su orden... La obediencia fiel fue la prueba para saber que las Misioneras de la Caridad no eran voluntad de Madre Teresa sino de Dios.
Gracias, Padre Iraburu. Dios le guarde.
Me considero hija de la iglesia católica, y no por eso, me siento impedida para el don del discernimiento. Valoro la obediencia y toda la sabiduría de nuestra Iglesia, pero también Dios nos ha dado inteligencia para que la utilicemos. Creo que es gracias a los que han pensado y han utilizado la inteligencia que Dios les ha dado, unida al mayor don: la caridad; como la Iglesia ha progresado y ojalá que no deje de hacerlo, que haya quien siga pensando, orando, y siendo dócil a la creatividad y al agua fresca del Espíritu Santo. Claro, quizá corramos el riesgo de que alguien pueda equivocarse, ¿por eso le vamos a despreciar y declararle indigno?
Antes que las leyes y los dogmas esta la caridad. Si no tengo caridad, nada tengo. ¿a quién vamos a ganar para Dios desde los dogmas y las leyes si antes no le mostramos el corazón del Padre?
Corazón de niños en confianza absoluta en Dios, en su Espíritu Santo, pero no por ello hemos de intentar crecer y vivir la fe como adultos.
«Es tan hábil para enseñar este sapientísimo Maestro, que es lo más admirable ver su modo de enseñar. Todo es dulzura, todo es cariño, todo bondad, todo prudencia, todo discreción» Francisca Javiera del Valle - Decenario al Espíritu Santo
«hay que ser misericordiosos para saber dar discretamente un consejo saludable a quienes de él tienen necesidad; un consejo provechoso, que lejos de desalentarles les anime con fuerza y suavidad al mismo tiempo» R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior
---------------------------------------
JMI.- Puede Ud. a esta canción mía cambiarle el tono, si no le gusta. ¡Pero no le cambie la letra!
Gracias.
A Nieves, si no es lectora habitual, le recomiendo algunos de los posts de don José María, en que explicaba que la caridad o el diálogo no están reñidos con un lenguaje claro y fuerte, como el número (25).
-----
Considero muy acertado y oportuno de su parte, P. Iraburu, acuñar el término "católico falso" para definir esa especie tan difícil de clasificar como lo es quien, estando bautizado y proclamámdose católico, desmiente en sus dichos y en sus hechos tal condición.
Considero también que una gran responsabilidad en la proliferación de tales embusteros de hecho recae en nosotros, los laicos, en nuestro desinterés e incapacidad de lograr que triunfe la proclamación del Evangelio en el campo que es de nuestra incumbencia, la política. Porque desde el poder político (dominado ahora totalmente por el enemigo) es desde donde se promueven abiertamente esas actitudes anticatólicas de los católicos falsos.
Dicho lo cual, me veo obligado inmediatamente a hacer una aclaración sustancial: el triunfo del Evangelio jamás vendrá si accedemos ingenuamente a participar de las falsas opciones "izquierda/centro/derecha" que nos ofrece el enemigo. No, la proclamación del Evangelio sólo será eficaz en política si los católicos sabemos discernir cuáles son las reales fuentes del poder (que no son los partidos), y luego damos la necesaria batalla para conquistarlas.
Finalmente, permítame una observación - accesoria - acerca de "normalidad" y "estadísticas". Se ha dado un verdadero deslizamiento semántico con la palabra "normal". Su acepción primigenia era la de estar adscripto a una "norma" o regla, al "deber ser", y en tal sentido respondía a la enseñanza "la verdad os hará libres" del Evangelio. Pero luego su significado se ha trastocado diametralmente, radicalmente, al punto que hoy se la interpreta dependiente de la estadística. Sería "normal" lo que la mayoría de la gente hace o dice o piensa, esto es, lo que la gente "es", o lo que se le ocurre ser. Y en tal sentido responde a la diabólica expresión de Zapatero ante la juvetud socialista en el 2.005: "No es la verdad la que os hará libres, sino que es la libertad la que os hará verdaderos".
