El orden político natural

Principios de la Ley natural

El magisterio de la Iglesia enseña que Dios se ha manifestado al hombre de dos formas: la primera como Creador del Universo y sus leyes; ha impreso en el alma de cada hombre una serie de normas morales que le desarrollan como persona y que, independientemente de la cultura y la época, se ve impulsado de forma natural a seguir. La presencia de esas normas morales innatas universales (vg buscar lo trascendente, amar a los padres, hijos y hermanos, no matar, tener compasión por los semejantes, defender a los propios frente a los extraños, respetar la propiedad ajena, no mentir, dar a cada uno lo que le corresponde, proteger al indefenso, etc) son, en sí mismas, prueba filosófica de la fraternidad humana y de la existencia de Dios, que es antecedente a ella. A esas normas se les conoce con el nombre de Ley Natural, y el hombre puede acceder a ella por su sola razón.

Al ser ejercida por el hombre, la ley natural genera una moral natural tanto individual como comunitaria. Aristóteles postuló que toda costumbre y derecho humano debía seguir esa ley para ser conforme a la justicia. Este principio tiene importancia desde el punto de vista teológico, pues demuestra que cualquier hombre, siguiendo la moral natural, ya está ordenando su vida a los designios divinos, y por tanto obrando como Justo. Del mismo modo, las sociedades que siguen costumbres ajustadas a la moral natural, practican la Justicia. Así, aquellas personas o sociedades que no siguen al Dios verdadero por desconocimiento, al obrar conforme a ley natural pueden obtener la salvación.

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Principios de la Ley divina

La segunda manifestación de Dios al hombre es más directa y explícita: se manifiesta a algunas personas en algunos momentos de la historia, bien por signos sobrenaturales (fenómenos físicos, ángeles o manifestaciones directas del Espíritu Santo), bien por medio de profetas y personas inspiradas (como los redactores de los Libros sagrados). Es lo que se conoce por Revelación. Por medio de ella, Dios establece varias alianzas con los hombres: la primera con Adán, el primer hombre, creado en Gracia, que la rompe al desobedecer a Dios. Posteriormente, tras eliminar por medio del diluvio a toda la humanidad pervertida por los cainitas, establece una alianza con Noé, cabeza de los fieles a Dios, al que promete no volver a destruir a los hombres. Más adelante, cuando sus descendientes se contaminan con cultos a ídolos, establece una tercera alianza con Abraham, el único que permanece fiel al culto monoteísta a Yahvé, prometiéndole ser padre del pueblo elegido. Al fin, establece la alianza conocida como Antigua Alianza con Moisés, cabeza del pueblo hebreo, al que entrega en el Monte Sinaí la Primera ley Revelada, la llamada ley mosaica, cuyos principales y más famosos preceptos son los Diez Mandamientos. A pesar de las advertencias de numerosos profetas, el Pueblo Elegido, con el paso del tiempo acaba por retornar a su infidelidad a la Alianza, por lo que es dispersado como castigo. En la culminación de la Historia, por medio de Su Hijo hecho carne, Jesucristo, Dios establece la última alianza, conocida como Nueva Alianza. Cristo, con sus enseñanzas, sus milagros, su muerte redentora y su resurrección gloriosa, otorga la Segunda ley Revelada, en la que se basan enteramente los preceptos de la Iglesia. Esta segunda ley ya establece que el Pueblo elegido estará compuesto por aquellas personas que sean fieles a Yahvé, y precisamente en la Iglesia es visto comúnmente ese nuevo pueblo de Dios. Nótese que la Ley revelada informa y perfecciona la Ley natural, jamás la contradice. La Ley revelada es alcanzada por el hombre por su fe (aunque no repugna a su razón).

Aquellos que han recibido la Revelación son exigidos en mayor medida que los que no la han recibido: el Espíritu Santo y los sacramentos les auxilian para alcanzar con mayor facilidad la salvación. Pero si rechazan la revelación, su condena es más segura que la de aquellos que jamás recibieron la revelación.

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Principios de la autonomía de la razón

El racionalismo estableció el principio de la autonomía de la Razón: esto es, la razón del hombre es suficiente, por sí misma, para conocer el mundo, sin necesidad de una instancia suprema (divinidad). Esto suponía, o bien el ateísmo, o bien la existencia de un dios creador no actuante (deísmo, naturalismo), de modo que la Razón humana elimina a Dios como fuente de información. Así, los filósofos racionalistas consideran que el mecanismo que lleva a las personas y sociedades a tender al Bien es la expansión del conocimiento humano (dando lugar al concepto de enciclopedismo, central en el proceso de la Ilustración). Dado que cada razón individual puede entender el mundo de distinta manera, es por medio del análisis de la realidad, la discusión del mismo y las conclusiones extraídas, como se alcanza una Razón universal. Los preceptos de la aplicación de esa razón son llamados moral autónoma.

Uno de los principios del racionalismo práctico fue el optimismo en el Progreso constante del ser humano, que establecía que la expansión constante de los conocimientos haría a cada generación mejor que la anterior.

El racionalismo no niega la existencia de la ley natural, pero basa su existencia en la presencia de la razón en todos los hombres, por lo que no considera sujeta esa ley a una divinidad que la habría impreso en el entendimiento humano. La ley natural sería promulgada por la Razón universal, con las consiguientes modificaciones que el Progreso fuera realizando a lo largo de la historia, de forma no antecedente, sino consecuente.

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El orden político social

Toda sociedad tiende de forma espontánea al orden para asegurar su propia pervivencia. Ese orden, llamado político, ha de tener una fuente moral de la que surgir. El orden político natural se somete a la Ley natural, por medio de la moral natural. Cuando además esa sociedad ha recibido y aceptado la Revelación, el orden político es informado por la Ley divina (Antigua y Nueva Alianza), produciéndose el Reinado Social de Cristo, tradicional fundamento del orden social en los diversos estados de la Cristiandad.
A efectos prácticos, el orden político natural parte de unas premisas establecidas por Dios (revelado o no) a partir de las cuales se elaboran los usos y costumbres del orden político-social, al cual se someten todos sus miembros. Sus normas son previas al orden y lo constituyen.
El ejemplo máximo de este postulado es la Doctrina Social de la Iglesia, que auna la ley natural y la ley divina.

En el racionalismo autónomo, la Razón es la fuente que informa al orden político autónomo, por medio de la moral autónoma. En esta teoría la ley natural participa en la moral autónoma únicamente en tanto en cuanto ha sido reconocida y promulgada por la Razón universal. Es auxiliar o cooperador, y no fundamento.

A efectos prácticos, el orden político autónomo se establece en la confrontación de los diversos pareceres razonables. Esta confrontación se resuelve por medio de la negociación (idealmente) o de la prevalencia del más fuerte, hasta lograr un pacto social. Sus normas son posteriores al orden y emanan de él.
El ejemplo máximo de este postulado es la Declaración de los Derechos del Hombre, que auna la moral autónoma y la ley natural promulgada por la Razón universal.


