(61) Voluntarismo semipelagiano –I. semipelagianos antiguos
–Seguro que en seguida nos hablará de los semipelagianos actuales.
–No lo dude. Téngalo por cierto, con el favor de Dios.
Expuse las grandes rebajas del cristianismo (56-60), limitándome al arrianismo y al pelagianismo en sus versiones antiguas y actuales. Y aunque el semipelagianismo también implica una rebaja del cristianismo, al negar la plena gratuidad de la gracia, he preferido tratarlo aparte por respeto a sus santos iniciadores, y sobre todo porque voy a considerarlo más bien en sus actuales versiones voluntaristas, bastante alejadas del semipelagianismo puro y duro.
El semipelagianismo es un grave error que en el siglo V se produjo en algunos monasterios del sur de Francia, como Marsella –de aquí vino el llamarle error massiliense– y Lérins, isla frente a Cannes. Fue formulado y difundido por hombres de muy santa vida, como los monjes Juan Casiano, abad de Marsella (+430), en su Colación XIII, San Vicente de Lérins (+445), autor del Commonitorium, y San Fausto, Obispo de Riez, antes abad de Lérins (400-490). Ellos, claramente alejados del pelagianismo –reconocían el pecado original, la necesidad de la gracia y de la oración de petición–, erraban, sin embargo, acerca de la primacía absoluta de la gracia. Queriendo reaccionar contra ciertas tesis de San Agustín, que a su entender eliminaban la libertad del hombre en su colaboración con la gracia, vinieron a afirmar que ciertos esfuerzos de la voluntad humana preceden a la gracia y que el principio mismo de la fe (initium fidei) depende del hombre. Eran hombres santos, que erraron en un tiempo en que la Iglesia no había definido suficientemente la doctrina católica sobre la gracia.
San Fausto de Riez es el exponente máximo del semipelagianismo (De gratia Dei: PL 58,783-836). Dios ofrece igualmente a todos los hombres su gracia salvadora, y aquellos que generosamente la reciben, son los que se salvan. No son éstos, por tanto, propiamente elegidos de Dios (Rm 8,29), sino que más bien son ellos quienes se eligen a sí mismos, mereciendo así la salvación. La predestinación no es, por tanto, sino la previsión divina de aquellos que libremente van a recibir la gracia. Y es la voluntad humana quien hace eficaz la gracia, y quien decide el grado de santidad final según el grado mayor o menor de su generoso esfuerzo personal: «Regnorum cælorum vim patitur» (es el esfuerzo el que gana el Reino celestial, Lc 16,16). A fines del s. V, apenas entre los Obispos del sudeste de las Galias se alzaban voces contra la doctrina semipelagiana de católicos tan fide-dignos como Casiano, Vicente y Fausto. El De gratia de Fausto era considerado por el escritor Genadio de Marsella (+500), docto sacerdote, como un «opus egregium».
Rechazo católico inmediato. También eran santos –y probablemente más santos, digo yo– quienes refutaron inmediatamente el semipelagianismo, como San Agustín (+430), San Hilario (401-449), obispo de Arlés, el monje San Próspero de Aquitania (+450), gran defensor del agustinismo, y San Fulgencio (+533), obispo de Ruspe, en el norte de África.
También el Magisterio pontificio, estimulado por esos autores, produjo a lo largo del siglo V varias declaraciones contrarias al semipelagianismo, reunidas en un documento, el Indiculus, que fue reconocido por Roma hacia el 500 (Denz. 238-249). Pero la más perfecta enseñanza de la Iglesia contra el semipelagianismo, en la misma doctrina del Indiculus, se produjo en el Sínodo II de Orange (529), pequeña ciudad al sudeste de Francia (Denz. 238-249). Fue presidido por San Cesáreo, obispo de Arlés (+543), y confirmado por el Papa Bonifacio II (Denz. 370-397).
