(62) Voluntarismo semipelagiano –II. versiones actuales. 1
–A estos voluntaristas también deles duro, que me caen muy mal.
–Pues yo tengo gran estima por muchos de ellos, y me da pena que hayan tenido deficiencias en su buena formación.
La doctrina de la Biblia y del Magisterio apostólico es muy clara: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). «Es Dios el que obra en nosotros el querer y el obrar según su beneplácito» (Flp 2,13). «Cuantas veces obramos bien, Dios, para que obremos, obra en nosotros y con nosotros» (Orange II, c. 9)… Cuando se leen estas frases tan claras, parece que la realidad que afirman –otra cosa será la explicación teológica que de ella se dé– es evidente: la gracia mueve la libertad del hombre para que pueda hacer el bien, un bien que no podría hacer ella sola sin la ayuda sobrenatural de Dios.
Sin embargo, son muchos los cristianos que ignoran esta verdad tan absolutamente fundamental, y que incluso se extrañan y eventualmente se escandalizan cuando se afirma de modo explícito. Más adelante, con el favor de Dios, he de exponer con cierta amplitud la doctrina católica. Pero contrapongo ahora, en forma muy abreviada, la fe católica en la primacía y eficacia de la gracia, y el modo semipelagiano de entender estas cuestiones.
–Doctrina católica. La libertad humana es causa «subordinada», que se mueve movida por la gracia de Dios, la causa principal, en la producción de la obra buena. Por tanto, la libertad es causa real de la obra buena, pero no causa autónoma, que pueda producir su objeto propio, el bien, por sí misma; sino causa creatural, segunda, subordinada, que necesita la moción de la gracia divina. Puede la libertad humana, si Dios lo permite, resistir la acción de la gracia, pecar; pero no puede ella sola hacer el bien y perseverar en él. La eficacia de la gracia es intrínseca, por sí misma, no por la co-operación de la libertad humana que, meritoriamente, consiente en ser movida por ella. Por tanto, si uno es más santo que otro, eso se debe principalmente a que ha sido especialmente amado y agraciado por Dios: el ejemplo máximo es la Virgen María. Dios ama a todos, pero ama a unos más que a otros, y no distribuye sus gracias por igual. Bien sabe uno que esta doctrina choca frontalmente con el igualitarismo falso de la cultura moderna; pero es la verdad de la fe católica.
El papa Paulo V mandó que cesaran las disputaciones entre Dominicos y Jesuitas sobre la explicación teológica de este misterio (1607). Y comunicó en 1611 al embajador español que, si la Santa Sede había sobreseído el pronunciamiento sobre esta disputa, se debía, entre otras causas, a que las dos partes estaban de acuerdo «en la sustancia de la verdad católica, esto es, que Dios con la eficacia de su gracia nos hace obrar, y hace que nosotros pasemos de no querer a querer, y dobla y cambia las voluntades de los hombres» para afirmarlas en las obras buenas salvíficas (Denz. 1997). Es la enseñanza perfectamente clara de San Pablo: «por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que me concedió no ha sido estéril, sino que he trabajado yo más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo» (1Cor 15,10-11). Y Santa Teresa del Niño Jesús, gran Doctora de la gracia, emplea las imágenes del «ascensor» y del «pincelito» para expresar la obra de Dios en su maravillosa santificación personal.
–Doctrina semipelagiana. La libertad humana es causa «co-ordinada» con la gracia divina. Los semipelagianos no son pelagianos: admiten la necesidad de la gracia divina para obrar el bien. Pero entienden que el acto libre (la parte humana) concurre con la gracia divina (la parte de Dios), y así la hace extrínsecamente eficaz en la producción del bien. Dios ama a todos los hombres igualmente, ofreciendo a todos igualmente su gracia para hacer el bien, y es el mayor o menor grado de generosidad de cada persona humana lo que principalmente determina el crecimiento en la vida sobrenatural. San Roberto Belarmino, S. J., Doctor de la Iglesia, aunque adversario de ciertas tesis tomistas de los dominicos, reconoce que ese modo de pensar es inconciliable con la fe católica. ¡Y son tantos, y a veces tan buenos, los que piensan así hoy!
«Algunos [semipelagianos] opinan que la eficacia de la gracia se constituye por el asentimiento y la cooperación humana, de modo que por su resultado se llama eficaz la gracia… y obtiene su efecto porque la voluntad humana coopera. Esta opinión es absolutamente ajena a la doctrina de San Agustín [y de Santo Tomás], y en cuanto a lo que yo entiendo, incluso ajena a la doctrina de las Divinas Escrituras» (De gratia et libero arbitrio I, cp. XII; cf. F. Canals, Gracia y salvación, Anales de la Fund. Fco. Elías de Tejada, 2, 1996, 13-30).
El voluntarismo pone, pues, la iniciativa de la vida espiritual en el hombre, quedando la gracia en la condición de ayuda, de ayuda necesaria, sin duda –«sin mí no podéis hacer nada»–, pero de ayuda. Aunque los cristianos que se ven afectados por esa actitud sean con frecuencia doctrinalmente ortodoxos –no son pelagianos, ni tampoco son semipelagianos conscientes–, en su espiritualidad práctica no alcanzan a vivir del todo, es imposible, la primacía absoluta de la gracia divina, la total gratuidad de la gracia, ni tampoco son conscientes de su intrínseca eficacia. No pueden llegar a la perfecta humildad, y por tanto a la plena santidad. Ellos estiman que ir más o menos adelante en el camino de la santidad «es cuestión de voluntad»; «querer es poder», etc. A veces, más que un error doctrinal, estos desastrosos planteamientos son en ellos una desviación espiritual, debida a tres causas principales:
1.– Una mala instrucción en la fe católica. Sólo un ejemplo. El padre Severino González, S. J., a mediados del siglo pasado, en una de las colecciones de teología dogmática más difundidas, rechaza juntamente las doctrinas agustinianas, tomistas y escotistas en estas cuestiones, y mantiene que «ningún sistema que afirme la gracia intrínsecamente eficaz puede explicar su concordia con la libertad» (Sacræ Theologiæ Summa, BAC, Madrid 1953, III, tract. III, tesis 33, nn. 313 y 324). Los muchachos de esos años no leíamos esas obras académicas, pero sí leíamos no pocos libros (por ejemplo, El joven de carácter, del húngaro Tihamer Toth, 1889-1931) que, si no recuerdo mal, por ahí andaban. Querer es poder. Es cuestión de generosidad… Aquellos libros nos hicieron mucho bien, pero también ocasionaron graves daños espirituales, cuya profunda huella negativa ha permanecido siempre en algunos, por falta de verdad católica. Padre, «santifícalos en la verdad» (Jn 17,17).