Que una palabra de importancia principalísima en nuestro vocabulario, haya sido llevada a significar exactamente lo contrario que en su acepción original, y que el tal nuevo significado confronte abiertamente con las enseñanzas de NSJC, revela la gravedad de la subversión cultural que padecemos.
------------------------------
JMI.- Muy de acuerdo.
-----------------------------------
JMI.- Este Antonio... se asfixia con mis artículos. ¡Y persiste en leerlos!... Más vale que la Providencia divina es tan buena que pone siempre alguna bendita Nieves para hacerle llegar un poco de aire fresco.
Interesantes palabras del General de la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás, en la Revista Política Exterior:
"Al mismo tiempo neceistamos una Iglesia paciente frente a los errores y las imperfecciones que tales tareas comportan, y con los intentos menos felices o incluso fallidos al servicio de una Iglesia habituada a contar por siglos más que por años.Toda obra pionera va dirigida al futuro. Tenemos que mantener la mirada en ese futuro y no medir las imperfecciones con criterios de ayer. No hay problema con una corrección continuada de nuestros esfuerzos para que realmente sean una contribución y no una distracción. Pero con la holgura espiritual y humanana que tales esfuerzos requieren. Y conste que no me estoy refiriendo a congregaciones romanas o jerarquías, sino a individuos o grupos impacientes e intolerantes que andan por el mundo con una gran lupa, buscando la paja en el ojo ajeno y dispuestos a descubrir herejías donde no hay más que esfuerzos imperfectos por encontrar sentido."
Si es que ha dicho lo que tú transcribes, pues demuestra padecer una miopía sideral. O él mismo es un hereje. Pues herejías te las encuentras sin necesidad de lupa, ni grande ni chica ¡qué va!, que te las tienes que esquivar para no llevártelas por delante.
Y que llame "intolerantes" a quienes estamos hasta la coronilla por la pasividad de la jerarquía ante los recurrentes abusos dogmáticos (tan o quizás más graves que los morales/sexuales), ya bien delata de qué pie cojea.
Y si he dicho alguna tontería, tenga a bien borrar el comentario.
-------------------------------------
JMI.- De acuerdo en todo. Eso mismo es lo que ha escrito con gran claridad el P. Iraburu en este artículo y en los tres anteriores.
Hay coherencia en su argumentación: su vida no se ajusta a la Ley de Dios ni de la Iglesia, es él quien tiene que cambiar.
Los católicos a la carta son muy abundantes: no creen por al autoridad de DIos que revela, que no puede engañarnos ni engañarse, sino porque tal o cual enseñanza le gusta, le motiva, le parece bonita...
Puro subjetivismo, en definitiva.
Mucha de esa gente no tiene la culpa: no han tenido buena formación o buenos pastores. Pero Dios no deja a nadie de su mano, y , los que Lo buscan con sinceridad lo acaban encontrando.Eso sí, con sacrificios sin cuento. El camino del cristiano, pasa por la Cruz
----------------------------------------
JMI.- Bien por Susi. Rezaremos por tu hermano.
Y ojo que no estoy hablando de los católicos no practicantes. No, no. Hablo de los practicantes.
Con una particularidad, el católico protestantizado tiende a ser liberal en casi todo lo relacionado con la doctrina y la moral. El evangélico español medio tiraría a la basura los libros de los Masiá, Pagola y cía.
¿De quién es la culpa?
En primer lugar de los propios fieles. No tienen excusa.
En segundo lugar, de los pastores. Han permitido, y en muchos casos sigue permitiendo, que los fieles sean mal formados y llevados por el camino del error.
A mí es que me parece el típico discurso del que sabe que tiene la orden llena de herejes y no quiere que nadie se lo diga a la cara y al público.
Se ha hablado de que estos pecados de miembros de la Iglesia serian los abusos, pero ¿no tienen sus palabras un sentido mas amplio? ¿No se refiere el Papa tambien, y sobre todo, a esta apostasia tan extendida dentro de la iglesia ?.
Digo esto por que muchos de estos pecados de abusos, se esta revelando, se cometieron por personas que habian perdido la noción de pecado o que hicieron una moral a medida de sus deseos.