Es significativo que tanto Hilario, como Próspero y Cesáreo, los tres habían sido monjes de Lérins, y conocían bien la doctrina del «semipelagianismo». Este término, por cierto, nació mucho después, cuando los que contradecían las tesis del P. Luis de Molina, S. J. (1535-1600), expuestas en su libro la Concordia (1588), le acusaban de profesar las sententiæ semipelagianorum, es decir, de revivir los errores massilienses, ya condenados por la Iglesia.
Cánones principales del Sínodo II de Orange. El sufrido lector me va a permitir –a la fuerza– que transcriba buena parte de los cánones de este maravilloso Sínodo provincial (Arausicano). Su doctrina fue especialmente tenida en cuenta en los debates del Concilio de Trento. Han de ser leídos estos cánones con gran atención porque 1.–como es normal en los antiguos sínodos y concilios, su formulación es sumamente densa, precisa y concisa; y 2.–porque afirman unas verdades grandiosas, muy olvidadas actualmente hasta por los católicos más fieles. Si hoy la mayoría de los católicos no practicantes son apóstatas o pelagianos, una buena parte de los practicantes se ven más o menos afectados de semipelagianismo. Hemos de comprobarlo más adelante. Atención, pues:
Can. 1 y 2: El pecado original existe, y no en el sentido de Pelagio, sino en el de la Iglesia.
Can. 3: «Si alguno dice que la gracia de Dios puede conferirse por invocación humana, y no que la misma gracia hace que sea invocado [Dios] por nosotros, contradice al profeta Isaías o al Apóstol: “he sido encontrado por los que no me buscaban. Manifiestamente aparecí a quien por mí no preguntaba” (Rm 10,20; cf. Is 65,1)».
Can. 4: «Si alguno porfía que Dios espera nuestra voluntad para limpiarnos del pecado, y no confiesa que aun el querer ser limpios se hace en nosotros por infusión y operación sobre nosotros del Espíritu Santo, resiste al mismo Espíritu Santo, que por Salomón dice: “es preparada la voluntad por el Señor” (Prov. 8,35: en LXX), y al Apóstol que saludablemente predica: “Dios es el que obra en nosotros el querer y el obrar, según su beneplácito” (Flp 2,13)».
Can. 5: «Si alguno dice que está naturalmente en nosotros lo mismo el aumento que el inicio de la fe… se muestra enemigo de los dogmas apostólicos… “Confiamos que quien empezó en vosotros la obra buena, la acabará hasta el día de Cristo Jesús” (Flp 1,6)… “A vosotros se os ha concedido por Cristo no sólo que creáis en Él, sino también que por Él padezcáis” (1,29), y: “de gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, puesto que es don de Dios” (Ef 2,8)»…
Can. 6: «Si alguno dice que se nos confiere divinamente misericordia cuando sin la gracia de Dios creemos, queremos, deseamos, nos esforzamos, trabajamos, oramos, vigilamos, estudiamos, pedimos, buscamos, llamamos, y no confiesa que por la infusión e inspiración del Espíritu Santo se da en nosotros que creamos y queramos o que podamos hacer, como se debe, todas estas cosas; y condiciona la ayuda de la gracia a la humildad y obediencia humanas, y no consiente que es don de la gracia misma que seamos obedientes y humildes, resiste al Apóstol que dice: “¿qué tienes tú que no lo hayas recibido?” (1Cor 4,7), y: “por la gracia de Dios soy lo que soy” (1Cor 15,10)».
Can. 7: Es engañado por la herejía quien «afirma que por la fuerza de la naturaleza se puede pensar como conviene, o elegir algún bien que toca a la salud de la vida eterna, o consentir a la saludable y evangélica predicación… “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5), y: “no que seamos capaces de pensar nada por nosotros como de nosotros, sino que nuestra suficiencia viene de Dios” (2Cor 3,5)».