2.– Un antropocentrismo cultural ampliamente predominante, no solo en el mundo, sino también en las zonas mundanizadas de la Iglesia. El teocentrismo humilde que caracterizó tan profundamente la cristiandad antigua y medieval fue debilitándose mucho, como bien sabemos, a partir sobre todo del Renacimiento. Desde entonces, el antropocentrismo voluntarista, inevitablemente soberbio –aunque no se trate a veces de una soberbia personal, sino de especie humana– ha producido frecuentemente en los últimos siglos un cristianismo falsificado, en el que se ignora en gran medida la primacía de la gracia. Son muchos los católicos que son pelagianos –entre los no practicantes la mayoría–, y piensan que ir a la santidad está en la fuerza natural del hombre. Por eso, como no son tontos, no lo intentan, y dejan la vida cristiana. Y otros son semipelagianos –bastante numerosos entre los practicantes–, pues piensan que el bien que han de hacer procede en parte de Dios, y en parte, la más decisiva, por supuesto, de su propia voluntad libre.
3.– Un bajo nivel espiritual de sacerdotes y laicos. Entre los cristianos todavía carnales (1Cor 3,1-3), también entre aquellos que tienden con fuerza a la perfección, el voluntarismo suele ser el error más frecuente, pues si la pereza a veces, muchas veces, les daña, todavía hace en ellos peores estragos la soberbia, que unas veces es perezosa y otras activa, pero que siempre tiende a poner en el hombre la iniciativa, quitándosela a Dios, aunque sea inconscientemente.
En cambio los santos –ya lo comprobaremos– todos profesan la doctrina católica de la gracia, porque todos son perfectamente humildes. Y como dice Santa Teresa, «la humildad es andar en verdad; que es verdad muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira» (6 Moradas 10,8). Es cierto que algunos santos, en sus comienzos, cuando todavía eran carnales, andaban no poco engañados, y fueron voluntaristas por carácter personal o por una formación incorrecta; pero cuando por la gracia de Dios llegaron a una condición espiritual, todos ellos descubrieron la primacía absoluta de la gracia, pues de otra manera no hubieran llegado a la santidad. La plena santidad se da en la perfecta humildad y verdad.
Un San Ignacio, por ejemplo, cuando se convierte en Loyola leyendo Vidas de santos, se decía a sí mismo: «Santo Domingo hizo esto; pues yo lo tengo de hacer. San Francisco hizo esto; pues yo lo tengo de hacer» (Autobiografía 7). Por narices. Pero en cuanto va entrando en Dios y en la vida espiritual, muy pronto alcanza por don del Señor un supremo conocimiento de la gracia. Y en sus Ejercicios dispone: «pedir a Dios Nuestro Señor quiera mover mi voluntad y poner en mi ánima lo que yo debo hacer»… (17). «Aquí será pedir gracia para elegir lo que más a gloria de su divina majestad y salud de mi ánima sea» (152). Por ahí vamos mejor. Sus maravillosas reglas de discernimiento muestran claramente que en la vida espiritual la pretensión fundamental ha de ser dejarle hacer a Dios, haciendo lo que Él quiera hacer en nosotros, incondicionalmente.
La operatividad caracteriza al voluntarismo semipelagiano. Es cierto que a veces el semipelagianismo, al cifrar tanto la obra de la santificación en el esfuerzo de la voluntad libre del hombre, lleva al voluntarista a abandonar la vida cristiana. Sabiendo bien por experiencia aquello de San Pablo: «no hago el bien que quiero, sino el mal que aborrezco. Es el pecado que mora en mí» (cf. Rm 7, 15-19), concluye: «si así es el camino de la perfección, yo no tengo nada que hacer. Mejor será abandonar el intento». Y confiándose sin más a la misericordia de Dios –en el mejor de los casos–, pasa del semipelagianismo al luteranismo protestante.
Pero el voluntarismo semipelagiano lleva normalmente a los cristianos fieles y practicantes a una operatividad malsana. Ya sabemos, sí, que «la fe, si no tiene obras, está muerta» (Sant 2,17). Y no olvidamos las exhortaciones de Santa Teresa: «que no, hermanas, no: obras quiere el Señor» (5 Moradas 3,11); «vosotras diciendo y haciendo, palabras y obras» (Camino Perf. 55,2). Pero en una vida espiritual católica –sinergía de gracia y libertad–, que da siempre la iniciativa a Dios y a su gracia, el florecimiento en la santidad va siempre de la persona a las obras, del interior al exterior, con paz y suavidad, aunque a veces con gran cruz. Bajo el impulso del Espíritu Santo, en gran medida imprevisible, la oración y el ejercicio de las virtudes, el cultivo de la persona, de sus modos de pensar, de querer y de sentir, la cruz de cada día, va haciéndole florecer en buenas obras, al ritmo que marca Dios, no al señalado por la propia persona o por su director espiritual o su grupo: «es Dios quien da el crecimiento» (1Cor 3,7). Hay cactus que, bien regados y cuidados, siguen espinudos y feos tiempo y tiempo, hasta que, de pronto, dan lugar a una flor maravillosa.
En el voluntarismo, por el contrario, se produce una cierta subordinación de la persona a las obras concretas. Se tira de la planta para que crezca más rápidamente, con el peligro de quedarse con ella en la mano. El crecimiento espiritual se pretende sobre todo por la prescripción –personal o ajena– de un conjunto de obras buenas, bien concretas, cuya realización se estimula y se controla con frecuencia.
Si las obras no se cumplen, vendrán juicios temerarios («soy un flojo; yo no valgo para esto»; «es un flojo; no vale, dejémoslo»; «puede, pero le faltó generosidad»). Y si se cumplen, vendrán juicios igualmente temerarios («soy un tipo formidable»; «es un tipo formidable»). Más aún. La operatividad voluntarista lleva a la prisa, que se hace crónica, y al activismo, al mismo tiempo que pone límites muy tasaditos a los tiempos de oración (personas tensas, comunidades siempre super-ocupadas). Lleva inevitablemente a la obra mal hecha, aunque la apariencia exterior de la misma sea buena. Cuantifica la vida espiritual (dos horas de oración santifican el doble que una; evidente). Da ocasión para los escrúpulos con gran frecuencia. Fija objetivos («este año tiene Ud. –o su comunidad– que conseguir al menos dos vocaciones para el Instituto, y una docena de vinculaciones de laicos»). Controla los resultados pretendidos, con mal desánimo o con peor satisfacción, según se hayan conseguido las metas. Lleva a un normativismo y a un legalismo detallista, y no advierte que leyes y normas señalan siempre obras mínimas, que no pocos voluntaristas tomarán como máximas, contentándose con su cumplimiento: todo lo que pase de ahí es para ellos exageraciones. Mediocridad congénita. «El viento [del Espíritu Santo] sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo nacido del Espíritu» (Jn 3,8).
El voluntarismo es tremendamente insano, tanto espiritual como psicológicamente. No capta la vida cristiana como un don constante de Dios, «gracia sobre gracia» (Jn 1,16), sino como un incesante esfuerzo laborioso del hombre. Sus errores y los daños que produce en personas y en grupos son tantos que resultan indescriptibles. Pero aquí estoy yo y, con la gracia de Dios, voy a describirlos. Querer es poder.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
59 comentarios
---------------------------------
JMI.- Lo siento, Isaac, pero el Papa Paulo V me prohibió en 1607 que "calificara", etc. (Denz. 1997). No me tientes.
