¿Celibato opcional? Sí
No hay ninguna duda: a nadie se le puede obligar, en contra de su voluntad, a vivir el celibato. Tampoco a los sacerdotes. Un hombre, o una mujer, tiene derecho, si encuentra a un posible cónyuge, a contraer matrimonio. El matrimonio entra dentro del campo del derecho natural. Las normas de la Iglesia, o de los Estados, pueden aquilatar el cómo, las formalidades, pero el derecho está ahí, basado en el orden de la creación.
En la Iglesia Católica de rito latino existe, de hecho, un vínculo entre sacerdocio y celibato. Eso significa que los varones que se sientan llamados al sacerdocio han de verificar si, a la vez, tienen la vocación celibataria. Una duda persistente al respecto es motivo más que sobrado para desistir, para dejar el Seminario, para pensar en otra cosa.
Cuando uno es ordenado diácono promete, libremente, de manera pública, ante Dios y su Iglesia, que está dispuesto a vivir la continencia perpetua y perfecta por el reino de los cielos. Esa promesa, para ser válida, ha de ser plenamente libre, sin coacción de ningún tipo. Y ha de desistir quien vea que su camino no discurre por esos senderos.
¿La promesa del celibato es una vacuna contra el enamoramiento, contra nuevos “enamoramientos"? No. Pero sí es un recordatorio permanente para la responsabilidad. No se puede ser todo a la vez. Si se es una cosa, no se puede, muchas veces, ser otra. Quien opta por casarse no puede, al mismo tiempo, querer estar soltero. Quien decide ser padre no puede, con coherencia, despreocuparse de su prole. Quien elige, “sic rebus stantibus", aceptar la vocación sacerdotal en la Iglesia latina ha de hacerlo con todas las consecuencias.
¿Uno puede cambiar a lo largo del tiempo? Sí. Puede mejorar o empeorar; puede incluso degenerar. Puede suceder que lo que en un momento se vio con gran claridad deje de verse con esa misma nitidez. Pero las reglas de juego no están a merced de nuestro capricho o de las eventualidades de nuestras vidas. La fidelidad a los compromisos libremente adquiridos será siempre el camino más seguro a seguir, pero si éste, por los motivos que sea, se vuelve subjetivamente imposible se impone una mínima coherencia. Antes que la doble vida, cabe el recurso a la secularización. Se le pide a la Iglesia, con quien uno se ha comprometido, que le dispense de ese compromiso.
Sería muy triste seguir adelante jugando a dos bandas. Y no tiene nada que ver, en este punto, ser joven o menos joven, “conservador” o “progresista".
Si la Iglesia latina llegase a pensar que se podría ordenar a los casados habría que aceptarlo. La Iglesia tiene potestad para decidir sobre estos temas. Pero no me parece de recibo romper unilateralmente el “contrato". Más allá de cualquier consideración legal, el celibato es, en el fondo, un camino de identificación con el Señor. No se trata de una mera imposición externa al sacerdocio, sino de una exigencia bastante acorde con la representación sacramental de Cristo.
Guillermo Juan Morado.
49 comentarios
muchísimos, yo conozco un caso de una persona que estudiaba para sacerdote pero se enamoró, y claro, tuvo que dejar el sacerdocio, pero él se siente sacerdote, además, para mi uno de los mejores, cuando predicaba todos estaban atentos y escuchando, no como ahora que los curas, con perdón, no se preparan los sermones, no saben lo que dicen, repiten muletillas, pero bueno, los creyentes vamos a la iglesia por Dios, Nuestro Padre, no por el cura.
Me parece bien el celibato opcional, por el bien de la Iglesia.
gracis.
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GJM. Eso de que los curas no preparamos los sermones es mucho decir.
Pienso que en ambos casos el truco está en no dejar las puertas del corazón entreabiertas. Aquello de no "adulterar en su corazón" del evangelio.
Pero también existen la de aquellos que defienden la postura de la Iglesia actual, que es la tradicional. Es verdad, que esto es una cuestión de ley eclesiástica disciplinaria, en el sentido de que la Iglesia en un momento determinado puede llegar a modificarla. Pero, personalmente no creo que esto se lleve a cabo. No quiere decir esto que esté a favor del celibato "opcional", si se entiende por opcional que uno puede vivirlo "libremente" o desea que se realice su apertura cuanto antes.
Quiero comprender que los que así piensan están confundidos y creen de buena fe que es lo mejor para la Iglesia.
