InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: 2014

25.01.14

El Reino de Dios no tiene precio

Homilía para el Domingo III del Tiempo Ordinario

La Iglesia es la reunión de los hombres en torno a Jesucristo, el Hijo de Dios (cf Catecismo 541). Él es la “luz grande” que brilla en medio de las sombras de muerte (cf Is 8,23-9,3; Mt 4,12-17). Las tinieblas simbolizan el error y la impiedad, la ignorancia y la confusión; en definitiva, el desconocimiento de Dios. En medio de esa oscuridad, resplandece Cristo, que quiere dar comienzo a su Iglesia mediante su predicación y la llamada a los primeros apóstoles.

Galilea, una tierra devastada y maltratada en tiempos del profeta Isaías, colonizada por poblaciones extranjeras, va a ser el escenario escogido por Dios para el inicio del ministerio de Jesús. Interpretando alegóricamente la Sagrada Escritura, algunos comentaristas medievales, como Rábano Mauro, ven en Galilea una figura de la Iglesia, “donde se verifica el tránsito de los vicios a las virtudes”, de la falsedad a la rectitud.

Allí el Señor empezó a predicar: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos”. La exhortación a la penitencia va unida al anuncio de un gran bien, la felicidad del Reino de Dios. La palabra de Cristo convoca a los hombres. En realidad, Él en persona es la Palabra “que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Benedicto XVI). En sus palabras humanas se expresa Aquel que es la Palabra divina.

Con la autoridad de su palabra, llama a los apóstoles: A Pedro y a Andrés, a Santiago y a Juan. Forma así una comunidad reunida alrededor de Él. En este caso no son los discípulos quienes eligen al maestro, sino que es el Maestro quien elige a los discípulos: “Venid y seguidme”. La llamada los vincula a su persona y les exige una decisión radical: dejarlo todo; es decir, poner en segundo plano lo que no puede ocupar el lugar de Dios.

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23.01.14

La Iglesia no impone nada

Ni la Iglesia, como institución, ni los católicos, como tales, podemos imponer nada a nadie. Y menos al Estado. Las leyes se elaboran en el Parlamento y obedecen a la “lógica” de las mayorías. Lo que hoy está prohibido, mañana, si hay una mayoría favorable, estará permitido. O viceversa. Y lo prohibido o permitido puede ser cualquier cosa: el aborto, la pena de muerte, la discriminación racial… La historia da pruebas de ello.

Pero el Estado no es Dios. Y es conveniente recordarlo. Ni el Estado es, tampoco, la razón humana. Es decir, el Estado puede legislar bien, mal o muy mal. Y esta gradación, de lo mejor a lo peor, puede contar, o no, con respaldo mayoritario.

Si todo dependiese de mayorías o minorías, apenas habría un punto de encuentro que todos pudiésemos compartir. Y hay aspectos que todos, en principio, compartimos. Todos somos seres humanos. Y todos estamos dotados de la luz de la razón. Y la razón no sería tal si resultase completamente ciega ante la moral, ante la ética.

Una racionalidad puramente científico-técnica sería una racionalidad parcial, escasa, poco humana. No es razonable pensar que los hombres no puedan llegar a ver que es preciso “hacer el bien y evitar el mal”. De este principio, muy general, brotan los demás principios más particulares.

Si uno admite que su razón le impele a “hacer el bien y evitar el mal”, parece que no se puede negar que el respeto a la vida humana, desde su concepción hasta su término natural, se imponga como una obligación básica. ¿Cómo se puede justificar como justo, como razonable, eliminar la vida de otro ser humano inocente? ¿Qué clase de civilización se podría construir desde esas bases?

Frente a la arbitrariedad del poder, frente a los engaños de la manipulación ideológica, se levanta como un baluarte la conciencia moral, que puede descubrir la ley moral natural, los fundamentos de una ética universal.

Sin este fundamento se haría prácticamente imposible el diálogo, el consenso, el acuerdo. No ayuda suscribirse al positivismo jurídico, que convierte a la mayoría en fuente última de la ley. Ni tampoco al relativismo ético, porque nada asegura que la mayoría no pueda equivocarse.

Como ha enseñado Benedicto XVI, “es preciso remontarse a la norma moral natural como base de la norma jurídica, de lo contrario ésta queda a merced de consensos frágiles y provisionales”.

Para vencer el secularismo, y no olvidemos que los obispos españoles han identificado que “la cuestión principal a la que ha de hacer frente la Iglesia en España es su secularización interna” (“Teología y secularización en España”, 5), es preciso reafirmar la relación intrínseca que existe entre el Evangelio y la ley moral natural, entre creación y salvación, entre naturaleza y gracia.

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21.01.14

La espiritualidad del Camino de Santiago

No suelo traer al blog temas que conciernen directamente a mi actividad habitual. Pero, a veces, creo que pueden tener un valor testimonial hacerlo. Por eso me parece oportuno hablar de un curso que se está llevando a cabo en el Instituto Teológico de Vigo.

Los Institutos Teológicos son entidades académicas afiliadas a una Facultad de Teología – y la Santa Sede controla de modo muy exigente esa afiliación – que tienen como principal objetivo formar a los candidatos al sacerdocio. Decir “principal” objetivo no es lo mismo que decir “único” objetivo. Un Instituto Teológico se ocupa, también, de la formación permanente de los sacerdotes, de los religiosos, de los laicos y de decir una palabra significativa – y constructiva – en orden a la edificación de la “ciudad secular”.

