La película 'The Master' y la Iglesia de la Cienciología
El pasado 8 de septiembre se dieron los premios cinematográficos del famoso Festival de Venecia. Aunque el León de Oro de esta 69ª Mostra fue para la película Piedad, del director coreano Kim Ki-duk, los críticos coinciden en afirmar que el filme de más calidad era The Master, de Paul Thomas Anderson, que se llevó los premios al mejor director y mejor actor. Como su película recrea de forma peculiar la Iglesia de la Cienciología, recogemos algunos testimonios de los expertos publicados en medios de comunicación. También puede verse el artículo que publicamos hace tiempo aquí.
La favorita
Era la favorita, o al menos una de las más esperadas, y The Master de Paul Thomas Anderson desplegó el pasado 1 de septiembre en La Mostra un planteamiento tan agreste sobre el fanatismo y el sentimiento de pertenencia que ha dejado al público en un insólito estado de reflexión que solo puede conducir a premio, decía Mateo Sancho Cardiel en Efe al inicio del festival.
The Master, que puede traducirse como ‘el maestro’ o también ‘el amo’, explora la búsqueda de un sentido a la existencia y se acerca a la bestia que convierte a los seres humanos en inadaptados. El director describió su película como una «historia de amor entre dos hombres, no tanto como padre e hijo o amo y esclavo, sino como casi el amor de sus vidas», en una comparecencia escurridiza ante la prensa en la que el protagonista del filme, Joaquin Phoenix, hizo honor a su fama de personaje estrambótico: primero desapareció para fumar un cigarro y cuando contestó a las preguntas habló a un metro del micrófono sin que se le pudiera entender nada.
En la pantalla, en cambio, Phoenix supone el placer más instantáneo e indudable del filme, con una magistral interpretación que le convierte en una opción más que clara a la Copa Volpi al mejor actor, en el papel de un ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial que no encuentra sitio ni satisfacción en momentos de paz.
Es entonces cuando halla bálsamo en una secta y en ese amo interpretado por Philip Seymour Hoffman, que le guía y le da respuestas, que le libera del yugo del pensamiento. «Cada día nos levantamos y pensamos que nos gustaría no vestirnos, ir desnudos por la calle y tener sexo con quien nos apetezca. Pero no podemos hacerlo y por eso todos buscamos algo o alguien que nos domestique», explicó Hoffman, ganador de un Óscar por Capote y del Oso de Oro en Berlín con Magnolia.
El director, que también ha contado para su película con Amy Adams, había retratado en su anterior película, Pozos de ambición, el capitalismo como una religión, y ahora recorre el camino de vuelta al enforcar el negocio de una secta cuya seña de identidad es la vulgaridad y volubilidad de sus preceptos.
Crisis de espiritualidad
Anderson reconoció sin pudor que su inspiración estuvo en los comienzos de la Iglesia de la Cienciología, aunque matizó que no sabe cómo funciona en la actualidad. Y teniendo en cuenta su amistad con un miembro de esta secta, Tom Cruise, al que dio un papel de fanático en Magnolia, la pregunta no tardó en llegar. «Sí, sigo siendo amigo de Tom, y sí, le he enseñado la película, pero lo demás queda entre él y yo», dijo Anderson.
Pese a estar ambientada en los años cincuenta, la cinta puede tener una lectura actual o, más bien, atemporal, según el cineasta. «No tengo una bola de cristal ni hablo de una crisis espiritual inminente. Creo que las crisis de este tipo nacieron a la vez que la espiritualidad», explicó.
Y, finalmente, en la cuestión técnica, Anderson evoluciona hacia la apariencia del cine clásico, mientras las capas de su cine son cada vez más solapadas, hasta el punto de que The Master escapa a toda sentencia inmediata y pide una pausa introspectiva a un mundo que se resume en un tuit y que quiere informar de las cosas al instante.
Abrir la puerta de la Cienciología
Según escribía Oti R. Marchante en ABC, el director ilusionista se coloca en una mano a un personaje, un don nadie, un residuo de la guerra, un tipo que vuelve del frente de la Segunda Guerra Mundial metido en su propia tumba, alcohólico, agresivo, tarado…, un personaje hecho para que Joaquin Phoenix consiga una de esas interpretaciones que tanto te llevan al escenario de la entrega de los Oscar como a la planta de peligrosos de un psiquiátrico. Y Thomas Anderson se coloca en la otra mano a otro personaje, el supuesto calco de L. Ron Hubbard, el fundador de esa religión tan de diseño llamada Cienciología, que está a medio camino de la secta, del centro de autoayuda y de la camelancia, y que interpreta con gran convencimiento Philip Seymour Hoffman.