Pero sin dudarlo ni por un momento, las razones que alega la Iglesia para proteger el celibato como una decisión íntimamente ligada con el sacramento del orden son de mucho peso, tanto que se remontan al mismo Cristo.
Si uno se enamora es porque quiere, y, si ante el primer aviso, el célibe no reacciona poniendo tierra por medio, cuando la cosa sigue adelante y acaba en pareja echar la culpa a la humedad relativa del aire no es serio.
Por otra parte el sacerdocio no es un sentimiento subjetivo como sentirse culé o periquito, merengue o colchonero, es algo de más fondo, de mas grosura, de mas enjundia, sobre todo más sobrenatural.
A las personas que alegan que lo sabíamos antes de ordenarnos como sacerdotes, les digo que los seres humanos tenemos una vida en la que evolucionamos. Como me ocurrió a mí, y a otros sacerdotes, encuentras a alguien que quieres, y el amor es recíproco
Claaaaro. Así se podría hacer también un MOFIOP. Movimiento por la Fidelidad Opcional.¿A qué? A lo que sea, a cualquier compromiso libre. Porque no olvidemos que es libre. Que a nadie se obliga a contraer compromisos como los que conlleva el sacerdocio,el matrimonio o los votos.
Todos podemos cambiar, dice el páter en el post; o "evolucionar", dicen estos del MOCEOP. Llaman "evolucionar" a querer estar en misa y repicando. ¿O llaman "evolucionar" a ser infiel, sin más? Porque cambiar los nombres por otros más suavitos (a ver si cambiando el nombre cambia el referente) a esta gente se le da de perlas.
Fidelidad opcional:
Un marido dice un día -como tantos han hecho a lo largo de la historia-: "que me gusta ahora más la vecina del 5º, es que he evolucionado". Y hala, a evolucionar con la del 5º y a dejar plantados los compromisos. O a estar con la legítima y con la del 5º al mismo tiempo. Claro, como el pobre hombre ha evolucionado...
Una monja de clausura dice otro día: "que he evolucionado y ahora voy a ser de clausura en otoño/invierno, y hago platós, firmo autógrafos y poso en la temporada primavera/verano. Es que he evolucionado..."
Pues lo mismo.
¿Que todos somos falibles? ¿Que un sacerdote, o un casado, o una soltera comprometida, o quien sea pueden ser débiles, caer en una infidelidad a los compromisos libremente contraídos? Claro, pero no disfracen de "proceso evolutivo" a lo que toda la vida se llamado infidelidad.
Dios le siga bendiciendo mucho
Y estoy totalmente de acuerdo con lo indicado por otros comentaristas respecto a las "evoluciones" que sirven para justificar las infidelidades: son un pretexto para no asumir precisamente el compromiso de fidelidad. Para traicionarlo.
Yo veo una cierta solidaridad entre las fidelidades al celibato en los sacerdotes, a los votos en los religiosos, y a la exclusividad e indisolubilidad en los matrimonios. Los compromisos que se asumen desde un amor que compromete todo el ser ante Dios, tienen algo de irreversible. Y se sostienen o caen juntos.
Ciertamente no son muchos los que están en este caso, pero algunos hay. De todas formas, estoy de acuerdo que muchos sacerdotes, aunque se diera la posibilidad de casarse, seguirían manteniendo el celibato. De todas formas, nunca me ha parecido que los pastores protestantes que he conocido y estaban casados, tuvieran una bicoca: ni sus familias nadaban en la abundancia, ni tenían tiempo para dedicarles a su familia.
Pero, también Dios es misericordioso con los sacerdotes y si estos "caen" al igual que los demás cristianos, pueden buscar la gracia de Dios para cambiar de vida y acogerse a su perdón.
Personalmente, pienso que si el sacerdocio no fuera ligado al celibato, éste dejaría de ser don y misterio, para convertirse en una "opción profesional" más. Algo impensable.
GJM. Algunos sacerdotes católicos orientales están casados. Y no se les puede decir que ejerzan una simple "opción profesional".
Bendiciones!
Hay quien nace con un don y lo descubre o no a lo largo de su vida, pero los dones también se piden.
GJM. Eso lo dice usted, no yo. He hablado del celibato como vocación. Y la vocación es don. Y que sea don no impide que sea renuncia, creativa, pero renuncia.
Apúntese un tanto.
GJM. Espero que el titular no despiste.
GJM. La tradición de la Iglesia es, en este tema, plural. Baste considerar el Oriente.
