La muerte es ganancia

Uno de los términos más empleados y con menor precisión en el campo de la ética relativa al fin de la vida es el de “encarnizamiento terapéutico”. Impreciso porque, en contra de lo que debería ser normativo para la terminología médica, emplea un término vago y subjetivo como “encarnizamiento”, que en la última edición del diccionario de la RAEL se define como “crueldad con que alguien se ceba en el daño de otra persona”. En estos términos, sin duda todos estamos de acuerdo genéricamente con evitarlo, pero la duda surge de inmediato: ¿qué tratamientos o terapéuticas, medios destinados por su propia naturaleza a restablecer la salud, pueden “cebarse cruelmente” con la desgracia de un enfermo?

La asociación médica mundial citó por primera vez el término en la reunión de Londres de 1949, lo enmendó en Sidney en 1968, y lo estableció en la reunión de Venecia de 1983, hasta la actualidad, definiéndolo como la aplicación a un enfermo terminal de “tratamientos extraordinarios de los que nadie puede esperar ningún tipo de beneficio para el paciente". Una definición algo más obsoleta, pero más precisa, describe el encarnizamiento como “todos aquellos procedimientos médicos que pueden prolongar la vida de un paciente moribundo más allá del término normal de la muerte”; definición relacionada con la de distanasia, “prolongación de la vida más allá del término natural por medios artificiales”. Pero ¿qué es un medio “extraordinario”, y bajo que parámetros se delimita? ¿cuál es el término natural de la vida, en ocasiones tan difícil de definir? El Código de Etica y Deontología de la Organización Médica Internacional, en su artículo 28.2, es más extenso: “En caso de enfermedad incurable y terminal, el médico debe limitarse a aliviar los dolores físicos y morales del paciente, manteniendo en todo lo posible la calidad de una vida que se agota y evitando emprender o continuar acciones terapéuticas sin esperanza, inútiles u obstinadas. Asistirá al enfermo hasta el final, con el respeto que merece la dignidad del hombre”.

Es una tentación corriente en la profesión médica, por las características de su vocación y formación, la resistencia a rendirse ante la enfermedad mortal (en ese sentido, los médicos eutanasistas, como Luis Montes, son una anomalía profesional), por lo que el riesgo de mantener tratamientos injustificados siempre existe en la práctica clínica. El buen médico sabe cuando ha llegado el momento de parar, pero ese es un aprendizaje difícil. Con todo, la época del sobretratamiento correspondió principalmente a la de grandes avances técnicos, en la década de los años 50 a 70, cuando la generalización de la electromedicina puso en manos de los galenos amplias posibilidades de sustituir la fisiología orgánica natural. Actualmente los protocolos de actuación y los comités de bioética médica han reducido enormemente ese riesgo.

Para tratar de establecer con mayor lucidez los límites del encarnizamiento terapéutico, partiremos de dos premisas básicas:
1) Se aplica únicamente a enfermos terminales. Este principio es muy importante, puesto que con frecuencia se considera erróneamente que un tratamiento aplicado a enfermos graves o crónicos puede caer dentro de las fronteras del encarnizamiento terapéutico. Si bien no existe un consenso absoluto, un enfermo terminal se suele definir como aquel que sufre una enfermedad progresiva, de pronóstico mortal, en el que han fracasado los tratamientos potencialmente curables, y al que la experiencia otorga no más de un mes de vida promedio. No es sencillo realizar pronósticos de supervivencia, a pesar del desarrollo de índices como el de Karnofsky. Asimismo, en algunos pacientes, el fracaso de tratamientos habituales puede abrir la puerta, éticamente correcta, de probar tratamientos experimentales. Estas y otras dificultades obligan a ser cautos a la hora de establecer la categoría de terminal de un enfermo. Por otra parte, el progreso de la ciencia médica logra convertir enfermedades mortales en crónicas y enfermedades crónicas en curables, de forma que los límites concretos de la definición se modifican con el tiempo.
2) Se emplean medios extraordinarios. Sin duda es el término más controvertido. Ante todo, hay que dejar claro que lo extraordinario de una técnica se define por las circunstancias en las que se aplica, y no por su naturaleza intrínseca, que en el caso de la medicina, siempre tiene un objeto moralmente bueno (mejorar la salud del paciente). Esto obliga a ejercer un juicio sobre lo extraordinario de un tratamiento no únicamente en cada paciente, sino incluso técnica por técnica. Hay un consenso generalizado en que la cobertura de las necesidades vitales mínimas en ningún caso se considera extraordinaria.

Como siempre se comprenden mejor las cosas con ejemplos, vamos a poner uno. La hemodiálisis es una técnica de ultrafiltrado y limpieza de la sangre, que sustituye la función de un riñón enfermo. Es una técnica compleja (precisa instrumental y aparatos específicos), molesta para el paciente (varias horas durante varios días a la semana), con accesos arteriovenosos (por fístulas quirúrgicas o por vías venosas centrales) potencialmente peligrosos y que causan secuelas , con complicaciones y riesgos inherentes, y económicamente costosa.
El paciente A tiene 29 años y sufre un síndrome del riñón poliquístico, enfermedad hereditaria que en un porcentaje no despreciable de casos provoca fallo renal, o complicaciones que obligan a extirpar los riñones. Su curación depende de un transplante, pero mientras este llegue, el paciente A va a precisar un tratamiento con hemodiálisis, en ocasiones durante años.
El paciente B tiene 67 años, y sufre un cáncer intestinal con múltiples metástasis. Pese a someterse a varios tratamientos de radio y quimioterapia, la enfermedad se ha extendido a varios órganos, y no se puede curar, habiendo entrado en fase de deterioro clínico. En un momento dado, la metástasis renal provoca un fallo de la función de los riñones. La única forma de sustituir su función es con la hemodiálisis.
Esta simplificada comparación nos permite entender como la misma técnica es adecuada (u “ordinaria”) en un enfermo crónico (A) y se considera extraordinaria y encarnizamiento terapéutico en un enfermo terminal (B).

