(64) Voluntarismo semipelagiano –IV. más síntomas. 3
–Vengan más síntomas. ¡Yo los tengo todos!
–Y Cristo le va a sanar de todos con la gracia de su verdad. Va a quedar usted nuevo.
El voluntarismo semipelagiano, como todas las enfermedades, tiene muchos síntomas. Y conviene que quienes lo padecen sean sanados por Cristo, que les da su gracia para conocerlos y vencerlos.
La vocación. Comienzo por aquí, porque en la vocación está el principio de todo. Dios, en el orden natural, llama al ser a cada criatura, y la mantiene en la existencia. Dios, en el orden sobrenatural, llama a la gracia al hombre caído: «le llama de las tinieblas a su luz admirable» (1Pe 2,9). Dios es «el que llama» (Gál 5,8: kalon) y los cristianos somos «los llamados» (Rm 8,30: keklemenoi).
La llamada de Dios es absolutamente gratuita. Y por parte Suya, «los dones y la vocación de Dios son irrevocables» (Rom 11,29: karismata kai e klesis). Todo en la vocación es amor gratuito de Dios, que sólo en Él tiene su causa. Él elige desde la eternidad, llama con una vocación dada en el tiempo –la llamada al pueblo de Israel, a ser cristiano, al apostolado, al matrimonio, al camino concreto personal–, consagra a los llamados –bautismo, orden, matrimonio, profesión religiosa–, y envía en la misión propia de cada vocación. Dios elige-llama-consagra-envía.
Todo en la vocación es don gratuito del amor de Cristo: «es la voz del Amado que me llama» (Cant 5,2). Gran verdad absolutamente cierta es que «todos los hombres son llamados a la unión con Cristo» (Vat. II, LG 3). Pero es igualmente cierto que los cristianos, los apóstoles, somos objeto de una especial llamada del amor de Dios para formar la Iglesia, «sacramento universal de salvación» (LG 48; AG 1). La Escritura lo afirma muchas veces: somos «elegidos de Dios, santos y amados» (Col 3,12). Y esta elección-llamada parte exclusivamente de la elección eterna de Dios. Nunca viene determinada por los bienes que Él mismo haya puesto en hombres o pueblos. Cuántas veces el Señor elige-llama a lo más pequeño, Israel, «el más pequeño de todos los pueblos» (Deut 7,6-7); a mujeres estériles; a gente que apenas cuenta ante el mundo: «mirad, hermanos, vuestra vocación, pues no hay entre vosotros» muchos nobles, poderosos, cultos, sino más bien gente humilde, «para que nadie pueda gloriarse ante Dios» (1Cor 1,26-29). Pues bien,
–el voluntarismo semipelagiano, conforme a su teología de la gracia, plantea la elección vocacional como si Dios ofreciera igualitariamente a los cristianos los diversos caminos de vida, unos de suyo más idóneos para la santificación personal y otros no tanto –aunque todos santos y santificantes–; y como si después fuera ya el cristiano, según el grado de su generosidad, quien decidiera seguir lo más perfecto o lo menos perfecto, aunque también bueno. Esta visión es una distorsión terrible de la verdad de las vocaciones, es causa de errores vocacionales, de escrúpulos y de grandes sufrimientos. Y hay que reconocer que es un error típicamente semipelagiano: Dios ofrece la misma gracia a todos, y es la parte humana la que, haciendo eficaz la gracia, la parte divina, decide lo más o menos perfecto. En definitiva, no es Dios quien elige y llama gratuitamente, sino que es el cristiano el que, por lo visto, «se llama» a sí mismo según el grado de su mayor o menor generosidad. Con inevitable preocupación se pregunta: «¿Qué elijo?»
Cuando yo acabé el bachillerato, mi madre, con esa excusa, me mandó a hacer Ejercicios espirituales. Y todavía recuerdo cómo al final de ellos el padre predicador nos invitó a elegir la vocación. En una hoja, trazando una raya vertical en medio, habíamos de ir poniendo a un lado y otro los pros y contras que alcanzábamos a ver en orden a nuestra santificación. Se hacía finalmente la suma, y el total resultante, paf, determinaba nuestra vocación concreta dentro de la Iglesia. Ya entonces a mí aquello me pareció un espanto. Y ahora todavía me horroriza más.
