InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Vírgenes, advocaciones

24.07.10

Vírgenes, advocaciones - Fátima

Fátima

Seguramente el episodio espiritual que acaeció en Fátima a partir del 13 de mayo de 1917 es el que ejemplifica, a la perfección, el misterio de fidelidad que el Espíritu Santo transmite a los hijos de Dios.

Lucía, Francisco y Jacinta apenas habían vivido unos años de sus vidas (que en el caso de los dos últimos serían pocos más) cuando en aquel día del mes dedicado a María, la Madre de Dios se les apareció para hacerles ver que, en realidad, el amor tenía que ser, sobre todo, sufrimiento.

Todos los momentos negativos, critica siempre quien no entiende ni comprende, que pasó, sobre todo, Lucía (al fin y al cabo la única que iba a quedar para dar testimonio de lo vivido pues le dijo María, el 13 de junio, que “Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien le abrazare prometo la salvación y serán queridas sus almas por Dios como flores puestas por mi para adornar su Trono“) le valieron para comprender que la Verdad tiene caminos, verdaderamente, misteriosos para salir a la luz.

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17.07.10

Vírgenes, advocaciones. Nuestra Señora de Lourdes

Virgen de Lourdes

Bernardette Soubirous vivía en unas condiciones pésimas. Enferma desde los diez años de asma tuvo que ser a ella a quien la Santa Madre de Dios le diera un mensaje de esperanza, de amor y de auxilio a los necesitados. A lo mejor porque era una de las personas de las que Jesús refiriera al Padre sobre haber escondido las cosas más importantes a los sabios y haberlas “revelado a pequeños” (Mt 11, 25).

Sin duda, Bernardita era una de aquellas pequeñas a las que Jesús tanto quería y en ella se hace expresión de virtudes como la pobreza y la humildad que tanto atesoraba la niña de Lourdes.

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10.07.10

Vírgenes, advocaciones - Presentación

Virgen María China

Nota previa: con este artículo doy comienzo a una serie que, sobre diversas advocaciones que sobre María, Madre de Dios y Madre nuestra, ha sugerido el Espíritu Santo, a los hijos de Dios. Valga, pues, la imagen de la Virgen María, digamos, China (Nuestra Señora de She Shan) que ilustra este primer artículo, para entender el amor que se le tiene a la Madre.

Por cierto, si alguien se extrañaba de que en un blog católico en el que se pretende defender la fe aún no hubiesen aparecido referencias extensas a la Madre de Dios puede quedarse tranquilo con lo que tiene que venir. No será suficiente pero, al menos, será algo.

Vayamos, pues, con la presentación de la serie.

Los cristianos reconocemos que María, Madre de Dios y Madre nuestra, tiene un lugar muy importante en nuestra vida. Además, los católicos sabemos que tal lugar lo ocupa también por ser intercesora nuestra y porque el Amor de Dios nos la ha entregado dotada de unas virtudes y cualidades que enriquecen su persona.

Por tanto, aunque la naturaleza humana de María, esencialmente igual a la nuestra (pues todo ser humano es semejanza de Dios) no es menos cierto que las cualidades que la adornan le conceden una situación espiritual privilegiada.

A este respecto, C.S. Lewis, en su “Mero cristianismo” apunta hacia algo que es muy importante cuando dice que “Las creencias católicas sobre este tema se sostienen no sólo con el fervor inherente a toda creencia religiosa sincera sino (muy naturalmente) con la peculiar y, por así decirlo, caballerosa sensibilidad que un hombre experimente cuando el honor de su madre o de su amada están en cuestión”.

Por eso mismo bien sabemos que:

María siempre nos cuida.

María siempre nos ayuda en nuestras necesidades.

María nos echa una mano para vencer las tentaciones.

María es nuestro socorro.

María es un don que Dios, graciosamente, entregó al mundo.

María es, sobe todo, Madre: de Dios y nuestra.

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