(31) San Ignacio de Loyola –y II. adversus hæreses

–Muy ignaciano le veo. ¿No será usted jesuita?
–No, soy sacerdote diocesano, cura corriente. Pero hay que saber admirar todo lo admirable, dando gracias a Dios, el verdaderamente Admirable.

Roma estaba muy mal en tiempos de San Ignacio. Siete Papas residieron en Aviñón en el siglo XIV, y dos antiPapas. En ese tiempo de Aviñón, y posteriormente en Roma, la Sede Apostólica se había visto afectada por frecuentes intrigas, ambiciones, nepotismos, cohechos, al mismo tiempo que en ella se negociaban innumerables nombramientos y dispensas, y se toleraban el absentismo de Obispos, la acumulación de cargos o más bien de rentas, la sustitución en beneficios… El padre Domingo de Soto (1494-1570), profesor dominico de teología en Salamanca y confesor de Carlos I, calificaba la situación de la Iglesia como subversio ordinis.

Escribe Tellechea: «Varias generaciones venían clamando en vano por una decisiva reforma que atajase el mal de raíz, mas sus clamores se perdían en el vacío o se estrellaban contra aquella inmensa máquina centralizadora y fiscal de la Curia, demasiado interesada en que no cambiasen las cosas» (ob. cit. 268). Paulo III papa (1534-1549), un Farnese que antes había acumulado varios obispados, se preocupaba más del engrandecimiento de su familia y de sus dos hijos, que de la reforma de la Iglesia. Sin embargo, promovió hombres valiosos para el Colegio de Cardenales, y una comisión de éstos redactó un Consilium de emmendanda Ecclesia (1536), que indicó con realismo los males de la Iglesia, pero que se quedó en el papel. Con todo, sigue Tellechea, «el espíritu de Reforma no era voz periférica y de ataque, sino ansia que florecía en el corazón de la cristiandad» (269). (Digo al paso: ¿se da hoy entre los buenos este clamor por la reforma de la Iglesia?…)

Ignacio de Loyola, como es santo, no está afectado por el «buenismo oficialista», y es perfectamente consciente de los graves males de la Iglesia de su tiempo. Está muy lejos de ese buenismo –que a veces es ingenuidad ignorante y a veces es oportunismo culpable–, que aplaude automáticamente todo cuanto directa o indirectamente provenga del Papa, de la Santa Sede y de los Obispos, pensando erróneamente que con eso agrada a Dios y ama a la Iglesia. No es posible agradar a Dios y amar a la Iglesia sin permitirle al Espíritu Santo que nos abra completamente los ojos del alma para conocer y reconocer la verdad de la realidad.

En una carta de Ignacio a Diego de Gouvea (23-11-1538), principal del Colegio parisino de Santa Bárbara, donde él ha residido años antes, le confiesa: «no faltan tampoco en Roma muchos a quienes es odiosa la luz eclesiástica de verdad y de vida». Dice muchos. Y atribuye estos errores a la mala vida: «de temer es que la causa principal de los errores de doctrina, provengan de errores de vida; y si éstos no son corregidos, no se quitarán aquellos de en medio».

Un buen católico oficialista de hoy jamás diría una frase como ésa de San Ignacio. Pero son muchos los santos que han llorado los males de la Iglesia de su tiempo y que, según su estado y vocación, los han denunciado, procurando con oraciones y penitencias, con predicaciones y escritos, la reforma de todo lo que en doctrina o disciplina pueda estar mal en la Iglesia, también en la Santa Sede.

El Señor le dice a Santa Catalina de Siena: «Mira y fíjate cómo mi Esposa tiene sucia la cara. Cómo está leprosa por la inmundicia y el amor propio y entumecida por la soberbia y la avaricia» (Diálogo II, cp.XIV). Los pastores no corrigen «al que está en puesto elevado, por miedo de comprometer su propia situación. Reprenderán, sin embargo, al menor, porque ven que en nada los puede perjudicar… Por culpa de los pastores malos son malos los súbditos» (III, cp.CXXII). Y ella exclama: «¡Ay de mí! ¡Basta de callar! Gritad con cien millares de lenguas. Veo que, por callar, el mundo está podrido y la Esposa de Cristo ha perdido su color» (cta. 16, a un alto prelado).