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La Ley política

La aplicación del orden social se pone en práctica por medio de la Ley política, es decir, el conjunto de normas que dispone el Soberano (aquel ente que ejerce la potestad en una comunidad política). El soberano puede ser un hombre, grupo de hombres o asamblea de hombres. Las normas o leyes políticas adquieren forma de mandatos cuyo respeto se premia y su transgresión se castiga. Se plasman usualmente en códigos legales.

El orden político natural produce la Ley política natural, basada en el principio rector de Amor a Dios y al prójimo, y es inmutable por principio.
En este orden, una moral objetiva y antecedente informa a toda la ley política: la legislación trata de inculcar a los sujetos unas reglas de vida que le inclinen al Bien. Por ello su enunciación es positiva (activamente se marca una acción por ser buena), y el Soberano ofrece recompensas para el que las siga y castigos al que se aparte.
Según esta concepción, la legitimidad de ley política se basa en seguir fielmente la ley natural, siendo secundario (aunque deseable) que esté promulgada por un soberano legítimado. A grandes rasgos, esta es la teoría política enseñada por la Iglesia.

El orden político autónomo produce la Ley política positiva, resultado de un proceso de Razón universal en continua renovación, por lo que es contingente de suyo.
En este orden, una moral subjetiva y consecuente hace progresar a la ley política: la legislación no se propone la docencia moral del sujeto, sino el establecer unas normas que regulen la relación intersubjetiva. Por ello su enunciación es negativa (no cataloga la bondad o maldad de las acciones), y se limita a sancionar al que contravenga un acuerdo pactado por el Soberano.
Según esta concepción, la legitimidad de la ley política se basa en estar promulgada por un soberano legitimado, siendo secundario (aunque deseable) que siga la ley natural. A grandes rasgos, esta es la teoría política enseñada por el liberalismo.


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Fundamento filosófico de la ley política

Más allá de los distintos mecanismos por los que se articula cada ley política, una filosofía general impregna sus fines.

La ley política natural (en nuestro medio, asimilable a la Doctrina Social de la Iglesia) considera a la persona en cuanto hijo de Dios y como miembro de una sociedad, entendida como comunidad de Amor. La conciencia personal se considera inviolable, pero el bien personal debe ineludiblemente orientarse hacia el Bien Común, al igual que la Justicia, el Derecho o la Autoridad (no confundir con Potestad).
Idealmente, el modelo social sería la Iglesia (como comunidad de creyentes).

La ley política positiva (en nuestro medio asimilable al modernismo) considera a cada persona en cuanto sujeto individual, vinculado a los demás por la racionalidad común de todos los seres humanos, identificados en la Fraternidad. La relación interpersonal se considera secundaria: la sociedad es unión contingente en la que el hombre satisface algunas de sus aspiraciones.
Los derechos deben garantizar ante todo la libertad de conciencia y el bien particular, y regular la relación entre las diversas conciencias personales.
Idealmente, el modelo social sería la democracia liberal (como comunidad de individuos racionales).

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Conclusiones

El orden político y social natural ordena a la persona y a la sociedad hacia Dios: considera que cada hombre tiene valor en tanto hijo de Dios, en lo que es llamado Teocentrismo; cada hombre se desarrolla en plenitud de forma natural formando parte de una comunidad: la persona es una parte de la comunidad, que es el todo (Comunitarismo).

El orden político y social autónomo no requiere ningún elemento primario constitutivo: considera que cada hombre tiene valor por sí mismo, en cuanto ser racional, en lo que es llamado Antropocentrismo; cada hombre puede desarrollarse suficientemente por sí mismo, siendo facultativa su inclusión en una comunidad. Así, tanto la persona como la comunidad son todos autónomos independientes, en relación de paridad (Individualismo).

Probablemente, el mejor resumen de la diferencia entre ambos órdenes políticos es que el orden natural busca aplicar permanentemente un Bien antecedente de origen natural y divino, y el orden autónomo busca consensuar periódicamente un Bien consecuente con la Razón universal.


Nota 1:
Aunque sólo se cite explícitamente a Aristóteles, existen grandes pensadores que han analizado este tema: Platón, Santo Tomás, Kant, Hobbes, Voltaire o Rousseau, entre otros. En aras a “ultra-resumir” un tema complejo se han suprimido la referencias.


Nota 2:
Mayoritariamente, no existen en la práctica ejemplos puros de las ambas posturas aquí presentadas (orden político natural vs orden político autónomo), sino modelos intermedios más o menos cercanos a uno de los polos. A mi juicio, esos modelos intermedios parten necesariamente de uno de los dos axiomas, aunque busquen conciliar algunas posturas del otro.

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19 comentarios

  
voltaire
El primer párrafo contiene graves incorrecciones (por no decir falacias, por lo que las conclusiones posteriores son totalmente cuestionables



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LA

¿Podría ser más explícito?
06/09/13 1:54 PM
  
Ignacio
Para probar la fraternidad humana y de la existencia de Dios se basa en lo que afirma una organización humana que dice que con sus propias afirmaciones se prueba la fraternidad humana y de la existencia de Dios.

Falacia de acá a la China ida y vuelta, diez veces.

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LA

La frase que cita no aparece en mi artículo. Por cierta semejanza superficial, tal vez se refiera a "La presencia de esas normas morales innatas universales son, en sí mismas, prueba filosófica de la fraternidad humana y de la existencia de Dios".

Esa concepto es del señor Aristóteles, no de ninguna "organización humana", y emplea para enunciarlo el razonamiento inductivo. La ley natural y su vinculación a la divinidad no es una invención cristiana.

Tal vez el señor Aristóteles y todos los filósofos hasta el siglo XVIII sean unos falaces.

Es curioso comprobar como la mayoría de los comentaristas ateos desconocen las raíces del pensamiento que afirmar profesar: hasta bien entrado el siglo XIX, la aplastante mayoría de los racionalistas eran cristianos reformistas o deístas. No les causaba ninguna urticaria hablar de Dios, ni atribuían su cita a una "organización humana".
07/09/13 4:00 PM
  
Ignacio
Falacia:
Si A, entonces B;
B;
Por lo tanto, A
07/09/13 4:03 PM
  
Winston Smith
Supongo que a fuerza de que interesadamente nos repiten una y otra vez las mismas afirmaciones, acabamos tomándolas como ciertas. Y este artículo refleja un aspecto de lo que quiero decir, en el sentido de que da por sentado que el racionalismo es una cosmovisión opuesta al teocentrismo, y esto no es así en absoluto.

Ciertamente que este movimiento filosófico recogió el sentimiento que impulsaba la sociedad renacentista que, tras el fiasco del geocentrismo y la consolidación heliocéntrica, gana confianza en la razón humana como instrumento de conocimiento del mundo material y sus aplicaciones para facilitar las condiciones de vida.

Pero tiene claro que la realidad completa del hombre tiene otra dimensión fundamental, la espiritual e inmortal, ajena a la razón, que la razón no puede comprender ni conocer, pero que establece el fundamento o el cimiento sobre el que la razón puede construir una ley moral que oriente los actos libres de la voluntad humana, la conciencia del hombre.

Y en el centro de este dominio espiritual está Dios, principio y fin de todas las cosas.