En el programa para el “Curso de Teología para sacerdotes” de 2013-2014 hemos incluido un tema monográfico: “La espiritualidad del Camino de Santiago”. El coordinador es D. José Eugenio Domínguez Carballo, Delegado Diocesano para el Camino de Santiago.

Dentro de este proyecto se enmarca la conferencia que hoy, 21 de enero de 2014, ha impartido el Sr. Obispo de Mondoñedo-Ferrol, D. Manuel Sánchez Monge. Mons. Sánchez Monge es obispo y teólogo, con una trayectoria acreditada por sus años de docencia y por sus publicaciones.

Su lección ha sido muy clara. Se ha preguntado, en primer lugar, qué es un peregrino. Ha resaltado la importancia de la “peregrinación interior”. Y se ha extendido a propósito de las dimensiones de la espiritualidad de la peregrinación: escatológica, penitencial, festiva, cultual, apostólica, de comunión y mariana.

Ha incidido en que, después de la peregrinación, sigue vigente el testimonio. Y en que el Camino de Santiago es una realidad viva. Olvidar, o dejar en segundo lugar, su carácter religioso y teológico sería equivalente a falsificar la realidad.

La conferencia, extraordinaria, de Mons. Sánchez Monge no es la única. El Prof. Buide del Real se ha ocupado de “El Culto Jacobeo: la historia y sus textos”. Por su parte, la Pfra. Marta Cendón, de la Universidad de Santiago de Compostela, hablará, el 4 de febrero, sobre “El arte en el Camino de Santiago”, y, sucesivamente, Inma Tamayo y Andrés Fuertes Palomera.

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"EUROPA Y CRISTIANISMO: ¿DIVORCIO O FECUNDO MARIDAJE?"

Conferencia en la solemnidad de Santo Tomás de Aquino

Mons. Berzosa, Obispo de Ciudad Rodrigo

“EUROPA Y CRISTIANISMO: ¿DIVORCIO O FECUNDO MARIDAJE?”

Instituto Teológico de Vigo (Seminario Mayor), el martes, día 28 de enero, a las 13.00 h.

El Instituto Teológico de Vigo celebrará el próximo martes, 28 de enero, la solemnidad de Santo Tomás de Aquino, patrono de los teólogos. A las 12.00 h., en la capilla del Seminario Mayor, el obispo diocesano, D. Luis Quinteiro Fiúza, presidirá la celebración de la Santa Misa.

A las 13.00 h, en el salón de actos del Seminario Mayor, tendrá lugar el acto académico. La conferencia correrá a cargo del Obispo de Ciudad Rodrigo, D. Raúl Berzosa, y versará sobre “Europa y Cristianismo: ¿Divorcio o fecundo maridaje?".

Mons. Berzosa nació en Aranda de Duero (Burgos) el 22 de noviembre de 1957. Es Doctor en Teología por la Facultad de Teología del Norte de España (sede de Burgos), Licenciado en Derecho Canónico y Diplomado en Periodismo.El 2 de febrero de 2011 fue nombrado obispo de Ciudad Rodrigo.

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17.01.14

Servicio y sacrificio

II Domingo del Tiempo Ordinario

San Juan designa a Jesús como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (cf Jn 1,29). Alude así al sacrificio redentor de Cristo. Jesús es el verdadero “Siervo de Yahvé” (cf Is 49,3-6), que viene al mundo para hacer la voluntad del Padre. El servicio y el sacrificio - dos palabras poco gratas a los oídos contemporáneos - están incluidos en el simbolismo del Cordero.

¿Qué significa “servicio”? En la Biblia, el “servicio” puede ser algo bueno o algo malo. Puede tratarse de la sumisión del hombre a Dios o bien de la sujeción del hombre por el hombre; es decir, de una forma de esclavitud. Se trata de acepciones antagónicas de un mismo término.

En el mundo pagano el esclavo, el servidor, no era considerado ni siquiera como una persona; era visto como una propiedad, una cosa, algo semejante a un animal. En la Ley de Israel, no obstante, el esclavo no deja de ser hombre y hasta puede llegar a ser alguien de confianza e incluso heredero (cf Gn 24,2).

Servir a Dios no es ser esclavo. Es todo lo contrario: se trata de un título de nobleza. Pero este servicio se ha de concretar en el culto y en la conducta, en el sacrificio ritual y en la obediencia.

Muchas veces, pretendiendo ser completamente autónomos, plenamente independientes de Dios, nos convertimos en esclavos: De los demás, de la moda, de los intereses dominantes o incluso de nuestras pasiones.

Jesús ha venido a servir, a cumplir la voluntad del Padre. La negativa de los hombres a servir a Dios es reparada por la obediencia de Cristo. Servir es dar la vida, entregándola hasta las últimas consecuencias. No somos “menos” hombres por ser “más” de Dios. Es justamente al revés: Cuanto más seamos de Dios, más somos. En la medida en que seamos sus servidores, seremos libres.

Dios no esclaviza, sino que solicita nuestra libertad. Jesús es el hombre libre por antonomasia, aunque esa libertad, esa independencia de los intereses creados y de la servidumbre de este mundo, le costase, literalmente, la sangre.

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