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6.05.17

¡Necesitamos la Verdad en la Iglesia!

Sin la verdad el hombre se muere: intelectual, moral, eclesial y espiritualmente hablando. Porque, lo mismo que hemos sido creados por la Verdad -En el principio era el Logos (Jn 1, 1), estamos hechos para la Verdad: para vivir en ella y por ella. 

Lo queramos o no, lo reconozcamos o no, somos “racionales” -ya nos lo descubrieron y nos lo demostraron “racionalmente” los griegos cinco/cuatro siglos antes de Cristo, y sigue estando vigente todo eso-, aunque haya mucha gente que no lo demuestre en su actuar, o se apee de tal naturaleza y tarea, o lo desprecie sin más y se ponga como máximo nivel “pseudo-intelectual” cualquier ideología de turno o de guardia; y cuanto más degradante sea por más inhumana, mejor.

Como “no podemos” vivir sin Dios. O sin Fe. O sin libertad. Cuando al hombre le falta alguna de esas cosas -vitales para ser persona- por un tiempo que se pasa por mucho y echa raíces, su vida se torna despreciable, insoportable e indigna de ser vivida; porque una persona así se ve incapaz -ahora, y paradójicamente, “con razón"- de luchar por ella y sacarla adelante: se ve incapaz de vivir.

Los suicidios morales y/o físicos -que están in crescendo en todo el mundo y ganando terreno en edades cada vez más tempranas-, lo demuestran, porque van a la par con la “ausencia” de Dios, que es “la verdadera Vida del hombre”. Y, además, la única Vida -la única Verdad- que lo dignifica y lo protege contra las fuerzas, tanto internas como externas, que pretenderán y pretenden que abdique de su dignidad personal; y, materialmente, se destroce y se aniquile.

Sin Verdad el hombre queda esclavo y esclavizado: de sí mismo y de lo que le rodea. La libertad se da solo en la Verdad y en el Amor, que proceden de la fuente originaria de la Creación que es Dios mismo. El hombre, lo quiera o no, “es” dependente: de la Verdad, del Bien y del Amor que están en Dios, del que procedemos y hacia el que vamos.

¿A qué viene toda esta entradilla? A toda la parafernalia que se está montando -en la Iglesia y fuera de ella, pero a mi me interesa “en” la Iglesia- a todos los niveles, con un uso del lenguaje que no solo no es inocuo, sino inicuo; y todo con un tufo de irracionalidad que no solo apesta, sino que ahoga…, y mata: las conciencias, en primerísimo lugar. Porque se ha llegado ya a un punto en que no se sabe de qué se está hablando, ni dónde estamos. Lo único que tenemos claro es, si seguimos así, a dónde vamos: al precipicio, por decirlo “caritativamente".

Y pongo unos ejemplos “calentitos", de plena actualidad.

El primero viene de Bélgica, donde unos “Hermanos de la Caridad” -congregación religiosa laical masculina, fundados en Gante, en 1807 y aprobados por Roma en 1888, con unos -a día de hoy- 600 religiosos y 103 casas en el mundo- y que se dedican -mejor, “se dedicaban"- al cuidado de ancianos, ciegos, enfermos mentales, pobres, discapacitados, y sordomudos, se han desmelenado con que van a aplicar en sus sitios de “acogida y atención” las leyes belgas de eutanasia y demás a todo el que lo pida.

Claro, le ha faltado tiempo a su Superior, que vive en Roma, a solicitar al Vaticano que pare la masacre; porque a él, ni caso ya. Y menos mal que eran “de la Caridad", porque si llegan a ser “de la mala leche"…, ni te cuento la que arman.

Pero esto se está haciendo también en otras instituciones de titularidad “católica"; solo que no han dado “el salto a la fama” de los belgas de la Caridad; la última -de momento-, en Irlanda, donde un hospital “católico” ha anunciado que practicará los abortos previstos por la ley irlandesa.Y lo mismo sucede en universidades “católicas” donde se dedican a “matar” conciencias, que es bastante peor que practicar abortos o eutanasias. 

Con todo, lo peor es que nadie “de arriba” ha movido un dedo para atajar o salir al paso de estas burradas que no tienen nada de católicas porque son inmorales de raíz; con el agravante de que cuando, supuestamente, se ha pretendido hacer -caso de la Universidad Católica de Lima, o con el caso Livieres, que en gloria está, por poner dos ejemplos-, ha sido peor el remedio que la enfermedad. Con lo cual…

Ya no se sabe -en amplios sectores de católicos y de miembros de la jerarquía- lo que significa “caridad". Ni “católico". Ni “Iglesia". Ni “religoso". Ni “pecado". Ni “gracia". Ni “Magisterio". Ni “Fe". El relativismo, el buenismo, la pastoral de “rebajas", la asunción de ideologías y demás problemáticas mundanas que no tienen nada que ver con el quehacer y la tarea de la Iglesia, y un largo etc., han traído estas y otras cosas. Sin olvidar la dejadez, el tancredismo, el dejar hacer, el ya escampará…, cuando no directamente la asunción de esas posturas por parte de miembros de la misma Jerarquía católica.