Con este objeto, el conocimiento de su enfermedad, los tratamientos, el pronóstico y la aplicación o no de ciertas técnicas llegado el caso, forman parte de la importantísima y fluida relación que el médico y el paciente en posesión de sus facultades mentales han de establecer. La familia del enfermo, como parte afectada directamente, puede participar en el proceso de decisión, pero la última palabra siempre la ha de tener el paciente. Precisamente una de las funciones de la medicina paliativa (introducida en su versión moderna por la Beata Madre Teresa de Calcuta, fundadora de las Misioneras de la Caridad), es la de ayudar y acompañar a los pacientes en estado terminal en los últimos estadios de su enfermedad. Cuando el médico ya no puede curar al paciente, acudimos a la “Declaración sobre la eutanasia” (junio de 1986) de la Comisión Central de Deontología: “la asistencia médica al moribundo es uno de los más importantes y nobles deberes profesionales. El médico está obligado a desempeñar su genuina función de ayudar y atender al morir de sus pacientes por medio de un tratamiento competente del dolor y de la angustia. Ha de empeñarse en procurar el mayor bienestar material; ha de favorecer, según las circunstancias, la asistencia espiritual y el consuelo humano al moribundo; prestará también su apoyo a los allegados de éste. […] El médico dignifica la muerte cuando se abstiene de tratamientos dolorosos e injustificados y cuando los suspende porque ya no son útiles". Sin duda la medicina paliativa y el proceso del enfermo terminal merecen un artículo aparte, para comprender esta alternativa genuinamente médica y humanitaria a la eutanasia.

Porque el problema del encarnizamiento terapéutico y su borrosa definición cae de lleno en conflicto con los límites de la llamada eutanasia pasiva, aquella que se define como la no aplicación de medios para prolongar la vida. Dentro de ella, la clasificación clásica incluía dos definiciones, la no intervencionista (en la que se evita todo tratamiento extraordinario), que sería admisible en un paciente terminal, como ya hemos visto; y la absoluta, que priva a un enfermo grave del soporte vital y los tratamientos que precisa, suponiendo de facto una condena a muerte. Como suele ocurrir con los casos conflictivos de eutanasia, el problema acaece cuando el paciente no puede expresar su decisión, o no está en condiciones de hacerlo libremente. Eso implica habitualmente enfermos en estado vegetativo (algo distinto a “cerebros muertos”, como ya expliqué en un artículo anterior), a los cuales se les cataloga de terminales para proceder a retirarles tratamientos tenidos como extraordinarios según la definición de encarnizamiento terapéutico. En estos casos, la ética médica clásica garantiza las necesidades mínimas de la vida: hidratación, alimentación, transfusiones o medicación de uso común (si el paciente en estado vegetativo tiene una infección de orina común, no se le va a negar un antibiótico común).

El Magisterio de la Iglesia deja claros estos casos en su resumen del Catecismo de la Iglesia católica del artículo 2278: “La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el “encarnizamiento terapéutico”. Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad, o si no por los que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente”. Asimismo, la
Declaración sobre la eutanasia Iura et Bona, publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe el 5 de mayo de 1980, distingue entre medios proporcionados y desproporcionados, así como entre terapias y cuidados normales que se deben prestar al enfermo: “Ante la inminencia de una muerte inevitable, a pesar de los medios empleados, es lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir sin embargo los cuidados normales debidos al enfermo en casos similares".

La Iglesia ha desautorizado con claridad la falacia de incluir a enfermos crónicos en el concepto de enfermos terminales para poder aplicarles las excepciones previstas contra el encarnizamiento terapéutico. El papa Pio XII, en su discurso a los participantes en un congreso de anestesiología el 24 de noviembre de 1957 ya confirmaba que el deber de los que atienden a los enfermos graves incluía el uso de medios que, consideradas las circunstancias son ordinarios para conservar la salud y la vida del paciente. Juan Pablo II, en otro discurso al congreso internacional sobre tratamientos de mantenimiento vital y estado vegetativo, el 20 de marzo de 2004 subrayó que “el enfermo en estado vegetativo, en espera de su recuperación o de su fin natural, tiene derecho a una asistencia sanitaria básica (alimentación, hidratación, higiene, calefacción, etc.). […] En particular, quisiera poner de relieve que la administración de agua y alimento, aunque se lleve a cabo por vías artificiales, constituye siempre un medio natural de conservación de la vida, no un acto médico. Por tanto, su uso se debe considerar, en principio, ordinario y proporcionado, y como tal moralmente obligatorio".

De hecho, el problema de la confusión acerca de lo que es encarnizamiento terapéutico y medios extraordinarios fue aclarado explícitamente por la Congregación para la Doctrina de la Fe en su respuesta pública a dos preguntas sobre el caso en agosto de 2007, durante el pontificado del actual papa. En ella, se confirma el principio de que “el suministro de agua y alimento, incluso por vía artificial es, en principio, un medio ordinario y proporcionado para la conservación de la vida para los pacientes en estado vegetativo”, precisando que debe mantenerse incluso en los que caen en “estado vegetativo permanente” (una definición que, como acertadamente explicaba Juan Pablo II en el discurso anteriormente citado, simplemente establece un categoría pronóstica concreta, no un diagnóstico diferente) porque se trata de personas, con su dignidad humana fundamental. Asimismo se precisa que al afirmar que el suministro de alimento y agua es, en principio, moralmente obligatorio, la Congregación para la Doctrina de la Fe no excluye que, en alguna región muy aislada o extremamente pobre, la alimentación e hidratación artificiales puede que no sean físicamente posibles, entonces ad impossibilia nemo tenetur, aunque permanece la obligación de ofrecer los cuidados mínimos disponibles y de buscar, si es posible, los medios necesarios para un adecuado mantenimiento vital. Vale la pena echar un vistazo al texto completo con la respuesta a ambas preguntas.

