Reflexiones sobre el naturalismo metodológico en la ciencia –4
Para leer las tres primeras partes de este trabajo, pulse los siguientes enlaces:
• Parte 1
• Parte 2
• Parte 3
En este artículo analizaré el naturalismo metodológico de la ciencia desde el punto de vista teológico. Para ello me limitaré a citar y comentar brevemente tres textos del último Concilio ecuménico.
En primer lugar citaré un texto del Vaticano II sobre la justa autonomía de la realidad terrena.
“Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia.
Si por autonomía de la realidad se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es sólo que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte. Por ello, la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios. Más aún, quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está llevado, aun sin saberlo, como por la mano de Dios, quien, sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser. Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe.
Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida.” (Concilio Vaticano II, constitución Gaudium et Spes, n. 36).
Existe, pues, una legítima autonomía de la ciencia con respecto a la Iglesia, la religión y la teología, pero la ciencia no es independiente de Dios. El secularismo es un grave error tanto en política como en ciencia. La organización de la sociedad “como si Dios no existiera” ha traído consigo consecuencias muy negativas para los individuos y para la propia sociedad. Del mismo modo, hacer ciencia “como si Dios no existiera” perjudica gravemente al ser humano y a la misma ciencia.
Citaré ahora un segundo texto del Vaticano II, referido a la fe y la cultura.
“Los cristianos, en marcha hacia la ciudad celeste, deben buscar y gustar las cosas de arriba, lo cual en nada disminuye, antes por el contrario, aumenta, la importancia de la misión que les incumbe de trabajar con todos los hombres en la edificación de un mundo más humano. En realidad, el misterio de la fe cristiana ofrece a los cristianos valiosos estímulos y ayudas para cumplir con más intensidad su misión y, sobre todo, para descubrir el sentido pleno de esa actividad que sitúa a la cultura en el puesto eminente que le corresponde en la entera vocación del hombre.
El hombre, en efecto, cuando con el trabajo de sus manos o con ayuda de los recursos técnicos cultiva la tierra para que produzca frutos y llegue a ser morada digna de toda la familia humana y cuando conscientemente asume su parte en la vida de los grupos sociales, cumple personalmente el plan mismo de Dios, manifestado a la humanidad al comienzo de los tiempos, de someter la tierra y perfeccionar la creación, y al mismo tiempo se perfecciona a sí mismo; más aún, obedece al gran mandamiento de Cristo de entregarse al servicio de los hermanos.
Además, el hombre, cuando se entrega a las diferentes disciplinas de la filosofía, la historia, las matemáticas y las ciencias naturales y se dedica a las artes, puede contribuir sobremanera a que la familia humana se eleve a los conceptos más altos de la verdad, el bien y la belleza y al juicio del valor universal, y así sea iluminada mejor por la maravillosa Sabiduría, que desde siempre estaba con Dios disponiendo todas las cosas con Él, jugando en el orbe de la tierra y encontrando sus delicias en estar entre los hijos de los hombres.
Con todo lo cual es espíritu humano, más libre de la esclavitud de las cosas, puede ser elevado con mayor facilidad al culto mismo y a la contemplación del Creador. Más todavía, con el impulso de la gracia se dispone a reconocer al Verbo de Dios, que antes de hacerse carne para salvarlo todo y recapitular todo en Él, estaba en el mundo como luz verdadera que ilumina a todo hombre (Io 1,9).
Es cierto que el progreso actual de las ciencias y de la técnica, las cuales, debido a su método, no pueden penetrar hasta las íntimas esencias de las cosas, puede favorecer cierto fenomenismo y agnosticismo cuando el método de investigación usado por estas disciplinas se considera sin razón como la regla suprema para hallar toda la verdad. Es más, hay el peligro de que el hombre, confiado con exceso en los inventos actuales, crea que se basta a sí mismo y deje de buscar ya cosas más altas.