Otro caso ilustrativo. Siendo yo joven, asistí a la profesión religiosa de una amiga mía. Y recuerdo también la prédica del cura que presidió la Misa. ¡Qué canto a la generosidad de esta muchacha, a quien el mundo y la vida le sonríen (aquí amplia enumeración de sus cualidades), y que, sin embargo, dejándolo todo, va a seguir a Cristo por un camino austero y penitente!… etc. etc. etc. Ya entonces a mí todo aquello me sonaba muy mal. No sabía yo entonces que, simplemente, era semipelagiano. Imagínense ustedes un sacerdote que en una boda canta la generosidad de esta joven, que teniendo tantos pretendientes excelentes, etc., ha venido a casarse con éste (con este pobre diablo). Es de suponer que, al término de la ceremonia, los familiares del novio entrarían a la sacristía para leerle la cartilla al ministro del Señor. «¿Pero usted qué se ha creído?»…
–la fe católica nos enseña, por el contrario, que Dios llama a quien quiere, cuando quiere y como quiere. Y que la vocación, la que sea, es un don precioso que el hombre, con inmenso agradecimiento, debe recibir libre y meritoriamente, con el auxilio de la gracia divina, por supuesto. «¿Quién es el que a ti te hace preferible? ¿Qué tienes tú que no hayas recibido?… Gracias a Dios soy lo que soy, y la gracia que me concedió no ha sido en vano, sino que he trabajado más que todos ellos, pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo» (1Cor 4,7; 15,10). San Pablo, recién converso, se plantea su vocación como se debe: «Señor ¿qué quieres que haga?» (Hch 22,10).
Es cuestión de generosidad. La vocación –y toda obra cristiana– es un don de Dios, que el hombre recibe. Si hablamos el castellano usual, es generoso el donante, no el que recibe. Si un hombre dona una gran herencia a una familia numerosa que está en la ruina, el generoso es el donante, no la familia que recibe tan precioso donativo. Y esto es lo que sucede en toda vocación y acción cristiana. El generoso es Dios, que estando nosotros muertos por nuestros delitos y pecados, esclavizados por el mundo y por la carne, cautivos del demonio, «nos dió vida por Cristo: de gracia habéis sido salvados» (Ef 2,1-10: leerlo entero). El generoso es Dios. Si, por ejemplo, a uno le falta sabiduría, «que la pida a Dios y la recibirá, porque Él la da a todos generosamente, y sin reproches» (Sant 1,5).
Miremos el caso de la vocación de un apóstol. Cristo elige por pura gracia a Mateo. No lo mira con desprecio, en su miserable condición de publicano, idólatra de la riqueza, excomulgado de su pueblo, sino que lo llama a dejar su oficina de recaudación, y lo consagra como Apóstol suyo, para enviarlo a predicar y a escribir el Evangelio. Gracia, pura gracia gratuita ha sido la elección, la vocación, la consagración y la misión. Y gracia de Cristo ha sido también la que ha movido el corazón de Mateo para poder seguirle, aceptando su llamada y dejándolo todo. ¿Dónde está aquí la generosidad de Mateo? ¡Cantemos la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, que por pura gracia ha hecho de este pobre diablo un Apóstol santo! «Sígueme. Y él, levantándose, le siguió» (Mt 9,9-13). Todo ha sido gracia. Y por eso lo primero que se le ocurre a Mateo –que era católico y no semipelagiano– es celebrarlo en un gran banquete, en el que no sería raro que alguno se hubiera pasado un poco en la bebida. Está feliz, loco de gratitud y alegría. Y piensa que si alguno elogia su generosidad personal es que no está en su sano juicio.
Católicos excelentes hay que emplean con frecuencia la palabra generosidad al hablar de la vocación y, lógicamente, de cualquier otro asunto de la vida espiritual. Muchos de ellos tienen una captación del misterio de la gracia perfectamente católica; pero no escapan a una contaminación del lenguaje de origen voluntarista.
«Es cuestión de generosidad». «Pone usted en peligro su misma salvación por falta de perseverancia». «Ingresó en el noviciado, pero no perseveró: le faltó generosidad». «Dios no se deja ganar en generosidad por el hombre». O sea: usted propóngase el bien que sea, cuanto más alto mejor, y esté seguro de que la gracia de Dios, siendo la obra tan buena, vendrá ciertamente en su auxilio para que pueda vivirla. Etc. ¿Pero qué están diciendo?… Todo eso es semipelagianismo puro y duro. ¿Cuándo estos católicos se van a enterar de que, aunque solo sea en el lenguaje, son semipelagianos?