Can. 8: Yerra el que «porfía que pueden venir a la gracia del bautismo unos por misericordia, otros en cambio por libre albedrío… El Señor mismo lo prueba, al atestiguar que no algunos, sino “ninguno puede venir a Él sino aquel a quien el Padre atrajere” (Jn 6,44); así como al bienaventurado Pedro le dice: “bienaventurado eres, Simón, hijo de Joná, porque ni la carne ni la sangre te lo ha revelado, sino mi Padre que está en los cielos” (Mt 16,17); y el Apóstol: “nadie puede decir Señor a Jesús, sino en el Espíritu Santo” (1Cor 12,3)».
Can. 9: «Sobre la ayuda de Dios. Don divino es el que pensemos rectamente y que contengamos nuestros pies de la falsedad y la injusticia; porque cuantas veces obramos bien, Dios, para que obremos, obra en nosotros y con nosotros».
Can. 12: «Cuáles nos ama Dios. Tales nos ama Dios cuales hemos de ser por don suyo, no cuales somos por merecimiento nuestro».
Can. 13: «De la reparación del libre albedrío. El albedrío de la voluntad, debilitado en el primer hombre, no puede repararse sino por la gracia del bautismo. Lo perdido no puede ser devuelto, sino por el que pudo darlo. De ahí que la Verdad misma diga: “si el Hijo os liberare, entonces seréis verdaderamente libres” (Jn 8,36)».
Can. 18: «Que por ningún merecimiento se previene a la gracia. Se debe recompensa a las obras buenas, si se hacen; pero la gracia, que no se debe, precede para que se hagan».
Can. 20: «Que el hombre no puede nada bueno sin Dios. Muchos bienes hace Dios en el hombre, que no hace el hombre; ningún bien, en cambio, hace el hombre que no otorgue Dios que lo haga el hombre».
Can. 22: «De lo que es propio de los hombres. Nadie tiene de suyo sino mentira y pecado. Y si alguno tiene alguna verdad y justicia, viene de aquella fuente» divina.
Can. 23: «De la voluntad de Dios y del hombre. Los hombres hacen su voluntad y no la de Dios, cuando hacen lo que a Dios desagrada; mas cuando hacen lo que quieren para servir a la divina voluntad, aun cuando voluntariamente hagan lo que hacen, la voluntad, sin embargo, es de Aquel por quien se prepara y se manda lo que quieren».
Can. 24: «De los sarmientos de la vid. De tal modo están los sarmientos en la vid que a la vid nada le dan, sino que de ella reciben de qué vivir»…
Concluye el Sínodo con una profesión solemne de la fe católica, redactada por San Cesáreo de Arlés, en la que reafirma la doctrina conciliar, añadiéndole más argumentos y citas bíblicas. «También profesamos y creemos saludablemente que en toda obra buena, no empezamos nosotros y luego somos ayudados por la misericordia de Dios, sino que Él nos inspira primero –sin que preceda merecimiento bueno alguno de nuestra parte– la fe y el amor a Él».
Bonifacio II confirma el Sínodo II de Orange (531: Denz. 398-400): «Vosotros definís que la recta fe en Cristo y el comienzo de toda buena voluntad, conforme a la verdad católica, es inspirado en el alma de cada uno por la gracia de Dios preveniente». Por tanto, «no hay absolutamente bien alguno según Dios que pueda nadie querer, empezar o acabar sin la gracia de Dios».
La primacía y la gratuidad total de la gracia de Dios es lo que está en juego en estas gravísimas cuestiones. Es muy significativo que la Iglesia dedicó sus primeros Sínodos y Concilios a definir ante todo las realidades más importantes de la fe católica: la Encarnación del Verbo, la santísima Trinidad, la gracia divina… El semipelagianismo –posterior al pelagianismo, ya condenado por la Iglesia–, estimando que la gracia de Dios se ofrece igualmente a todos, y que es la libertad humana personal la que, con su mayor o menor empeño, decide las buenas obras, prácticamente pone la iniciativa de la vida espiritual en el hombre. En consecuencia, la mayor o menor santificación de la persona es principalmente cuestión de su «generosidad» en la colaboración con la gracia. Y consiguientemente… etc. Ya lo iremos viendo.
