¿El Confesionario «una sala de tortura»?
Tengo 68 años, todos ellos vivido en la Iglesia Católica: no conozco otra. Desde el año 79 como sacerdote. Antes y después, como es lógico, he acudido a confesarme frecuentemente. Y nunca, en 68 me he encontrado con un confesonario convertido en una sala de tortura; mucho menos con un confesor convertido en un torturador.
Por cierto y como inciso: me encantaría que la gente contase sus experiencias de confesonarios y de confesores, para constatar cuántos casos de tortura y de torturadores tenemos en la Iglesia Católica.
Volviendo al tema. Escribir y proclamar esto sin el más mínimo matiz, me parece, de entrada, un despropósito; además, me parece una descalificación intolerable con tantos sacerdotes que se santifican, y santifican, en y desde el confesonario; y, finalmente, me parece una impiedad y una injusticia para todos esos hermanos nuestros: un juicio inmisericorde.
Y, por decirlo ya todo: un espaldarazo infame para los sacerdotes que no se sientan en el confesonario desde hace décadas, que dan absoluciones colectivas -sacrílegamente- como remedo y que, en esas condiciones, llevan a la gente a comulgar, de nuevo sacrílegamente.
Por contra, y hablo desde mi experiencia de penitente y de confesor, siempre he salido de confesar feliz y contento, “liberado” y libre, como si me hubiesen quitado un peso de encima. Y animado a seguir adelante, bien agarrado a la gracia del Sacramento. Y como confesor, ¡cuántas veces he visto llorar de alegría, humana y sobrenatural, a tantas gentes que se han acercado a confesar conmigo!
Y ya, lo de pretender que la doctrina solo se usa -habrá que aclarar que por parte de quien la sigue usando; porque los que hace décadas que han hecho, con esa misma doctrina, de su capa un sayo…, no se podrá decir, claro- para tirársela a la gente a la cabeza… Bueno, esto no tiene nombre. O si: nombre y apellidos. Y cargo o cargos. Con lo que parece que lo que flota en el ambiente es que el buen “sacerdote” es el que hace, con la doctrina, una pelotita y la tira a la basura, para alejar de sí la tentación -libera nos, Domine- de tirársela a nadie a la cabeza…, si es para lo único que sirve realmente.
Vamos a ilustrar todo esto con una escena, magnífica en sí misma, consoladora y esperanzadora donde las haya. Pero, además, una gran victoria de Cristo sobre una persona pecadora y en pecado: el encuentro de Jesús con La Samaritana (Jn 4, 4-42).
Ha llegado Jesús a Sicar, y se ha recostado -fatigado del camino- junto al pozo de Jacob, en las afueras del pueblo. Era mediodía. Y se acerca una mujer samaritana -los samritanos no se hablaban con los judíos- a coger agua. Jesús, que la “reconoce” inmeditamente, no puede estar a su descanso personal, y le habla y le pide: -Dame de beber.
Ante la respuesta arisca de la mujer, Jesús sigue impertérrito: -Si conocieras el don de Dios y quien es el que te dice “dame de beber", tú le pedirías a Él, y Él te daría a tí agua viva.
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Escribo desde Chile y sí he conocido casos de familiares cercanos que sí han tenido la triste experiencia del confesionario como sala de tortura, pues han sido tratados muy mal por sacerdotes e incluso por un obispo. Uno de esos familiares se alejó de la Iglesia. Y no me refiero a retos como los del padre Pío, que ayudaban a la compunción y al arrepentimiento.
He leído sus últimos artículos y claramente son una crítica al Papa Francisco y a su magisterio.
Lo de la sala de torturas, se refiere quizas al consejo de aceptar al divorciado a la comunion, y no echarle sin darle permiso, basandose en el rigor doctrinal. Si el confesor se deja conducir por la misericordia, sin duda le abrira las puertas de la comunion, a poco que comprenda que la persona que se lo pide, es sincera. Si se la niega, esta haciendole dano. Eso es torturar. Abrazarle y admitirle, es darle la paz de Cristo. Asi es como lo veo.