Dios te pide. Toda la vida cristiana, toda, está movida por la gracia de Dios, toda es gracia, toda es don de Dios. Es Él quien «obra en nosotros el querer y el obrar según su beneplácito» (Flp 2,13); de tal modo que «cuantas veces obramos bien, Dios, para que obremos, obra en nosotros y con nosotros» (Orange II, c.9). Ahora bien, cuando alguien da algo a otro, a esa acción le llamamos donativo, y no petición. Y cuando alguien pide algo a alguien, su acción es una petición. ¿Es así o no es así?… Pues bien, si Dios da a los hombres su gracia, siempre gratuita, moviéndoles a querer y a obrar el bien, ¿por qué a esa acción no se le da el nombre de donación, que le corresponde, y se dice en cambio que Dios pide al cristiano esto y lo otro? ¿A qué viene hablar de que Dios pide a éste que dé más limosna, al otro que se case, a otro más que ingrese en un monasterio, etc.? «Siempre Dios pidiendo», en vez de «siempre Dios dando», como es la verdad. ¿Qué sentido tiene, en la fe católica ese modo de expresar la vida espiritual? «Recibir, más me parece a mí eso, que no dar nosotros nada» (Sta. Teresa, Vida 11,13). ¿Tan difícil es esto de entender; o mejor, de creer?
Supongamos que un director espiritual dice al cristiano que se le confía, atendiendo a las mociones de gracia que parece recibir: «según lo que me cuentas, yo creo que Dios te pide que dobles el tiempo de la oración». El consejo podrá ser prudente y beneficioso. Pero ¿por qué lo expresa en forma de petición? ¿No es más conforme a la verdad decir: «parece que Dios quiere darte la gracia de aumentar al doble tu oración»? En el fondo, dicho de un modo o de otro, está dando el mismo consejo, es cierto. Pero la formulación primera encaja perfectamente con el semipelagianismo, puede dar ocasión a la soberbia («he cumplido: le he dado a Dios lo que me pedía»), al escrúpulo también, y a otros malos efectos. En cambio, la segunda formulación habla como siempre lo hace la sagrada Escritura y la mejor Tradición católica, y solo puede producir efectos buenos.
Ese «Dios te pide» esto y lo otro expresa mal la doctrina católica sobre la acción de la gracia. Pero tiene en cambio pleno sentido si se parte de una teología semipelagiana de la gracia. Según ella, Dios ofrece su parte (la gracia), y «pide» al hombre que ponga su parte (la voluntad libre), de tal modo que, con la generosa colaboración de la persona, venga así la gracia a ser eficaz en la buena obra pretendida (noviciado, matrimonio, más oración, etc.). Ésta es la verdad. Y no se ofendan si la digo, pues solo pretendo que sean «santificados en la verdad» (Jn 17,17). Pero, por otro lado también, no se me asusten…
Puede darse una ortodoxia perfecta en la vida de la gracia, que en algunos temas, sin embargo, esté expresada verbalmente en modos deficientes. Trento dice que la concupiscencia no es pecado, pero que «procede del pecado y al pecado inclina» (Denz 1515). Pues bien, aquí habría que decir que ese modo de hablar voluntarista puede darse, y se da con relativa frecuencia, en un marco doctrinal católico y santo. Pero conviene reconocer honradamente que es un modo verbal que procede del error voluntarista y que a él inclina. Reconozcamos con humildad que siempre llevará en sí al menos el peligro de ocasionar en las personas ramalazos voluntaristas negativos, malos entendimientos de la acción de Dios en el hombre. Insisto: muchas veces el marco doctrinal es en la persona o en la comunidad tan claramente católico, que neutraliza en buena medida los efectos negativos de un modo de hablar ciertamente deficiente. En buena medida… No siempre del todo.
Hablen en católico de la gracia divina. Hablen como hablan la Escritura y la Liturgia, los Concilios y los grandes Doctores de la Iglesia. Hablen como lo han hecho todos los santos.
Bueno, la verdad es que no todos los santos usaron siempre y en todo un lenguaje claramente católico de la gracia. Antes de que se formulase en la Iglesia dogmáticamente la doctrina de la gracia, hubo santos, como Fausto de Riez o Vicente de Lérins, ya lo vimos, que hablaron así (61). Más penoso es que, después de reprobado por la Iglesia el error semipelagiano, haya todavía algunos santos, a partir sobre todo del siglo XVII, que en ocasiones usan un lenguaje más o menos marcado por el ramalazo semipelagiano voluntarista. Ciertamente, aquéllos y estos santos, captan perfectamente en su mente y en su corazón la verdad de la gracia: si no, no hubieran sido santos. Y además el lenguaje espiritual que emplean, en su conjunto, es clarísimamente católico. Pero… pero algunas veces ese lenguaje espiritual se ve marcado por estas deficiencias voluntaristas de su tiempo. Lo comprobaremos en algunos santos, con el favor de Dios.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
34 comentarios
que creen que las vocaciones se reclutan como si se tratara de alistarse para la guerra o prestar un servicio de voluntariado en una ONG.