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Y lo que, en los días de sus días, no dijo Jesús. Lo dice el Apocalipsis; Que es lo mismo:
"Estos son los que no se mancharon con mujeres y son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero adondequier que va. Estos fueron rescatados de entre los hombres, como primicias para Dios y para el Cordero, y en su boca no se halló mentira, son inmaculados" (Ap.14,4)
-Y si a estos se les da tanto. ¿Cuánto no se les quitará a los que tanto menospreciaron?
GJM. Por su propio bien, el candidato debe también discernir.
El celibato, creo, no es una restricción cuya naturaleza sea meramente opinable. Supone un carácter de entrega total e incondicional al ministerio sacerdotal. ¿Que habrá personas que puedan ser a la vez excelentes sacerdotes y maridos con hijos? No lo dudo, pero porque algo pueda ser no se deduce que sea deseable o posible en todo caso. En la mayoría de ellos, unas u otras funciones se verían a la larga resentidas por el esfuerzo que exigen.
La vocación matrimonial como la del sacerdocio es eso, vocación, llamada; y como tal surge del amor de Dios por cada una de sus criaturas. Pero son, por ello mismo, exigencias sin parangón en la vida del hombre. Me parece que sería demasiado para cualquiera ser un sacerdote, marido y padre (con minúscula) ejemplares. Ya por separado, no es pequeña empresa.
GJM. Eduardo, relea, por favor, el texto. Verá que no dice lo que me atribuye. Un saludo.
GJM. Es un debate que estos días está en los medios. Nada nuevo, porque periódicamente reaparece. La intención de mi post es denunciar una falacia: No existe, para un sacerdote, un celibato que no sea opcional. Si uno desea ser sacerdote católico en la Iglesia latina, ha de verificar si ha recibido o no la vocación al celibato. Si no ha recibido esa vocación, es una señal de que tampoco tiene vocación al sacerdocio. Y la promesa del celibato se hace libre y voluntariamente; es, en este sentido, completamente "opcional"; es una opción libre y voluntaria.
GJM. No se puede meter a todos los sacerdotes casados en el mismo saco. Las situaciones son muy diferentes. Y los números, teniendo el cuenta el número total de sacerdotes, muy relativos.
Con ésto no quiero desacreditar lo dicho en éste artículo, que resulta muy razonable, sencillo y clarísimo.
Saludos en la paz de Cristo.
GJM. La tradición de la Iglesia es, en este tema, plural. Baste considerar el Oriente.
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Veo que ha expuesto el tema sin caer en excesos "apologéticos" que dogmatizan lo que es disciplina.
La disciplina oriental, en Occidente tendría dificultades culturales: la frecuencia de los sacramentos es distinta, las parroquias desarrollan muchas actividades dirigidas por el cura y, por último, el tema de la sustentación de los clérigos, que no es cosa fácil para quien debe sostener una familia si vive de estipendios (peligro de simonía o de mercantilización sacramental).
Saludos.
"Para una adecuada vida espiritual del sacerdote es preciso que el celibato sea considerado y vivido no como un elemento aislado o puramente negativo, sino como un aspecto de una orientación positiva, específica y característica del sacerdote: él, dejando padre y madre, sigue a Jesús, buen Pastor, en una comunión apostólica, al servicio del Pueblo de Dios. Por tanto, el celibato ha de ser acogido con libre y amorosa decisión, que debe ser continuamente renovada, como don inestimable de Dios, como «estímulo de la caridad pastoral»,(79) como participación singular en la paternidad de Dios y en la fecundidad de la Iglesia, como testimonio ante el mundo del Reino escatológico. Para vivir todas las exigencias morales, pastorales y espirituales del celibato sacerdotal es absolutamente necesaria la oración humilde y confiada, como nos recuerda el Concilio: «Cuanto más imposible se considera por no pocos hombres la perfecta continencia en el mundo de hoy, tanto más humilde y perseverantemente pedirán los presbíteros, a una con la Iglesia, la gracia de la fidelidad, que nunca se niega a los que la piden, empleando, al mismo tiempo, todos los medios sobrenaturales y naturales, que están al alcance de todos».(80) Será la oración, unida a los Sacramentos de la Iglesia y al esfuerzo ascético, los que infundan esperanza en las dificultades, perdón en las faltas, confianza y ánimo en el volver a comenzar".
Pastores dabo vobis, 29.