Por último, me gustaría dejar constancia de que los cristianos no somos, como erróneamente se considera en ocasiones, idólatras de la vida a cualquier precio. Sabemos que nuestros días en la tierra están contados, y que gracias a nuestro Salvador y Redentor Jesucristo, muriendo con Él, con Él resucitaremos. La vida es sagrada, cualquier atentado contra ella es pecado grave; pero la muerte forma parte de la vida, y tratar de prolongar nuestros días ya concluidos sin posibilidad de curación, puede también considerarse contrario a la voluntad de Dios. El cristiano, cuando la ciencia humana falla, y Dios le llama a su presencia, debe prepararse espiritualmente, poniendo, como se decía antiguamente, “en orden su alma”, para encontrarse con su Creador.

Para mí, la vida es Cristo, y la muerte ganancia. Y si bien el continuar viviendo es para mí fruto de apostolado, no sé que elegir. Me siento apremiado por ambas partes: por una anhelo la muerte para estar con Cristo, lo que es mejor para mí; por otro lado, continuar viviendo, lo que juzgo más necesario para vosotros.
Carta de san Pablo a los Filipenses 1, 21-24


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41 comentarios

  
Fredense
Otro artículo para guardar. Resumen impecable y perfecto final. Muchas gracias, Nachet.
26/05/10 12:21 AM
  
Guillermo Juan Morado
La vida es sagrada, cualquier atentado contra ella es pecado grave, pero la muerte forma parte de la vida, y tratar de prolongar nuestros días ya concluidos sin posibilidad de curación, puede también considerarse contrario a la voluntad de Dios. El cristiano, cuando la ciencia humana falla, y Dios le llama a su presencia, debe prepararse espiritualmente, poniendo, como se decía antiguamente, “en orden su alma”, para encontrarse con su Creador.


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Buenísimo post.

Muchas gracias.
26/05/10 12:42 AM
  
Yolanda
Sin duda la medicina paliativa y el proceso del enfermo terminal merecen un artículo aparte, para comprender esta alternativa genuinamente médica y humanitaria a la eutanasia.
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espero que un día dediques un post al trabajo impagable de los equipos paliativos. Para mí son la quintaesencia de la vocación médica. Cuando un médico, y los demás sanitarios de paliativos, consagran su vida profesional a aquellos pacientes con los que saben que jamás obtendrán el éxito de la curación, ni tan siquiera el de la cronificación, sino simplemente el "exito" de proporcionar paz, y alivio ante la muerte inminente y el dolor extremo, y dedican todos sus estudios y su vida a acompañar y dignificar los procesos más dolorosos del tránsito, es que son de una pasta muy, muy especial.

Son lo mejor.
26/05/10 12:42 AM
  
Fredense
Tienes toda la razón, Yolanda.
26/05/10 12:45 AM
  
Ano-nimo
LA:

Me sumo a la opinión del resto de los comentaristas y a sus felicitaciones; muy buen artículo.

Se me plantea una duda, donde señalas que:

"Asimismo, en algunos pacientes, el fracaso de tratamientos habituales puede abrir la puerta, éticamente correcta, de probar tratamientos experimentales".

Se supone que será con el beneplácito de la familia en el caso de que el enfermo no pueda decidir, ¿no?.

Un cordial saludo.
26/05/10 9:02 AM
  
César Fuentes
Gracias,post como este y los documentos añadidos despejan muchas dudas.

Espero los siguientes con sumo interés,pues son una buena labor la que haces,Luis Ignacio.
26/05/10 12:59 PM
  
Vicente
cuando Dios llama es conveniente recibir fructuosamente los sacramentos de la penitencia, Unción y Eucaristía.
26/05/10 1:56 PM
  
Eduardo Jariod
Excelente post, Luis Ignacio. Como todos los tuyos. Los suelo leer, aunque no comente. Estos son posts para aprender, y me retrotraen a viejas inquietudes que no he olvidado del todo, como viejo alumno de Biológicas que fui hace más de 25 años (del 81 al 84).

Qué bueno que existan, entre el amplio colectivo de los médicos, profesionales de orientación católica. Ojalá pudiera yo decir lo mismo de la Psicología.
26/05/10 2:56 PM
  
luis
Muy interesante, Nachet.
A ver si te animas con otro tema bien controvertido en bioética católica, sobre todo en el último lustro: la muerte clínica y los trasplantes de órganos.
26/05/10 4:26 PM
  
Luis I. Amorós
Yolanda y luis: tomo nota de vuestras peticiones para el futuro.

Ana: No tengo a mano el código deontológico, pero supongo que someterse a tratamientos experimentales deberá precisar del consentimiento informado del paciente. No tengo claro si la familia puede tomar esa decisión tan grave.

Eduardo: creo que hay médicos católicos tanto como psicólogos católicos
26/05/10 4:53 PM
  
rastri
Muy bueno el áticulo sí. Pero, una vez más, sin la debida respuesta que por o dicho es: Nadie puede servir al Mundo, en sus miserias y a Dios en sus esperanzas sin ser hipócrita contra uno o contra otro.

Me quedo con la carta de san Pablo. Aunque entiendo que el vivo del otro Mundo tiene más poder que el "muerto-vivo" de éste.

No obstante, y de aquí que:

-Si la muerte es pasar a vivir: ¿no será que ésta nuestra vida, de por sí, ya es muerte que hay que resucitar?

El quinto dice: "No matarás". Acaso tanto en esta vida de muertos el querer vivir: ¿no es de por sí morir al lugar de los vivos?

Y si por exceso o por defecto la naturaleza falla en su función: ¿No es cosa de muertos interferir en lo que Dios tolera o permite?

Retardar o impedir libre y responsablemente el viaje a la vida eterna prometida. ¿No es de por sí despreciar la promesa cristiana que nadie puede alcazar en este Mundo de muertos? etc.etc.