"Voluntarismo naturalista" al apelar imprudentemente a la generosidad. Y "sobrenaturalismo mágico", que parece pensar que gracia no supone la naturaleza, sino que la crea. Con estos ingredientes se puede llegar al absurdo de suponer que Dios podría llamar sobrenaturalmente a la vida consagrada, a quien carece de la debida idoneidad natural. Se puede causar enorme daño a las almas con esta dupla de errores combinados en estrategias vocacionales.
Un ignorante en este tema
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JMI.- Cuando rechazamos la gracia consciente y voluntariamente, eso es el pecado. Dios nos da siempre gracia suficiente para que podamos hacer el bien. Nunca hacemos el mal "porque" Dios no nos haya asistido suficientemente con su gracia.
Muy iluminadores los ejemplos, con ellos queda todo muy claro... No me suelen pedir dirección espiritual, y siempre he tenido cierta alergia a eso de decir "El Señor te pide"... pero no lo hacía tanto en el sentido de evitar el semipelagianismo, sino en que una cosa es actuar "in persona Christi" en los sacramentos, la liturgia, etc. y otra pretender que mi forma de pensar humana es la de Cristo... ahora tengo un motivo casi más poderoso para no obrar así. Muchas Gracias. Bueno, y muchas más gracias a Dios, por su puesto.
"Y hay que reconocer que es un error típicamente semipelagiano: Dios ofrece la misma gracia a todos, y es la parte humana la que, haciendo eficaz la gracia, la parte divina, decide lo más o menos perfecto".
"Ese «Dios te pide» esto y lo otro expresa mal la doctrina católica sobre la acción de la gracia. Pero tiene en cambio pleno sentido si se parte de una teología semipelagiana de la gracia. Según ella, Dios ofrece su parte (la gracia), y «pide» al hombre que ponga su parte (la voluntad libre), de tal modo que, con la generosa colaboración de la persona, venga así la gracia a ser eficaz en la buena obra pretendida (noviciado, matrimonio, más oración, etc.)".
Padre Iraburu, gracias. Es verdad: Dios no pide nada, nosotros no podemos darle nada a Dios; es Dios el que nos da con sobreabundancia.
Me gustaría, Padre que en posteriores exposiciones nos precisase el márgen y la acción del albedrío humano en la donación divina que es la Gracia. Albedrío negado por los protestantes y sobrevalorado por los pelagianos y semipelagianos. Pero entiendo que, aun siendo un aspecto subordinado a la acción de Dios, es igualmente esencial y fundamental en nuestra salvación. ¿Qué significa exactamente "cooperar a la Gracia"?
Muchas gracias, y que Dios le bendiga.
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JMI.- Cuando la voluntad se mueve movida por la gracia divina, el hombre está co-operando con Dios. Cuando se resiste, peca.
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JMI.- Es mejor que siga el orden de exposición que tengo pensado. Aquí solo podría improvisar una respuesta breve, y por tanto ambigua, de temas complejos como ése que requieren desarrollos más amplios.
Gracias.
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JMI.- Oración, reglas de discernimiento, consulta al confesor, dirección espiritual, estar en paz, estar sin paz... Oir la conciencia. Para lo cual es mejor apagar la radio y la TV. Un rato.
La verdad es que da gusto entrar en su blog últimamente. No como antes, que sacaba cada especímen que daban miedo...
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JMI.- Ejem, ejem...
Es parecido lo del Papa "Dios no quita nada, sino que lo da todo". Se da todo. O como San Juan de la Cruz: "Cómo se levantará a Ti el hombre, engendrado y criado en bajezas, si no lo levantas tú" o, "Muchas almas tropiezan, no sabiendo, y no sabiendo van errando, pensando que aciertan. Pero sin Ti no se hará nada Señor, sin Ti no se hará nada." (Sorry si no son citas perfectamente textuales".
Gracias a Dios, rara vez me encontre en mi itinerario estas desviaciones del "ser generoso" y el "Dios te pide"(aunque quizás me encontré otras semipelagianadas distintas pero parecidas...), pero a mi también me chirriaban bastante. Ahora, puestas en el correcto marco, pues bueno, pasen.
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JMI.- Por supuesto que puede uno pasarse de un extremo de error al otro opuesto. Pero será culpa del lector. Mis textos (Escritura, Concilios, Santo Tomás, etc.) no serán causa ni ocasión de ese error, porque dan la doctrina católica. Y aún pienso darla más clara cuando termine de señalar las causas y síntomas de pelagianismo y semipelagianismo. Mis escritos no bordean el error del quietismo. Esa afirmación es falsa. Se ve que los ha entendido mal.
Segundo: me gusta ver cómo el P. Iraburu resiste a los cantos de sirena que le llaman, con buena intención , claro, a salirse del camino que se ha trazado para ilustrarnos en los post. El sigue fiel al plan que debe hacer con una fortaleza inconmovible. A mí me da ejemplo de cómo hay que hacer lo que hay que hacer.
