(265) La aproximación de la mente católica al marxismo, a través de la teología
El cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, ha elogiado recientemente a Karl Marx, relacionándolo con la doctrina católica, y asegurando que «sin él, no habría doctrina social de la Iglesia».
La aproximación de la mente católica al marxismo, sin embargo, no es algo nuevo. No es nuevo que esté bien visto ser un revolucionario, no es nuevo el horizontalismo utópico.
Porque, en definitiva, no es nuevo el antropocentrismo en la mentalidad de muchos católicos.
Es lógico que pueda sorprender un poco esta reciente “idealización” del marxismo, tras algunas décadas de cierto silenciamiento, gracias principalmente al freno impuesto a la Teología de la Liberación por San Juan Pablo II.
Pero, más allá de esto, la marxistización de la teología, como diría Miguel Poradowski, es un hecho indudable del posconcilio; parcial, pero indudable. Como indudable es el sabor antropologista y sociológico de gran parte de la predicación católica contemporánea.
Rahner, Barth, Bonhoeffer, Mounier, Teilhard de Chardin y tantos otros, han contribuido indirectamente a la aproximación del marxismo. De hecho, la aproximacion al marxismo se ha producido, ante todo, no por influencia directa de Marx, sino por vía indirecta, a través de la obra de estos teólogos, embajadores de esta convergencia secularizadora.
1. El principio de las revoluciones y la fe en el hombre
El filósofo y viajero ilustrado Volney (1757 -1820), en su panfleto Las ruinas de Palmira o Meditación sobre las revoluciones de los imperios, afirma que «el ser supremo para el hombre es el hombre». Es un principio que impresiona no sólo por su antropocentrismo, sino por su descarnada idolatría, ante la cual la tremenda advertencia biblica resuena con todo su poder, atravesando milenios:
«Así habla el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor!» (Jer 17, 5)
Medio siglo más tarde, en su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel de 1843, Karl Marx se apropia de este lema y lo amplifica:
«Y para el hombre la raíz es el hombre mismo. La prueba evidente del radicalismo de la teoría alemana, o sea, de su energía práctica, es que parte de la decidida superación positiva de la religión. La crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el hombre es el ser supremo para el hombre»
Con todas sus implicaciones, enriquecido por las aportaciones de Hegel (1770-1831), lo convierte en sustento ideológico de la fe en el hombre, o sea, de la idolatría revolucionaria moderna.
El pensamiento marxista ha ido más allá de la línea roja señalada por la condena veterotestamentaria. Ya no se trata, como señala la Escritura, de la impiedad de confiar en las solas fuerzas humanas; se trata, antes bien, de adorar a la criatura en lugar de al Creador. Y adorarla socialmente, como soberana de sí misma. Es la adoración de la libertad negativa del hombre, ser supremo para el hombre.Pero el camino de la autodeterminación no comienza con Marx. Varios siglos antes, un humanista del Renacimiento, Pico de la Mirandola (1463-1494), anticipando a Hegel, sustentaba su concepto de dignidad humana en los presupuestos teóricos de la libertad sin otro límite que sí mima.
«Tomó por consiguiente al hombre así construido, obra de naturaleza indefinida, y habiéndolo puesto en el centro del mundo, le habló de esta manera: Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin de que poseas el lugar, el aspecto y la prerrogativa que conscientemente elijas y que de acuerdo con tu intención obtengas y conserves. La naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mí prescritas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado» (Discurso sobre la dignidad del hombre, 1486)
2. Fe en el hombre del marxismo y fe en el hombre de Teilhard
La fe en el hombre de Teilhard de Chardin (1881-1955) se encuentra con la fe en el hombre de Marx. En este sentido, explica Teilhard en El povenir del hombre que la humanidad, entendida como un cuerpo autónomo, ha de sobrepasarse a sí misma por sí misma:
«Entendemos aquí por “FE EN EL HOMBRE” la convicción o menos operante y apasionada, de que la Humanidad, tomada en su totalidad orgánica y organizada, tiene frente a sí un porvenir: porvenir formado no sólo por años que se suceden, sino por estados superiores que hay que ganar por vía de conquista. Entendámoslo bien: no sólo supervivencia, sino, en cierta forma, sobrevida o super-vida.»