Hace unos años, en un cursillo que di sobre la gracia divina a una veintena de católicos especialmente cualificados, les puse al inicio –confieso que con una cierta perfidia– un cuestionario previo, con una docena de frases (verdadera / falsa) tomadas textualmente de Concilios, de San Fausto de Riez, de Santo Tomás de Aquino, etc. Creo recordar que había entre ellos tres católicos, tres pelagianos y catorce semipelagianos.
Voy a tener trabajo en los próximos artículos.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
31 comentarios
Esa sentencia es magistral. Tiene toda la razón el padre Iraburu en que un gran número de los católicos practicantes son semipelagianos sin saberlo. Pero lo son por falta de formación. Eso se ve especialmente en su concepción del "mérito", que no puede entenderse católicamente si la frase con la que he empezado este comentario no es grabada a fuego en nuestra mente y en nuestro corazón.
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JMI.- Como bien sabes, LFdo, uno de los fines principales de InfoCatólica es dar testimonio de la verdad, pero especialmente de aquellas verdades silenciadas, ignoradas, malentendidas e incluso negadas dentro del pueblo católico.
Hace ya tiempo de esto, pero recuerdo que lo usaba contra los protestantes, para hacerles ver que su concepto de "aceptar la fe personalmente" como mérito propio que merecía la gracia, no difería en el fondo en nada del pelagianismo con que acusaban a la Iglesia.
Dios le bendiga.
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JMI.- Estamos empezando con el tema. Todo se andará, con el favor de Dios.
Ante esta frase sólo cabe humillarse ante Dios para agradecer y para implorar, para uno y para los demás. Su concisión y claridad son maravillosas.
Es vd. tremendo, r. Iraburu, da una patada en el suelo y salimos herejes hasta debajo de las baldosas, je, je...
De perfidia, nada. Lo que vd. hizo fue una evaluación inicial para ver de dónde partía el nivel de la clase.
Los resultados no fueron malos. Supongo que la identidad del profesorado actuó como mecanismo de autoselección previa en el alumnado.
ADVENIAT REGNVM TVVM.
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Padre Iraburu, ante todo, muchas gracias por sus artículos, porque hacen un gran bien y ayudan mucho.
Me confieso semipelagiano, de lo que me he dado cuenta al leer este post suyo. De hecho, sin saber que era erróneo, estaba de acuerdo con varias cosas del párrafo semipelagiano que he extraído de su artículo.
Querría preguntarle, ¿entonces que es la predestinación? Yo pensaba que era lo que Dios sabía que ocurría con cada alma. ¿Y en qué consiste entonces la cooperación con la Gracia, como interviene el libre albedrío en su propia Salvación? ¿Qué es el mérito?
Son dudas y lagunas que tengo y entorpecen mi vida de fe.
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JMI.- Estamos empezando con el tema. Todo se andará, con el favor de Dios. No dispare una ráfaga de preguntas, hombre. Ya iré exponiendo sobre el tema lo que pueda y sepa. Pida a Dios que me dé luz.
Por ejemplo, este pasaje de San Pablo me confunde porque me salta la duda: ¿entonces Dios no ofrece la Salvación a todo el mundo?
Y tampoco entiendo muy bien este punto del Catecismo:
600 Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por tanto establece su designio eterno de "predestinación" incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a su gracia.
¿No significa esto que la elección de Dios sí "depende" de la elección del individuo al recibir sus gracias?
Pido de antemano perdón por las barbaridades que profiero, pero me encantaría resolver estas dudas.
Un saludo en la Paz de Cristo.
Al principio del post se cita la actual abadía cisterciense de Lérins.
