Serie Huellas de Dios .-19.- Una gran lotería siendo Providencia de Dios

Por la libertad de Asia Bibi.

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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Ante las dificultades por las que pasamos y ante las asechanzas del Maligno, el propósito de mantener una serenidad espiritual no nos vendrá mal. Será, seguramente, un remedio bueno ante la desesperación
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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Ante las dificultades por las que pasamos y ante las asechanzas del Maligno, el propósito de mantener una serenidad espiritual no nos vendrá mal. Será, seguramente, un remedio bueno ante la desesperación

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación de la serie

Huellas de Dios

Las personas que no creen en Dios e, incluso, las que creen pero tienen del Creador una visión alejada y muy distante de sus vidas, no tienen la impresión de que Quién los mira, ama y perdona, puede manifestarse de alguna forma en sus vidas.

Así, cuando el Amor de Dios lo entendemos como el actuar efectivo de quien no vemos puede llegar a parecernos que, en definitiva, poco importa lo que pueda hacer o decir Aquel que no vemos, tocamos o, simplemente, podemos sentir.

Actuar de tal manera de permanecer ciego ante lo que nos pasa y no posibilitar que Dios pueda ser, en efecto, alguien que, en diversos momentos de nuestra vida, pueda hacer acto de presencia de muchas maneras posibles.

En diversas ocasiones, por tanto, se producen inspiraciones del Espíritu Santo en nuestro corazón que muestran la presencia de Dios de forma firme y efectiva. Las mismas son, precisamente, “Huellas de Dios” en nuestras vidas porque, en realidad, nosotros somos su semejanza y, como tal, deberíamos encontrar a nuestro Creador, sencillamente, en todas partes.

No es algo dado a personas muy cualificadas en lo espiritual sino posibilidad abierta a cada uno de nosotros. Por eso no podemos hacer como si Dios estuviera en su reino mirando a su descendencia sin hacer nada porque cada día, a nuestro alrededor y, más cerca aún, en nosotros mismos, se manifiesta y hace efectiva su paternidad.

Las huellas de Dios son, por eso mismo, formas y maneras de hacer cumplir, en nosotros, la voluntad de Creador que, así, nos conforma para que seamos semejanza suya y, en efecto, lo seamos porque, como ya dejó escrito San Juan, en su primera Epístola (3, 1) es bien cierto que, a pesar de los intentos de evadirse de la filiación divina, no podemos preterirla y, como mucho, miramos para otro lado porque no es de nuestro egoísta gusto cumplir lo que Dios quiere que cumplamos.

Sin embargo, el Creador no ceja en su voluntad de llamarnos y sus huellas brillan en nuestro corazón siendo, en él, la siembra que más fruto produce.

19.-Una gran lotería siendo Providencia de Dios

Sabemos que a lo largo del mundo existen multitud de formas de tentar a la suerte y de tratar de hacerla compañera de la avidez del ser humano. Sin embargo, hay algo que, siendo mucho más importante, ya nos fue concedido hace mucho tiempo y que no tenemos que buscarlo porque lo tenemos desde nuestra misma concepción: el Amor de Dios.

Cuando el Padre creó al ser humano dijo aquello muy conocido de que “era muy bueno” lo que había hecho. Luego, el mismo Génesis llevó a cabo el primer “envío”: “creced y multiplicaos” fue lo que dijo.

Desde entonces los hijos de Dios estamos dotados de unas grandes posibilidades de desarrollo que, con el uso de la inteligencia, nos han llevado a lo que hoy día somos.

Pero sobre todas las cosas de las que podemos gozar una hay que no deberíamos olvidar y que ya ha sido mencionada arriba: el Amor de Dios.

¿Cómo es el Amor de Dios?

Las Sagradas Escrituras recogen algunas características del Amor de Dios que no deberíamos olvidar (se ruega sean consultadas)

1. El amor de Dios es soberano (Deuteronomio 7:8)

2. El amor de Dios es grande (Efesios 2:4)

3. El amor de Dios es constante (Sofonías 3:17)

4. El amor de Dios es infalible (Isaías 49:15-16)

5. El amor de Dios es inalienable (Romanos 8:39)

6. El amor de Dios es obligante (Oseas 11:4)

7. El amor de Dios es eterno (Jeremías 31:3)

Es soberano el Amor de Dios porque prevalece sobre todo; es grande porque lo creó todo; es constante porque siempre perdona y siempre manifiesta su misericordia; es infalible porque nunca falla; es inalienable porque no puede ser quitado ni eliminado por el Mal; es obligante porque, como Padre, lo tenemos que tener en cuenta y, por último, es eterno porque eterno es Dios mismo.

Por tanto, no podemos decir que no tenemos, a nuestro favor, los cristianos, mucho trazado, ya, desde nuestra creación por el Padre Eterno ni podemos entender que somos lo que somos por nuestra propia fuerza y tesón.

Dice el Padre Martí Ballester, refiriéndose a Sto. Tomás de Aquino que “En Dios evidentemente hay amor, que es el primer afecto de la voluntad, y el origen de todos los otros afectos, pues sin el amor ni puede existir el deseo. En efecto, el bien, objeto primario del amor, siempre es objeto de deseo y apetecible, por eso, cuando deseamos el bien, lo deseamos racionalmente porque lo amamos. Ni puede sin el amor existir el odio, si no hay amor al bien, y por eso odiamos el mal en cuanto se opone al bien. Y la falta de bien nos entristece. Y su posesión nos llena de gozo. Todos los seres dotados de voluntad aman el bien, aunque su amor es limitado porque también lo es su voluntad. Por el contrario en Dios, al ser infinita su voluntad, su amor es también infinito

Y es en el Amor infinito de Dios en el que tenemos que permanecer.

Eleuterio Fernández Guzmán

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