Yo, desde mi condición de Diácono Permanente, Casado desde hace 32 años, al principio opinaba y estaba de acuerdo con el "celibato opcional", hoy día, y desde mi experiencia de 6 años de Diácono Permanente ya no estoy tan seguro, y por varias razones. Aqui expongo algunas:
Primero, o te ocupas de la Iglesia o de la Familia, y es que cuando el Obispo nos ordenó Diáconos Permanentes, se nos dijo que nunca desatendiaramos la familia (esposa e hijos) por la Iglesia y no desatender la Iglesia por la familia. Lo cual conlleva un gran reto ¿como atender a una y otra sin desatenderlas a ambas?. En mi caso, lo vivo con "tensión", pero una "tensión" que te impulsa a seguir adelante, que no te retrae, ni te frena, sino que te "tensa" para "lanzarte" en manos de la Providencia y de la Voluntad de Dios.
Segundo, no puedes atender al cien por cien la Parroquia o la Tarea Pastoral encomendada, ya que a veces surgen situaciones familiares que te lo impiden; y eso que tengo todo el apoyo y consentimiento de mi esposa, pero muchas veces hay que saber "escuchar en los silencios" y en las palabras de asentimiento y consideración.
Tercero, el tema de la "evangelización", esto es, si hay necesidad de atender parroquias alejadas de dónde el sacerdote o diácono vive, el Obispo a ¿quién envía, al célibe o al casado? ¿No se daría un caso de agravio comparativo entre el célibe y el casado?...
Y por último, ante la posible solución de algunos problemas o situaciones delicadas, he afirmado que pueden surgir otras: una posible ruptura o divorcio en el matrimonio, un alejamiento y vida contraria a la fe y moral de los hijos... No podría llegar el caso de que teniendo el sacerdote o diácono casados situaciones tales y de conocimiento público, a la hora de predicar o aconsejar se le podría cuestionar: oiga, padre o reverendo, antes de aconsejarme lo que tengo que hacer, arregle primero su casa y luego ya hablaremos...
Bueno, espero no haberme extendido mucho, pero el tema da para mucho más, y lo mismo que el blogger, si algún día la Iglesia lo permite yo obedeceré.
GJM. No lo creo.
Amor es un verbo, algo puesto en obra un día y otro. Se puede uno, incluso casado, volver a enamorar. Y volverse a desenamorar. Y volverse a enamorar. Y así sucesivamente. Pero el Amor le tiene que llevar a obrar consecuentemente con la elección libre que realizó. Puede enamorarse de otra, y Amar a la que tomó sacramentalmente como esposa, y esto debe llevar a poner los medios para dejarse aconsejar, pedir perdón si es preciso, y volverse a enamorar de quien corresponde. Que no es fácil, por su puesto. Pero el Amor a veces no es fácil.
Un casado y un célibe, pueden dejar de vivir tal y como deben según discernieron en su día sobre el amor-fidelidad libre, pero no justificarse que le mueve el Amor. Le moverá otra cosa, un enamoramiento, pero no el Amor.
Y en esto nos llevan ventaja, y responsabilidad, los sacerdotes. Porque la preparación para el matrimonio es tremendamente escasa y corta, precisamente en lo que respecta a Amor no sentimiento.
GJM. Me parece que la pregunta no está bien formulada. Y parece querer desastar una disputa bizantina o bien examinarme...
GJM. Ok, un saludo.
Es decir: personajes deshonestos haberlos haylos, unos cuantos son conocidos y andan poniendo en el candelero este tema, periódicamente lo hacen, para justificar su propia deshonestidad personal; pero dar a entender que habrá quien se haga sacerdote anglicano par luego hacerse católico y burlar así el celibato, u otras sugerencias de esa índole, es algo un tanto complicado, ¿no?
Me ha gustado el comentario de karlos. Se ve que entiende bien qué es una vocación, sea al sacerdocio o al matrimonio, entendida la vocación en su auténtica y profunda radicalidad:
Un cura, unos esposos, una monja o un monje, si entienden cristianamente su vocación y nos son frívolos y mundanos, no fundan sus vidas sobre vaivenes circunstanciales, aunque los quieran disfrazar con palabras de noble estirpe, sino que responden al Amor con mayúsculas.
Los vaivenes de la vida pueden hacer mella en algún momento en la fragilidad humana. Pero no dejará de ser una caída por la debilidad de nuestra naturaleza falible. Creer que haya quien esté dispuesto a buscar, "preventivamente", la justificación a las eventuales caídas es un poco increíble.