San Ignacio y la Compañía de Jesús guardan a la Sede Apostólica la más perfecta fidelidad. La guardan por convicción profunda de fe, de obediencia y de caridad eclesial. Pero también porque saben que la peste protestante que está devastando la Iglesia en Europa es una herejía cuyo mismo centro es precisamente un cisma, el rechazo de la Iglesia como Madre y Maestra. El libre examen luterano arrasa y se lleva por delante los Sucesores de los Apóstoles, los sacramentos, los Padres, los santos, los Concilios y la misma Sagrada Escritura, que de ser revelación de Dios viene a reducirse a pensamiento de hombres. De ahí ese énfasis ignaciano por la adhesión a la Iglesia, ya expresado en los Ejercicios (353-370):

«1ª regla. Depuesto todo juicio, debemos tener ánimo aparejado y pronto para obedecer en todo a la verdadera esposa de Cristo nuestro Señor, que es la nuestra santa madre Iglesia jerárquica». «9ª regla. Alabar todos preceptos de la Iglesia, teniendo ánimo pronto para buscar razones en su defensa y en ninguna manera en su ofensa». «13ª regla. Debemos siempre tener para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina, creyendo que entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia su esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras ánimas». La formulación de esta última regla hay que entenderla en sentido espiritual, pues en un estricto sentido literal no es apenas aceptable.

El combate ignaciano por la fe católica «adversus hæreses» es a vida o muerte. San Ignacio sabe, cree, que entre la fe verdadera y la herejía está en juego la salvación temporal y eterna de los hombres y de las naciones. Por eso da a este asunto una importancia central en sus Constituciones, cartas e instrucciones. «En las cosas más fructuosas y útiles para nuestro instituto es bien se ponga mayor estudio, como sería la materia de sacramentos y otras cosas morales, o controversias con heréticos» (Constituciones Colegios 67). La formación doctrinal y espiritual ha de dar a los jesuitas una absoluta vacunación contra todos los errores vigentes en su tiempo: y para ello, han de conocerlos exactamente, sin deformaciones o exageraciones, y deben estar preparados para vencerlos con la fuerza de la verdad católica, es decir, con la fuerza de Cristo y de su Iglesia.

Dispone Ignacio en una Instrucción enviada al P. Juan Pelletier, superior en Ferrara (13-6-1551): «Téngase especial advertencia sobre las herejías, y estén armados contra las tales, teniendo en la memoria las materias controvertidas con los herejes, y procurando estar atentos en esto a descubrir las llagas y curarlas; y, si tanto no se puede, a impugnar su mala doctrina» (II p., 6). Y a los Padres enviados a Alemania (24-9-1549): «Procuren todos tener a mano aquellos puntos del dogma controvertidos con los herejes, y, cuando sea oportuno, afirmen y confirmen la verdad católica con las personas que tratan, e impugnen los errores, y a los dudosos y vacilantes fortifíquenlos tanto en los sermones y lecciones, como en las confesiones y conversaciones particulares» (10). Pero han de hacerlo con toda veracidad y prudencia: «De tal modo defiendan la Sede Apostólica y su autoridad que atraigan a todos a su verdadera obediencia; y por defensas imprudentes no sean tenidos por papistas y por eso menos creídos. Y al contrario, de tal modo han de impugnar las herejías, que se manifieste con las personas de los herejes amor, deseo de su bien y compasión más que otra cosa» (12). Lo mismo había dicho poco antes: «cuiden de hacérselos amigos, y de ir poco a poco y con destreza y con muestras de mucho amor apartándoles de sus errores» (8).

Ignacio establece la estrategia del combate por la fe con todo cuidado. Podemos comprobarlo, por ejemplo, en la carta al P. Pedro Canisio (13-8-1554), en la que busca la regeneración católica de Alemania. No excluye la guerra, ya que muchos príncipes alemanes están apoyando la herejía y en cierto modo obligando a ella:

«Lo primero de todo, si la Majestad del Rey se profesase no solamente católico, como siempre lo ha hecho, sino contrario abiertamente y enemigo de las herejías, y declarase a todos los errores hereticales, guerra manifiesta y no encubierta, éste parece que sería, entre los remedios humanos, el mayor y más eficaz». Esta lucha incluye medidas elementales, como «no permitir que siga en el gobierno ninguno inficcionado de herejía»… El hereje o sospechoso de herejía «no ha de ser agraciado con honores o riqueza, sino antes derrocado de estos bienes».