En mi juventud pude visitarla y estar acogido allí como huésped. Sólo quería matizar que la isla de Saint Honorat donde se encuentra el monasterio está en frente de la ciudad de Cannes, y en cambio la ciudad de Niza que se cita en el post está a unos 35 km. más al norte.
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JMI.- Gracias por el dato. Corrijo.
De acuerdo a todo lo que usted nos esta haciendo pensar con estos articulos, me parece que el autentico catolico, tiene que se un verdadero HUMILDE...pero cómo llegar allá, cómo salir de nuestras maneras de ser y pensar, de nuestros traumas, de los condicionamientos del mundo...en fin surgen tantas preguntas, seguire si el Senor lo permite muy atenta.
Feliz dia a todos.
El 17-11-08 en un comentario al artículo de Bruno Moreno "Abajo la esclavitud" de su blog "Espada de doble filo" escribí lo que le transcribo más abajo.
¿Cree usted que peco de semipelagianismo o que estoy próximo a él? ¿Qué debería corregir, si acaso, para no caer en heterodoxia? Muchas gracias, Padre, por su atención.
(Como en los comentarios no se pueden poner negritas, itálicas ni subrayados, no puedo destacar como querría algunas de la palabras que uso ahí y que darían, tal vez, el significado que busco).
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Lo que escribí es lo siguiente:
Me ofrecen (gratis) un cachorro de San Bernardo. A mí me gustan mucho los perros, pero pienso primero en las ventajas e inconvenientes de aceptarlo. Al fin lo acepto; y me gusta, y lo quiero. Por eso transijo con que me destroce las flores del jardín; decido levantarme una hora antes para sacarlo a pasear; como me canso corriendo tras él por el campo, decido quitarme de fumar... Al cabo de unos meses un amigo que me encuentra me dice: “Chico, ¡hay que ver cómo te ha cambiado el perro!” ¿Es el perro el que me ha cambiado o he sido yo? ¿No podría haber aceptado el perro y continuar, sin embargo, con los mismos hábitos de antes? Pero si he sido yo (porque soy yo quien valoro ahora menos las flores que el perro, soy yo quien quiero levantarme antes y yo quien decido quitarme de fumar), ¿habría tomado esas decisiones sin la presencia del perro?
Con esta “parábola ―que pretende ilustrar la acción de la Gracia (del Espíritu Santo) mostrando cómo su efecto es a la vez obra del Espíritu y obra del hombre libre (nótese la gratuidad de la Gracia, su libre aceptación y cómo puede transformar al hombre sin que éste deje de ser libre― se trata de mostrar también que la coherencia con las decisiones que uno ha tomado y la aceptación de responsabilidades no son tanto signos de “falta de libertad” cuanto de madurez. Un comportamiento pretendidamente “más libre” frente a la presencia del perro sólo indicaría irresponsabilidad en su adopción (o falta de amor al perro). No es el perro quien me obliga, sino mi amor al perro (que me ha sido ofrecido gratuitamente y que he aceptado libremente).
De todos modos, Padre Iraburu, es necesario recordar para no caer en las depresiones protestantes, que el hombre no es alguien pasivo ante el don gratuito de Dios. La libertad humana es clave para entender la justicia de Dios. No concibo a un Dios que castigue a un hombre privado plenamente de su libertad. El Concilio de Trento, que tan magistralmente situó el problema tanto frente al fatalismo protestante como frente al optimismo pelagiano, señala con absoluta claridad que:
"quienes se apartaron de Dios por los pecados, por la Gracia de Él QUE LOS EXCITA Y AYUDA A CONVERTIRSE, SE DISPONGAN A SU PROPIA JUSTIFICACION, ASINTIENDO Y COOPERANDO LIBREMENTE A LA MISMA GRACIA, de suerte que al tocar Dios el corazón del hombre por la iluminación del Espíritu Santo,NI DECIRSE PUEDE QUE EL HOMBRE MISMO NO HACE NADA EN ABSOLUTO AL RECIBIR AQUELLA INSPIRACION; PUESTO QUE PUEDE TAMBIEN RECHAZARLA; ni tampoco, sin la Gracia de Dios, puede moverse, por su libre voluntad, a ser justo delante de Él" (Sección VI. Decreto sobre la Justificación. Cap. 5)
Dejando a salvo la libertad del hombre, la doctrina católica recordó la maravillosa dignidad del hombre frente al tenebrismo de los protestantes.