Para ello, o bien tendrían que trabajar en alguna profesión para poder mantener a mujer e hijos, o bien la Iglesia tendría que proveer económicamente al sustento de la mujer y los hijos.
En el primer caso, el tiempo y la atención dedicados a la parroquia se vería notablemente disminuído (después de 8 horas de trabajo de albañil, de dentista o de profesor, no queda mucho tiempo ni mucha energía para otro esfuerzo) y además tendrían que dedicar también algún tiempo diario especial para la convivencia familiar con mujer e hijos
En el segundo caso, la Iglesia tendría que aumentar notablemente su presupuesto para cubrir las necesidades económicas del sacerdote casado y su familia.
Enfín, pienso que el sacerdocio de casados traería bastantes problemas a la Iglesia.
Desde luego la situación ideal es la del sacerdocio célibe: el sacerdote, al no tener que estar preocupado por la atención económica de su familia ni por los muchos cuidados que la mujer y los hijos demandan, es plenamente libre a full time para la atención parroquial, además de configurarse mejor con la persona de Jesús pobre y célibe.
¿Pensamos que cada uno ha de tener forzosamente una opinión sobre absolutamente TODO lo relativo a la Iglesia,la fe o creerse reformador o vigilante de las mismas?
Quizá somos, no sólo débiles, sino rebeldes. Desobedientes y avaros para con la Gracia, o sea, des-Graciados.
La Vida Nueva del cristiano tampoco es una cosa que se consiga por arte de birlibirloque, al menos para los conversos, y los problemas que se arrastran desde el paganismo no se borran de un día para otro, por eso, cuando Dios moldea a la persona,y le hace ver cosas, descubrir cosas, gozar de cierta participación de la sabiduría que se escapa al no ser creyente, no cabe más que las rodillas en el suelo, las lágrimas de agradecimiento.
Optar por el celibato en el laicado-perdón que hable de los que somos solteros y no estamos para ser religiosos, de momento-, es sencillamente no una opción, un camino elegido, sino una llamada de arriba, una lluvia de Gracia que es ligera como una pluma, como el yugo de Cristo.
Aremos con los yugos agradecidamente aceptados con agradecimiento, como buenas ovejas que no son más que su Dueño.
No considero un privilegio el celibato, o la virginidad, que puede llevar a envanecernos, es que si quieres a Dios, ¿puede uno de verdad en conciencia andar rebelandose y seguir diciendo Señor mío, Dios mío?
¿Crisis de fe? ¿Crisis de la Iglesia? Buff, no lo se.
Para ello, o bien tendrían que trabajar en alguna profesión para poder mantener a mujer e hijos, o bien la Iglesia tendría que proveer económicamente al sustento de la mujer y los hijos.
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Bueno, las mujeres, afortunadamente, no se sustentan sólo de maridos. Si el problema del matrimonio -de clérigos o de laicos- fuera ese, pues sí, vaya roblema gordo.
Pero no es ese. Creoq ue el páter deja claro que el sentido esencial del celibato es la plena identificación con Cristo.
Si incluso los laicos que trabajamos 8 horas diarías desatendemos muchas veces a la familia porque estamos estresados y como derrengados, ¿qué sería del sacerdote casado que después de su horario de trabajo secular tuviese que iniciar su trabajo pastoral diciendo la Misa, la homilía, confesar, catequesis, casos de conciencia, estudiar él mismo para perfeccionar su formación teológica, etc., y además de todo ello prestar la suficiente atención a su esposa e hijos? Y si su esposa también tuviese o quisiese trabajar por eso de la igualdad de la mujer ¿con quién se quedarían los hijos?
Por tanto, el sacerdote casado, a no ser que la Iglesia proveyese al sustento familiar, vería su labor pastoral reducida: decir Misa al final de la jornada y rezar el rosario y poco más.
Pero bueno, también esa atención pastoral, aunque reducida, del sacerdote casado, sería muy estimable y en caso de escasez de sacerdotes célibes hasta muy necesaria.
Pero en todo caso el sacerdote casado, que tuviese que trabajar para atender económicamente a su familia, vería su labor pastoral reducida a ciertos actos: dar una sola misa al día o incluso una sola a la semana, etc., pero no podría disponer de tanto tiempo para la atención pastoral como dispone el sacerdote célibe. Trabajar 8 o más horas secularmente y luego otras 8 pastoralmente, se me antoja de Superman para arriba.