Sin embargo, estas lamentables consecuencias no son efectos necesarios de la cultura contemporánea ni deben hacernos caer en la tentación de no reconocer los valores positivos de ésta. Entre tales valores se cuentan: el estudio de las ciencias y la exacta fidelidad a la verdad en las investigaciones científicas, la necesidad de trabajar conjuntamente en equipos técnicos, el sentido de la solidaridad internacional, la conciencia cada vez más intensa de la responsabilidad de los peritos para la ayuda y la protección de los hombres, la voluntad de lograr condiciones de vida más aceptables para todos, singularmente para los que padecen privación de responsabilidad o indigencia cultural. Todo lo cual puede aportar alguna preparación para recibir el mensaje del Evangelio, la cual puede ser informada con la caridad divina por Aquel que vino a salvar el mundo.” (Concilio Vaticano II, constitución Gaudium et Spes, n. 57).
El Concilio, pues, en el quinto párrafo de este texto, rechaza la ideología cientificista o positivista.
Por último citaré un tercer texto del Vaticano II, que se refiere a la necesidad de armonizar diferentes valores en el seno de las culturas.
“Por las razones expuestas, la Iglesia recuerda a todos que la cultura debe estar subordinada a la perfección integral de la persona humana, al bien de la comunidad y de la sociedad humana entera. Por lo cual es preciso cultivar el espíritu de tal manera que se promueva la capacidad de admiración, de intuición, de contemplación y de formarse un juicio personal, así como el poder cultivar el sentido religioso, moral y social.
Porque la cultura, por dimanar inmediatamente de la naturaleza racional y social del hombre, tiene siempre necesidad de una justa libertad para desarrollarse y de una legítima autonomía en el obrar según sus propios principios. Tiene, por tanto, derecho al respeto y goza de una cierta inviolabilidad, quedando evidentemente a salvo los derechos de la persona y de la sociedad, particular o mundial, dentro de los límites del bien común.
El sagrado Sínodo, recordando lo que enseñó el Concilio Vaticano I, declara que “existen dos órdenes de conocimiento” distintos, el de la fe y el de la razón; y que la Iglesia no prohíbe que “las artes y las disciplinas humanas gocen de sus propios principios y de su propio método…, cada una en su propio campo", por lo cual, “reconociendo esta justa libertad", la Iglesia afirma la autonomía legítima de la cultura humana, y especialmente la de las ciencias.
Todo esto pide también que el hombre, salvados el orden moral y la común utilidad, pueda investigar libremente la verdad y manifestar y propagar su opinión, lo mismo que practicar cualquier ocupación, y, por último, que se le informe verazmente acerca de los sucesos públicos.
A la autoridad pública compete no el determinar el carácter propio de cada cultura, sino el fomentar las condiciones y los medios para promover la vida cultural entre todos aun dentro de las minorías de alguna nación. Por ello hay que insistir sobre todo en que la cultura, apartada de su propio fin, no sea forzada a servir al poder político o económico.” (Concilio Vaticano II, constitución Gaudium et Spes, n. 59).
A mi juicio, esta doctrina del Concilio sobre la justa autonomía de la ciencia armoniza bien con las consideraciones hechas en el segundo artículo de esta serie sobre las diversas formas legítimas y convenientes de influencia de la fe del científico cristiano sobre su actividad científica. (Continuará).
Daniel Iglesias Grèzes
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15 comentarios
PD:Casi lo olvido, me inscribi a "Fe y Razon"(hace poco me llego la primera y me gusto leerla), y me gustaria saber cada cuanto llega la "revista".
Saludos.
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DIG: Gracias, Franco. La revista "Fe y Razón" se publica generalmente dos veces por mes.
La doctrina contraria al naturalismo metafísico consiste en sostener que en nuestro mundo ocurren o pueden ocurrir hechos sobrenaturales.
Toda la serie está encaminada a desbancar el pensamiento de que no existen sucesos sobrenaturales.
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DIG: No. Partiendo de la base de que el naturalismo metafísico es falso, toda la serie está encaminada a desbancar el pensamiento de que el científico creyente debe practicar el naturalismo metodológico en sentido estricto, es decir, hacer ciencia "como si Dios no existiera".
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Le pregunto: ¿Puede usted demostrar la sobrenaturalidad de un sólo suceso? ¿Puede usted demostrar que un evento ha sido milagroso?