¿El cooperar con la gracia con nuestras obras voluntarias no es semipeliagianismo? El hacer peregrinaciones, ganar indulgencias, rezar tales oraciones,...¿no indica cooperar de alguna manera para "merecer" la gracia? El rechazar todo esto me parece ya estar cerca de Lutero.
Me gustaría que explicase la diferencia entre la sana doctrina católica y la protestante en este punto.
Que mal lo tenia entendido!. Aunque me lo temía, siempre tanto esfuerzo que me sonaba a hueco… En parte me tranquiliza, en parte me preocupa aun mas : Como «pedir a Dios Nuestro Señor quiera mover mi voluntad y poner en mi ánima lo que yo debo hacer»…?
---------------------------------------
JMI.- Habrá sido sin querer.
"¿cómo casaría el tema de la gracia y la libertad, con el cumplimiento de la ley natural en los no creyentes?"
Pues yo me permito agregar:
- ¿Cómo hacer para que los acatólicos puedan conocer la ley natural completa, con certeza y sin error, cuando no cuentan con la Revelación, o no la aceptan?
- ¿Y cómo se hace para cumplir con la ley natural completa, cuando no se pertenece plenamente a la Iglesia ni se reciben sus sacramentos?
- ¿Si no es voluntarista pretender que un Estado que se declara oficialmente "aconfesional" o "neutro", es decir que no acepta ninguna revelación positiva en su Derecho, cumpla con todas las exigencias de la ley ética natural en su legislación y acción de gobierno (matrimonio monogámico, heterosexual e indisoluble, por ejemplo)?
En Xto.,
P.
¿A usted le han nombrado alguna vez?
----------------------------------------
JMI.- ¿A Jesús de Nazaret le hicieron "doctor honoris causa" en algún centro civil o religioso de prestigio?
Qué pobre su argumento, Borja: paupérrimo.
El Magisterio procura toneladas de ortodoxia, pero poco menos que los fieles generación tras generación pasan cada vez más, creen y entienden lo que buenamente les entra en la cabeza, cada uno hace su profesión de fe pero a su manera.
La mayoria del autodenominado católico, cree en el evangelio, reza, va a misa, frecuenta los sacramentos pero a su aire (p.ej, ahora ya no se confiesa casi nadie para comulgar), procura hacer el bien y practica en lo que puede la caridad, que no es poco.
No hay que engañarse, la gran mayoría de lo que nos enseña el Magisterio les trae al pairo.
Pensando sobre ello, he tenido la fortuna (doy gracias por ello) de que me haya venido a la mente una imagen que creo que por su belleza merece ser expuesta aquí (aunque tal vez no haga toda la justicia que merezca a la realidad).
Imaginemos un Jardinero que planta pequeñas semillas en un vasto jardín. El jardín tiene muchas partes con diversos terrenos. Unos son más fértiles y otros son más áridos. Las semillas, con el cuidado amoroso del Jardinero, merced al agua y al alimento que las proporciona van creciendo, unas más rápido y otras más lentamente. Algunas se convierten en plantas hemosísimas (en algunas sólo se aprecia esa belleza al final).
Lo interesante es que algunas de estas plantas llegan a ser hermosísimas porque el Jardinero las abonó en terreno fértil. Otras lo llegan a ser porque aún plantándolas en terreno árido, el Jardinero se volcó con ellas, proveiéndolas de más agua y alimento.
Desde luego a nadie se le ocurriría pensar que una planta hermosa llegó a serlo por sí misma, sino porque o bien fué plantada en terreno fértil o bien porque recibió mucha agua y cuidados del Jardinero.
Siempre me había preguntado por qué en momentos de dificultad o tribulación a lo largo de la historia habían abundado tanto los ejemplos de santidad. La respuesta es la de siempre: el Amor de quién es Amor en sí mismo
Espero con impaciencia la próxima parte de su artículo. Gracias
Será el Papa Pablo V digo yo, Pablo VI nos queda demasiado cercano como para haber hecho nada en el 1607.
---------------------------------------------
JMI.- ¿Cómo? Pero si en el texto dice Paulo V, en 1607...
JMI.- Me avisa Isaac que te referías a mi respuesta a su comentario. En efecto. Ya lo he corregido. Gracias.
Soy argentino y lector y difusor de sus libros editados por Gratis Date desde hace casi 10 años. La razón por la cual insisto en la dimensión política y social del pelagianismo, se origina en párrafos suyos de Evangelio y utopía y De Cristo o del mundo que me hicieron luz.
Simpre agradecido.
----------------------------------
JMI.- Un buen amigo inglés, converso, casado con un Encanto y padre de 8 hijos (ya he perdido la cuenta) ha traducido al inglés Gospel and Utopia, y parece que "nos" lo van a publicar.
Todas las buenas obras de piedad o caridad son causadas primariamente por la gracia, o son frutos de ella, manifestación de que "perseveramos" (ir a un santuario a rezar, dar limosna, recabar indulgencias...).
Espero no haber sido "semipelagiano" con este comentario.
---------------------------------------
JMI.- Dice: "la cooperación a la gracia no es la realización de buenas obras, puesto que las buenas obras derivan directamente de la gracia, ya que es Dios mismo el que opera, no nosotros"
Esto está malito. Dios "obra en nosotros y con nosotros". La libertad humana es causa real, aunque segunda, de las buenas obras.
No se desanime, siga leyendo los posts, y a ver si con la ayuda de Dios lo entiende todo bien. Dios le bendiga.
¿Éste argumento es igual de paupérrimo? ¿O incluso todavía más?
-----------------------------------
JMI.- Todavía más, sin duda.
Es un tema difícil para nosotros. Debe ser muy fácil para Dios. Debe ser que hay que pedir la gracia de confiar y amar, nada más. Es así, Padre?
En JMJ
victoria
----------------------------------------
JMI.- NO, no es así. Hay que co-laborar con la gracia de Dios, dóciles a su moción interior.
Por otra parte, existe el cristiano que se cree capacitado para ayudar a Dios a salvarle. No es como el fariseo que presumía de ser más bueno que nadie, pero tampoco es como el publicano que reconocía su incapacidad de agradar a Dios debido a su condición pecadora.
Podríamos aprender de Abraham, que cuando quiso ayudar a Dios a cumplir su promesa de tener descendencia, se metió en un problema que todavía sufre la humanidad a día de hoy (ismaelitas). No hay nada, absolutamente nada que podamos añadir a la gracia de Dios. Hasta cuando colaboramos con ella, es por gracia.
Toda la enseñanza paulina se resume en un versículo que demuestra que incluso el llamado apóstol de la gracia tenía que aprender de verdad en qué consistía la misma. Está en 2 Cor 12,9: Bástate mi gracia.
Está más cerca de Dios el pecador que se abandona en los brazos de la gracia divina, que el "santo" que cree haber hecho algo por sí mismo para alcanzar su grado de santidad.
No quiero profundizar en cuestiones filosóficas sobre la volunad, la libertad y la gracia, pero la confusión no es sólo de cristianos y católicos sino viene desde muy antiguo, y la encontramos en filósofos, científicos, eruditos, políticos y demás personajes que de uno u otro modo han influido en la historia de la humanidad.