Pero más aún, ya en el interior mismo de la Iglesia católica deben tomarse decisiones que aseguren la victoria del «combate por la fe», y sin las cuales, ciertamente, esa lucha estaría destinada al fracaso. Los profesores públicos de Universidad o de colegios privados inficcionados de herejía deben ser «desposeídos de sus cargos»… «Convendría que cuantos libros heréticos se hallasen, en poder de libreros y de particulares, fuesen quemados, o llevados fuera»… «Sería asimismo de gran provecho prohibir bajo graves penas que ningún librero imprimiese alguno de los libros dichos»… «¡Ojalá tampoco se consintiese a mercader alguno, bajo las mismas penas, introducir en los dominios del Rey tales libros, impresos en otras partes!»… «No deberían tolerarse curas o confesores que estén tildados de herejía, y a los convencidos de ella habríase de despojar de todas las rentas eclesiásticas; que más vale estar la grey sin pastor, que tener por pastor a un lobo»… «Quien no se guardase de llamar a los herejes “evangélicos” convendría pagase alguna multa… a los herejes se los ha de llamar por su nombre, para que dé horror hasta nombrar a los que son tales, y cubren el veneno mortal con el velo de un nombre de salud»… Haya «buenos predicadores y curas y confesores en detestar abiertamente y sacar a luz los errores de los herejes, con tal que los pueblos crean las cosas necesarias para salvarse, y profesen la fe católica»…

Exhorta también San Ignacio a fundar colegios y centros teológicos, elaborar uno o dos catecismos, componer algún libro «para los curas y pastores menos doctos, pero de buena intención», y alguna buena «suma de teología escolástica que sea tal, que no la miren con desdén los eruditos de esta era, o que ellos a sí mismos se tienen por tales»… Todas estas intenciones, todas, se fueron cumpliendo, del modo más perfecto. Entre ellas, la fundación en Roma del Colegio Romano, que vendría a ser la Gregoriana, y también «el Colegio Germánico de Roma». Innumerables colegios, Seminarios, Universidades, fueron naciendo de la Compañía de Jesús, en tanto que los Ejercicios espirituales hacían grandes bienes entre los laicos. La Compañía además, ya desde sus comienzos, mostró una formidable potencia misionera para difundir el Evangelio: sin salirme de mis letras, remito a lo que ya escribí sobre San Francisco de Javier (post 28) y en mi libro Hechos de los apóstoles de América (cf. II,11; IV,3 y 6; V,1-3).

La santidad personal de San Ignacio de Loyola es fuente de todos estos bienes para la Iglesia. Él es

un místico: la visión de la Virgen en Loyola, las revelaciones junto al río de Manresa, en La Storta, las frecuentes lágrimas en la celebración de la Eucaristía, siempre «contemplativo en la acción»…

extremadamente humilde: dice que tener o no devoción, consolaciones, amor intenso, no está en nuestra voluntad, «más que todo es don y gracia de Dios» (Ejercicios 322). Él se ve como puro «impedimento» para la acción de Dios. «Antes que venga la gracia y obra del Señor nuestro, ponemos impedimentos», con pecados, distracciones, enamoramientos de lo terreno, «y después de la venida, lo mismo… Antes y después soy todo impedimento; y de esto siento mayor contentamiento y gozo espiritual en el Señor nuestro, por no poder atribuir a mí cosa alguna que buena parezca» (cta. a Francisco de Borja, fines de 1545). ¡Nada tienen que ver con él, nada, las desviaciones voluntaristas en cuestiones de gratia de un P. Luis de Molina S. J. (1535-1600)!

se comprueba también su santidad por la cantidad de santos que el Señor le dió como hermanos en la Compañía. Recordaré solo a los más próximos a él:

el saboyano Beato Pedro Fabro (1506-1546), uno de los primeros y principales; el navarro San Francisco de Javier (1506-1552), patrono de las misiones católicas; el joven polaco San Estanislao de Kostka (1550-1568); el duque de Gandía, San Francisco de Borja (1510-1572), tercer General de la Compañía; el joven italiano San Luis Gonzaga (1568-1591); el holandés San Pedro Canisio (1521-1597), doctor de la Iglesia, autor de un «Catecismo» que tuvo más de 200 ediciones en 15 idiomas; el italiano San Roberto Belarmino (1542-1621), doctor de la Iglesia, cuyos tres volúmenes de «Controversias» fueron ayudas formidables para los defensores de la fe católica; el joven flamenco San Juan Berchmans (1599-1621); el hermano San Alonso Rodríguez (1533-1617), viudo, encargado de la portería, maestro espiritual de San Pedro Claver (1580-1654), esclavo de los esclavos… Los jesuitas canonizados son 24, y los beatificados 141.