Porque si no lo puede hacer, ¿por qué criticar a los que no creen que estos sucedan?
Espero con ansia su respuesta.
Espero con ansia tu respuesta.
En el segundo caso, es claro que no se puede, la filosofía nos lleva a reconocer la existencia de Dios.
En el primer caso, ¿se refiere a las creencias personales del científico, o a su modo de practicar su disciplina científica particular?
Lo primero sería obviamente absurdo, el científico es libre de creer lo que quiera y no por eso va a ser menos científico.
En cuanto a lo segundo, ¿se refiere a que como científico particular debe buscar solamente explicaciones naturales de las cosas, dejando lo metafísico a la filosofía, y que sólo va a encontrar, efectivamente, explicaciones naturales, cuando sean válidas, y que en todo caso la forma de evitar el “naturalismo” no es proponer explicaciones sobrenaturales o metafísicas, sino reconocer que su disciplina no puede explicar ciertas cosas?
En ese caso, me parece que la expresión, así interpretada, es válida, y no es ningún “naturalismo” reprochable para un creyente.
El “naturalismo” reprochable aquí sería proponer explicaciones naturales cuando ya se ha salido del plano de lo explicable naturalmente.
Por ejemplo, explicar la vida por la síntesis de sustancias químicas en última instancia inorgánicas.
Eso pasa cuando “no se ven” los límites filosóficos de los temas precisamente porque no se está habituado a la mirada filosófica, que es desde el punto de vista del “ente” como tal.
Por el contrario, rechazar ese dicho, ¿significa que se acepta la posibilidad de que la ciencia particular como tal demuestre algo de orden metafísico o sobrenatural?
En ese caso, entiendo que esa forma de rechazar el dicho en cuestión es infundada y que lleva a mezlcar indebidamente el campo de las ciencias particulares o “experimentales” (aunque las matemáticas no son experimentales) con el de la filosofía o peor aún, con el de la teología.
Saludos cordiales.
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DIG: Muchas gracias, Néstor. Pienso que el sentido de la expresión "hacer ciencia como si Dios no existiera" queda claro en el contexto de toda la serie de artículos. En el segundo artículo enumero una lista (muy probablemente incompleta) de formas legítimas y convenientes de influencia de la fe cristiana en el científico cristiano. "Hacer ciencia como si Dios no existiera" significa rechazar o evitar todas y cada una de esas formas de influencia.
En cuanto al punto central (el núcleo estrictamente científico de la actividad del científico) me parece que "hacer ciencia como si Dios no existiera" es confundir un acto de abstracción (considerar sólo las causas segundas, abstrayéndolas, por método, de la Causa Primera) con una declaración de independencia (Dios como hipótesis innecesaria).
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DIG: Aunque este comentario está fuera de tema, no resisto la tentación de citar como réplica un cuento de mi amigo Néstor: "Dragones e incrédulos"
Y eso no implica necesariamente la independencia de lo creado respecto del Creador.
Veamos:
“Proceder en la ciencia como si Dios no existiera”, O se refiere, como decía, a la ciencia filosófica, o a las ciencias particulares. En el segundo caso, o se refiere a las convicciones personales del científico, o a su modo de realizar la investigación científica.
En el último caso, o se refiere a la necesidad de no dar explicaciones naturales allí donde éstas no son pertinentes, y por tanto no dar ninguna explicación, con ese método, o se refiere a la necesidad de darlas siempre y para todo.
En efecto, una forma de hacer “como si Dios no existiera” es no planteando ni resolviendo problemas que vayan más allá de la capacidad explicativa de las causas naturales.
Eso, a su vez, o se adopta como criterio científico general e invariable, y entonces de nuevo estamos en el naturalismo erróneo, filosófico e injustificable, o se reconoce solamente como propio del método de un cierto tipo de ciencia, por ejemplo, la ciencia particular experimental, y entonces no tiene nada de reprochable.