Sólo los bienaventurados de este mundo saben de la angustia en éste esperar de: VIVO SIN VIVIR EN MI Y TAN ALTA VIDA ESPERO, QUE MUERO PORQUE NO MUERO.
26/05/10 5:14 PM
  
Eduardo Jariod
Me temo que no, Luis Ignacio, me temo que no. Somos pocos y nada organizados; y, desde luego, con una presencia testimonial dentro de la profesión.

Y ya puestos a apuntar temas, no estaría mal, si lo deseas, claro, entrar en el terreno de la manipulación embrionaria y sus implicaciones morales. Lo digo por la confusión que reina al respecto incluso entre católicos bien (in)formados.

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LA

En efecto, es un tema apasionante que seguramente saldrá en el futuro (D.m). Con todo, ya he escrito un par de artículos sobre células madres embrionarias, y sobre eugenesia embrionaria
26/05/10 5:26 PM
  
Marcos
Felicidades por este blog, Luis I. (nachet). Aparte de ser muy informativo y esclarecedor, desmonta muchas medio-verdades que se han lanzado a la sociedad sobre la postura de la Iglesia frente a los pacientes en estado terminal.

Didáctico post y mejor final:

"me gustaría dejar constancia de que los cristianos no somos, como erróneamente se considera en ocasiones, idólatras de la vida a cualquier precio. Sabemos que nuestros días en la tierra están contados, y que gracias a nuestro Salvador y Redentor Jesucristo, muriendo con Él, con Él resucitaremos."


26/05/10 7:45 PM
  
Flavia
La vida es sagrada, cualquier atentado contra ella es pecado grave, pero la muerte forma parte de la vida, y tratar de prolongar nuestros días ya concluidos sin posibilidad de curación, puede también considerarse contrario a la voluntad de Dios.
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Buenísimo. Este trance es la prueba de Fe para todo seguidor de Jesucristo.

Aceptar la muerte con plena paz y serenidad, entregándonos a la misericordia de Dios, a su llamada.
26/05/10 7:55 PM
  
Ano-nimo
Muchas gracias, LA. Esperemos que no, que no puedan ni eso, ni eutanasiar; por esa razón me estaba acordando de los llamados testamentos vitales. Y recordé que la Conferencia Episcopal Española tiene un modelo. Aquí dejo el link:

http://www.conferenciaepiscopal.es/servicios/testamento_vital.htm

Un cordial saludo.
26/05/10 10:57 PM
Querido Luis Ignacio:

celebro tu artículo, y no puedo dejar de recordar aquel maravilloso artículo titulado "Más allá de este lado del Reino" de nuestro contertulio Eleuterio:

http://infocatolica.com/blog/meradefensa.php/1002060633-opus-dei-camino-el-camino-de
Para mí dicho artículo fue muy importante, porque me hizo ver claramente el significado de la muerte.

Un abrazo
29/05/10 4:26 PM
  
asrone
Cuándo la sedación paliativa es una buena práctica

http://www.aceprensa.com/articulos/2010/may/25/cuando-la-sedacion-paliativa-es-una-buena-practica/
29/05/10 4:53 PM
  
Tulkas
En mi opinión, y esto es dudoso, casos como el de Eluana Anglaro son fruto de un encarnizamiento terapéutico muy sutil: la administración de antibióticos.

Una cosa es administrar agua y alimentos y otra muy diferente, y acto médico por supuesto, es aminitrar antibióticos en concreto a estos pacientes que quedan e estado vegetativo persitente o estado de mínimo nivel de conciencia.

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LA

Hola, Tulkas, en tu razonamiento existen dos errores. Primero, un paciente en estado vegetativo no es un paciente terminal. Segundo, los tratamientos con antibióticos habituales nunca se pueden considerar encarnizamiento terapéutico.
"En estos casos, la ética médica clásica garantiza las necesidades mínimas de la vida: hidratación, alimentación, transfusiones o medicación de uso común (si el paciente en estado vegetativo tiene una infección de orina común, no se le va a negar un antibiótico común)."
30/05/10 12:09 PM
  
Tulkas
Evidentemente un paciente en estado vegetativo "persistente", es decir, con constatación seriada de la permanencia de ese estado y no únicamete con un diagnóstco emitido quizás meses o años antes y nunca revisado, no es un paciente terminal.
Evidentemente no lo es.

Y además no veo que una transfusión, por tomar el caso, sea una medida menor y por supuesto no equiparable a la hidratación y a la alimentación.

Tu concepto de encarnizamiento terapéutico es parcialísimo: el encarnizamiento no consiste sólo en la desproporción de la medida, sino también en la desproporción de sus consecuencias.
Así, mantener vivo durante años, artificialmete, a un individuo con completa e irecuperable ausencia de las funciones corticales es aberrante. Y tú sabes tan bien como yo que para este mantenimiento no basta la higiene, los cuidados y la nutrición. Hace falta necesariamente un tratamiento médico activo, del cual lo más importante son los antibióticos, que conduce a un resultado desproporcionado y antinatural.

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LA

El concepto de encarnizamiento terapéutico no es mío. He puesto la definición vigente de comisiones de deontología médica internacionales, y la orientación moral, tanto profesional como católica.
Un paciente en estado vegetativo (coma) no sufre una "completa e irecuperable ausencia de las funciones corticales", y como dijo Juan Pablo II en su discurso del 20 de mayo de 2004, el estado "vegetativo permanente" "establece un categoría pronóstica concreta, no un diagnóstico diferente". Acerca de la irrevesibilidad o no de un paciente en coma no se pueden establecer pronósticos fiables. En un artículo anterior ya comenté algo al respecto a propósito de un estudio médico. En este artículo de prensa generalista y en este artículo médico se resume la dificultad de encontrar un método diagnóstico fiable sobre el prónostico de recuperación, ya que hay casos de pacientes aparentemente irrecuperables que despiertan. No son frecuentes, pero los hay continuamente, y los neurólogos no aciertan a saber la razón. Mientras este estado de cosas persista así, lo correcto desde el punto de vista médico y ético, es tratar a todos los pacientes como potencialmente curables, y sólo evitar tratamientos extraordinarios.