Hay dos irreconciliables concepciones sobre Dios, la creación, la vida y la libertad. Unos (y muchos por mucho tiempo, hasta hoy más aún) consideran a Dios como un ser Omnipotente y que actua a mera Voluntad, y dado que es Dios tiene ese privilegio de hacer lo que quiera, sólo porque lo puede hacer, potencia de crear el univeso, de crear la vida, al ser humano, etc y también de modificar su cración a través de milagros, por el sólo hecho de su Voluntad y Potencia. Esta concepción generalizada conduce al error de que los humanos, hijos de Dios, al tener un poquito de esa Voluntad y Potencia (aunque incomparable con la divina),pueden hacer del algún modo bien las cosas por el simple hecho de esa "herencia divida" de voluntad y poder. Grave error
Dios no opera sin otros de sus atributos indispensables: la Sabiduría. Esa Sabiduría, infinita, lo conduce a expresar su Voluntad siempre con la Verdad. por lo tanto Dios no es voluntarioso y arbitrario sino infinitamente Sabio y paciente. Y dado que además de creados somos sus hijos, Dios ha de darnos siempre su Amor, y por ello nos ha dado el camino de salvación.
En este sentido, a fin de imitarle, aunque de forma limitada e imprefecta, nuestra "voluntad" ha de expresarse conforme a nuestra sabiduría y es allí donde recién podemos ser libres, pues se es libre cuando se actua conforme a la verdad. Actuar por mera voluntad es arbitrario y todo lo que es arbitrario siempre conduce al caos, a la violencia y muerte, pues omite la busqueda de la razón y de la verdad.
En resumen, están esas grandes y eternas palabras de nuestro Señor: "la Verdad os hará libres"
Magnífico colofón para una cuestión tan delicada.
Creo que no podemos olvidar que los cristianos, además de hijos de Dios, somos hijos de nuestro tiempo. En occidente llevamos un par de siglos (al menos) de terrible mentalidad individualista y voluntarista, y es lógico que si se pierde de vista "lo que es el hombre" se distorsionen todos los aspectos de su vida, incluida la vida espiritual.
Por lo que tengo entendido, la filosofía personalista del s.XX (JP II incluido) recuperó la importancia de la "relación" en la existencia del hombre, con consecuencias como la mejor comprensión de lo que es la familia, la educación, la sociedad, el trabajo... y especialmente la relación con Dios: "sólo Dios revela al hombre lo que es el hombre" (expresión de LG, para temblor de algunos filósofos).
Una antropología moderna, que considere el papel insustituible de la acción divina en la vida humana, evitaría, al menos en parte, esos voluntarismos egoistas y soberbios. De hecho, me parece el tema más importante para el diálogo entre fe y razón.
(Aunque son cuestiones relacionadas, espero no haberme ido demasiado por las nubes).
La misericordia de Dios nos educa el corazón para zambullirnos en ese Océano de la Gracia de Dios. Pero esto es una obra portentosa de la libertad y la Gracia. Un aprendizaje vital y, a veces, doloroso.
El ser humano está formado por una parte natural y otra sobrenatural.
La parte natural está formada por una parte física y otra espiritual.
La parte física es el cuerpo que todos vemos. La parte espiritual es el "motor" de esa parte física, llamado alma.
La parte sobrenatural, la elevación al orden sobrenatural, recibe el nombre de Gracia.
Dado que, a causa del Pecado Original, irremisiblemente, la mente tiende al error y el corazón al pecado, todo lo que no sea error y pecado procede de la Gracia que Dios nos da, inmerecida y sobreabundantemente.
ADVENIAT REGNVM TVVM.
Mi abuela que entendía menos que yo se emoionaba contándome la historia de un humilde hombre que ni leía ni escribía y ni rezar sabía, pero que todas las mañanas se paraba en la Iglesia para arrodillarse y decir "Señor aquí está Juan" hacía la señal de la cruz se levantaba y se marchaba con paz sobre su rostro a labrar.
Trataré de entender padre, que todo lo que usted escribe es bonito, y a usted y al Señor le digo aquí estoy...
Es cierto que Jon Sobrino se libro por poco de ser asesinado. Pero se le podría considerar un mártir? Mártir es aquel que da la vida por proclamar a Cristo, no el que arriesga su vida por agitar una revolución.
A los ojos de los que buscaban la muerte de Jesús de Nazaret, Éste era un agitador revolucionario. Por eso instaron a que lo crucificaran.
Po otro lado, no albergo duda alguna que tanto los 8 asesinados en la residencia de la Universidad Centroamericana (con los que no se encontraba Jon Sobrino por designio de la Providencia) como Mons. Romero son mártires que serán elevados a los altares una vez que el paso del tiempo aclare las aguas turbias de la historia.
Por último, no he afirmado que Jon Sobrino sea un mártir, sino que estuvo a punto de serlo, cosa que probablemente ni yo ni nadie que participe en este blog lo sea nunca.
Gracias P.Iraburu por publicar estas argumentaciones tan paupérrimas.
---------------------------------------
JMI.- Qué tendrá que ver esto con el voluntarismo semipelagiano...
Ni idea.
Muchas personas acaban como usted dice, estresadas, con escrúpulos, o tirando la toalla porque "no pueden" o engreídas porque se creen unos fenómenos de la vida interior....
Por el ontrario, un buen director espiritual, mi párroco, persona de buena doctrina y profunda piedad, me ayuda de verdad a hacer oración , y a que, del trato con DIos, vengan las obras con los demás.
Poco a poco, es Dios el que va llevando al alma a saber lo que tiene que hacer, incluso en los momentos más inesperados. Se aprende a ver las cosas como El las ve y se da cuenta de que sin Él nada podemos. De ahí nace el querer agarrarse con fuerza a la Virgen, nuestra protectora, la comprensión para con los demás (cómo vamos a juzgar si nosotros somos un manojo de defectos...) etc, etc etc.
Es necesario tener una fuerte convicción de que para vencer al mundo, al demonio y la carne, al dragón que lucha contra nosostros, hay que ser dóciles a lo que Dios nos pida, sabiendo, a la vez, que Él nos lo da todo.!Nos dio a su propio Hijo!
¡Si yo le contara!!! (no sé si tiene la información) acerca de los doctorados honoris causa de la Universidad de Valencia - Estudio General- se asombraría, no es garantía de nada y menos de catolicidad.
El voluntarismo semipelagioano lo tenemos "metido en los huesos", hace falta un crecimiento REAL de la Fe, si no nos quedamos con la expresión más calra del asunto: "A Dios rogando y con el mazo dando" (que evidentemente tienes su variable en la interprestación)
_____________________
Pero si Dios nos ama a todos infinitamente, ¿no nos ama a todos igual? Aunque luego a algunos les de más gracias que a otros, claro.
Por una parte, viendo tan claramente como en estos dos artículos del padre que toda buena obra es fruto de la Gracia, me alivia el pensar que si no logro evitar algun pecado o no soy muy virtuoso es porque Dios no me ha dado las gracias para ello. Pero a la vez me agobia pensar que si es así es porque no me quiere del todo, o me quiere menos que a los que sí son virtuosos. No sé, si alguien puede ayudarme a entenderlo se lo agradecería.