En efecto, de hecho el método experimental practica esto en forma automática, porque la acción divina no puede ser verificada sensiblemente, y entonces, desde el vamos el científico experimental está renunciando a plantear y resolver cuestiones metafísicas o teológicas, y en ese sentido, está actuando “como si Dios no existiera”, y sin embargo, no se lo puede acusar por ello de ningún naturalismo indebido.
El que sí practicaría un naturalismo indebido sería el que entendiese el dicho “como si Dios no existiese” en el sentido de que se debe dar una explicación natural absolutamente a todo.
Por ejemplo, el atomismo de Demócrito es una postura así: los átomos en Demócrito son las últimas causas de todo, lo suyo es una auténtica filosofía, falsa por cierto.
Es cierto que los átomos de Demócrito no son causas sensibles, al menos para nosotros, sino inteligibles, pero son naturales, como también es natural la forma sustancial aristotélica, que tampoco es sensible (y es en si misma, absolutamente, que no lo es), sino inteligible.
En ese sentido, el método experimental moderno renuncia a la vez a lo sobrenatural y a lo natural puramente inteligible; su prescindencia de la metafísica se extiende no solamente a lo trascendente, sino también a lo inmanente inteligible.
Por eso mismo no cae en el naturalismo indebido de Demócrito, porque de entrada, por la naturaleza del método que adopta, renuncia a pronunciarse sobre las causas últimas, sean trascendentes o inmanentes, es decir, absolutamente últimas (que sólo lo es Dios) o sólo últimas en un sentido relativo, en un ámbito dado, por ejemplo, el viviente considerado en cuanto a sus últimos componentes intrínsecos.
Si el científico que practica el método experimental de las ciencias particulares atraviesa esa línea y pretende dar carácter de explicación última, inmanente o trascendente, a sus hipótesis, en ese mismo acto deja de actuar como científico particular experimental y se convierte en filósofo.
Recién ahí se lo puede acusar de un naturalismo indebido.
Saludos cordiales.
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DIG: Dios no es una hipótesis innecesaria para la ciencia, sino la condición de posibilidad de la existencia de la ciencia, del científico y de la realidad estudiada por la ciencia. Que esto no pueda ser descubierto utilizando exclusivamente el método científico no quita que sea una verdad absoluta, válida también para el científico no creyente.
La ciencia no busca explicaciones naturalistas sino explicaciones naturales a los fenómenos que entran dentro de su ámbito de competencia. La ciencia no debe practicarse como si Dios no existiera, porque esto implicaría aceptar, aunque sea metodológicamente, el falso análisis de la realidad del naturalismo filosófico.
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DIG: Creo que ya respondí tu pregunta aquí, indicando nueve formas legítimas de influencia de la fe en la actividad del científico creyente.
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No puede tratarse de que esas ciencias deban partir de la hipótesis de que Dios existe.
Se dirá que tampoco deben partir de la hipótesis de que Dios no existe. Perfecto.
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DIG: Pero entonces describir la actitud científica correcta con la expresión "como si Dios no existiera" es sesgada; prejuzga incorrectamente la cuestión en un sentido favorable al naturalismo.
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Entonces esas ciencias deben prescindir y de hecho prescinden de ese tema. En ese sentido, esa hipótesis no les es necesaria.
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DIG: Pero prescindir de la teología en un contexto determinado no equivale a actuar como si la teología fuera falsa.
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Eso no quiere decir que les sea necesaria la hipótesis atea, ni siquiera la hipótesis agnóstica. Quiere decir que no les es necesaria ninguna hipótesis sobre ese tema, porque cae fuera de su objeto, y por tanto, de su método, que depende todo él de su objeto.
En ese sentido actúan "como si Dios no existiera", simplemente porque no toman ese tema en consideración.
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DIG: También un científico creyente, conservando siempre su fe, puede hacer verdadera ciencia; no la hace "como si Dios no existiera" (entre otras cosas porque Dios no puede no existir), sino "como si Dios existiera y hubiera creado un mundo en el que la ciencia tiene una justa autonomía, no independencia, de la religión".
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Hay que distinguir el aspecto subjetivo y el aspecto objetivo de la ciencia. El primero es la relación de la ciencia con el científico, el segundo, la relación de la ciencia con el objeto estudiado.
