Leonardo Boff es el profeta de la Nueva Era aunque esta suponga el fin del cristianismo

Leonardo Boff nos tiene acostumbrados a escribir un artículo todos los viernes. Lo publican en Servicios Koinonia

El pasado día 3 de julio, viernes también, publicó uno revelador. Se titulaba “Ética para la nueva era“.

Bien podemos decir que, efectivamente, a Leonardo Boff le podemos apear el tratamiento de cristiano. Si había alguna duda, según lo escrito y dicho por él mismo, de que lo fuera… ahora ya no hay ninguna: ya no lo es.

Se ha destapado a la perfección su mensaje y toda la doctrina que emana: es el profeta de la Nueva Era.

Sabemos que la denominada Nueva Era es, en primer lugar, un movimiento presuntamente espiritual y, en segundo lugar, un intento de sustituir, bajo la denominada Era de Acuario, al cristianismo.

Es espiritual, presuntamente, en el sentido que pretende manifestar de la realidad desde un punto no exclusivamente materialista.

En este sentido, Boff escribe sobre la ética de la Nueva Era (escribe tal nombre, reiteradas veces, con minúscula, para disimular. Sin embargo, no nos engaña)

Como bien dice, siempre es necesaria la existencia de un comportamiento ético. Esto evita, o puede hacer, la corrupción, por ejemplo, el mal comportamiento e, incluso, la desviación religiosa.

Pero, según lo dicho arriba, a Leonardo Boff no podemos llamarlo cristiano. Duda de demasiadas cosas.

“Difícilmente se podría fundar un consenso ético basado solamente en el factor religioso. ¿Qué religión tomar como referencia? La ética fundada en la religión tiene, sin embargo, un valor inestimable por referirla a un último fundamento que es el Absoluto”

A quien, como católico (es un suponer) no tiene claro que su religión es la que debería tomar como referencia, no se le puede llamar de tal forma. Y parece que duda pues se pregunta lo que se pregunta.

Además, acude, con gusto, al típico lenguaje de la Nueva Era. No habla de Dios Creador ni de Dios Padre-Madre sino del “Absoluto”.

Bien cierto que a Dios también se le puede denominar de tal forma. Sin embargo, aquí desaparece el nombre para quedar, sólo, el adjetivo. Y, claro, si desaparece lo sustancial y esencial es porque, sin duda, no se le da importancia.

Escribe, también, al respecto de la ética, que resulta de importancia vital la llamada “ética del cuidado” atribuida a la fábula número 220, del filósofo esclavo Higinio (43 a.C. a 17 d.C.)

Sin embargo, no es la primera vez que escribe Boff sobre la tal fábula ni sobre el tal Higinio. En otra ocasión sacó a relucir la tal ética del cuidado y escribió algo que, para un cristiano es muy grave:

“Pensando de forma cosmológica, si no existiera una sinergia cuidadosa con todas las energías del Universo, la vida y la conciencia no habrían iniciado su existencia, y no estaríamos hoy aquí para hablar de todo esto”

¿Dónde está Dios, aquí, en la Creación?

Exactamente: en ninguna parte; por ningún lado; ausente.

Energías del Universo… todo esto suena a muy extraño porque un hijo de Dios sabe Quién creó el Universo. No fue la sinergia de no sé qué fuerzas del Universo. Fue Dios.

Y, claro, en sintonía con su ecologismo (habla mucho de la Madre Tierra, de Gaia; aquí Casa Común y simplezas por el estilo), escribe mucho sobre el tema aquí mismo.

No puede olvidar la parte del negocio que le lleva por el mundo: el cambio climático y toda la sarta de falsedades de las que, muchos, sacan beneficios no, precisamente, espirituales.

Por eso, más que Teólogo, título con el que se firman sus escritos, le llamaría Profeta. De la Nueva Era y no del cristianismo.

Falso, pero Profeta.