----------------------------------
JMI.- No va bien eso.
+Siempre nos asiste Dios con gracia suficiente para que no pequemos. Si pecamos, si cometemos una culpa, no es porque Dios no nos ha asistido con su gracia, sino porque la hemos rechazado.
+A todos nos ama Dios mucho, y a unos ama más que a otros. A la Virgen María, a quien preservó incluso del pecado original ¿no le amó el Señor ESPECIALÍSIMAMENTE? ¿Y qué méritos podía tener Ella, antes de ser concebida, para merecer ese amor de Dios especialísimo, que le hace La-llena-de-gracia? A Santa Catalina de Siena, a los seis años, yendo por la calle para hacer un recado de su madre, se le apareció Cristo: en la calle, en lo alto. Y la niña quedó enamorada perdida del Señor. Él le inspiró hacer voto firme de virginidad teniendo siete años, con plena conciencia. Lo sabemos porque se lo contó de joven a su director espiritual, el Beato Raimundo de Capua, O.P., que escribió su vida. ¿No amó el Señor especialísimamente a Catalina? Lo del igualitarismo no tiene nada que ver con la economía del amor de Dios, tal como se revela en la Biblia y en la historia de la Iglesia.
Aprovecho para recomendar a todos los lectores del blog que no lo hayan hecho ya la obra del P. Iraburu “De Cristo o del mundo”. Se puede bajar gratis en www.gratisdate.org.
Es de lo mejor y más claro que he leído sobre tantas desviaciones morales de las que hay un inmenso número de católicos que no se dan ni cuenta....
Esa falsedad no sé de dónde provendrá exactamente, pero está muy difundida en el mundo católico. Especialmente en los "movimientos" chupi-guays.
Solo quiero dicirte que no te agobies por esta verdad, pues en el universo todo esta perfectamente ordenado, y si tu existes, es por que algo muy importante debes estar haciendo. El ADN de cada uno ha sido perfectamente programado por nuestro Padre Dios, El necesita de unos misiones tal vez mas notorias que de otros pero igual todos somos importantes y nunca iguales. Como decia en un libro que hace muchos a;os lei, La familia que alcanzo a Cristos, es sobre la historia de San Bernardo de Claraval, alli comentaban que cada uno hemos de calzar en el huequito al que Dios nos destino, si no lo aceptamos de alli nace toda esa envidia malsana por los demas y nuestra vida se queda sin estrenar. Verdaderamente este blog es de Dios y el Padre Iraburu es uno de esos seres que actualmente esta haciendo muchisimo bien y nuestra labor es seguirlo y dejarnos orientar por su sabiduria que es de Dios. Por que como dice San Juan de la Cruz. Unos por no querer, otros por no saber, y otros por que no tienen quien los oriente. Nosotros seamos de los que tenemos quien nos oriente y nuestra vida sera lo que Dios desde el principio so;o para nosotros. Con mucho cari;o.
Por otro lado, el flamante Doctor Honoris Causa, fue amonestado en el 2007 por la Congregación para la Doctrina de la Fe, por presentar en sus obras una figura de Jesucristo que no corresponde a la de la doctrina de la Iglesia. Se le acusa de ocultar en sus obras la divinidad de Cristo, o sea, que le estaban llamando arriano. Como consecuencia está inhabilitado para impartir clases en centros eclesiales o publicar libros sin la autoridad eclesiástica.
Gracias Padre Iraburu por aclararnos tantas cosas. Como dijo Santa Teresa:
“La ciencia mas acabada es que el hombre en gracia acabe, pues al fin de la jornada, aquel que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada.”
Lo que yo siempre había oído es que Dios, como Padre, ama a todos total e infinitamente, pero a cada uno de una forma distinta y propia.
-----------------------------------------
JMI.- Ahora estoy con los errores y los síntomas del voluntarismo pelagiano o semipelagiano. Cuando exponga después, si Dios quiere, la fe católica en estos temas, espero que llegue Ud. a ver lo que ahora no ve. En la Biblia el tema de la especial elección de amor (la de Israel, p.ej., entre todos los pueblos; la de San Juan, el "discípulo [especialmente] amado" entre los discípulos; etc.) aparece por todas sus páginas.
1Co 10,13
No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito.
Eso es para todos.
El que Dios ame más a unos que a otros, y los ejemplos que da el padre Iraburu son evidentes, no implica que Dios no ame a todos lo "suficiente" como para querer salvarnos. De hecho, Cristo murió para que todos pudiéramos ser salvos. Y no imagino mayor acto de amor que el de la cruz.
El problema no está en la medida del amor de Dios, que Él dispone y reparte según su santa voluntad, sino en la falta de amor de los hombres hacia Aquél que nos amó primero.
Es cierto que Dios ama mucho a los niños, que, si son fieles a su llamada, pueden ser santos, si, con su ayuda, son fieles a la gracia divina.Es una responsabilidad grande acercarlos desde muy pequeñitos al Señor, pues el diablo ya desde chicos, quiere ganarlos para él. No hay más que ver las diversiones que se les ofrecen, la fealdad de ciertos dibujos animados. Tamquam leon rugens...
------------------------------------------
JMI.- Una de los mejores cosas que puede hacer un cristiano es comprar y leer el libro del Beato Raimundo de Capua, O. P., SANTA CATALINA DE SIENA, Edit. La Hormiga de Oro, Portal de l'Angel 5, -08002 Barcelona. La vida de una de las más grandes santas contada por su santo director espiritual.
--------------------------------
JMI.- Sería bueno que nos diera el lugar donde lo dice.
-----------------------------------------------
JMI.- Summa Theologicæ I parte, cuestión 20, tiene 4 artículos. Ya he avisado que pienso tratar del tema más ampliamente. Pero resumo un adelanto. El amor de las criaturas se mueve atraído por el bien del objeto amado. Muy distinto es el amor de Dios, que CAUSA todo el bien que hay en la criatura que Él ama. El hombre que ha recibido mayor perfección de bienes es porque ha sido más amado por Dios. Dios no ama a las criaturas porque éstas sean mejores, sino que son mejores porque son más amadas por Dios. Dios no ama más a una persona porque es más santa y perfecta, sino que es más santa y perfecta PORQUE es más amada por Dios.
Como estas verdades de la fe 1) no se predican casi nunca, como explícita o implícitamente 2) se predica lo contrario, y como el ambiente cultural que nos envuelve 3) es totalmente igualitario, comprendo bien que muchos cristianos se vean chocados por esta verdad. Pero es la verdad de la Biblia. Y concretamente en Santo Tomás es una VERDAD CENTRAL, a la luz de la cual expone la predestinación (STh I,23, 4-5) y la teología de la gracia (I-II,110, 1).
Dios le bendiga.
Como amar es querer el bien para alguien, en un doble sentido puede decirse amar más o menos.
1) Uno, por parte del mismo acto de la voluntad, que puede ser más o menos intenso. En este sentido, Dios no ama a unos más que a otros, porque todo lo ama con un solo y simple acto de voluntad, que siempre tiene la misma intensidad.