Así, he aquí los pensamientos de los padres del movimiento racionalista:

Descartes: ”... La primera máxima para vivir felizmente... mantener la religión en que Dios me ha hecho la gracia de ser educado...”. “Que las cosas que concebimos muy claramente y muy distintamente son todas verdaderas, sólo es seguro porque Dios existe, es perfecto y todo lo que hay en nosotros proviene de Él”.

Y tenía claro que el ”yo pensante”, (el alma), y la materia, (el cuerpo), eran realidades o sustancias independientes, y resolvió que se comunicaban entre sí a través de un punto en el cerebro en donde residiría el alma.

Pascal: ”Es el corazón quien siente a Dios y no la razón. He aquí lo que es la Fe. Dios sensible al corazón, no a la razón. Un Dios que comporta un factor de riesgo ya que no ha sido demostrado” .

Y las opiniones de algunos ilustres miembros del movimiento ilustrado que le sucedió:

Rousseau: ”Todo está bien cuando sale de las manos del Autor de las cosas, todo degenera entre las manos del hombre”. “Nuestras almas se han corrompido a medida que nuestras ciencias y nuestras artes han avanzado hacia la perfección”.

Kant: Establece los postulados de la ”razón práctica”, indemostrables científicamente, que son: la libertad humana, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.

Y ya a principios del siglo XIX, en el movimiento romántico, superados el ilustrado y, anteriormente, el racionalista, el idealismo absoluto de Hegel habla del Espíritu y de que ”todo lo que ha sucedido y sucede, no tan sólo proviene de Dios y no tan sólo no sucede sin Dios, sino que es esencialmente la obra de Dios mismo”.

Es decir, el racionalismo como tal reconoce la existencia de una dimensión inmaterial que supera la razón humana, en la que Dios es el centro, principio y fin de todo, que define el Bien y el Mal dando soporte a la razón para construir la ley moral que informará los actos libres individuales y las leyes de la sociedad.

¿De dónde surge la concepción del mundo que se enfreta al teocentrismo y que se presenta disfrazada de racionalismo?

Del verdadero y sempiterno conflicto humano, desde siempre y en todas las culturas, y desde Platón y Aristóteles hasta nuestros días y hasta el fin del mundo... La dualidad carne y espíritu, alma y cuerpo, realidad inmaterial y realidad material, sentimientos del alma y sensiblería del cuerpo, inmortalidad y muerte. En definitiva: Dios existe o no existe, la dualidad entre la creencia en Dios y el ateísmo, la incertidumbre de que Dios exista.

Si hay Dios, existen el alma y la inmortalidad, que es nuestro destino si vivimos conforme a su Voluntad, aceptando que Él define el Bien y el Mal para nosotros y la razón construye con ello una ley moral que ilumina los actos libres individuales orientando la voluntad del hombre hacia lo primero y apartándolo de lo segundo, e informa las leyes de la sociedad. En palabras de San Pablo, el hombre y la sociedad buscan “la libertad del espíritu y sus frutos son caridad, alegría, paz, bondad, fe, mansedumbre, continencia...” En resumen, hacer el Bien como motor del hombre y la sociedad.

Si no hay Dios, todo es materia y sólo materia, el alma no existe y nuestro destino es la muerte. La voluntad de poder para vivir una vida intensa de placeres y satisfacción de pasiones sin límites a los deseos, y con una ciencia que me permita superarlos y corrija las consecuencias negativas de mi conducta, es lo que orienta mis actos libres y las leyes de la sociedad. Hombre y sociedad buscan la libertad de la carne y sus “frutos son fornicación, idolatría, enemistades, iras, divisiones, envidias, homicidios...” (Gál 5, 19 y ss). En resumen, hacer lo que me conviene, incluso a costa de los demás, como motor del hombre y la sociedad.

Ésta es la verdadera división entre ambas concepciones del mundo, del hombre y de la sociedad: Fe en Dios o ateísmo, alma o sólo cuerpo, vida eterna o muerte. Hoy nuestra sociedad, pagada de sí misma y de su ciencia, niega la existencia del alma y sólo reconoce cuerpo y materia, los objetos de su razón y asume la muerte como único destino definitivo del hombre.

Estas premisas no son del movimiento racionalista, son del movimiento ateo.

Saludos,

Winston Smith



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LA

Magnífica aportación, Winston. Y muy cierta tu última afirmación.

El problema es que el racionalismo no niega a Dios, pero lo saca de la ecuación.
Al partir de la base de que todo es alcanzable por la razón humana autónoma, se abre la puerta al ateísmo. Así, igual de racionalista es el que cree que la propia razón es obra de Dios, que el que piensa que es fruto de la evolución adaptativa.

Al negar al Dios actuante, se le desplaza del centro de la existencia: es un factor facultativo (interesante, dirían muchos racionalistas), pero lo único indispensable en esa cosmovisión es la Razón. Al ser ésta humana, el pensamiento pasa del teocentrismo (que considera la Revelación como indispensable para comprender la realidad) al antropocentrismo (que considera la revelación accesoria para comprender la realidad).

Saludos
08/09/13 12:13 PM
  
Anónimo...
No se tienen las mismas ideas en la edad de la piedra tallada que en la edad de la piedra pulida...

: )

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LA

Me pregunto qué nos hace pensar a los hombres del siglo XXI que nosotros, moralmente hablando, hemos pasado de la edad de los metales.
09/09/13 4:48 PM
  
Winston Smith
Agradezco mucho tu consideración, Luis, y viniendo de ti es un gran elogio, que indudablemente dice más de tu generosidad que de mi mayor o menor acierto.

Dices que el racionalismo no niega a Dios, pero que lo saca de la ecuación... y dices bien, aunque probablemente yo habría dicho que “la razón no niega a Dios, pero sólo puede incluirlo en la ecuación como un postulado, como causa de causas y principio de principios, sin poder abarcarlo, comprenderlo ni experimentarlo.”

Porque Dios y el mundo espiritual no son “un problema” del racionalismo, que es un movimiento sociológico que sucedió a la Edad Media, formó parte del Renacimiento y rebrota en el movimiento ilustrado, sino que es “un problema” del hombre de todos los tiempos, es el problema del apóstol Tomás, que si no metía sus dedos en los agujeros de las manos y su mano en la herida del costado no podía creer en el Cristo resucitado. El ateísmo es siempre una alternativa para el hombre... desde Adán y Eva, que comiendo la fruta de la ciencia del Bien y del Mal se harían ellos dioses en lugar de Dios... Ateísmo, idolatría... son sólo diferentes formas de olvidar a Dios, de reemplazarlo. Molloch, el becerro de oro, el dinero, el poder... diferentes versiones de idolatría y ateísmo que también pueden alcanzar la Razón y su ciencia.

La Razón, enaltecida, soberbia e idolatrada, pretende un imposible: conocer a Dios por sí misma, reclamando la experiencia material de Dios para encerrarlo en una ley lógica, en una estructura interna propia que lo haga un ser predecible. Y como no puede, tampoco puede darnos la certeza de su existencia y Dios sigue siendo una apuesta en la vida del hombre, la causa de todas las causas que la razón necesita a priori, pero que para ser conocida del hombre tuvo que revelarse a sí misma, y cuyo conocimiento requiere la Fe. Por eso, dichosos los que sin ver, crean.