Es este segundo aspecto el fundamental, no el primero.
Desde este segundo aspecto, ninguna ciencia conoce nada que quede por fuera de su objeto de estudio, por definición.
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DIG: Es el científico el que conoce. La ciencia es conocida, no cognoscente.
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En la aritmética, por ejemplo, no hay movimiento ni causalidad, ni vida, etc.
Esta "abstracción" no es optativa, es constitutiva del método mismo de una ciencia determinada, que a su vez viene determinado por el objeto de esa ciencia.
Se puede cambiar de ciencia y de objeto, pero no se puede cambiar el objeto de una ciencia, porque es justamente lo que la define.
Lo único que relaciona entre sí a todas las ciencias particulares, por el lado de su objeto, es justamente la ciencia filosófica, precisamente porque no es particular.
Todas las ciencias dependen, además de sus principios propios, también de los primeros principios comunes y universales que estudia la ciencia filosófica.
Por eso un ateo puede hacer un descubrimiento científico importante.
Obviamente que la misma existencia del ateo, de su investigación y de su descubrimiento depende a cada instante de Dios, y obviamente también que el ateo puede profesar el naturalismo filosófico, y sin embargo, obviamente también que eso no tiene porqué afectar la calidad científica de su descubrimiento, aunque sin duda va a lastrar la interpretación filosófica que haga del mismo.
¿Cuántas leyes científicas se conocen gracias a la actividad de personas que no creían en Dios y que actuaban en ciencia y en la vida en general "como si Dios no existiera"?
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DIG: Pero ese ateísmo o agnosticismo suyo, como tú mismo admites, no es constitutivo de la ciencia, ni favorece la verdadera ciencia. "Como si Dios no existiera" no es pues una descripción correcta del método científico.
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El matemático Cauchy era un católico riguroso, pero seguramente que si hubiese sido ateo las cuentas le habrían dado el mismo resultado. No hay teoremas para creyentes o para ateos.
Se supone que una teoría científica tiene que poder demostrarse con independencia de las creencias religiosas y filosóficas del que las expone o de los que lo escuchan.
Nos agrada que la teoría del Big Bang apunte al menos en la dirección del creacionismo, pero no nos gustaría que nos dijesen que es una teoría válida sólo para creyentes.
Al contrario, la fuerza del argumento apologético en ese caso está en que precisamente la teoría es independiente de la fe o no fe del que la estudia.
Saludos cordiales
Aún sin estar totalmente en su misma línea, por razones obvias dado mi ateísmo, me parece más acertada la exposición de Néstor que la tuya.
Las "verdades absolutas" filosóficas, suelen ser de escaso o nulo valor para la ciencia experimental y no pueden condicionar el análisis de los datos, ni modificar los resultados obtenidos.
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DIG: Estimado Renzo: Creo que he respondido tu pregunta en el segundo artículo de esta serie, indicando nueve formas de influencia legítima de la fe en la actividad del científico creyente.
En cuanto a mi discusión con Néstor, creo que se trata en el fondo de distintas formas de expresar una misma idea: la justa autonomía de la ciencia, que no es compatible ni con el integrismo ni con el secularismo.
Entre esas creencias:
1-Creencia en un Dios personal creador y providente, del mundo como obra racional de la sabiduría divina (por tanto, cognoscible por poseer una racionalidad interna),
2-Creencia en el hombre como imagen y semejanza de Dios (capaz, por tanto, de conocer el mundo).
3-Creencia en el carácter contingente del mundo externo a nosotros mismos (que debe ser estudiado, por tanto, mediante investigaciones experimentales y no sólo por meros razonamientos) y al que hace referencia el mandato divino de conocer y dominar la naturaleza.
Históricamente, estas creencias dieron una base en la cual tenía sentido la empresa científica, y el testimonio de los grandes pioneros de la nueva ciencia corrobora la importancia que ejercieron de hecho.
Y en esa complementariedad entre la fe y la razón,la reflexión filosófica, a partir de una conjunción de presupuestos generales, puede tomar los resultados de la ciencia, y darles una última interpretación, también una valoración última.
