(04) Qué ha de reformarse en la Iglesia
–«Pero, vamos a ver ¿y usted quién es para decir, y para decir públicamente, qué es lo que ha de reformarse hoy en la Iglesia?». –Primero de todo, tranquilícese el objetante, y en seguida atienda a razones.
En la Iglesia debe reformarse todo lo que en ella esté mal. Cuando un templo está gravemente deteriorado –-ventanas rotas, tejado con grandes agujeros, muros cuarteados, etc.– sea por negligencia de sus cuidadores o por diversos accidentes inculpables, hay que restaurarlo. Y si no se restaura, se irá arruinando. Lo mismo pasa con la Iglesia, templo construido con piedras vivas sobre la roca de Cristo y de los apóstoles. Si en Ella se dan en forma más o menos generalizada ciertos errores, desviaciones y abusos, es urgente realizar las reformas doctrinales, morales y disciplinares que sean precisas. Si no, crecerá la ruina, irá adelante la apostasía.
En la catequesis, en la predicación, la eliminación sistemática durante decenios de la soteriología, salvación-condenación, falsifica notablemente el Evangelio: es un mal muy grave, que requiere reforma. La generalización de la anticoncepción en los matrimonios cristianos es un grave mal, que requiere reforma. El absentismo mayoritario de los bautizados a la Misa dominical es un horror nunca conocido, al menos en proporciones semejantes, en la historia de la Iglesia: es un mal gravísimo, que requiere reforma.
El retraso durante decenios de la Autoridad apostólica para reprobar los errores doctrinales que se difunden en el pueblo cristiano causa muy graves males, difícilmente reparables; y cuando se produce con frecuencia, es un grave perjuicio, que requiere reforma. Y como éstos, tantos y tantos otros daños en el Templo eclesial, que exigen reformas cuanto antes. Reformas que el Espíritu Santo quiere y puede hacer, ciertamente, renovando la faz de la Iglesia.
El Concilio Vaticano II tuvo una clara intención de reforma, consciente de que la Iglesia en la tierra necesita perennem reformationem (UR 6). Y Pablo VI expresa claramente esta convicción en un discurso a los Padres conciliares (29-IX-1963, n.25):
«Deseamos que la Iglesia sea reflejo de Cristo. Si alguna sombra o defecto al compararla con Él apareciese en el rostro de la Iglesia o sobre su veste nupcial ¿qué debería hacer ella como por instinto, con todo valor? Está claro: reformarse, corregirse y esforzarse por devolverse a sí misma la conformidad con su divino modelo, que constituye su deber fundamental».
Pero hoy prevalece, como lo eclesialmente correcto, pensar que vamos bien, con deficiencias, sin duda, con «luces y sombras», pero que vamos bien. Un cierto buenismo oficialista es afirmado hoy así por los moderados con buena conciencia. Incluso fundamentan su actitud con piadosas consideraciones sobre la Providencia divina, la virtud de la esperanza, etc. En mi artículo Reformadores, moderados y deformadores hago notar cómo reformadores y deformadores coinciden en que muchas cosas están mal y exigen reforma; pero difieren en que los deformadores exigen cambios en doctrinas y normas católicas, mientras que los reformadores pretenden que se reafirmen y apliquen. Entre unos y otros, los moderados, centristas repletos de equilibrio, quieren el matenimiento de las doctrinas y normas, pero siempre que se silencien discretamente y sobre todo que no se exijan, para evitar divisiones y tensiones enojosas. Son éstos sobre todo los que nos pierden.
Los moderados, que hoy prevalecen en muchas Iglesias locales, admiten la necesidad de las conversiones –-esto no podrían negarlo–, pero no de las reformas. Quizá con buena voluntad, pero con discernimiento erróneo, estiman así que un verdadero amor a la Iglesia y a su jerarquía exige un apoyo indiscriminado al presente católico. Y por otra parte –-todo hay que decirlo– tienen muy en cuenta que esa actitud no solo les evita a ellos persecuciones dentro de la comunidad cristiana, sino que les abre caminos ascendentes de prosperidad eclesial. Pero sus actitudes son falsas, y no conducen a una santa reforma de la Iglesia, sino que la impiden, y llevan a una apostasía siempre creciente.