Saludos,

Winston Smith


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LA

No es generosidad, sino realismo. Es de agradecer la participación de comentaristas que aportan visiones meditadas sobre el asunto, como suelen ser las tuyas.
Además, con frecuencia estoy de acuerdo. Nuevamente esta vez: en efecto, la definición que tu haces implica a la razón, y lo que yo comentaba se aplicaba al racionalismo. Ambos decimos verdad, porque el racionalismo se inspira en la Razón, pero no la agota (a mi juicio, el axioma de ponerla por encima de cualquier otra realidad universal, nos empobrece a las personas, al negarnos tanto la realidad emocional/intuitiva como la trascendente).

Saludos.
10/09/13 1:29 AM
  
Ricardo de Argentina
Muy buen resumen, Juan Ignacio.
Y es muy cierto que los sistemas políticos parten de uno de los dos sistemas, el Teocentrista o el Antropocentrista. Así, el sistema democrático es básicamente antropocentrista. Con más o menos componente "derechista" (esto es, concesión al teocentrismo) según el talante del pueblo de que se trate.

Estoy leyendo un excelente trabajo de mi compatriota Caturelli:
triple uve.alexandriae.org/index.php/item/liberalismo-y-apostasia?category_id=15

el cual muestra los orígenes remotísimos del quiebre del teocentrismo, que se remontan hasta antes del Renacimiento.


10/09/13 2:31 AM
  
Winston Smith
En mis comentarios anteriores he querido demostrar dos cosas: Por un lado, que Fe y Razón no se oponen, como muchos pretenden de forma interesada, y no tienen por qué entrar en contradicción porque pertenecen a dominios diferentes, espiritual una y material otra, de modo que más bien se complementan. Por eso he querido mostrar cómo muy significativos exponentes del movimiento racionalista no tienen reparo ninguno en reconocer a Dios como principio y fin de todas las cosas, y en particular, como destino de nuestra alma inmortal. La Razón no es fuente de ateísmo, aunque muchos así lo pretendan.

Por otra parte, he querido demostrar que la tentación de negar la dimensión espiritual que la Razón no ve, abriendo con ello la puerta al ateísmo y la idolatría, está presente en el hombre de todos los tiempos, continuamente inclinado, atraído y seducido por la materialidad de su cuerpo mortal y corruptible, su animalidad y sus pasiones.

Alma y cuerpo, cuerpo y alma... Si el alma prevalece, somete al cuerpo con la virtud y orienta al hombre hacia Dios, en la Esperanza de su inmortalidad.

Si el cuerpo prevalece, ahoga el alma con sus pasiones y orienta al hombre hacia el egoísmo, en la seguridad de la corrupción y de la muerte.

Y en ambos casos, la Razón es instrumento que se apoya en uno u otro postulado previo y construye la vía para conseguir el fin buscado. Pero no es nunca la que establece ese postulado a priori, no es nunca la que decide vivir con o sin Dios, sino la que busca el modo más eficaz de ajustar la vida a esa decisión.

Y no digo nada extraño, porque es así como opera nuestra Razón por su propia naturaleza, por su propia limitación, por su propia estructura: incluso en el orden que le es propio para adquirir conocimiento, el ámbito de la materia, siempre necesita un soporte, un rellano en el que apoyar su escalera para subir a niveles de conocimiento superior, un postulado que ella misma no comprende pero que necesita, y sin el cual su conocimiento se imposibilita... Así recuerdo yo cuando me introdujeron a los números cuánticos al explicarme el modelo atómico de Bohr, las leyes de la dinámica, la velocidad de la luz como límite insuperable en el Universo, los principios termodinámicos.... y tantos y tantos axiomas y postulados a priori que la Razón necesita para construir las leyes lógicas con las que predecir los fenómenos naturales... Los necesita, pero no los demuestra; los aplica, pero no los comprende. Con Dios le pasa lo mismo.

Saludos,

Winston Smith
10/09/13 10:38 PM
  
Ricardo de Argentina
Al hilo de este artículo -que me ha hecho reflexionar - se podría sacar como consecuencia que el auge del Antropocentrismo que se ha dado universalmente a partir de la Francesada (pero que se venía larvando desde siglos antes), va a aniquilar necesariamente a las instituciones que, podríamos decir, son de "derecho divino":

La Monarquía Patriarcal (nada que ver con la Monarquía Liberal, su caricatura más antitética): el concepto del Rey como "padre" de su nación, arraiga en el concepto de Dios como Padre de la humanidad, esencial al Teocentrismo.

La Familia Patriarcal (nada que ver con algunas "familias" actuales, que son su caricatura antitética): el concepto del padre como Jefe de la familia y cabeza de su esposa, no resiste los postulados del Antropocentrismo Individualista, para el cual toda Autoridad es autoritarismo.

La Iglesia: para el Antropocentrismo la Iglesia - en el mejor de los casos- fue una necesidad política y social de las "épocas oscuras" de la humanidad. Y en el peor de los casos, se trataba de unos pícaros que vivían de la credulidad del pueblo ignorante, al que hay que "ilustrar". Y cuando ese pueblo es "ilustrado" por el Antropocentrismo se vuelve refractario a la evangelización: cambia la misa por el fútbol, los hijos por las mascotas y las peregrinaciones por las vacaciones.

Si a esto agregamos que las fuerzas antropocéntricas se han infiltrado en la Iglesia ("humo de Satán", Paulo VI dixit) bajo la bandera del "progresismo", el panorama no puede ser más preocupante para la causa de Dios y la salvación de las almas, porque humanamente esto no tiene arreglo: es una bola de nieve que se agranda día a día.

Luchar contra el Antropocentrismo es como luchar contra el Anticristo, que todo lo domina y todo lo pervierte. Pero quienes queremos ser fieles a Cristo no tenemos otra alternativa.

¡Ven Señor Jesús!




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LA

Ante todo, Ricardo, darte las gracias por el artículo que has enlazado en la entrada anterior. Es sumamente instructivo y hace un repaso (desde el punto de vista católico), de la evolución filosófica autonomista, y la paralela apostasía social, desde un Dios en la historia a una historia sin Dios, en la que las personas y sociedades han pasado de vivir pensando en la Vida eterna (con esperanza) a vivir negando la Vida eterna (escepticismo o desesperación). Lo recomiendo a los lectores de la bitácora.

Creo que hubo filósofos renacentistas que sinceramente pensaron que el antropocentrismo podía desarrollarse sin abandonar la presencia de Dios. Pese a las buenas intenciones que tuvieran algunos, les ocurrió lo que a su paralelo teológico, el protestantismo: quisieron ser reforma o purificación, pero devinieron ruptura.
A estas alturas sólo se puede afirmar que, para un cristiano, no existe vía intermedia entre Teocentrismo y Antropocentrismo. Sólo puede existir un terreno sobre el que asentar la cosmovisión: o Dios, o el Hombre (elevado a un estatus similar a Dios). Las deducciones teológicas son diáfanas para cualquiera que reflexione sobre esta dicotomía: sólo puede haber un señor del mundo que no sea Dios.