COmo dice el refrán, "HAy más días que longanizas" y seguro que también podremos leer cosas interesantes sobre lo que algunos sugieren.
Lo que dice Raúl sobre las fotos, es verdad, pero creo que son necesarias para "neutralizar" la fealdad de los errores que nos rodean (pelagianismo...etc) je je
Al leer el post he recordado algunas parábolas evangélicas: la perla preciosa, por ejemplo. La Gracia es la perla. Venderlo todo para adquirirla sería la aceptación libre de esa gracia. No "compramos" la gracia, sino que al recibirla nuestra vida cambia y por tanto cambian nuestros actos. La "generosidad" no es previa a la gracia, desencadenante o "requisito" para la Gracia, sino su consecuencia.Y no hay perlas para todos (¿o sí?) ¿Cada uno tiene una perla distinta...? Dios quiere que todos los hombres se salven ¿no?.
También me ha hecho reflexionar sobre la parábola de los talentos. No todos reciben la misma gracia -los mismos talentos- Pero -junto con los talentos- todos reciben el mismo encargo: hacerlos fructificar. No por generosidad, sino por obediencia, consecuencia de la confianza depositada por el Señor...
Si pienso así ¿soy católico o semipelagiano...?
Un saludo, y muchas gracias por los posts. Por cierto, reunidos todos ellos hacen un magnífico libro...¿piensa publicarlo? -por comprarlo, digo, y regalarlo por ahí...
José Manuel Genovés.
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JMI.- Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim 2,3). Cristo es la luz vivificante que "ilumina a todo hombre" (Jn 1,9). Dios da la gracia de los talentos, diversos en cada uno, y Dios nos asiste con su gracia para que podamos hacerlos fructificar. No es improbable que el Señor me conceda publicar en un libro el conjunto de estos posts, que podría titularse GRACIA Y LIBERTAD. Sería un libro re-bueno y re-útil. ¿A que sí?
Una vez más le felicito por sus artículos que estoy siguiendo con un interés del que yo me mismo me maravillo.
Me da la sensación que cuando pone algunos ejemplos de voluntarismo pasa como de puntillas comentado la actuación de instituciones de la Iglesia. Me refiero a la forma inadecuada de hacer proselitismo o de estimular vocaciones.
¿Cree que estas cosas siguen ocurriendo hoy en día en determinadas instituciones que desarrollan estrategias de captación? Me refiero especialmente al discernimiento de la vocación que en muchos casos se obvia considerando que, en realidad, todos estamos llamados a una vida consagrada de un tipo u otro.
En caso afirmativo ¿eso sería semipelagianismo?
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JMI.- Mis retratos están hechos del natural. Quizá antes era más acentuado ese voluntarismo, pero queda mucho.
Me comía la cabeza por si Dios me había llamado a través de ese sacerdote y creía ver por todas partes signos en ese sentido, pero cuando rezaba ante el Sagrario llegaba a la conclusión contraria. En esas ocasiones, sí que hallaba paz interior y una alegría.
Yo pediría a los curas y directores espirituales que no sean tan directos a la hora de plantear vocaciones por capacidades o circunstancia personales de sus dirigidos o feligreses y que les dejen discernir según el modo de ser que DIos les ha dado, porque muchos sabrán ver por sí solos si es o no lo que Dios les pide, pero otros pueden caer en angustia, incluso, sentir que Dios les pide que sean de una forma diferente a la que son. el cura que menciono me decía que había que ser generoso con Dios, que le hacían falta amigos, etc., con lo que la disyntiva era clara: si iba al semniario, era amigo de Dios porque le echaba una mano, sino, le estaba dando la espalda.
Es triste, pero al final acabé sintiendo rechazo a la direccion espiritual y prefiero discernir las cosas del alma solo ante el Sagrario que buscando ayuda de un cura. Gracias a Dios, dejé atrás esa perspectiva de buscar como agradar a Dios para ser mejor cristiano y voy aprendiendo a confiar en que El me lleve por donde quiere, sabiendo que soy poquísima cosa.
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JMI.- Un consejo. Cuando parezca que el director espiritual tiene una bola de cristal donde ve con toda claridad qué debemos hacer con nuestra vida, cómo debemos resolver tal cuestión, salga Ud. corriendo. Cuando le ayude a orar y a discernir buscando "¿qué quiere Dios?", siga con él.
A día de hoy hay muchísimas personas (ni que decir entre los jóvenes) que están alejadas de la fe o de la moral, no sé si todas ellas han rechazado conscientemente la Gracia porque a menudo parece más bien que es fruto del desconocimiento, o de una mala formación, de circunstancias vitales que les han debilitado mucho, etc. ¿En sus casos Dios también les envió las gracias para no pecar?