2) Otro, por parte del mismo bien que alguien quiere para el amado. Y, en este sentido, decimos que alguien ama más a otro si el bien que se le desea es mayor, aun cuando no sea con una más intensa voluntad. Y en este sentido es en el que hay que decir que Dios ama a unos más que a otros. Pues como el amor de Dios es causa de la bondad de las cosas, como ya se dijo (a.2), algo no sería mejor que lo otro si Dios no quisiera un mayor bien para uno que para otro.
A la pregunta "Dios, ¿ama o no ama siempre más a los mejores?", responde:
Es necesario recalcar, según todo lo expuesto anteriormente, que Dios ama más a los mejores. Pues se dijo (a.3) que para Dios amar más a algo no significa más que querer un mayor bien; pues la voluntad de Dios es causa de la bondad en las cosas. Y así, hay cosas que son mejores porque Dios quiere un bien mayor para ellas. Por lo tanto, se concluye que Dios ama más a los mejores.
----------------------------------------------
JMI.- Ésa es la verdad. Dios no ama a todos por igual, sino que ama más a los que son mejores, y éstos son mejores porque Dios, amándoles más, especialmente, ha puesto en ellos mayores bienes. Efectivamente.
Como simple cristiano peatón, más que acostumbrado a vivir entre la mundanidad y haberla vivido como propia, creo que si no se matiza la cuestión del igualitarismo con cuidado puede dar chocar negativamente, pues se intepreta a la inversa (el amor humano como causa del amor de Dios).
Disculpe si le han estorbado mis posts en su labor. Que Dios le siga ilumiando con sus artículos.
------------------------------------------
JMI.- Un cristiano que haya formado su mentalidad en la Biblia (donde debe) y en la fe de la Iglesia no se escandaliza, p.ej., si le dicen que el Señor amó especialmente a Israel entre todos los pueblos, lo eligió, lo manifestó Su rostro en una revelación especialísima, etc., y todo eso "no por ser vosotros los más en número entre todos los pueblos, pues sois el más pequeño de todos. Porque Yavé os amó, por eso"... etc. (Deut 7,6-8ss). Si yo dijera, "Dios ama igual a todos los pueblos", no se escandalizaría casi nadie. Pero es falso. Se escandalizarían solo los que saben que eso es falso. Unos pocos.
Lo de Santo Tomás no me ha aclarado nada.... En acto de voluntad ama igual, pero luego según lo que quiere para cada uno no...
Quiera el Señor que don José María nos siga enseñando sobre este aspecto. Desde luego, a mi falta me hace.
Parecería que esto de amar a unos más que a otros es imperfección más propiamente humana que perfección divina, pero no. Imaginando situarnos empáticamente en el lugar de Dios (lo cual es imposible), de modo análogo a como Dios es caridad (amor sobrenatural) infinita, pero no todos reciben su amor por igual, el sol da su inmensa luz a todos por igual, pero no todos la reciben por igual, y hay multitud de colores y sombras. ¿Ama Dios más a santa Catalina de Siena cuando al sol de occidente le cambia el corazón por el suyo, o al Cardenal Van Thuan cuando se posa entero en su mano al otro lado del mundo a la sombra de Oriente, o cuando aparentemente abandona a sus mártires en todo tiempo y lugar? No lo sabemos. Sí sabemos que es amor infinito. Y que quien es más bueno es porque ha recibido más amor de Dios. ¿Por qué es más amado por Dios? Por la buena y libre voluntad de Dios, que es una libre preferencia que tiene en sí misma su razón.
El voluntarismo semipelagiano afirma que podemos sin la ayuda de la gracia conseguir el comienzo de la Fe que nos salva y de la buena voluntad. Creen esos voluntaristas que podemos dar el primer paso hacia Dios sin equivocarnos. La verdad es que el primer paso verdadero lo da Dios, y posteriormente Dios lo consolida. Éstos no sólo creen poder tomar la iniciativa y dar el primer paso no en falso, sino que una vez justificados –supuestamente– por la gracia de Dios, creen que pueden continuar en el bien sin la ayuda de una gracia especial del mismo Dios. Creen que es suficiente el punto de partida de la buena voluntad natural para perseverar hasta llegar a la meta que la salvación. Los voluntaritas semipelagianos creen que Dios quiere salvarnos a todos, y esto lo creen bien, porque es verdad, el problema es que además de eso creen que Dios quiere salvarnos a todos por igual porque es simplemente observador y no autor de lo que diferencia a quien obra el bien de quien obra el mal, es decir de la buena voluntad inicial y final que hay en uno y no en otro. Pero la misma Verdad encarnada nos dice: “nadie viene a mí si mi Padre no le atrae” (Jn 6,44), y “sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5); a quienes el Padre ha atraído “nadie puede arrancarlos de las manos de mi Padre” (Jn 10,29). También san Pablo: “¿quién te da ventaja sobre otros?”, o “¿qué tienes que no hayas recibido?” (I Cor 4,7), y “por nosotros mismos no somos capaces de concebir ni un solo pensamiento para salvarnos” (II Cor 3,5). Lo explica bien R. Garrigou-Lagrange a lo largo de sus obras.
El voluntarismo semipelagiano san Agustín lo criticó principalmente de dos formas. La primera es afirmando la gratuidad por pura misericordia de parte de Dios tanto nuestro buen comienzo como nuestro buen final. La segunda, haciendo ver que Dios no nos pide imposibles pues nos pide hacer lo que podemos y pedirle lo que no podemos; por eso todos podemos salvarnos y ser santos. El voluntarismo semipelagiano al negar lo segundo niega también lo primero. Creen que Dios manda a veces cosas imposibles, que Dios no quiere salvar a todos, que no todos pueden cumplir los mandamientos porque Dios no les da la gracia necesaria para cumplirlos. Con ello niegan la Justicia Divina, la Divina Misericordia y nuestro libre albedrío, y el pecado al ser inevitable no sería pecado aunque sí eternamente castigado. Las dos críticas de san Agustín fueron aprobadas por el II Concilio de Orange. Aunque Dios ama a unos más que a otros, a todos hace posible la salvación, incluso con ayudas especiales, y sólo quienes las rechazan no se salvan.
Las parábolas del tesoro y de la perla del Evangelio tienen un significado común: que el Reino de los cielos tiene un valor que puede ser medido por la cantidad de sacrificio voluntario que se sufre para conseguirlo. La perla vale más que todo lo que se posee; el sitio del tesoro vale más que toda la parcela. Lo que tenemos que dejar para tener el tesoro o la perla no es nada en comparación con lo que ganamos. Pero estas dos parábolas también es posible que pueden otro significado, o mejor dicho, que una sola parábola tenga dos significados, especialmente cuando uno de ellos sólo es comprensible para algunos. Supongamos que el Reino de los cielos es la Iglesia y que quien encuentra el tesoro y la perla no es un hombre sino Dios. Dios se hizo hombre y tenía que conquistar un tesoro que es la Iglesia. Se perdió todo a sí mismo y encontró la Iglesia. ¿Se perdió todo a sí mismo redimiendo a todos para salvar a algunos? Se perdió todo a sí mismo pero no se beneficiarán todos? Sólo Dios sabe a quienes ama más que a otros, nosotros no podemos decir quién se ha salvado o no. Tan sólo una frase del Evangelio serviría para refutar el voluntarismo semipelagiano por los labios de la Verdad encarnada.