Como es evidente por tu insólita respuesta, no puedes.
Y si no puedes, es que reconoces que hay cosas que pudiendo suceder, no son demostrables científicamente.
Como los milagros. Y agrego yo: entre muchas otras.
Entonces tu pregunta anterior dirigida a Daniel:
"¿Puede usted demostrar que un evento ha sido milagroso?", resulta manifiestamente absurda. No se puede exigir demostración científica a sucesos que no responden a las leyes de la Naturaleza, sólo de las cuales entienden las ciencias particulares.
Las ciencias particulares podrán a lo sumo (y es muy poco) demostrar que tal suceso no se explica según las leyes de la Naturaleza. Y punto.
¿Sencillo, no?
". El principio racional naturalista es inexorable: todo lo que se afirme por encima o por fuera de las leyes naturales no ha existido, «no pudo ser». "
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Es evidente que Asd acepta este principio. Pero los principios son indemostrables, por eso Asd ni lo intenta. Bien hecho.
Veamos pues el principio: ¿qué se puede decir de él?
Lo primero que salta es que si se propone como "inexorable" (saltándose la duda cartesiana olímpicamente) estamos ante un equivalente del dogma religioso. Algo muy poco "científico", empezamos mal.
En segundo lugar podemos decir que es perfectamete válido afirmar la contraria: "Es posible que existan hechos que escapen a las leyes naturales por nosotros conocidas".
(Y aclaro: más o menos conocidas. La Ley de la Gravedad, por dar un caso grueso, se acata por experiencia pero no se conoce su causa).
Un científico cabal puede desarrollar perfectamente su labor investigativa aceptando esta contraria. Y entiendo que la desarrollará mejor, porque abrirse a realidades desconocidas es una posición más científica que aferrarse a un "inexorable" dogmatismo reductor y arbitrario.
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DIG: El dogma cristiano no es "dogmático" en el sentido peyorativo que se ha difundido mucho en el lenguaje corriente. No es un postulado arbitrario, sino una afirmación fundada en la Palabra de Dios, el Ser Perfectísimo, que no puede engañarse ni engañarnos. Creer en el contenido de la Divina Revelación es una acción perfectamente razonable.
Sin duda, la expresión “como si Dios no existiera” es odiosa. Pero seguramente que no se trata solamente de discutir una expresión.
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DIG: La discusión terminológica no es trivial, porque esa expresión no sólo es odiosa, sino también engañosa. "Si Dios no existiera" es una condición imposible, como "si los círculos fueran cuadrados". Pero además si, razonando por el absurdo, la aceptáramos, tendríamos que decir que si Dios no existiera, tampoco existiría el mundo. O bien, aceptando un segundo absurdo, tendríamos que decir que si Dios existiera y aun así existiera el mundo, no podría ser un mundo gobernado por leyes racionales, "descubribles" por seres racionales como nosotros. Es decir, no existiría la ciencia. La regla fundamental del método científico no puede ser la negación (ni siquiera metodológica) de la primera condición de posibilidad de la ciencia misma.
También es engañoso decir, como se dice a veces, que la tarea de la ciencia es buscar explicaciones "naturalistas". La ciencia busca explicaciones naturales, no naturalistas. Por eso mismo su método no puede (al menos no sin grave riesgo de confusión y manipulación) ser llamado "naturalismo" metodológico. En último análisis, sólo la hipótesis monoteísta (y no la naturalista) es compatible con todos los datos de la realidad estudiada por la ciencia. Me dirás que eso sólo lo descubren la filosofía y la teología, no la ciencia misma. Concuerdo, pero no por eso deja de ser verdad que, en realidad, el método científico no sigue la regla "como si Dios no existiera" (tomándola en sentido estricto), sino la regla "como si Dios existiera y hubiera creado un mundo gobernado por leyes racionales, y seres racionales capaces de descubrirlas".
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Hay un naturalismo filosófico que es obviamente rechazable y que dice que no hay más causas ni explicaciones que las naturales, simplemente hablando.