La compasión por nuestros semejantes es algo loable, que nos hace humanos. Pero frecuentemente, al opinar sobre estos casos, lo que hacemos es proyectar nuestros propios temores y miedos sobre una persona enferma, pensando lo que no quisiéramos que nos hiciesen a nosotros en su situación. Casi invariablemente, emitimos ese juicio sin suficientes elementos para hacerlo (muy poca gente ha pasado por un coma). Lo cierto es que las personas que han despertado de un coma, habitualmente no recuerdan nada, no tienen conciencia de haber sufrido en absoluto mientras estaban en coma. Es como si hubiesen dormido. Lo sensato es dejarlos dormir y asistirles en todo lo necesario, porque tal vez un día despierten.

30/05/10 10:13 PM
  
Tulkas
Es que coma y estado vegetativo persistente no son lo mismo. La sutil diferencia entre ambos convierte a tu última frase ("lo sensato es dejarlos dormir...") en mera poesía.

Uno de los problemas del estado vegetativo persistente es que se requeriría, en buena lógica, revisar la situación y confirmar su permanencia.

La discrepancia entre lo que tú dices y lo que yo propongo es simplemente la colocación de la línea de frontera.

La persistencia en estado vegetativo persistente presupone siempre, o casi siempre, haber tomado medidas extraordinarias, particularmente haber prolongado el tiempo inicial de intubación orotraqueal como puente a la traqueostomía. Porque sabes perfectamente que sin esta medida estos pacientes tampoco sobreviven mucho.

Por otro lado, tampoco es ético alimentar en los familiares una esperanza de recuperación que es muy muy infundada.

Yo no encuentro razones para que una vez diagnosticado un daño neurológico cortical difuso y de mal pronóstico no se haga lo siguiente:
a.-extubación inmediata
b.-limitación de todas las medidas terapéuticas que no sean higiene, nutrición, antiepilépticos si los necesita, medidas físicas externas

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LA

Sobre qué hacer con los pacientes en estado vegetativo, tienes tu propia opinión basada en tus puntos de vista ("lo que yo haría", etc). La Pontificia academia para la vida y la federación de asociaciones de médicos católicos han publicado un documento hace apenas 5 años, en el que exponen la enseñanza actual de la Iglesia sobre este asunto, que yo suscribo plenamente.

Al hilo de lo que dices, destaco los siguientes puntos:
"2) El estado vegetativo tampoco puede identificarse simplemente con la muerte cortical, teniendo en cuenta que en los pacientes que se encuentran en estado vegetativo pueden seguir funcionando islas, incluso muy amplias, de tejido cortical"
"4) Al paciente en estado vegetativo de ningún modo se le puede considerar un enfermo terminal, dado que su condición puede prolongarse de forma estable incluso durante períodos de tiempo muy largos."
"5) El diagnóstico de estado vegetativo permanece hasta el momento eminentemente clínico y requiere una atenta y prolongada observación, realizada por personal especializado y experto, mediante el uso de instrumentos de valoración aptos para este tipo de pacientes, en un ambiente adecuadamente controlado. En efecto, en lo escrito sobre esta materia quedan documentados errores de diagnóstico en un porcentaje de casos bastante alto. Por esta razón, si fuera preciso, se podrían utilizar todas las técnicas modernas disponibles para ayudar al diagnóstico."

También los puntos 7, 8, 10... en fin, todos.

Salta a la vista que los que han redactado este documento no son cuatro obispos despistados, sino médicos especialistas en el tema, asesorados por moralistas catolicos, que hacen compatible sus conocimientos especializados con el amor al prójimo que predica el Evangelio.
Personalmente me parece un documento muy valioso para cualquier médico que se halle en esa tesitura. Deberían de darse más publicidad a este tipo de enseñanzas entre la profesión.
31/05/10 4:56 PM
  
asun
Enhorabuena por el artículo, nachet. No sabía que tenías un blog, aunque siempre he pensado que deberías tenerlo. Casualmente he visto un comentario en otro blog, sobre "el blog de nachet".
Me alegro de verte (esta vez sin comillas, porque ahí está tu foto)
Este tipo de temas, los bordas. No se puede dar más información y con más claridad. Me lo llevo.
Le deseo una larga vida a tu blog.
Saludos cordiales a ti y a todos los amigos que veo por aquí. Y a Wiston, que aunque no lo veo ahora mismo fue el culpable de que me enterara, por un comentario a luis en el blog de Bruno.


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LA

Asun, es una enorme alegría verte por aquí. Ojalá te vea muchas más veces, tus comentarios siempre serán bienvenidos. Un abrazo
31/05/10 8:21 PM
  
asun
Gracias a Ana_MS por el link del testamento vital.
31/05/10 8:39 PM
  
Ano-nimo
De nada Asun, gracias a ti.

Un cordial saludo.
31/05/10 9:52 PM
  
Luis I. Amorós
Por cierto que el testamento vital de la CEE al que enlaza Ana es ciertamente un documento imprescindible para conocer la postura de nuestra Iglesia ante el fin inevitable de la vida. Yo también le doy las gracias.
31/05/10 11:11 PM
  
Ano-nimo
Bueno, pues te digo lo mismo que a Asun: de nada Luis, y gracias a ti, también por tu excelente artículo.

Un cordial saludo.
31/05/10 11:37 PM
  
Winston Smith
Me alegra mucho poder saludarte, Asun. Te he leído de cuando en cuando en el blog de Carmen, pero parece que te has tomado un descanso de InfoCatólica. Tampoco yo he venido mucho por este portal, se lleva mucho tiempo esto de los “blogs”, aunque últimamente han coincidido algunos artículos de mis temas preferidos: moral matrimonial y familiar, bio-ética, la función de la mujer en la Iglesia y la respuesta del cristiano frente al conflicto entre moral y ley en un estado democrático. Apareciendo algo de esto, me resulta difícil no intervenir.