Dios hizo entender a Santa Teresa que es tan amigo de la virtud de la humildad porque ÉL es suma Verdad y la humildad es andar en verdad. En todo esto es fundamental el libre albedrío que Dios respeta. Santo Tomás lo explica muy bien en la Summa (I-II, c.5, a.5) refiriéndose al papel que juega nuestra voluntad y nuestro libre albedrío en la consecución de la felicidad.
Santo Tomás se sirve de una cita de Aristóteles en la que afirma que hay cosas que no podemos por nosotros mismos, pero sí podemos mediante amigos, y “lo que podemos mediante amigos de algún modo lo podemos por nosotros mismos” (Ética III c.3 n.13, Bk1112b27).
Queremos ser felices, y algunos creen que podemos conseguirlo por nuestros propios medios. Si la naturaleza no se equivoca en lo que la propia naturaleza necesita, y todos buscamos la felicidad pues este es nuestro fin último, y como nada hay más necesario que aquello por lo que se consigue el fin último, entonces no podría equivocarse en esto la naturaleza humana. Por consiguiente, parecería que podríamos conseguir la felicidad por nuestros propios medios natura¬les. Pero no es así. Los seres humanos no podemos conseguir la felicidad últi¬ma por nuestros propios medios naturales, y que es cierto que así como la naturaleza suele proporcionar a los animales lo que necesitan para su limitada felicidad, a nosotros nos dio la razón y las manos, pero que con esto no podemos conseguir lo necesario para nuestra propia felicidad plena, porque nuestra felicidad perfecta sólo puede provenir de Dios. Sin embargo, aunque la naturaleza no nos proporcionara lo que necesitamos para conseguir la felicidad, no nos es imposible conseguirla. Hay algo con lo que podemos conseguirla. Es el libre albedrío. Con el libre albedrío podemos convertirnos a Dios, para que nos haga felices. ÉL sí puede. Dios es nuestro Amigo y lo que podemos mediante los amigos de algún modo lo pode¬mos por nosotros mismos.
A algunos les parece que los seres humanos, por ser más que los seres irracionales, serían más autosuficientes, y con más motivo necesitarían menos de Dios.; si los seres irracionales pueden conseguir sus fi¬nes mediante sus medios naturales, mucho más los seres humanos podríamos conseguir la felicidad por nuestros medios naturales. Podemos coincidir y estar de acuerdo en que la felicidad es el bien más perfecto que buscamos; y en que la naturaleza que puede conseguir el bien per¬fecto es de condición superior –aunque necesite ayuda exterior para conse¬guirlo– que la naturaleza que no puede conseguir el bien perfecto sino que con¬sigue un bien imperfecto, aunque para su consecución no necesite ayuda exte-rior. Por ejemplo: del mismo modo que está en mejores condiciones para la salud quien puede ad¬quirir la salud perfecta aunque sea con la ayuda de la medicina que quien sólo puede adquirir una salud imperfecta sin ayuda de la medicina. Y por eso los seres racionales que podemos conseguir nuestro bien perfecto que es la felicidad aunque necesitemos para ello la ayuda de Dios somos más perfectos que los seres irra¬cionales, que no son capaces de conseguir un bien así sino que sólo consiguen un bien imperfecto con los recursos de su natu-raleza.
Alguien podría objetar que, aunque estamos de acuerdo en que la felicidad es la obra perfecta, correspondería a uno mismo comenzarla y llevarla a cabo, no a otro. Por consiguiente, como la obra imperfecta –que continuamente es como el principio en todas nuestras operaciones– está sometida a nuestras propias fuerzas naturales, por las cuales somos dueños de nuestros actos, parecería que podríamos alcanzar la ope¬ración perfecta, que es la felicidad, mediante nuestras propias fuerzas naturales. Pero no es así. Hay que distinguir entre felicidad perfecta y felicidad imperfecta. Los animales pueden conseguir su perfecta felicidad por sus propios medios. Pero nosotros, por nuestros propios medios, sólo podemos conseguir una felicidad imperfecta.
Nuestra perfecta felicidad no podemos conseguirla por nosotros mismos.
–¿Por medio de quién?
–Cuando lo perfecto y lo imperfecto son de la misma especie, pueden estar causados por la misma causa. Pero esto no es ne¬cesario cuando lo perfecto y lo imperfecto son de distinta especie.
–¿Por qué?
–Porque en el mundo material todo lo que puede causar que en la realidad las cosas sean como son no puede conferir la última perfección. Ahora bien, una obra imperfecta, que es lo que podemos hacer natu¬ralmente los seres humanos, es claro que no es de la misma espe¬cie que la obra perfecta que es nuestra felicidad perfecta. ¿Por qué? Porque la es¬pecie de una obra depende del obje¬to, es decir, de lo que obra.
La felicidad (Dios) sólo la puede dar Dios. Es natural creer que podemos conseguir la felicidad por nuestros propios medios naturales, ya que las personas humanas somos natural¬mente el principio de nuestros actos mediante el entendimiento y la voluntad. Pero la felicidad última, esa que sólo puede venirnos de Dios, y que nos tiene prepa¬rada, supera nuestro entendi¬miento y nuestra voluntad. Ya lo dijo san Pablo: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el entendimiento humano puede comprender lo que Dios tiene preparado para quienes le aman” (1 Corintios 2,9).
La felicidad imperfecta, la que podemos tener en esta vida, podríamos adquirirla por nuestros propios medios naturales, del mismo modo que también podemos adquirir la vir¬tud en cuya operación consiste. Santo Tomás explica muy bien que nuestra felicidad perfecta consiste en la visión de la esencia de Dios. Ahora bien, ver a Dios por esencia es superior no sólo a nuestra naturaleza, sino también a la de toda criatura. En efecto, el conocimiento de cualquier criatura es según el modo de su sustancia, por ejemplo, el conocimiento nuestra inteligen¬cia, que conoce lo que está sobre ella y lo que le es inferior, según el modo de su sustancia. Pero todo conoci¬miento según el modo de una sustancia creada es insuficiente en la visión de la esencia de Dios, que supera infinitamente toda sustancia creada. Por consiguiente, no podemos conseguir la felicidad últi¬ma por nuestros propios medios naturales. Pero tenemos libre albedrío, y con el libre albedrío podemos convertirnos a Dios, para que nos haga felices. ÉL sí puede. Dios es nuestro Amigo, y lo que podemos mediante los amigos de algún modo lo pode¬mos por nosotros mismos.
--------------------------------
JMI.- No conviene poner comentarios tan largos.
Según tú, ¿Por qué mataron a Jesus de Nazaret?
En cuanto a quien llegará a Santo, el tiempo lo dirá. Qué Dios te conceda otros 40 o 50 años de vida y ya veremos por quién tomaron partido los 8 mártires de la residencia de la Universidad Centroamericana.
------------------------------------------
JMI.- Inasequible al desaliento. Y dale.