Una filosofía del porvenir fundamentada en el progreso antropológico indefinido, ha de simpatizar forzosamente, con la utopía marxista. Como dice Louis Jugnet, ya en 1967, alertando de la sinergia marxismo/teilhardismo:
«Es cierto que los marxistas tienen, en general, cierta debilidad por Teilhard: ¿ Por qué no van a estarle agradecidos por una obra que establece un puente entre el cristianismo y el comunismo y que contiene numerosas fórmulas amables hacia este último?» (Teilhard y los no creyentes, Verbo, Madrid 1967, 53-54, p.185)
La influencia bergsoniana añade al evolucionismo de Teilhard un plus cronolátrico coherente con el hegelianismo de izquierdas, como explica con perspicacia Miguel Poradowski:
«El primero, Bergson, al introducir la biología en este proceso permanente de cambio evolucionista metafísico y sociológico, da nuevas dimensiones al abstracto y confuso pensamiento kantiano-hegeliano-feuebachiano-marxista; la Historia, como el único protagonista de todo acontecer, en su permanente e interminable paso de cambio dialéctico y sociológico, toma, con Bergson, dimensiones más concretas, de un evolucionismo biológico, lo que permite a estos subjetivistas incluir también la idea de un cambio permanente de la naturaleza en general y de la del hombre en particular, es decir, que no hay nada de firme en el Universo, y el hombre necesariamente evoluciona en forma permanente» (Miguel PORADOWSKI, La subversion en la filosofía y la infiltracion marxista en la teología, Verbo, Madrid 1988, n.261-262, p.97)
Asimismo, el proceso dialéctico sienta las bases del progreso antropológico. Resulta muy claro el toque gnóstico, plenamente moderno, como bien diagostica Poradowski:
«Volviendo a nuestro esquema de la subversión en la filosofía, conviene todavía recordar que el hegeliano proceso dialéctico de cambio permanente, en el cual se manifiesta el devenir histórico, reforzado por el evolucionismo bergsoniano y por el historicismo de Croce, ha dado bases para la «cristología» cósmica de Teilhard de Chardin, es decir, una pseudoteología, en la cual, aprovechando los «dogmas» de la «fe» inmanentista y panteísta, se vuelve a la Cábala y a la gnosis, lo que permite introducir en ella todo tipo de antiguas y añejas herejías, pues se abre a las fuentes del pensamiento no cristiano y anterior al cristianismo; a las fuentes de los cuales también se nutre el marxismo, tanto el de Marx como el de los neo-marxistas actuales, lo que les facilita una infiltración más profunda y más fecunda» (Miguel PORADOWSKI, La subversion en la filosofía y la infiltracion marxista en la teología, Verbo, Madrid 1988, n.261-262, p.103)
Hay un pasaje famoso de El porvenir del hombre, en que Teilhard explica su aggiornamento marxista. Es una cita larga, pero vale la pena, por lo muy ilustrativa. Constatamos en ella cómo Teilhard de Chardin, aunque utilizando su propia terminología, no duda exponer dialécticamente la simbiosis de la fe cristiana y el marxismo:
«En virtud de lo que acabo de decir, la figura adjunta representa simbólicamente el estado de tensión en que se halla al presente, más o menos conscientemente, instalado todo individuo humano a consecuencia de la aparición, en su propio corazón, junto a las tradicionales fuerzas ascensionales de adoración (Oy) [Eje vertical], una modernísima acción propulsiva (Ox) [Eje horizontal] ejercida sobre cada uno de nosotros por las recién nacidas fuerzas de trans-hominización. Para concretar más el problema, reduzcámoslos a sus términos más perfectos o más expresivos. Es decir, convengamos en que Oy representa simplemente la tendencia cristiana, y Ox representa simplemente la tendencia comunista o marxista, tal como cristianos y marxistas se expresan comúnmente en torno a nosotros, en este mismo momento.»
«Tomada en sí sola, la fe en el Mundo no basta, pues, para mover la Tierra hacia delante. Pero tomada en sí sola, tampoco es seguro que la fe cristiana, en su antigua explicitación, baste todavía para levantar al Mundo hacia lo alto…Por definición, por principio, la función distintiva de la Iglesia es la de saber y poder cristianizar todo lo humano en el Hombre. Ahora bien, ¿qué puede acontecer (qué no está ya aconteciendo…) si, en el momento preciso, cuando en la «anima naturaliter christiana» empieza a surgir una componente tan viva como la conciencia de un «ultra-humano» terrestre, que la autoridad eclesiástica ignora, desdeña o incluso condena, sin siquiera llegar a comprenderla, la nueva aspiración?».
«Oy y Ox, en lo alto y hacia delante: dos fuerzas religiosas, repito, que ahora ya se afrontan en el corazón de todos los hombres; dos fuerzas, acabamos de verlo, que se debilitan y marchitan si se aíslan; dos fuerzas, por consiguiente (y es lo que me falta por demostrar), que sólo esperan una cosa: no que hagamos una elección entre ambas, sino que hallemos el modo de combinarlas a la una con la otra».