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JMI.- Así es, efectivamente, como dice Trento. Lutero afirma tajantemente que el hombre no es libre, que, cautivo del diablo, perdió su libertad con el pecado original. Por tanto, no puede co-laborar con la gracia libremente, dejándose mover por ella, diciendo al Señor que sí.
Porque falta dejarnos iluminar por los que reciben ese don, reconocer que son mucho mas las veces que hacemos nuestra propia voluntad, que a dejar que Dios haga su Voluntad en nosotros y no hay duda de que seremos cada vez mas los asistido desde lo Alto.
Gracias Padre por anonadarse ante la Santísima Trinidad para ser transformado en verdadero constructor del Reino de Dios.
Que el favor de Dios este siempre con usted y con todo aquel que El quiera.
Aporto unas reflexiones tentativas, pidiéndole que las corrija si estoy equivocado.
1) La gracia de Dios, como "gracia ofrecida", está presente en todos los hombres, debido a la real voluntad salvífica universal de Dios (1 Timoteo: "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad").
2) La gracia de Dios, como "gracia aceptada" (o "gracia suficiente", según la terminología clásica), está presente en todos los hombres que libremente optan por la fe, la esperanza y el amor, y sólo en ellos. Esta tesis toma en cuenta que, según innumerables textos bíblicos, lo que determinará nuestra suerte en el juicio final son nuestras obras (libres) buenas o malas. Dios retribuirá a cada uno según sus obras.
Las tesis 1 y 2 no configuran aún una caída en el error semipelagiano. Para constituir el semipelagianismo hace falta añadir otra tesis:
3) La respuesta positiva a la oferta divina de la gracia (o, en lenguaje más clásico, "el inicio de la fe") es una acción sólo del hombre, independiente de la gracia de Dios.
¿Es correcto este análisis?
Un saludo fraternal de
Daniel Iglesias
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JMI.- No me animo a analizar y responder a cada uno de sus puntos expuestos. Exigiría largos desarrollos, distinciones, etc. Yo espero que halle respuestas convincentes en mis exposiciones presentes y siguientes. Saldrán los temas que Ud. alude, pero en el orden que "yo" dé a mi exposición. Ya me perdonará.
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JMI.- Hablaré, Dios mediante, de un voluntarismo de fondo semipelagiano, muy frecuente desde hace varios siglos entre católicos (hombres e institutos) muy buenos, pero no pienso entrar en la cuestión "de auxiliis". O la fusilaba con simplificaciones indecentes, o si quería analizarla a fondo, nos perderíamos en media docena de posts. Y los lectores podrían declararse en huelga.
Concretamente, la Concordia de Molina es una obra de una complejidad intelectual impresionante. No pienso, pues, "abordar la cuestión del molinismo". Por lo demás, un decreto de Paulo V (1607) dispuso que, ya, ya está bien: no sigan discutiendo del tema (Denz 1997). Yo, obediente.
Tal vez me estoy adelantando a lo que vendrá en sucesivas publicaciones; no obstante, quisiera preguntarle:
- Si el denominado “liberalismo católico” no implica elementos voluntaristas y semipelagianos, respecto de la ordenación de la comunidad política.