Estamos mal. Muy necesitados de conversión y de reforma. Solo el reconocimiento humilde de los pecados y errores que hoy se dan en la Iglesia hace posible su reforma. Y ese reconocimiento no parece que hoy esté suficientemente vivo en la conciencia de Pastores y fieles. No se deja oír –-al menos yo no lo oigo-– un clamor pidiendo reforma, como se oyó en ciertos períodos oscuros de la Edad Media, del Renacimiento o de la Ilustración. Más adelante, con el favor de Dios, he de recordar aquí algunos Concilios de reforma y he de estudiar también la figura de algunos santos reformadores antiguos o modernos. Pero adelanto ahora algunos ejemplos, para que al considerar lo que los santos veían en su tiempo nos demos cuenta de que en el nuestro en buena parte estamos ciegos.
Santa Catalina de Siena (1347-1380) visita una vez al Papa Gregorio XI en Roma, acompañada por su director espiritual, el beato Raimundo de Capua, dominico, que le hace de intérprete, y que escribió su Vida. En ella narra esta escena:
«Mientras hablábamos, la santa virgen se lamentó de que en la Curia Romana, donde debería haber un paraíso de virtudes celestiales, se olía el hedor de los vicios del infierno. El Pontífice, al oírlo, me preguntó cuánto tiempo hacía que había llegado ella a la Curia. Cuando supo que lo había hecho pocos días antes, respondió: “¿Cómo, en tan poco tiempo, has podido conocer las costumbres de la Curia Romana?” Entonces ella, cambiando súbitamente su disposición sumisa por una actitud mayestática, tal como la vi con mis propios ojos, erguida, dijo estas palabras: “Por el honor de Dios Omnipotente me atrevo a decir que he sentido yo más el gran mal olor de los pecados que se cometen en la Curia de Roma sin moverme de Siena, mi ciudad natal, del que sienten quienes los cometieron y los cometen todos los días”. El Papa permaneció callado, y yo, consternado» (n.152).
San Juan de Ávila (1499-1569), en un informe que envía al Concilio de Trento, ve así los males de la Iglesia en el XVI:
«Hondas están nuestras llagas, envejecidas y peligrosas, y no se pueden curar con cualesquier remedios. Y si se nos ha de dar lo que nuestro mal pide, muy a costa ha de ser de los médicos que nos han de curar» (Memorial II,41). «… en tiempo de tanta flaqueza como ha mostrado el pueblo cristiano, echen mano a las armas los capitanes, que son los prelados, y esfuercen al pueblo con su propia voz, y animen con su propio ejemplo, y autoricen la palabra y los caminos de Dios, pues por falta de esto ha venido el mal que ha venido… Déseles regla e instrucción de lo que deben saber y hacer, pues, por nuestros pecados, está todo ciego y sin lumbre. Y adviértase que para haber personas cuales conviene, así de obispos como de los que les han de ayudar, se ha de tomar el agua de lejos, y se han de criar desde el principio con tal educación [alude a los Seminarios], que se pueda esperar que habrá otros eclesiásticos que los que en tiempos pasados ha habido… Y de otra manera será lo que ha sido» (Memorial II,43). «Fuego se ha encendido en la ciudad de Dios, quemado muchas cosas, y el fuego pasa adelante, con peligro de otras. Mucha prisa, cuidado y diligencia es menester para atajarlo» (II,51).
San Claudio la Colombière (1641-1682), en los umbrales del Siglo de las Luces y del inicio acelerado de la descristianización de Europa, justifica que no pocos cristianos, como los monjes antiguos, abandonaran un mundo secular cada vez más degradado por el pecado:
«Como la depravación es hoy mayor que nunca, y como nuestro siglo, cada vez más refinado, parece también corromperse cada vez más, dudo yo si alguna vez se han dado tiempos en los que haya habido más motivos para retirarse completamente de la vida civil y para marcharse a los lugares más apartados… Existe, en medio de nosotros, un mundo reprobado y maldito de Dios, un mundo del que Satanás es señor y soberano… Ese mundo está donde reina la vanidad, el orgullo, la molicie, la impureza, la irreligión… Decís vosotros que ese mundo no está ni en el teatro, ni en el baile, ni en las carreras, ni en los cículos, y que tampoco se encuentra en los cabarets ni en los casas de juego. Pues bien, si sois tan amables, ya nos diréis dónde hemos de localizarlo para rehuirlo» (De la fuite du monde, en Écrits 295-296).