Bueno, yendo al tema, es claro que todos los hombres, a diferencia de los animales, sabemos que hay un mañana, y después otro, y otro, y otro… y que en uno de ellos tenemos que morir. Pero para nosotros, los cristianos, la muerte no es el fin, sino un paso necesario para el encuentro con Dios, en la resurrección anticipada por Cristo. Complementando la cita de Nachet, también podemos leer estos versículos de la primera Carta a los Tesalonicenses:

”No queremos, hermanos, que vosotros permanezcáis en la ignorancia acerca de los que duermen (los muertos) para que no os aflijáis como los demás que no tienen esperanza. Porque si nosotros creemos que Jesucristo ha muerto y ha resucitado, así también Dios a los muertos por Jesús los llevará con Él.”

Sabemos también, que estamos obligados a proteger la vida que Dios ha puesto en nuestras manos y a nuestro alrededor, pero también lo estamos a aceptar su final, necesario, cuando Él nos llame, aceptando su voluntad.

Por eso pienso que el “encarnizamiento terapéutico” no es una demanda cristiana, sino más bien de una de las dos tendencias que provienen de la visión atea de la vida, la consideración de que con la muerte termina la persona para siempre, y, de, ahí, el intento de retrasarla todo lo posible.

Diciéndolo a mi manera, porque no pertenezco al mundo de la Medicina, coincido plenamente con Nachet en la opinión de que la moral cristiana no obliga a retrasar artificialmente una muerte inevitable por causa de una enfermedad que no tiene curación posible en el estado actual de la Medicina, que produce al enfermo un imparable deterioro progresivo personal y físico y que prolonga su sufrimiento.

Y desde esta perspectiva moral, no entiendo muy bien la posición de Tulkas. No quiero entrar en la terminología técnica médica, ya he dicho que no la conozco suficientemente, pero, además, en muchos órdenes de la vida, cuando los especialistas sustituyen a las personas por conceptos técnicos, aparecen más complicaciones que cuando se utiliza únicamente el sentido común y la prudencia.

Tulkas parece defender la “desconexión” de los enfermos en coma. En mi percepción, el centro de la decisión es siempre el enfermo, evitarle sufrimiento e indignidades inútiles. No otra cosa. Y esto “choca” con la opinión de Tulkas, porque, ¿acaso él conoce a alguno de los pocos pacientes que han despertado de un coma profundo después de largo tiempo, manifestando su deseo de que hubiera sido mejor haber muerto?¿Acaso se quejan de haber soportado un sufrimiento indecible? Y si no sufren, y ni siquiera han sentido el deseo de morir, ¿qué se pretende evitar con su muerte? O, ¿qué se pretende conseguir?

Yo creo que cuando se plantea la “desconexión” a una persona en este estado no se hace pensando en ella, sino en otros. No en el sufrimiento del enfermo, que no tiene, sino en las consecuencias para otros de que siga vivo. El enfermo no pierde nada por seguir así. Su situación es estable, sin deterioro progresivo y sin sufrimiento. Insisto, ¿qué se gana con matarlo si hay siempre una posibilidad, remota pero real, de que pueda recuperarse?

Y eso sin entrar a considerar quién decidirá el límite de tiempo o edad para mantener la vida o quitarla y con qué criterios: tiempo de cotización, tipo de póliza de seguro, economía hospitalaria, … o por el lado familiar, disponibilidad de herencias, pervivencia del vínculo matrimonial, …

Creo que la “desconexión” de los enfermos en coma es, cuando menos, moralmente objetable.

Esta es mi opinión.


01/06/10 2:34 AM
  
Winston Smith
Puesto que en el tema de este artículo coincido totalmente con la opinión del autor, quisiera abrir una vía lateral para la discusión.

Y es la que hace referencia a la decisión sobre la aplicación, o no, de “medios extraordinarios”, no ya en enfermos terminales, sino en ancianos que, en un momento dado, sufren una enfermedad aguda grave con posibilidad de curación o conversión en crónica con el empleo de esos medios, y que sin ellos su evolución será, de forma más o menos rápida, a enfermedad terminal o directamente la muerte, obviamente, “muerte natural”.

Me gustaría saber cómo, porqué y quién decide si a un anciano con infarto de miocardio se le practica o no un cateterismo para colocarle “stents” en arterias obstruidas, o cuál es la edad, (si la hay), a la que ya no se coloca una prótesis de rodilla, o no se hace un transplante de córnea, y si esto es igual en todos los hospitales.

A mis oídos han llegado comentarios que indican que podría haber una tremenda arbitrariedad en estas decisiones, en las que se estaría haciendo una acepción de personas escandalosa, no ya en hospitales privados por cuenta de dinero, sino en los públicos, por cuenta de influencias y relaciones personales.

De modo que mi pregunta, Nachet, sería, ¿cuál es el límite de aplicación de “medios extraordinarios” a personas ancianas, que no terminales? Y si es necesaria una valoración, ¿quién la debe hacer y con qué criterios? ¿Cuenta para algo la opinión del anciano? ¿Alguien le informa de la decisión que se toma sobre él y porqué? ¿Y qué dice la moral cristiana?

Pongamos el caso de un anciano que no tiene familia…

Saludos.
01/06/10 3:15 AM
  
Ano-nimo
Winston:

"Por eso pienso que el “encarnizamiento terapéutico” no es una demanda cristiana, sino más bien de una de las dos tendencias que provienen de la visión atea de la vida, la consideración de que con la muerte termina la persona para siempre, y, de, ahí, el intento de retrasarla todo lo posible".

Bueno, no has señalado cual es la otra tendencia, pero por experiencia te señalo que no necesariamente se da esa manera de pensar. En muchos casos, desde la visión atea o agnóstica de la vida, la muerte, el fin total, acaba siendo algo perfectamente asumido y sin dramas; es más, incluso se puede concebir como la liberación de todo sufrimiento. El problema de la visión atea o agnóstica (al menos de cierta visión), no es la muerte (que se puede tomar con toda tranquilidad), sino la vida.