Lo más interesante de todo es que detrás del desarrollo del autonomismo y el racionalismo, y el progresivo deterioro filosófico de Dios (desde Padre, como bien señalas, a Creador que no interviene en la historia, a Gran Arquitecto pasivo, a concepto teórico prescindible, para concluir en el contemporáneo e inane "invento de los curas para someter al pueblo") se basa en el desarrollo que se realiza del concepto de Libertad. Precisamente el concepto moderno de libertad nace en la filosofía cristiana. No es casual que el racionalismo nazca en la Cristiandad, y no en otras culturas contemporáneas, algunas de ellas perfectamente desarrolladas filosóficamente (pensemos en el mundo árabe-musulmán, Persia, India o China). Sencillamente, estas culturas no conciben el concepto de libertad como la cristiana (algunas son directamente fatalistas y niegan el libre albedrío).

El racionalismo sería como una desviación, degeneración o tumor (metafóricamente hablando, que nadie se ofenda), del concepto cristiano de libre albedrío y Libertad. Es curioso como no pocos ateos contemporáneos (y los más vociferantes), no parecen pararse a pensar en lo que su sistema de valores (paradójicamente) le debe al cristianismo.
11/09/13 1:57 PM
  
Ricardo de Argentina
Efectivamente Nachet, el pequeño ensayo de Caturelli es fascinante y sumamente esclarecedor. Entre sus originalidades (al menos para mí) destaco el hecho de llamar al proceso de formación de los EEUU -en particular a la Declaración de Virginia, suerte de proto Declaración de Derechos Humanos - tanto como "la primera Revolución Anticristiana". Yo entendía que tal había sido la Francesada, pero no, Caturelli nos enseña claramente que los Estados Unidos son la primera nación organizada sobre la base de la autosuficiencia del hombre, que da la espalda a Dios, negándole toda primacía e ingerencia en los asuntos públicos.

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LA

Así es, Estados Unidos es el primer estado revolucionario liberal del mundo. Eso sí, se inspira en el liberalismo británico (deísta, individualista-anti estatista, parlamentarista y moderado), pero, en efecto, contiene todos los elementos del racionalismo autónomo.
La constitución de los EEUU (la primera, si no recuerdo mal), cita profusamente a Dios, pero se asegura de que las leyes divinas no tengan valor sin la sanción de las asambleas.
13/09/13 3:03 AM
  
Ricardo de Argentina
Y en la página 24 del ensayo se hace una referencia a la Encíclica "Libertas" de León XII, muy aplicable a la realidad política española: el "liberalismo ateo" (PSOE) y el "liberalismo muy moderado" (PP).
No resisto la tentación de trasncribir la descripción de este último liberalismo, pues está estupenda:

"Por último, el liberalismo muy moderado, propio de aquellos que no quieren renunciar a su fe cristiana y que rechazan (o así lo creen) todo cuanto es contrario a la Revelación, sostienen, dice el Papa, que «se han de regir según las leyes divinas la vida y costumbres de los particulares, pero no las del Estado. Porque en las cosas públicas es permitido apartarse de los preceptos de Dios, y no tenerlos en cuenta al establecer las leyes. De donde sale aquella perniciosa consecuencia: que es necesario separar la Iglesia del Estado» (op. cit., n° 13).
Esta verdadera componenda, a la que León XIII señala también como contradictoria, implica la tesis de un Estado laico al que, cuanto más, lo cristiano podría serle adscripto como denominación extrínseca. En cierto sentido, este tipo de liberalismo es el más pernicioso de todos, porque conlleva una carga de enorme confusión y hace sentirse cómodos a aquellos cristianos que, en lugar de enfrentarse con el liberalismo, prefieren no perder la ola de la historia (según dicen algunos) y adaptarse a todo el «sistema», especialmente en la política."
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Rescato que según León XII este liberalismo "es el más pernicioso de todos".
Para pensárselo, ¿verdad?

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LA

Parece como si hubiese algún error en la cita, pues no parece plausible que Leon XII cite a León XIII. Dado que la encíclica "Libertas Praestantissimus" es de León XIII, debe tratarse de él en todos las ocasiones que se cita.

Por lo demás: el liberalismo moderado es indispensable para el triunfo de la revolución liberal. Jamás una revolución liberal enteramente radical o exaltada ha logrado un triunfo estable. Siempre ha necesitado a su alter ego, el liberalismo moderado, para estabilizar los avances logrados, y que la contrarrevolución no los desbaratase.
13/09/13 3:32 AM
  
Ricardo de Argentina
Sí Luis Ignacio, es León XIII en todos los casos.
16/09/13 4:45 AM
  
Winston Smith
Siguiendo el hilo de mi exposición, lo que afirmo es que la Razón es sólo un instrumento que nos proporciona conocimiento del mundo material y, de acuerdo con su estructura, necesita un postulado previo sobre el que iniciar la construcción lógica y racional de ese conocimiento. Y en relación con la aplicación de la Razón a la conducta humana, la información a la voluntad para decidir nuestos actos libres, ese postulado fundamental es Dios, o no Dios; alma o sólo cuerpo.

Pero este postulado no puede establecerlo ella, la Razón, porque su estructura no puede abarcar ni comprender nada que no pertenezca al mundo material. La Razón no puede dar certeza de la existencia de Dios, ni de su inexistencia, aunque sí puede intuirlo como causa de todas las causas, (La existencia de un Primer Motor Inmóvil, causa primera del universo, forma pura sin materia. Aristóteles). Por eso insisto en que el ateísmo moderno no es consecuencia de un racionalismo que busca la validez y fiabilidad del conocimiento y del método para adquirirlo. Y por eso muchos de sus más ilustres representantes fueron personas muy creyentes.

Entonces, si no es la Razón, ¿quién decide sobre qué postulado a priori, la apuesta por Dios o no-Dios, sobre qué cimiento la propia Razón orientará la vida, las decisiones y el movimiento del hombre? La respuesta es: El sentimiento.

Son los sentimientos los que impulsan al individuo y a la sociedad, y éste utiliza la Razón para vestirlos y justificarse, porque, también inevitablemente, el hombre, en tanto que racional, necesita tener razones para actuar.

El hombre de todos los tiempos busca su felicidad, un sentimiento de plenitud personal y armonía con los otros hombres y con el mundo que le rodea, y esto no se lo proporciona saber la distancia al sol o el número de partículas subatómicas, en definitiva, esto no lo proporciona la Razón, sino que es algo propio del corazón, del alma, algo que la Razón no entiende.

Un repaso por la historia de la Filosofía pone de manifiesto la afirmación anterior. Aunque la felicidad puede incluir elementos diferentes según las épocas, todos coinciden en que este sentimiento es el que impulsa los actos humanos:

La felicidad es el bien supremo. La felicidad del hombre será una vida dedicada al saber. Aristóteles, s. IV a. C.

La voluntad tiene una inclinación natural que la lleva a optar por aquello que la hace máximamente feliz, y el bien y la felicidad máximos están en Dios. Sobre Sto. Tomás de Aquino, s. XIII.