- Si la denominada “nueva Cristiandad” de Santiago Maritain, no es en el fondo un paradigma de inspiración naturalista y neopelagiana, en la medida en que ingenuamente pretende un "mínimo común práctico" de derecho natural, que minimiza los efectos del pecado original sobre la naturaleza humana, en orden al conocimiento y cumplimiento de la ley moral natural. La deriva de los partidos denominados cristianos, pareciera confirmar la hipótesis.
Como decía un escritor argentino: "Frei. Cada vez que en un país triunfa la Democracia Cristiana, se decreta en el Cielo tres días de Carcajada Celestial."
Lo saludo en Xto.
Gracias, Padre Iraburu, por ir abriendo ventanas.
Sabe lo que ocurre a algunos cuando empiezan a estudiar medicina, que creen tener los sintomas de todas las enfermedades? Pues me pasa lo mismo: me siento un compendio de herejias.
Gracias por sus explicaciones, espero ir madurando...
He copiado todos sus post a word y los voy a escuchar (con un programa lector de libros) mientras hago tareas domésticas. Me forman mucho, leí (escuché) infiledidades en la iglesia, oración de la iglesia en tiempo de aflicción, apóstoles de américa, y el pudor, y ahora voy a leer (escuchar) sus escritos, pues expresan muchas verdades útiles; si no se repasan está el peligro de perder la fe.
Yo veo que lo que se hace siempre es muy lento e ineficaz. Parece que se ha concentrado el esfuerzo en asegurar la doctrina de los seminarios y dejar que los disidentes o herejes vayan extinguiéndose al no llegar jóvenes sacerdotes a las órdenes religiosas, donde se encuentra el reservorio de la mala doctrina.
Muchas felicidades por lo acertado del tema y por lo bien tratado.
Un afectuoso saludo.
Andrés Marín de Pedro
Pedimos a Dios su ayuda en el Padrenuestro (no nos dejes caer en la tentación, con lo que reconocemos que sin Él nada podemos) y la de su Madre, ahora y en la hora de la muerte. En las letanías pedimos insistentemente que ruegue por nosotros y volvemos a reconocer que por nuestras fuerzas nada podemos.
Supongo que por eso el Rosario bien rezado nos lleva a la humildad y a la confianza en la gracia de Dios
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JMI.- Bien por Susi. El Señor está de acuerdo y la Virgen también.
Muchas Gracias P. Iraburu por iluminar este error práctico de la vida en Cristo. Se trata de un error viejo y nuevo, frecuentísismo, que afecta aquellas almas buenas y esforzadas. Traer la Gracia de Dios a las obras de mi voluntad (buena y generosa), como dos fuerzas COORDINADAS a la producción de la obra buena. En cualquier caso, muchos santos han pasado por su etapa semipelagiana, que la Gracia del Dios Vivo va purificando (San Ignacio, Santa Teresa). Hasta que, de veras, caen en la cuenta que "TODO ES GRACIA": "Recibir, más me parece a mí eso, que no dar nosotros nada" (Vida 11,13).
Los frutos semipelagianos: juicios temerarios, animadversión por el débil -psicosomático o moral-, fatiga crónica, neuroticismo, obsesión por los medios técnicos y humanos, profesionalización del ministerio sagrado, etc.
Le agradecería muchísimo su respuesta porque es un tema que siempre me ha preocupado.
Le mando un abrazo en Cristo y María.
Respondo intercalando en negrita alguna observación.
Lic. Pablo Augusto Marini
Profesor de teología, filosofía y ética en la Universidad del Salvador
Facultad de Historia, Geografía y Turismo
Facultad de Ciencias de la Administración
Buenos Aires
Argentina
CONSULTA
La consulta es esta a partir de sus excelentes artículos sobre el pelagianismo y voluntarismo de su blog en infocatolica.com
En el canon 20 y 22 del II Concilio de Orange me llamó la atención que sus respectivas formulaciones parecen caer en un pesimismo sobrenaturalista al estilo luterano. Si no recuerdo mal, el Sínodo de Orange II es del 516, y sus formulaciones doctrinales, siendo verdaderas, no tenían la precisión de Concilios ecuménicos posteriores. Añado a sus proposiciones alguna precisión.