¿Qué pensaría San Ignacio de Loyola si viera hoy que dentro de la Iglesia los principales centros difusores del error están precisamente situados en ciertos Seminarios, Facultades de teología, Universidades, congregaciones, editoriales, librerías y otros centros católicos? ¿Qué diría y qué haría? No sé lo que haría; pero sí sé lo que diría: reforma o apostasía.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

18 comentarios

  
Luis Fernando
A veces cuando pienso en la profanación del carisma y la obra de San Ignacio de Loyola por parte de "jesuitas" indignos de llevar ese nombre, me viene a la memoria la profanación del Lugar Santísimo por parte de los griegos paganos en tiempos de los Macabeos.
Se ha pasado de sacrificar cerdos a encumbrar a herejes, pero viene a ser lo mismo.
30/09/09 11:34 AM
  
Ricardo de Argentina
Pareciera que Satanás ha perfeccionado notablemnte sus técnicas, llegando a utilizar en su propia promoción, medios que tenía antes la Iglesia para contenerle y denunciarle.

Padre, su "cuadro de situación" está hecho con pinceladas magistrales, muchas gracias. Nunca ha de haber cura si no hay antes un buen diagnóstico de los males.
30/09/09 2:45 PM
  
Miriam de Argentina
´Querido Padre, aún queda algún jesuíta "jesuíta": el querido P.Horacio Bojorge. La fidelidad de ese hombre de Dios a Cristo y a las raíces de la Compañía, son la muestra que Dios puede florecer allí donde no es (tal vez) el mejor terreno. Supongo que para él es un gran dolor ver la compañía en este lamentable estado, por lo que admiro aún más su serenidad, fidelidad y, al igual que usted, es un gran profeta. ¡supongo que es la protección especial de la Madre Santísima, de la que es devoto! (y oh "causalidad":nació en una fiesta de la Virgen)
30/09/09 4:31 PM
  
jorge
Creo que se debe tener en cuenta el contexto en que nace la Compañía, contexto temporal en el cual la Iglesia fue involucrada y afectada. El hecho de hacer explícito un voto de "obediencia al Santo Padre" en medio de un escenario de configuración de Estados, llamaría la atención, y preocupación, de reyes y gobernantes, quienes se preguntarían si será conveniente tener en su territorio a personas que obedezcan antes que al Rey, al Papa. ¿Acaso los Papas no se han involucrado muchas veces en cuestiones y disputas terrenales? ante ello, un súbdito católico a quien debe obediencia, a la autoridad civil o al Papa?...

He aquí una postura que de suyo es de conflicto y de enfrentamiento, la cual produjo millones de muertes en Europa (Alemania perdió la mitad de su población) a causa de la religión...

Las Reducciones del Paraguay, tan admiradas por muchos, como Voltaire por ejemplo, están más cerca del indigenismo y ecologísmo que del catolicismo, por lo menos el del Magisterio...y sin mencionar sus implicancias en el mundo terrenal, pues está la cuestión: ¿quien era la autoridad de los indios paraguayos, el superior jesuita, el Papa o el Rey de España?...creo que si se hubiera sido posible hacer una encuesta en aquel entonces a los indios, la opción "Rey de España" hubiera sido la última....

Termino con las palabras de Jesús: "mi reino no es de este mundo"...pero hay quienes dentro de la Iglesia que quieren que el reino de Dios sea el del mundo.
30/09/09 6:32 PM
  
José María Iraburu
Jorge.
Creo que considerar el voto de "obediencia al Papa" como inconciliable con la obediencia debida a los gobernantes civiles es una afirmación errónea, y que los SJ supieron dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
También pienso que las afirmaciones que hace Ud. tan peyorativas sobre las Reducciones no tienen fundamento histórico real. Quizá no las conoce Ud. suficientemente. Les dedico un capítulo en mi libro "Hechos de los apóstoles de América". Puede verlo en:
http://www.gratisdate.org/nuevas/hechos/hechos.4.6.htm
Tampoco creo admisible atribuir la culpa de las guerras de religión, como parece que Ud. lo hace, al espíritu ignaciano.
30/09/09 8:29 PM
  
Ricardo de Argentina
¿Las Reducciones Jesuíticas públicamente alabadas por Voltaire,enemigo declarado y acérrimo de la Iglesia? Mmmm... Confieso que desconocía el dato, pero me da que pensar que se inscribe dentro del proceso de la "cama" que le hicieron a la Iglesia para inducirla a decidir la desdichada disolución de la Compañía.