Los sacerdotes casados de rito oriental, ¿están sostenidos económicamente por la Iglesia o bien tienen que trabajar ellos en algún trabajo secular?
En este último caso ¿que tiempo dedican efectivamente al trabajo pastoral?
GJM. No lo sé. Me imagino que habrá casos y casos. Como los hay en los sacerdotes célibes. En muchos países los sacerdotes no cobran nada, más que el estipendio que les den por la celebración de la Misa o así. En España, gracias a la "X", cobramos un pequeño sueldo. En otras partes del mundo, ni eso.
Siguiendo a Jesús, los sacerdotes dan la vida para que los fieles puedan vivir del amor de Cristo. Llamados por Dios a entregarse completamente a Él, con corazón indiviso, las personas consagradas en el celibato son también un signo elocuente del amor de Dios y de la vocación a amar a Dios sobre todas las cosas.", Benedicto XVI
La vocación es el plan que Dios tiene para cada uno de nosotros.Dios nos crea para algo.A aquéllos que encuentran la Perla preciosa del Evangelio en la llamada al sacerdocio,desde el momento de su ordenación pasan a ser un alter Christus, el esposo de la Iglesia.Al igual que Jesús, el sacerdote se ha de entregar de forma incondicional y VOLUNTARIA a su labor pastoral dentro de la Iglesia. Creo que un sacerdote no considera guardar el celibato como un lastre, sino como en una cualidad que le asemeja a Jesús; realmente, debe ser un orgullo el que Dios elija a uno para ser su instrumento fiel en la tierra y ayudar a ser santos a muchas personas.
Acaba de salir publicado un estudio en una revista en la que el sacerdocio es considerado el "trabajo" más feiz y gratificante de todos."...desde la eternidad, desde que comenzamos a existir en los designios del Creador y Él quiso criaturas, también nos quiso llamados, predisponiendo en nosotros los dones y las condiciones para la respuesta personal, consciente y oportuna a la llamada de Cristo o de la Iglesia. Dios que nos ama, que es Amor, es también Aquél que llama."Juan Pablo II
En todas las vocaciones, sacerdotal, matrimonial, celibataria, religiosa, hay cruz. Lo importante es discernir lo más maduramente posible nuestra vocación y no abandonarla luego pensado que en otra vocación nuestra cruz puede ser menor.
El celibato sacerdotal debe dar también inmensas alegrías, entre ellas pienso que no es la menor el poder estar junto a Jesús Sacramentado en oración todo el tiempo que uno quiera, sin tener obligaciones esponsales ni filiales que lo estorben. !Que felicidad estar toda o buena parte de la noche, en el silencio sosegado de la Iglesia, postrado ante el Sagrario con la acogedora luz de su lamparilla, haciendo compañía y contándole todas nuestras cosas al mejor amigo, esposo, hermano y padre que podemos tener¡ Un casado eso no lo puede hacer, al menos con la frecuencia e intensidad con que lo puede hacer un sacerdote célibe.
"Esforzaos por conservar ese precioso tesoro de la Iglesia latina que es el celibato. Yo tengo experiencia en ese campo, al estar en una diócesis de rito oriental en la que existen las dos situaciones, celibato y matrimonio. ¡Cuantas dificultades de las que no tenéis ni idea! Por ejemplo, al sacerdote no se le permite casarse más que una vez antes de la ordenación. Pues bien, ocurre que varios están viudos a los treinta y cinco años. ¿A quién confiar sus hijos? Y los que mueren dejando mujer e hijos, ¿quién se encargará de estos últimos? Los fondos diocesanos son demasiado escasos para hacerse cargo de ellos. En la Iglesia latina no existen esas consecuencias a la muerte de un sacerdote.
En el plano pastoral, aunque el matrimonio está tradicionalmente admitido, los cristianos prefieren acudir a los que practican el celibato para la misa, la confesión y para consultar sus problemas. Al sacerdote casado sólo se le ve los domingos, al estar ocupado durante la semana en ganar la vida para sí y para su familia.