¿Qué pasa con el naturalismo metodológico? ¿Qué puede querer decir, sacando la odiosa frase? Que una ciencia particular (sería inaceptable en filosofía, pero estamos hablando de ciencias particulares) no puede buscar ni encontrar otras causas que las naturales.
Y eso es así. Podemos quitar también la palabra "naturalismo", que tiene resonancias negativas, pero trascender la experiencia es ir hacia las causas últimas, y es entrar por tanto en terreno filosófico.
A fortiori, trascender lo natural es ir hacia lo sobrenatural, y entrar en terreno teológico.
La distinción entre la ciencia y el científico es importante. Pero si queremos aclarar las cosas, necesariamente tenemos que hacer hincapié en la ciencia, no en el científico, en el cual se da todo junto y revuelto.
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DIG: No necesariamente demasiado revuelto. Un científico creyente puede ser buen científico, buen filósofo y buen teólogo, distinguiendo y coordinando adecuadamente esos tres órdenes de conocimiento. Y eso no lo puede hacer un científico no creyente.
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Y la ciencia se define por su objeto.
Tampoco es cierto que la ciencia sea solamente lo conocido. Además de ese sentido objetivo, la palabra también un sentido subjetivo, es una actividad cognoscitiva, y también es la capacidad de esa actividad, es decir, la virtud intelectual que capacita al intelecto para conocer científicamente.
El método de la ciencia, por ejemplo, pertenece más a la parte subjetiva que a la objetiva, aunque viene dictado por el objeto a estudiar.
El científico, entonces, conoce, pero lo hace mediante la ciencia, mediante una virtud intelectual que en cada caso, en cada ciencia distinta, tiene exigencias y características propias, que derivan del objeto de esa ciencia, de las que no tienen porqué formar parte las convicciones del científico que no tienen que ver con ese objeto.
Es cierto que “per accidens” la ciencia puede ser beneficiada por la fe, porque el sujeto que hace ciencia puede verse ayudado por sus convicciones religiosas, en un plano extrínseco a la ciencia particular como tal.
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DIG: Bien, pero ese "per accidens" puede cubrir la saludable influencia de la fe cristiana en muchas cosas enormemente importantes para la ciencia, como lo detallé en el segundo artículo: "confianza en la ciencia", vocación científica, elección de temas de estudio, intuiciones previas, formulación de hipótesis, epistemología, ética de la ciencia teórica, ética de la ciencia aplicada en la técnica, reflexión filosófica a partir de los datos de la ciencia.
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Así como la fe cristiana también ayuda al filósofo desde fuera de la filosofía como tal, por el hecho de estar presente en la mente del sujeto filosofante y guiarlo a él, al sujeto, en la realización de una actividad filosófica que sin embargo en sí misma, en sus objetos, en su método, en sus argumentaciones, permanece dependiente de la sola razón.
Pero hablando de la ciencia y el conocimiento “per se”, si el matemático católico no puede poner su fe entre paréntesis, eso le sucede en cuanto católico, no en cuanto matemático.
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DIG: Creo que hay que subrayar con igual energía que tampoco en cuanto matemático se ve obligado a "poner su fe entre paréntesis". No hay nada en la matemática que implique ni que favorezca el naturalismo en ninguna de sus formas (ateísmo, agnosticismo, etc.); y la fe cristiana no es ningún obstáculo para el correcto desarrollo de la labor de un matemático.
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Desde este último punto de vista su fe es indiferente, no hay teoremas católicos ni demostraciones católicas ni axiomas católicos.
Y si el matemático es ateo, eso tampoco lo perjudica, en cuanto matemático, “per se”, aunque pueda hacerlo accidentalmente, en la medida en que su ateísmo le impida pensar en ciertos ámbitos del ser y en ese sentido disminuya, por ejemplo, la versatilidad de su inteligencia o su riqueza de puntos de vista, etc.
Efectivamente, el materialista tiene necesariamente una visión más estrecha de la realidad que el creyente, porque debe limitarse a un solo tipo de ente, el ente material, mientras que para el creyente existen tanto el ente material como el inmaterial.