Sí, es un dato muy interesante, que de alguna manera echa luz sobre las insidias y las indebidas presiones que jugaron en la desaparición de las estructuras jesuíticas por un lapso de casi medio siglo.

En otro orden, las Reducciones Jesuíticas de las Misiones, ubicadas en los actuales territorios de Argentina, Paraguay, Brasil y Bolivia, son el testimonio más elocuente de cómo la semilla del Evangelio sembrada por santos y heroicos jesuitas, caída en el suelo fértilísimo del bondadoso pueblo guaraní, dio frutos copiosos de conversión, santidad y convivencia fraterna.
Y todo ello, a años luz de las modernas categorías ideológicas del marxismo, como lo es el indigenismo-ecologismo.
30/09/09 8:54 PM
  
Daniel Lagos de Perû
Jorge, perdôname pero me parece que estas opinando sobre cosas de las cuales no tienes ni la menor idea. Quizâs has escuchado algo parecido en alguna ocasiôn y lo estâs repitiendo sin haberlo procesado, no lo se, no creo que lo que escribes es con mala intenciôn, pero si creo que es fruto de una gran ignorancia sobre el tema y de repetir cosas que escuchê, o me las contaron y me preciô verdad pero no investiguê.

Al igual que Miriam yo conozo aquî en Lima a un par de Jesuitas que son Hombres de Dios, parece irônico que los Jesuitas mas fieles de nuestro tiempo sean los que no parecen Jesuitas.

Yo he sido testigo presencial de hasta donde llegan las herejis de Jesuitas, que a lo ûnico que le son fieles es a su razôn iluminada por una sobrbia inmensa, que estâ llena de herejias.

Desgraciadamente estas herejias no son sôlo cuando enseNan sino tambiên cuando confiesan y creo que esto ûltimo es mas peligroso aûn

Saludos Padre y siga ayudândonos.
30/09/09 10:41 PM
  
jorge
Estimado Padre

No veo que la Santa Sede sea inconciliable con los estados nacionales y sus gobiernos, pero eso no significa que exista estricta concordancia entre los objetivos y políticas públicas de uno o varios gobiernos (no hay que olvidar que entre los propios Estados hay diferencias) y los decretos del Vaticano. Es posible, al menos, alguna diferencia.

Padre, ejemplos no faltan. La pérdida de los Estados Pontificios a favor del Estado Italiano dudo que haya sido producto de una conciliación entre la Santa Sede e Italia. Otro ejemplo, el Papa Pío IX fue la única autoridad que reconoció a los Estados Confederados de América, estados secesionistas en la guerra civil norteamericana, contra quienes Lincoln luchó por la unidad de los Estados Unidos de América.

Otra cosa, la expulsión de la Compañía de Jesús de los reinos borbónicos no creo que fuera casual y la considero menos cerca de lo que la mayoría de los libros de historia cuentan. Tras la expulsión España implementó reformas en el sistema educativo privilegiando las ciencias, fomentó las manufacturas, abolió la ley del caballero (en ella el trabajo manual u oficio, era entendido como denigrante), se crearon sociedades amigos del país en España y América, academias de ciencia, se promovieron expediciones científicas, etc.

Será imposible borrar de la historia que tras la expulsión de los jesuitas, Francia y España, bajo los Borbones, jugaran un papel determinante en la independencia del los Estados Unidos, primera nación en el mundo en la que los principios republicanos, que hoy la gran mayoría de naciones disfruta, se hacen realidad.

¿No resulta extraño padre que tras la victoria contra Napoleón, de las naciones de la Santa Alianza (ejemplos de oligarquía), la Compañía de Jesús sea reestablecida en 1814?.

Padre, la historia es más grande de lo que nos la cuentan, por ello transcribo algunos textos poco conocidos de personajes bien conocidos:

John Adams (presidente de los EEUU): …”si alguna vez hubo un cuerpo de hombres que mereciesen una condenación eterna en la tierra y en el infierno, es la Sociedad de Loyola (los Jesuitas)”.