Todo esto es tan grave, y está ya tan “interiorizado” en diversos sectores o segmentos de la misma Iglesia, que se ha llegado a un punto -y es el segundo ejemplo- en el que cuando un obispo -en este caso Novell: ¡bien por él!- ha querido echar marcha atrás y denunciar los usos indebidos y falseados de las iglesias y demás, al día siguiente le han salido ya unos cuantos respondones que le han dicho, públicamente: ¡tararí que te ví!, porque no le van a hacer ni caso. 

Por supuesto, la clac visceralmente anticatólica de páginas de religión “católica", han saltado como monos enjaulados para acoger misericoriosa y caritativamente a los respondones -cuatro gatos viejos y con sarna-, mientras se les caía la babilla con la fruición del desmadre activamente acumulado por tantos años de desidia eclesial; desidia que, desde esas mismas páginas, se ha trabajado desde hace ya bastantes años; y con notable éxito, especialmente con eminentes obispos, arzobispos y cardenales españoles: con la mayoría de ellos.

El tercer ejemplo -también muy reciente: de esta misma semana- es la “presentación” que hizo el mismísimo exdirector del Instituto Superior de Pastoral de Madrid y profesor colaborador de la universidad San Dámaso, Antonio Ávila, de Marciano Vidal, “teólogo moralista", al que hace años el Vaticano y la CEE lo pusieron a caldo por sus errores de bulto en cuestiones de moral pues justificaba por la directa la homosexualidad y la masturbación; así, sin más; y de hecho le obligaron “oficialmente” a retractarse de tales errores, cosa que hizo, con gran escozor por su parte, porque eso duele. 

Pues el tal Marciano, con el buenísimo saber hacer de PPC y con el concurso inestimable del ISP de Madrid -que ya no saben ni uno ni otro de qué va lo católico, y si lo saben, peor-, flanqueado por tales “instituciones” se “larga” con la declarada de que “los católicos divorciados y vueltos a casar pueden comulgar". Todo ello, insisto, con el patrocinio, visto bueno, apoyo y supongo que también con perricas de PPC y del ISP de Madrid. A nadie le habrá extrañado que haya añadido que la Amoris laetitia es la antítesis -a la contra, se la carga- de la Veritatis splendor.

De pena ambas instituciones eclesiales, o así, que ya no saben ni lo que son; o sí, claro. Pero peor es que los que debieran tomar cartas en el asunto  -"o no", que diría un famoso estadista del que no recuerdo nombre ni lugar-, deben estar muy entretenidos viendo los partidos de fútbol en San Antón, que les sale más baratito; y hay, además, muy buen ambiente.

Todo esto, no es que sea un caos, que lo es: es el desprestigio más absoluto de la misma Iglesia Católica. Porque ninguna institución -excepto las del mundo marxista-comunista-socialista- pueden sostener una cosa y su contraria y que no pase nada, y pretendan que el tinglado se va a mantener tal cual.

Si no se corrige -con tesón y fortaleza por parte de la Jerarquía-, si no se vuelve a acoger, respetar, difundir, y encarnar la Verdad de Dios -de su Palabra, de su Gracia y de su Iglesia-, si ya no nos creemos que hay más Verdad en el Credo que en lo que nos dicen los “enteraos” de turno…, nos vamos a convertir en una iglesita más, algo mínimo e inoperante, colocados al mismo nivel que las protestantes y luteranas -y asimiladas que aún pululan, sí- y con las que ahora parece que tenemos tantos puntos en común que somos ya prácticamente la misma cosa, a falta de firmar algún papelillo de nada…; lástima que ya no sean tampoco nada espiritualmente hablando, y menos aún en orden a la Salvación. 

Por cierto, han llegado a la nada más absoluta precisamente por esto que acabo de escribir: han llevado tan malamente y con tanta frecuencia la jarra a la fuente, que se les ha cascado: y se han quedado sin Verdad y, por tanto, sin Doctrina y sin Fe: exactamente y en concreto, sin Dios.

Necesitamos aire fresco, límpio. Necesitamos Verdad. Gracia. Necesitamos a Dios y a su Iglesia.