Ad pedem litterae-Hermanos en la red - P. Pablo Cabellos Llorente - Tiempo para la épica

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Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Ad pedem litterae - P. Pablo Cabellos Llorente

En el siguiente artículo, el P. Pablo Cabellos Llorente escribe sobre lo épico que subyace, hoy día, en la voluntad de ser santos

Tiempo para la épica

Pablo Cabellos Llorente

“El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define lo épico como “perteneciente o relativo a la epopeya o a la poesía heroica", a la vez que manifiesta que epopeya es “un poema narrativo extenso, de elevado estilo, acción grande y pública, personajes heroicos o de suma importancia, y en el cual interviene lo sobrenatural o maravilloso".

Leyéndolo, no pareceríamos aptos para la épica. Sin embargo, y extrayendo del lenguaje algo para personas o colectivos, bien podemos decir que nuestros días son tiempos de épica, de algo heroico y elevado, aunque no aparezca trenzado de grandes acciones públicas, sino de muchos pequeños esfuerzos sumados. Para algunos, estará muy clara la intervención sobrenatural porque necesitamos ayuda del cielo para salir adelante de la situación actual. Para todos, es necesaria la maravilla del esfuerzo conjuntado para el bien común, un esfuerzo radicado, más que en mirar a los propios proyectos, en optar por lo que personal o colectivamente podemos hacer por los demás. La épica del encuentro, del darse, de la renuncia a lo personal, de aparcar las diferencias, para salir adelante solidariamente.

No me refiero solamente a la crisis económica, sino a una suerte de brete global, porque parecen tambalearse los cimientos mismos de la cultura en que vivimos. No escribo para el gobierno o a la oposición, partidos políticos o sindicatos, sociedad civil, eclesiástica o indignados. Carezco de poder y de fuerza para ello, pero deseo brindar alguna reflexión que nos haga más solidarios, menos encerrados en nosotros mismos, más atentos a las necesidades materiales, intelectuales, técnicas o espirituales de los demás. Desde mi pequeño rincón, es costoso y bello mirar al mundo entero como algo que me atañe. También así se hace poesía heroica, el otro significado del DRAE.

Los héroes han destacado -dice Yepes- por vivir una vida llena de significado y de plenitud, llegando a cotas muy altas de humanidad. Para ser así, no es preciso buscar momentos estelares o acciones especiales. Todos podemos ser ese héroe anónimo que, de un modo u otro, se entrega generosamente a los demás. Las figuras de este tipo pueden ser modélicas porque la excelencia que han alcanzado es accesible a todos. Es una épica hecha de muchos pequeños heroísmos, actos que entrañan su pizca de grandeza por lo que tienen de éxodo, de salida de nosotros mismos para cavilar acerca del hambriento de pan o de cultura, sobre el sediento de Dios o de trabajo, el abandonado en soledad o desamparo, el marginado social o religioso…

La Teología emplea frecuentemente la palabra comunión para expresar un tipo de unión fuerte, una suerte de entrelazamiento vital, una especial sintonía, una particular identificación con algo o alguien. También puede y debe darse esa Koinonía -etimología griega de comunión- cuando los lazos humanos que nos unen los vivimos compartiendo, participando, comunicando ideas y bienes, razones, motivaciones en orden al bien de todos. Quien vive en comunión, ama, renuncia; no forja una sociedad-máquina, un simple sistema de leyes y burocracia fría, muy lejana a quererse de veras. No es una nube azul y rosa, sino una vida en común, con un bien común, una tarea común, una obra en común, como explica Yepes en sus “Fundamentos de Antropología".

Los héroes corrientes, los capaces de épica, los quijotes, aquellas personas que logran la excelencia dándose, son quienes pueden cambiar una sociedad en la que prime el bien sobre lo políticamente correcto, lo corrupto, la mentira, el egoísmo, la superficialidad, el sexo banalizado o la droga. Todo esto nos parece imposible porque el ingrediente principal de la cultura de masas lo constituyen espectáculos carísimos y, con frecuencia poco ejemplares, degradantes. No hay epopeya en lo cutre, ni en lo frívolo, ni en tareas que cuestan mucho dinero porque los falsos héroes se tasan muy alto. El héroe deportivo, el actor cotizado, el conjunto musical de moda pueden ser algo legítimo y lúdico, pero no constituyen en modo alguno el aporte capaz de la épica generosa del darse.

Cuando Winston Churchill prometió solamente sangre sudor y lágrimas para sacar adelante la sociedad británica, estaba pidiendo héroes en la vida diaria. En estos momentos cruciales, forjadores también de esperanza, necesitados de mirar con ánimo grande al porvenir, sin encogimientos, ¿encontraremos alguien que, con la verdad por delante, sea capaz de estimularnos a ejercitar esa épica del heroísmo ordinario? ¿Aparecerá alguno que nos mueva a trabajar seriamente, a sonreír a la dificultad, a la magnanimidad con los demás, a la solidaridad entre personas, sociedades menores, autonomías y pueblos? ¿Son eso los indignados? ¿Son un síntoma?

La Iglesia Católica, a pesar de las miserias de sus miembros, posee la receta incomparable para estos tiempos. Dice Camino: “Un secreto. -Un secreto a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos". En otra obra, escrita también por san Josemaría, se lee: “Hoy no bastan mujeres u hombres buenos. -Además, no es suficientemente bueno el que sólo se contenta con ser casi… bueno: es preciso ser `revolucionario´.” (Surco). ¿Utopía? No. Más bien, el intento por ser “revolucionario” de veras.”

Pablo Cabellos Llorente

Publicado originalmente en Las Provincias y traído a InfoCatólica con permiso expreso del autor.

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1 comentario

  
JacinTonio (Católico, laico fiel. Mayor jubilado. España)
¿Crisis de santos cuando todos estamos llamados a serlo? ¿Estará dejando la Iglesia de ser Santa? ¡Impensable!.

Pero aquí no ocurre como con las vocaciones y carismas. No todos son “curas” ni todos tienen el don de lenguas, por ejemplo. La santidad es otra cosa; lo propio es que todos sin excepción seamos santos, y con uno que no lo sea ya hay crisis: ¡que se lo pregunten si no al Buen Pastor, que dejó solitas en el desierto (¡en el desierto!) a 99 ovejas de su rebaño para irse tras la perdida!

Sin respuestas no hay santos. ¿Habrá crisis, pues, de llamadas y carismas?

Decir que hay crisis de llamadas es lo mismo que decir que hay crisis de pastores, (o de líderes, si hablamos de seglares laicos), pues el Buen Pastor se prolonga en sus pastores y hemos visto que no es el Buen Pastor el que falla.

Y si hablamos de carismas, pues… no me lo creo. Los carismas los da el Espíritu, y todo aquél que está dispuesto a recibir de Dios, recibe, ¡vaya si recibe!. No puede haber crisis de carismas, sino de corazones dispuestos, y vencer la inercia del corazón es una auténtica odisea.

Vivamos en el Señor
06/07/11 11:56 PM

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