San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716) hace el mismo discernimiento hablando del mundo, y recordemos que por esos años no está hablando todavía de un mundo contrapuesto en todo a la Iglesia, sino que habla de un mundo cristiano en gran medida degradado: «Nunca ha estado el mundo tan corrompido como hoy, porque nunca había sido tan sagaz, prudente y astuto a su manera» (El amor de la Sabiduría eterna n.79).
¿Por qué hoy este lenguaje está en la Iglesia proscrito? Apenas se oye nunca, ni siquiera en publicaciones católicas de perfecta ortodoxia y calidad informativa y espiritual. ¿Faltan para él fundamentos reales?
La santísima Virgen María, en sus últimas apariciones, hace muy graves denuncias sobre la situación de la Iglesia. La Virgen de La Salette llora los pecados del pueblo cristiano, especialmente los de sus sacerdotes y personas consagradas (1846). Y la Virgen de Fátima, en 1917, les dice a los tres niños videntes:
«Jesucristo es horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes… Rezad, rezad mucho, y haced sacrificios por los pecadores, pues van muchas almas al infierno por no tener quien se sacrifique y pida por ellas… No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido»…
Eso lo dice la Virgen ¡en 1917!, cuando todavía eran muchos los cristianos que se confesaban e iban a Misa, que guardaban hasta la muerte la unión conyugal, que tenían hijos y los educaban cristianamente, cuando las playas estaban desiertas y los Seminarios y Noviciados llenos, cuando muchos sacerdotes y religiosos eran fieles a la doctrina y disciplina de la Iglesia, y florecían las misiones, y había un influjo real de los cristianos en la vida política, etc. ¡Cuánto han crecido desde entonces los males en la Iglesia! ¿Que diría hoy la Virgen en Fátima a los Pastores sagrados y al pueblo católico?… Juan Pablo II, visitando Fátima (13-V-1982), se lamentaba diciendo:
«¡Cuánto nos duele que la invitación a la penitencia, a la conversión y a la oración no haya encontrado aquella acogida que debía! ¡Cuánto nos duele que muchos participen tan fríamente en la obra de la Redención de Cristo! ¡que se complete tan insuficientemente en nuestra carne “lo que falta a los sufrimientos de Cristo”! (Col 1,24)».
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
39 comentarios
Sí, en 1917 "cuando las playas estaban vacías y los Semnarios y Noviciados llenos"... llenos de modernistas o mediocres. A mí no me preocuparían tanto las playas y sí las impurezas y prostituciones doctrinales que se incubaban.
¿En 1917 llenos de modernistas o mediocres? Me gustaría saber en qué basas tu afirmación. ¿No te habrás confundido de tiempo?
Y no está de más recordar que si algo le repele al Señor es la tibieza (Ap 3,14-15). Vamos, que casi es preferible ser un hereje convencido que un consentidor de herejes.
Por lo demás, habrá a quien consuele el constatar que en otras épocas han habido muchos santos advirtiendo de que se encontraban en el peor momento de la historia. Habrá quien diga que exageran los pocos que, como pasa con el padre Iraburu, dicen hoy lo mismo del momento actual que nos ha tocado vivir. Pero precisamente el drama de estos momentos es que no hay consciencia real de la gravedad de la situación. El enfermo está muy malito y no se le puede curar con aspirinas y friegas de alcohol. Hace falta un bisturí y decisión para cortar y amputar aquello que ya hiede. Que eso es doloroso, nadie lo duda, pero ¿acaso no fue dolorosa la cruz para nuestro Señor?
En nuestro tiempo sucede lo contrario. Lo peor de nuestro tiempo, no es precisamente ese deplorable estado moral del clero al inicio de la edad moderna, es algo más grave si cabe: la pérdida del católico laico -y de muchos de sus pastores- del humilde asentimiento a la doctrina y al magisterio eclesial, la permanente insubordinación, la reiteración generación tras generación de los errores modernistas ya condenados por San Pío X, el cuestionamiento por católicos de verdades de fe (apunto la virginidad de María, la divinidad de Jesús, el sentido sacrificial de su muerte -esto último absolutamente generalizado-, el hecho real de la resurrección, la existencia del infierno y la posibilidad de que seamos condenados, la inerrancia de las escrituras...). Por último, la desvalorización de la oración pública de la Iglesia que es la liturgia (lo último de Austria es paradigmático).