Marques de La Fayette: “…es mi opinión que si las libertades de este país, los Estados Unidos, son destruidas, esto será hecho sutilmente por los sacerdotes Jesuitas…, ya que son los más poderosos, peligrosos enemigos de las libertades civiles y religiosas. Ellos han instigado la mayoría de las guerras en Europa

Napoleón Bonaparte: “Los Jesuitas son una organización militar y no una orden religiosa. Su jefe es un general de un ejército y no apenas un padre de un monasterio. Y el blanco de esta organización es: PODER. Poder en su forma más despótica. Poder absoluto, poder universal, poder para gobernar el mundo a través de la voluntad de un solo hombre. Los Jesuitismo es el más absoluto de los despotismos; y al mismo tiempo el más grande y enorme de los abusos...

Abraham Lincoln: “Se han llevado a cabo tantos atentados contra mi vida, que es un verdadero milagro que todos hayan fallado, cuando consideramos que la gran mayoría de ellos estaban en las manos de los astutos asesinos entrenados por los Jesuitas. ¿Pero podemos esperar que Dios venga a hacer un perpetuo milagro para salvar mi vida? Yo creo que no. Los Jesuitas son tan expertos en esos actos de sangre que Enrique IV llegó a decir que era imposible escapar de ellos, y él se convirtió en su víctima, aun cuando se hizo todo lo que se podía hacer para protegerlo. Si llego a escapar de sus manos, desde la carta del Papa a Jeff Davis, la cual ha afilado las miles de dagas para traspasar mi pecho, sería más que un milagro…
02/10/09 3:02 AM
  
José María Iraburu
Jorge.
Me parece que tiene Ud. un entendimiento de la historia al revés. Pero sería tremendamente laborioso tratar de argumentarlo punto por punto, para darle la vuelta. Lo de los "principios republicanos que hoy la gran mayoría de las naciones disfrutan" expresa bien cómo ve Ud. la historia moderna. Está Ud. en un enorme error.
02/10/09 9:14 AM
  
Jorge
Elimino una larga exposición sobre el régimen político republicano.
No es un comentario al post.
02/10/09 7:33 PM
  
Daniel Lagos de Perû
Querido Padre,

En el artîculo anterior (Militia Christi), hay una parte que dice asî:

[Por lo demás, y en buena parte por vocación personal, durante toda su vida San Ignacio fue un hombre de muy pocos libros. En su habitación solo tenía dos, el Nuevo Testamento y la Imitación de Cristo. Su norma era non multa, sed multum, y estaba convencido de que «no el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente» (Ejercicios 2). Como San Ignacio, otros santos hubo en la historia de la Iglesia, San Francisco de Asís, San Francisco de Sales, que siendo hombres de lecturas muy limitadas, vinieron a ser los más influyentes de su tiempo, y en medio de las mayores turbulencias ideológicas, ellos supieron marcar en sus religiosos y en el pueblo cristiano el exacto norte evangélico. Convendrá que ciertos super-lectores de hoy, que van más por el non multum, sed multa, tengan en cuenta este dato.]

Que razôn tiene Padre, hay personas que van en busca de cosas grandes que superan sus fuerzas y lo que es peor, cuando leên entienden culquier cosa.

Creo que si el seNor no nos concede la humildad de estos santos, podemos caer facilmente en el NON MULTUM SED MULTA y entender al revês la frase original de Plinio El Joven, al igual que podemos entender total y absolutamente al revês la historia.

Saludos Padre y ânimo.
02/10/09 8:37 PM
  
Virginia
Pienso interesante para detenernos, el considerar la comprensión de la regla 13ª del sentir con la Iglesia en sentido ESPIRITUAL "pues en un estricto sentido literal no es apenas aceptable": Hoy vemos que muchos "oficialistas" piadosos se escudan en esta regla para aceptar lo inaceptable de algunos miembros de nuestra jerarquía, o incluso de sus superiores.
El tema de la obediencia rectamente entendida creo que es "medular" a la catolicidad, y a la reforma. Por defecto de obediencia, encontramos la apostasía rebelde de los modernistas de todo color, y por exceso, no son menos graves los males, pues el obediencialismo engendra a veces un ánimo tan tibio, tan insufriblemente conciliador y "tolerante", que evita también toda entrada de luz al asunto, confundiendo TANTO a las almas!!...Si en estos ambientes el solo tratar de la reforma nos hace aparecer poco menos que como alimañas sediciosas enemigas de la Iglesia..!
07/10/09 6:13 AM
  