Y en otro pasaje que no tiene desperdicio:
«En este mismo momento tomad los dos extremos que hay en torno a vosotros: aquí un marxista y allí un cristiano, los dos convencidos de su doctrina particular, pero ambos también, se supone, radicalmente animados de una análoga fe en el Hombre. ¿No es seguro -no es esto un hecho de nuestra experiencia cotidiana- que estos dos hombres, en la medida misma en que creen firmemente (en que cada uno de ellos siente que el otro cree) en el futuro del mundo, experimentan el uno hacia el otro, de hombre a hombre, una simpatía de fondo, no una simple simpatía sentimental sino una simpatía basada en la evidencia presentida de que viajan juntos, y de una manera o de otra acabarán por encontrarse, a pesar de todas las diferencias de fórmulas, sobre una misma cima? Cada uno a su manera, sin duda, y en direcciones divergentes, piensan haber resuelto, de una vez por todas, la ambigüedad del Mundo. Pero esta divergencia, en realidad, no es completa ni definitiva, al menos mientras, por ejemplo, el marxista, mediante un prodigio de exclusión inimaginable o incluso contradictorio (¡porque no quedará nada de su fe!) no haya eliminado de su materialismo toda fuerza ascensional hacia el espíritu. Llevadas hasta el final, las dos trayectorias acabarían ciertamente por acercarse. Pues, por naturaleza, todo lo que es fe asciende; y todo cuanto asciende, converge inevitablemente.»
4. La dialéctica de Barth, Bonhoeffer y el giro teológico del marxismo
Karl Rahner (1904-1984), Karl Barth (1886-1968) y Dietrich Bonhoeffer (1906-1945), con su enorme influencia en el pensamiento católico actual, han contribuido también, indirectamente, a la marxistización de parte de la teología y filosofía católicas.
Cornelio Fabro muestra que el “vuelco antropocentrista” que descentra la teología de Dios para recentrarla en el hombre, es una oportunidad brindada al marxismo para que influya en la teología católica (La svolta antropologica di Karl Rahner, Milán 1974).
Aunque Karl Barth no es antropocentrista en su intención, sí lo es en los medios conceptuales que utiliza, principalmente la dialéctica hegeliana y su principio de autodeterminación, esencialmente presente en el marxismo. Asimismo, hay que tener en cuenta que uno de los objetivo de la teología dialéctica hegeliana de Barth congenia con otro objetivo marxista: combatir la religión.
Como hablamos en un reciente post, el giro teológico del marxismo consiste en tolerar la fe pero combatir la religión. La separación tajante que introducen Barth entre fe y religión favorece la marxistización teológica.
Muy oportunamente, Benedicto XVI criticaba esta fragmentación. A própósito de Karl Barth decía a los estudiantes de la Pontificia Universidad Urbaniana:
«En base a elementos de este tipo, el teólogo evangélico Karl Barth puso en contraposición religión y fe, juzgando la primera en modo absolutamente negativo como comportamiento arbitrario del hombre que trata, a partir de sí mismo, de apoderarse de Dios.»
Era lógico que Benedicto XVI aludiera, a continuación, a otro pastor protestante, Dietrich Bonhoeffer (1906-1945). En la línea de Karl Barth, Bonhoeffer ha contribuido no poco a la marxistización de la teología católica, creemos que a su pesar, pero de forma inevitable: su cristianismo como vivir para los demás, como horizontalismo no religioso, conduce indefectiblemente al marxismo.
Dice además Benedicto XVI:
«Dietrich Bonhoeffer retomó esta impostación [la de Barth] pronunciándose a favor de un cristianismo sin religión. Se trata sin duda de una visión unilateral que no puede aceptarse.»
La separación fe/religión, proyectada sobre un horizonte de utopismo humanitario, sólo cabe en un pensamiento católico fundamentado en Kant, Hegel o Kierkegaard, y alejado radicalmente del pensamiento tradicional católico. No es cosa rara, pues, que el marxismo teológico combata el tomismo como a su Némesis: porque la doctrina clásica es su antítesis, su remedio y su triaca.
Los personalistas, tan acostumbrados a reflexionar con categorías kantianas y existencialistas, están predispuestos a este utopismo católico de izquierdas, como comprobamos en el comunitarismo activista de Emmanuel Mounier (1905-1950). Habituados a pesar antimetafísicamente y a rechazar el principio de subordinación tomista, no tienen problemas en defender el pricipio de autoderminación hegeliano y a horizontalizar su pensamiento, estirándolo “sin religion", hacia una utópica nueva cristiandad laica maritainiana.