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JMI.- Siga leyendo, que yo espero que, con el favor de Dios, se irán respondiendo esas cuestiones.
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JMI.- Y además: el pelagianismo y semipelagianismo generalizados han sido y son la causa más decisiva de la descristianización progresiva de Occidente, hasta la apostasía. La enfermedad espiritual que describo no me la he imaginado yo: ha sido y es -ahora menos grave- una epidemia mortal.
O bien, puesto de otro modo, ¿qué es lo que diferencia la actitud de Mateo con la del joven rico? Ambos fueron llamados gratuitamente -a ambos quiso darles Dios la Gracia de ser sus discípulos-, y ninguna de las respuestas fue en sí misma pecaminosa. Sin embargo, sólo uno aceptó esa Gracia. ¿Cómo lo llamamos? ¿Astucia?
¡Muchas gracias!
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JMI.- Mateo recibió de Cristo, con la ayuda de su gracia, el inmenso don de su vocación de Apóstol: y se quedó contentísimo, celebrándolo con un banquete. El joven rico rechazó la gracia que Cristo le daba para que le siguiese, porque estaba apegado a sus riquezas, y se fue muy triste. ¿Desde cuándo rechazar la gracia no es algo "en sí mismo pecaminoso"? ¿Qué es entonces el pecado?
Creo haber entendido sus comentarios, aunque surgen nuevas dudas. Tomando su cita de la Escritura, N.S. al pecador "le llama de las tinieblas a su luz admirable» (1Pe 2,9).
Parece lógico no usar la palabra "generosidad" para las personas, pues ante quien algo nos regala sólo cabe "aceptación" y "gratitud". De modo que quien no acepta la Gracia que se le obsequia como regalo de vida, paz y alegría interior, sería un necio, ingrato, o un ignorante. Un malvado aceptaría esa gracia si supiera que es para su bien, porque todos buscan el bien (los malvados inclusive).
Entonces el pecador pareciera menos un malvado y más un necio, un estúpido, un ignorante. O podría decirse que, por ser malvado, egoísta y fatuo, se mira tanto a sí mismo que es incapaz de mirar hacia Arriba, y por eso es ingrato.
Bueno, empecé planteando una duda, y terminé dejando una idea; pero me gustaría su comentario, si es posible.
Gracias.
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JMI.- En la Biblia siempre Dios es luz y verdad, y quien recibe su gracia es hijo de la luz, vive en la verdad. Es santo y verdadero. El que la rechaza, se sujeta el Príncipe de las tinieblas y de la mentira. Es pecador y necio.
¿Me permitiría seleccionarle algunos textos de este Santo en los cuales, precisamente, menciona la necesidad de generosidad frente al llamado e insiste explícitamente (y reiteradas veces) en que la negativa al llamado -o vocación- no constituye en sí misma una falta (ni aún venial)? Creo que sería interesante para todos que usted tratara esos textos en un futuro próximo, explicando si hay faltas en el uso del lenguaje o un error doctrinal suyo o del santo en este punto específico
Saludos y muchas gracias por sus prontas respuestas!
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JMI.- En Santiago he estado muchas veces, y concretamente en los benedictinos de Las Condes. +Ya digo que hubo y hay santos que, viviendo plenamente la verdad de la gracia, pueden emplear expresiones verbales deficientes, usando simplemente el lenguaje usual cristiano de su época. Y anuncié que lo veremos en otro post. Puede entre tanto mirar en www.gratisdate.org el libro Rivera-Iraburu, Síntesis de espiritualidad católica, cpt. Fidelidad a la vocación, y subtítulo interno Fidelidad receptiva.
Coincido totalmente con lo que ha expuesto. Ese "ser generoso" con Dios significa apoyarse en la propia fuerza, y al final la persona termina sintiéndose cansada, de mal humor, preocupada....claro, no se apoya totalmente en la gracia divina.
Le agradezco también la caridad con que ha expuesto el tema. Es cierto que muchos buenos católicos pueden ser semipelagianos sin darse cuenta, no es por malicia. Es bueno señalarlo.
Le dejo una pregunta que no tiene que responder aquí si no quiere.
¿Qué opina sobre esa frase que se repite muchas veces: "ganarse el cielo"?
http://www.salvadmereina.org.co/interna.php?idsec=65&idnot=170
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JMI.- Dejándonos llevar por la gracia, dóciles a ella, vamos al cielo, que es don de Dios. Si quiere ud. decir que "ganamos el cielo", pues bueno. Siempre que quede claro que "Dios premia sus propios dones". Y resistiendo la gracia, nos perdemos.