La clave para una vida feliz radicará en disponer nuestro entendimiento de ideas adecuadas para liberarnos del peso de las pasiones que tratan de dominarnos y someternos. Spinoza, s. XVII.

La actividad científica posibilitará el progreso constante en la vida de los humanos, la obtención de la más alta perfección y la posibilidad de alcanzar una felicidad general. Ilustración, s. XVIII.

¿Qué puedo esperar si hago lo que debo? Si actuamos de manera desinteresada y sin esperar nada a cambio, podemos esperar a la felicidad. La inmortalidad del alma y la existencia de Dios garantizan que virtud y felicidad se llegarán a identificar algún día. Kant, s. XVIII.

El criterio que debe regir nuestra conducta ha de ser la utilidad, se han de realizar preferentemente aquellas acciones que favorezcan la mayor felicidad para el mayor número de personas. Stuart Mill, s. XIX.

Conseguir la felicidad individual consiste en la realización del pryecto ideal del yo, teniendo en cuenta los criterios morales proporcionados por la razón ante lo real de la circunstancia. Ortega y Gasset, s. XX.
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Winston Smith


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LA

Muy interesante. Es curioso constatar como en el elenco de citas que aportas, aunque desde prismas completamente diferentes (la sabiduría, Dios, el desapasionamiento, la ciencia, la virtud, la utilidad, la psicología), todos los autores concuerdan en otorgar a la felicidad el eje del éxito vital. No, pues, el simple acúmulo y análisis de datos, cual si fuésemos computadoras, sino el sentido de una vida plena.
16/09/13 6:57 PM
  
Winston Smith
Quizá me exceda, Luis, en las atribuciones de “un comentarista” y pueda llegar a cansar... pero el tema que has traído a colación es, o a mí así me lo parece, sumamente interesante y he pensado muchas veces sobre ello. A riesgo de ser “un ladrillo”, seguiré exponiendo mi modo de analizarlo...

El hombre hace múltiples reflexiones inteligentes con el fin de guiar su vida, pero a la hora de la acción, las decisiones racionales quedan derrotadas ante el impulso inconsciente de la voluntad. Shopenhauer, s. XIX.

Hay cosas en su propia naturaleza, que el hombre no puede evitar. Su Creador lo hizo así, y así es como viene “de fábrica”. No hay que “calentarse mucho la cabeza” con ello, sino simplemente aceptarlo. Así, igual que en el orden material y sensible el hombre, y todos los animales, tienen el impulso inevitable de evitar el dolor, ley inexorable que obliga a sobrevivir al individuo huyendo de predadores y enfermedades, y también el de atracción sexual, que obliga a la supervivencia de la especie, en el orden espiritual el hombre también siente impulsos irrefrenables, como es el de buscar el sentido a su existencia, su destino e identidad, su relación con el universo, su quehacer vital recogido en un proyecto, una vocación, una causa por la que vivir y hasta por la que arriesgar la vida, un sistema de creencias que colme su alma de plenitud, de felicidad, en suma.

Y este impulso no se fundamenta en el conocimiento físico de la Razón, sino en los sentimientos: fe, esperanza, amor, optimismo, ilusión, alegría, ...

Y otro impulso de la naturaleza humana obliga al hombre a no detenerse en su búsqueda interminable, porque el hombre es esencialmente insatisfecho. Cuando una causa es abrazada por algunos hombres para dar sentido a sus vidas y logra transmitirse a la sociedad en que viven, constituye un sentimiento colectivo que es vestido de racionalidad por la filosofía del momento. Vive un éxito más o menos duradero, impregnando los modos de vida, las leyes y la cultura. Y cuando se ha extendido y lo ha invadido todo, cuando todos se han acostumbrado a esa vivencia basada en un sistema de creencias, vienen la insatisfacción y el desencanto, la decepción y el aburrimiento, la decadencia y la destrucción que precederá a un nuevo movimiento, una nueva ilusión, una nueva esperanza... y todo ello ocurriendo a lo largo de siglos.

Igual que tras el placer viene la hartura, tras la esperanza viene frustración; tras la fe, decepción; tras la ilusión, desesperanza y tras la alegría, tristeza y pesimismo, sentimientos negativos que preparan y anteceden un nuevo resurgimiento, un nuevo volver a empezar, un ansia desaforada, neurótica e impaciente de causas nuevas, novedades que den sentido a nuestra existencia y recuperen la esperanza de que la felicidad es algo posible.

Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas... Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: nada hay nuevo bajo el sol. Si de algo se dice: ‹‹Mira, esto es nuevo››, ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores. Ecl , 8-11

Los hombres suelen dolerse en el mal y aburrirse en el bien y siempre que se ven impedidos de combatir por necesidad lo hacen por ambición. La causa es que la naturaleza ha creado a los hombres de tal manera que pueden desearlo todo, pero no conseguirlo. Así, siendo siempre mayor el deseo que la capacidad de adquirir, resulta de ello el descontento con lo que se posee y la poca satisfacción. Maquiavelo, s. XVI

La voluntad de vivir es un principio universal, un impulso ilimitado torturado y en conflicto... el hombre es el ser que se da cuenta de que esta voluntad nunca podrá ser satisfecha, ya que la muerte siempre acaba por destruir las aspiraciones humanas. La felicidad humana es imposible, porque el deseo insatisfecho causa dolor, y el deseo satisfecho o placer no es más que un cese momentáneo del malestar. Inmerso en esta realidad, el hombre persigue constantemente fines absurdos y vacíos, se esfuerza sin parar por alcanzar objetivos que, o bien son inalcanzables (la felicidad), o bien acabarán por ser destruídos (los bienes materiales). Shopenhauer, s. XIX.

la voluntad humana es incapaz de crear principios morales permanentes porque nunca se conforma con lo que ya tiene. Ortega y Gasset, s. XX

Mientras Pablo los esperaba en Atenas se consumía interiormente su espíritu al contemplar la ciudad entregada a la idolatría. El disputaba en la sinagoga con los judíos y con los que honraban a los dioses, y cada día en el ágora con los que encontraba.

También algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él... y tomándole, lo condujeron al Areópago, diciendo: ¿Podemos saber cuál es esta nueva doctrina de que tú nos hablas? Porque tú traes a nuestros oídos cosas extrañas, quisiéramos saber qué significan, pues todos los atenienses y extranjeros allí residentes, no se ocupaban más que de decir u oir novedades
. Hech 17, 16-21.

Inconformismo e insatisfacción esenciales al corazón del hombre... ¿Sentimientos inevitables que Dios imprimió en el alma humana para que no se canse de buscarle?

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Winston Smith

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LA

Estás dando una auténtica lección. A mí, por lo menos, no me cansa en absoluto. Aprendo.
17/09/13 12:53 AM
  
Winston Smith
Históricamente, el cambio del postulado a priori sobre el destino humano, determinando con ello el sentido de nuestra existencia, ha sido un movimiento pendular entre dos polos: La existencia y la negación de la dimensión inmaterial e inmortal de nuestra realidad humana. La infinitud, última frontera que la Razón no ha podido, ni podrá, traspasar, pero que nuestro corazón presiente, es una frontera continuamente atravesada por sentimientos que en nuestro interior se vuelven voz que nos habla y nos une a la eternidad del Espíritu, origen y destino del universo y sus criaturas.