Se los transcribo según el Denzinger (N°193 y 195)
Dz.193: canon 20. “Que el hombre no puede NADA BUENO meritorio de vida eterna sin Dios”. Muchos bienes hace Dios en el hombre, que no hace el hombre; NINGUN BIEN, empero, HACE EL HOMBRE meritorio de vida eternaque no otorgue Dios que lo haga el hombre”.
Dz. 195: canon 22: “De lo que es propio de los hombres. NADIE TIENE DE SUYO, SINO MENTIRA Y PECADO. Y si alguno tiene alguna verdad y justicia, viene de aquella fuente de que debemos estar sedientos en este desierto, a fin de que, rociados, como si dijéramos, por algunas gotas de ella, no desfallezcamos en el camino”. En los salmos, en San Pablo, en San Agustín, podemos encontrar expresiones iguales o casi iguales. Pueden ser mal entendidas, y como "el Espíritu Santo nos lleva hacia la verdad plena", en Concilios posteriores se eliminaron las interpretaciones de estas frases que vendrían a ser una doctrina errónea.
Padre, ¿cómo conciliar esto con las condenas que la Iglesia fulminó contra las siguientes posturas?:
Dz.1398: 48.¿Qué otra cosa podemos ser sin la luz de la fe, sin Cristo y sin la caridad, sino tinieblas, sino aberración, sino pecado?
(de los errores de Pascasio Quesnel, condenados en la Constitución dogmática Unigenitus, 8 septiembre 1713, Clemente XI).
Dz.1025: 25. Todas las obras de los infieles son pecados, y las virtudes de los filósofos son vicios.
(de los errores de Miguel du Bay (Bayo) condenados en la Bula ex omnibus afflictionibus, del 1 octubre 1567, San Pío V).
También, en cierto sentido, ¿no parece coincidir lo de Orange con las afirmaciones condenadas de Lutero en el V concilio de Letrán?:
Dz.771: 31.El justo peca en toda obra buena.
Dz 772: 32. Una obra buena, hecha de la mejor manera, es pecado venial.
Dz.776: 36. El libre albedrío después del pecado es cosa de mero nombre; y mientras hace lo que está de su parte, peca mortalmente.
(de los errores de Martín Lutero, condenados en la bula Exsurge Domine, 15 de junio de 1520, León X).
Y también los cánones de la justificación del Concilio de Trento:
Dz 817: can 7. “Si alguno dijere que las obras que se hacen ANTES de la justificación, por cualquier razón que se hagan, SON VERDADEROS PECADOS o que merecen el odio de Dios…sea anatema”.
Le mando un abrazo en Cristo y María.
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JMI.-No guardo la respuesta a Lc. Marini. Y son temas que solamente pueden ser respondidos con muchas distinciones y explicaciones. Ahora no estoy en condiciones de ponerme a "trabajar" el tema de nuevo. Tendrá que conformarse con lo que alcanzo a decir en la serie "Gracia y libertad". Cordial saludo en Cristo + JMIraburu
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JMI.-No hay "reserva" alguna, como ya le expliqué. Solamente hay que no tengo ahora tiempo para volver a "trabajar" un tema que ya traté.
Muchas gracias por sus enseñanzas.
Bendiciones
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JMI.-No, no podré mandárselas. Lo siento.
Bendición +
Cosas como, #no se salva el que no quiere#..., son erróneas? Lo he escuchado a sacerdotes en sus predicaciones. Sobredosis de hombre frente a Dios?
Cuando dice tan difícil es de entender? Creo que sí. A la vista de cómo está el patio y las herejías al respecto de este tema a lo largo de los siglos. Ahora mismo me da hasta vergüenza haber hecho ciertos comentarios antes de haber accedido a la doctrina, a escritos como el suyo, etc...
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