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¡Cuánto le debo! Me llamó la atención la humildad del sacerdote, su formación y paciencia conmigo. Durante una semana o dos preparaba preguntas para el cura (hace de eso veinte años), y él me las respondía en un minuto. Me di cuenta que estaba muy formado, y que detrás hay mucha dedicación.
Tanto que les gusta esta palabra hoy en día, yo diría que la confesión es una auténtica liberación.
VISITA DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LESBOS (GRECIA)
Conferencia de prensa del Santo Padre durante el vuelo de regreso a Roma
Sábado 16 de abril de 2016
[Multimedia]
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(Padre Lombardi)
(...)
(Guénois, Le Figaro)
Tenía la misma pregunta, pero le hago, en cambio, una pregunta complementaria: No se ha entendido bien por qué haya puesto usted en esa famosa nota al pie de página, la nota 351, en la Amoris Laetitia, lo que concierne a los problemas de los divorciados vueltos a casar. ¿Por qué una cuestión tan importante se trata en una pequeña nota al pie de página? ¿Es porque ha previsto oposición, o porque ha querido que no se le diera mucha importancia a ese punto?
(Papa Francisco)
Escuche, uno de los últimos Papas, hablando sobre el Concilio, dijo , (.../parte de distracción, sin responder a la pregunta/...) obligan a que el padre y la madre tengan dos empleos, y que los niños crezcan solos, sin aprender a crecer en diálogo con papá y mamá? Estos son los grandes problemas. -LA RESPUESTA, PROPIAMENTE, SE LAS TRAE: >>>>:- """"No me recuerdo de esa nota, pero si una cuestión como la que usted señala está en una nota, es porque fue dicha en la Evangelii gaudium. Seguro. Debe tratarse de una cita de la Evangelii gaudium. No recuerdo el número, pero seguro que es así."""
(...)
Nunca he sufrido más que durante los diez minutos que tengo que hacer fila ante el confesionario. Son momentos terribles en los que me encuentro enfrentado a mi propia maldad, ante la perspectiva de una eternidad en el infierno -o largos años en el purgatorio- y la duda manifiesta si realmente estoy arrepentido y si acaso podré de verdad enmendarme o volveré a estar aquí el próximo mes confesando los mismos pecados u otros peores.
Una vez frente al sacerdote, raras veces, si es que alguna, me he sentido presionado. Lamentablemente son momentos muy íntimos y protegidos por el sigilo y no se pueden compartir, pero en líneas generales yo diría que suele ser una experiencia menos traumática de lo que uno espera.
Pero la liberación -al menos a mí- jamás me ha llegado "durante" la confesión. Siempre es después de la absolución. A veces, después de la penitencia. Nunca he hablado con un sacerdote que me diga "no te preocupes, todo está bien", "las cosas van a ir mejor", "lo que haces no es tan malo". Tampoco jamás un sacerdote ha atizado el fuego que ya traigo adentro, pero no lo ha extinguido. Sólo es Cristo el que, después de pronunciadas las palabras o después de la reparación, viene y dice "olvida ya eso, empecemos de nuevo".
Lo comen buenos y malos, con provecho diferente;
no es lo mismo tener vida que ser condenado a muerte.
A los malos les da muerte, a los buenos les da vida.
¡Qué efecto tan diferente tiene la misma comida!
Resistid y animaos!!! se lo pido Padre Jose Luis..
Contemplemos en su resistencia a S. Pablo:
Y a pesar de todo, está alegre, “aunque triste, pero enriqueciendo a muchos” (2 Cor 7,4)
Solo pido a Dios pueda cantar conmigo este Salmo:
Salmos, 33(34)
Bendeciré al Señor en todo tiempo, no cesará mi boca de alabarlo.
Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren .
Engrandezcan conmigo al Señor y ensalcemos a una su nombre.
Busqué al Señor y me dio una respuesta y me libró de todos mis temores.
Mírenlo a él y serán iluminados y no tendrán más cara de frustrados.
Este pobre gritó y el Señor lo escuchó, y lo salvó de todas sus angustias.
El ángel del Señor hace sus rondas junto a los que le temen y los guarda.