También los cambios traen problemas insolubles. No se puede trasladar a un sacerdote casado como a uno célibe: no siempre les resulta fácil abandonar el trabajo o el empleo, o el de su esposa, y difícilmente se les puede sustituir por otros de fuera... Finalmente, ¿toleran y aceptan siempre los fieles a la mujer de un sacerdote? Y si aparece por ese motivo una dificultad, no es difícil que surgan rencores, venganzas, o al menos, antipatías, con detrimento de la pastoral... Y si hay que resignarse a dejar una familia durante años en un mismo lugar, ¿como va a poder resolver la parroquia el problema del alojamiento cuando, por el bien pastoral, sea absolutamente necesario poner a otro sacerdote? (N. Van Thuan, Peregrinos por el camino de la esperanza, Monte Carmelo, 4ª Ed, pp. 183-184).
Esa fidelidad viene de dentro, desde lo intimo del ser, alcanzar esa fidelidad de corazón es necesaria e importante, si no tenemos esa vocación de fidelidad a ese estado escogido hay que pedir ayuda al Espíritu Santo , no es fácil, en la vida en ordinario, muchas veces las tentaciones están a la orden del día, y todo se nos ofrece en bandeja, el tentador nos propone, nos quiere poner zancadillas, pero hay que despertar y pedir perseverancia en esa fidelidad de ese estado escogido, el que ha sido fiel en lo poco ,puede ser fiel en lo mucho, es cuestión de confiar, de confiarnos en el Señor, no confiar en nosotros mismos pues vasijas de barro somos y nos rompemos fácilmente.
Jesús no se casó sólo porque fuera urgente anunciar el evangelio, sino también porque estaba tan unido a su Padre que en su corazón no llegó a despertarse la necesidad de buscar una media naranja, porque él estaba lleno del amor de su Padre. Nosotros es difícil que lleguemos a esa plenitud, pero estamos invitados a caminar hacia ella, a descubrir que Dios es amor y que Jesús es el Esposo que quiere desposarse en alianza eterna con cada uno de nosotros. Mientras tanto, es humano y bueno que el hombre no esté solo. A no ser que uno sienta tanto el deseo de ser de Dios solamente que elija el celibato. Luego le puede costar tanto mantener la promesa como al que se casa. Cada estado tiene sus afanes. El célibre puede llegar a sentirse físicamente solo, aunque en su corazón, si se cuida, Dios no le permitirá sentirse abandonado. El casado pasará lo que san Pablo llamaría "la tribulación de la carne". Dos pecadores tendrán ocasiones sobradas de meter la pata. La reconciliación los reforzará de forma que brille en ellos también la grandeza de Dios, fuente de todo bien. Los trabajos de la vida familiar los habrá siempre, incluso si no llega a ocurrir ninguna desavenencia en la pareja. Los hijos siempre serán motivo de preocupación. La falta de ellos será motivo de tristeza, teniendo que recordar lo que dijo Elcaná a su mujer Ana: "¿No te valgo yo más que diez hijos?" para consolarse, porque la pareja es el fundamento y el núcleo. Lo que sí es triste es poder tener hijos y no querer tenerlos. Pero si se deja esa posibilidad por consagración a Dios... eso es admirable. Les decía santa Clara a sus discípulas: "Necesitamos un esposo que no envejezca..." Es otra tristeza del amor humano, verse envejecer. Sólo la fe en Cristo resucitado da sentido a todo. El que elija un camino u otro, sea valiente y persevere, que Dios es buen pagador.
Creo que porque el celibato es cuestión de no dividir el corazón, la Iglesia no comete un error al mantenerlo. Podría ser que Dios esté llamando a personas a consagrarse a él y a la vez les dejase casarse, pero ¿no es mucha alforja para el viaje? En las clásicas películas americanas de policías, el policía obsesionado con un caso recibe el aviso de su esposa, que no le ve el pelo: "O tu trabajo o yo." Yo creo que a los que Dios llama a imitar a Jesús en su anuncio del evangelio, dejarlo todo y seguirle como los Apóstoles, los invita también a que pongan la causa del Reino como el centro de los afectos. San Pedro estaba casado. Seguro que Jesús no lo obligó a dejar abandonada a su esposa, repudiándola o algo. No. Habría hecho así como los que se van largos meses a trabajar y echan de menos a sus familias. O largos años, que en el pasado así eran las cosas. Jesús tuvo que arar con los bueyes que había, y lo normal era casarse pronto. Y los aceptó así. Lo que no quiere decir que le pareciera lo ideal. No lo estableció tajantemente en un sentido ni en otro: "El que pueda con esto, que lo haga", creo que es la frase más apropiada para citar. Dada la importancia de que el mundo vea que uno se puede consagrar a Dios y ser feliz así, creo que antes permitirá la Iglesia católica romana el sacerdocio femenino que permitir el celibato opcional tal como lo ven los que en cierto modo quieren comer de todo. El sacerdocio no es una profesión cualquiera. Salvo casos extraños los religiosos no andan reclamando poderse casar ellos también, no huyen las monjas de la clausura para buscar marido. La diferencia entre el religioso y el sacerdote es que el religioso está en comunidad y el sacerdote está como Jesús en medio del rebaño, cuidando de las ovejas que Dios le ha confiado. Eso no quiere decir que el pastor se vista de piel de cordero. Eso ya lo hace el lobo para infiltrarse.