Respecto a lo que dice Antonio de que las palabras del Padre Uralburu le axfisian, creo que debian considerar mas que su sensación sicologica, agradable o desagradable, si son ciertas o no. Hay realidades que son verdaderas y buenas y no por ello nos gusta oirlas.
Lo expreso muy bien Pepito-Grillo, cuando advirtio a Pinocho de que "a veces las cosas buenas parecen "malas" y las cosas malas parecen "buenas"... "
Es lo que pasa con los legionarios o con lumen Dei que a la hora de la verdad prefieren los paños calientes.
------------------------------------------------
JMI.- Gran herejía es afirmar que el Concilio Vaticano II es la madre de todas las herejías actuales. Es un gran Concilio, cuyos textos yo cito con gran frecuencia.
Mucho decir eso de JP II se equivocó...
También puede ser (y es más probable) que se equivoca FZalacain...
ALberto: decir que el CVII es la madre de todas las herejías creo que no es ni una herejía, es, más, bien, (perdonando la expresión) una parida.
P. Iraburu: gracias por las oraciones para mi hermano.
Créame que honestamente entiendo su posición pero después de leer su artículo, usted me hace sentir culpable por la forma en que me enseñaron (parroquias, colegio,comunidades,familia, directores espirituales)a expresar mi fe en mi Iglesia Católica. No quiero entrar en ningún tipo de controversia respecto a lo que usted dice, pero sólo acotar que hasta antes del Concilio V.II, los únicos Maestros concocedores de los Dogmas y de la Palabra eran exclusivamente los religiosos. Hoy en día, con los vertiginosos cambios en la sociedad, y sobre todo, la indudable influencia de los medios de comuniocación y el acceso ilimitado (para bien o para mal)a cualquier fuente de información, hace imposible que los laicos obedescan reglas y leyes sencillamente porque se les dice que ése es el magisterio de la Iglesia. Eso sencillamente ya no se puede hacer.Si la Iglesia actuara de esa manera hoy o mañana, lo único que conseguiría es más encono,desidia y rebelión contra ella misma.Creo que el reto para la Iglesia, es formar laicos maduros en su fe, con preparación intelectual y espiritual, así se aceptaría y acataria el Magisterio, pero no por IMPOSICION sino por la madurez propia de cada cristiano. Ella se haría carne en los espíritus y se asumirla en Plenitud.Es decir, obediencia en la conviccion, y no por sumisión o imposición.
Fraternalmente
Gonzalo
------------------------------------
JMI.- Si repasa Ud. lo que el Concilio Vaticano II enseña sobre la especial autoridad apostólica (sacra auctoritas) que por el sacramento del orden concede Dios a los Obispos (y en su medida a los presbíteros) para enseñar, gobernar, legislar y santificar a los hombres, participando especialmente de la autoridad de Cristo, "in persona Christi" (Lumen Gentium 18-28, Dei Verbum 7, Christus Dominus 1-3, Presbyterorum Ordinis 1-2,12), verá Ud. que enseña lo mismo que se ha enseñado durante veinte siglos, y se enseñará por los siglos de los siglos. Amén.
Claro que ésta es una cuestión "de fe". Antes y después del Concilio.
Y los cristianos que se dejan enseñar, gobernar y guiar por Cristo y por los que le representan especialmente no sufren ninguna "sumisión o imposición". Lo hacen libremente, por gracia de Dios y dando gracias a Dios por ello.
---------------
JMI.- Esto ha llegado. No sé si estoy de acuerdo.
-----------------------
JMI.- Esto ha llegado. No sé si estoy de acuerdo.
Es el mismo comentarista anterior, con otro nombre.
-----------------------
JMI.- Esto ha llegado. No puedo menos de estar de acuerdo.
Los tres últimos comentarios, de alonso, asunto y amdg, son de un mismo comentarista que firma con distintos nombres. Si llegan de él más "comentarios", lógicamente, los eliminaré.
La libertad es la facultad de tender hacia el Bien. Y resulta que cuando esa facultad se nos conculca, en la inmensa mayoría no es por culpa de un perverso o de un dictador que nos encadene o que se nos atraviese en el camino, sino porque nosotros mismos tendemos hacia el Mal en vez de hacerlo al Bien. Y ésto por ignorancia o por culpa, en virtud de nuestra naturaleza herida por el pecado original. Y tender hacia el Mal es lo contrario de Libertad, es Esclavitud.