Anderson te muestra una mano para hablarte de la otra: Joaquin Phoenix, un mundo (o una América, como les gusta pensar a ellos) moral y físicamente deshecho por la guerra, y Seymour Hoffman, un antídoto, un camino, un discurso, una promesa… El lienzo es de una sutileza mayúscula, y tanto el origen galáctico o irrisorio de la Cienciología como su capacidad recaudatoria o la banalidad de sus doctrinas y la polémica de sus métodos están siempre explicados, o sugeridos, por la otra mano de Anderson mientras miramos la hipnótica interpretación de Phoenix, al que en ocasiones se diría que le acaba de dar un ictus.
El lance en el plano entre Phoenix y Hoffman, las dos maneras de ser de la furia y la locura, es casi constante y narcótico, y funciona de un modo alegórico como un encuentro entre el paciente y el médico, o si se prefiere, entre el mundo y su profeta.
La cosa es que The Master ha engendrado expectativa como si fuera a abrir una puerta, o rendija, hacia la verdad de esa secta o religión, y quien quiera encontrarse con eso (una mano) se dará de bruces con otra cosa, con la otra mano, un drama enfocado al ser humano, a sus pedazos, a lo que se deja en el camino pero le sigue pesando más aún que si lo llevara… The Master es una de esas películas con eco, que siguen sonando («Master»… «aster»… «ster»…) mucho después de haberla visto.
Reseña en el diario del Vaticano
El periódico de la Santa Sede ha publicado una valoración significativa de The Master al que no duda en calificar de «bello, complejo, agudo, puntual y ejemplar». Es un juicio sobre una polémica cinta que aborda la oscura historia de la Cienciología tocando «el nervio descubierto del difundido fenómeno del comercio hipnótico, malicioso y equívoco de una bien camuflada pacotilla religiosa, esa que en el film hábilmente inventa, modela y ofrece en el mercado de los débiles y de los fanáticos el doctor Lancaster Dodd», refiere L´Osservatore Romano, según explica Jorge Enrique Mújica en Religión en Libertad.
Es verdad, en The Master la Cienciología no se llama así sino «La Causa»; Ron Hubbard, el inventor de lo que el artículo no duda en llamar «secta moderna» y «confuso aparato científico-filosófico», tampoco aparece como tal sino bajo el camuflaje cinematográfico del doctor Lancaster, pero la necesidad de apelar a las analogías no es para menos si se considera el poder del grupo al que pertenece Tom Cruise y otros famosos.
Problemas para el productor
Cinemanía afirma que está claro que The Master va a convertirse en una de las películas de la temporada. Por lo pronto, este regreso de dos grandes como el director Paul Thomas Anderson y el actor Joaquin Phoenix ya está dando mucho que hablar. Y no sólo por su calidad, sino porque (a través de los personajes de Phoenix y de Philip Seymour Hoffman) la película promete repartir mucha estopa a una institución tan polémica como la Iglesia de la Cienciología. Por lo pronto, según informa The New York Post, la irritación de algunos seguidores de dicha fe ha puesto muy nervioso al productor Harvey Weinstein.
A semejanza de películas como La última tentación de Cristo (Scorsese) o Yo te saludo, María (Jean-Luc Godard), que pusieron de los nervios a los fieles católicos incluso antes de estrenarse, The Master podría haber llevado a algunos cienciólogos a “inundar las oficinas de The Weinstein Company con amenazas por correo”, informa el rotativo. La misma fuente indica que dichas amenazas también se han formulado por vía telefónica, y que el productor y otros miembros del equipo han llegado al extremo de contratar guardaespaldas para evitar que la cosa pase a mayores. Eso sí, el Post también indica sus sospechas razonables de que todo sea un truco de marketing.
El magnetismo de Hubbard
El Universal tuvo oportunidad de hablar con el director californiano, Paul Thomas Anderson, acerca de todos los detalles que giran en torno a la película y sus principales motivaciones al hacerla. Anderson no dudó en explicar al periódico lo que ha significado para él crear un proyecto que al estar basado en la historia de Ron Hubbard (fundador de la Dianética) ha despertado muchas suspicacias.
“Sí, es frustrante cuando empiezas a hacer una película y te das cuenta de todo lo que ésta empieza a generar a su alrededor”, cuenta el director que confiesa que desde que escribía su película empezó a tener problemas por el tema que trataba.
“Tuve que dejar de escuchar los rumores y los chats para protegerme, pues yo sabía que más allá de la cienciología lo que estaba haciendo era una historia. Quizá fui un poco inocente al no esperar que esto desencadenara mucha curiosidad en la gente. Pero la buena noticia es que tuvimos la suficiente suerte para poder hacer la película y que en las proyecciones que hicimos en América este agosto fue emocionante ver cómo la gente que vio el filme hablaba todo el tiempo acerca de Freddie y de El Maestro. Nadie hablaba de la cienciología sino de los personajes. Eso fue genial porque la última cosa que quería hacer era algo provocador”, asegura el director californiano para quien la figura de Hubbard es enigmática. “Hubbard para mí es simplemente un gran personaje, un hombre lleno de vida y energía que escribió cientos de libros”, comenta el cineasta.
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