Las ofrendas de la Misa (I)
Cuando el sacerdote recita la oración sobre las ofrendas, si lo hace de modo claro, y todos los fieles escuchan atentamente interiorizando, se puede llegar a descubrir lo evidente: que las ofrendas que se presentan son pan y vino; éstos son los dones principales que se aportan al altar y sobre los cuales se reza.
Esto es lo evidente y, sin embargo, parece que pasa desapercibido confundiendo ofrendas con cualquier elemento que -¡hasta con una monición por ofrenda, y girándose hacia los fieles, levantando la ofrenda para que se vea, dando la espalda al altar y al sacerdote!- se lleva en procesión. Pero esto es una corruptela que se ha introducido en el modo de celebrar el rito romano, un elemento distorsionante.
1. Pan y vino
Los dones verdaderos, la ofrenda real, es la materia del sacrificio eucarístico: todo el pan y todo el vino necesarios para consagrar y distribuir en la sagrada comunión. Pues algo tan evidente ha quedado desfigurado y extraño en la liturgia.
La Ordenación General del Misal Romano, que es norma y pauta obligatoria, lo explica:
“Terminada la oración universal, todos se sientan y comienza el canto del ofertorio…
Es conveniente que la participación de los fieles se manifieste en la presentación del pan y del vino para la celebración de la Eucaristía o de otros dones con los que se ayude a las necesidades de la iglesia o de los pobres” (IGMR 139-140).
El desarrollo ritual es claro: comienza el canto del ofertorio (no hay monición al ofertorio ni monición a cada ofrenda) y los fieles aportan pan y vino para la Eucaristía, o también dones para las necesidades de la iglesia o para los pobres. Nada más, nada menos.
Por eso luego se oye en la oración sobre las ofrendas la alusión al pan y al vino, la verdadera ofrenda, la ofrenda real:
“Señor, Dios nuestro, que has creado este pan y este vino para reparar nuestras fuerzas, concédenos que sean también para nosotros sacramento de vida eterna”[1];
“acepta, Señor, este pan y este vino, escogidos de entre los bienes que hemos recibido de ti”[2];
“muéstrate propicio a nuestra ofrenda, Señor, y ya que este pan, que se va a convertir en el Cuerpo de tu Hijo, está hecho de granos de trigo, concédenos el gozo de saber que nuestra semilla dará fruto abundante gracias a tu bendición”[3].
Son alusiones explícitas al pan y al vino como ofrendas que se han presentado, y no incluyen ningún otro elemento más, porque la liturgia romana, como las otras liturgias, identifican “ofrendas” sólo con “el pan y el vino”; de sustento temporal y alimento común van a transformarse en sacramento de eternidad y celestial banquete:
“Dios y Señor nuestro, creador todopoderoso, acepta los dones que tú mismo nos diste y transforma en sacramento de vida eterna el pan y el vino que has creado para sustento temporal del hombre”[4];
“te presentamos, Señor, estos dones que tú mismo nos diste para ofrecer en tu presencia, y tú, que has hecho de este pan y este vino misterio de salvación para nosotros, haz que encontremos en ellos una fuente de vida eterna”[5];
“acepta y santifica, Señor, estos dones de pan y de vino, fruto de la tierra que cultivó san Isidro labrador regándola con el sudor de su frente”[6].
Siguiendo la lógica de la oración de la Iglesia, a poco que sepamos escuchar las oraciones sobre las ofrendas, descubriremos que el rito del ofertorio es sólo para llevar pan y vino al altar y por tanto, prescindir de otros elementos simbólicos e inútiles será un paso necesario en todas partes para volver a centrar este rito, y la presentación de ofrendas, en su claro y original sentido eucarístico.
8 comentarios
Y tampoco se salvan las misas catedralicias. El obispo, encantado de bajar a recibir toda clase de historias y, de camino, echar un saludito con Fulano, el laico comprometídisimo, o sor Mengana, la religiosa que sólo unos pocos saben que lo es, porque lleva décadas sin vestir hábito. Y en fiestas patronales.... Ni hablar. Hasta cestos con calabacines y berenjenas. No tengo dedos para contar la de veces que le he acompañado y ni sabía dónde colocar tanto rollo.
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JAVIER:
Totalmente de acuerdo.
En general, en la liturgia tenemos muchas batallas perdidas. Confieso que me canso y mucho. Es ir contra corriente, repetir mil veces lo mismo en los sitios a los que tengo que acudir: parroquias, cursillos, clases, charlas, conferencias... y artículos. Pero habrá que seguir en la brecha sea como sea.
Pero pienso que sigue quedando abierta cuando el misal dice: "o de otros dones con los que se ayude a las necesidades de la iglesia o de los pobres”.
Entonces muchos hermanos sacerdotes y laicos que preparan la Misa, seguirán presentando todo tipo de cosa que se les ocurra.
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JAVIER:
Creo que la rúbrica del Misal es clara. Dones para necesidades de la Iglesia o de los pobres, es decir, cosas reales que hagan falta: se presenta una nueva casulla, o un nuevo cáliz, o unos nuevos candelabros... o dones en forma de alimentos para un comedor social o Cáritas...
Lo que no es de recibo, porque no son dones para las necesidades ya dichas, sino meros símbolos es presentar unas sandalias, un reloj, un poster, un libro de catequesis, una medalla de la cofradía, las Constituciones de la Orden, etc...
En primer lugar gracias por todos sus artículos; habría que proclamarlos a los 4 vientos. Sobre esto de las ofrendas, aquí en mi país (Ecuador) pasa lo mismo; hasta se ha llegado a que haya procesión de ofrendas con supuestas danzas indígenas en las que se mezclan elementos absurdos. Nuestro Cardenal Raúl Vela Chiriboga nunca ha permitido esos abusos, pero como no puede estar presente en todas las misas, los curas, las monjas, los laicos, hacen lo que les da la real gana. Ejemplo: "Ahora pasa fulanita de tal con mazorcas de maíz, alimento ancestral y mágico, pare presentarlo ante el altar donde todos nos encontramos más allá de nuestras creencias"; "vemos a mengano de tal que lleva en sus viriles manos el martillo evocador del sudor del trabajo....", y así, así así.
Más que lamentable!!!!
Aqui cuando hay ofrendas distintas al pan y al vino, se las deposita frente al altar y lo hacen los portadores.
También a veces se regula el tiempo de la colecta, de manera que su finalización coincida con la presentación de las ofrendas y lo recolectado se deposita frente a uno de los ambones o frente al altar, y tambien lo hacen quienes se encargaron de ello.
En todos los casos no se les da jerarquía como si sucede con las ofrendas de pan y vino.
JAVIER:
El orden lo marca la misma IGMR: pan y vino para la Santa Misa (las formas, las vinajeras con vino...) y alimentos o dones para los pobres o para la iglesia (por ejemplo, una casulla nueva que es entregada en la procesión de dones...)
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