Es a mi juicio una situación peor que la que dio origen a la herejía protestante. Entonces "el hacha fue Lutero, que vino a traer no la reforma, sino la desolación" afirmó Menéndez y Pelayo. Y ahora ¿quién será el hacha que castigará tanta desolación?
Además, la Iglesia tiene el deber de purificarse también por los que están fuera de ella. No hay salvación para el mundo sin Iglesia.
Yo creo que los cambios auténticamente positivos vendrán por esta vía. De otro modo, el cambio podría ser para peor e incluso el demonio, que se las sabe todas, podría aprovechar la coyuntura.
En estos tiempos, además, en la que incluso hablan de que se avecinan, o ya están aquí, peligrosos cambios, como Nuevo Orden Mundial, etc., me parece peligroso hablar de cambios sin que vengan de la mano de la santidad.
En medio de un mundo tan degradado y tan pervertido, tan alejado de Dios, un mundo rechazado por santos como San Claudio La Colombiere o San Luis María Grignion de Montfort, como vemos en este gran artículo del Padre Iraburu, cómo se pueden entender exortaciones de otros santos, como San José María Escrivá de Balaguer, a "amar apasionadamente el mundo"...
http://www.fluvium.org/textos/opusdei/OpD16.htm
Yo siempre había creído que el Mundo era uno de los grandes enemigos de las almas, junto con la carne y el demonio, y de él siempre se habían tratado de alejar los grandes santos y místicos de la Iglesia.
Ese rechazo al mundo también se aprecia claramente en las propias palabras de Cristo "mi Reino no es de este mundo" o en toda su oración al Padre tras la última cena, en la que trata de distanciar claramente a sus discípulos y el mundo.
¿Cómo se ha de entender ese amor apasionado al mundo de San José María?
Personalmente, creo que el mensaje del Opus es un tanto ambigüo en este sentido. Pertenecí una temporada a esta insigne institución y siempre me chocó ese apego al mundo y lo material, no porque sean unos peseteros -que no lo son- sino porque me daba la sensación de querer ser grandes santos sin renunciar del todo al mundo. Eso me parecía contradictorio: o se renuncia del todo al mundo, o uno se conforma con menos cercanía a Dios.
ero lo primero, creo que esto es una llamada a la conversión personal y a querer ser santos ya, para que el mundo crea, empezando por uno mismo, pues creo que a todos nos afecta que el listón haya quedado tan bajo, y hasta podemos creernos buenos.Pues si Jacinto tenía que rezar muchos rosarios para ir al cielo, madre mía, qué nos diría la Virgen a muchos de nosotros...
LUIS LÓPEZ. Lutero dice de sí mismo: “Yo no impugno las malas costumbres, sino las doctrinas impías”. Él nunca se entendió a así mismo como reformador de costumbres degradadas, p.ej., en la Curia Romana de su tiempo; sino como reformador de doctrinas falsas enseñadas por la Iglesia Católica: sobre fe-obras, eucaristía-sacrificio, celibato,etc.
IÑAKI. Sobre si antes del fin del mundo la Iglesia ha de morir-resucitar, etc., como ya dije, yo no sé más que lo que enseña la Iglesia (Catecismo 668-677), y la Iglesia no sabe más que lo que el Señor le ha revelado.
RAÚL. Una vez leí en un texto: “Era de noche, y sin embargo llovía”… ¿Y qué tiene que ver que llueva y sea de noche? En el caso de San Josemaría Escrivá, y en cualquier otro caso, no tiene ningún sentido contraponer un “amor apasionado al mundo” y una gran lucidez y valentía para ver sus males y denunciarlos. Nadie ha amado tanto al mundo como Jesucristo, que dio su vida para salvarlo del pecado; y nadie ha condenado tan duramente las mentiras y los pecados del mundo como Él. Lo mismo hay que decir de Sta. Catalina de Siena, San Claudio, San Luis María o San Josemaría. En todos los santos se da la misma actitud de Cristo: gran amor al mundo y gran conciencia de que es un mundo tremendamente pecador, necesitado de salvación por la gracia divina. Lea usted “Las tres campanadas”, de San Josemaría Escrivá de Balaguer, donde amando apasionadamente al mundo, dice cosas tremendas, pero muy tremendas y verdaderas, sobre los males del mundo y de la Iglesia hoy. Encontrará buscando en Internet, y quizá le valga:
http://panodigital.com/las-%E2%80%9Ctres-campanadas%E2%80%9D-de-escriva-de-balaguer
ARANTZA. Totalmente de acuerdo en sus apreciaciones sobre el momento actual a la luz de la Virgen de Fátima.
