InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Categoría: Importado

2.04.09

Juan Pablo II, cuarto aniversario

Ya en la inminencia de la Semana Santa recordamos hoy, día 2 de abril, el fallecimiento del Papa Juan Pablo II. Casi al finalizar la Cuaresma, la Iglesia de dirige a Dios pidiendo que “mire con amor a los que han puesto su esperanza en su misericordia”. El Papa Juan Pablo II se ha apoyado, constantemente, en la misericordia de Dios. En una anotación de su testamento espiritual datada en el año 2000, escribía: “Espero también que, mientras pueda cumplir el servicio petrino en la Iglesia, la misericordia de Dios me dé las fuerzas necesarias para este servicio”. Cuando, con conciencia de deber y de agradecimiento, cumplimos lo que el Papa pedía en su testamento: “Tras la muerte, pido santas misas y oraciones”, lo hacemos con la dulce certeza de que Dios “mira con amor” a su siervo Juan Pablo II. La mirada de Dios nos sostiene aquí en la tierra y nos acompaña, después del paso de la muerte, en la vida eterna.

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28.03.09

El grano de trigo

La imagen del grano de trigo que cae en tierra y muere y, así, da mucho fruto, nos ayuda a comprender el sentido de la muerte de Jesús como principio de vida para los creyentes. La fecundidad de esta muerte tiene una relevancia universal: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32).

Nadie puede quedarse al margen de esta atracción suave que causa el Corazón traspasado de Cristo: “La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por él. Sin embargo, aceptar su amor no es suficiente. Hay que corresponder a ese amor y luego comprometerse a comunicarlo a los demás: Cristo «me atrae hacia sí» para unirse a mí, a fin de que aprenda a amar a los hermanos con su mismo amor” (Benedicto XVI).

En la proximidad de la Semana Santa, que actualiza la Pasión y la Glorificación de Cristo, debemos dejarnos atraer por Él. Contemplaremos, en el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, esa dinámica de humillación y exaltación que caracteriza la Pascua: “Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo” (cf Flp 2,6-11).

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26.03.09

Acabo de recibirlo por e-mail: Una nueva tormenta mediática contra el Papa

No sé quién es el autor. Así como lo he recibido, por e-mail, así lo cuelgo en el blog. Está en italiano, pero creo que se entiende perfectamente. Algo falla, de todos modos, en la gestión de la información de la Santa Sede:

Una nuova tempesta mediatica contro il Papa

Di ritorno dall’Africa, appena atterrato a Roma in un pomeriggio soleggiato, il Papa avrebbe esclamato con i giornalisti: “Che bel tempo, oggi!”.

Questa frase imprudente ha sollevato nel mondo emozione e perplessità e sta alimentando una polemica crescente. Riportiamo alcune delle reazioni più significative.

L’arcivescovo di Salisburgo: “Ribadiamo la piena fedeltà della Chiesa austriaca al Pontefice e ci stringiamo a lui. Ma è spontaneo chiedersi se per caso egli non voglia far regredire la Chiesa ad una setta animista di adoratori del sole. Dopo tale frase, il numero di persone che chiedono la cancellazione dai registri fiscali per il sostegno alla Chiesa cattolica è considerevolmente aumentato”.

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25.03.09

El Papa, el SIDA, los preservativos

Asistimos a la enésima polémica con ocasión de palabras pronunciadas por el Papa. No se explica que en un mundo tan laico y autónomo los oídos de tanta gente, y de tantos medios, estén siempre ávidos de dar cobertura y de debatir las afirmaciones del “Siervo de los siervos de Dios”, el humilde Obispo de Roma, Sucesor de Pedro y Pastor de la Iglesia Universal. Se entiende que la palabra del Papa tenga repercusión en los católicos o, incluso, en las gentes de buena fe que reconocen que la Iglesia es maestra en humanidad. Se entiende menos la obsesión - ¿enfermiza? – de quienes, renegando del Papa y de la Iglesia, dedican tantas horas de su tiempo a atacarlo o a combatirlo. Máxime si consideramos que el Papa no tiene un ejército a su disposición que sea capaz de imponer, por vía de coacción, la moral pura que se deriva del Evangelio, y hasta de la recta razón del hombre.

El pasado martes, 17 de marzo, de camino a África, le preguntaron al Papa sobre la eficacia de la lucha de la Iglesia contra el SIDA; una eficacia puesta en duda por algunas personas. Y el Papa contestó que “la realidad más eficiente, más presente en el frente de la lucha contra el SIDA es precisamente la Iglesia Católica”. Y puso algunos ejemplos bien concretos: Los esfuerzos de la Comunidad de San Egidio, de los Camilos, o de tantas religiosas que se dedican al servicio de los enfermos.

Señaló Benedicto XVI que el problema del SIDA “no se puede superar sólo con dinero, aunque éste sea necesario”. Asimismo, y en una formulación gramaticalmente condicional (del tipo: “Si X, entonces Y”), añadió: “Si no hay alma, si los africanos no ayudan (comprometiendo la responsabilidad personal), no se puede solucionar este flagelo distribuyendo preservativos; al contrario, aumentan el problema”. Es decir - interpreto yo - no basta con distribuir preservativos - sin entrar en una valoración moral sobre su uso - , sino que hace falta algo más que eso.

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24.03.09

La Semana Santa y el derecho a la vida

“Toda amenaza a la dignidad y a la vida del hombre repercute en el corazón mismo de la Iglesia, afecta al núcleo de su fe”, escribió el Papa Juan Pablo II en la encíclica “Evangelium vitae”. Es decir, la cuestión de la defensa de la vida humana no es en absoluto una cuestión meramente “política” – con minúscula - , procedimental, opinable, sujeta al vaivén de los partidos, de los votos y de las mayorías. No es, tampoco, una cuestión extraña a la ética. Ni mucho menos ajena al núcleo de la fe católica: “El Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús”, decía también Juan Pablo II.

Celebrar la Semana Santa equivale a revivir, a hacer presente de nuevo, la fuerza salvadora de los acontecimientos centrales que fundamentan la fe cristiana: la Pasión, la Muerte y la gloriosa Resurrección de Jesucristo. No se trata, en esencia, de pasear unas imágenes por las calles de nuestras ciudades. El drama de la Semana Santa es el drama de la muerte del Inocente, de Aquel que enmudece ante las acusaciones injustas de los poderosos, de Aquel que carga sobre sí nuestras culpas, nuestros pecados y que, aparentemente derrotado en la Cruz, vence, con un amor que sólo puede ser divino, nuestras miserias y nuestras cobardías. Privar a la Semana Santa de su fondo – el desbordamiento del amor de Dios – para quedarse en la mera forma, en el puro ritual de los pasos, en la cadencia procesional de unos costaleros, en la vistosidad de unas tallas, suena a idolatría. La magnificiencia externa de las procesiones es merecedora de todo respeto si es expresión y símbolo de un contenido; sin eso, se convierte en puro teatro, en farsa, en pasatiempo.

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