Gracias por su testimonio. Es una llamada de atención a los ministros sagrados para que conozcan y vivan la doctrina católica de la gracia. En este sentido, es curioso, como aquellos entusiantas apóstoles de la GENEROSIDAD a expuertas son los impecables PROFESIONALES del sagrado ministerio: con sus días-off, activismo, carrerismo, mundanización, juicios precipitados, etc. La verdad es que un sacerdote semipelagiano tiene más peligro que una piraña en el bidé.
No se desanime; el buen Dios le dará un buen guía para su espíritu. Aunque, yo soy de la opinión de Santa Teresa: "para tener uno malo, mejor no tener", que el buen Dios le seguirá mimando hasta dar con él. Fíjese como nos cuida el Señor, Padre de las luces, con estos artículos del p. Iraburu.
Por ejemplo, en el tema del matrimonio (y que conste ante todo que yo estoy soltero). En teoría, la vocación matrimonial es otro tipo de vocación, una de las más numerosas. Y el matrimonio es indisoluble. Pero en algún post anterior suyo le he leído algo sobre posibles "errores vocacionales", que también pueden afectar, supongo, a esta vocación en concreto.
El matrimonio es indisoluble, porque "lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre". Pero para aceptar esto hay que partir de la base de que es Dios el que une, siempre, y el hombre el que decide la separación.
Pero yo me pregunto: ¿no cabe la posibilidad de que sea al revés? es decir, que sea el hombre el que se une, a veces incluso contra la voluntad de Dios, y que como consecuencia de ello ese matrimonio sea un desastre.
No en vano, la Iglesia no reconoce el divorcio, pero sí la nulidad matrimonial, lo cual sería tanto como afirmar que en ese supuesto matrimonio, al ser nulo, Dios no ha unido a nadie, no ha existido realmente una Voluntad divina.
Recuerdo siempre las palabras de una de las videntes de Fátima, Jacinta, dictadas a su madrina, Madre Godinho: "muchos matrimonios no son buenos, no agradan a Nuestro Señor ni son de Dios"...
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JMI.- Pueden darse, efectivamente, "errores vocacionales" tan graves que ocasionen después un proceso formal de la Iglesia, en el que se declare la nulidad de un matrimonio o de una ordenación sacerdotal; el caso, p.ej., del filósofo Zubiri.
¿y cuál es el lugar del sufrimiento humano cuando ante las desgracias de la vida uno no consigue discernir el sentido de la Gracia Divina? cuando, a pesar de ser consciente del Inmenso Amor de Dios, y de creer, y querer creer, a pesar de todo ello, la realidad es dolorossa y uno cae, y se levanta y vuelve a caer, y en ocasiones se abandona, y se siente incapaz de cumplir la VOLUNTAD DE DIOS?
En fin, perdone padre.
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JMI.- Seguir siempre, con la gracia de Dios,creyendo, esperando, pidiendo y luchando, acudiendo a las fuentes más ciertas de la gracia, Misa, sacramentos... Y sabiendo, en fin, que la cruz que llevamos encima, sea la que sea, humildemente aceptada y ofrecida, tiene un valor inmenso, porque es cruz de Cristo, ya que somos miembros Suyos.
Padre, en medio de todo esto, ¿cree usted que tiene algo de responsabilidad la presentación escolástica, particularmente aristotélica, que tiene gran parte de nuestra teología de la gracia que la gente de hoy casi no entiende, incluídos muchos de nuestros pastores? ¿no estamos viviendo hoy lo mismo que en el medioevo de Lutero cuando casi nadie sabía de los cánones de Orange II y todo el mundo quería hacer una teología de la gracia de maneras nuevas sin referirse a los Concilios anteriores y por eso habían tantísimos errores? El haberse detenido tanto en el concepto de hábito olvidando al Espíritu Santo, Gracia In-creada ¿es un abuso que estamos pagando así? Mera curiosidad por saber su opinión particular que me puede responder aquí, no le pido que se desvíe por ahí en los aportes.
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JMI.- La "presentación escolástica" sobre la gracia, concretamente la de STomás, es la expresión más lúcida que se ha logrado sobre el misterio de la gracia, y así lo vemos en Trento y en el Catecismo hoy. Espero tratarla.
Gracias por la sencillez y humildad de su testimonio. Pienso que son muchísimas las almas que, a la hora de la prueba, se sienten desarmadas, incluso DECEPCIONADAS, con una Iglesia que no acierta a comprenderles y acompañarles DESDE DENTRO. Es el lado oscuro de una apuesta pastoral marcadamente pelagiana: alegre, entusiasta, juvenil, PERO SIN ESQUELETO. Sin el Misterio de la Cruz, fons vitae, nuestros "sueños" evangelizadores son un cuerpo sin columna vertebral: fofo, blando, estéril, que no soporta un solo embate a la prueba y la dificultad. Igual modo, vocaciones matrimoniales y sacerdotales estallan por los aires en el "feliz" campo pelagiano. Por ejemplo, las campañas del día del seminario: testimonios entusiastas, cantos a la generosidad, etc, son una bomba pelagiana que nos explota en las manos. No hay nada más entusiasmante, vital, y positivo que la Cruz Redentora del Señor; nosotros en él y Él en nosotros.