GRACIAS a todos por sus comentarios.
Evidentemente, la "doctrina" del del Marqués de Peralta, también conocido por Sanjosemía, no se parece en nada a la de los Santos Doctores de la Iglesia. Así de clarito se puede decir... (sigue)
ANARICO, PRIMER AVISO, previo a la exclusión de ingreso en este blog, por insultar al San Josemaría y al Opus Dei. Tarjeta amarilla. La siguiente será roja.
José Mª Iraburu
Si nos referimos al mundo que embarca puramente la Creación de Dios, amémosle claro. Dios no regala nada malo...
Si nos referimos a la corrupción a la que el hombre ha tornado, en su libertad, el mundo pues claramente que no quisiera ver nada con él. A pesar debemos luchar por restaurar éste mundo lo más cerca que podamos a la santidad que Dios tuvo en pensamiento cuando lo creó. No me he esplicado bien seguro, pero espero alguien lo entienda o corrija.
Jesucristo, lloró por el Templo, por Jerusalén y eso que sabía que no era de éste mundo. Aun así por éste mundo corrupto al que pertenecemos cedió su vida.
Sin vigilancia, uno se toma todo por bueno sin tener en cuenta que el engaño anda por el mundo, al cual, las instituciones de la Iglesia, no son inmunes. Yo creo que la mejor forma de no caer en la trampa es tener auténtica buena intención; hay gente que piensa que simplemente desconfiando lo van a evitar, cuando no es así, ya que sin buena intención, sin querer mejorar las cosas, caen en las peores trampas, y se fían totalmente, justamente ante el peor de los engaños.
Me ha gustado mucho ver la película de Jesús de Nazaret, según el Evangelio de San Lucas; se ve a un Jesús muy sencillo, y además destaca el que siempre está vigilante, nunca ni mínimamente distraído de Su Misión; así, mientras Sus discípulos se refrescan con agua, Él está vigilante; cuando unos discípulos están como comiendo, medio distraídos, Él se acerca y les dice que estén vigilantes; además de, por supuesto, Su recomendación de "Velad y Orad", tras Su oración en el huerto. Y, para mi gusto, precioso, cuando los discípulos estaban festejando con algarabía el apaciguamiento del mar, y Él les pregunta, con una expresión indescriptible: "¿Dónde está vuestra fe?" Se puede encontrar esta película buscando en google vídeos "Película sobre Jesús de Nazaret"; es la primera que aparece con esta búsqueda, de duración, 1h: 57m:29s.
El panorama de la Iglesia no era menos halagüeño: jansenismo, divisiones entre juramentados y fieles al Papa, y un morboso etcétera; un ambiente desafectado y gélido para la fe y la vida en Cristo.
En medio de este bosquejo sombrío se hiergue imponente el Cura de Ars. Este cura torpe y sencillo pone patas arriba a toda la Iglesia de Francia. Y es que el buen cura se enteró muy bien de qué va la fiesta: Gracia de Cristo, Amor, Redención, expiación por el pecado, eficacia sacramental de la Gracia, lucha cuerpo a cuerpo contra Satanás, el poder de la Oración. Ve de forma prístina y evidente el estado enfermo del alma humana, enfermo de muerte y esclavo del pecado. Ve la gracia potentísima de Dios actúando en las almas.
Resultado: cientos de conversiones, y, con el tiempo, ejemplo canónico de vida sacerdotal para el clero.
El de Ars no puede ser moderadito ni "equilibrista", está en juego la salvación de tantas almas. No está para bromas. Le apremia el Amor de Cristo. Y el Amor duele.
Lo leeré con gran interés.
Pero ya he declarado yo, dando las razones precisas, que en este blog se van a considerar cosas que están mal “en la Iglesia” y que por eso están exigiendo urgente reforma (absentismo masivo de la Misa dominical, generalización de la anticoncepción, retrasos enormes en la reprobación de ciertos errores, etc.), pero que no se va a analizar y criticar ninguna Obra concreta, como la citada.
