María, Madre de Dios y de su Cordero

 

  

 

Bien podemos decir que es difícil empezar un nuevo año de una forma más acertada y más certera. Recordamos, para comenzar una nueva andadura de la que nos lleva al definitivo Reino de Dios, a quien hizo posible que tal camino de desbrozara de mala hierba y, en suma, nos hiciera ver que es posible llegar allí.

 

Y al que esto escribe le sale decir, así, de primeras, estas tres oraciones:

 

 “Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza. A Ti celestial princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Amén”

 

 “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén”.

 

 “¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo Oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como a pertenencia y posesión tuya. Amén”.

 

Seguramente es poca cosa esto porque la Madre de Dios, a la que hoy celebramos, es mucho más que algo que se le pueda decir. Está muy allá en el Cielo pero muy acá en nuestros corazones. Y por eso nos sale decirle que la queremos, que la tenemos muy por encima, muy por arriba, de nuestras ambiciones como hijos de Dios y que en ella nos refugiamos cuando necesitamos refugio, a ellas nos dirigimos cuando necesitamos dirección y en ella buscamos amparo, consuelo, limpieza de corazón.

 

Bien dijo San Juan Pablo II que España es tierra de María. Y, por extensión, todas las naciones hermanas de América, también lo son. Y nuestros pastores nos dicen que “Los Padres del Concilio de Éfeso la aclamaron como Theotokos, porque en ella la Palabra se hizo carne, y acampó entre los hombres el Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo nombre está por encima de todo nombre”.

 

A nosotros, los sencillos, nos basta con decir que María es Madre, es nuestra Madre. Y con eso ya podemos empezar el año con los bríos propios de quien se sabe hijo de una tal Madre e hijos de un tal Padre.

 

Amén y gracias. También podemos decir eso.

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno 

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

 

Madre nuestra, ¡Madre nuestra! ¿Es posible decir algo más apropiado?

 

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1 comentario

  
Federico
Muy interesante reflexión. Aunque debo admitir que llegue buscando información sobre la imagen, si alguien conoce su nombre o autor.
Muchas gracias.
13/02/15 3:24 AM

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