Con la Revelación es más fácil, porque nos permite saber de Dios, pero... ¿acaso no tiene el hombre en su corazón ese presentimiento que intuye la existencia de su alma incorruptible que trasciende el mundo que se ve y se toca, que se mide y se corrompe?

Veamos como, incluso sin Revelación, el presentimiento del mundo inmaterial, espiritual, es innato al hombre, un presentimiento basado siempre en creencias, porque al estar fuera del mundo material, medible, y corruptible, la Razón no puede dar certeza de su existencia:

Lo que más se parece a lo divino, a la inmortalidad, a lo inteligible, a lo que tiene forma única y no se puede descomponer, a lo que es inmutable e idéntico a él mismo es el alma. Platón, (Fedón). Y del interior de su propia alma racional recupera el conocimiento que poseía de forma innata, desde siempre, que no ha adquirido en esta vida.


Es necesario admitir que existe una primera realidad: todo lo que tiene una forma inmutable, que de ninguna manera nace y muere, que nunca admite en sí ningún elemento venido de fuera, que nunca se transforma en otra cosa, lo que no es perceptible ni por la vista ni por ningún otro sentido, que sólo el entendimiento puede comprender. Hay una segunda realidad que lleva el mismo nombre: es parecida a la primera, pero cae bajo la experiencia de los sentidos, es engendrada, siempre está en movimiento, nace en un sitio determinado y seguidamente desaparece, es accesible a la opinión unida a la sensación. Platón.

El alma no es un cuerpo, sino que se encuentra unida a un cuerpo y, por tanto, reside en un cuerpo... Aristóteles, (Del Alma).

La felicidad se halla en el encuentro personal e íntimo con uno mismo, con la propia conciencia, y no se encuentra en la ambición, el poder, la riqueza o la necesidad constante de introducir novedades o cambios en nuestra vida. Séneca.

Y de aquí esas dos cosmovisiones que se han ido sucediendo en la historia humana según el sentimiento colectivo resolviera su elección a favor del alma y la inmortalidad, (Dios existe), o a favor de la materia y la muerte, (Dios no existe):

Siendo tantos los pueblos diseminados or la Tierra, tan diferentes en ritos y costumbres y tan variados en lenguas, armas y vestidos, no forman más que dos géneros de sociedad humana, que podemos denominar, siguiendo nuestras Escrituras, dos ciudades. Una es la de los hombres que quieren vivir según la carne y la otra, la de los que quieren vivir según el espíritu... Dos amores han fundados estas dos ciudades: el amor de uno mismo hasta el desprecio de Dios construyó la ciudad terrenal; el amor de Dios hasta el desprecio de uno mismo construyó la ciudad celestial. San Agustín, (La Ciudad de Dios), s. IV.

La vida es corta y triste, y el trance final del hombre, irremediable; y no consta que nadie haya regresado del abismo. Nacimos casualmente y luego pasremos como quien no existió, nuestro respiro es humo, y el pensamiento, chispa del corazón que late; cuando ésta se apague, el cuerpo se volverá ceniza y el espíritu se desvanecerá como aire tenue... Nuestra vida es el paso de una sombra, y nuestro fin, irreversible... ¡Venga! A disfrutar de los bienes presentes, a gozar de las cosas con ansia juvenil; a llenarnos del mejor vino y de perfumes, que no se nos escape la flor primaveral... que no quede pradera sin probar nuestra orgía... que sea nuestra fuerza la norma del derecho, pues lo débil –es claro- no sirve para nada.

Acechemos al justo que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara las faltas contra la Ley... declara que conoce a Dios... se ha vuelto acusador de nuestras convicciones... lleva una vida distinta de los demás... y se aparta de nuestras sendas como si contaminasen... y se gloría de tener por padre a Dios. Vamos a ver si es verdad lo que dice, comprobando cómo es su muerte; si el justo ése es hijo de Dios, Él lo auxiliará y lo arrancará de las manos de sus enemigos... pues dice que hay quien mira por él.

Así discurren y se engañan –los impíos-, porque los ciega su maldad
. Sab 2, 3-24, s. I a. C.

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Winston Smith
18/09/13 1:30 AM
  
Winston Smith
Una fe y una esperanza que postulan la realidad espiritual y la inmortalidad son sentimientos del alma que suscitan en el hombre, y en un pueblo cuando son compartidos, un sentido de la existencia, una causa para vivir, un ideal, una verdad objetiva y una ley moral que establece el Bien y el Mal y orienta nuestra conciencia, nuestra libertad, en el sentido del deber; una ley moral que nos identifica y nos une como pueblo. El alma domina al cuerpo con la virtud “y sus frutos son caridad, alegría, paz, bondad, mansedumbre, continencia..”, como recordaba a S. Pablo en una entrada anterior.

Nehemías es autorizado por el rey Artajerjes a volver a Jerusalén, tras la deportación de los judíos por los babilonios, y allí, delante de un grupo de hombres exclama: ”Ya veis la situación en que nos encontramos, Jerusalén está en ruinas y sus puertas incendiadas. Vamos a reconstruir la muralla de Jerusalén y cese nuestra ignominia... Ellos dijeron: Venga, a trabajar. Y pusieron manos a la obra con todo entusiasmo”

Los pueblos vecinos se burlaban de ellos, de sus penurias y calamidades tratando de reconstruir la enorme muralla con medios tan escasos: ”Déjalos que construyan. En cuanto suba una zorra abrirá brecha en su muralla de piedra...”

Sin embargo la fe y la esperanza de Nehemías y de los suyos llenaba de sentido y de fortaleza su determinación: ”Seguimos levantando la muralla, que quedó reparada hasta media altura. La gente tenía ganas de trabajar”. Neh 2.

Pero la falta de certeza racional, la falsedad, la frustración ante la ausencia de justa retribución, la decepción que producen los hombres, la instatisfacción y la continua seducción de las pasiones del cuerpo reclamando desbancar al alma de su posición, son factores que propician y anteceden una crisis que incita a la negación del alma y al enaltecimiento del cuerpo, aceptando como destino final la muerte.

”Aunque tú, Señor, llevas la razón cuando discuto contigo, quiero proponerte un caso: ¿Por qué prosperan los impíos y viven en paz los traidores?” Jer 12.

”¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me escuches; te gritaré: ¡Violencia!, sin que me salves? ¿Por qué me haces ver crímenes, me enseñas trabajos, me pones delante violencias y destrucción y surgen reyertas y se alzan contiendas? Pues la ley cae en desuso y el derecho no sale vencedor, los malvados cercan al inocente y el derecho sale conculcado”. Hab 1.

Casi cuatro siglos después de haberse inicidado formalmente el movimiento racionalista, que a la dimensión espiritual, (que no niega), y dentro de ella, incluyó el amor por el conocimiento y la verdad de las cosas, la decepción y la frustración se instalan como sentimiento colectivo al constatar que tampoco el conocimiento ha conseguido llenar de felicidad al hombre, sólo de técnica, una técnica con la que puede aumentar su depravación en mayor medida y con mayor eficacia, como expresaba la cita de Rousseau: ”Nuestras almas se han corrompido a medida que nuestras ciencias y nuestras artes han avanzado hacia la perfección”.