El ametrallador principal de mi blog no admite en modo alguno la licitud intelectual y espiritual de mi decisión. Inasequible al desaliento, sigue exigiendo que mi blog sea como él pretende. Por eso me veo en la penosa necesidad de eliminarle como comentador. Es una pena, pero.
(A ruegos de él, retiro sus anteriores comentarios).
De todas formas, me parece obvio lo que quiere hacer el padre Iraburu. Él da una descripción de cómo ve que están las cosas y luego, como se dice en alguno países del continente americano, "al que le caiga el traje, que se lo ponga". En otras palabras, señala el pecado pero no quiere dar nombres y apellidos de los que cometen más habitualmente ese pecado.
Me parece bien que existan unos principios de reflexión católicos (universales) de los que se extraen conclusiones generalmente válidas. Luego, cada cual, persona o grupo, se aplique el cuento en su estado y condición: "Ecclesia semper reformanda".
Que cada uno se examine, con paz, con serenidad, sin ponerse nervioso, sin cargar las tintas contra aquel o aquello. No olvidemos que toda reforma comienza por la "reforma vitae" del propio cristiano. Conversión de mente y corazón y reforma de estructuras van unidas.
Cebarse morbosamente contra cualquier concreto es cicatero y perfectamente inútil, no aporta nada.
Y para eso ya hay otros blogs.
pues la Virgen diría algo así como:
“Queridos hijos: Durante mucho tiempo os he estado ofreciendo mi corazón maternal y a mi Hijo. Vosotros me estáis rechazando. Estáis dejando que el pecado os inunde más y más. Estáis permitendo que os domine y que os quite el poder del discernimiento. Mis pobres hijos, mirad a vuestro alrededor y observad los signos de los tiempos. ¿Creéis que podéis caminar sin la bendición de Dios? No permitáis que la oscuridad os atrape. Desde el fondo de vuestro corazón clamad a mi Hijo. Su nombre hace desparecer incluso la más intensa oscuridad. Yo estaré con vosotros, basta con que me digais: “Aquí estamos Madre, guíanos”. Gracias. ”
Sobre lo del Opus y la polémica suscitada aquí, comprendo la actitud del P. Iraburu: denunciemos el pecado, pero no al pecador. Por mi parte, entiendo que Vd. no quiera entrar en polémicas de este tipo, plagadas de fobias y filias personales. Para ello están otros blogs, también en InfoCatólica. Aunque también ha de entender que cuando no se identifica al "enemigo" la crítica queda abstracta y pierde fuerza y efectividad.
La reforma que necesita la parte humana de la Iglesia es la conversión constante. El "buenismo" clerical procede de una visión errónea tanto de la misión de la Iglesia en el mundo, como de la importancia y el alcance del pecado original y personal en plan salvífico de Dios.
Respecto al mundo, ¡cuántas veces se nos ha dicho que "Los cristianos no podemos tener una mirada permanentemente negativa, que en todo lo humano o lo terreno vea corrupción y maldad"!
Sin embargo, esa afirmación sólo es cierta si hablamos del mundo que Dios ha creado (Gn.1:1-31, 2:1-25) y que Cristo ha venido a redimir a causa del pecado original (Gn.3:1-14) y de los pecados de todos los hombres.
Pero no es cierta cuando hablamos del mundo por el cual Cristo no reza (Jn.17:7, "ego pro eis rogo, non pro mundo rogo") porque está en malos del Maligno (1Jn.5:19, "mundus totus in maligno positus est"), tal y como San Pablo nos advierte (Rm.12:2, "nolite conformari huic saeculo") y recuerda muy seriamente (2Cor.6:14-18):
"No os mezcléis con los paganos; pues, ¿qué tiene que ver la Justicia con la injusticia, y qué tienen de común la Luz y las tinieblas? ¿Qué armonía hay entre Cristo y Belial, o qué parte tiene el fiel con el pagano? ¿Qué relación hay entre el Templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos Templos del Dios vivo. Como dijo Dios: «Habitaré y caminaré en medio de ellos, Yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo (Lev.26:12; Ez.37:27; Jer.32:38)» Por eso: «Salid y separaos de ellos -dice el Señor-; no toquéis nada impuro, y Yo os recibiré (Is.52:11; Jer.51:14); Seré para vosotros Padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso (2Sam.7:14; Is.43:6; Jer.31:9)»".
cfr. Romano Amerio: Iota Unum, puntos 2 y 4.
http://statveritas.com.ar/Libros/IOTA_UNUM.zip
Respecto al pecado ¿quién se plantea hoy en día que todo acto que no sea malo pero que no esté orientado a cumplir la voluntad de Dios es constitutivo de un pecado venial? ¿Quién lo predica?