Muchas gracias por el articulo, muy ilustrador y claro. Uno sin darse cuenta puede estar inclinado a estos errores.
Un par de preguntas. ¿En que se diferencian los "pro y contras" a los que Ud. se refiere de los "pro y contra" que recomienda San Ignacio en sus EE?
¿Cual debe ser la actitud, discurso, modus operandi del sacerdote, religioso a la hora de trabajar por las vocaciones (aparte de la oración, que es lo único estrictamente necesario)?
Muchas gracias,
Carlos
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JMI.- Espero dedicarle un artículo a San Ignacio.
Perdone tanta molestia.
que Dios lo bendiga
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JMI.- Lo mismo le pasó a Isaías, contemplando al Santo, Santo, Santo: ¡ay de mí, que soy un hombre impuro! (Is 7). Y a Simón Pedro: "apártate... que soy un pecador"
Leo una pregunta ¿rechazar la vocación lleva al infierno o al Purgatorio? Yo no se la respuesta, pero me parece adecuado verlo de otro modo:
La vocación es el plan divino para cada uno, previsto "desde antes de la constitución del mundo". Seguirlo, es el camino más sencillo y seguro (para esa persona concreta) para llegar al cielo. Buscar otro camino no tiene porqué llevar al infierno; pero seguro que no es tan bueno para llegar al cielo como el que nos pensó el Señor.
También queda espacio para la "generosidad en la entrega": lo que importa no es lo accesorio que se deja, sino la renuncia a las pequeñeces personales para seguir al Señor.
Uno que se casa renuncia a 3.000.0000.000 mujeres; pero su mayor renuncia no es esa, sino entregar el señorío sobre uno mismo a su cónyuge (dicho pronto y mal).
Respecto a los fracasos matrimoniales, o de otras vocaciones, no hay que olvidar que estas afectan a toda la vida. No basta un "si" inicial, sino que hay que cuidarlas, defenderlas, actualizarlas, con la ayuda del Señor (¡por supuesto!, no vaya a ser que...) toda la vida.
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JMI.- La fidelidad total a una vocación se va tejiendo día a día en miles de fidelidades pequeñas. Es lo que dice Cristo: para ser fiel en lo mucho, hace falta ser fiel en lo poco.
Que Dios se lo pague eternamente, pater.
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JMI.-Siervos inútiles somos. Predicamos la verdadera doctrina católica sobre la gracia, porque así nos lo enseñaron, por gracia de Dios. Bendigamos al Señor.
Bendición +
«(...) comencemos por el padre del santo [San Luis Bertrán], Juan Luis Bertrán, que también fue un gran cristiano. Siendo niño, sufrió en un accidente graves quemaduras, y su abuela, doña Ursula Ferrer, sobrina de San Vicente Ferrer (1350-1419), pidió la intercesión de su tío celestial en favor del nietecillo, que milagrosamente quedó sano. Andando el tiempo, Juan Luis fue en Valencia notario de gran prestigio, elegido por la nobleza del reino como procurador perpetuo; pero cuando todavía joven quedó viudo, determinó retirarse a la Cartuja de Porta-Coeli. Ya de camino hacia el monasterio, San Bruno y San Vicente le salieron al paso, diciéndole que abandonara su idea y se casara de nuevo. Casó, pues, con una santa mujer, Juana Angela Eixarch, y tuvo nueve hijos, el primogénito de los cuales, Luis, nacido en 1526, había de llegar a ser santo». (Hechos de los apóstoles de América; 4ª Parte, 2. San Luis Bertrán, apóstol místico)
El «generoso» Juan Luis Bertrán, decidido a hacerse cartujo, fue disuadido de tal idea por... no uno, sino por ¡dos santos! Y además, le dijeron que vuelva a casarse. Eso de que es la «generosidad» la que decide la vocación, será cualquier cosa, menos doctrina católica.
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JMI.-Cierto.
Cristo, luz del mundo, nos libra/e de las tinieblas del error y nos guarda/e en el esplendor de la verdad.
Mi ambiente semipelagiano o sin el semi, de hecho hasta hace dos telediarios no había oído nada de la gracia. Lo de Dios me/te pide y la generosidad me suenan totalmente. Usted le ha dado un vuelco a todo eso. Muy agradecida por ser luz para tantos.
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