Ignacio de Montevideo.
Estimado, muy interesante su articulo, gracias por compartir su trabajo, pensamientos y conocimientos con la comunidad de internet.
Si bien el articulo es bueno en si mismo, comenzarlo con "Pero hay que saber admirar todo lo admirable" le dio otra dimension al articulo, cuando alguien habla bien de su casa, la gente educada lo escucha... pero cuando habla de lo linda que es la casa de su vecino, hasta los mas escepticos paran la oreja...
Es bueno encontrar este tipo de material. No puedo dejar de notar que algunos comentarios de los lectores parecen desmerecer a los sacerdotes Jesuitas, de los cuales conozco a varios que tengo en mi mas alta estima.
Parece ser que juzgamos a toda la familia por algun hijo descarriado, y si ya es injusto en una familia, mas lo es en una comunidad de cientos de años de existencia y de miles de almas entregadas que la integraron.
Nuevamente gracias, voy a revisar otros de sus articulos.
disculpe la falta de acentos, este teclado esta en ingles.
27/10/09 5:27 AM
  
santiago briones
para mi este gran fraile jesuita como lo fue san ignacio de loyola aun yo siendo protestante es digno de admirar lo grande que fue para la iglesia catolica y que si nos fijamos bien fue tambien ultrajado por la misma hasta ya mas adelante se le hace un gran santo para mi san ignacio de loyola es en enemigo mas grande para el enemigo(satanas) ya que si se dan cuenta en su cedula el diablo nos refiere que quitemos la cedula de detras de la puerta para que pueda entrar este gran santo debe ser ejemplo para todos los catolicos de la santidad y el servicio a Dios y al projimo como lo hizo este gran fraile.
09/07/10 11:49 PM
  
Agustín de Argentina
Padre: ¿Qué diría San Ignacio si viese lo que es hoy en lo que se a convertido su hija la Compañía de Jesús, en la que ya quedan muy pocos Jesuitas de buena doctrina y el resto dejan muucho que desear?

Un saludo grande desde el otro lado del charco
10/06/11 6:20 PM
  
Miguel
¿No son contradictorias las frases de S. Ignacio?
"que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina... y
«no faltan tampoco en Roma muchos a quienes es odiosa la luz eclesiástica de verdad y de vida»
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JMI.-No alcanzo a ver contradicción.
Uno cosa es lo que la Iglesia jerárquica con su autoridad apostólica determina como verdadero y bueno.
Y otra, que hay gente en Roma, incluso altos eclesiásticos, a quienes la luz de la Iglesia le es odiosa, al menos en ciertas cuestiones. El Card. Kasper, p.ej., ha estado en la SSede un montón de años.
05/06/15 5:33 PM
  
Griselda
En America del Sur una mujer en el siglo XVIII, despues de que la orden fuera expulsada, decidió que los Ejercicios Espirituales que conocía bien por haberlos practicado no desparecerían. Se llamaba Antonia de la Paz y Figueroa. Era beata con votos de castidad y pobreza, recorrio todo el norte argentino, Córdoba y al fin fue a pie con sus hermanas a Bs As. Lograba que algunos sacerdotes predicaran los Ejercicios. Un jesuita en Roma mandó sus cartas a Europa y hasta Rusia, donde la orden no había sido expulsada Estos días ha sido beatificada por el papa. La Madre Antula, como era llamada consiguió que se cosnruyera la Casa de Ejercicios, primer edificio de Bs As, que aun se conserva. Desde los más humilde a los mas ricos y poderosos concurrían a la practica piadosa todos los años
Estoy acostumbrada a que ignoren a las mujeres. San Ignacio no quiso una rama femenina, pero muchas fieles lo ayudaron en su obra. Ya es hora de que recuerden que sin madres los santos no existirían

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JMI.-La Iglesia siempre ha venerado mucho a las mujeres, esposas, madres, vírgenes consagradas, comenzando por la Doncella de Nazaret, la "persona" humana más excelsa de toda la humanidad: es mujer.
31/07/15 7:32 AM
  
Vicente
Hagamos como San Ignacio, en todo amar y servir.
30/07/22 11:53 PM

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