El postulado previo de la espiritualidad, de las ideas, del conocimiento racional y de las verdades objetivas sucumben ante un profundo sentimiento de insatisfacción inidividual y colectivo, siendo reemplazado por un feroz postulado materialista que reniega de todo lo anterior, excepto de su técnica, que todo lo rechaza y pretende reconstruir.

He aquí algunas perlas significativas:

”Dios es una creación humana. El hombre se niega a sí mismo sus propias excelencias y las atribuye a un ser superior pero ilusorio. Dios reuniría los atributos de la grandeza humana y el hombre queda desposeído de ellos. La invención de Dios, a imagen del hombre, deshumaniza al hombre mismo, lo aliena”. Feuerbach, s. XIX.

”Cada realidad material produce su propia ideología. Son las relaciones y tensiones económicas y el sistema de producción de una comunidad lo que condiciona su cultura, su religión y su moral. Son las condiciones sociales y económicas las que marcan la forma de pensar y la cosmovisión de un pueblo, y cuando esa realidad cambia, también cambia su pensamiento y los productos de su pensamiento. Porque no es la conciencia la que determina la vida del hombre, sino la vida la que determina la conciencia”. Marx y Engels, s. XIX.

¿Hay algo de racionalismo en las citas anteriores? No, todo es puro sentimiento axiomático y creencia. Pero racionalidad, conocimiento racional, no.

Y el proceso de destrucción de la identidad personal y social, de la disolución de la ley moral que dio cohesión a nuestra sociedad, continúa:

”Todo lo que hasta ahora se ha llamado verdad no es más que un ídolo que hay que derrocar”. Nietzsche, El ocaso de los ídolos.

”Dios ha muerto es la gran metáfora que expresa la muerte de las verdades absolutas y de las ideas inmutables, la muerte de los ideales que guiaban la vida humana. Con la muerte de Dios se desmorona nuestra civilización, ya que todos los valores de ésta se fundamentan en la creencia de que el sentido del mundo está fuera del mundo y Dios la personifica. Ahora vivimos el fin de nuestra civilización, los valores supremos ya no tienen validez, el sentido del mundo ya no se busca fuera del mundo. El asesinato de Dios inaugura un tiempo nuevo en el que ya no hay ideales, normas, principios ni valores erigidos por encima de nosotros. Ante la muerte de Dios sólo caben dos posiciones: la del último hombre, que vive el fin de la civilización en que ha caído la máscara que disimulaba mentiras milenarias, o la del superhombre, la del nuevo dios terrenal que dice sí a la vida.

El último hombre es el hombre carente de objetivos por los que valga la pena luchar, el hombre transformado en vegetal, que sólo busca la comodidad y el placer cotidianos, sin plantearse metas ideales. El hombre que ha descubierto que los valores que tenía son falsos. Por contrapartida, la vida, el poder, la fuerza, el dominio y la creación son los nuevos valores que impone el superhombre, contrarios a los que alababan a los débiles, como la docilidad, la compasión, la humildad...”
Nietzsche, s. XIX.

”El yo no es algo hecho, sino algo que se hace, y que se hace a sí mismo. De ahí que la esencia del yo sea aquello que quiere llegar a ser, el proyecto que se representa en su fantasía como aquello que le gustaría ser en el futuro, su vocación. Esto significa que el ser humano es radicalmente libre.

Por eso, cada ser humano debe afirmarse a sí mismo frente a su circunstancia, llevando una vida auténtica, de acuerdo con sus ideas, en lugar de dejar que aquélla le imponga sus creencias impersonales y, por tanto, inauténticas.

Sin embargo, la voluntad humana es incapaz de crear principios morales permanentes porque nunca se conforma con lo que ya tiene.

El héroe es aquél que, asumiendo su radical libertad, trata de vivir una vida plena creando sus propias reglas en función de la circunstancia en la que se encuentra, adaptando los ideales éticos de la sociedad a las situaciones de la vida cotidiana, exigiéndose a sí mismo con el fin de realizar su proyecto vital.

A éste se opone el hombre-masa, que se deja llevar por su circunstancia, renunciando a su punto de vista particular y verídico de la realidad para adoptar uno común, que por no ser de nadie es falso. Ya está satisfecho con lo que es y se niega por ello a cualquier esfuerzo ante su circunstancia, acomodándose a ella y echándole la culpa de todos sus problemas”
.Ortega y Gasset, s. XX

”¿Qué significa que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialismo, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo después, y será tal como se haya hecho. Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla.

La existencia humana es posibilidad, y esto es sinónimo de libertad, libertad para llegar a ser cualquier cosa, para escoger nuestra vida”
. Sartre, Existencialismo, s. XX

”Estamos condenados a la libertad. No hay una naturaleza humana que nos determine. Todo hombre es libre para escoger su modelo de hombre, para decidir qué quiere ser. No hay normas ni valores absolutos. Cada ser humano se construye como hombre, que realiza su proyecto de vida, crea sus propios valores. En su horizonte no hay norma ni precepto algunos donde poder sujetarse.

Cada uno de nosotros es una persona irrepetible que toma iniciativas. Pero, ¿qué pasa con nuestra subjetividad cuando nos encontramos con los demás, cuando cruzamos nuestras miradas? En la mirada se manifiesta el intento de dominación de unos respecto a los otros, el intento de reducir al otro a objeto. El infierno son los otros”
. Sartre, Existencialismo, s. XX

”Si, como afirma el existencialismo, no hay una naturaleza humana preexistente que determine la forma de ser humano, entonces tampoco hay una naturaleza femenina innata que justifique la situación injusta de las mujeres en la sociedad del momento. Si hombres y mujeres son diferentes es por una razón cultural”. Simone de Beauvoir, s. XX

El hombre occidental está inmerso en un profundo proceso autodestructivo, no por su racionalismo, sino herido por los sentimientos que nacen de su propio fracaso, de su frustración e incapacidad para comprenderse y aceptarse a sí mismo y a su destino, a su alma y a su sed de Dios. Sigue instintos de muerte. El Cristianismo vuelve a ser su Redención y su Esperanza.

Saludos,

Winston Smith



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LA

Magnífico resumen. Muchas gracias, Winston.
Dios te bendiga.
19/09/13 1:26 AM
  
Franco
¿Para cuando el blog de Winston Smith? :)

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LA

Ya tiene uno
21/09/13 11:11 PM
  
Franco
¿Cual?

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LA

Estimado Franco. Winston ya citó que editaba una bitácora hace unos años. No recuerdo la dirección exacta. Si se pasa por aquí él mismo se la podrá decir.
22/09/13 3:06 PM
  
Franco
Hace unos años yo no sabia que existia InfoCatolica. De todas formas, la pregunta no iba en serio. Solo se trataba de un chiste, una pregunta retórica.
Saludos.

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LA

Mira por donde, ya he encontrado la dirección de la bitácora de Winston Smith:

http://hayquepensarhayquecreer.blogspot.com.es/
30/09/13 4:02 AM

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