Un cordial saludo.
01/06/10 8:44 AM
  
asun
Interesante lo que ha planteado Winston. Yo también tenía mis dudas respecto a quien decide como tratar a los ancianos. Además he podido comprobar que se puede ningunear a una anciana en plena posesión de sus facultades, tratándola como jamás se trataría a una persona más joven, ignorando su opininión, negándole explicaciones, teniendo además ella toda la razón.
Voy a estar muy liada, pero intentaré volver a ver qué se comenta del tema.
También muy de acuerdo con lo que ha dicho Ana.
Saludos cordiales
01/06/10 9:29 AM
  
Luis I. Amorós
Winston:

Te he hecho caso, y he decidido trocear los apartados en temas menores, fácilmente explicables y entendibles, sobre todo en el campo de la eutanasia, que tantos matices presenta (al contrario que el del aborto, que es muy sencillo de comprender). En efecto, los tratamientos extraordinarios en personas ancianas merecen capítulo aparte, aunque son menos delicados desde el punto de vista polémico, porque no hay sobre la mesa ningún proyecto de grupos de intereses que traten de legislar en esa materia por encima de la decisión médico-paciente en base al código deontológico. En España todos los medios extraordinarios se aplican (salvo casos excepcionales) a cualquier persona menor de 60 años que no sufra una enfermedad terminal. La valoración a partir de esa edad depende de muchos factores, influyendo las enfermedades crónicas, el estado funcional, los defectos congénitos... incluso el apoyo familiar; y conforme el paciente se acerca a los 90 años, más pesan los factores concurrentes. Hay todo un mundo de índices y escalas (yo he citado la de Karnofsky, que es la más extendida, pero hay muchas más) que se emplean para establecer grados hasta el temible "paciente no reanimable" (que significa en la práctica que no se le aplican medios extraordinarios, como la reanimación cardiopulmonar, de ahí su nombre), cuando el deterioro es muy importante.
La decisión del paciente siempre se debe tomar en cuenta, y normalmente también con el apoyo familiar consensuado. Para los casos de duda existen comités éticos hospitalarios. Por supuesto, como en el resto de actividades que existen en nuestra sociedad, hay errores en ocasiones, e incluso negligencias, pero por mi experiencia, estos asuntos son llevados con un alto grado de profesionalidad, y médicos y sanitarios cada vez están más entrenados y siguen protocolos más estrictos.

Más detalle que estas líneas generales no te puedo dar, porque no me he estudiado el asunto en profundidad. Me apunto tu sugerencia para un próximo artículo, como las de Yolanda, Luis, Ana... bueno, en la presentación dije que esperaba que los lectores me propusieran temas, y la verdad es que están cumpliendo. Con la ayuda de Dios, próximamente iremos hablando de más temas de ética médica.
01/06/10 5:34 PM
  
rastri
¿LA MUERTE ES GANANCIA? ¡NO! LA VIDA ES GANANCIA.

-Mejor sea entender que los llamados vivos en este Mundo estamos muertos y bien muertos. Pues como escrito está: sólo Dios nos puede resucitar.

Que vivos fuimos y por causa de nuestro Pecado Original morimos.

Aunque, no obstante, cumplido nuestro tiempo de muertos: de nuestro actual terrenal sepulcro estemos llamados a resucitar.
02/06/10 8:16 AM
  
asrone
Te dejo este enlace que puede interesarte para futuros posts:

http://stemcellresearchcures.com/

http://rtl.org/prolife_issues/stemcellresearch.html

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LA

Gracias por los enlaces, asrone. Los tendré en cuenta.
02/06/10 11:06 AM
  
Winston Smith
Ana, (¿ya ex–fumadora?)

“Bueno, no has señalado cual es la otra tendencia, pero por experiencia te señalo que no necesariamente se da esa manera de pensar. En muchos casos, desde la visión atea o agnóstica de la vida, la muerte, el fin total, acaba siendo algo perfectamente asumido y sin dramas; es más, incluso se puede concebir como la liberación de todo sufrimiento. El problema de la visión atea o agnóstica (al menos de cierta visión), no es la muerte (que se puede tomar con toda tranquilidad), sino la vida.”

Muy de acuerdo en el significado de tu última frase: Vivir una vida de penas y limitaciones puede llegar a ser inaceptable sin Dios. Bueno, las dos tendencias a las que me refería son consecuencia, a mi modo de ver, de la idea en el ateo, de que la muerte sea el fin de la persona y de todo lo que siente, la nada definitiva para siempre. Desde esta perspectiva veo dos posibilidades de afrontarla, que dependen de la experiencia de la propia vida, aunque, por supuesto, hay matizaciones de carácter, temperamento y circunstancias que pueden diversificarlas en cierta medida.

Cuando el balance de la experiencia vital es más o menos gratificante, la falta de esperanza en una vida eterna y la convicción de que esta vida es la única que tenemos, puede llevar a la pretensión de retenerla lo más posible, no ya sólo por parte de quien está en la tesitura de poder morir, sino también, y mucho, en quienes se resisten a afrontar la pérdida de un ser querido para siempre.

Cuando la experiencia de la propia vida es frustrante y niega el disfrute de importantes potencialidades humanas, a consecuencia de restricciones y limitaciones físicas, (graves defectos congénitos o accidentales), o sociales, (explotación o guerras), la falta del sentido trascendente de la vida, inherente a la idea de que Dios no existe, empuja a terminar cuanto antes y perder la noción de uno mismo y la sufriente comparación con la vida de los otros. Si no puedo vivir plenamente, mejor muerto. Es una rendición total, una claudicación absoluta. Confieso que me resulta difícil dilucidar si este sentimiento se sustenta realmente en la idea de la no existencia de Dios o en la rebeldía, en el desquite contra Él, que ha permitido mi desgracia.