Gusten y vean cuán bueno es el Señor ¡dichoso aquel que busca en él asilo!
Teme al Señor, pueblo de los santos, pues nada les falta a los que le temen.
Los ricos se han quedado pobres y con hambre, pero a los que buscan al Señor nada les falta.
Vengan, hijos, y pónganme atención, quiero enseñarles el temor del Señor.
¿Cuál es el hombre que anhela vivir y desea gozar días felices?
Guarda tu lengua del mal, tus labios de palabras mentirosas.
Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y ponte a perseguirla.
Pero tiene puestos sus ojos en los justos y sus oídos pendientes de sus clamores.
El Señor aparta su cara de los malos y borra de la tierra su recuerdo.
En cuanto gritan, el Señor escucha, y los libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca del corazón deshecho y salva a los de espíritu abatido.
Aunque el justo padezca muchos males, de todos los librará el Señor.
El cuida con afán todos sus huesos, no le será quebrado ni uno de ellos.
El malo morirá por su maldad y los que odian al justo, lo tendrán que pagar.
Pero el Señor libra el alma de sus siervos, el que se ampara en él no tendrá que pagar.
1. Sacerdotes torturados por los penitentes:
Hace entre los 20 y los 30 años no me confesé nunca. Y un buen día decidí (por inspiración divina, si no, de qué...). Y me encontré con un sacerdote viejecito. Y ya sabemos que "médico y confesor, contra más viejos, mejor". Y no se le ocurrió otra cosa que leerme la cartilla, es decir, los 10 mandamiento. Vamos, desde el primero al último, más las virtudes teologales y cardinales, más... Vamos, que al pobre sacerdote le torturé con 10 años alejado del Señor. Y salí totalmente renovado y, supongo, la alegría del confesor habiendo reconvenido y reconducido, por Gracia de Dios, a un alma antes perdida.
2. De penitentes torturados por sacerdotes:
Pues ahí estamos, torturados por todos esos buenistas del buen rollito, que nos van diciendo que "eso" ya no es pecado, que "eso otro" tampoco, que no pasa nada, que "es lo que nos pide Dios" (¿vivir en pecado?).
3. Otros presbíteros y hasta obispos de toda índole y vestimenta nos machacan y torturan día sí y día también con continuos discursitos sobre misericordias y nos repiten lo de la tortura del confesionario. ¡Qué pesaos!
Pues sí. Es una tortura para los penitentes tener que estar soportando este discurso plomizo de presbíteros y obispos y hasta de... bueno pues que cada uno ponga el nombre que quiera.
Simplemente no se puede describir en palabras lo que se siente al salir del confesionario, quizás la paz es la respuesta que mas se le acerque. Es ahí donde experimento la misericordia y amor infinito de Dios, un Dios de Amor que me persona, a pesar de mi miseria.
Señores, la misericordia no se ha inventado ahora.
yo tuve dos casos seguidos que fueron malas, malas experiencias...
Con dos curas distintos.
Saludos
_Dime hijo.
_Soy "irregular", ¿sabe?. Convivo con una que no es mi esposa, a la que abandoné culpablemente.
_¿Te arrepientes de tus faltas?
_Y, sí.
_¿Prometes abandonar a tu concubina, o en su defecto convivir como hermano y hermana?
_Padre, ¿habla en serio? ¿Cómo se le ocurre? ¡Hace años que vivo así y ya estoy acostumbrado!
_Entonces hijo mío, debo decirte que no te puedo absolver.
_¡Ay, que tortura! Adiós.
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Entonces ya lo saben: el confesionario no debe ser una sala de torturas.
Y que cada uno saque sus propias conclusiones porque, como todo el mundo sabe, en un documento papal hay cosas que no se pueden decir.
Entonces, hay que darlas a entender.
Lo que sí es cierto es que confesar algunos pecados muy íntimos y, aunque parezca paradójico, pecados con una doble característica de ser a la vez objetivamente graves y profundamente ridículos (sobre todo a determinadas edades), es muy, muy doloroso.
A veces me parece que he sacado las palabras con un fórceps, pero nunca porque el cura me forzara, sino por la vergüenza natural a abrir mi alma y mostrar mis vergüenzas.