.........
Franciso Javier, está muy bien lo que dices, pero yo siempre oí que las gracias que Dios da a un alma virtuosa no son sólo para ella, sino también para las demás, para que las sirva, así que con las gracias que Dios da a los mejores, también está amando más a los demás.
Un saludo
Madre mía, padre Iraburu, leyendo este impresionante párrafo suyo, me doy cuenta de lo ampliamente extendido y difundido que está hoy este tipo de "semipelagianismo" dentro de la Iglesia Católica. No sé si es usted consciente de ello, pero creo que ha hecho usted en ese párrafo una descripción perfecta de algunas organizaciones católicas, de cuyo nombre no quiero acordarme, muy ortodoxas y muy católicas en lo doctrinal, pero con graves problemas, que posiblemente queden muy bien explicados y comprendidos con esta serie de artículos suyos.
Yo le conocí a Ud. una vez en una discusión con una muchacha para que se vista dignamente y no se desvista a la moda.El "Elogio del pudor" que providencialmente Dios me hizo buscar en la biblioteca del lugar(ya no soy mas semipelagianista jaja), vino de perlas...Allí lo "conocí" a Ud.
Si es cierto que al final de sus vidas los santos están completamente embuídos de la Verdad proveniente del Espíritu Santo, nos convendría entonces leer solamente los libros suyos póstumos, asi nos aseguraríamos la perfección de los mismos y que estén libres de error de sus años mozos.
O mejor saber de niñitos bien el Catecismo y de grandecitos el Denzinger.
Un abrazo bien argentino.
Leonardo Castellani, ora pro nobis
Sé que Dios me ama y que no me va a abandonar nunca, si yo no le abandono primero a El, y eso es para mi suficiente.
Una gota del dulcísimo amor de Dios es suficiente para amar a millones de personas.
Este tema de la gracia y la libertad es difícil, padre Iraburu. Lo felicito. Ojalá sirva para que el católico entienda el significado de la primacía de la gracia en la vida cristiana.
Si lo he comprendido bien, "la gracia mueve la libertad del hombre para que pueda hacer el bien, un bien que no podría hacer ella sola sin la ayuda sobrenatural de Dios", o sea, que si yo hago un bien es porque tengo una gracia de Dios. Pero recibiendo esta gracia, puedo libremente rechazarla y entonces hacer el mal o dejar de hacer el bien.
¿Es así?
Entonces el error de los luteranos (o uno de ellos) consistiría en que ignoran que el hombre que tiene fe, ello no obstante, cae en la tentación de rechazar la gracia de Dios y deja de hacer el bien, siendo así que será juzgado no por el hecho de tener fe sino por la magnitud de su aceptación / rechazo de la gracia que implicará una cantidad de buenas / malas obras.
¿Es así?
Aún me queda otra duda. En el caso de ateos, agnósticos o creyentes de otras religiones, si hacen una buena obra, ¿es porque reciben, sin saberlo, una gracia de Dios y porque, sin saberlo, no la rechazan a pesar de no tener fe o tenerla en una religión equivocada o falsa?
Seguiré leyendo los otros artículos, porque me temo que debía ser pelagiano o semipelagiano sin saberlo. Reconozco que en todo lo relativo a la doctrina de la "gracia" estaba (o estoy) bastante verde.
Gracias y saludos.
Es el gran beneficio del tomismo, ayuda a iluminar temas esenciales de nuestra fe.
No dudo en repetirlo: mil gracias por estos artículos pater, y aún más gracias a Dios, causa primera de los mismos.
-----------------------------------------------
JMI.-Gracias por su gratitud.
Bendición +
¿Tiene algún libro o charla donde amplíe este tema?
Dios se lo pague.
-----------------------------------------------
JMI.-Doy gracias a Dios porque esos artículos le hayan hecho bien.
¿Más desarrollos?
-En el blog mío presente los números (61-75) forman la serie GRACIA Y LIBERTAD.
-En la Fundación GRATIS DATE los tenemos editados en un cuaderno A4 con ese mismo título: en 52 páginas, 3,50 €. Pedidos: [email protected]
-En www.gratisdate.org, en la sección CONFERENCIAS se ofrecen en mp3 para oir o para descargarlas 100 conferencias DAME DE BEBER de una hora cada una; y las (51-56) exponen lo referente a gracia y libertad.
Dios le dé siempre su luz para conocer su voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla.
Bendición +
Una ultima cuestión, (pues acabo de terminar toda la serie de artículos) en el el articulo 65 habla usted de santos a partir del siglo XVII plenamente católicos (obvio, pues son santos) pero con algunas trazas de lenguaje voluntarista y afirma que hablaría de algunos, pero no lo he visto mencionado en los siguientes, me podría indicar (si escribió sobre ello) el sitio donde encontrarlo? Me interesa mucho pues conocer de donde viene mi inconsciente semipelagianismo me ayudaría a combatirlo mejor.
Un saludo en Cristo
-----------------------------------------------------
JMI.-No tengo reunidos ejemplos y reunirlos me llevaría un tiempo que no tengo disponible. Pero un caso sí puedo ponerle como ejemplo. Santa Teresa del Niño Jesús es clarísima en su doctrina sobre la gracia. Sabe y expresa con mucha frecuencia que NADA tiene de bueno que no sea recibido del Señor por gracia. Sin embargo, en alguna ocasión (muy pocas) "incurre" en alguna expresión que tomada muy literalmente es de corte semipelagiano: el lenguaje que se hablaba predominantemente en su tiempo. En el Manuscrito autobiográfico "C" dirigido a la M. María de Gonzaga (I parte, X, 21) dice en una ocasión: "Si un día Jesús me PIDIESE el sacrificio de abandonar mi querido Carmelo"... Dice así, pero bien sabe ella que la realidad es otra: "Si un día Jesús me DIERA, me CONCEDIERA por su amor y gracia abandonar" etc.
Y fíjese lo que añade a la frase citada: "Pero precisamente porque [mi corazón] es capaz de sufrir, deseo que le DÉ Jesús todo lo que puede dar".
Y como esa frase tengo apuntadas cinco más (Manuscritos autobiográficos, Burgos, OCD, 1958, 419 pgs).
(He estado buscando la frase exacta francesa en las Oeuvres complètes (Cerf/DDB,1992), y no la encuentro. Es un tormento la falta de uniformidad en las numeraciones del texto en estas obras según las distintas ediciones OCD. No hay modo.)
Un saludo.
Muchas gracias.
--------------------------
JMI.-Gracias por la sugerencia.
Pero bueno, sigo con la dificultad de entender el binomio gracia_libertad, sin caer en las numerosas herejías que lo rondan. La que más me afecta, creo yo, la del semipelagianismo. Su ayuda nos está dando mucha luz, como ve. Le veo a usted un poco como director espiritual comunitario, puliendo las enormes lagunas que tenemos algunos y confirmando en la Fe a los más maduros. Me uno a las gracias de esas personas que, como yo, se sienten guiadas por este blog escrito por un niño que se deja guiar por el Padre celestial. A usted Dios debe amarle mucho.
Dejar un comentario