5. Un último apunte sobre la antropologización de la teología en Rahner
La teología de Rahner, sustentada como sabemos en el existencialismo heideggeriano, remite inevitablemente a Hegel y a Kant. Favorece también, por tanto, ese vuelco antropocéntrico del que hablaba Cornelio Fabro.
En Rahner lo teológico se afianza sobre lo antropológico; para él toda teología es necesariamente antropología trascendental. Al introducir reducciones horizontales en la teología, Rahner la desarma ante el materialismo histórico, haciéndola vulnerable a la dialéctica marxista, como sucede en la obra de su discípulo J. B. Metz.
Con todos estos antecedentes, no es de extrañar que un cardenal de la Iglesia elogie a Marx. Durante muchos años, la mente católica ha sido parcialmente deformada por la obra de estos prestigiosos teólogos. Con su filosofía subjetivista han predispuesto la mente católica para una irresponsable e ingenua aproximacion al marxismo, que sólo puede dar frutos negativos, como es obvio. Es hora, pues, de liberarse de conceptos extraños y volver al pensamiento clásico.
22 comentarios
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LF
O sea, lo mismo que el liberalismo. Marxismo y liberalismo comparten la misma matriz.
"Es asombroso que haya multitud de ateos críticos con el marxismo y adoradores de la ciencia y, en cambio, los cristianos se empeñen en "descubrir" el marxismo después de las desastrosas experiencias del s. XX."
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Muy cierto, Palas Atenea. Pues este empeño en descubrir el marxismo es fruto de las filosofías y teologías aprendidas durante estos decenios, que conducen a él indefectiblemente, indirecta, pero indefectiblemente.
No hay más que ver el prestigio enorme que tiene, a todos los niveles, Teilhard de Chardin. Por ejemplo.
Muchas gracias por tu valoración, sé que es un tema que te preocupa e interesa. También creo yo que es necesario hablar de estos problemas, sobre todo referirse a la deformación que las teologías kantianas y hegelianas, y el personalismo antimetafísico en general, están generando en la mente católica.
Bien sabes cuánto daño han hecho Rahner y compañía. Sigamos con la ayuda de Dios.
Estoy de acuerdo por completo, la raíz es la misma: la libertad negativa, la fe en el hombre, o sea la idolatría, plamada en ese principio subversivo que Marx cita y se apropia sin que se note que viene de un ilustrado.
Muy de acuerdo con lo que dice:
"El mal que han hecho a la civilización occidental hoy agonizante Marx, Darwin y Freud todavía está por escribirse."
De hecho, es que aún estamos inmersos en la Modernidad, y estos autores son sus maestros. No sabemos qué vendrá después de la Modernidad, puesto que la pos modernidad no es más que su crepúsculo. Pero, venga lo que venga, supondrá un juicio de estos sistemas ideológicos, y quiera Dios que en la condena de principio idolátrico y revolucionario: de Las ruinas de Palmira: el hombre es el ser supremo para el hombre.
Cosa distinta es que no existiese compilada y resumida en un documento pontificio pero, obviamente, la cuestión social, o social-política, o social-económica, etc, siempre ha estado presente en la Iglesia bajo formas doctrinales y negarlo me parece una maldad o el fruto de una gran ignorancia.
Además diría que en la actitud de Marx, como en la de otros miembros de la Iglesia de aquellos y otros lares semejantes, ayuda bastante en la introducción del modernismo un cierto chauvinismo.que les es propio. Algo parecido a lo que pasa con los estadounidenses que creen que la civilización empieza con la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América. Los alemanes parecen estar diciendo algo así como "no nos vengais con Santo Tomas y demás antiguallas latinas. Nosotros tenemos a Hegel y a Heidegger y a feuerbach y a Kant y hasta a Goethe. Incluso a Husserl que no era alemán pero un poquito si."
No soy de ánimo apocalíptico pero en mi humilde opinión, Don Alonso, después de la modernidad vendrá la posmodernidad en toda su crudeza. De hecho ya estamos siendo testigos de ellos a través de la implementación ideológica. Por ejemplo la ideología de género. Y después el transhumanismo como realidad práctica. Se están invirtiendo millones y millones de dólares en ello. Otra cuestión es ver hasta que punto puede llevarse a la práctica y de que manera, pero que es la tendencia natural es evidente.