Sólo con la certeza de que delante está Cristo en la persona del confesor, me permite superar este tremendo trago. Y es absolutamente liberador.
Pero inevitablemente cada quien habla de la feria como le va en ella, y mis experiencias, desde la infancia, no han sido positivas. Por lo menos en mi diócesis, me queda claro que no se da a los sacerdotes la formación adecuada para tratar con sensibilidad y respeto a los fieles que se acercan al confesionario. Prevalece todavía (y hablo de décadas) el estilo inquisitorial. No se entiende que uno va a confesar voluntariamente y no hay derecho de exprimir con interrogatorios a la persona.
"No se entiende que uno va a confesar voluntariamente y no hay derecho de exprimir con interrogatorios a la persona"
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El sacerdote que así lo hace busca que uno logre una buena confesión que lo encamine a una verdadera conversión, solo sigue directrices de nuestra Santa Madre Iglesia, que en su sabiduría ha dispuesto cosas semejantes. Sino lea a algunos santos como San Alfonso María de Ligorio, entre tantos, y lo entenderá.
Otra cosa es si alguno urga en intimidades de forma atrevida con otros fines, totalmente ajenos al sacramento. Esto sí ha de ser tortuoso y también reprobable.
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Mi experiencia es coincidente con David Q., la verguenza y el espanto que causa enfrentarse a la propia maldad sumado al necesario y humillante arrepentimiento es lo que me tortura antes de cada confesión.
—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometerI. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oíaII las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran, antes iba diciendo en voces altas:
—Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.
El resto de la historia ya la conocen ustedes
Por lo menos ahora sé que no volveré a leerle.
Yo tampoco me había dado cuenta de que se trataba de eso. Pero quizá haces bien en no leerme, para que no te tortures más y vivas más aliviada y libre de sacerdotes torturadores
Papa Gelasio (muerto en 496) en su novena carta ( Cap 26) a los obispos de Lucania condenó la infame práctica que había sido introducida de mujeres sirviendo al sacerdote en la celebración de la misa. Dado que este abuso se había extendido entre los griegos, Inocencio IV prohibió estrictamente en su carta al obispo de Tusculum: "las mujeres no deben atreverse a servir en el altar; deben ser rechazadas por completo de este ministerio. "Nosotros también hemos prohibido esta práctica con las mismas palabras en nuestra constitución muy repetida Etsi pastoralis, secc. 6, no. 21.
Benedicto XIV, 26 de julio de 1755, Encíclica Allatae sunt.
No fue hasta entonces por la gracias que recibí en el confesonario que empezó mi vida a cambiar. Ahora, en estos tiempos encontrar un sacerdote bueno que te guíe a vivir conforme a la ley de Dios, hay que buscarlos como la aguja en un pajar.
Creo que la Gracia se recibe en la medida que tú te eres sincera contigo mismo y con Dios.
"Jesús proclamó: " El que cree en mí no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Yo he venido como luz al mundo, para que todo el que crea en mí no quede en tinieblas. Yo no condeno al que oye mis palabras y no las guarda, pues no he venido a condenar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no acepta mi doctrina ya tiene quien le juzgue; la doctrina que yo he enseñado lo condenará en el último día, porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me ha enviado me ha ordenado lo que tengo que decir y enseñar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso lo que yo os digo, lo digo tal y como me lo ha dicho el Padre".
Ya ve, guardar la doctrina, el "rigor doctrinal" del que usted habla, es importante, tanto, que nuestra salvación o condenación depende de ello. Por eso es que el buen sacerdote, el que quiere lo mejor para sus fieles, el verdaderamente misericordioso, es el que les habla con la Verdad que el mismo Jesucristo nos ha enseñado para que así algún día puedan
alcanzar la vida eterna y probablemente también una ganancia palpable en su vida presente.
Y si el sacerdote, actuara movido por esa falsa misericordia de la que usted habla, además de caer él mismo en un pecado a mi entender muy grave, sepultaría todavía más a ese penitente en su miseria y por ahí no puede venir la gracia de Dios ni los bienes sensibles que a veces por ella se experimentan.
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