La Iglesia, Madre y Maestra, nos enseña cuál es nuestro Bien y cómo alcanzarlo. O sea que nos enseña la Verdad. La que nos hace Libres. Para que seamos Libres. Sin esperar nuestro consentimiento.
Pero para que seamos enseñados, hay que dejarse enseñar. Como si fuésemos niños. En cambio los que por soberbia o ignorancia se consideran "de vuelta", "maduros" o hasta "más allá del bien y del mal", ésos nunca se dejarán enseñar. Atiborrados y pletóricos de información, rechazarán la formación. Y llamarán libertad a realizar su capricho concupicente, lo que los llevará a hundirse en una esclavitud de la que llegarán a enorgullecerse.
Creo que no me respodío mi duda.Bueno,está bien.Usted sabe muy bien que tiene el derecho a vivir su fe ,sin que nadie tenga derecho ha cuestionarle su pertenencia a la Iglesia. Otros,leyendo el Magisterio y el Concilio V.II hacemos una reflexión diversa de la suya respecto a la Iglesia, pero yo no entro a descalificar como herejes a otros y acepto opciones como lo es por ejemplo, la suya.Como hijo de Dios, tengo libertad, tengo posibilidad personal y eclesial de adquirir conocimientos y acceso a instrucción e información.Oro, me instruyo y consulto respecto a su interpretación de Iglesia y otras diferentes, y en conciencia creo en aquella que muy bien interpretó para mi el P.Adolfo Nicolás, transcrito más arriba y nadie, excepto el Papa, puede acusarme y condenarme de hereje por eso.Si el papa condenara mi forma de creer la Iglesia, sería el primero en rectificar, por obediencia.Pero mientras eso no ocurra, estoy en la Verdad porque soy partes de la Iglesia de Cristo.
Afectuosamente
Gonzalo
----------------------------------------
JMI.- Los textos del Vaticano II aludidos por mí son clarísimos, afirmando la autoridad apostólica de Obispos (y presbíteros) para enseñar, corregir, gobernar, etc. "in persona Christi". Dicen lo que dicen. Y si Ud. solo admitiría ser corregido por el Papa, es que nos los admite.
Al decir que sólo aceptaría ser corregido por el Papa, lo digo en el entendido que me sometería a las instituciones y autoridades eclesiales establecidas para tal efecto y cuya cabeza obviamente es el Papa. yo jamás he puesto en entredicho la autoridad de que gozan los Obispos. Pero vuelvo a insistirle,le hizo el quite a responder lo medular de mi post, igual que en el primero.
Tal vez ni sectores en la Iglesia se salvan de lo que E. Fromm escribió, el hombre le tiene miedo a la libertad ( la cual nos permite poder llegar a vivir en plenitud)
Saludos
Gonzalo
------------------------------------
JMI.- Miedo a la libertad tiene el que teme a la autoridad apostólica y recela de la obediencia eclesial. Lo de aquel mal fraile: "de la mula y del prior, cuanto más lejos mejor".
Miedo a la libertad tienes tú, me temo.
Libertad es tender al Bien.
La Iglesia enseña cuál es el Verdadero Bien del hombre (de todos los hombres, incluido Gonzalo). Y cómo procurarlo.
El P. Iraburu nos recuerda (autorizada y pacientemente por cierto) esas enseñanzas, y cómo interpretarlas correctamente, a fin de evitar las zancadillas que nos tiende Satanás a cada paso.
Como tú te muestras refractario a lo último, no sería extraño que te pierdas lo primero.
Por obcecación, por suficiencia o por miedo a la verdadera libertad, la de los hijos de Dios.
La verdad os hará libres. Y la verdad nos la da Cristo a través de la Iglesia. Aceptar la enseñanza y la guía de la Iglesia, Madre y Maestra, no nos hace en modo algunos sumisos y sujetos a imposiciones. Nos hace libres, con la libertad de los hijos de Dios.
Dejar un comentario