Curiosamente, unos sacerdotes suspendidos "a divinis".
Esa afirmación supuso un aldabonazo en mi vida. Un aldabonazo que hoy me ha traído hasta aquí.
Gracias, padre Iraburu. Gracias por recordarnos que, entre tanta exégesis, hermenéutica y semiótica, y entre tanto historicismo, idealismo, y subjetivismo, tenemos la roca segura del Magisterio de la Iglesia, una, santa, católica y apostólica.
Sólo hay que mirar a nuestro alrededor a través de los ojos del Magisterio para ver cómo van las cosas.
ADVENIAT REGNVM TVVM.
Por supuesto, que la solución no es otra que el Evangelio de Jesucristo: vivirlo y transmitirlo.
No me cabe la menor duda de que, en este camino, Dios inspirará y ayudará con Su Gracia; Él siempre multiplica nuestras acciones.
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JMI.-No cabe excluir que, además de los comentarios elogiados por Arturo, también sea interesante el propio artículo.
Se habla mucho del CVII y desde posturas lefebvrianas o filolefebvrianas, de la necesidad de revisar el CVII. Sin embargo, el CVII SÍ estuvo en comunión con el Papa y no sólo con uno sino con dos. En cambio, el II Concilio de Constantinopla estuvo lleno de controversias entre el emperador Justiniano y el Papa Virgilio. ¿Dónde está la historia imparcial? ¿Dónde en honor a la Sagrada Verdad podemos leer una historia imparcial de los hechos, para que en base a ello cada uno pueda discernir si se debería revisar o no el II Concilio de Constantinopla?
¿El II Concilio de Constantinopla dirigido por el emperador Justiniano estuvo en comunión con el Papa Virgilio?
¿Fue un acierto o un error declarar a Orígenes como hereje?
“La Verdad se abre paso a sí misma por la propia fuerza de la Verdad” . El tiempo irá transcurriendo y este II Concilio de Constantinopla, algún día, la Iglesia Católica lo intentará esclarecer... ya que llega el momento, en que es evidente, que es necesario hacerlo.
Ánimo y un abrazo.
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JMI.-Que el sacerdocio está muchas veces mal es cierto. Pero el retrato que hace Ud. en el conjunto es falso. Yo conozco muchos sacerdotes muy abnegados y entregados a su ministerio con Cristo en favor de sus gentes.
Santa Pascua de Resurrección.
La Iglesia ha sido pecadora en un porcentaje más alto de lo debido,siempre,como podemos ver por el testimonio de los santos de los siglos pasados ; pero había reformadores ,y la Iglesia se ha ido renovando y reformando ,y aquí sigue desafiando a todos los siglos ; las puertas del Infierno,no prevalecerán sobre Ella.
La diferencia de éstos tiempos a aquellos del Milenio Cristiano ,antes de la Primera Guerra Mundial ,y de ser liberado el Diablo de su prisión ; es que efectivamente había pecado en una parte importante de la Iglesia ,pero no había " deformadores " de la doctrina y de la Fe de la Iglesia ; hoy día sí .
El Diablo es el primer engañado ,y se cree digno de juzgar a la Iglesia del Milenio Preliminar de la Iglesia ,como el peor periodo de la Historia de la Humanidad . Quiere destruir a la Iglesia ,desprestigiando la Doctrina y la Fe de la Iglesia ; los reformadores de la Iglesia ,lo que pretenden, a tenor de lo que usted nos dice, es la reafirmación del Depósito de la Fe y la Doctrina de la Iglesia . Los "deformadores" ,lo que pretenden ser "dentro " de la Iglesia; los tontos útiles de Satanás; son tontos ,en el mejor de los casos,que seguro los hay ; en el peor ,son los ángeles caídos ,apóstatas y colaboradores del Mal.
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