2.06.25

¿Comienza la caída de Amoris Laetitia?

En estos primeros días de un nuevo pontificado, muchos habrán pensado sobre lo que va a suceder con Amoris Laetitia, la exhortación postsinodal del Papa Francisco que introdujo indirectamente el divorcio en la Iglesia, permitiendo la comunión sin arrepentimiento ni propósito de la enmienda para los que vivían en una nueva unión de carácter adulterino

Algo tiene que suceder con ella, porque lo cierto es que en Amoris Laetitia se niegan varios principios fundamentales de la fe y de la moral católicas: la existencia de actos intrínsecamente malos, el principio de que el fin no justifica los medios, la certeza (definida en Trento) de que Dios siempre da la gracia necesaria para no pecar, la seguridad de que Dios no quiere que pequemos, la obviedad de que los pecados mortales son eso, pecados mortales que llevan al infierno y no simples fallos en alcanzar un ideal, etc. Cualquier católico está dispuesto a aceptar el magisterio de la Iglesia, pero no podemos mantener creencias contradictorias, porque ad impossibilia nemo tenetur. Es imposible mantener, a la vez, la constante Tradición dogmática y moral de la Iglesia y varias enseñanzas de Amoris Laetitia que niegan esa Tradición. En consecuencia, parece forzoso concluir que esas enseñanzas específicas de Amoris Laetitia no son verdadero magisterio y que hay que abandonarlas.

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31.05.25

Conversación en la posada errante

He tenido el gusto de mantener una agradable tertulia en la chestertoniana Posada Errante y pienso que quizá podría interesar a los lectores. A pesar de una fuerte alergia al polen que me afectó justo ese día (y que se nota bastante en la voz nasal y mi aspecto general algo atontado), disfruté mucho de la conversación con Leandro Blásquez.

En principio, la tertulia-entrevista versaba sobre el libro Yo fui secretario de León XIV, pero, como una cosa lleva a la otra, y las preguntas eran estupendas, hemos terminado hablando sobre la importancia de leer el Apocalipsis, la relación entre el humor y la humildad, la necesidad las novelas escritas por católicos para bautizar la imaginación, la larga derrota de la Iglesia, León XIII y la herejía del americanismo, el papel del Papa, la herencia española en América y la urgencia de volver a la esencia del cristianismo. No está mal ¿verdad? Con esos temas y un interlocutor tan sabio y con el que se comparte la fe católica da gusto conversar.

Aquí tienen la grabación:

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26.05.25

La caída de Occidente

Volviendo el otro día de llevar a algunos de mis hijos al colegio, vi a una chica con el mismo uniforme que caminaba en dirección contraria al centro escolar. Al cabo de unos instantes, se encontró con un chico de otro colegio cercano, que parecía estar esperándola, y se marcharon los dos juntos. Me pareció estar viendo la caída de Occidente.

No me refiero, claro está, al hecho de que un chico y una chica se saltaran las clases, que es algo que habrá sucedido infinidad de veces a lo largo de la historia, sino a lo que no sucedió. O mejor dicho, a lo que yo no hice: no les dije nada y seguí mi camino en el coche. Es decir, lo mismo que habría hecho cualquier otro.

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22.05.25

¿Mereció la Virgen ser la Madre de Dios?

Una lectora con el luminoso nombre de Mariasol preguntaba en el artículo anterior sobre esa frase tan audaz del Regina Caeli, quem meruisti portare, es decir, “a quien mereciste llevar“:

“Bruno, yo siempre tengo una duda al cantar el Regina Caeli. Cuando decimos ‘que mereciste llevar en tu seno…’ mi mente le da vueltas al ‘mereciste’ pensando en que a pesar de la grandeza de Nuestra Madre ¿puede alguien ‘merecer’ algo tan grande como llevar a Dios en su seno? Y esto me atormenta”

Es una excelente pregunta y, para responderla, tenemos que recordar brevemente lo que creemos los católicos sobre el mérito y la gracia.

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19.05.25

Los santos del Concilio de Nicea

“A comienzos del verano del año 325, comenzaron las sesiones del concilio de Nicea. Había trescientos dieciocho obispos presentes, además de una multitud de sacerdotes, diáconos y acólitos. La gente decía que era como el día de Pentecostés, con ‘hombres de todas las naciones y todas las lenguas’.

Muchos llevaban las gloriosas marcas de los sufrimientos que habían soportado por Cristo. La salud de otros había quedado quebrantada por los largos años en prisión. Allí estaban los obispos ermitaños de Egipto, Pafnucio  y Potamon,  cada uno de los cuales había perdido un ojo por la fe; Pablo de Neocesarea,  cuyos músculos habían sido quemados con hierros al rojo, como demostraban sus manos paralizadas; Ceciliano de Cartago,  intrépido y fiel guardián de su rebaño; Santiago de Nísibe,  que había vivido durante años en el desierto, en cuevas y montañas, así como Espiridón,  el pastor y obispo de Chipre, y el gran Nicolás de Mira,  ambos conocidos por sus milagros.

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