Y en relación con esto diría que la posmodernidad, con la aplicación de técnicas transhumanistas, parece acercarse bastante a la idea del ánomos apocalíptico. En otros periodos históricos, de forma natural, se ha llegado a identificar esta figura con la existencia de autócratas tiránicos que hacían leyes a su antojo, fuese Nerón, fuese el Islam, etc., y sin embargo parece de raíz teológica más profunda, mas radical no ya una figura que desoiga, que desobedezca las leyes de Dios y las leyes naturales sino aquella que pretenda subvertirlas, negarlas en su esencia.
"después de la modernidad vendrá la posmodernidad en toda su crudeza"
No amigo, la posmodernidad es la misma modernidad llevada hasta el límite, en escorzo; supone su decadencia, pero aún es la modernidad. Su esencia es la misma, el subjetivismo. En la modernidad exageraba la razón, ahora en su crepúsculo de tanto exagerarla se ha vuelto contra sí misma.
Pero el principio de autodeterminación (libertad negativa) y la subjetividad, así como la ontofobia, siguen fundamentando la posmodernidad, señal de que es la misma modernidad pero bajo otra perspectiva.
Cuando sólido se vuelve líquido, la sustancia sigue siendo la misma, sólo ha cambiado el estado.
De hecho, pensándolo bien ¿Qué diferencia existe entre los transhumanistas de hoy en día y la mágia y el alquimismo del renacimiento mas allá de una cuestión tecnica? ¿O, ciertamente, qué hay mas posmoderno que el nominalismo?
"De hecho, pensándolo bien ¿Qué diferencia existe entre los transhumanistas de hoy en día y la magia y el alquimismo del renacimiento mas allá de una cuestión tecnica? ¿O, ciertamente, qué hay mas posmoderno que el nominalismo?"
Muy de acuerdo. Lo ha clavado.
"después de la modernidad vendrá la posmodernidad en toda su crudeza"
LF:
"Y después de cierto concilio vino el post-concilio"
Sí, sé que es un comentario "malvado". Pero es que yo soy así, je je.
Nuestro ser anda inquieto hasta que descanse en Él.
Vemos propagarse doctrinas indignantes, dañinas como nuestros propios pecados ; éstas nos sacuden fuertemente por eso : porque el hombre es buscador de lo bueno, verdadero y bello. Del Amor!
Causa pavor considerar el predicamento de Teilhard de Chardin en la teología católica durante décadas y décadas, su presencia en los seminarios, en la formación de los religiosos y consagrados, en la catequesis y en el magisterio de los obispos. El pensamiento de Teilhard de Chardin no es católico, ni siquiera cristiano. Son erróneas su teología de la Creación, su cristología, su teología del pecado y de la Redención, su eclesiología y su teología de los sacramentos, entre otros aspectos. Teilhard de Chardin es un ejemplo claro de que la crisis que se desató tras el concilio estaba ya firmemente incubada.
Respecto a cuanto dice sobre el marxismo, creo insoslayable poner de relieve que, como advierte vd en la respuesta al comentario de un lector del blog, liberalismo y marxismo nacen de la misma matriz. Los liberales quieren creer que no tienen nada que ver con el marxismo, pero lo cierto es que ambos son las dos caras de la misma moneda. Sólo añadiré que a menudo me pregunto si no se habrían evitado muchos males -o al menos atenuado- si el Concilio hubiese incorporado una condena explícita del marxismo, si el humillante Pacto de Metz no se hubiese suscrito nunca. Es impresentable, por cierto, que todavía algunos ingenuos y no pocos malintencionados nieguen la existencia de tal pacto. Los estudios de los profesores José Morales y José Orlandis, por citar sólo algunos de los más recientes, me parecen concluyentes e indiscutibles.
Muchas gracias, Alonso, por textos tan excepcionales como los que vd escribe. Gracias a toda Infocatólica (permítame una mención especial a L.F.)
Un abrazo en Cristo y en María Santísima Inmaculada
Muchas veces al leerlo hace referencias a teólogos/filósofos (kant, hegel, etc) de los cuales no tengo muchas veces referencia o análisis completo. Podré sugerirle (disculpe el atrevimiento) una serie de artículos dedicados a estos filósofos para poder recurrir a ellos y entender mejor sus citas ?
Agradecido por su labor por Cristo
En creerse todopoderoso y rey de su naturaleza , o en saberse criatura de Dios.
El marxismo o el cristianismo, el acierto o el engaño que tenemos que entender y saber distinguir .
No es ni sera facil para los que no estén enamorados de Jesús , que es el único camino para ir al Padre.
Imposible para los que lo intenten solos.
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