Además uno, casado, soltero o célibe puede ser feliz haciendo el bien. Si es tan sencillo... Las mujeres que seguían a Jesús y lo ayudaban con sus bienes no fueron vocacionadas como lo vemos nosotros en la vida religiosa, sacerdotal y también matrimonial. Una vocación tan complicada, esta última, que hacen falta dos personas para responder juntas a ella. La vocación de servicio se concretó luego en el orden de los diáconos, pero las mujeres ayudaban a Jesús y a los discípulos con sus bienes. Seguro que les sacaban la ropa sucia para lavársela en el río, y seguro que Jesús no las llamó para que le hicieran ese servicio. Incluso parecía no apreciarlo tanto -sólo lo parecía- cuando le dijo a Marta que su hermana había escogido la parte mejor, por quedarse a escucharle. Ellas -y siempre en la historia- se han sentido impulsadas por instinto, por ser así, a cuidar la casa y la prole. Seguro que las mujeres que seguían a Jesús y lo ayudaban con sus bienes, trabajo que mereció -qué menos- la mención del evangelista, se "vocacionaron" unas a otras y se organizaron solas. Al revés de los hombres, que para ponerse de acuerdo en algo necesitan publicarlo, fijar reuniones, comisiones, escribir actas, darle pomposidad... Ellas se reúnen en la fuente, en la carnicería, en la peluquería, comentan las cosas, el tema surge, y si hay necesidad y se ven con fuerzas y ganas, se ponen manos a la obra sin más parafernalias. Y las que seguían a Jesús, como por ejemplo María la de Magdala, que no tenía pinta de haber estado casada, tanto las casadas como las solteras ¿no eran felices haciendo aquello? Qué mejor demostración que el que lo hicieran voluntariamente. También voluntariamente debe uno elegir su estado de vida, y será feliz, al menos en su corazón, otra cosa son las cruces de la vida, si se mantiene fiel a su palabra. Como Dios se mantiene fiel a su amor por nosotros, cada vez que demostramos que no nos lo merecemos.
GJM. Su comentario es tan largo, que casi hay que pedir vacaciones para leerlo... Un saludo.
Da la sensación en algunos debates sobre el tema que el no celibatario sería el sacerdocio "como debe ser" o el "normal"y el celibatario una especie de "exceso o supererogación" de aquel.
A mi jucio, es totalmente lo contrario, el sacerdocio normal y ordinario es el celibatario y el otro es una excepción a la regla, que se admite en casos puntuales y excepcionales, como en la Iglesia de rito oriental y los ordinariatos anglicanos.
Ambos tipos de sacerdocio son doctrinalmente posibles, pero el ideal y ordinario es el celibatario y el otro, aunque tiene igual dignidad ministerial, no tiene sinembargo la misma intensidad en cuanto a sus ejercicio ni en cuanto a la asimilación del hombre sacerdote al Sacerdote por excelencia, Cristo.
Siempre tendrá un amor más perfecto a Cristo quien es capaz de dejar más cosas por Cristo: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus hermanos."
Así también, muestra mayor amor a Cristo y a los hermanos quien es capaz de dejar por El esposa e hijos, y se dedica full time a la ardua, extensa y difícil labor pastoral, que sin duda reclama de las mejores energías del débil ser humano.
[G.J.M. Editado: Es extremadamente largo].
Gracias.
Seré breve. estoy en duda porque en esta cuaresma siento que Dios me ha llamado entre sus pastores para ser sacerdote, pero me he enamorado de alguien. El problema no es ese, el problema es que voluntariamente decidí renunciar a eso y seguír por el camino del celibato, pero mi duda es. No es propio de un sacerdote sentir emociones o enamoramiento de alguien por más que decida no darle pie a su deseo o impulso? Me siento culpable por sentír lo que siento a pesar de renunciar voluntariamente a ello. Espero que pueda responder. Bendiciones
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