Una visión monista como es la materialista reduce todo a un único tipo de realidad, la materia, mientras que el creacionismo parte de la dualidad del Creador y la creatura, y luego, en la creatura misma distingue las puramente espirituales, las puramente materiales, la que es a la vez espiritual y material, el hombre, los vivientes irracionales, los vegetales, los inanimados, todos esencialmente distintos entre sí porque su factor determinante no es la materia sino la forma sustancial.
Como dijera Hamlet: “Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, que las que se sueñan en tu filosofía”.
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DIG: Concuerdo plenamente. Hablar del "naturalismo metodológico" de la ciencia es muy peligroso porque favorece indebidamente al naturalismo, que es una doctrina que cierra la mente a aspectos fundamentales de la realidad, perjudicando así gravemente al científico, en los mismos nueve terrenos en que la fe cristiana lo beneficia.
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Hay que evitar el naturalismo, pero también hay que evitar el fideísmo que llevaría a una intromisión indebida de la fe religiosa en el objeto o en el método de una ciencia particular como tal.
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DIG: Sí, pero ninguna de las nueve formas de influencia de la fe en la actividad científica que enumeré antes es una intromisión indebida; al menos no en principio (en abstracto).
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La ciencia conduce a Dios, no ante todo porque el cristiano deba ser siempre mejor científico, o porque las ciencias particulares puedan descubrir algo acerca de Dios, sino ante todo porque la Creación como tal apunta al Creador ante la mirada filosófica, y toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo.
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DIG: El cristiano no es siempre mejor científico, pero la fe cristiana ayuda al cristiano a desempeñarse mejor en todos los ámbitos, también en el ámbito científico. Con dos alas se vuela mejor hacia la verdad plena que con una sola.
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Saludos cordiales.
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DIG: Néstor, muchas gracias por tus aportes, que han enriquecido esta discusión.
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DIG: La ciencia llega hasta donde alcanza su capacidad. En el caso del milagro, como bien dices, hasta una conclusión negativa: la falta de explicación científica del fenómeno. Pero, como el cientificismo no es ciencia, sino una falsa filosofía, no es verdad que no podamos conocer nada fuera del método científico. Entonces el creyente (y tanto más la Iglesia), partiendo del dictamen científico, y utilizando otro orden de conocimiento, puede en ciertos casos concluir correctamente y con certeza que se trata de un milagro.
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En cuanto al tema de la actitud del científlico en relación con sus creencias o la existencia o no de Dios y la mala influencia de un secularismo científico en la sociedad tengo que decir que se están mezclando términos. A la ciencia le es indiferente la existencia de Dios en las investigaciónes de la física, matemática, biología, informática, geología etc... Creo que el tema, no nos engañemos, es sólo importante en relación con la bioética y la medicina que es donde la ciencia puede de una manera práctica colisionar con las enseñanzas morales de la Iglesia. En investigación básica no hay conflicto alguno a no ser aquel que Juan Pablo II produjo en la mente de Stephen Hawking cuando en un congreso en el Vaticano el Papa aconsejó a los cosmólogos dejar tranquilo el tema del Big Bang porque aquello fue la acción directa de Dios y eso no podía ser objeto de estudio. Menuda metedura de pata. Oiga, ¿y si al final resulta que la cosmologia demostrara, como están intentando hacer últimamente (desde mi punto de vista sin éxito) que el Universo no fue creado? ¿Qué pasaría si la ciencia demostrara que las leyes físicas y biológicas fueran finalmente no deterministas y, por tanto, imposibles de gobernar por nadie?
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DIG: Desgraciadamente S. Hawking (consciente o inconscientemente) tergiversó el discurso del Papa Juan Pablo II. Mi amigo Néstor Martínez, también bloguero de InfoCatólica, comentó magníficamente ese episodio en su artículo "Lo que el Papa le dijo a Hawking"
En cuanto a las "leyes no deterministas", no sé exactamente qué es lo que quieres decir con esa expresión. Supongo que no imaginarás que cada partícula subatómica decide por sí misma hacia dónde moverse y con qué velocidad.
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