Por eso pienso que la idea de que “ la muerte, acaba siendo algo perfectamente asumido y sin dramas” es algo más conceptual que real, en ausencia de fe. A la hora de la verdad, y cuando se da, creo que no es consecuencia de una filosofía de la vida, sino, o bien del agotamiento biológico y químico con el que la vitalidad desparece, cuando ya no quedan literalmente fuerzas para vivir, o bien de la experiencia de una soledad mortal, (y nunca mejor dicho), pero en este caso el deseo de la muerte es realmente un deseo inducido por quienes te convencen de que “sobras” y “molestas”. Mientras queden restos de vitalidad, abandonar a los que nos quieren y puedan necesitarnos, dejar de saber de ellos, dejar nuestra más o menos limitada vida y realidades cotidianas y desaparecer… Pues eso, …lo que decía la ancianita que se confesaba todas las semanas y a la que el cura le dijo en una ocasión que no se preocupara por la muerte, que iba a ir al Cielo de cabeza con esa preparación. La ancianita bajó la mirada pensativa, y, mirando después al sacerdote le dijo: “-Sí padre, pero como en casita, … en ningún sitio”.

Saludos.
02/06/10 8:14 PM
  
Winston Smith
Pues sí, Asun,

A hechos como el que tú señalas es a lo que yo me refiero.

Saludos.
02/06/10 8:18 PM
  
Winston Smith
Interesante la explicación, Nachet.

Aunque cuando el poder político se da a sí mismo capacidad para decidir quién tiene derecho a vivir, el código deontológico y los protocolos acaban siendo papel mojado. Ese momento produce, en mi opinión, una quiebra moral tan grande, un navajazo en el tejido social tan profundo, que abre una brecha insuperable entre un antes y un después.

"Cosas veredes, amigo Sancho..."

De hehco, ya las estamos viendo.

Saludos.
02/06/10 8:29 PM
  
Ano-nimo
Winston:

No, aún no soy ex-fumadora (aunque me voy acercando).

Respecto a lo que señalas, la primera tendencia, totalmente de acuerdo. Respecto a la segunda, también de acuerdo pero a medias ya que si bien lo que dices se podría referir a quienes desean que se les aplique la eutanasia o a quienes se suicidan (y desde luego, no me refiero a quienes la idea del suicidio ha ayudado a pasar más de una mala noche -como señalaba Nietzsche-; estos no son suicidas), yo me refería a quienes desde su óptica están ya "perfectamente instalados" en la vida y en la finitud (por supuesto con su carga de nihilismo y desesperanza, pero resignados), y realmente se toman la propia muerte de esa manera (otra cosa es de qué manera se tomen la de los seres queridos).

Un cordial saludo.
03/06/10 8:53 AM
  
Winston Smith
Pues sí, Ana, es razonable lo que dices. Probablemente pueda haber quien, desde y a pesar de la desesperanza, pueda tomarse su propia muerte con resignación, en ausencia de fe.

Me ha resultado llamativo cómo ambos hemos hecho una salvedad a la hora de hablar de la aceptación de la muerte. Tanto en el artículo como en los comentarios se toma como referente la propia muerte. Incluso cuando se plantea sobre terceros, los enfermos terminales, se contempla el efecto de la actuación médica sobre el paciente y su modo de morir.

Pero hay una muerte que golpea mucho más hondo en el corazón y en nuestra mente: La muerte de nuestros seres queridos, y, sobre todo, una muerte a “destiempo”. Esto sí que nos interpela en el fondo de nuestra alma y nos pone delante del abismo. Y lo hace hoy, mañana, el mes que viene, y el otro…

Y aquí está nuestra Esperanza, la de los cristianos: No están muertos, viven… Por eso no debemos afligirnos como quienes no la tienen.

”No queremos, hermanos, que vosotros permanezcáis en la ignorancia acerca de los que duermen (los muertos) para que no os aflijáis como los demás que no tienen esperanza. Porque si nosotros creemos que Jesucristo ha muerto y ha resucitado, así también Dios a los muertos por Jesús los llevará con Él.”

Como tú sueles decir: Un saludo muy cordial y, ánimo, duro con el tabaco, que puedes.
03/06/10 8:32 PM
Me adhiero al grupo que da las gracias a Ana_MS por el enlace del testamento vital de la Conferencia Episcopal.

Acabo de enviarlo a mis amigos y considero importante firmarlo cuanto antes, pues ninguno de nosostros puede saber lo que nos puede pasar en las próximas horas.

La muerte es un tema muy bonito -es la vuelta a Casa, con nuestro Padre- y creo que merece que pensemos sobre ella. Estoy seguro que nuestra actitud cambia si tuviéramos más presente el significado de la muerte.

La muerte no es una amenaza, sino parte consustancial de la vida. No hay muerte sin vida, ni vida sin muerte.

Muchas gracias también al resto de comentaristas por sus aportaciones.
06/06/10 8:49 AM
  
Ano-nimo
De nada Ignacio, gracias a ti.

Un cordial saludo y feliz día del Corpus a todos.
06/06/10 2:32 PM
  
asrone
Del National Catholic Bioethics Center:



Terminal Sedation Can Be Licit

http://www.ncbcenter.org/NetCommunity/Page.aspx?pid=1061



The Danger of 'Physician Orders for Life-Sustaining Treatment' Orders

http://www.ncbcenter.org/NetCommunity/Page.aspx?pid=1060
10/06/10 11:22 AM
  
kantabriko
La muerte es un proceso transcitorio ,o sease ,transcicion . por supuesto que existe la vida mas alla de la muerte , que logica tendria que nuestros sentidos son limitados por naturaleza y la existencia del multi universo .por alguna razon el universo es mas extenso de lo que se cree ,la resurreccion del alma humana posterior a la muerte es inequivoca como nuestra presencia ante el creador .
24/12/12 2:54 PM

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